TITULO: VIVA LA VIDA - Josep Borrell - Guerra contra el supremo ,. SABADO - 7 - Septiembre ,.
El sabado - 7 - Septiembre a las 16:00 por Telecinco , foto,.
Josep Borrell - Guerra contra el Supremo,.
Josep Borrell,.
Europa, ¿otoño o primavera? es el nuevo libro de Zenda. Un ensayo en el cual diplomáticos, periodistas, profesores, estudiosos, científicos e historiadores han expresado sus puntos de vista acerca de Europa.
A continuación reproducimos ‘La primavera geopolítica de Europa’, el texto escrito por Josep Borrell para esta obra.
Si por primavera entendemos el revivir de un proyecto vital y por otoño la pérdida de su impulso, ¿en qué momento se encuentra la Unión Europea en este principio del año 2023?
En efecto, desde que en diciembre del 2019 asumí las funciones de Alto Representante de la Unión para la Política Exterior y de Seguridad, y de Vicepresidente de la Comisión Europea, la Unión se ha enfrentado a una pandemia que paralizó la economía mundial y a una guerra en sus fronteras del Este que ha producido una policrisis global, energética, alimentaria y financiera.
Y creo que se puede decir que la Unión Europea ha demostrado una gran resiliencia y una capacidad de respuesta muy superior a la de anteriores crisis. Por ejemplo, nos hemos librado de la dependencia energética de Rusia con una resolución y rapidez impensables. Y aunque haya sido económicamente costoso, nos hemos mantenido unidos en el apoyo económico a Ucrania y las sanciones a Rusia. Y lo que es más innovador, hemos unido nuestras capacidades militares y financieras para ayudar a armar a un país en guerra. Hemos roto así un tabú tan importante como lo fue el de endeudarnos de forma conjunta y solidaria para hacer frente a la pandemia del covid-19. Acciones trascendentales que se creía que no se podían hacer, se hicieron de forma rápida y eficiente, en claro contraste con las vacilaciones frente a la crisis del euro entre el 2008 y el 2012 o a la pasividad con la que se respondió a la ocupación de Crimea en el 2014.
Eso demuestra que hemos aprendido de pasados errores y que hemos aprovechado las segundas oportunidades que la Historia nos ha brindado. En el 2020, frente a la pandemia, en menos de tres meses se lanzó un endeudamiento colectivo de 750.000 millones de euros. Y en el 2022, en menos de 48 horas se decidió utilizar, por primera vez, un instrumento financiero comunitarizado, el Fondo Europeo para la Paz, para ayudar a Ucrania a defenderse de la invasión de Rusia y aprobar un paquete de sanciones sin precedentes contra la economía del agresor.
Esos signos de vitalidad, y no son los únicos, son más propios de un renacer primaveral que de un letargo otoñal. Constatamos aquello tan citado que nos dijo Jean Monnet: Europa se hará en las crisis, y será el resultado de las soluciones que demos a ellas. Monnet no dio por hecho que cada crisis permitiera avanzar en el proyecto europeo, sino que lo hizo depender de la respuesta que fuésemos capaces de dar a las crisis. Y Monnet tenía razón, y como la Historia ha demostrado una y otra vez, las crisis son momentos en los que nos vemos obligados a reaccionar, y según cómo lo hagamos avanzaremos hacia la plenitud del verano o retrocederemos hacia el letargo invernal.
Concentraré mi análisis en la guerra de Ucrania, sin duda el acontecimiento más grave desde el fin de la guerra fría y el más peligroso desde el fin de la segunda guerra mundial.
La injustificada guerra de Rusia contra Ucrania supone un nuevo test “monnetiano” a la Unión. Y en mi opinión es el más trascendente porque se puede argumentar que hasta hoy se ha sabido gestionar crisis cuando han sido solucionables con instrumentos legales y/o económicos (como el Brexit y la pandemia), pero no se han resuelto aquellas cuya solución requiere una capacidad geopolítica (como los conflictos en la antigua Yugoslavia, Libia o Siria), que incluye capacidades coercitivas a cuyo uso he llamado “el lenguaje del poder”. Y eso nos obliga a enfrentarnos a los conflictos armados, acontecimientos del todo condenables e indeseables, que creíamos desterrados de nuestro espacio vital pero que son las ocasiones en las que Europa tiene que ejercer como actor geopolítico. Y esa dimensión es la que espero que la Unión Europea, que nació como un proyecto de paz entre europeos en un mundo dividido en los bloques de la guerra fría y todavía no globalizado, sea capaz de desarrollar en el mundo de hoy.
