TITULO : MAS QUE COCHES - Ford Mondeo, también en versión familiar híbrida ,.
Ford Mondeo, también en versión familiar híbrida ,.
fotos / La gama mejora con más versiones, el motor EcoBlue y un nuevo cambio automático,.
La gama del Ford Mondeo crece. La principal novedad es la versión Hybrid Sportbreak (carrocería familiar) que se presenta en el Salón de Bruselas. Además, la mecánica híbrida mejora y se da a conocer el motor diésel EcoBlue y la caja de cambios automática de ocho velocidades.
Fabricado en la planta de Almussafes (Valencia), el nuevo Mondeo Hybrid combina un motor de combustión con la eficiencia de uno eléctrico. Disponible en carrocería de cuatro puertas y familiar (Sportbreak), se puede conducir en modo solo eléctrico y destaca por un arranque silencioso, lo que se agradece en conducción urbana.
Con una respuesta suave y progresiva según la forma de pisar el acelerador, el sistema adapta las relaciones de transmisión para utilizar la entrega de potencia más alta pero con el menor número de revoluciones del motor. La mecánica híbrida desarrolla una potencia combinada de 187 CV y asocia un propulsor de gasolina de dos litros, un motor eléctrico, un generador, una batería de iones de litio y un cambio automático que emula el rendimiento de una transmisión de variación continua.
Gracias a la tecnología de freno regenerativo, aprovecha hasta el 90 % de la energía que se pierde normalmente durante la frenada para recargar la batería, con unas emisiones de CO2 previstas de 96 g/km y una eficiencia de combustible de 4,2 l/100 km para la versión de cuatro puertas y ligeramente superiores para la carrocería familiar.
Otra novedad es el motor diésel EcoBlue de dos litros que va a sustituir a los actuales TDCi. Se trata de una familia, con tres variantes de 120, 150 y 190 caballos, con unas emisiones previstas a partir de 117 g/km. y consumos desde 4,5 litros. En los tres casos, cumplen con los últimos estándares de emisiones Euro 6d Temp y pueden equipar el nuevo cambio automático de ocho velocidades diseñado para optimizar el consumo con cambios de marcha suaves y rápidos. Se sigue comercializando el motor de gasolina EcoBoost de 1,5 litros y 165 CV.
Función de parada y arranque
Con esa transmisión automática de ocho velocidades, la función de parada y arranque puede detener por completo el vehículo en un atasco, y si el tiempo de parada es inferior a tres segundos, el conductor puede pulsar el botón de reanudación en el volante o pisar el acelerador para arrancar de nuevo, lo que mejora la comodidad al conducir en tales situaciones.
El diseño exterior del Mondeo incorpora nuevos detalles que se diferencian según sea el equipamiento Titanium, ST-Line o Vignale. Delante, la parrilla trapezoidal adopta un efecto visual más profundo, con acabado cromado con barra horizontal para el nivel Titanium, en negro con ranuras para el ST-Line y el exclusivo «flying-V» en plata satinada para el Vignale.
Se renueva el paragolpes con un apéndice más pronunciado en el labio inferior y equipa nuevas luces traseras en forma de C con detalles en satinado plateado o cromado. Hay disponibles nuevos diseños de llantas de aleación de 17 y 18 pulgadas, así como una opción de aluminio líquido en un tamaño de 19 pulgadas. El interior presenta nuevos tapizados y perfiles decorativos para los Titanium, ST-Line y Vignale.
Los acabados interiores también mejoran y ahora un mando giratorio, en lugar de la clásica palanca, equipa a los modelos con el cambio automático lo que libera espacio de almacenamiento adicional en la consola central, que cuenta con un puerto USB.
El limitador de velocidad equipa al Mondeo por primera vez, y en combinación con el limitador de velocidad y reconocimiento de señales de tráfico, ayuda a que la velocidad del vehículo se ajuste automáticamente para permanecer dentro de los límites. El sistema ralentiza el vehículo según sea necesario y a medida que se aumenta el límite de velocidad, permite al conductor acelerar hasta la velocidad establecida, siempre que no supere el nuevo límite.
