BLOC CULTURAL,

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sábado, 28 de febrero de 2015

REVISTA MUJER HOY, LA CANTANTE DE JAZZ, DIANA KRALL,./ VIDAS PRIVADAS, EN DIRECTO PROTAGONISTA, Bella Freud, una diseñadora en constante evolución,.

TÍTULO: REVISTA MUJER HOY, LA CANTANTE DE JAZZ, DIANA KRALL,.
 
-foto-Diana Krall: "La música te hace comprender qué es lo que sigue dentro de ti y lo que has perdido" La cantante Diana Krall

La diva del jazz nos recibe en París para desnudar su nostalgia y hablar como nunca de la reciente muerte de su padre y del poder sanador de la música.

Mediodía en un lujoso hotel de los Campos Elíseos. Cortinajes de terciopelo adamascado, largos sofás de flores, lámparas de bohemia... El refinamiento se respira incluso en el ascensor que nos lleva a la habitación de la gran dama del jazz, Diana Krall, que está en París promocionando su último álbum 'Walflower', un recopilatorio de canciones clásicas del pop que transmite una renovada melancolía. Pero la suntuosidad rococó de la suite donde esperamos se desvanece de repente ante la presencia sencilla y amable de esta mujer, que aparece con unos jeans, una blusa negra y unos botines de tacón cuadrado.
Mujerhoy. Parece un lugar evocador, rodeado de una grandiosa naturaleza. Algunas de las canciones que interpreta en su nuevo disco tuvo que oírlas durante la infancia. Usted vivió hasta los 17 años en Nanaimo, en la isla de Vancouver.
Diana Krall. Sí, conservo una imagen romántica del Nanaimo de mi infancia, que sigue y seguirá siempre presente en mi memoria, pero lo cierto es que la ciudad ha cambiado mucho. Está repleta de gigantescos centros comerciales por todos lados. El Nanaimo de mi infancia era muy diferente; allí mis abuelos montaron un 'diner' (un restaurante cafetería, muy habitual en EE.UU. y en Canadá), que llegó a ser muy conocido. Todo el mundo iba allí, no importaba la clase social a la que se perteneciera: abogados, obreros... todos comían juntos.
MH. Su abuelo era un hombre de origen popular, que se había hecho a sí mismo y que tenía un gran tesoro: un piano con el que solía animar las reuniones familiares.
DK. Era todo un personaje. Con 13 años, emigró de Eslovaquia a Nanaimo para trabajar en las minas del carbón. Eran tiempos muy duros, siempre soy consciente de dónde vengo. El piano estaba en la sala de estar, era el centro de la familia. Nos reuníamos los domingos para tocar y cantar juntos. Discúlpame un segundo...
Diana salta del sofá como si volviera a ser una niña, abre una sencilla mochila que está junto a una cómoda y saca un móvil. Mientras lo enciende, continúa con su relato: "Mi padre grabó muchos de estos encuentros familiares. Los he transferido a este móvil que uso únicamente para guardar aquello que no quiero perder del pasado". Una canción interrumpe sus palabras, se escuchan voces diferentes cantando al unísono y, a lo lejos, un piano. "Es una grabación de 1966 en la casa de mi abuela –afirma–. La que toca el piano soy yo con 12 años. Eres la primera persona a la que se lo muestro...."
MH. Así que la música era... 
DK. Nuestra forma de entretenernos, nuestra manera de pasárnoslo bien, de vivir en familia, de vivir el hogar.
MH. Usted y su marido, Elvis Costello, ¿mantienen todavía esa tradición familiar?
DK. Claro que sí. Siempre nos reunimos en Navidad toda la familia, reparto cancioneros para poder cantar y tocamos todos juntos. En vez de quedarnos enganchados con la televisión, disfrutamos de la música en familia. Para mí, la música es el auténtico hogar. Mis gemelos también comienzan a cogerle el gusto: uno le da a la batería y el otro, a la conga.
MH. ¿Vuelve mucho a Nanaimo? 

