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viernes, 25 de abril de 2025

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TITULO: Órbita Laika - Ciencia -  Philip Kitcher, un «intelectual humanista», Premio Fronteras en Humanidades   ,.  

 

Lunes - 5 - Mayo a las 22:30  en La 2 / foto,.

  Philip Kitcher, un «intelectual humanista», Premio Fronteras en Humanidades  ,.

Philip Kitcher.

Philip Kitcher,.

El jurado destaca que el profesor británico-estadounidense es uno de los filósofos vivos más influyentes de nuestro tiempo,.

La Fundación BBVA ha concedido este martes el Premio Fronteras del Conocimiento en la categoría de Humanidades al filósofo británico-estadounidense Philip Kitcher (Londres, 78 años) por abordar un amplio espectro de los temas centrales de nuestro tiempo, desde la filosofía de las matemáticas y los orígenes de la ética, a la educación y el cambio climático, que a su juicio es «uno de los mayores desafíos que enfrenta hoy la humanidad».

El jurado define a Kitcher como un "intelectual humanista", lo considera «uno de los filósofos vivos más influyentes» y destaca sus contribuciones a la filosofía de la ciencia «y en particular a la filosofía de la biología, demostrando la relevancia de las ciencias de la vida en las humanidades, y viceversa».

El galardón, dotado con 400.000 euros, será entregado en Bilbao el próximo 19 de junio en una ceremonia a la que asistirán los ocho premios Fronteras de este año.

Kitcher, titular emérito de la cátedra John Dewey de Filosofía de la Universidad de Columbia y doctorado en Historia y Filosofía de la Ciencia por la Universidad de Princeton, ha desarrollado su larga trayectoria académica (más de 40 años) en Estados Unidos, donde fue presidente de la American Philosophical Association entre 1996 y 1997. Es también doctor honoris causa por la Universidad Erasmus de Róterdam y de la Universidad de Estudios Humanísticos de Utretch.

La curiosidad intelectual del profesor Kitcher le ha llevado incluso a diseccionar las enseñanzas éticas y filosóficas que encierran las obras de grandes figuras de la literatura como James Joyce y Thomas Mann, así como la música de Richard Wagner.

La ética de la ciencia

«Lo que distingue la obra de Kitcher es su inmensa amplitud, abarcando e interrelacionando la filosofía de la ciencia con la ética, la política, la educación, la literatura y las artes, siempre con el objetivo de mejorar la sociedad e impulsar su progreso», ha afirmado el presidente del jurado John Dupré, catedrático de Filosofía de la Ciencia de la Universidad de Exeter (Reino Unido).

«Su libro 'El avance de la ciencia', publicado hace poco más de 30 años, es una obra pionera que defiende la importancia de la racionalidad en la ciencia. Es, además, antesala de otro de sus libros más famosos, 'Ciencia, Verdad y Democracia', donde el profesor Kitcher profundiza en que el progreso científico debe dictarse por principios de justicia y equidad social, así como de responsabilidad ética», ha resaltado por su parte la secretaria del jurado Atocha Aliseda, catedrática de Filosofía en el Instituto de Investigaciones Filosóficas de la Universidad Nacional Autónoma de México (México).

«Kitcher nos ha hecho ver a los filósofos de la ciencia que debemos salir de nuestra torre de marfil y del virtuosismo técnico para fijarnos en los problemas centrales que preocupan a la sociedad respecto a las implicaciones del avance científico y tecnológico», ha señalado Antonio Diéguez, catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia en la Universidad de Málaga y nominador del galardonado, elegido entre 28 aspirantes al premio.

«En su trabajo pone énfasis en la gobernanza democrática de la ciencia –la ciencia bien ordenada–, que implica que la agenda de los investigadores se decida por procedimientos democráticos, teniendo en cuenta también los intereses de los más desfavorecidos. Esto aplicado a biomedicina supone, por ejemplo, que no se investiguen solo las enfermedades frecuentes en los países ricos, como las cardiovasculares, que implican negocio, sino también otras como la malaria», apunta Diéguez.

El propio galardonado define la filosofía como un proyecto intelectual de síntesis, cuyo objetivo es «integrar el conocimiento disperso de todas las disciplinas científicas y humanísticas, uniendo muchas cosas aparentemente desconectadas para forjar un todo coherente» que nos permita «progresar moralmente y mejorar el mundo».

