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lunes, 19 de agosto de 2024

Metrópolis - Las aventuras del intrépido capitán Boyton y su descenso por el salvaje río Tajo ,. / DIAS DE TOROS - Los rejones, el aperitivo del puerto de montaña de Bilbao con dos despedidas , . / Retratos con alma - El zoo de Banksy: del alegato a la apoteosis del "mainstream",.

 

 TITULO: Metrópolis - Las aventuras del intrépido capitán Boyton y su descenso por el salvaje río Tajo   ,. 

  El lunes - 2 - Septiembre , los lunes a partir de las 00:30, en La2, fotos,.

 Las aventuras del intrépido capitán Boyton y su descenso por el salvaje río Tajo ,.

 Las aventuras del intrépido capitán Boyton y su descenso por el salvaje río Tajo

Por la noche no me atrevía a dormir, porque podía escuchar el aullido de los lobos, que son feroces y abundantes a lo largo de esa parte del Tajo, y sus gritos tristes me advirtieron que me quedara en el río (…). Durante mucho tiempo escuché un rugido río abajo que me advirtió que me estaba acercando a un punto peligroso. Me preparé para afrontar lo que fuera. El río se cerró entre dos paredes naturales, tan estrechas como un canal a toda velocidad. El agua caía sobre las rocas que obstruían su paso, todo era espuma y agua pulverizada. A medida que el rugido se hizo más terrible, perdí algo de valor y me esforcé por controlar mi descenso”.  (Memorias de Paul Boyton. Descenso del Tajo. Enero 1878)

ÉRASE UNA VEZ UN GRAN RÍO SALVAJE

El Tajo es un río cercano, que nos parece corriente, muy humanizado y civilizado pero no hace muchos años fue un río brutal, salvaje e imposible. Nadie fue capaz de navegarlo hasta Lisboa hasta bien entrado el siglo XIX y luego otra vez, una sola vez, la última, en el siglo XX. Nadie osó bajar por sus aguas turbulentas en barca, balsa o almadía, ni mucho menos a nado, hasta que lo logró nuestro amigo el intrépido capitán Paul Boyton.

Una amiga norteamericana filóloga me consiguió su biografía, así que todos los fragmentos en primera persona y en cursiva que describen la experiencia de Boyton en España son una traducción imperfecta y propia tomada de su autobiografía, The Story of Paul Boyton, editada por George Routledge & Sons Ltd en 1893. Desde esta voz escribo la crónica de su aventura. Pero creo que antes de comenzar a contar la aventura de Boyton debería escribir una historia familiar antigua, imprecisa y extraña. La historia de mi bisabuelo, cuyo trabajo hoy nos puede parecer bien raro: recorrer las tierras cercanas a su pueblo, o no tan próximas, comprando y vendiendo mantas y otras telas de lana con una recua de buenas mulas murcianas. Su casa estaba en Valdeverdeja, un pequeño pueblo entre Toledo y Cáceres cuya linde era el Tajo, un río caudaloso y serio con rápidos peligrosos, remolinos y quebradas salvajes que en nada se parece al triste y manso río de hoy. Estamos a finales del siglo XIX y a mi joven bisabuelo le tocó, por pobre, ir de quinto a Filipinas. Conoció entonces el mar, la selva, otras lenguas y que el mundo, considerado por él muy ancho y largo cuando lo recorría para vender mantas con su recua de mulas, era en realidad inmenso y muy distinto a las estepas toledanas. También conoció el horror sin cuento, la guerra colonial más estúpida, enfermedades que consumían a los hombres entre fiebres negras y vómitos de sangre, la pura maldad disfrazada de grandes palabras como patria, imperio, destino… que servían para utilizar a los jóvenes humildes en guerras diversas, defender industrias de ultramar y turbios negocios inconfesables. De allí salió mi pariente en el último barco de 1898 y a punto estuvo de ser uno de aquellos famosos patriotas del sitio de Baler. Pero el azar le libró al menos de esa última odisea.

