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domingo, 3 de junio de 2018

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TITULO: VACACIONES - Málaga se pone flamenca,.

Málaga se pone flamenca,.


Esta imagen, 'Cortejo en Fuente de Piedra', del sevillano Guzmán Camacho Parra, ha ganado el primer premio del certamen de fotografía 'Mayores por el Medio Ambiente' de la Junta de Andalucía./
foto - Esta imagen, 'Cortejo en Fuente de Piedra', del sevillano Guzmán Camacho Parra, ha ganado el primer premio del certamen de fotografía 'Mayores por el Medio Ambiente' de la Junta de Andalucía.

Más de 37.000 flamencos acuden este año a la laguna de Fuente de Piedra en busca de pareja y descendencia. Un censo histórico, porque «las condiciones son inmejorables»,.

Es primavera en Fuente de Piedra. Entre olivos centenarios y acacias, entre yacimientos romanos y vastos campos de cereal, emerge al norte de la provincia de Málaga, a 400 metros de altura, un espacio natural único en Europa. Allí, la vida es de color rosa. Lo tiene todo: agua, alimento, cálidas temperaturas, un entorno privilegiado, protección y, sobre todo, tranquilidad. Son 1.554 hectáreas (6,8 por 2,5 kilómetros) de paz imperturbable en donde ni los aviones pueden pasar a menos de 2.000 metros de altura. En 1983, la laguna de Fuente de Piedra fue incluida entre los humedales de importancia internacional (convenio Ramsar) y en 1987, declarada Zona de Especial Protección para las Aves. Desde entonces, aquello es un paraíso natural al que cada primavera miles de flamencos comunes ('Phoenicopterus roseus') se escapan para buscar pareja y descendencia.
Son esbeltos (pueden llegar a 1,5 metros de altura), zanquilargos y de alargado cuello, serpenteante en época de cortejo. Son bellos por naturaleza, pero ahora toca mostrar su mejor cara, que en ellos se traduce en su mejor plumaje. Su color rosáceo lo adquieren a través de la alimentación, que contiene carotenoides. Un estudio realizado por científicos del CSIC reveló la existencia de esos pigmentos en las secreciones de las glándulas uropigiales que tienen cerca de la cola. «Con el pico, extienden esta especie de grasa a otras partes del cuerpo para maquillarlas y realzar su color rosa, y evitar así que el sol lo degrade. Por eso, cuando nacen sus crías y ya no tienen tiempo para ellos, su plumaje se vuelve más blanco», explica Manuel Rendón, director-conservador de la laguna.
Este año no será tarea fácil encontrar a la media naranja entre tanto candidato, ya que, tras las intensas lluvias de marzo y abril, que han dejado un inmejorable nivel de agua de 75 centímetros, la afluencia de bandadas ha sido histórica. «El censo actual de 37.000 ejemplares es el máximo conocido para un mes de mayo», precisa Rendón. Aunque siempre hay flamencos en este enclave, es en febrero cuando empiezan a llegar desde otros humedales mediterráneos (nacionales, como las marismas del Odiel, del Guadalquivir, Delta del Ebro, Manjavacas, Pétrola y Santa Pola; e internacionales, como Turquía, Grecia, Italia y sur de Francia) y del noroeste de África (Senegal, Mauritania, Marruecos, Argelia y Túnez) para su reproducción, que suele abarcar entre abril y junio. «Los flamencos suelen otear el mejor humedal para establecerse; de un día para otro pueden cambiar y desplazarse hasta 1.300 kilómetros», puntualiza Rendón.
Durante el periodo reproductivo, son aves especialmente vulnerables y la mayor parte de la población se concentra en unos pocos núcleos. A día de hoy, solo existen dos colonias relativamente estables en el Mediterráneo occidental: La Camarga, en el sur de Francia, y Fuente de Piedra. Sin embargo, cualquier situación ambiental adversa puede echar al traste con los planes para tener crías. Por eso, este será un año para recordar en Málaga, porque todas las circunstancias son favorables: un nivel de agua suficiente; la existencia de islas para el establecimiento de la colonia, que les proporcionan protección; y disponibilidad de alimento, tanto en la propia laguna como en un radio de 200 kilómetros en torno a ella, principalmente, Doñana y las marismas del Guadalquivir.
«El gran valor de Fuente de Piedra es que, por su carácter temporal (se abastece de las precipitaciones, la escorrentía y las aguas subterráneas) y salino, favorece una especie de zooplacton y crustáceos de los que se alimentan los flamencos». Con esta base nutricional al alcande del pico, en torno a las 10.500 parejas reproductoras que se formarán sacarán adelante a sus polluelos. Cada una de ellas tendrá un único huevo, que incubarán al 50% el macho y la hembra durante 29 días en nidos de barro. Acabado el verano y con el deber cumplido, tocará buscar otros horizontes más cálidos,.