No sabemos cómo acabará la guerra de agresión de Rusia contra Ucrania. Pero ya es evidente que Putin ha errado en sus cálculos sobre lo que la UE era y podía hacer. Aunque no le faltaban motivos para creer que su apuesta le saldría bien. Después de la invasión de Crimea en 2014, la Unión Europea aumentó las compras de gas ruso y no pudo evitar el enquistamiento del conflicto bélico en el Dombás. Putin calculó que nuestra dependencia energética y la exigencia de unanimidad en la política exterior de la UE impediría cualquier tipo de reacción más allá de declaraciones y quizás alguna sanción más fuerte de lo acostumbrado. Pero Putin sobrevaloró tanto la capacidad de su ejército como subestimó la capacidad de la Unión Europea para corregir errores pasados ¿Íbamos a dejar a su suerte a un país que anhelaba integrarse en el proyecto europeo? ¿Íbamos a permitir una violación flagrante del derecho internacional en nuestras fronteras inmediatas? ¿Íbamos a mantenernos como espectadores ante una invasión que sentara el precedente de otras cada vez más cercanas? Preguntas relevantes, pero para las que la respuesta de la UE no estaba escrita antes del inicio de la guerra.
La guerra se veía venir, aunque nos resistíamos a aceptarlo. A principios del 2022, cuando Rusia ya había planteado sus demandas de vana autojustificación para la acumulación de fuerzas en las fronteras de Ucrania, visité el frente del Dombás donde una guerra larvada desde el 2014 había producido más de 14.000 muertos. Recuerdo muy bien la estepa helada, los convoyes militares, las casas destruidas y el lejano ruido de los disparos. De regreso a Bruselas me entrevisté en Kyiv con el primer ministro de Ucrania y este me dijo: “Rusia va a atacar porque no ha concentrado 150.000 hombres en nuestras fronteras solamente para darnos miedo. Y cuando lo haga, sabemos que ustedes no van a venir a ayudarnos. Los jóvenes europeos no van a luchar y morir a nuestro lado. Pero, por lo menos, ¿nos darán ustedes armas para que nos podamos defender?”
No pude contestar esa pregunta porque no estaba seguro de que tal cosa fuera a ocurrir ya que precisa de la unanimidad de 27 Estados miembros que ni pensaban igual entonces ni piensan igual ahora. Y hoy, cuando ya conozco la respuesta que le hemos dado, me pregunto: ¿hicimos todo lo posible para evitar esta guerra? ¿Era evitable? ¿Por qué ocurrió?
Lo cierto es que se desarrolló una actividad diplomática frenética para intentar evitar la guerra. Visitas y llamadas telefónicas a Moscú de los líderes europeos. El 1 de febrero, el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergey Lavrov, envió una carta a cada uno de sus homólogos de los 27 Estados Miembros, pidiéndoles “cómo entienden su obligación de no reforzar su propia seguridad a expensas de la seguridad de otros Estados sobre la base del compromiso con el principio de seguridad indivisible”. El día 9 le respondí en nombre de todos ellos diciendo que la Unión Europea estaba dispuesta a sentarse a discutir las condiciones de seguridad que Rusia reclamaba incluyendo el concepto de la indivisibilidad de la seguridad que ya había planteado Putin en Múnich en el 2007. Lavrov despreció la respuesta diciendo que él había escrito a 27 responsables políticos y que le había contestado un burócrata bruselense. Lavrov se quedó sin poder explotar divergencia alguna entre los 27 pero ya no se avanzó en el diálogo.
El día 23 presidí el Consejo de Ministros de Exteriores, ya con información de inteligencia que nos decía que la guerra era inminente. Reconozco que la mayoría de europeos, yo incluido, nos resistíamos a creerlo. Pero cuando hacia las 5 de la mañana del 24 de febrero de 2022, la voz al otro lado del teléfono me dijo “they are bombing Kyiv”, me di cuenta de que la historia había girado una página y que la UE sería lo que fuésemos capaces de responder a una nueva crisis creada por una potencia nuclear, miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, que había invadido a su y nuestro vecino. La guerra de alta intensidad volvía al continente europeo y ese momento marcaba un punto de inflexión no sólo para la Unión Europea, sino para el mundo entero.
Inmediatamente empezamos a pensar, como en otras ocasiones, en las sanciones económicas que se podían imponer a Rusia. Pero esa clase de respuesta me pareció insuficiente. ¿No podíamos hacer más? Si Rusia consigue colocar un gobierno títere en Kyiv como el de Bielorrusia, ¿dónde queda nuestra seguridad?, ¿quién va a perder? Los ucranianos, por supuesto, pero, ¿y nosotros?, ¿no podíamos hacer más, no solo para ayudar a Ucrania, sino también para nuestra propia seguridad?
