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lunes, 10 de junio de 2024

Atención obras - Cine - Gervasio Sánchez ,.Viernes - 28 - Junio ,./ Detrás del instante - Resistir entre las ruinas ,. / TARDE DE CINE CON - El cine, gran lector de Josep Conrad ,. / Historia de nuestro cine -Cine - Ángeles gordos , Viernes - 28 - Junio ,.

 

  TITULO: Atención obras - Cine -  Gervasio Sánchez ,. Viernes -  28 - Junio.

 Viernes - 28 - Junio,.  a las 20:00 horas en La 2, foto,.

 Atención obras - Cine - Gervasio Sánchez,.

 Gervasio Sánchez

‘Atención Obras’ recibe al fotoperiodista Gervasio Sánchez para hablar de su carrera y de dos exposiciones que están girando por España.

‘Vidas minadas’ reúne fotografías de personas afectadas por las minas antipersonas. Gervasio Sánchez comenzó este proyecto hace 25 años y la peculiaridad de la muestra es el seguimiento que ha hecho de sus vidas a lo largo de los años. ‘Mujeres, Afganistán’ habla de la situación que vivían las mujeres en Afganistán entre los años 2009 y 2014 cuando aún había presencia internacional en el país. Situación que ahora mismo se ha agravado con el regreso al poder de los talibanes. Junto a las fotografías de Gervasio, se pueden leer los textos de la periodista Mónica Bernabé.

El programa compartirá con él dos reportajes. El primero dedicado al nuevo disco de Miguel Poveda. ‘Poema del cante jondo’ es un nuevo homenaje del cantaor a los poemas de Federico García Lorca. El segundo reportaje cuenta cómo fue la prueba final para las aspirantes a formar parte del nuevo Ballet Español de la Comunidad de Madrid que dirige Jesús Carmona.

El último reportaje lleva al espectador al escenario del Museo de la Universidad de Navarra, donde ha tenido lugar una experiencia sin precedentes: grandes figuras de la lírica se han juntado con alumnos de diferentes facultades y jóvenes músicos para interpretar ‘Tosca’.

El programa cierra con el Festival Tomavistas que tendrá lugar en Madrid el 24 y 25 de mayo. El certamen reúne talentos nacionales como Los planetas, Baiuca, Hinds… y figuras internacionales como Phoenix, Belle and Sebastian y The Jesus and Mary Chain.

 

 TITULO:  Detrás del instante -  Resistir entre las ruinas ,.

 Miércoles - 26 - Junio  a las 20:00 horas en La 2 / foto,.

 Resistir entre las ruinas ,.

La paradoja de Teseo,.