"Le había llamado la atención la proeza de un excéntrico capitán americano que había bajado el Tajo desde Aranjuez hasta Lisboa metido en un extraño traje flotante de caucho"

Tras un largo viaje en barco en condiciones de mala mar, hacinados, enfermos muchos, mal alimentados siempre, llegaron a un puerto y del puerto a un tren lentísimo que los dejó en Madrid abandonados, despreciados, delgadísimos, harapientos, destrozados por dentro y por fuera. Nunca recibirían pensión alguna tantos y tantos que llegaron enfermos, heridos y locos. Pero mi bisabuelo tuvo suerte y recursos. Los años de nomadeo, desde los doce años recorriendo los caminos de España con las mulas, le habían entrenado en la dura vida de la intemperie y el valerse por sí mismo. En el barco había leído viejos y sobados periódicos para entretener el tedio, y en uno de ellos le había llamado la atención la proeza de un excéntrico capitán americano que había bajado el Tajo pocos años antes desde Aranjuez hasta Lisboa metido en un extraño traje flotante de caucho.

Así que a nuestro intrépido muchacho no se le ocurrió otra cosa que hacer lo mismo en una pequeña y vieja barca redonda que compró a unos trasmalleros por un valioso duro de plata de Amadeo, toda su fortuna de entonces. Llevó consigo su sombrero de paja, la manta de campaña, una navaja grande del ejército, un plato de peltre con su cuchara, dos kilos de tasajo, medio saquito de nueces, otro medio de arroz, unos aparejos de pesca y dos cañas de bambú que compró en una ferretería de la calle Toledo.

"Se dejó llevar por la mansa corriente medio dormido medio despierto, hasta que llegó donde el Manzanares se funde con el Jarama"

Se montó en la barca en la misma orilla que da a la margen derecha del puente de Segovia, mientras cientos de sábanas tendidas al sol le saludaban. Se dejó llevar por la mansa corriente medio dormido medio despierto, hasta que llegó donde el Manzanares se funde con el Jarama. Comenzaba a anochecer cuando vio que el Jarama se metía en el Tajo por debajo de la ciudad de Aranjuez. Un día después pasó Toledo. Dos días después Talavera. Al día siguiente llegó cerca de Valdeverdeja. No sé nada más de aquel intrépido muchacho. Nada sé de los detalles de su extraño viaje. Mi padre me contó que su padre aún guardaba en Madrid una de aquellas cañas de tres tramos con las que pescó en el viaje mi bisabuelo.

Soldados de uniforme en Filipinas. 1897

Estuve hace unos días en la librería del Instituto Geográfico Nacional a comprar unos mapas escala 1:25.000 para ver toponimias y distancias y entender mejor la gesta de mi bisabuelo y, sobre todo, la del capitán Paul Boyton. Estudio también un viejo mapa del siglo XVII y comparo el antes y el ahora de este río. En 1641, el matemático de su majestad Felipe IV el Grande, Luis Carduchi, por encargo de Gaspar de Guzmán, conde duque de Olivares, cartografía el río Tajo desde el puente de Alcántara hasta el de San Martín, en Toledo. Su objetivo era analizar, si es posible, con una obra mínima, la navegabilidad por el río, con el fin de enviar por barco soldados y equipo para impedir la separación del reino de Portugal de la Corona española. Hasta la fecha nadie se había preocupado de explorar e intentar utilizar el Tajo como ruta comercial con Portugal. Pero ahora que el reino vecino iba por libre, Felipe el follador, sí, ese que sale en los Alatriste de Pérez Reverte y en El rey pasmado de Torrente Ballester, puso muchos esfuerzos, dineros e inteligencias en intentar reconquistar Portugal. Aumentaron los impuestos, se devaluó la moneda y se mandó llamar a los famosos Tercios Viejos de Flandes para pelear con los mejores. Comenzó una carísima guerra que duró 28 años y en la que los soldados españoles perdieron todas las batallas. Los ejércitos españoles fueron derrotados en la batalla de Montijo (1644), en la batalla de las líneas de Elvas (1659), en la batalla de Ameixial (1663), en la batalla de Castelo Rodrigo (1664) y en la batalla de Villaviciosa (1665). Es en este contexto y por esta necesidad que un equipo formado por el licenciado Eugenio Salcedo, el ingeniero Julio Marteli y el propio Carduchi se montaron en unos caballos y se fueron a ver mundo, apuntar datos y medir distancias para deducir si era posible navegar por el Tajo.

En algunos libros de historia se dice que bajó en barco desde Toledo hasta Alcántara para ir apuntando de primera mano y en detalle las dificultades de navegación y proponer soluciones, pero sabemos que no. El Tajo de entonces era un río endemoniado e imposible de navegar con ningún tipo de barca, mucho menos con una llena de soldaditos de plomo.