Y sí, claro que podíamos hacer más. Podíamos utilizar el instrumento financiero que llamamos Fondo Europeo para la Paz, pensado para dotar de armas a aquellos países, la mayoría africanos, con los que tenemos acuerdos y misiones de entrenamiento militar. No estaba pensado para financiar armas letales a un país envuelto en una gran guerra convencional, pero ¿por qué no ayudar a defenderse a un país con el que tenemos lazos todavía más fuertes y que está haciendo frente a una invasión en la que se juega su supervivencia? No había nada en el reglamento de ese Fondo, de naturaleza intergubernamental y que no es parte del Presupuesto Comunitario, que lo impidiera. El que no se hubiera hecho nunca antes no era una razón suficiente para no hacerlo en las actuales circunstancias. Y en menos de 36 horas los 27 Estados miembros acordaron utilizarlo para financiar la ayuda militar a Ucrania al tiempo que cada uno lo hacía además de forma bilateral. Y eso que nunca se había hecho, se hizo y se sigue haciendo, de momento con hasta 3.500 millones de euros desde el Fondo y hasta más de 10.000 millones si se suman las ayudas bilaterales.
Pero la ayuda militar, innovadora, es solo una parte de la ayuda de la Unión Europea a Ucrania. En total, al escribir estas líneas, la ayuda militar, humanitaria y macrofinanciera de la UE a Ucrania alcanza ya los 50.000 millones de euros, una cifra superior a la de cualquier otro país o asociación de países, incluido EE.UU. La ayuda militar de EE.UU. es mayor que la nuestra y ha sido sin duda la determinante, pero la nuestra no es en absoluto irrelevante.
Para saber si estamos en una primavera o un otoño, debemos también preguntarnos qué hubiera pasado si en vez de Biden hubiera estado Trump en la Casa Blanca. O, ¿qué puede pasar en el futuro si hay otro presidente de Estados Unidos que no piense como Biden? Quiero pensar que la respuesta europea hubiera sido la misma. Pero no estoy seguro de que hubiera sido tan inmediata la respuesta ni tan clara nuestra unidad.
Pero esos posibles escenarios nos deberían hacer más conscientes de la necesidad de asegurar nuestra seguridad. Los europeos debemos asumir que vivimos en un mundo peligroso y que basar la pacificación de las relaciones internacionales en el comercio y el derecho, tal como hacemos dentro de la UE, no basta. El mundo no es como nos gustaría que fuera y hay quien está dispuesto a utilizar la violencia para modelarlo a su gusto y manera. Para comerciar hacen falta al menos dos, pero para hacer la guerra basta con uno. Y nuestra seguridad no se puede construir solo sobre la base de dependencias económicas que suponíamos iban a impedir los conflictos. También tenemos que estar dispuestos a tener más y mejores capacidades militares y la voluntad política de ponerlas en acción cuando sea necesario.
Sin duda, el ataque contra Ucrania ha demostrado que la OTAN es necesaria para la seguridad europea y la organización se ha reforzado con las solicitudes de adhesión de Suecia y Finlandia. Pero, dentro de la OTAN, el esfuerzo de defensa de los propios europeos debe incrementarse sustancialmente, tal y como acordamos en la declaración conjunta UE-OTAN del 10 de enero de 2023. Paralelamente, el Strategic Compass que presenté y fue aprobado por el Consejo Europeo en marzo de 2022 pretende que ese incremento de gasto militar se haga reduciendo las actuales duplicidades y subsane las carencias que resultan de 27 capacidades de defensa construidas con una coordinación manifiestamente insuficiente. Y para que esas capacidades operativas puedan utilizarse por los europeos en ocasiones en las que la OTAN decida no actuar.
La Unión Europea también debe plantearse cómo la guerra contra Ucrania también ha impactado al resto del mundo. Al atacar a uno de los principales exportadores mundiales de cereales y fertilizantes, destruir sus silos y bloquear sus puertos, Rusia provocó una fuerte subida de los precios de los alimentos que ha puesto en peligro la vida de millones de personas en todo el mundo, especialmente a África y Oriente Medio.
Frente a esta situación, la UE organizó “carriles solidarios” para evacuar el grano ucraniano por tierra, y las Naciones Unidas y Turquía forjaron un acuerdo en otoño de 2022 para desbloquear los puertos del Mar Negro. La guerra también provocó una fuerte subida de los precios mundiales de la energía que alcanzaron su máximo en agosto pasado.