Para la conectividad se sigue utilizando el sistema de comunicaciones y entretenimiento Sync 3 que permite controlar las funciones de audio, navegación y climatizador, además de los móviles conectados mediante sencillos comandos de voz. La pantalla táctil de 8 pulgadas se maneja mediante fáciles gestos de pellizco y deslizamiento.
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Para Todos La 2 - Colegio rural - Informe PISA: los alumnos españoles son creativos, pero la diferencia la marca el colegio y los profesores ,.
Colegio rural - Informe PISA: los alumnos españoles son creativos, pero la diferencia la marca el colegio y los profesores,.
fotos / Jóvenes en clase,.
Los escolares de Madrid y Castilla y León lideran la tabla en España. Andaluces, vascos y castellano manchegos están a la cola
Del mismo modo que se aprende a sumar, a restar, a hacer volteretas o a analizar sintácticamente una frase, la creatividad también se puede enseñar y entrenar en el aula. Y en los colegios españoles se incentiva lo suficiente como para estar en la media del resto de países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y algo por encima de países como Italia y Francia, pero lejos de la cabeza, según el último informe PISA titulado 'Mentes creativas, escuelas creativas'.
«El pensamiento creativo está categorizado como la segunda habilidad más importante para los trabajadores, solo adelantada por el pensamiento analítico», destaca Andreas Schleicher, asesor especial en política educativa para la secretaría general de la OCDE. Por primera vez, este organismo multilateral ha examinado a alumnos de todo el planeta en habilidades y conocimientos más allá de las matemáticas y la comprensión lectora, dos temas habituales en los Informes PISA.
En la búsqueda de la creatividad en el aula, esta nueva investigación ha puesto a prueba durante una hora a alumnos de 15 años de todo el planeta en cuatro ejercicios de expresión escrita, visual, resolución de problemas sociales y, por último, resolución de problemas científicos. «Estas representan una cobertura razonable y suficientemente diversa de los distintos tipos de actividades «cotidianas» de pensamiento creativo en las que participa el alumnado», asegura la OCDE.
Cuatro 'exámenes' que los jóvenes españoles resuelven con nota, en la media de la OCDE, pero en el que destacan las calificaciones, por encima de los países de nuestro entorno, en la resolución de problemas científicos. Sin embargo, las debilidades creativas en los más jóvenes se presentan en las pruebas relacionadas con la expresión escrita y a la hora de generar ideas creativas. En el contexto de la evaluación PISA, la originalidad es una medida relativa que se establece con respecto a las respuestas de otros/as estudiantes que llevan a cabo la misma tarea.
A pesar del buen desempeño, los alumnos de los institutos españoles quedan lejos de los países más creativos. Singapur, Corea del Sur, CAnadá, Australia, Nueva Zelanda, Estonia y Finlandia dominan la clasificación. En el lado opuesto, Albania, Filipinas, Uzbekistán, Marruecos y República Dominicana cierran la tabla.
Madrid, líder
Por comunidades autónomas, también evaluadas en esta primera edición, los alumnos matriculados en los centros escolares de la Comunidad de Madrid son los que mejor valoración sacan con una media de 34,8 puntos, seguidos de los jóvenes castellanos y leoneses (34,6), gallegos (34,3), asturianos (34,1), navarros (33,5) cántabros (33,4), aragoneses (33,2) y los adolescentes de la Región de Murcia (32,9). Todos ellos por encima de la media marcada por España con un total de 32,8 puntos.
En la media
32,8 puntos
es la puntuación lograda por España
Por debajo, se sitúan La Rioja (32,6), los alumnos de la Comunidad Valenciana (32,5), extremeños (32,3), catalanes (32,2) y canarios y vascos con 31,9. Cierran la clasificación los alumnos de Andalucía, Castilla-La Mancha, Melilla y Ceuta (ambos con 26 puntos).