 Resistir entre las ruinas

Cuenta la leyenda que Teseo tenía un barco tan hermoso que era costumbre que los atenienses de la época se acercasen hasta el puerto para admirar sus hechuras. El ritual llegó a arraigar de tal modo que casi se podría decir que no hubo un solo habitante de la ciudad que no pudiese describir de memoria el aspecto de la embarcación. Dado que la vida del héroe griego terminó por convertirse en uno de los pilares fundamentales de la cultura europea, no hace falta detenerse en el viaje que lo llevó hasta la isla de Creta para penetrar en el laberinto y enfrentarse al Minotauro. Se trata de una historia tan conocida que cualquiera puede relatarla, aunque sólo sea a través de sus hitos elementales. Se sabe menos que, en la travesía de regreso desde Creta a Atenas, el famoso barco que capitaneaba Teseo sufrió una serie de percances que hubo que ir solventando sobre la marcha. Fueron tan numerosos y de tanta magnitud los daños, y tan rápidas las reparaciones que los sufridos tripulantes llevaron a cabo sin apenas detenerse, que cuando la nave embocó los diques del puerto de Atenas no conservaba ninguna de sus piezas originales. Los remos, el timón, el propio casco, absolutamente todos sus mástiles, eran otros distintos a aquéllos que conformaban el barco cuando éste había partido mar adentro tiempo atrás; pero, sin embargo, los atenienses que aquella mañana se habían dado cita a orillas del mar para presenciar el regreso de su líder, y los que en los días y meses y años sucesivos se siguieron aproximando a los predios portuarios para deleitarse con la contemplación del navío, jamás apreciaron la menor discontinuidad entre el barco que había zarpado rumbo a Creta, digamos que el verdadero barco de Teseo, y éste que ahora tenían ante sus ojos y que, sin dejar de ser el mismo barco de Teseo, era a la vez otro barco bien distinto. En preguntarse exactamente eso, hasta qué punto sigue siendo una cosa esa misma cosa cuando se modifican todas las partes que la componen, consiste la llamada paradoja de Teseo, y sobre esta paradoja de Teseo se levanta el libreto de Una noche sin luna, el espléndido monólogo, emocionante hasta la lágrima, en el que un magistral Juan Diego Botto, dirigido sabiamente por Sergio Peris-Mencheta, resucita a Federico García Lorca para situarnos ante una reflexión que va más allá de una mera reivindicación histórica o literaria, porque atañe a todos y cada uno de los aspectos de la vida. Ahora que tanto se reduce al absurdo el significado de la palabra libertad, que no hace tanto tiempo era sagrada, convendría echar la vista atrás y ver cómo era no nuestra vida —porque muchos aún no existíamos o apenas teníamos el uso de razón necesario para ser conscientes del modo en que se desenvolvía la realidad en nuestros alrededores—, pero sí la de quienes estaban aquí antes de que llegásemos, y hacernos alguna que otra pregunta a fin de desmontar ciertas falacias que se han venido adueñando del discurso público. Por ejemplo, si el actual Gobierno puede ser efectivamente peor que otros que hubo cuando no había en este país elecciones ni partidos políticos ni posibilidad de expresar opiniones contrarias al poder, o qué clase de libertad invocan quienes en su momento se opusieron al divorcio, a la flexibilización del aborto o al matrimonio entre homosexuales. La memoria, si no se ejercita, puede dar pie a creer que el presente es la desembocadura natural del pasado y no una consecuencia de los aciertos y errores que se cometieron en éste, de los pasos certeros y los equivocados que voluntariamente o por puro azar dieron aquellos que tomaron parte antes que nosotros en la gran andadura colectiva de la humanidad. Igual que los atenienses admiraban el barco de Teseo, después de que éste hubiese vuelto de Creta, sin percatarse de que sus ojos no contemplaban lo mismo que habían admirado antes de su partida, la falta de atención puede anular la evidencia del avance que hemos conocido en las últimas décadas y, por extensión, abonar el campo para esos discursos enrevesados y torticeros que fingen decir una cosa cuando realmente abogan por su contraria. La memoria es lo más importante que tenemos porque nos da la medida exacta de lo que somos. Descuidarla es extraviar el rumbo en un océano donde la tempestad acecha para engullirnos al menor descuido.

Después de Auschwitz

"En algún momento Leonard Cohen supo que en ciertos campos de exterminio los nazis obligaban a los prisioneros que sabían música a tocar junto a los hornos crematorios"

«Escribir poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie», sentenció el filósofo Theodor Adorno con una rotundidad quizá excesiva, pero no desprovista de lógica: en un primer vistazo, poco sentido se le puede encontrar a la belleza cuando el ser humano se revela capaz de las abyecciones más oscuras. Debía de pensar Adorno que en tiempos de ignominia lo urgente no es hallar vías de evasión, sino abrir cauces para el debate crudo y honesto en torno a nuestra capacidad de hacer el mal, pero no tuvo en cuenta que las cosas hermosas, precisamente porque nos permiten olvidar que el mundo no es un lugar tan amable como a veces queremos creer, también tienen la capacidad de curar, que aceleran o facilitan la cauterización de las heridas. En algún momento Leonard Cohen supo que en ciertos campos de exterminio los nazis obligaban a los prisioneros que sabían música a tocar junto a los hornos crematorios. Por lo general, se improvisaban cuartetos de cuerda que interpretaban diversas partituras mientras sus compañeros de condena entraban a aquellos pabellones de los que ya no saldrían nunca. En vez de concluir, como Adorno, que no tenía ningún sentido continuar escribiendo tras conocer aquella barbaridad, Cohen se puso a componer la que acaso sea una de sus canciones más bellas y cuyos versos esconden, bajo la apariencia de una declaración de amor apasionada, un homenaje digno y necesario a todas aquellas personas a las que expulsaron de este mundo los delirios de un psicópata. Quizá no sólo sea necesario seguir escribiendo poesía después de Auschwitz. Quizá sea, principalmente, una obligación moral, a fin de recordarnos a nosotros mismos que lo excelso siempre termina por resistir entre las ruinas.

