BLOC CULTURAL,

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viernes, 7 de marzo de 2025

Trastos y tesoros - CANAL EXTREMADURA - El Colectivo Laborarte inaugura la exposición Prendido con alfileres en el Monasterio de Sandoval ,./ Leyenda de Fútbol dice adios - Fallece el árbitro palentino David García de la Loma a los 31 años,. / Domingo - 9 - Marzo - LA SEXTA TV - Ambulancias, en el corazón de la ciudad - Toser podría salvar la vida en un infarto de miocardio ,. / LA AVENTURA DEL SABER TVE - La insurgencia más caótica y sangrienta - botella ,./ CAFE GIJON - MANZANAS VERDES - Europa League Fútbol - La Real Sociedad encuentra la esperanza de penalti ,.

   TITULO: Trastos y tesoros - CANAL EXTREMADURA - El Colectivo Laborarte inaugura la exposición Prendido con alfileres en el Monasterio de Sandoval,.

 El Colectivo Laborarte inaugura la exposición Prendido con alfileres en el Monasterio de Sandoval,.

La muestra podrá visitarse hasta el 30 de abril,.

 Imagen parcial del cartel de la muestra.

foto / Imagen parcial del cartel de la muestra.

El Colectivo Laborarte inaugurará el sábado 8 de marzo en el claustro del Monasterio de Villaverde de Sandoval, en la provincia de León, la exposición 'Prendido con alfileres', en la que participan Ana Campos y Elena Campos con piezas textiles, Cristina Ibáñez, Pilar L. Duque y Cathy Thompson con una técnica mixta a la que incorporan elementos textiles, Fernando Tuñón con fotografías y Beatriz García con una selección de poemas inéditos.

La iniciativa del colectivo Laborate pretende ser un homenaje a la mujer desde un punto de vista artístico y simbólico con una frase que procede de las técnicas textiles «prendido con alfileres», que se refiere a aquello está sujeto con alfileres a la espera de un cosido más seguro, por lo que plantea una reflexión sobre la situación actual de la igualdad entre hombres y mujeres para construir un mundo mejor.

Otro de los objetivos del colectivo es invitar al espectador a interactuar con la exposición dejando su homenaje a las mujeres que le son cercanas y que, como las que sugieren las obras, han luchado o luchan para la superación de las desigualdades.

'Prendido con alfileres' se podrá visitar hasta en 30 de abril en la sala alta del claustro del Monasterio de Sandoval, de lunes a domingo de 10 a 14 y de 15 a 18 horas, con visitas guiadas a las 11, 12.30 y 16 horas. Tras su clausura, la muestra se desplazará a otros destinos de la provincia como la Fundación Merayo en Santibañez del Porma o el Centro de Interpretación del Clima en la Vid de Gordón.

TITULO: Leyenda de Fútbol dice adios - Fallece el árbitro palentino David García de la Loma a los 31 años,.

 

 

Fallece el árbitro palentino David García de la Loma a los 31 años,.

Padecía un sarcoma sinovial y llegó a arbitrar con un brazo amputado,.

David García de la Loma
 
foto / David García de la Loma ,.

El árbitro palentino David García de la Loma falleció el martes, 4 de marzo, a los 31 años de edad después de una larga enfermedad, según ha comunicado la Real Federación Española de Fútbol. García de la Loma logró el ascenso a Segunda RFEF durante la temporada 2020/20221, pero no pudo debutar en esta categoría ya que le detectaron un cáncer, concretamente un sarcoma sinovial.

A raíz de la enfermedad, el colegiado sufrió la amputación de un brazo, pero no cesó en su empeño de continuar con su pasión, el arbitraje, hasta volver a los terrenos de juego en 2022. El 10 de septiembre de ese 2022, David García de la Loma arbitró, en Segunda RFEF, el encuentro entre el Atlético de Madrid B y el Don Benito, un momento para el recuerdo del arbitraje español y donde ambos equipos le entregaron una camiseta conmemorativa y se llevó el reconocimiento del público.

La Real Federación Española de Fútbol (RFEF) ha dejado un mensaje de cariño a los familiares y amigos del árbitro palentino, en el que ha querido destacar su «ejemplo de lucha, constancia y amor por el arbitraje». Asimismo, la RFEF ha comunicado que sus compañeros, de todas las categorías, llevarán esta semana un brazalete negro como homenaje a su persona.