Chorographia del río Tajo realizada por Luis Carduchi en 1640

"Parecen dibujos hechos por un niño pequeño, el agua es azul, trazada con rayitas paralelas orientadas hacia la corriente"

Los dibujos del río pueden parecernos hoy muy pueriles, pero lo importante está representado y precisado en detalle: bajos de arena donde los barcos podrían encallar, peñas y rocas que dificultarían el paso, chorreras, remolinos, ollas, rápidos y cascadas a superar, los azudes, barcas enmaromadas y molinos que podían impedir la navegación, las distancias en leguas entre uno y otro obstáculo, también las casas, puentes y las poblaciones ribereñas. Parecen dibujos hechos por un niño pequeño: el agua es azul, trazada con rayitas paralelas orientadas hacia la corriente, las rocas, cerros y cortados tienen la misma forma y el campo es, en casi todas las láminas, ocre o marrón, muy pocas veces verde, con algunos árboles organizados en hileras, que lo mismo pueden ser olivos que encinas o robles. Pero, en definitiva, es un buen mapa. Luego, en 1755, Josep Briz y Pedro Simó levantaron nuevos planos para Fernando VII el Felón con similar demanda e interrogante: ¿se puede hacer navegable el Tajo? En 1828 el llamado Proyecto Cabanes encarga otra vez nuevos planos al arquitecto de Madrid Agustín Marco Artu. Ese mismo año muere Francisco de Goya en Burdeos y nace en Nantes Julio Verne. Lo anoto porque luego estas dos celebridades tendrán importancia en la aventura de nuestro hombre rana. 

PARA VISITAR UN GRAN RÍO HAY QUE IR DE TRAJE

Intuyo que esos viejos planos de 1828 son los que dio el Ministro del Interior, Romero Robledo, “el Pollo de Antequera”, al inocente Boyton. Dirá de ellos, cuando tenga que usarlos, que “la información que había en los planos era muy poca. Los mapas eran incorrectos, porque muchos pueblos pintados junto al río no estaban cerca”. Nuestro capitán no entiende las poéticas imprecisiones de los artistas topógrafos de entonces.

Estudio los tres planos, separados cada uno por un siglo, y compruebo que esas dos nuevas versiones topográficas del río apenas se diferencian del mapa de Carduchi. Así que entiendo la desesperación de Boyton al descubrir legua tras legua mil errores, al entender que los ilustres cartógrafos dibujaron muchas veces de oídas y no pisaron algunos de los sitios apuntados.

Cartografía de Josep Briz y Pedro Simó de 1755 en el que se ven mejor que 

en los dibujos de Carducci los rápidos, rocas y azudes

"El traje tenía en su interior varias cámaras que podían llenarse o vaciarse de aire a voluntad gracias a unos tubos"

Para hacer este viaje Boyton llevaba un traje extraño, hecho de algo llamado caucho, savia de “cautchouc” o «árbol que llora», que en el Amazonas se utilizaba para hacer cantimploras. Los aztecas hacían pelotas con esa sustancia coagulada, los mayas zapatos impermeables y resistentes. Los españoles utilizaban pequeños pedazos de látex para borrar lo escrito con lápiz en el papel. Un poco más tarde los portugueses engomaron tela con esa savia y consiguieron los primeros impermeables perfectos. En 1839 Charles Goodyear, por accidente, dejó caer una amalgama de caucho natural y azufre en una estufa; la industria de los neumáticos de caucho “vulcanizado”, comenzó a rodar, y con ella nació una nueva fiebre del oro blanco por todo Brasil, hasta que las heveas se plantaron en las selvas del sudeste asiático y Manaos perdió su rico monopolio. Ante la escasez de caucho natural durante la II Guerra Mundial, otro científico “neumatiquero” de la B. F. Goodrich Company, llamado Waldo Semon inventó una forma barata, eficiente y rentable de hacer caucho sintético. Pero no nos distraigamos. En 1872, Clark S. Merriman patentó un traje estanco hecho de caucho vulcanizado, orientado al salvamento marítimo. Una primitiva, pero ingeniosa, prenda parecida a los trajes estancos de buceo de neopreno de hoy que constaba de unos pantalones con escarpines y una chaqueta con capucha ajustable a la cara cuyo sistema de cierre impedía que entrase el agua. Además, el traje tenía en su interior varias cámaras que podían llenarse o vaciarse de aire a voluntad gracias a unos tubos. Así el “hombre rana” podía flotar como una boya, con las piernas sumergidas y el cuerpo por encima del agua o tumbarse boca arriba, según llenase de aire una u otra cámara y desplazarse por el agua como si fuera un kayak con la ayuda de un pequeño remo de doble pala. ¡Era un invento estupendo! En la novela de Julio Verne, publicada por fascículos en 1879, Las tribulaciones de un chino en China el escritor explica en detalle cómo es el equipo del Capitán Boyton. Verne hace que el protagonista de la novelita y sus tres compañeros usen ese traje para salvar el pellejo.

