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martes, 23 de enero de 2018

CAFE, COPA Y FUTBOL - JAIME CHAVARRI - MARADONA ERA COMO CAMARON, PROVOCABAN UNA GRAN EMOCION,./ EL CABALLERO DEL FUTBOL - VALDANO - ¿ GRAFICO ? EL FUTBOL SIN LA PALABRA ES POCA COSA,.

TITULO: CAFE, COPA Y FUTBOL - JAIME CHAVARRI - MARADONA ERA COMO CAMARON, PROVOCABAN UNA GRAN EMOCION,.
 

CAFE, COPA Y FUTBOL - JAIME CHAVARRI, foto,

Maradona era como Camarón: provocaban una gran emoción”,.

Nos encontramos en Las Estaciones de Juan con Jaime Chávarri, autor de referencia trece años después de rodar Camarón, su última película.

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¿El equipo de sus amores?
El equipo de mis amores ha sido el Barça durante muchos años, lo cual me ha planteado aquí en Madrid no pocos problemas. Ahora soy más de futbolistas que de equipos. Cuando juega un futbolista que me gusta y me interesa lo veo.
Los futbolistas son como estrellas de cine.
Los grandes protagonistas del mundo del fútbol son las estrellas, como en el cine. Y cuando tú ves una jugada de Messi, te guste o no el fútbol, te das cuenta de que estás ante algo fuera de serie sencillamente porque produce emoción.
Si tuviera que rodar la historia de Messi o de Cristiano, ¿quién de los dos diría que tiene mayor carga dramática?
Creo que ninguno de los dos en sí tienen suficiente interés como para hacer una película. Pero en cambio, como contraste sí. Es decir, haría un paralelo con la vida de los dos, el metrosexual y el otro. Una comparación en la vida de los dos creo que sí tendría gracia.
¿Al Cholo Simeone le pondría como protagonista de una película bélica?
¿Lo dice usted por el tema del carácter? Bueno, en realidad en las películas de militares se suaviza todo y no los ponen ni la cuarta parte de lo brutos que son a veces. No sé si vería a Simeone entre militares.
Usted siempre dice que el gran tema de la vida es el melodrama. Hoy el Madrid sería el protagonista.
Siempre he tenido cierta relación con el melodrama madridista. Le diré que el Madrid era el equipo de mi infancia y que mi padre era muy del Atleti y, entonces, se negaba a llevarme al futbol con él. Me acuerdo que me llevó una vez al Bernabéu y que junto a mí se sentó una señora que no paró de decir tacos en todo el partido. Entonces era algo sorprendente.
Y sorprendente es la temporada que lleva el Madrid.
Es una situación que tiene que ver con muchos factores: los jugadores, el entrenador y también los directivos. No sé muy bien cómo se puede gestionar, solo sé que con lo que cobran ya podían jugar mejor, eso desde luego.
¿Por qué no tienen éxito las películas sobre fútbol?
Pues porque no pueden competir con lo que es un partido en vivo. Me acuerdo de aquellas películas que hacía Di Stéfano y también Kubala. La gente prefería con mucho ver un partido que una película con estos tíos, que eran malos actores y no tenían una gracia especial. Eran películas artificiales porque la gracia del fútbol está en el suspense de lo que va a pasar, y en el cine ya está todo predeterminado. Entonces entiendo muy bien que no tengan éxito.
Y, sin embargo, han tenido mucho éxito las películas sobre boxeo.
Primero porque tienen violencia, que gusta mucho en el cine. El melodrama se entiende mucho mejor cuando es entre dos personas y no entre veintidós. En el boxeo puedes poner a una señora aterrada mirando como a su marido le pegan todo tipo de golpes, pero esa misma señora viendo como su marido mete un gol no tiene el menor interés.