La Real Federación de Castilla y León de Fútbol, también ha querido mostrar su apoyo ante la pérdida. «No hay palabras para despedir a David. Sólo agradecer porque él eligiera el colectivo arbitral de Castilla y León para crecer como persona. Su sonrisa, su luz y su fortaleza nos acompañarán siempre», publicó en sus redes sociales.

 

TITULO:  Domingo  - 9 - Marzo     LA SEXTA  TV - Ambulancias, en el corazón de la ciudad -  Toser podría salvar la vida en un infarto de miocardio      ,.

 

El domingo -  9  - Marzo , a las 21:30 por La Sexta, foto,.

 

 Toser podría salvar la vida en un infarto de miocardio,.

 

 

Toser fuerte al primer signo de un ataque cardíaco podría salvar la vida de una persona que está sufriendo un infarto, según afirma un médico polaco. Tadeusz Petelenz, de la Fundación Cardiológica de Katowice, Polonia, explica que la acción de bombeo causada al toser vigorosamente podría impulsar la sangre a través del cuerpo e irrigar el cerebro, durante los valiosos minutos que tarde en llegar una ambulancia.

Cada año una de cada 1.000 personas en el mundo occidental muere tras un paro cardíaco, la gran mayoría a causa de un problema súbito en el ritmo del corazón. En estos casos, la tos rítmica y realizada adecuadamente puede permitir al paciente permanecer consciente e incluso recuperar un latido cardíaco efectivo, ha expresado Petelenz en la reunión anual de la Sociedad Europea de Cardiología.

En la actualidad, sólo una de cada 10 víctimas de paro cardíaco sobreviven sin daño cerebral grave. Por lo tanto, a los pacientes de alto riesgo se les debe enseñar a toser de manera efectiva, comenzando con una sola tos cada uno o dos segundos en tandas de cinco toses, ha comentado Petelenz.

En un estudio, a 115 pacientes en Katowice que corrían el riesgo de infarto cardíaco se les entrenó para aprender a toser efectivamente en el mismo momento que comenzaran a notar un repentino dolor en el pecho y a hacerlo así en 365 ocasiones. En 292 casos los síntomas desaparecieron y sólo 73 personas requirieron atención médica, según ha informado Petelenz.

Algunos médicos ya alientan a los pacientes a toser cuando están en tratamiento cardíaco intensivo en el hospital. Sin embargo, Leo Bossaert, director ejecutivo de la ESC, cuestiona si es práctico esperar que los propios pacientes se traten así en casa.

TITULO:   LA AVENTURA DEL SABER TVE -  La insurgencia más caótica y sangrienta - botella,.

 

  La insurgencia más caótica y sangrienta - botella ,.

Arturo Pérez-Reverte relata en 'Revolución' la aventura de un ingeniero español junto a los hombres de Villa. La novela llegará el martes a las librerías,.

La insurgencia más caótica y sangrienta

fotos / Ésta es la historia de un hombre, una revolución y un tesoro. La revolución fue la de México, en tiempos de Emiliano Zapata y Francisco Villa. El tesoro fueron quince mil monedas de oro de a veinte pesos de las denominadas maximilianos, robadas en un banco de Ciudad Juárez el 8 de mayo de 1911. El hombre se llamaba Martín Garret Ortiz, y todo empezó para él la mañana de ese mismo día, cuando oyó un disparo lejano. Pam, hizo, seguido de un eco que fue apagándose en la calle. Y después sonaron otros dos seguidos: pam, pam.

Dejó sobre la mesa el libro que estaba leyendo -'La energía eléctrica en la moderna explotación minera'- y se asomó al mirador apartando los visillos. Parecían tiros de fusil disparados a dos o tres manzanas de allí. A un par de cuadras, como decían los mexicanos. Al cabo de un momento sonaron otros, esta vez más cerca. Sobre los tejados de las casas bajas y chatas se levantó una columna de humo primero gris y luego negro que la ausencia de viento mantenía vertical en el azul cegador de la mañana. Ahora el tiroteo era más nutrido, tornándose un chisporrotear de estampidos: pam, crac, crac, pam, crac, pam. Así sonaba, y el eco volvía a multiplicar el ruido. Era un crepitar intenso, semejante al arder de madera seca, que parecía extenderse por todas partes.

