BLOC CULTURAL,

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miércoles, 20 de diciembre de 2017

Se quita el sombrero ,./ EN EL PUNTO DE MIRA - LUNES -25- DICIEMBRE - EL JUEZ CASTRO CUELGA LA TOGA,.

TITULO: Se quita el sombrero ,.


Quitarse el sombrero. ¿De dónde viene esta costumbre?, foto.

Desde los Asirios, pasando por los griegos y los romanos, todos tenían en común que se despojaban de alguna prenda como muestra de respeto.
Quitarse el sombrero. Saludo U.S. President Calvin Coolidge.
Saludar. Quitarse el sombrero. Saludo U.S. President Calvin Coolidge.

Quitarse el sombrero. ¿De dónde viene esta costumbre?

El acto de saludar puede ser tan simple como hacer un gesto o simple ademán de quitarse un sombrero, visera o prenda similar que cubre la cabeza. Quitarse el sombrero es una muestra de cortesía y respeto hacia las personas a las que saludamos. Pero este gesto tiene unos orígenes bastante antiguos y hacen casi siempre referencia a muestras de respeto y sumisión de las personas que se quitaban una o más prendas delante de otras personas.
Desde la época de los Asirios, pasando por las épocas de los griegos y los romanos, todos estos pueblos tenían en común el despojarse de alguna prenda como muestra de respeto. El paso del tiempo ha hecho que, poco a poco, cada vez menos pueblos utilicen prendas que puedan representar o significar respeto y sumisión.
Despojarse de alguna prenda de vestir, mostrando no llevar ningún arma escondida, venía a significar además de una muestra de respeto, ir en "son de paz". La persona que tenía este gesto demostraba llevar buenas intenciones.
Descubrirse delante de otras personas no era siempre necesario . Los caballeros se quitaban el sombrero, pero las mujeres permanecían cubiertas en espacios cerrados, aunque se quitaban el guante para saludar a los reyes y otros personajes de la nobleza. Este gesto, al igual que el de la genuflexión, eran muestras de respeto (aunque algunos las hayan interpretado como muestras de sumisión).
"La moda no debe estar por encima de la buena educación"
Tal y como dijimos al principio, desde la época de los esclavos, además de los militares, y posteriormente el personal al servicio de los señores, en sus distintas formas y grados, el despojarse de una determinada prenda ha sido interpretado como un gesto de respeto y acatamiento de unas determinadas normas.
Estas normas se fueron incorporando poco a poco a la sociedad, y fueron asimiladas en ámbitos tan diversos como la Iglesia, donde hay que descubrirse al entrar en cualquier templo, en el ámbito laboral, descubriéndose delante de los superiores y calando en todas las capas sociales hasta llegar a ser una práctica común en la sociedad.
Con el tiempo el sombrero, sobre todo, junto con la boina y muchas de las prendas que cubrían la cabeza han perdido actualidad, y son cada vez menos utilizadas, salvo en las épocas en las que la moda y las tendencias que marcan los diseñadores ponen de actualidad el uso de boinas y otros complementos.
Debido a este menor uso de prendas que cubren la cabeza puede que haya llevado a muchas personas al olvido sobre sus normas de uso . Es bastante común, para una enorme tristeza de todos, ver a personas comiendo en un restaurante con su boina o gorra puesta, en el cine o muchos otros lugares. Hasta en las ruedas de prensa podemos ver a deportistas, artistas, etc. Desde aquí podemos hacer una llamada de atención para todas aquellas personas, famosas o no, que creen tener un "look" más moderno o actual por permanecer cubiertos con estos complementos en lugares donde no deberían estar con un sombrero, una visera, un gorro, etc. o cualquier otro complemento que cubra su cabeza.

TITULO:  EN EL PUNTO DE MIRA - LUNES -25- DICIEMBRE - EL JUEZ CASTRO CUELGA LA TOGA,.

 EN EL PUNTO DE MIRA - LUNES -25- DICIEMBRE -,
EL JUEZ CASTRO CUELGA LA TOGA . , POR LA CUATRO A LAS 22:45, etc.

 EL JUEZ CASTRO CUELGA LA TOGA,.

El juez Castro cuelga la toga, foto,.

El juez Castro, a su salida del juzgado en la moto con la que solía ir a trabajar. :: última hora/
El juez Castro, a su salida del juzgado en la moto con la que solía ir a trabajar.