¿El fenómeno que ha provocado el movimiento ‘Me Too’ ha sido un secreto a voces en el cine?
Pienso que no. Todo lo que es relativo al sexo y es relativo al amor es un mundo que tiene que ver mucho con la fantasía. Dejemos claro que el acoso y no digamos la violación son asuntos brutales, pero cuando se quiere trasladar la denuncia a una especie de consigna, la consigna se queda en un polo. Eso lo hemos vivido muy parecido en los años sesenta cuando empieza el feminismo aunque entonces el machismo era tan fuerte que todo lo que se ha hecho estos años, está claro que no ha conseguido acabar con él. Realmente es preocupante, pero tampoco se puede crucificar tanto como algunas veces se crucifica. Llega un momento que te da un poco de miedo que todo esto se convierta en una caza de brujas y eso a mi personalmente no me gusta.
¿Y el manifiesto contrario que ha surgido en Francia firmado entre otras por actrices como Catherine Deneuve?
Es de una torpeza palmaria. Yo no he visto nada peor escrito y menos claro. Creo que Catherine Deneuve se ha retractado. Lo que está claro es que por los dos lados las posturas están poco calibradas.
¿Le interesa el cine que se hace en España?
Bastante poco la verdad. Este año me han gustado mucho dos películas Pieles y La llamada, que es una película que me resistía a ver y luego me gustó mucho. Y son las únicas películas que tienen un planteamiento que no tienen nada que ver con el cine español ni con el cine europeo, y eso me parece que tiene mucho mérito.
Su última película ‘Camarón’ es de 2005. ¿Por qué no ha vuelto a rodar?
Pues es muy sencillo. Porque llega la crisis y la gente empieza a hacer películas mucho más baratas. Y yo no quiero rodar esas películas. Luego, por otro lado, veo que el cine que se hace a mí no me interesa y tengo un par de proyectos que tampoco interesan. Además, los productores como tales han muerto. Yo no hago cine así.
¿Se ha sentido representante de un tipo de cine de autor?
Para nada. Vengo del underground, del súper ocho, películas en las que yo lo hacia todo. Me metí de meritorio en una película de Marisol y habría seguido ese camino encantado, pero dio la casualidad de que Saura y Querejeta me conocieron y me metieron en su equipo. Entré en un tipo de cine que también me gustaba, pero yo no tenia pretensiones de hacer cine de autor.
Su película documental sobre los Panero, ‘El desencanto’ se considera una obra de culto que se sigue viendo con entusiasmo.
Soy tan consciente de que el cine es pasajero que me parece fantástico que la gente se siga acordando después de 40 años. En su momento tuvo muy malas críticas. A todos los que ahora dicen que es fantástica entonces no les gustó nada, entre otras cosas porque no la entendieron. La película calificada de arte y ensayo no dio dinero pero en vez de olvidarse fue creciendo y sigue manteniendo autonomía al margen de lo que ocurría.
¿Discutía mucho de fútbol con su productor, Elías Querejeta, que había sido futbolista?
No, sólo se hablaba de cine. Sé que tenía una segunda vida relativa al fútbol, pero el hecho de que yo no fuera de la Real Sociedad hacía que no tuviera el más mínimo interés en hablar de fútbol conmigo. Elías fue el productor más importante que ha tenido este país. Era un purista absoluto.
En aquella época, ¿los intelectuales futboleros estaban mal vistos?