  TITULO: VUELTA AL COLE - EL SUEÑO DE VOLVER A CASA,.

EL SUEÑO DE VOLVER A CASA,.

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Muchos refugiados que han llegado a Europa siguen con la llave de su casa en el bolsillo. Aunque temen que quizá no vuelvan,. foto,.


Nyabiheke (Ruanda), 3 jun (EFE).- La violencia enquistada en la República Democrática del Congo (RDC) está alejando a los refugiados congoleños del sueño de volver a su país mientras pasan la vida en campamentos con mínimas perspectivas de futuro.
Muchos llegaron en 2005 al de Nyabiheke, creado entonces en el noreste de Ruanda por la congestión de otros dos en plena oleada de personas, y desde entonces no se han movido.
Trece años son los que lleva Chantal Kuizera, que escapó de su Kivu natal, una región del este de la RDC rica en minerales y foco de inestabilidad.
Kuizera tomó esa decisión junto a su familia "por miedo a que los mataran" los Mai mai, un grupo rebelde que sigue operando y que "perseguía a todos los que hablaban kinyarwanda", la lengua que comparten los habitantes de la zona con sus vecinos ruandeses.
Pase lo que pase ahora, la mujer declara a Efe que nunca ha pensado en volver.
No es que la vida sea fácil en Ruanda, con el hambre acechando a cada instante, pero existe cierta seguridad.
Se queja, eso sí, de las cada vez menos oportunidades de empleo.
Antes por lo menos salía a cultivar tierras ajenas cuando alguien la contrataba, aunque fuera informalmente.
En Nyabiheke unos 14.600 refugiados se benefician de ayuda alimentaria, si bien las raciones se han recortado por falta de fondos y ellos suelen estar cansados de ese tipo de asistencia.
"No estamos contentos. Lo que queremos es trabajar", enfatiza Emmanuel Sangano, que huyó en 2013 de Kivu, donde era campesino.
En Ruanda, apunta, no hay posibilidad de cultivar la tierra en condiciones.
Lo más que ha conseguido ha sido plantar en un terreno diminuto junto a su casa de adobe.
Sobre un hipotético regreso a su país, Sangano considera que lo haría "si hubiera paz y seguridad", aunque no queda nadie de los suyos y tampoco tiene noticias de lo que ocurre allí.
Un deseo común flota entre los refugiados, el de que tarde o temprano se defina su futuro, pero la desesperanza va calando ante tantos años de espera.
A largo plazo, la integración local tiene serias limitaciones en Ruanda, país pequeño y con un crecimiento demográfico que impide destinarles tierras.
Por ese y otros motivos, las decenas de miles de congoleños que han abandonado su país este año por el recrudecimiento de la violencia se están desviando hacia Uganda, Burundi y Zambia.
De las más de 735.000 personas de la RDC acogidas en África, hay unas 100.000 en cinco campamentos de Ruanda.
Según una reciente encuesta en el de Nyabiheke, más del 90 % de los refugiados dijeron no querer retornar a su país por la inseguridad, la persecución étnica y la falta de garantías de que recuperarán sus propiedades.
Con esas perspectivas, la reubicación en terceros países supone lo más viable, aunque Estados Unidos ha frenado las acogidas mientras se negocia con otros posibles interesados.
Edem Akpakli, responsable de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) en Nyabiheke, comenta que en cinco años solo una familia ha solicitado la repatriación.
Espera una nueva ola de desplazamientos si finalmente se celebran a final de año en la RDC unas elecciones que ya han sido aplazadas varias veces y que pueden añadir leña al fuego.
Entretanto, los refugiados congoleños en Ruanda reciben transferencias de dinero para comprar alimentos del mercado local, fórmula que "busca integrarlos en las comunidades", según Akpakli.
Algunos han empezado a comerciar con la comida y otros colaboran en las actividades de la ONU y las ONG.
A sus 28 años, Jean Paul Serugo se dedica a rellenar formularios en el centro de salud.
Tenía 17 años cuando huyó de Kivu y sus padres empezaron a reducir sus raciones de alimentos para poder venderlas y, con los ingresos, seguir pagando sus estudios de lenguas.
"Hay que hacer algo porque muchos jóvenes están sin oportunidades de trabajo; las necesitan para complementar la ayuda que reciben", sostiene.
Desconoce cuál será su futuro, pero si le dan a elegir no descarta volver a la República Democrática del Congo cuando esté "a salvo".
Si será posible o no, contesta "quizás" con una media sonrisa.

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