Afortunadamente, a día de hoy, tanto los precios de la energía como de los alimentos están bajando hasta niveles parecidos a los de antes del inicio de la guerra pero siguen siendo altos y existen dudas sobre su evolución futura. Pero hemos eliminado nuestra dependencia del gas y el petróleo ruso y con ello un gran condicionante de nuestra relación con Putin. Y eso no es poca cosa.
Las acciones de Rusia han sido condenadas en repetidas ocasiones por la gran mayoría de los países miembros de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Pero muchos países de lo que ahora se llama el “Sur Global” son más sensibles a las consecuencias de esta guerra que a sus causas. Y algunos países de gran influencia siguen reticentes en su condena a Rusia y a exigirle la retirada de sus tropas del territorio de Ucrania. Buena parte de la opinión pública de esos países es receptiva a la propaganda rusa de sanciones impuestas por los países occidentales del aumento del coste de energía y alimentos. Sin embargo, nuestras sanciones nunca han afectado a las exportaciones rusas de cereales o fertilizantes ni de combustibles a destinos distintos de Europa.
La UE debe ser más proactiva en la “batalla de narrativas”, escuchar más y mostrar más empatía y humildad, porque nuestra visión sigue siendo, en mi opinión, excesivamente eurocéntrica. El futuro de la UE y su papel en el mundo dependen de ello. Es crucial que la guerra de Rusia contra Ucrania no nos haga postergar la lucha contra desafíos globales como el clima, la igualdad de género, o los objetivos de desarrollo sostenible. Ni nos haga disminuir nuestro compromiso con otras partes del mundo donde también hay conflictos y necesidades que atender.
Mientras acabo de escribir estas líneas en el tren de regreso de la Cumbre entre la UE y Ucrania en Kyiv, soy muy consciente del profundo deseo de Ucrania de incorporarse a esa UE que se rige por un modelo sociopolítico distinto al autoritarismo que Putin ha instalado en Rusia. Y los europeos debemos seguir ayudándoles a que Ucrania alcance una paz digna y duradera y esté en condiciones de ser cuanto antes miembro de nuestra Unión.
Hemos de aprovechar esta imprevista y grave crisis “monnetiana”. Quizás no avancemos con cada crisis y cada una requiera de una segunda oportunidad que permita rectificar pasados errores. Pero lo que es seguro es que ahora estamos asistiendo al principio del nacimiento de la Europa geopolítica. Ese es el sentido de la primavera europea, que los temporales no deberían frustrar.
TITULO:
VIVA LA VIDA - Arturo Pérez-Reverte - El tuteo ,. Domingo - 8 -
Septiembre,.
El domingo -8 - Septiembre - a las 16:00 por Telecinco , foto,.
Arturo Pérez-Reverte - El tuteo,.
Arturo Pérez-Reverte,.
Permítanme, y me disculpo de antemano, que hoy sea grosero para ser más elocuente: estoy hasta los cojones. Hasta más arriba de la línea de Plimsoll, quiero decir, de tanta insistencia y tanta murga. No es ya que desde hace tiempo, sobre todo a través de las redes sociales, la peña pida tu opinión sobre esto o aquello: eso es legítimo, y también a mí me interesa la opinión de mucha gente, sobre todo si es cualificada, e incluso —a veces más interesante aún— de la que no lo es. Pero una cosa es dar tu opinión sobre algo, y otra plegarse a la contumaz exigencia de todo cristo.
Defínase, te aprietan. Mójese en esto o lo otro, diga qué piensa de Fulano o Mengano, de la guerra de Ucrania o de la de Vietnam, de Sánchez, de Abascal, de Feijóo, de Yolanda Díaz, de Putin, de Trump o de la madre que los parió. Diga públicamente dónde se sitúa respecto a todo eso, o a lo que sea, para que yo, nosotros, quienes seamos, en grupo o a solas, podamos aplaudir, si coincide con nosotros, e insultar, si discrepa. Ofendernos como Dios manda.
