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martes, 18 de junio de 2024

Los pilares del tiempo - La última arma secreta de Alfonso XIII contra la llegada de la Segunda República ,. / REVISTA QUO - Cajas y cajas de informes,.

 

  TITULO : Los pilares del tiempo - La última arma secreta de Alfonso XIII contra la llegada de la Segunda República,.

 Los pilares del tiempo - La última arma secreta de Alfonso XIII contra la llegada de la Segunda República,.

 

La última arma secreta de Alfonso XIII contra la llegada de la Segunda República,.

Juan Bautista Aznar, héroe militar y figura de consenso, lideró en 1931 un gobierno de concentración que, durante 57 días, intentó reconciliar a los españoles,.

Su descendiente, Luis Aznar, ha publicado un ensayo en el que desvela desde las gestas en las que participó el almirante en las colonias, hasta su faceta política,.

 Alfonso XIII y Juan Bautista Aznar, durante una visita del monarca a Cartagena en 1923

fotos / El 28 de enero de 1930 el general Primo de Rivera, dictador que había llegado al poder después de un golpe militar, presentó su dimisión al rey Alfonso XIII. A partir de ese momento comenzó la conocida como «Dictablanda de Dámaso Berrenguer».

¿Quién fue el general Primo de Rivera?

"A semejanza de su admirado Mussolini, acabó con los partidos políticos y solo el suyo, Unión Patriótica, fue autorizado durante su mandato"

Miguel Primo de Rivera fue un militar español que gobernó en el país gracias a un golpe de estado que contó con el beneplácito de la monarquía. Los años anteriores a su intervención había destacado por la dureza empleada al reprimir las huelgas y manifestaciones desde su posición de capitán general de Valencia. Después del triunfo de su levantamiento, la primera decisión que tomó fue suprimir la Constitución vigente y adoptar una dictadura militar, que se convirtió en civil en 1925. A semejanza de su admirado Mussolini, acabó con los partidos políticos y solo el suyo, Unión Patriótica, fue autorizado durante su mandato. En materia económica, Primo de Rivera adoptó una política intervencionista que dedicó muchos recursos a la obras públicas. Los primeros años de su gobierno fueron refrendados por el éxito de Alhucemas y un crecimiento favorecido por la bonanza internacional.

¿Por qué cayó la dictadura del general Primo de Rivera?

"Ante su inminente final, y con graves problemas de salud provocados por la diabetes, Primo de Rivera decidió dimitir"

Durante 1928 España vivió una mala época económica causada por la devaluación de la peseta. Un año después, Primo de Rivera vivió otro duro revés con el intento de golpe de estado planeado para derrocarlo. Aunque consiguió pararlo, su figura acumulaba un gran desgaste que se incrementó cuando su mayor aliado, el rey Alfonso XIII, le retiró su apoyo. También le dieron la espalda la mayoría de los militares, algunos de los cuales preparaban una nueva sublevación. Ante su inminente final, y con graves problemas de salud provocados por la diabetes, Primo de Rivera decidió dimitir y marcharse a París. Solo unas semanas más tardes, el dictador falleció en la capital de Francia, donde se celebró un funeral con honores, presidido por el general Pétain, con el que coincidió en Marruecos y que años más tarde lideró el gobierno de Vichy, que colaboró con los nazis durante la invasión en la II Guerra Mundial.

 

Otras efemérides históricas del 28 de enero

El 28 de enero de 98, un día después de la muerte de Nerva —que lo había adoptado— Trajano le sucedió como emperador de Roma.

El 28 de enero de 1547 murió Enrique VIII. Le sucedió en el trono su hijo Eduardo VI, que contaba solo con nueve años de edad, y que se convirtió en el primer monarca protestante de Inglaterra.

El 28 de enero de 1810 los ejércitos de Napoleón entraron en la ciudad española de Granada.

El 28 de enero de 1871 finalizó la guerra franco-prusiana con la capitulación de la ciudad de París. Guillermo I se proclamará emperador alemán en Versalles.