Inicios en Cambridge

El camino de Philip Kitcher hacia la filosofía comenzó en la Universidad de Cambridge, donde estudiaba Matemáticas, pero –gracias a la sugerencia de un profesor– acabó decantándose por la historia y la filosofía de la ciencia. Sus primeras investigaciones durante el doctorado en la Universidad de Princeton se centraron en la historia y la filosofía de las matemáticas, hasta que, motivado por las preguntas de sus estudiantes, se interesó por la biología. Pasó un año formándose en la Universidad de Harvard, en el Museo de Zoología Comparada, y posteriormente propuso argumentos en contra de la teoría de la sociobiología que, según el galardonado, se basaba en el comportamiento social de insectos como las hormigas y extrapolaba a los humanos el comportamiento social de los insectos. Kitcher postuló que «en humanos hay que tener en cuenta que su entorno es mucho más complejo y las fuerzas culturales tienen un efecto sobre la evolución humana».

A mediados de los años 1990, Kitcher analizó las implicaciones éticas del Proyecto Genoma Humano en un informe para Biblioteca del Congreso estadounidense, que acabó convirtiendo en el libro 'The Lives to Come' (1996). Hablando con asesores de los congresistas, se dio cuenta de que la motivación política para embarcarse en el Proyecto Genoma Humano era muy diferente de la que tenía la comunidad científica: lejos de la ambición de curar, o al menos diagnosticar, todo tipo de enfermedades, el objetivo del Congreso era obtener una ventaja científica competitiva respecto a Japón, que destacaba en el ámbito tecnológico.

Esta disparidad llevó al filósofo a plantearse cómo es, y cómo debería ser, la relación entre ciencia y las sociedades que la financian y en las que esta ciencia se aplica. Reflejó sus conclusiones en el libro 'Ciencia, Verdad y Democracia', en el que sostiene que “el objetivo último de la ciencia es beneficiar a la humanidad”.

El acta del jurado también destaca los trabajos del profesor Kitcher sobre el cambio climático. En estas investigaciones hace un repaso de los que considera son los principales problemas del desafío climático y concluye que, sin una profunda cooperación, en este caso entre países, el desafío climático no tiene fácil solución: «La crisis climática es un problema ético y político», afirma.

«Nuestros políticos tienen miras muy cortas»

En una conexión en directo con su residencia en Estados Unidos, Kitcher dijo que gran parte de su trabajo trata de defender la ciencia y que le horrorizaba ver las críticas que reciben hoy los científicos. “Estoy preocupado por la enseñanza universitaria de la ciencia”, señaló en relación con el contexto actual que la ciencia está viviendo en Estados Unidos, su país de adopción, “Tengo que confesar mi pena por mi país de adopción por el régimen de Trump. Trump tiene tintes autoritarios, aunque hay que reconocer que hay gente a la que le gusta Trump porque ha sabido vender la promesa de que con él se va a vivir mejor, y hasta que no se demuestre que eso no es verdad va a seguir». También apuntó que los políticos de hoy “tienen miras muy cortas y solo quieren perpetuarse en el poder y esto es catastrófico”. Además, lamentó que «la ciencia y la educación estén en el centro de la crisis" y opinó que "estamos en el peor momento que he podido experimentar en mi vida”.

TITULO: Generaciones -  Atacante le miraba,.

  Atacante le miraba,.

 Comenzar de nuevo

foto / De nuevo aquí. Vuelves a comenzar un diario y, una vez más, tampoco tú te lo explicas. Justo cuando tendrías que encerrarte a escribir y dejarlo todo, te comprometes de nuevo. No es la primera vez que sucede. Te suele ocurrir cuando te embarcas en una novela. La escritura se desata y quiere salir a la superficie. Necesitas soltar la mano. Gritar en voz alta las dudas. Calentar las ideas y, en ocasiones, también frenar la mente. Pero sobre todo descargar tensión. Escribir sobre la propia escritura para, después, poder escribir tranquilo.