Ya empezó, se dijo, excitado. Ya los tenemos ahí.

Era Martín Garret un joven curioso, todavía en esa edad -veinticuatro años cumplidos dos meses atrás- en la que uno cree hallarse a salvo de los imprevistos del azar y de las balas perdidas que zumban en las calles. Pero, sobre todo, se aburría en su habitación del hotel Monte Carlo esperando la reapertura de las minas Piedra Chiquita, cerradas por la inseguridad política en el norte del país. Así que la novedad pudo más que la prudencia. Se abotonó el chaleco y ajustó la corbata, cogió sombrero y chaqueta e introdujo en ésta un pequeño revólver Orbea niquelado con cinco cartuchos de calibre 38 en el tambor. Aquel peso en el bolsillo derecho inspiraba cierta seguridad. Después bajó de dos en dos peldaños las escaleras, pasó junto al asustado conserje, que asomaba apenas los bigotes tras el mostrador del vestíbulo, y salió a la calle.

Quería mirar, verlo todo con sus propios ojos ávidos. Desde que llegó de España, el joven ingeniero de minas había seguido la evolución de los acontecimientos a través de los periódicos nacionales y estadounidenses. Todos hablaban de la inminencia del conflicto, de la inestabilidad del presidente Porfirio Díaz, de cómo los descontentos se unían en torno al opositor Francisco Madero. En los últimos meses se habían sucedido tensiones políticas, hechos ominosos, incidentes que incluían cada vez más sangre. Incluso verdaderos combates. Las partidas de bandidos, pequeños rancheros o campesinos desesperados se agrupaban ahora en brigadas con organización casi militar, bajo cabecillas que reclamaban justicia y pan para el pueblo, sumido en la miseria por hacendados arrogantes y por un gabinete presidencial ajeno a la razón. Para cualquier mexicano de las clases medias y bajas, la palabra gobierno era sinónimo de enemigo. Por eso los insurrectos querían Ciudad Juárez, principal paso fronterizo con los Estados Unidos. Se habían acercado en los días anteriores, ocupando posiciones en torno a la ciudad. Acumulando fuerzas. Ahora empezaba la verdadera lucha y quizá la revolución.

Para cualquier mexicano de las clases medias y bajas, la palabra gobierno era sinónimo de enemigo

Yacía un hombre muerto al extremo de la calle desierta, frente al salón de billares Ambos Mundos. Estaba tirado boca arriba y seguramente alguien lo arrastró hasta allí después de que le dieran un balazo, buscando ponerlo a cubierto, pues había un largo reguero de sangre medio coagulada en la tierra de la calle sin asfaltar. Martín nunca había visto a nadie muerto de forma violenta, ni siquiera en las minas; así que se quedó un momento mirándolo. Le llamaba la atención el desorden de la ropa, los bolsillos vueltos del revés, los pies sólo con calcetines -habían desaparecido los zapatos- y el rostro contraído encarando el cielo, abiertos los ojos que velaba una fina capa de polvo depositada en ellos. Sobre la boca entreabierta revoloteaban moscas, zumbando entre ella y el agujero pardusco que el muerto tenía en el pecho. Era un hombre de edad indefinida, entre los treinta y los cincuenta años, con ropa de ciudad. No parecía un combatiente, sino una víctima del azar, tal vez de alguna bala perdida. Entonces Martín intuyó por qué lo habían arrastrado hasta ponerlo al amparo de los edificios cercanos y bajos. No con intención de atenderlo, pues seguramente ya estaba muerto, sino para despojar con calma el cadáver.

Caminó un poco más, hasta la esquina y luego adelante, procurando hacerlo pegado a las paredes. Las calles permanecían desiertas. Fuera de su vista continuaba el tiroteo, muy violento ahora, que parecía multiplicarse en varios lugares. Anduvo guiándose por el ruido de los disparos más próximos. Su intensidad era mayor por la parte noroeste, hacia el río Bravo y los puentes que cruzaban la frontera al lado estadounidense de El Paso, Texas.