El asunto de los trajes para bucear interesó mucho a Julio Verne, aunque los trajes de buzo de Veinte mil leguas de viaje submarino están fabricados con seda de Pinna nobilis.

Dejemos a Verne. Volvamos a la fría mañana de finales de enero de 1878 en la que Paul Boyton ha viajado de Nantes hasta Madrid. Durante el camino ha mirado y remirado un gran atlas de la península en el que están dibujados sus ríos. El gran Ebro promete, es caudaloso, ancho y rotundo. También el Duero, el Guadiana o ese Guadalquivir que tiene hasta un gran puerto en Sevilla y esturiones gigantes que producen un excelente caviar desde la época de los Reyes Católicos y que se venderá luego, más adelante, entre 1932 y 1970 con la marca de los aceiteros Ybarra. Pero es el río Tajo el que elige al final Paul Boyton porque sabe que es el más desconocido y según todos sus informantes es el más difícil e indómito. Nadie lo ha navegado nunca. Miro el Tajo, hoy manso y embalsado, verdoso o marrón, a través de los mapas online del Instituto Geográfico Nacional, y no puedo imaginar ningún tipo de salvajismo o bravura en sus aguas humilladas. Solo cuando cambio de fecha y miro las fotografías aéreas que hicieron los aviones norteamericanos del vuelo topográfico de 1956-57 puedo adivinar con facilidad la espuma de los cientos de rápidos, curvas y cañones que se ven incluso a tres mil metros de altura. Ahí tengo, por fin, delante de mis ojos, a vista de pájaro o de avión, el salvaje río que logró bajar Boyton  arriesgando de verdad el pellejo.

Fotografía de Paul Boyton con veinte años de edad.

PAUL BOYTON, UN TIPO DE LA ESTIRPE DE LOS GRANDES AVENTUREROS DEL SIGLO XIX

También miro la fotografía en sepia de Paul, bien repeinado, serio, con corbatita de lazo y chaqueta de anchas solapas. Es un hombre de complexión fuerte, cabellos bien peinados con raya a un lado, bigote caído y fina perilla descuidada. Lo que más llama la atención de la fotografía son sus ojos grandes y muy claros, seguramente azules. Su vida nunca será aburrida ni previsible. Nacido irlandés pero emigrado a los EEUU, con apenas dieciséis se alista en la marina y participa en la Guerra de Secesión en el bando de los confederados, a bordo del USS Hydrangea, uno de esos barcos de vapor de guerra forrados de chapas de acero a modo de blindaje que vigilaba la desembocadura del río James, en Virginia. Al poco nos lo encontramos a bordo de una goleta hacia las Indias Occidentales y se dedicará a bucear en el mar en busca de tesoros. Galeones no encontró muchos, pero sí perlas, preciosas caracolas y conchas raras que eran muy bien pagadas por los coleccionistas de todo el mundo. En uno de estos viajes su barco naufraga y nos lo encontramos, con poco más de dieciocho años, junto a los revolucionarios mexicanos de Benito Juárez contra Maximiliano de Austria, postizo emperador de México, que fue puesto allí por Napoleón III y fusilado, poco después, por demasiado moderno y delicado.

 

TITULO:  DIAS DE TOROS  - Los rejones, el aperitivo del puerto de montaña de Bilbao con dos despedidas ,.


Los rejones, el aperitivo del puerto de montaña de Bilbao con dos despedidas ,.