También ocurre —y esto lo entiendes aún menos— cada vez que comienzas una novela que necesita convertir la vida en la literatura. Abrir tu rutina a las palabras, dejar que posean todo lo que te rodea, que se abalancen sobre los viajes que realizas, los libros que lees, las series y películas que ves… La cara B de la historia, que luego se publicará. Tampoco tiene mucho sentido. Pero es la cuarta vez que te pasa, el cuarto diario que decides escribir al mismo tiempo que una novela. Hay otro por ahí —Diario de Ithaca—, pero se trata de un cuaderno de viaje. Allí no había novela por llegar; solo experiencia de extrañamiento en la Norteamérica universitaria. Quizá por eso lo escribiste en primera persona, en una voz más cercana a la tuya —la que empleas cuando hablas, cuando escribes correos y artículos—. Pero en los otros tres —y ahora en este cuarto— dejas que surja este tono. No lo buscas; aparece. Frase corta, segunda persona, tono seco que comparece como si fuera un personaje. También eso lo necesitas. Escribir desde otro lugar, y con otra voz. Para guardarlo todo, sí. Pero también para sacarlo al exterior y dejar espacio allí a la novela que reclama ser escrita.

"No se trata de un diario para convocar la escritura, como el último que escribiste —Tiempo por venir—, sino uno para aproximarte a ella"

Comienzas, pues, este diario para desatascar la escritura. También, en cierto modo, para atraerla. Lo haces cuando tienes abiertos demasiados frentes. Demasiados proyectos, demasiados compromisos, demasiadas cosas que te alejan de lo que, en tu mente, debería ser la prioridad: la novela por venir. En realidad, como decías, deberías dejarlo todo y encerrarte. Pero en lugar de eso, adquieres un compromiso más. Uno grande, como el de la escritura continua. También la obligación de enviar el texto y publicarlo. Aquí, en este territorio mágico de Zenda. Cada dos semanas. Un modo también de obligarte. Una norma autoimpuesta. Escribir para poder escribir, para acercarte aún más a eso que está ahí ya —porque la novela ha comenzado—, pero sientes que aún no camina contigo.

No se trata de un diario para convocar la escritura, como el último que escribiste —Tiempo por venir—, sino uno para aproximarte a ella, para regresar al interior de lo que escribes. Escribir sobre escribir para sentirte cerca de lo que escribes. También cerca de lo que vives. Porque últimamente has comenzado a intuir que la vida se te va de las manos, que se suceden las cosas y no dejan poso, que, si no lo apresas con palabras, el tiempo pasa de largo y nada permanece.

El pasado 13 de febrero, en la presentación del Premio Biblioteca Breve, el flamante ganador, Benjamín G. Rosado, comentó que, mientras uno escribe, la vida está en otro lugar: “Lo que escribes no es lo que pasa, sino lo que no puede pasar porque, precisamente, estás escribiendo”. Tuviste el privilegio de ser miembro del jurado y te interesó muchísimo su novela —un descubrimiento que pronto llegará a las librerías—. Y crees que Rosado no andaba falto de razón. Es cierto, algo de vida se pierde mientras escribes. Las experiencias que te pierdes cuando te sientas frente al ordenador. Pero estás convencido de que escribir es también una forma de vivir. Hacia delante —porque todo presente es un ahora— y también hacia atrás —porque recuperas aquello que ya viviste y pasó de largo—. Lo has dicho ya en alguna otra ocasión, pero ahora te reafirmas: contar la vida, escribirla, rememorarla, es vivir dos veces.

"Por eso comienzas ahora este cuaderno de apuntes apresurados. Para intentar preservar un resquicio de los días que se van, de los rostros que te cruzas, del mundo que tratas de entender"

Por eso comienzas ahora este cuaderno de apuntes apresurados. Para intentar preservar un resquicio de los días que se van, de los rostros que te cruzas, del mundo que tratas de entender. Para tratar de guardar aunque sea una sombra de esa vida que constantemente se escapa.

Y entre las cosas que no quisieras dejar escapar está la semana trepidante en la que has comenzado a escribir. La semana en Barcelona que esta vez renuncias a contar pero que dejas marcada aquí para regresar a ella más adelante. La visita a El Terrat y la reunión esperanzadora sobre la película de tu tercera novela, la experiencia de ser jurado en el Biblioteca Breve y compartir conversaciones y confidencias con personas que admiras, los nervios de la rueda de prensa, la ilusión de ver al premiado emocionado y feliz, el encuentro con amigos queridos y el descubrimiento de amigos nuevos, la nueva gorra de Vila-Matas y su gesto de niño travieso y divertido, la comida en el Liceo junto a Pere Gimferrer, la conversación —difícil— sobre corbatas y sombreros, la absenta en el Marsella, la cena en Il Giardinetto, el baile con Trueba y Pisón y la resaca del día siguiente. Pero sobre todo el regreso a Murcia y las ganas tremendas de sentarte a escribir. Las ganas con las que siempre vuelves de los viajes al mundo literario. Esas ganas que hacen que, nada más llegar, comiences a escribir estos párrafos y vuelvas a pensar en la novela.