Todo es una permanente y perversa trampa saducea: si elogias, se ofenderán quienes detestan; si criticas, se ofenderán quienes defienden. Y si elogias y criticas al mismo tiempo lo que estimas positivo y negativo de algo o alguien, se les funden los plomos a todos. No estar dogmáticamente alineado en uno u otro bando, sea el que sea, resulta inconcebible para unos y otros. Ajenos a la fértil incertidumbre de la inteligencia, sólo existen para ellos el blanco y el negro, nunca el matiz, el razonamiento, el debate, la compleja gama de grises: misógino, masón, rojo de mierda, fascista, vendepatrias, dinos quién te paga. Da igual la biografía, los libros, las opiniones —acertadas o no— fruto de una vida o un pensamiento. Lo que buscan es una frase, incluso fuera de contexto, que puedan aislar y explotar a favor de ellos mismos, de su mezquino, chato y fanático mundo.
Pero es que ya no sólo ocurre cuando opinas, sino cuando callas. Ahora también te insultan por tener la boca cerrada, como si abrirla fuese obligación ineludible de cualquiera que tenga voz pública. Son capaces de interpretar hasta lo que no dices. ¿Cómo no ha dicho usted, o no has dicho —el tuteo envalentona más— nada sobre el incendio forestal de Canarias, o de la violencia en México, o de la desaparición de la foca monje en las Chafarinas, o del festival de Eurovisión? Porque si callas, deducen los muy estúpidos, es que piensas esto o aquello.
¿A qué se debe tu silencio culpable sobre el más reciente crimen machista, las lluvias torrenciales de septiembre o la última película de Almodóvar?, inquieren con retintín. ¿Crees que vas a escapar de sumarte al caso Rubiales —ese grosero gañán, sin duda— con decir que te niegas a participar en linchamientos colectivos, que todo roza ya el disparate y que, además, el baloncesto te importa un carajo?
Las redes sociales, el paisaje de hoy, están en manos de innumerables cretinos, cuando no malvados –unos pueden convertirse en otros con facilidad– que no desean escuchar opiniones sino confirmación de sus amores y odios personales. No quieren debate, ni pensamiento; no buscan convencer, sino acusar. Anhelan sentirse parte de un grupo y enemigos de otro, en un mundo que ha sustituido humanismo por humanitarismo y razón por sentimientos. Para qué voy a pensar, si es más cómodo sentir. Tal es la ideología asquerosamente emocional de este siglo: un estúpido simplismo de buenos y malos, necesitado de claras líneas divisorias que hagan sentirse confortable a uno u otro lado, según cada cual. Y más si se trata de España, siempre enferma de su propia Historia, donde gracias a una clase política infame —elegida por los ciudadanos a quienes representa— y a cierto periodismo parásito que vive de ella, todo es más visceral, más enconado, más abyecto. Donde te exigen ser de los suyos, sean los que sean, o verte exterminado sin dejar rastro. Ahorcado, si es posible, con tus propias palabras.
No se dan cuenta, es lo terrible. No advierten, esos limitados e irresponsables analfabetos, a dónde conducen tan turbios caminos. Como no han leído historia, ni visto nada fuera de la pantalla del teléfono móvil —y ni siquiera en él—, ignoran que todo ocurrió antes. Imposibilitados para mirar con lucidez el mundo en que viven y escupen, son suicidas gozosos, incapaces de ver cómo acaba eso. De advertir a qué áspero campo de batalla sentencian a sus hijos y nietos. Pero, bueno. Es lo que hay, y lo que va a haber. A ustedes y a ellos tocará vivirlo y sufrirlo. Yo cumplo 72 este año y me bajo en la próxima —quizá por eso lo veo tan sombrío, no sé—. En cualquier caso, déjenme administrar mis silencios o mis palabras como crea conveniente. Como dije alguna vez, considérenme un inglés en Marruecos,.
TITULO:
No sé de qué me habla - Loteria - El Rasca de la Galleta de la Fortuna
-William Dávila: «Mi padre no me perdonaría que no denunciara su desaparición forzada en Venezuela» ,.
No
sé de qué me habla - Loteria - El Rasca de la Galleta de la Fortuna - William Dávila: «Mi padre no me perdonaría que no denunciara su desaparición forzada en Venezuela» ,
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William Dávila: «Mi padre no me perdonaría que no denunciara su desaparición forzada en Venezuela»,.
Williams Dávila, dirigente de la oposición, fue secuestrado este jueves por varias personas que no se identificaron tras una vigilia por los presos políticos celebrada en Caracas,.
La represión del régimen de Nicolás Maduro contra la oposición no ha dejado de escalar desde las elecciones del pasado 28 de julio, en las que el Consejo Nacional Electoral (CNE) le declaró ganador sin mostrar las actas. Sí las ha compartido, sin embargo, el equipo del candidato Edmundo González y María Corina Machado, demostrando que han duplicado en votos al líder chavista. Unos resultados avalados por el Centro Carter, ONG estadounidense que monitoreó los comicios y que en su informe final los calificó de «no democráticos».