Brecha de género
Este novedoso informe ha confirmado varias certezas, pero también ha derribado algunas creencias, incluso entre el alumnado. La mitad de los estudiantes examinados en esta evaluación de PISA, al ser preguntados por ello, creen que que la creatividad no es algo que ellos puedan cambiar. «Es algo que se puede entrenar», afirma Schleicher. De hecho, el profesorado y el centro escolar son dos claves esenciales en el desempeño creativo de los adolescentes.
Entre seis y siete de cada diez alumnos de países de la OCDE valoran que sus profesores valoran e incentivan su creatividad en las aulas. «Estos estudiantes tienen una puntuación ligeramente superior a la de sus pares», aseguran los investigadores del Informe PISA. En España, los alumnos consideran que el profesorado les anima a incentivar su creatividad, pero su percepción es inferior a la media de la OCDE. A pesar de ello, el 60% crere que sus profesores sí incentivan el pensamiento creativo según el informe.
En España, los alumnos consideran que el profesorado les anima a incentivar su creatividad, pero su percepción es inferior a la media de la OCDE
Pero un mayor desempeño creativo no solo está relacionado con la implicación de los educadores, sino también por el entorno escolar y socio-económico de los jóvenes. En todos los países y economías, los alumnos de escuelas socioeconómicamente favorecidas tienen una gran ventaja en el rendimiento en comparación con los alumnos de escuelas desfavorecidas. En más de la mitad de todos los países y economías participantes, la fuerza de esta relación es aproximadamente igual o mayor que la desviación estándar media de la OCDE en el rendimiento. En el caso de España, la diferencia «apenas es significativa», revelan los resultados de la evaluación.
Por último, este tercer volumen de la edición 2022 del Informe PISA revela que «en ningún país, los chicos sacan mejores notas en pensamiento creativo que las niñas». Especialmente, el desempeño es mejor en expresión escrita y en la construcción de ideas diferentes.
Un cambio de modelo
PISA define el pensamiento creativo como la competencia para participar de forma productiva en la generación, evaluación y mejora de ideas que pueden dar lugar a soluciones originales y eficaces, avances en el conocimiento y expresiones de la imaginación.
«Participar en actividades escolares como arte, teatro, escritura creativa o clases de programación con regularidad (una vez a la semana) se asocia con un mejor rendimiento en pensamiento creativo que hacerlo con poca frecuencia o todos los días». Una asignatura pendiente entre los escolares españoles que sacan los peores porcentajes en la inscripción en este tipo de materias.
La OCDE recomienda a los gobiernos continuar la inversión en la formación de docentes en el uso de tecnologías y técnicas creativas y, especialmente, fomentar la colaboración entre escuelas para enriquecer el proceso de aprendizaje en los alumnos.
TITULO: Gigantes de La 2 - Carlos Sobera ,.- Jueves - 29 - Agosto ,.
Gigantes de La 2 - Programa de entrevistas, de cincuenta minutos de duración y emisión semanal, para La 2 Jueves - 29 - Agosto , 23:50 de Televisión Española.
Carlos Sobera,.
fotos / Carlos Sobera: su dura infancia en Barakaldo y el programa que presentó por la renuncia de Arturo Valls,.
El presentador de 'First Dates' ha pasado por los micrófonos de 'Fin de Semana' para hablar de su autobiografía 'A contracorriente',.
Carlos Sobera, en COPE: Soy un chico normal intentando cumplir un sueño
La reacción de su familia al leer el libro
Su familia ha sido casi la primera en leer el libro: "No suelo contar muchas anécdotas familiares y mis hijas no tenían ni idea de muchas cosas".