"Has llenado varios cuadernos de notas y tienes más de cien páginas escritas en Word. Pero tienes la sensación de que aún necesitas centrarte"

Has llenado varios cuadernos de notas y tienes más de cien páginas escritas en Word. Pero tienes la sensación de que aún necesitas centrarte. Llevas un año y pico con ella en la cabeza, pero aún no has conseguido dedicarle el tiempo necesario. Apenas el último verano y algunos fines de semana de encierro; también algunas mañanas. Has hecho eso que en los talleres de escritura adviertes que nadie haga: salirte de una historia durante meses, centrarte en terminar lo pendiente y dejar la novela para más adelante. La trampa del novelista que trabaja de otra cosa. Pero esta vez se te han cruzado varios proyectos importantes que no has podido esquivar. Un ensayo sobre arte, un guion y, sobre todo, una acreditación de cátedra. También algunos otros compromisos —textos y conferencias— a los que no has sabido decir que no. Y todo se ha llevado la novela por delante, bien lejos de ti. Tanto, que ahora temes no encontrar el modo de atraerla y volver a meterte en la historia como la novela requiere.

Pero estos días empiezas de nuevo. Te lo propones. Escribes aquí para eso. Como si decirlo y publicarlo te obligase a no dar marcha atrás, a dejar de procrastinar y tratar de decir que no a todo lo demás. Al menos ya tienes coartada: “¿Es que no lees mi diario? Estoy concentrado, en medio de una novela, tío. Siento no poder pararlo todo para dedicarme a lo tuyo. Otra vez será”.

"Algún día intentarás explicar cómo puedes trabajar con tres sistemas a la vez y no perder la cabeza. De momento, lo pones todo frente a tus ojos"

Aunque es mucho lo que aún arrastras, comienzas al menos a ver el camino despejado. Apenas tienes clases este cuatrimestre, empiezan a disminuir los eventos a los que te has comprometido y, por encima de todo, ya tienes preparado el proyecto de investigación y toda la documentación para tu oposición a cátedra. Ha costado, pero en menos de un mes sales de cuentas.

Un mes no es nada, te dices, podrías esperar. Pero esta vez es demasiado. Así que, sin pensarlo demasiado, despejas la mesa y vuelves a situar sobre ella los cuadernos Leuchtturm1917 punteados en los que escribes. En el ordenador, abres el archivo de Scrivener y también regresas a las páginas de Word que llevas esbozadas. Algún día intentarás explicar cómo puedes trabajar con tres sistemas a la vez y no perder la cabeza. De momento, lo pones todo frente a tus ojos. Sabes que, durante unas semanas, todavía no podrás dedicarle a la historia el tiempo que se merece. Pero no puedes demorarlo más. Abrirlo todo es también un modo de comenzar. Eso está ahí. Te mira, te reclama, te espera. Ha llegado el momento de regresar.

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Alcalde Arroyo de la Luz destaca las "espectaculares" carreras de caballos en el Día de la Luz ,.

 

Alcalde Arroyo de la Luz destaca las "espectaculares" carreras de caballos  en el Día de la Luz | La Verdad

foto - El alcalde de la localidad cacereña de Arroyo de la Luz, Carlos Caro,.

 Arroyo de la Luz celebra el Día de la Luz con sus "espectaculares" carreras  de caballos

foto - Carrera de caballos,.

 El alcalde de la localidad cacereña de Arroyo de la Luz, Carlos Caro, ha calificado el Día de la Luz como un momento "magnífico" que los vecinos esperan durante "todo el año" para sentirse "orgullosos" de sus tradiciones y disfrutar de "espectaculares y bonitas" carreras de caballos."Tenemos una inscripción similar a las de otros años, 169 jinetes y amazonas inscritos y alrededor de 400 carrocistas participando en el desfile. En cuanto al público, las estimaciones son de 15 mil personas", ha señalado Caro.

 

TITULO :   Zona indie - Cine - Lola, Lolita, Lolaza ,. 

 Lola, Lolita, Lolaza (C)

 Este lunes - 5 - Mayo a las 23:30, en la ‘Zona indie’ de La 2 se emite la película, foto,. 

Reparto ,. Mabel Lozano,.

 Con mucho humor, amor y retranca, Mabel Lozano nos cuenta en primera persona su viaje con un cáncer garbanzo en su “Lola” izquierda.

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