Enrique Ponce y Hermoso de Mendoza dicen adiós en estas Corridas Generales, que comienzan mañana

GRA388. BILBAO(BIZKAIA), 25/08/2017.- El diestro Enrique Ponce ha salido hoy por la puerta grande de la plaza de toros de Vistalegre, tras cortar dos orejas a su segundo toro durante la séptima tarde de Corridas Generales de Bilbao 2017. EFE/MIGUEL TOÑA
 
foto /  El diestro Enrique Ponce ha salido hoy por la puerta grande de la plaza de toros de Vistalegre, tras cortar dos orejas a su segundo toro durante la séptima tarde de Corridas Generales de Bilbao 2017.

La temporada bulle por toda la piel de toro de la península desde San Sebastián a Málaga. Los coches de cuadrillas se cruzan España, con la temporada ya desengrasada y confiada. La bonita Malagueta aprieta justo antes del puerto de montaña de Bilbao y su arena negra, que es tan negra que asusta y se mete en las entrañas la oscuridad. Miedo. Se llama miedo. Con la esperanza de ver brotes verdes en las Corridas Generales de Bilbao en un año de esplendor de otras ferias como Santander, Sevilla o Madrid, en cuanto a la asistencia de público, siendo esta la temporada en la que más plazas han vuelto a abrir sus puertas y lo han hecho con llenos de «no hay billetes». Bilbao tiene la obligación de recobrar la plenitud de otros tiempos porque es un ferión y todo el aficionado que ha pisado su feudo, lo sabe. Bilbao huele al poso del toro toro, de la seriedad del animal que impone. De las mañanas de apartado con toda su tradición, de las tertulias, del lío gordo entorno al hotel Ercilla desde mediodía y hasta bien entrada la noche. (Dicen).

Esta tarde comienza el serial, después de celebrarse la tercera edición del Memorial Iván Fandiño con una corrida de rejones en la que se lidiarán toros de la ganadería de Fermín Bohórquez y actuará Sergio Galán, Leonardo Hernández y Guillermo Hermoso de Mendoza. Para ver la despedida del padre habrá que esperar unos días y será en un festejo mixto. En un cartelazo, por cierto.

Carteles de Bilbao

El lunes 19 se lidiarán novillos de José Cruz para Jarocho, Aarón Palacio y Javier Zulueta.

El martes 20 llega el turno de los toros de Fuente Ymbro para Daniel Luque y Borja Jiménez, los dos toreros sevillanos, en un mano a mano.

Miércoles, 21. Se lidiarán toros de Núñez del Cuvillo para Sebastián Castella, Miguel Ángel Perera, que ha sido cogido en San Sebastián, y Emilio de Justo.

El jueves, 22 serán los toros madrileños de Victoriano del Río los protagonistas para los diestros José María Manzanares, que triunfó en El Puerto de Santa María, Alejandro Talavante y el torero peruano Andrés Roca Rey, que hace doblete en las Corridas Generales.

El viernes, 23 hay doble programación. A las 11 horas se celebrará la gran final In Memoriam de Iván Fandiño. Erales de Rekagorri para los triunfadores de las pruebas anteriores.

Por la tarde, toros de Daniel Ruiz para Enrique Ponce -quien se despide-, Andrés Roca Rey y el sevillano Pablo Aguado.

Sábado, 24. Toros de Capea y Juan Pedro Domecq para Pablo Hermoso de Mendoza -quien se despide-, Diego Urdiales y Juan Ortega.

Domingo, 25. Toros de Dolores Aguirre para el cierre, donde se anuncian Fernando Robleño, Damián Castaño y José Garrido.

 

TITULO:  Retratos con alma - El zoo de Banksy: del alegato a la apoteosis del "mainstream",.

 

La periodista Isabel Gemio regresa a la televisión para presentar 'Retratos con alma', el nuevo programa producido por RTVE en colaboración,.  

 

 Lunes - 2 - Septiembre -  a las 22:40 horas en La 1 / fotos,.

 

El zoo de Banksy: del alegato a la apoteosis del "mainstream",.

Londres aparece cada mañana con un animal nuevo con la firma del artista, convertido en una marca comercial con la anuencia de las instituciones, algo que, además, ha irritado a los grafiteros

London (United Kingdom), 13/08/2024.- People view the ninth confirmed animal Banksy artwork at the London Zoo in Camden, north London, Britain, 13 August 2024. It'Äôs the ninth animal artwork the British artist has released in nine days across London. (Reino Unido, Londres) EFE/EPA/ANDY RAIN
 
Ninth straight animal Banksy artwork at London Zoo confimred in LondonANDY RAINA,.