No creo, el fútbol siempre ha sido universal, nunca ha sido una cuestión de clase. El futbol era maravilloso y los toros también. No aceptar eso era absurdo. La realidad es como es. Es una cosa de sentido común, del cual a veces se intenta prescindir y sin sentido común no puedes convivir. La gente habla de lo que le importa. En el futbol de hoy hay esos sueldos y precios porque a la gente le importa.
¿El futbolista más cinematográfico de la historia?
Maradona, porque era un personaje un poco como fue Camarón. Decías, ¿qué tiene? Nada, que juega muy bien al fútbol. Igual que el otro. ¿Qué tiene? Nada, que canta muy bien. Me fascina que una persona sin discurso, que no me interesa nada, y sin embargo cuando le veo hacer lo que hace bien, es la pera, me provoca una emoción inconcebible. El mismo Paco de Lucía decía que Camarón era el mejor músico que había conocido, con un sentido musical tan innato y tan brutal que a él mismo le dejaba noqueado. Camarón era puro instinto, igual que Maradona.
Encontrar un actor para hacer de Camarón debió ser complicado.
Dije que yo no hacia la película si no encontraba a un actor que me creyera. Hicimos un casting muy pequeño y cuando apareció Oscar Jaenada e hizo la primera prueba nos quedamos con él. Curiosamente no se parece realmente a Camarón, pero hace que no eches de menos al original y eso cuando es un personaje muy reciente es muy difícil.
¿Y para usted no ha sido difícil tantos años sin hacer cine?
No, porque cuando hacía cine ya estaba dando clases, que es algo que siempre me ha fascinado. Además, cuando veía el cine que aquí funcionaba, entendía que los proyectos que yo tenía a los productores no les podía interesar.
¿Cómo ve a los jóvenes de ahora?
Los veo distintos de una generación a otra. Echo de menos la falta de lectura. Hay una falta de base absoluta porque es la tercera generación que ha dejado de leer. Es una pena porque se pierden una segunda vida. Ahora escriben igual que mandan un recado por el teléfono móvil. Cuesta mucho ponerles a ver una película clásica porque de repente te dicen que es machista.
¿Cuáles han sido sus referencias como director?
Hay dos directores antiguos que me enseñaban no solamente sobre el cine sino sobre la vida, son Luis Buñuel y Jean Renoir, un español y un francés. Luego me encanta Hichcock, que es un tipo que me enseña mucho de cine pero muy poco de la vida.
Dice que no le gusta ir al cine.
Porque ver cuarenta pantallas de teléfono iluminadas rompe las relaciones entre la pantalla del cine y uno. No puedo con ello.
¿Cómo puede un chaval de hoy hacer cine?
Solo hay un sistema, tener un proyecto bueno. Pasarte dos años haciendo catorce versiones de un guión y que a una productora le guste. De todas formas no entiendo que no rueden ni siquiera con el teléfono móvil, hoy se pueden hacer maravillas.
Y su faceta de actor, ¿era una extravagancia?
No, para nada. Me ha gustado siempre mucho. No me daba ningún apuro, la responsabilidad es del director, si me contrataba allá él.
¿Como surgió?
Me llamó Pedro Almodóvar para su película Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón porque había un concurso de penes. Aquella vez no fui, pero a la siguiente sí y me lo pasaba muy bien. Le conocía de la época de ‘La Movida’ y Pedro era un loco maravilloso, lo más genial que te podías encontrar.
¿Se considera una persona creyente?
Soy una persona tan contradictoria que me fascina la religión y, sin embargo, soy ateo.