En concreto, su hija pequeña se emocionó al descubrir una de las vivencias del presentador cuando tan solo era un niño: "Mi hija pequeña, al día siguiente de regalarle el libro, entro en su habitación y estaba llorando. Le daba mucha pena que yo lo hubiera pasado un poco mal en el cole. Me sobrecogió un poco, pensaba que había metido la pata en algo al escribirlo. Tiene mucha empatía".
Su amor por el cine
Carlos Sobera tiene un amor por el cine desde niño: "Yo siempre defiendo que el western lo concreta todo en poquísimo tiempo. El compendio de la vida está en el western y en el género negro. Yo le debo este amor a la tele porque en los 60 y 70 ponían mucho cine. Y al cine porque yo vivía muy cerca de tres cines que cambiaban cada dos días de programación y yo me veía 9 películas a la semana".
Ataque de angustia siendo un niño
Siendo tan solo un niño vivió una situación un tanto complicada: "Tuve un ataque de angustia que fue diagnosticado años después cuando tuve otro con 18 años por el exceso de responsabilidad y el trabajo.
Estábamos paseando por Barakaldo, era una zona pobre, gris, con pocas farolas en un pueblo que en los 60 tenía una cadencia un poco tristona, de repente me pegó un bajonazo con 7-8 años. Cuando volvimos a casa había mi plato favorito para cenar y no pude tragar".
Su experiencia en televisión
Durante su trayectoria ha presentado cerca de una treintena de programas de televisión, la mayoría concursos, aunque por uno de los que más se le conoce es por 'First Dates'.
En el ámbito de los concursos, hay uno un tanto especial al que llegó de casualidad: "'Atrapa un millón', no se por qué, se lo ofrecieron a Arturo y a alguien más y no debían lo veían claro. Yo en este caso lo vi claro, pensé que lo iba a petar, tiene alma de ser competitivo y me lo voy a pasar bien y acerté".
Su miedo a volar
Entre sus miedos, destaca lo complicado que le resulta volar: "En Bilbao, el viento sur afecta mucho a los aviones. Me entran sudores por todo el cuerpo, nervios, me pongo pálido. No tengo que hacer nada para que el personal de vuelo me pregunte si estoy bien. Me descompongo".
Cómo surgió su matrimonio
Por último, ha explicado cómo consiguió conquistar a su mujer: "Mantengo la tesis de que ella me ha engañado siempre en esto. Estuvo mucho tiempo jugando a que no le caía bien. Yo fui perseverante, insistí y finalmente siempre se vio claro que éramos almas gemelas. Yo le digo que puede pasarnos de todo en la vida, pero este nivel de alma gemela no lo voy a conseguir con nadie en la vida".
TITULO: ¡ Atención obras ! - Cine - Un pirata contra el capital, de Steven Johnson,.
Un pirata contra el capital, de Steven Johnson,.
foto / Un día despejado, el vigía encaramado en el palo mayor de cuarenta pies de alto del barco tesorero mogol divisa hasta diez millas náuticas, topándose con el límite visual que le impone la línea del horizonte. Es el final del verano. Sobre las aguas tropicales del océano Índico flota una humedad que tiende una cortina neblinosa en la lente del catalejo. Cuando el navío inglés se distingue por fin en la distancia, se encuentra a solo cinco millas.
No tiene nada de particular toparse con un barco inglés en estas aguas. Hay apenas unas jornadas de travesía hasta Surat, una de las ciudades portuarias más prósperas de la India, la primera sede de la Compañía de las Indias Orientales. A primera vista, el vigía no cree necesario siquiera dar la voz de alerta. Sin embargo, conforme pasan los segundos y el contorno borroso de la nave se concreta en el catalejo, algo llama su atención: no la bandera, sino su velocidad. Se da cuenta ahora de que el barco navega viento en popa y a todo trapo. Avanza rápidamente, al menos a quince nudos, quizá más; a más del doble de la velocidad máxima que puede alcanzar el barco tesorero. El vigía nunca ha visto un barco surcar el mar abierto con esa celeridad.