Sintió sed. La tensión le secaba la boca. Las casas disminuían en altura en aquella zona de la ciudad y el sol pegaba fuerte: cada vez más arriba, dejaba pocos espacios de sombra. Se aflojó el nudo de la corbata, secó el sudor de la frente y la badana del sombrero con el pañuelo y miró alrededor. Ni un alma. Nunca había imaginado que la guerra despoblase tanto el paisaje.

Al otro lado de la calle, el rótulo El As de Copas pintado en una fachada indicaba una cantina. La sed seguía torturándolo, así que hizo un rápido cálculo de pros y contras. Tras decidirse, echó a correr para alcanzar el lugar; treinta metros que se hicieron largos, pero nadie le disparó, aunque los tiros sonaban no demasiado lejos. La puerta de la cantina estaba cerrada. Llamó varias veces sin resultado, hasta que al fin se entreabrió un palmo y un rostro cenceño y bigotudo apareció en la rendija.

- Déjeme entrar -dijo Martín-. Tengo sed.

Una duda silenciosa, dentro. Sobre el bigote, dos ojos muy negros lo observaban con recelo.

- Llevo dinero -insistió el joven-. Pagaré por lo que beba.

Tras una corta vacilación le franquearon la entrada. El interior estaba en penumbra a causa de los postigos echados: la luz penetraba por una claraboya alta, iluminando malamente una habitación con mesas y sillas desvencijadas, un mostrador y varios bultos inmóviles, sentados. A medida que sus ojos deslumbrados se acostumbraron, Martín pudo distinguir los detalles. Había allí media docena de hombres y todos lo contemplaban con curiosidad.

- ¿Qué le sirvo, señor?

- Agua.

- ¿Nada más? -lo miró el cantinero, extrañado-. ¿No quiere sotol, o tequila?

- Después. Ahora deme agua, por favor.

Bebió con ansia hasta vaciar la jarra. Uno de los hombres se levantó y anduvo hasta el mostrador, recargándose en él frente al cantinero. Era pequeño, panzudo bajo la chaqueta de dril entreabierta, y un bigote frondoso le ensombrecía la boca. Estudiaba despacio a Martín, que se había quitado el sombrero al entrar y se enjugaba el sudor de la cara con el pañuelo.

- ¿Español? -preguntó.

- Sí.

- Se le nota lo gachupín en el habla.

Asintió Martín, inseguro de si eso era bueno o malo. A menudo se asociaba a los hacendados españoles con los afectos al régimen de Porfirio Díaz.

- Cada quien es de donde es -dijo.

- Claro.

Sin preguntar más, el cantinero le había puesto delante a Martín un vaso de tequila. Se lo llevó a la boca, bebió un sorbo y el alcohol ardiente le hizo crispar la cara. Tequila transparente como el agua y fuerte como el diablo.

- No es día para andarse paseando -opinó el panzudo.

Seguía mirándolo con curiosidad. Afuera sonaban, apagados, los tiros lejanos.

- ¿Son los rebeldes? -inquirió Martín.

Una sonrisa sin humor le torció al otro el bigotazo.

- Lo de rebeldes, señor, según y cómo... Lo que son es maderistas que se fajan a plomazos con los mochos. Y viceversa.

- ¿Los mochos?

- Los soldados, o sea. Los pelones.

- Los llaman así por el pelo al rape -quiso aclarar el cantinero.

- Meros desgraciados contra desgraciados... Obligados por quienes mandan a buscar en el otro mundo lo que aquí no tienen.

El bigotudo panzón hablaba bien, educado. Se veía hombre de cierta instrucción. Indicó la puerta de la calle.

- Yo que usted, señor, me terminaba tranquilo el tequila. Si asoma ahí afuera lo pueden perjudicar.

- ¿Qué está pasando?

- Se brega en varios lugares, y también en la estación -señaló el mexicano a los que estaban sentados-. Aquí los muchachos se lo pueden decir mejor que yo. Está cerca y de allí vienen.

Se fijó Martín en los cuatro: ropa de mezclilla azul manchada de grasa, gorras mugrientas, bigotes en rostros sucios de carbonilla. Ferroviarios. O ferrocarrileros, como decían en el norte. Dirigió un ademán al cantinero.

- Tengo mucho gusto en invitarlos a un trago, si me lo aceptan.