El enrocamiento de Maduro por mantener el poder ha desencadenado una «ola represiva animal» que ha provocado la detención de más de 2.000 personas, según el régimen chavista (el Foro Penal las sitúa en 1.303), entre manifestantes, activistas, periodistas y dirigentes de la oposición. Entre estos últimos se encuentra Williams Dávila Barrios, del que se desconoce su paradero, por lo que se trataría de una desaparición forzada.
El exgobernador del estado de Mérida, exsenador y actualmente «diputado de la Asamblea Nacional legítima, reconocida por varios países», comprometido con el equipo de Machado, según explica a ABC su hijo William Dávila, fue detenido el jueves cuando participaba en una vigilia por los presos políticos celebrada en Caracas. «Cuando se terminó el acto, que ni siquiera era una protesta, estaba yéndose hacia su coche cuando llegó un 4x4 y unos motorizados, sin identificación, que lo golpearon y lo metieron en el vehículo y se lo llevaron». El secuestro fue grabado en un vídeo que ha circulado por las redes. «Pero no nos dimos cuenta hasta que comprobamos que mi padre no había llegado a casa», relata Dávila, exembajador de Juan Guaidó en Viena, que vive actualmente en Madrid.
—Después de dos días sin noticias de su padre, ¿cuál es su principal preocupación?
—Mi padre tiene 73 años y problemas en el corazón por los que tiene que tomar una serie de medicamentos –anticoagulantes–, si no lo hace la situación se puede complicar.
—¿La familia ha podido saber en qué lugar lo tienen retenido?
—Algunos amigos de familiares han recorrido varios centros de detención en Caracas para ver si está allí, pero no nos dicen nada, no tenemos ninguna confirmación oficial, por lo que consideramos que ha sido víctima de una detención forzosa.
—¿Cuáles serían las razones para detener a su padre?
—Mi padre es un demócrata y ha participado en todos los eventos electorales contra el chavismo, contra Maduro; fue de los primeros que abogaron por la vía electoral y ha estado apoyando activamente a María Corina Machado y a Edmundo González. Sin embargo, no es una persona que esté metida en la organización ni en la logística de nada. Simplemente es una figura pública que tiene influencia y que estaba involucrado en las actividades pacíficas que se han organizado.
—¿A qué cree que responden estas detenciones masivas y de dirigentes de la oposición? ¿Es una huida hacia delante de Maduro?
—Efectivamente. Maduro ha anunciado la creación de cárceles para meter a las personas que está deteniendo ahora. Tenemos noticias horribles de secuestrados, de detenidos, de torturas en los centros de detención... En Venezuela se ha prohibido la red social X, WhatsApp... Al que lo tenga instalado en su teléfono se lo pueden llevar preso. Esa es la realidad y la gente tiene miedo porque se trata de una represión que no solo afecta a políticos, como mi padre o a Américo De Grazia, sino a muchas personas anónimas que carecen de visibilidad internacional y que tienen historias horribles. Yo quiero ser un poco prudente, pues conozco el tema de las torturas y los chantajes, pero estamos muy preocupados.
«La gente tiene miedo porque se trata de una represión que no solo afecta a políticos, sino a muchas personas anónimas que carecen de visibilidad internacional»
—A muchos familiares de detenidos o desaparecidos se les ha aconsejado que guarden silencio, que no denuncien sus casos en los medios pues la represión puede ser peor...
—Así es. Estoy siendo prudente en mis declaraciones, pero creo que hay que decirlo. Mi padre no me perdonaría que yo no denunciara lo que está sucediendo.
—Su padre tiene también nacionalidad portuguesa, y el presidente Luís Montenegro ya ha exigido su «liberación inmediata e incondicional»...
—Así es; y sé que están haciendo gestiones desde Portugal.
—¿Cómo está viviendo su familia esta situación?
—Uno siempre cree que está preparado para esto, pues mi padre, por su labor, siempre ha recibido amenazas, por lo que la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) le dio protección. Pero cuando sucede no sabes qué hacer. Después del primer 'shock' decidimos dar visibilidad al tema, evidentemente asesorados. Mi padre es un persona pública, y creemos que este tema tiene que ser público.
«Estamos en momentos cruciales, en los que no podemos normalizar lo que está pasando en Venezuela. Hay que denunciar las detenciones, los secuestros...»
William Dávila
—¿Cómo se puede ayudar a su padre y al resto de detenidos por el régimen chavista?