Para cuando el vigía avisa al resto de la tripulación, el barco inglés ya se divisa a simple vista.
Desde la posición aventajada que le da el alcázar, el capitán del barco indio aún no tiene motivos para temer a ese navío que se aproxima, por muy rápido que lo haga. Su barco está armado con ochenta cañones, cuatrocientos mosquetes y casi mil hombres. Por lo que el capitán es capaz de distinguir, el barco inglés no puede portar más de cincuenta cañones y una tripulación mucho menor que la de su propio barco. Aun estando gobernado por piratas al ataque, el capitán lleva meses navegando sin incidentes; ha atravesado el infame nido de piratas que es la embocadura del mar Rojo sin que le planten cara y ya tiene su puerto, el de Surat, casi a la vista. ¿Qué pirata se atrevería a atacarle en estas aguas, con tan poca potencia de fuego?
Sin embargo, el capitán no conoce la larga historia que ha reunido a ambos navíos en ese mar. No sabe que los hombres a bordo del barco inglés han recorrido miles de millas náuticas para poder acercarse a ese otro barco que regresa a puerto cargado de riquezas inimaginables, que llevan esperando esta oportunidad más de un año. No sabe de lo que son capaces esos hombres ni los crímenes que ya han cometido. Y no conoce el futuro inmediato, los dos improbables acontecimientos que están a punto de producirse, con una diferencia de segundos, anulando de manera vital su ventaja.
La secuencia comienza con un error mínimo. Un artillero bisoño ceba el cañón con demasiada pólvora, una o dos onzas de más. O, quizá, días o semanas antes, uno de los pajes de artillería dejó de limpiar correctamente una recámara y pasó inadvertido un residuo de pólvora. O quizá la cadena de acontecimientos se iniciara mucho antes, en el alto horno de algún rincón de la India en el que se fundió el arma, quizá con un minúsculo defecto en el hierro fundido que refuerza la recámara, un defecto en el que nadie repararía durante años, debilitándose poco a poco, con cada disparo, hasta que un día –por fin, un día– el cañón falla.
Un cañón es un artilugio tecnológicamente sencillo. Aprovecha la energía de una explosión, que es multidireccional, y la encauza en un sentido concreto, definido por la caña, el largo cilindro que recorre la bala y del que sale despedida para volar en dirección a su objetivo. Las leyes físicas que rigen su funcionamiento son tan obvias que el ser humano inventó la artillería casi inmediatamente después de dar con el cóctel químico integrado por azufre, carbón y nitrato de potasio –lo que hoy llamamos pólvora– hace unos mil años. Pasarían siglos antes de que a las explosiones se les dieran otros usos (motores de combustión interna, granadas de mano, bombas de hidrógeno). El cañón, no obstante, era al parecer consecuencia natural del descubrimiento de la fuerza propulsiva de la pólvora. En cuanto supimos cómo hacer explotar cosas, se nos ocurrió cómo aprovechar esa energía para lanzar por los aires un proyectil pesado a gran velocidad.
El cañón es un artilugio tan sencillo y efectivo que su diseño básico permaneció inalterado durante cientos de años: se introduce pólvora por el ánima del cañón hasta la recámara –es lo que se denomina cebar el cañón–, luego se mete un taco de estopa o papel y, finalmente, se introduce la bala de cañón, que se encaja entre el ánima y el taco. En la recámara hay un estrecho orificio, el llamado oído, que comunica con el exterior del cañón en su parte superior y por el que se introduce la mecha. En la mayor parte de los casos, el artillero prende esta y, unos instantes después, la pólvora se enciende, desencadenando una enorme cantidad de energía que se ve contenida por las robustas piezas de aleación hierro-carbono llamadas faja, escocia y lámpara. Casi toda la energía de la explosión se canaliza por tanto a lo largo del ánima en dirección a la abertura, impulsando la bala.