- Pa luego es tarde -dijo uno.

Se levantaron despacio, con dignidad, y se acercaron al mostrador. El cantinero les fue llenando los vasos.

- Los maderistas nos cayeron al alba por el poniente y por el sur -dijo el ferroviario que había hablado antes-. Empezaron de a poquito y fueron llegando más, con todo y caballería, hasta que se agarraron macizo -indicó a sus compañeros-. Nosotros tuvimos que pelarnos de la estación, porque allí se daban bien en la madre.

- ¿Quién está ganando?

- Ah, pos eso aún no se sabe. De un lado dicen que viene don Francisco Madero con los señores Orozco y Villa, que son reduros. Y del otro, a los federales los manda el general don Juan Navarro, que ya son palabras pesadas.

- El Tigre de Cerro Prieto -apuntó el bigotudo panzón.

No sonaba a elogio. Hacía pensar en paredones picados de tiros y hombres colgados de los árboles como racimos de fruta.

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EL LIBRO:

  • 'Revolución' de Arturo Pérez-Reverte. Ed.: Alfaguara. 464 págs. Precio: 22,90 euros (ebook, 10,99).

- Así que cuando esto acabe -remató otro de los ferroviarios-, van a sobrar sombreros.

Bebieron todos, aplicados. Fuera, el tiroteo resbalaba hacia el silencio y volvía a crepitar intenso al cabo de un momento, como el vaivén de una ola en las rocas. Encargó Martín otra ronda y nadie dijo no.

 

- Oiga, amigo...

Con el ceño fruncido y un vaso en la mano, el panzón observaba a Martín. Lo miró éste.

- Dígame.

- ¿Preguntar es ofender?

-En absoluto.

- ¿Qué se le perdió hoy por estos rumbos?

Titubeó el joven, algo desconcertado.

- Trabajo en unas minas, cerca de aquí.

Le lanzó el otro una ojeada súbita, desconfiada, como la de quien de pronto ventea a un enemigo. Vació el vaso de un trago y volvió a mirarlo, reparando ahora en el lado derecho de la chaqueta, más pesado que el izquierdo. Después lo estudió despacio de arriba abajo, midiéndole el estatus.

- ¿Administrador?

- Ingeniero.

- Ah -se relajó el mexicano.

- Siento curiosidad. Nunca he visto una revolución.

- Pos dicen que por la curiosidad se murió el gato, ¿no? -dijo uno de los ferroviarios-. Mejor se nos queda aquí tantito, hasta que afloje.

Lo pensó Martín. Su empeño seguía pesando más que la prudencia. Puso unas monedas sobre el mostrador.

- En realidad, debería...

No acabó la frase. Sonaban golpes en la puerta: repetidos, violentos, amenazadores. No eran de gente que pidiera permiso para entrar, sino de la que exigía paso franco. Por las bravas.

- ¡Abran, jijos de la chingada!... ¡O entramos echando bala!

Entraron con la luz de afuera relumbrando en las carabinas y en el metal de los cartuchos metidos en carrilleras cruzadas sobre camisas de algodón blanco, cazadoras amarillas y chaquetillas charras. Eran una docena y venían cansados, violentos, oliendo a sudor y tierra. Algunos calzaban botas con espuelas que resonaban en las tablas del suelo. Bajo los sombreros de ala ancha traían los ojos enrojecidos y los bigotes agrisados por humo de pólvora.

- Todos a la pared -ordenó el que mandaba.

Obedeció Martín con los otros. Sólo el cantinero permaneció tras el mostrador, seguro de que iban a requerirlo allí. Resignado, sacó otro cántaro de agua y dos botellas y alineó unos vasos delante. No parecía la primera vez que la revolución se colaba en El As de Copas.

A Martín lo registraron como al resto. Un momento después, su billetera y el Orbea de calibre 38 estaban en manos del que parecía el jefe.

- ¿Y esto, amigo?

Le mostraba el revólver en la palma de la mano, estudiando a Martín con irónica desconfianza. Encogió éste los hombros.

- Es un arma de mi propiedad... Nunca se sabe.

- Nunca se sabe, ¿qué?

- Lo que uno va a encontrar en la calle.

- Es buena gente -intervino el panzón.