—El gran riesgo, y lo ha dicho el secretario general de la OEA, Luis Almagro, es que el mundo se acostumbre a esto, porque es lo que quieren estos regímenes. Además estamos en momentos cruciales, en los que no podemos normalizar lo que está pasando. Hay que denunciar y reflejar lo que está pasando en Venezuela: las detenciones, los secuestros, y lo que ha pasado con los resultados de las elecciones. Y lo que yo pido a los medios y a la comunidad internacional es que no nos olvidemos de lo que está sucediendo en Venezuela, que pensemos que ya es así y nos olvidemos de denunciarlo.
TITULO: LOS TOROS LA SER - Política y toros ,.
LOS TOROS LA SER,.
Los toros es un programa radiofónico que dirige el periodista especializado Manuel Molés en la Cadena SER.
Desde abril de 2015 se emite los lunes de madrugada tras ser sustituido
de su horario habitual de emisión de los domingos por el programa Contigo dentro. Contó con la colaboración de Antonio Chenel Antoñete, fallecido en Madrid el 22 de octubre de 2011,
siendo uno de los espacios más antiguos del panorama radiofónico
nacional ya que continúa emitiéndose de manera ininterrumpida desde 1982.
Es un espacio taurino
a modo de repaso informativo semanal. Consta de tertulias, entrevistas
con los personajes de actualidad y crónicas de los eventos taurinos más
destacados de la jornada., etc.
Política y toros,.
fotos / Acaso quepa trasladar esa dialéctica a la figura 'política' del aficionado taurino tal como, idealmente, me gustaría aquí esbozarla. No el portavoz recalcitrante de formas culturales atávicas y periclitadas, ajenas cuando no contrarias a la civilidad, sino el ciudadano que incorpora a sus responsabilidades cívicas la conciencia de facetas de la vida humana que conforman un límite: la animalidad, la muerte, lo sagrado, lo trágico,.
La supresión del Premio Nacional de Tauromaquia, que fue instituido por José Luis Rodríguez Zapatero en 2011 y que ha reconocido, entre otros, a Enrique Ponce, Morante de la Puebla y El Juli, tiene una importancia simbólica incontestable, puesto que afecta a una larga tradición española (las corridas de toros, tal y como las conocemos hoy, datan de finales de siglo XVIII). Para Ernest Urtasun, ministro de Cultura y portavoz de Sumar, la tajante decisión obedece a que hay que adaptarse «a la nueva realidad española y cada vez hay más gente que está en contra del maltrato animal». Se abre así un debate: ¿los toros son cultura y arte? La primera parte de esa pregunta es retórica y en la segunda intervendría la subjetividad, aunque no para la RAE, que define la tauromaquia como el «arte de lidiar toros».
El filósofo y escritor Fernando Savater considera «indudable» que «los toros son cultura» y añade que «nadie dice que la cultura tenga que ser indolora o que deba gustarle a todo el mundo. La religión ha causado muertes y sufrimientos y muchos la consideran dañina, pero sin duda es una parte importante de la cultura. ¿Acaso tiene derecho a prohibirla un ministro de Cultura que sea ateo?». Respecto a su posible condición de arte le parece «un tema muy discutible, como en otros casos. Muchos llaman al boxeo “el noble arte” y otros muchos lo tienen por mera brutalidad. ¿Es arte lo que hace Damien Hirst o puro sacacuartos? ¿Es arte el fútbol o debemos prohibirlo?». Para el dramaturgo Albert Boadella «el toreo alcanza en muchos momentos la dimensión de un arte siempre sujeto a la calidad del torero». Luis Antonio de Villena, poeta, narrador, ensayista, traductor y crítico literario, opina que la tauromaquia «es cultura popular y existe en toda la península ibérica. No hay ninguna comunidad autónoma que no la tenga. Está la ridiculez del nacionalismo catalán, que prohíbe las corridas de toros pero permite que se sigan corriendo toros por las calles, es absurdo. Lo hacen porque entienden, tontamente, porque son todos muy incultos y muy brutos, que la corrida es una cosa como española y los toros por la calle no, cuando es exactamente igual, solo que correr toros por la calle es más antiguo, viene de la Edad Media. Y si la corrida sale bien sí es arte».
¿Una decisión desacertada?