Sin embargo, pese a su solidez, la estructura cristalina del hierro fundido puede en ocasiones verse deteriorada por impurezas invisibles, especialmente cuando la proporción de hierro y carbono no es la adecuada, lo que puede provocar fallos catastróficos. Cuando las piezas en que se aloja la recámara ceden, un cañón deja de ser un cañón y se convierte en una bomba.
Los cuatro tripulantes que manejan ese cañón cuando estalla en miles de esquirlas mueren antes de que la explosión llegue a sus oídos. Y esos son los que tienen suerte. La ignición de la pólvora crea un repentino incremento en la presión del aire que contiene la recámara: desde los habituales 101.325 pascales a los casi 6.000.000 de pascales en milésimas de segundo. La onda se expande en todas direcciones a unos veintidós mil kilómetros por hora, dieciocho veces la velocidad del sonido. La onda expansiva secciona brazos y piernas a los artilleros, hace estallar las entrañas. La combinación de calor y presión les licúa los ojos. Cuando llega la segunda ola de energía –la llamada onda de choque– transportando con ella los fragmentos de hierro fundido del cañón a velocidad supersónica, los tripulantes ya no existen. Las ondas de choque y los fragmentos del cañón simulan los efectos de las modernas bombas de metralla, enterrándose en la carne y los huesos del resto de la tripulación, a la que arranca orejas, manos y piernas o perfora órganos vitales. En cuestión de segundos, la cubierta de artillería del barco está regada de sangre y carne humana. Y, entonces, un golpe de viento entra a llenar el vacío creado por la explosión y los tablones de madera del barco se prenden.
A unos cientos de metros, en la cubierta del barco inglés, los pajes de la pólvora llevan proyectiles a los artilleros apostados en torno a sus cañones. En el caos de la escena subyace un orden mecánico, rítmico. Un oficial pasa revista ladrando órdenes a intervalos regulares. “¡Destrinquen cañones!”, grita, y la tripulación deshace los nudos que hacían firme la pieza. “¡Nivelen piezas! ¡Retiren tapabocas! ¡En batería!”. Con cada orden, los artilleros empujan, tiran y equilibran siguiendo una pauta sincronizada; el ballet mortífero que se baila en un barco en son de combate. El oficial ordena “¡Ceben!”, y entonces se vierte por el oído del cañón un fino hilo de pólvora rápida. Los sirvientes del cañón no prestan atención al disparo anterior que ha explotado en la cubierta del barco indio, causando no pocos estragos. Tienen la atención puesta en la más exigente de las órdenes del oficial, la última antes del disparo: “¡Apunten!”.
Apuntar con un cañón a un navío del siglo XVII no era ningún arte y mucho menos una ciencia. Calcular la trayectoria apropiada para un proyectil que surcaba los aires a cientos de kilómetros por hora ya resulta complicado en tierra, cómo no ha de serlo en el mar. De hecho, existen pocos menesteres prácticos que hayan inspirado tanto al ingenio matemático como el de fijar correctamente la trayectoria de un proyectil. Algunas de las primeras ecuaciones diferenciales se desarrollaron para predecir justamente los tiros de cañón y muchos de los computadores primigenios construidos durante la Segunda Guerra Mundial tenían como objeto explícito calcular las trayectorias de los cohetes. Pero en mitad del océano Índico en 1695, la idea de acertar en el objetivo con un cañón de quinientas libras que disparaba a través de una porta minúscula mientras el barco no dejaba de cabecear ni un instante era simple y llanamente ridícula. No había tiempo para hacer cuentas. Se apuntaba el cañón hacia el navío enemigo, se esperaba la orden del oficial y se cruzaban los dedos.