No se volvió a atenderlo el otro, que ceñía pantalón a rayas descolorido y chaquetilla corta. Llevaba una enorme pistola al costado, en un cinto lleno de balas, y una cruz de pesadas carrilleras sobre el pecho. Había dejado la carabina 30/30 sobre el mostrador, y bajo el ala ancha del sombrero norteño sus ojos negros y duros seguían mirando fijamente a Martín.

- ¿Cómo de güena?

- Se pagó unas copas con mucho gusto -apuntó el otro-. Es ingeniero.

- ¿Español?

- Sí, pero de España.

Asintió el maderista mientras se quitaba el sombrero para enjugar el sudor con una manga. Tenía el pelo y el bigote, que le cubría por completo el labio superior, salpicados de canas prematuras, y una cicatriz como de machetazo de la sien a la mandíbula derecha que aún se veía violácea, fresca, casi reciente.

- Pos tiene suerte de serlo. Si fuera español de aquí, a lo mejor ya estaría colgando de una reata.

Sus hombres se habían acercado al mostrador mezclados con los ferroviarios. Habían dejado en el suelo dos morrales que traían, y también una caja grande, abierta, con asas de cuerda y pintada de rojo. El cantinero les había puesto delante un atado de cigarros La Paloma, que se encendían unos a otros. Echaban humo y todos parecían más relajados.

- ¿Y qué hace su mercé de cantinas con la que está cayendo? -quiso saber el jefe.

- Salí a ver qué pasa -se permitió Martín un amago de sonrisa-. Vivo en el hotel Monte Carlo, a cuatro cuadras.

Seguía serio el otro.

- ¿Es un hotel elegante?

- No es malo.

- De allí acá hay mucha bala que va y viene. Se arriesga a que lo tuerzan gacho.

- ¿Perdón?

- A que le den su agua. Un plomazo.

- Por eso me metí aquí dentro.

Todavía lo contempló el maderista un poco más, dubitativo. Al fin, con una mano le devolvió la billetera mientras con la otra se guardaba el revólver en un bolsillo. Uno de los suyos le acercó un vaso de agua, que apuró en sorbos cortos. Después dio una seca palmada.

- Aprevénganse, muchachos, que nos vamos.

Acabaron los otros sus tragos, dejando los vasos sobre el mostrador, y empezaron a salir sin que nadie hiciese ademán de pagar nada. El cantinero parecía acoger la cosa con resignación: una botella de tequila y otra de sotol no eran un precio alto por que lo dejaran en paz. Cogió el jefe su carabina, y entonces señaló Martín la caja pintada de rojo, sobre la que caía la ceniza del cigarro de uno de los maderistas.

- ¿Puedo decirle algo, señor?

Se detuvo el otro, mirándolo displicente.

- Pa eso nos dio Dios la lengua, amigo, pa decir cosas... Luego la responsabilidá ya es de cada uno.

Volvió Martín a señalar la caja.

- ¿Eso es dinamita?

- ¿Y qué, si lo es?

- Pues que si yo fuera ustedes, no andaría fumando cerca. Los cartuchos son viejos y parecen sudados.

- ¿Y?

- Lo que sudan es nitroglicerina. Se arriesgan a volar por los aires.

Parpadeó el maderista.

- Újole... ¿Usté sabe de eso?

- Ya les dije que es ingeniero -intervino el panzón.

Hizo el otro una mueca despectiva.

- Mi gente -señaló sus caras sonrientes y feroces- no se raja pa bailar con la pelona.

- Tampoco es cosa de ponerlo fácil -replicó Martín-. ¿No cree?

El mexicano pareció pensarlo. Luego se volvió de nuevo a los suyos.

- Ya oyeron. Avienten esos cigarros, no vayan a mandarnos a la fregada.

Salieron todos. Al cabo de un momento, el jefe apareció otra vez en la puerta. Miraba a Martín.

- ¿Usté sabe de explosivos y esas cosas?

- Un poco -admitió él-. Es parte de mi trabajo.

- ¿Ingeniero de qué, me dijo?

- De minas.

Se pasó el otro, pensativo, la uña de un pulgar por el bigote.

- ¿Sabría cómo manejar la dinamita pa romper algo sin romperlo todo?

- No comprendo.