Rinocerontes de la suerte

"Me llama por teléfono Jesús Marchamalo, que acaba de publicar El rinoceronte del rey, porque se entera de que hace unos años yo escribí otra novela sobre ese mismo rinoceronte"

Me llama por teléfono Jesús Marchamalo, que acaba de publicar El rinoceronte del rey (Nórdica), porque se entera de que hace unos años yo escribí otra novela sobre ese mismo rinoceronte del que él se ocupa ahora. Celebramos la coincidencia, recordamos la última vez que nos encontramos en persona —apenas fue hace dos años y parece que sucedió en otra vida: era Navidad, se celebraba una fiesta en Acción Cultural Española en la que aterrizamos cada uno desde nuestro flanco y donde terminamos haciendo corrillo con la soprano Raquel Andueza— y nos conjuramos para volver a vernos en cuanto yo regrese al supuesto Madrid de la libertad y se dé la ocasión propicia para juntarnos a charlar sobre rinocerontes, poetas o lo que surja. Hace mucho que no pienso en esa novela mía, pero tras la conversación con Marchamalo recuerdo que hubo una época —no lejana, la que siguió a su publicación— en la que no pocos familiares, amigos y conocidos comenzaron a acordarse de mí cada vez que leían algo sobre rinocerontes o veían alguna foto o vídeo o gif en los que directa o indirectamente se aludía al tema, como si en vez de la escritura fuese lo mío la zoología, y así durante unos meses tuve el teléfono móvil colapsado con toda clase de archivos que iban desde lo cómico hasta lo meramente pedagógico. La confabulación llegó hasta el punto de que ese mismo invierno la sorpresa de mi roscón de Reyes, que me adjudiqué en buena lid, consistía en la figurita de un rinoceronte que desde entonces mantengo a modo de tótem en una de mis estanterías. Aprendí bastante sobre esos animales —incluida la palabra perisodáctilo, que empleó alguien que citó mi novela en un ensayo— y lo he olvidado casi todo. He de decir que injustamente, porque el pobre rinoceronte del rey Manuel, cuya historia cuenta ahora Marchamalo en su libro —y estoy seguro de que lo hace mucho mejor de lo que acerté a hacerlo yo—, me ha dado a mí unas cuantas alegrías; la principal, cruzar el charco por dos veces. Precisamente, el último detalle alusivo que atesoro cayó en mis manos en el último de esos viajes. Fue a finales de enero del año pasado, en Cartagena de Indias, unas pocas semanas antes de que se cerniera sobre nosotros la peste. Es una plaquita decorada con el famoso grabado de Durero que me regaló Alberto Manguel, quien la había encontrado unos días antes en el Museum of Modern Art de Nueva York, y que vuelvo a mirar ahora que las autoridades han decretado el final del estado de alarma, por ver si el simpático animal vuelve a darme suerte y los días que están por venir empiezan a parecerse algo más a los de entonces.

 

TITULO:TARDE DE CINE CON - El cine, gran lector de josep Conrad,.

 

El cine, gran lector de josep Conrad,.

El rojo emblema del valor, también titulado en español La roja insignia del valor (The Red Badge of Courage), es seguramente la mejor novela de guerra sobre la contienda civil norteamericana, y también una de las mejores novelas de guerra de todos los tiempos. Escrita por el joven novelista estadounidense Stephen Crane, fue publicada por entregas en The Philadelfia Press en 1894 y vio la luz como obra completa, editada como libro, un año después.

Soldado de caballería de la Unión con sable 1860. Boceto de Augusto Ferrer-Dalmau.

fotos / Soldado de caballería de la Unión con sable 1860. Boceto de Augusto Ferrer-Dalmau.