El instructor del 'caso Nóos' se jubila hoy tras haber sentado en el banquillo a la infanta Cristina. «No me gustaría pasar a la historia por eso», confiesa a sus 72 años, 40 de ellos en el oficio

No le gustaría pasar a la historia como el juez que sentó en el banquillo de los acusados a una infanta de España, Cristina de Borbón, y a su marido Iñaki Urdangarin por el 'caso Nóos', ni ser recordado con esa «etiqueta» después de 40 años de oficio. Ayer, José Castro Aragón (Córdoba, 1945) hacía su último paseíllo por la segunda planta del edificio que alberga los juzgados penales y de instrucción de Palma de Mallorca para celebrar, con inusitado interés, tres juicios rápidos. Hasta tuvo que disculparse, haciendo gala de su afabilidad, con uno de los condenados por los 'flashes' que le perseguían y que asistía atónito a tanto revuelo mediático. Pero todavía habrá de volver una vez más a los juzgados. Seguramente en su vetusto deportivo BMW-Z3 después de tener que dejar la conducción de motos de gran cilindrada por prescripción médica. Será hoy, cuando ya sólo acuda «a firmar» su jubilación, que, «de no haber sido forzosa», le habría mantenido unos años más al pie del cañón. «No estoy preparado anímicamente para despedirme de mis compañeros; llevan 27 años soportándome, una de las condenas más duras que se han impuesto en Baleares», ironizó ayer a su salida del juzgado.
Separado y con tres hijos, Castro debía haberse jubilado en 2015, cuando cumplió 70 años, pero una reforma de la Ley Orgánica del Poder Judicial le permitió solicitar una prórroga de dos años, que le fue concedida, para poder acabar con la instrucción de todas las piezas que aún estaban abiertas por el caso Palma Arena. Una macrocausa, que estalló en 2009 y que acabaría con el Gobierno autonómico del popular Jaume Matas, acorralado por la investigación que llevaban a cabo el juez Castro y su inseparable compañero, el fiscal anticorrupción Pedro Horrach. La dimensión que alcanzó este proceso judicial, en el que se investigaba el sobrecoste en las obras de un velódromo, fue tal que tuvo que dividirse en 27 piezas. Aunque la gran sorpresa llegó cuando un expediente hallado durante el registro del velódromo puso sobre la mesa el nombre de Iñaki Urdangarin. El juez Castro empezó a tirar del hilo y a investigar los pagos, supuestamente irregulares, del Gobierno balear a la empresa Nóos Consultoría Estratégica (Urdangarin fue su socio fundador) y el papel que jugaba la infanta Cristina en todo el entramado. 71.000 folios de causa, 329 personas entre testigos e imputados y un alcance institucional y mediático, no exento de presiones y pactos en la sombra, que puso a prueba la honestidad de Castro.

Hecho a sí mismo

«Mis compañeros de Baleares llevan soportándome 27 años; esa sí que es una dura condena»
Hoy se jubila siendo el magistrado que más tiempo ha estado al frente del mismo juzgado de instrucción en Palma, al que llegó en 1991 tras pasar por varios destinos y tras una etapa como funcionario de prisiones. Este periodo le marcó para siempre y le enseñó a reflexionar cada vez que mandaba a alguien a la cárcel. Niega una y otra vez que llegara a ser juez por el cuarto turno. «Fue por oposición y a la primera», tal y como recoge Pilar Urbano en su libro 'Pieza 25. Operación Salvar a la Infanta', en el que la periodista disecciona el caso de corrupción descubierto en Mallorca. «Fue un niño que creció en la opulencia, gracias a las tres herencias que recibió su padre. Sin embargo, éste no supo administrar la fortuna y arruinó a la familia, tanto que Castro tuvo que estudiar por libre a la vez que trabajaba para poder sacarse la carrera», asegura Urbano a este periódico.
De las múltiples entrevistas «casi clandestinas» que mantuvo con el juez, la escritora saca tres conclusiones: el desacuerdo de Castro con la sentencia; su convencimiento de que había habido un complot de Estado para salvar a la hija del rey emérito, y el de que, pese a su absolución, la infanta Cristina había sido cooperadora necesaria «para que Urdangarin delinquiese».
Castro niega que sea un juez valiente (le horrorizan las culebras), «sólo hay que ser honrado», puntualiza en el libro. «Debo de ser bastante insensible cuando las presiones no me han hecho mella», confiesa el magistrado. Dice que en la 'pieza 25' no veía más reto que el de cualquier otra instrucción: hacer justicia sin lesionar la verdad. «Por eso, ley en mano y en conciencia, decidí imputar a la hija del rey Juan Carlos». La decisión le costó su amistad con el fiscal Horrach, cuya oposición a imputar a la Infanta tomó Castro como una «traición». Sin embargo, su imagen de juez íntegro le hizo ganar popularidad y ser reconocido el pasado mes de octubre como Hijo Predilecto de su ciudad.
Aunque en su día Podemos le llegó a proponer ser su líder en las islas, Castro descarta ahora adentrarse en la política. Seguirá dando clases, escuchando a Sabina y canturreando fandangos y coplas. Por fin tendrá tiempo para aprender a tocar esa guitarra que tantos años lleva colgada en la pared, y quién sabe si cumplirá ese sueño de ser camionero y viajar por el mundo.

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