Banksy actúa, desde la década de 1990, en espacios públicos, pero no es lo que se suele denominar un «artista callejero». Bajo su seudónimo, se esconde una red de artistas que han convertido la marca «Banksy» en uno de los pilares del actual mercado del arte. Lejos de ser ese artista político, antisistema, que combate las desigualdades sociales y del sistema artístico, este emporio artístico se ha convertido en un universo visual de élite, que vende sus piezas en galerías y subastas por millones y, misteriosamente, «decora» estratégicos enclaves urbanos sin ningún tipo de impedimento por parte de las instituciones. Sospechosamente vinculado con Damien Hirst –con quien ha colaborado en numerosas ocasiones–, Banksy constituye una firma artística que se aprovecha descaradamente de su connivencia con los estamentos políticos y policiales. Sus obras no son precisamente un alegato antiinstitucional, sino que encarnan la apoteosis del «mainstream». No digan neocapitalismo, digan Banksy –el mayor oportunista e impostor del arte contemporáneo–, un tiburón de los negocios que, durante algún tiempo

engañó a muchos por su pátina de activista sentimentaloide.

Una obra vandalizada

El caso es que, coincidiendo con la celebración de los Juegos Olímpicos de París, Banksy ha querido otorgar un atractivo extra a Londres con el que contrapesar el protagonismo mundial de la capital francesa y, desde el 5 de agosto, ha desplegado por diferentes zonas de la ciudad un zoo que ha capturado la atención de la prensa internacional. Este llamado «Zoo de Londres» conoció un primer hito en el barrio de Kew, cuando una cabra apareció pintada en el lateral de una vivienda, encaramada en lo alto de un contrafuerte. La siguiente «estación» de este recorrido zoológico nos lleva hasta Chelsea, donde, aprovechando dos ventanas ciegas continuas, Banksy representó la silueta de dos elegantes enfrentados, que estiraban sus trompas amigablemente. La tercera «manifestación» se produjo en un puente ferroviario en Shoreditch, al este de Londres: allí, tres monos aparecen saltando a lo largo de su muro. En un local del barrio de Peckham, un lobo aullando se convirtió en el cuarto protagonista del zoo «banksiano». Varios pelícanos ocuparon, más tarde, la fachada de una tienda de «fish and chips», situada en Walthmstow. La sexta parada del zoo se encuentra en un muro abandonado, en el que el especulador multimillonario representó un puma arañando la superficie. Este «fuera de la ley» –entiéndase la ironía– se atrevió a intervenir una cabina policial en su séptima acción: un banco de pirañas pintado en color la convirtieron en un atractivo tanque iluminado, el cual fue trasladado a un lugar más seguro por la propia autoridad policial para evitar posibles daños. En una pared del barrio de Charlton, Banksy ha ejecutado un efectista «trompe l’oeil»: un rinoceronte parece aplastar con su peso un coche abandonado. Y, finalmente, la última de las epifanías banksianas se ha producido en una de las persianas blancas del mismo Zoo de Londres, donde un gorila parece levantarla para que escapen pájaros y una foca, mientras los ojos de otros animales acechan a los londinenses en la oscuridad.

Un hombre desfigura con pintura en aerosol la última obra de arte de Banksy
Un hombre desfigura con pintura en aerosol la última obra de arte de BanksyGuillermo GarridoAgencia EFE

Un «terrorista artístico»

No todas las reacciones han sudo igual de positivas ante esta invasión de Londres por parte del zoo de Banksy. Según se ha sabido recientemente, la obra del rinoceronte aplastando un coche abandonado ha sido vandalizada con otra pintura. Un testigo –Devan Vadukul– confirmó a la BBC que un joven desconocido se acercó al grafiti y lo borró con un espray mientras varios viandantes le gritaban: «No hagas eso». La acción de sabotaje se desarrolló en un tiempo récord –30 segundos– y, por lo estudiada de la misma, recuerda a algunas de las grandes gamberradas perpetradas por el colectivo ruso Voina. Mientras este «terrorista artístico» ocultaba el grafiti de Banksy, otro cómplice vigilaba a unos metros de distancia por si se acercaba de forma inoportuna algún agente de la policía.