DK. Tengo una casa al norte de la ciudad. Mi padre vivía allí, murió hace un mes y medio.
Se hace un silencio y se le humedecen los ojos. La muerte de su padre aconteció justo después de que la artista padeciera una larga neumonía, que la obligó a posponer el lanzamiento de este disco. Está pasando por un periodo difícil de su vida. "Es terrible, pero tengo que volver al trabajo. Por ahora, mi hermana está ayudando, pero volveré en cuanto tenga un hueco –cuenta con nostalgia–. Tenemos una cabaña entre el bosque y el mar, a 20 minutos de Nanaimo. A mis hijos les encanta ir. Lo llaman su 'happy place' (el lugar de la felicidad). Una vez les pregunté si les gustaría vivir allí. Siempre me contestan que no, para ellos es su refugio, su lugar soñado, no se imaginan yendo allí a la escuela. Pero sí puedes ver a las águilas sobre tu cabeza, contemplar a las ballenas, quedarte absorto mirando el firmamento."
MH. ¿Todo tiempo pasado fue mejor?
DK. No, no estoy de acuerdo con esa idea. Creo que sucede como en la película de Woody Allen, 'Midnight in Paris'. La imagen que tenemos del pasado es siempre más bella y evocadora de lo que realmente fue la realidad. Imagínate lo que sería retroceder al tiempo de mis abuelos y conocer la dureza de sus vidas, lo que debía suponer el hecho de no poder tener antibióticos, por ejemplo. En realidad, lo único que se debe mantener del pasado es el recuerdo. Tengo en casa un cuadro del pintor canadiense E.J. Hughes de 1969, que representa la bahía de Nanaimo. Sé que es una imagen romántica, pero creo que es así como debe existir en la memoria.
MH. ¿Esta dimensión romántica y melancólica de la que habla se puede encontrar también en su música?
DK. Sí, la música te hace comprender realmente qué es lo que sigue dentro de ti, pero también lo que has perdido. Por eso llevo siempre encima la grabación que te mostré antes. Siempre he creído que la música puede hacerte sentir que estás en tu hogar, aun estando muy lejos de él.
MH. Hablemos de la mujer y de la industria de la música. ¿Cree que, a diferencia de a los hombres, a las mujeres se les exige en este sector ser siempre jóvenes, sexys y provocativas?
DK. Creo que la cuestión no se debe plantear como una comparación entre hombres y mujeres, sino en si controlas o no aquello que quieres expresar. Lo importante, como mujer artista, es poseer un discurso que quieres defender y que, aunque tenga un fuerte componente sexual, si es propio, hay que ser capaz de pelear por él. No creo que ningún hombre le haya dicho a Nicki Minaj lo que tiene que cantar o lo que tiene que hacer en un videoclip. Lo mismo sucede con Lady Gaga o con Madona son mujeres muy poderosas que se expresan por sí mismas.
MH. ¿Pero cree que se mide con la misma vara a hombres y mujeres en la industria musical?
DK. Ciertamente, si eres mujer es mucho más difícil que te reconozcan por tu trabajo, por lo que haces. Björk ha publicado un artículo muy interesante sobre este tema. De alguna manera, en este mundo es fácil que el trabajo de una mujer acabe siendo controlado por los hombres. Por esa razón, es importante luchar por tener siempre el control de tus propias decisiones y, además, tener el coraje de expresar lo que piensas.
MH. He leído que le encanta España.
DK. Sí, claro. He estado muchas veces. Conozco Vitoria, Granada, Madrid, Bilbao, Barcelona... Me encanta San Sebastián. En Cambrils hice uno de mis conciertos más bellos, a la orilla del mar y con un cuarteto de jazz. Fue maravilloso.
MH. ¿Y qué es lo que la cautivó de nuestro país?
DK. La sensualidad que está presente en todo. La comida, el arte, poder salir y disfrutar de la vida en la calle. Me gusta España. Es un lugar donde puedo relajarme. Además, te vas a reír, pero una de las cosas que más me gusta es el vinagre español. Desde que lo probé, no he dejado de utilizarlo. Cada vez que salgo de España me tengo que llevar en la maleta todas las botellas de vinagre que quepan y que me dejen. También me encantan el jamón ibérico y el vino tinto.

Flores pop con alma de Jazz 
-Diana Krall es la única cantante que ha situado ocho de sus álbumes en lo mas alto de la lista de jazz de la revista Billboard. Además, ha recibido cinco premios Grammy y ocho premios Juno, nueve discos de oro, tres de platino y siete de multiplatino.
-Su nuevo álbum, 'Wallflower' (Universal), contiene clásicos de Bob Dylan, Elton John, The Mamas and the Papas, y una nueva composición de Paul McCartney.