Se trata de una novela corta, posiblemente inspirada en la batalla de Chancellorsville, para la que Crane, que aún no había vivido ningún combate (nació en 1871 y murió en 1900, a los 29 años) utilizó los recuerdos de varios veteranos de la guerra de Secesión, especialmente miembros del 124º regimiento de caballería de Nueva York, aunque lo hizo menos para describir las acciones de los soldados que para indagar qué habían sentido durante éstas. El resultado fue extraordinario, pues pese a sus pocos años Crane era un gran escritor (llegó a ser amigo de Joseph Conrad, que elogió su libro, como más tarde lo haría Hemingway), y con El rojo emblema del valor logró una obra maestra, novela de guerra diferente a las que se habían escrito hasta entonces; un relato donde, con lenguaje realista, visual y a veces irónico, siempre fascinante para el lector, describe los altibajos de cobardía y heroísmo por los que atraviesa el joven soldado de 18 años Henry Fleming en plena batalla.

«Llovía. La lenta fila de soldados cansados se trocó en cortejo sucio, quejoso y murmurante, que avanzaba con esfuerzo a través de aquella balsa de fango líquido de tono castaño oscuro, bajo un cielo pesado y desapacible…»

Al éxito de la novela seguiría inevitablemente, llegado el momento, su éxito en el cine. En 1951, John Huston dirigió la película The Red Badge of Courage, dando a ésta el toque añadido de que el personaje del joven Henry Fleming estaba encarnado por Audie Murphy, un joven de rostro aniñado y atractivo, auténtico héroe de la Segunda Guerra Mundial, medalla de honor del Congreso, que por aquel tiempo se había convertido en una estrella de Hollywood y protagonizó algunas películas memorables, entre ellas El americano tranquilo, basado en la novela homónima de Graham Greene.

Fue en el cine donde por primera vez conocí El rojo emblema del valor, y no fue hasta mucho más tarde, a mediados de los años 70, cuando leí por primera vez la novela en una edición francesa, pues hasta 1981 no se tradujo en España. Y éste, con las primeras páginas de La Cartuja de Parma de Stendhal y El duelo de Joseph Conrad, combinado todo ello con mis propios recuerdos personales, fue uno de los textos que tuve en la cabeza cuando en 1983 escribí en mi primera novela, El húsar, que es también la historia de un joven soldado (de Napoleón y en la guerra de España, en este caso) en su primer día de batalla. Por eso tuve siempre una especial inclinación por esta magnífica novela de Stephen Crane; una novela corta, escueta, que situada junto a la prolija y monumental Lo que el viento se llevó, de Margaret Mitchell (publicada en 1936), constituye el contraste perfecto, el ejemplo de dos formas extremas y por completo distintas, pero en ambos casos espléndidas, de abordar la Guerra Civil norteamericana.

John Wayne, Harry Carey Jr, Ben Johnson y otros intérpretes de "La legión invencible" (John Ford) con el sable de caballería US LC 1860.

John Wayne, Harry Carey Jr, Ben Johnson y otros intérpretes de «La legión invencible» (John Ford) con el sable de caballería US LC 1860.

En ambas novelas, El rojo emblema del valor y Lo que el viento se llevó, se narran acciones bélicas en las que intervinieron la caballería de la Unión y la confederada. En todos esos combates, las unidades montadas de ambos ejércitos utilizaron, con escasas variaciones, el mismo tipo de sables. Dos de ellos fueron los modelos básicos, usados tanto en las batallas de Norte contra Sur como en las posteriores guerras indias. Se trata de sables hechos famosos en las películas de John Ford, como los que aparecen en la tetralogía de la caballería (Fort Apache, La legión invencible, Río Grande y Misión de audaces). Uno de estos modelos clásicos, el 1840 «Old Wistbreaker», es el que el personaje Ethan Edwards, protagonizado por John Wayne, trae consigo, con su capote gris de caballería confederada, cuando regresa de la guerra a casa de su hermano, al principio de la mítica película Centauros del desierto.