Pese a la poca precisión de estas armas, cada tanto la física intervenía de algún modo y regalaba un tiro perfecto. Apenas instantes después de la explosión producida en el barco indio, una de las balas disparadas en la andanada anterior silba por el aire salvando la distancia entre un barco y otro y se empotra contra la base del palo mayor del indio: ese es el mayor daño que se puede infligir de un solo cañonazo. El mástil cae, y los aparejos se derraman sobre la cubierta en un amasijo de lienzo y cabos. Desprovisto de la vela mayor, el barco podrá aprovechar una mínima parte de la energía del viento para desplazarse. Además, en la cubierta de artillería india ha reventado un cañón; la sangre y el fuego campan por el barco tesorero, que se encuentra totalmente indefenso en apenas un instante. En cuestión de minutos, los británicos lo han abordado.
¿Qué probabilidades hay de que estos dos acontecimientos –el mal funcionamiento del cañón indio y el acierto de los artilleros británicos– se produzcan en un mismo instante? Los reventones eran la principal flaqueza del diseño de cañones desde sus mismos orígenes, y siguieron planteando un problema durante la Edad Moderna. (Una explosión acaecida en 1844 durante una demostración mató al secretario de la Armada y al secretario de Estado estadounidenses y a punto estuvo de matar al presidente John Tyler). La posibilidad de que un cañón explotara durante un disparo era muy pequeña, estaría quizá por debajo de una de cada quinientas. Las posibilidades de acertarle a la base del palo mayor y derribarlo de un solo disparo no eran mucho mayores: el objetivo tenía apenas sesenta centímetros de ancho en un barco de más de sesenta metros de eslora. Si se apuntaba demasiado bajo, la bala terminaría en el agua o golpearía contra la cubierta de artillería. Se trataba de un tiro entre cien. Gracias a las leyes de la probabilidad diseñadas por Blaise Pascal más o menos en ese mismo periodo, sabemos que las posibilidades de que dos acontecimientos inconexos ocurran a la vez pueden calcularse multiplicando entre sí las posibilidades de que se produzcan cada uno de los dos acontecimientos. Si pudieran volver a reproducirse esos cinco segundos de tiempo cinco mil veces, esa concatenación –la de la explosión del cañón y el derribo del palo mayor– podría perfectamente no volver a darse.
Se puede medir la diferencia entre la posibilidad de que estos dos acontecimientos se hubieran dado y no de manera muy precisa. Si retirásemos esa pequeña imperfección de los refuerzos de hierro forjado y alguien moviera el cañón una pulgada hacia un lado en el momento de disparar, el barco indio no tendría nada que temer de su endeble atacante. Sin embargo, como la explosión del cañón en sí, una diferencia casi imperceptible –unas libras de pólvora de más– puede desencadenar resultados no lineales. En el caso de que estos dos barcos se enfrentaran en mitad del océano Índico, esas causas casi microscópicas provocarán una oleada de efectos que resonarán en el mundo entero. Casi todos los enfrentamientos como este, vistos a través del gran angular de la historia, son disputas menores, chispas que no tardan en extinguirse. Pero cada tanto, alguien enciende una cerilla que provoca un incendio en el planeta entero. Esta es la historia de una de esas cerillas.
Uno puede imaginar el relato que sigue como si fuera una especie de reloj de arena. En el estrechamiento –su punto central– se hallarían esos pocos segundos vividos en pleno océano Índico en 1695; el cañón que revienta y el palo mayor destruido. Antes de ese estrechamiento se acumularían capas y más capas de acontecimientos históricos que habrían hecho posibles aquellos extraordinarios instantes. Tras él, la cadena de sucesos –incontenible y verdaderamente global– que puso en marcha lo ocurrido en ese breve lapso.
Para hacer justicia a esa historia –especialmente a la parte prehistórica del reloj de arena– las cadenas de causas y efectos deben tenderse a diferentes escalas. Algunos acontecimientos tienen causas a corto plazo, como aquel cañón que explotó o el golpe directo contra el mástil. Otras causas se van desplegando mucho más lentamente: sería aquella que en última instancia llevó a cargar tal cantidad de riquezas en aquel barco mogol o los motivos que en última instancia incentivaron a un pequeño grupo de seres humanos a convertirse deliberadamente en piratas. Si vas a contar esas historias, tienes que romper los límites de las historias de época y la biografía tradicional. Hay que dar saltos en el tiempo de un lado a otro para poder analizar los datos correctamente. Las cronologías lineales funcionan muy bien a la hora de contar historias, pero no siempre retratan las causas profundas que las impulsan. Algunas causas están próximas al efecto en el tiempo; otras son los ecos de una onda sísmica distante, que aún reverberan cien e incluso mil años después.