 

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 Cajas y cajas de informes,.

 Lixiviado emocional (Arresto domiciliario 28)

 ¡A esta casa no entra un cajón de muerto! —sentenció aquella noche mi santa madre, nada más le informé a mis diecinueve años que pensaba adquirir un ataúd para mi colección de discos LP.

 Qué le estamos haciendo a Quo? - Quo

–¿Aunque esté sin usar? —apelé inútilmente al pragmatismo, pero ni eso la desespeluznó. Si quería yo un féretro en mi recámara, más valía ir comprando otro para ella.

"Mal puede uno llamar coleccionista a un amontonador de bagatelas. Hace falta no sólo ser paciente y constante, sino además metódico, puntilloso, estoico y hasta un poquito ñoño para recopilar sistemáticamente"

”Colección”, dije, a modo de sarcasmo, porque el coleccionismo es exigente. Mal puede uno llamar “coleccionista” a un amontonador de bagatelas. Hace falta no sólo ser paciente y constante, sino además metódico, puntilloso, estoico y hasta un poquito ñoño para recopilar sistemáticamente timbres postales, cajas de cerillos, botellas de cerveza, portavasos, estampas deportivas o cáscaras de nuez, entre tantos acervos esenciales. De haber podido hacerme con el ataúd y acomodarlo a medio metro de mi cama, lo probable habría sido que en un año albergara no solamente música, sino además papeles, libros, llaves, medicinas, cables y el resto de esa suerte de sargazo doméstico que hasta hoy sigue invadiendo cada mueble donde meto las manos. Armarios, entrepaños, cajas y cajones son fragmentos de un mismo desbarajuste.

Escribo, mientras tanto, comiendo ansias (no debería hacerme responsable por la congruencia de estas reflexiones o la sintaxis que las aglomera). Justo en este momento, a no más de cien pasos de aquí, mi correclusa libra una batalla frente a dos entrepaños de mi closet. “Narnia”, le llama ella al mueble entero, indecisa entre el morbo entomológico y el pánico pandémico, alegando que de su entraña ignota podría emerger cualquier representante de los reinos animal, vegetal o mineral. ¿Cómo es que pese a todo se ha aventurado ahí, como el temerario Axel de Julio Verne? No digo que le vaya a caer lava, pero tampoco puedo asegurar que no hallará un arroyo de lixiviado.

"Entiendo que mi Narnia en miniatura es tan indefendible como la iniciativa de comprar un sarcófago con fines meramente ornamentales, por eso veo volver a mi correclusa y corro a darle trato de heroína"

“Líquido residual, generalmente tóxico, que se filtra de un vertedero por percolación”, nos dice el diccionario sobre el lixiviado. ¿Y qué más, sino lixiviado emocional, es toda aquella papelería caduca que escamoteole uno al basurero a saber en qué década precedente? Siempre que me propongo escombrar Narnia, termino por perderme en las ensoñaciones más improductivas, derivadas de la toxicidad acumulada en unas gafas rotas, un pase de abordaje del 2004 o el instructivo de una máquina de fax. Recuerdas, recompones, especulas, invocas,  reacomodas y acabas por tirar unos pocos recibos deslavados. Nada que empequeñezca el magno tiradero.

Entiendo que mi Narnia en miniatura es tan indefendible como la iniciativa de comprar un sarcófago con fines meramente ornamentales, por eso veo volver a mi correclusa y corro a darle trato de heroína. Fanfarrias, por favor. Tal parece que nada la mordió, ni presenta salpicaduras tóxicas. Llego hasta el closet y me falta el aire, o en realidad me sobra porque el efecto espejo no se hace esperar y ya desaparecen ciertas telarañas que se arremolinaban dentro de mi cabeza, donde súbitamente sopla una tersa brisa de mentol. Es como si en lugar de urbanizar una zona de Narnia, mi correclusa hubiera entrado a fumigarme el sistema nervioso. Tiene que haber, me temo, exhumaciones menos horripilantes.

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