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Generación tras generación Argentina creció descubriendo el deporte de la mano de ‘El Gráfico’. Jorge Valdano no fue una excepción.

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¿Qué sensación le deja la desaparición de El Gráfico?
Es como si me quitaran un juguete de la infancia. El fútbol sin la palabra es poca cosa, y esa es una frase que guarda relación con la radio, donde me llegaba hasta Las Parejas, mi pueblo, la voz emocionada de los relatores, y donde El Gráfico también me resultaba extraordinario por su calidad en las fotos, su atractivo literario…
¿Cuándo empezó a leerla?
A mí me faltó mi padre desde que tenía cuatro años, así que la revista en mi casa no entraba. Me iba a la peluquería a leer El Gráfico, y dejaba pasar a todos los clientes porque hasta que no la terminaba, los que llegaban, tenían prioridad.
¿Cuáles son los primeros ídolos que descubrió en ella?
Jugaba en River un crack de la época nacido en mi pueblo, Ermindo Onega, que fue al Mundial del 66. Para mí fue un gran atractivo inicial. Era un futbolista muy argentino, corría poco, tenía una técnica exquisita… Recuerdo también un conjunto de fotos en las que enseñaban a Pelé vendándose el tobillo antes de un partido, en una gira que estaban haciendo, porque Pelé siempre estaba de gira. Y aquello me transportó a ese vestuario… El Gráfico todo eso lo reflejaba de una manera hasta amorosa.
¿A qué periodistas admiraba?
Los había que escribían como los dioses. Osvaldo Ardizzone, Juvenal, más adelante Vega Onesime, Carlos Bonelli… Un grupo de gente admirable que además defendía un tipo de fútbol muy específico. De hecho, después del Mundial de España, cuando El Gráfico le dio la espalda a Menotti, hubo un grupo de periodistas que abandonaron la publicación sólo por lealtad a una idea.
¿Quiénes?
Uno fue Carlos Bonelli, que luego vino a España a trabajar y terminó teniendo un accidente terrible que marcó su vida.
¿La literatura deportiva argentina supera al resto que conocemos?
A principios de los 70, Roberto Santoro, que era un escritor que sabía vincular lo cultural con lo popular, publicó un libro llamado ‘Literatura de la pelota’. Fue uno de los desaparecidos de la dictadura militar, sucedió no mucho después de salir aquel libro que ya traía todo lo que el fútbol había producido literariamente hasta ese tiempo. Había cánticos de la tribuna, poesía, cuentos, letras de tango, párrafos sueltos de grandes escritores...
¿Fue el inicio de todo?
Es posible que Argentina haya sido el primer país, por lo menos de habla hispana, que le diera tanta importancia a la literatura deportiva. Ahora se cumplen 15 años de una editorial, El Arco, que es puramente deportiva. En la primera edición venían cuentos de Eduardo Galeano, dibujos del Negro Fontanarrosa, yo mismo hacía la contratapa… ¡Y ha sobrevivido al tiempo después de publicar decenas de libros! Y todo eso ha contribuido a que el fútbol se piense más allá de la pasión con la que se viva.
¿No le da pena que se esté perdiendo el gusto por el papel?
Lo importante es que no se pierda el talento. A aquellos que nos gusta el fútbol y la reflexión siempre terminamos encontrando unas firmas que son referentes. Tarde o temprano habrá un regreso a los contenidos. Ahora nos estamos acostumbrando a las distancias cortas, a que todo se triture, pero tanto en política como en cultura hay medios que se empiezan a abrir paso, con millones de suscriptores, porque han decidido ser rigurosos, profundos y, también, atractivos. Y en el deporte terminará ocurriendo. El pensamiento nunca pasará de moda...
¿Cuál fue la primera portada que le hizo El Gráfico?
Jugamos el Torneo juvenil de Toulon, con Menotti. Había muchos que luego fueron mundialistas. Pienso en Passarella, Tarantini, Trobbiani… Era la primera vez que Argentina ganaba un torneo de estas características. Yo metí el gol consagratorio en la final contra Francia, ganamos 1-0. Y cuando hacíamos escala en Madrid para volver se me acercó el periodista de El Gráfico que nos había acompañado y me dijo un secreto que ya puedo contar, que sería portada de la revista. La foto era tirándole un caño a un jugador.
¿Le cambió la vida?
Cuando éramos pequeños y jugábamos en el parque y metíamos un gran gol, decíamos: “¡Para la tapa de El Gráfico!”. Salir en la tapa significaba haber llegado a alguna parte. Pero debo decir que yo salí antes de merecerlo.
¡Vaya!
Cuando después llegué a Newell’s había grandes estrellas, jugadores de muchísimo nivel, que me dijeron: “Toda una vida jugando al fútbol y nunca fui tapa de El Gráfico”.
¿Qué portada fue más especial para usted?
La del Mundial del 86. Después de haber metido el gol a Bulgaria. Fue un grito de gol. Debo decir que mi admiración y agradecimiento a El Gráfico es tal que tengo la colección.
¿Entera?
Desde los años 50 y hasta el año casi 90. Y de vez en cuando le echo miradas y sigo encontrando cosas interesantes, no sólo en lo emocional, sino en lo analítico y en el amor con el que se hablaba del fútbol.
¿Cuál fue el mejor momento de la revista?
Cuando fuimos campeones en el 86 tiraron más de un millón de ejemplares. Ahí era Argentina, Maradona, Inglaterra… El fútbol uniendo a todo un país. Pero bueno, a través de El Gráfico yo me relacioné con el boxeo, con Locche, Monzón. Con el tenis, por supuesto, Vilas fue primer actor durante mucho tiempo. Con Fangio en el automovilismo... Todo se presentaba de una manera tan atractiva que aun sin gustarte ese deporte específicamente, era imposible no leerlo.

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