Félix Ovejero, doctor en Ciencias Económicas y profesor de Filosofía Política y Ciencias Sociales en la Universidad de Barcelona, cree que «es indiscutible que es cultura, pero eso no es un argumento a favor de su pervivencia. También eran cultura el feudalismo y el fascismo. Y depende de qué entendamos por arte. No vale decir que ha inspirado arte. Porque la mafia ha inspirado películas, pero no es como tal una película. Hoy, cuando arte se considera cualquier cosa que un conjunto de individuos con cierto atribuido criterio estético llaman arte, podría perfectamente serlo. Pero no está escrito en ningún lado que porque algo sea bello esté sin más justificado moralmente». Y recurre a una hipérbole no exenta de ironía: «Podríamos encontrar una cierta plasticidad en que un grupo de individuos se tirara desde la torre Eiffel, sin embargo eso no quitaría la crueldad del acto. Lo que sería objetivo es la belleza, no el arte». No comparte esa opinión el poeta, ensayista y crítico literario Luis Alberto de Cuenca, que fue Secretario de Estado de Cultura y dirigió la Biblioteca Nacional: «La tauromaquia es cultura y es arte, y basta, le diría yo al señor ministro y a cualquier persona que ponga en duda eso, que lea ese libro maravilloso de Ángel Álvarez de Miranda, “Ritos y juegos del toro”, para ver hasta qué punto es cierto que la tauromaquia es cultura y es arte».
A partir de esas reflexiones de base, ¿es la del ministro de Cultura, pues, una decisión desacertada? Luis Antonio de Villena: «Es una decisión desacertada porque creo que no se debe prohibir, estoy en esa idea. Pero se han quitado premios por cuestiones de corrección política, como el González Ruano de periodismo, que era notable. ¿Por qué se va a quitar un premio de tauromaquia? ¿Porque a ti no te gusta la tauromaquia? Tú dices que no te gusta la tauromaquia, pero no debes quitar el premio. Eso es la libertad, elegir. No quitas el premio, pero puedes hacer propaganda contra la tauromaquia». Luis Alberto de Cuenca lo tiene clarísimo: «Estoy absolutamente en contra de la supresión del premio», y Boadella ahonda aún más y añade otro elemento, el «excesivo porcentaje de politización de los premios, por ese motivo no acepté el Premio Nacional de Teatro en 1994. Y la supresión del premio a la tauromaquia es una prueba tangible de esta politización. Las ideas políticas del ministro se han llevado a término con total desfachatez, sin respeto alguno a cientos de miles de ciudadanos y a todo lo que ha significado para la cultura mundial».
Desmontar la nación
Félix Ovejero sí ve acierto en la decisión, aunque introduce matices de peso: «No me parecen bien los toros y no creo que sea una decisión desacertada, aunque pueden ser desacertadas las motivaciones que hay: cualquier cosa que tenga que ver con lo que ellos consideran que es la defensa del españolismo, o la idea misma de España, les molesta».
Esa última reflexión del profesor universitario catalán anima a preguntarse si la supresión de ese premio tiene que ver con el empeño de la izquierda en eliminar símbolos puramente españoles, que asocian a una derecha rancia, y si existe un paralelismo entre esa decisión y la prohibición de corridas de toros en Cataluña. Savater contesta a ambas cuestiones con «dos rotundos síes». Boadella también, y lo razona: «La izquierda ha dado ínfulas a todas las ideas y formas que descomponen la unidad y la igualdad de los ciudadanos españoles. Llevan mucho tiempo tratando de desmontar el sentido que teníamos de nación española. Es obvio que la tauromaquia forma parte de esta imagen, pues es lo primero que un extranjero identifica con la esencia de España. El repudio a los toros por parte del nacionalismo catalán tuvo dos claras motivaciones, el odio a todo lo que representa España, empezando por la lengua, y una exaltación desmesurada del animalismo para mostrar lo salvaje de la cultura española. Hay que reconocerles en ello un éxito total: en los años 50 Barcelona era la primera plaza del mundo y ahora no existe una sola corrida. También han conseguido exportar la desmesura animalista en la legislación del Estado a unos puntos de ridiculez insultante para el ser humano». Para Ovejero, «el paralelismo [entre la prohibición de las corridas de toros en Cataluña y la eliminación del premio] está claro. La razón última, y no podemos engañarnos, tiene que ver con algo que se vincula a la historia de España y a una tradición cultural sin duda española, singular, aunque, por supuesto, se ha extendido a otros países».
En cualquier caso, tres presidentes de comunidades autónomas han anunciado que crearán sus propios premios de tauromaquia, el socialista García-Page (Castilla-La Mancha) y las populares Ayuso (Madrid) y María Guardiola (Extremadura). La «fiesta nacional» seguirá, pues, vivísima y coleando. Pese a que a Urtasun no le guste y le retire el laurel y el parné.
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