- Pa volar un sitio, pero sólo tantito... Lo necesario.

- Depende de qué se trate, pero supongo que podría.

Una amplia sonrisa iluminó la cara del mexicano.

- Pos me late que nos va a acompañar, amigo. Si no le importa.

A Martín se le hizo un vacío en el estómago. Miró confuso al maderista, pero la expresión del otro no admitía réplica. Así que se puso el sombrero, salió detrás de él y caminaron con los demás por el lado derecho de la calle. No se atrevió a preguntar a dónde se dirigían, y nadie se lo dijo.

 

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CAFE GIJON,.

 

Café Gijón - foto,.

 
Fachada de madera del Café Gijón con su entrada.
Resultat d'imatges de manzanas verdesEl Café Gijón (denominado también Gran Café de Gijón) es un café de importancia cultural situado en el bulevar principal del madrileño Paseo de Recoletos n.º 21. El café está frente a una estación de ferrocarril del mismo nombre (Recoletos) y a la Biblioteca Nacional de España (BNE). La terraza de enfrente se encuentra en el pasillo central del Paseo.

 

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No supo cómo hacer daño al Manchester United, que se puso por delante, hasta que Oyarzabal marcó desde los once metros,.

SAN SEBASTIÁN (PAÍS VASCO), 06/03/2025.- El delantero de la Real Sociedad Mikel Oyarzabal lanza el penalti para marcar el primer gol del equipo donostiarra durante el primer partido de octavos de final de la Liga Europa que enfrenta a la Real Sociedad y al Manchester United, este jueves en el Real Arena de San Sebastián. EFE/ Javier Etxezarreta
 
Oyarzabal marca de penalti el gol del empate de la Real Sociedad,.
 
Resultado Final - Real Sociedad -1- Manchester United  -1 -,.

Llegó de penalti el gol de la Real y con la ayuda del VAR, que avisó al árbitro de que había una mano dentro del área de Bruno Fernandes. No había otra manera para un equipo que tenía la pelota pero no sabía muy bien qué hacer con ella.

El United, que tiene un penoso caminar por la Premier, aprovechó la planicie de la Real para imponer su juego. Especialmente en el comienzo de la segunda mitad, cuando equilibró la posesión y encontró en el contraataque la mejor manera de hacer daño a la Real.

Así llegó el gol de Zirkzee, en una carrera de Garnacho, que vio al holandés al borde en situación de hacer daño. Su disparo desde el borde del área iba muy centrado, pero a Remiro le tapaba Turrientes y no pudo reaccionar a tiempo para evitar el gol. Parecía el United un equipo mejor de lo que es, no la máquina que hace vulgares a futbolistas capaces de marcar la diferencia en otros sitios. Y la Real, uno cualquiera.

No tenía a Zubimendi el equipo de Imanol para marcar los tiempos. El centrocampista internacional estaba fuera de la convocatoria. Primero por lesión y después por una indisposición que no le permitió ni sentarse en el banquillo. Era Turrientes el que ocupaba ese lugar, un jugador de talento pero más acostumbrado a otras tareas menos posicionales.

El penalti, que se encargó de marcar Oyarzabal, marcó el inicio de un nuevo partido para la Real Sociedad. A partir de ahí fue capaz de crear las ocasiones que se le habían negado antes.

Avisó Brais Méndez desde fuera del área y respondió Onana. Y después llegó el turno de Becker y de Oskarsson. Los dos entraron en la segunda mitad, con las piernas frescas y el cerebro descansado. Y estuvieron muy cerca de hacer daño al Manchester United. Se entienden perfectamente los dos futbolistas a pesar de que no juegan demasiado tiempo juntos –tampoco separados–. Un centro de Becker desde la derecha estuvo cerca de empujarlo a gol Oskarsson, pero Yoro estuvo atento para molestar y forzó que el delantero de la Real acabara echándola fuera.

El Manchester United era un equipo cansado. No tenía mucho donde elegir Rubem Amorim, su entrenador. Recurrió a Eriksen y no hizo más cambios hasta el minuto 87. Oskarsson volvió a aprovechar su frescura para acercarse al gol, pero su remate se fue al lateral de la red. La Real terminó agradeciendo ese penalti que le cambió el ánimo y le da esperanzas para la vuelta.

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