¿Qué motivación podrían tener estos individuos para vandalizar una pieza del artista contemporáneo más universal? No cabe duda que a los auténticos «artistas callejeros» (si es que tiene sentido este debate cuando hablamos de presuntos anónimos) no les hará mucha gracia que una marca multinacional como es la de «Banksy» se haya apoderado el protagonismo del arte del grafiti. Una de las cosas que los grafiteros «de verdad» le afean a Banksy es que todo su trabajo se encuentre realizado mediante plantillas en lugar de por medio de pintura libre sobre el muro, como mandan los cánones. En realidad, sus obras no son la consecuencia de una acción espontánea, sino de una meditada labor de estudio, diseñada por mercadotécnicos, que luego se exhibe al aire libre para darle un prurito contracultural. Como es sabido, el grafiti surgió en el Bronx, en el contexto de la cultura hip-hop, como un acto de vandalismo y, por lo tanto, esencialmente ilegal. El propósito era dar voz a los anónimos, hacerles visibles ante las autoridades en protesta por el abandono que sufrían sus comunidades. Así pues, entre los desarrollos comerciales y decorativos que ha sufrido la cultura del grafiti, la «línea Banksy» suponga, quizás, el ejemplo más enervante para los puristas de este lenguaje. Que un grafiti ejecutado con nocturnidad y sin permiso sea protegido por las mismas fuerzas policiales deja bien a las claras la naturaleza de una firma como Banksy, que se ha convertido en parte nuclear del sistema que supuestamente atacaba. Con todo y con ello, y pese a que los genuinos grafiteros tendrían razones más que suficientes para vandalizar cualquier mural de Banksy, cuando se trata de la multinacional británica del arte ninguna posibilidad es descartable.

¿Política o «performance»?

¿Quién nos dice que estos dos saboteadores anónimos no forman parte del proyecto «Zoo de Londres» y que, en verdad, han borrado el grafiti de Banksy para otorgarle un valor añadido a toda la colección de obras? No sería la primera vez que este manufacturador del arte urbano se sirve de un acto de destrucción para aumentar el valor comercial de su obra. Recuérdese, en este sentido, el caso de su «Girl with Balloon», la cual se subastó, en Sotheby’s, en 2018. Cuando la pieza se remató en un millón de libras, una guillotina situada en el inferior del marco trituró la mitad de la imagen. Lejos de que este hecho enojara al nuevo propietario, el susodicho la volvió a subastar en 2021 en el mismo local. Destruida en un cincuenta por ciento, «Girl with Balloon» alcanzó, esta vez, un precio de venta de 18,5 millones de libras. Por cuanto Banksy demostró algo que, por otra parte, ya se sabía: si a una pieza de valor le añades un accidente, un hecho biográfico resaltable o un suplemento performativo, su cotización se va a multiplicar de una manera ilógica e imprevisible por el mercado. Si trasladamos esta fórmula al grafiti recientemente borrado de Banksy, se podrá extraer una fácil conclusión: frente a los restantes ocho murales visibles, el tachado vandálicamente se convertirá en aquel que más visitas reciba. El atractivo de la obra es superado por la performance del sabotaje, por lo que las otras piezas intactas no tienen nada que hacer en cuanto a su capacidad para atraer la atención de los curiosos y aficionados. Que Banksy planee la destrucción de sus propias obras como parte del completo desarrollo de ellas es algo que solo se le puede ocurrir a un maestro de las finanzas y de la economía global. ¿Sabotaje real o sabotaje preparado? Nadie lo sabe. Pero el golpe de efecto ha sido perfecto para que todo el mundo hable del «Zoo de Londres».

Una cotización al alza

Ni siquiera en sus orígenes, en Bristol, Banksy fue un disidente contracultural que desafiaba las leyes del mercado artístico. Desde un principio, el grafitero británico trabajó con un marchante que daba salida -y no barata a cuanto hacía. Los murales urbanos siempre han sido el cebo -en forma de imagen mediática- para incrementar el valor comercial de sus obras. Banksy -supuesto defensor de los más débiles y víctimas del sistema- solo se codea con la élite de la cultura: Damien Hirst, Brad Pitt, Angelina Jolie. Su pertenencia a las clases altas culturales convierte su supuesto activismo en una suerte de vergonzosa “política de salón”, propia del diletantismo de los ricos. Con la venta de su “Girl with Balloon” en 18, 5 millones de libras se ha convertido en una de las firmas vivas más caras del mundo del arte. Con total seguridad, su cotización no tardará en superar a la del mismísimo Jeff Koons -que, con 101 millones de dólares, tiene a gala ser el artista vivo más caro-.

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