Sable de caballería pesada modelo HC 1840 «Old Wristbreaker»

Ficha técnica

Sable de caballería pesada modelo HC 1840 «Old Wristbreaker». Foto: Colección particular

Sable de caballería pesada modelo HC 1840 «Old Wristbreaker». Foto: Colección particular

Guarnición de acero con monterilla corta de sombrerete, guardamano y dos gavilanes, puño gallonado y forrado de piel con torzal, virola, galluelo de lengua ligeramente curvo hacia el lomo. Hoja de Solingen ligeramente curva (92×3,2 cm.) de lomo cuadrado y filo corrido al exterior con canal en la parte media del lomo y ancho vaceo hasta la pala, que es a dos filos, marca «Tiffany & co. New York» en un plano de la bigotera y al otro la marca «P.D.L.» (Peter Daniel Lüneslochss, Solingen) dentro de un óvalo. Vaina de acero con dos abrazaderas y anillas, boquilla estrecha falta del tornillo de fijación, batiente de cresta asimétrico. Peso 2 kg. Se trata de un sable encargado por Tiffany a la manufactura alemana de Solingen para equipar a un regimiento nordista durante la Guerra de Secesión americana.

El anterior modelo de sable americano, el 1833 para dragones, no era un arma fiable: era impopular entre la tropa y los oficiales, pues se consideraba demasiado ligero y necesitaba un reemplazo sólido. La solución temporal en 1838 fue adquirir sables extranjeros que se probaron en campaña. La opinión general se decantó en favor del modelo francés 1822 de caballería, así que se usó éste como base para fabricar el modelo 1840. Los primeros contratistas fueron Ames de Cabotville, Horstmann y Tifffany, y la primera remesa encargada fue de 2.000 unidades, de las que la mitad se importaron de Solingen. Sin embargo, debido a la necesidad inicial, algunos regimientos de caballería también usaron sables prusianos, o británicos del modelo 1821, como alternativa temporal hasta recibir el nuevo modelo 1840.

Jinete confederado con sable 1840 "Wristbreaker". Cuadro de Augusto Ferrer-Dalmau

Jinete confederado con sable 1840 «Wristbreaker». Cuadro de Augusto Ferrer-Dalmau

Para suministrar los 12.454 sables que contrató con el gobierno, Tiffany los importó con guarnición de hierro, encardados a PDL de Solingen, sin fecha, y a esa remesa corresponde este ejemplar. Al cesar la producción de este sable en 1858 se habían fabricado 23.700 unidades. Este sable se ganó el sobrenombre de «Old Wristbreaker» (Viejo Rompemuñecas), pues su peso y la forma de su hoja hacían sufrir la muñeca del jinete cuando golpeaba de arriba abajo. Este sable se utilizó durante la guerra entre Estados Unidos y México, y también durante las guerras indias de 1870 y 1880.

Al estallar la Guerra Civil americana, en 1861, los almacenes del Norte y del Sur estaban llenos de este modelo; por eso fue muy utilizado por la caballería, tanto confederada como de la Unión, pues el modelo 1860, que más tarde lo sustituyó, no estaba aún disponible para todos los regimientos, y muchos no llegaron a recibirlo hasta después de la guerra. Pese al término «para caballería pesada», en la caballería estadounidense no había caballería pesada propiamente dicha, y este término se aplicaba al soldado de tipo dragón, fuertemente armado con sable, pistola y carabina, que lo mismo combatía a pie que a caballo. Por lo general, el sable se dejaba en la silla y se combatía a pie con revólveres, carabinas Spencer y rifles Henry. Ya por esas fechas, las armas de fuego de infantería y artillería habían convertido las cargas masivas de caballería en ataques suicidas, aunque durante la Guerra Civil americana hubo muchas excepciones, como la carga de la caballería de Virginia en Bull Run. En Gettysburg, sin embargo, la caballería federal de Buford combatió pie a tierra contra la infantería confederada.

Por lo general, en la Guerra Civil la caballería intervenía en cinco misiones principales: reconocimiento, acciones defensivas, persecución de enemigo derrotado, ofensivas directas e incursiones de larga distancia en territorio enemigo. El 1840 es el sable clásico de la tropa de caballería en las películas de John Ford.

Sable de caballería pesada modelo HC 1840 "Old Wristbreaker". Foto: Colección particular

Sable de caballería pesada modelo HC 1840 «Old Wristbreaker». 