Para simplificar, esta es la historia de un pirata y su sensacional delito. Si bien la piratería es una profesión muy antigua, los piratas más famosos de la historia no entrarían en escena hasta más o menos dos décadas después de los acontecimientos relatados en este libro. En cualquier caso, la “edad de oro” de la piratería –Barbanegra, Samuel Bellamy, Calicó Jack– se inspiró en gran medida en los infames hechos descritos aquí y en las leyendas que se tejieron en torno a ellos. Aunque el pirata que nos ocupa en este libro no es tan famoso hoy como las icónicas figuras citadas, sí que tuvo un impacto más significativo en el curso de la historia que Barbanegra y sus pares. Este libro tratará de medir ese impacto y cartografiar sus límites. Nos cuenta la historia de una serie de vidas individuales atrapadas en la crisis desatada tras los acontecimientos de septiembre de 1695, pero también de historias de otra índole, un eslabón más arriba en la cadena: las formas de organización social, las instituciones, las nuevas plataformas de medios. Una de esas instituciones era tan antigua como la propia piratería: la teocracia autocrática de la dinastía mogol. Las demás estaban viendo la luz: la corporación multinacional, la prensa popular, el imperio administrativo que dominaría la India a partir de mediados del siglo siguiente. En parte, este libro trata sobre un hombre con muchos defectos que se echó a la piratería durante un periodo breve pero muy agitado de su vida; una vida que se hace más intrigante y misteriosa cuanto más escarbamos en ella. No obstante, también describe un tipo de arco vital, la historia de cómo algunas de las instituciones más poderosas de la historia moderna nacieron a partir de una idea en ciernes, prometedora pero no ineludible, para terminar conquistando el mundo.
Este libro no quiere ser un análisis exhaustivo del auge de esas instituciones, sino que se interesa mayormente por un desafío clave que amenazó con empañar el triunfo último de estas. Solemos pensar que las grandes organizaciones como corporaciones e imperios nacieron a través de una deliberada planificación humana. Cada estructura imponente se habría construido, ladrillo a ladrillo, a partir de un concepto arquitectónico o de diseño. No obstante, la forma que adquiere una institución en última instancia no nace de la mente de un maestro ingeniero, sino que se labra mediante los desafíos que se presentan ante sus límites exteriores, del mismo modo que la línea costera es en parte esculpida por el embate incesante de muchas olas pequeñas. Los valores centrales de las instituciones de más largo aliento suelen quedar fijados primeramente por los fundadores y los visionarios que la historia convencional lleva al primer plano, por razones entendibles. Sin embargo, la estructura final de esas organizaciones –los límites de su poder, los canales a través de los cuales lo materializan– quedan muy a menudo definidos por los casos marginales y por las colisiones contra sus fronteras, tanto geográficas como conceptuales.
En ocasiones, en esas colisiones participan organizaciones igualmente poderosas, como se dio en los enfrentamientos entre el Imperio mogol y la Corona británica que dan vida a muchos de los acontecimientos narrados en este libro. A veces, sin embargo, la colisión viene dada por una fuerza mucho más pequeña: un barco que surca el océano Índico con menos de doscientos hombres a bordo, liderado por un hombre que lleva casi dos años soñando con ese encuentro en alta mar.
La tripulación había bautizado aquel barco con el nombre de Fancy catorce meses antes del duelo, en septiembre de 1895. Su capitán, por otro lado, era conocido por muchos nombres distintos.
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