Foto: Colección particular

Sable de caballería ligera modelo LC 1860

Ficha técnica

Sable de caballería ligera modelo LC 1860. Foto: Colección particular

Sable de caballería ligera modelo LC 1860. Foto: Colección particular

Guarnición de latón con dos gavilanes y guardamano, monterilla corta de sombrerete, puño gallonado de madera forrado de piel de búfalo con torzal, sin virola, galluelo redondo ligeramente vuelto hacia el lomo. Hoja ligeramente curva (88×2,8 cm.) con marca de fabricante «C Roby Chelsmford Mass» (Christopher Roby de Chelmsford, Massachusets), en un plano de la bigotera y marca «US 1864 AGM» (fabricado en 1864, iniciales del inspector de calidad del arsenal Alfred G. Manning) en la otra, filo corrido al exterior, lomo redondo con ligero canal en su parte central, vaceo hasta la pala, que es a dos filos. Vaina de acero con remaches para sujetar boquilla a cada plano, dos abrazaderas y anillas, batiente de cresta asimétrico. Peso 1,8 kg.

Los sables de la Guerra Civil fabricados por Roby se consideran por los expertos como piezas de alta calidad: «Christopher Roby hizo un buen sable de caballería, comparable en calidad y manufactura con el modelo 1860 fabricado por Ames, sable que era indiscutiblemente el mejor sable de caballería que se hizo en los EEUU en ese momento» (John Tillmann, Civil War Cavalry & Artillery Sabers). Entre 1861 y 1867, Roby fabricó 32.000 sables de caballería LC 1860 (fechados en 1861, 1863, 1864 y 1865, estos últimos entregados después de la Guerra Civil) y un número indeterminado de sables de artillería.

Jeb Stuart. Fuente: U.S. National Archives and Records Administration

Jeb Stuart. Fuente: U.S. National Archives and Records Administration

El sable para caballería ligera LC 1860 Sustituyó al modelo 1840 de caballería pesada, el viejo «wristbreaker«, que era algo más largo, más pesado, con hoja más curva y más difícil de manejar. Aunque empezó a fabricarse en 1860, en esa fecha no estuvo aún disponible para todos los regimientos, y muchos no llegaron a recibirlo hasta después de la guerra, así que ambos bandos siguieron usando el modelo 1840, alternándolo con otros modelos de sable de importación. Este modelo 1860 fue el sable utilizado por la caballería de los Estados Unidos desde el final de la Guerra Civil hasta las guerras indias de 1870 y 1880. Se conserva una famosa foto del general sudista Jeb Stuart con el sable modelo 1860, pues lo usó tanto el Norte como el Sur, cada uno fabricándolo por su cuenta.

A finales de la Guerra Civil se habían producido unos 300.000 sables modelo 1860: 200.000 por Ames, 32.000 por Roby, y otras grandes cantidades fabricados o importados por Tiffany, Glace, Justice, y Emerson & Silver. Este sable LC 1860 fue el habitual de las campañas de caballería en el Oeste, en las que fue un clásico, y el general George Armstrong Custer y el 7º de caballería lo llevaban en Little Big Horn. Desde su graduación en West Point, Custer usó sables del modelo LC 1860, con los que se fotografió varias veces, y consta históricamente que uno de ellos era un sable 1860 Roby de la remesa 1864, que tenía en la bigotera exactamente las mismas marcas y año de fabricación que este ejemplar («C. Roby, W. Chelmsford Mas» y «US 1864 AGM»). Algunos ejemplares del modelo LC 1860 aún estaban en servicio en 1898 durante la guerra con España, y fue adquirido en grandes cantidades por la industria del cine a partir de los años 20.

 

TITULO:  Historia de nuestro cine - Cine - Ángeles gordos ., Viernes  -28 - Junio ,.

 

 Ángeles gordos

 

El Viernes   - 28 - Junio ,.  a las 22:15 por La 2, foto,.

 

Reparto,. Farnham Scott, January Stevens, Jack Aaron, Amy Steel, Robert Reynolds, B. Constance Barry, Peter Bogyo, Robert Caus, Sanford Seeger,.

 Nueva York 1981. Mike, es un solitario pero simpático pianista de 150 kilos, que trabaja para Frank, un empresario de teatro simpático y vital, que es su amigo y protector. A través de un anuncio del periódico, Mike empieza a mantener correspondencia con Mary, que vive en Florida y buscaba al amor de su vida. Cuando Mary le pide una fotografía, Mike decide enviarle la de Jackie, un joven guapísimo que es la estrella del show en donde trabaja. Lo que él ignora es que Mary tiene los mismos problemas de peso que él...

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