Las autoras frente a la industria musical (y su rollo masculino...)
"En este mundillo, todo lo que dice un chico una vez tú tienes que decirlo cinco para ser escuchada". Björk, en la revista Pitchfork.
"Me parece insultante que alguien como yo no pueda tener ideas propias si no son respaldadas por algún rubio de ojos azules". M.I.A., en Pitchfork.
"Encuentro decepcionante cuando me presentan como la «musa vocal» de mi música cuando fui yo quien o coescribió cada una de las putas canciones". Solange Knowles, en Twiter.
"Todas mis batallas fueron contra egos masculinos. Busco equidad, no dominacion". Joni Mitchell, en New York Mag.

TÍTULO:  VIDAS PRIVADAS, EN DIRECTO PROTAGONISTA, Bella Freud, una diseñadora en constante evolución,.
La diseñadora Bella Freud

exclama Bella Freud mientras descuelga de la percha un jersey negro. A la altura del pecho, bordada en coral, figura la palabra 'Cigar' ...


Su bisabuelo, Sigmund, creó el psicoanálisis. Su padre, Lucian, fue uno de los mejores pintores contemporáneos. Ella, tras más de 20 años en la moda, sigue buceando en el pasado en busca de inspiración para sus creaciones.

"¡Vaya, me encanta este!", exclama Bella Freud mientras descuelga de la percha un jersey negro. A la altura del pecho, bordada en coral, figura la palabra 'Cigar' (cigarro) y, en una manga, 'Sometimes' (a veces). Es un guiño a la frase (puede que apócrifa) de su bisabuelo, Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis: "A veces un cigarro es solamente un cigarro". ¿De verdad dijo aquello? "¡Al parecer sí!", contesta Bella.
La cita es en su estudio en el norte de Londres, un espacio de techos altos y paredes blancas, con hileras de percheros abarrotados con sus jerséis con ingeniosos lemas. Ella misma viste uno: negro y ajustado, con un escudo bordado en la espalda que dice 'Lion' (león) y, en la manga, la palabra 'Jah' (que es como llama a Dios el movimiento rastafari). "Siempre me ha gustado su estética –aclara–. Compré el anagrama en el mercadillo de Portobello y se me ocurrió cosérselo".
Los jerséis de Bella Freud se han convertido en una sensación y los lucen 'celebrities' como Alexa Chung o Kate Moss. Sin embargo, nadie los lleva con tanto estilo como esta mujer de 52 años de físico juvenil. Es alta y esbelta, y tiene la cara fina y angulosa, con los ojos hundidos y enmarcados por cejas de un negro intenso. Es la viva imagen de su padre, el pintor Lucian Freud. "Él eligió mi nombre", confiesa. Aunque no le gustaban los niños, tuvo 13 hijos con cuatro mujeres.
En el estudio se ve la debilidad del pintor por su hija: hay varios retratos suyos y, sobre la chimenea, una pintura inacabada de Bella con su hijo Jimmy (entonces un bebé) en las rodillas y junto a su hermana pequeña, la escritora Esther Freud. Aunque quizá la pieza más notable de su colección sea un grabado de grandes dimensiones que representa a Pluto, el galgo que sirvió de modelo para el logotipo de su firma. "Pluto era mi perra. Cuando trabajé con Vivienne Westwood, creí que podría quedármela, pero solo podía estar con ella los fines de semana, así que se la di a papá", recuerda. Más tarde, cuando le pidió que ideara un logotipo para su empresa, el pintor esbozó una cabeza de perro con la lengua fuera y el nombre de su hija en letras mayúsculas con un trazo inseguro. "Lo recuerdo dibujándolo en la mesa de la cocina. Pensé que era perfecto y se cose con facilidad".
Pluto es el adorno de un top y un jersey de una colección que contiene un guiño a su bisabuelo: una sudadera con la palabra 'psicoanálisis'. Su madre, la escritora y jardinera Bernardine Coverley, también está presente: un retrato adolescente, extraído de una fotografía borrosa, estampa una camiseta con la frase 'Miss you' (Te extraño). "Aún no lo he empleado. Es demasiado fuerte", confiesa. Solo cuatro días después de que muriera Lucian Freud (en julio de 2011, con 88 años), fallecía Bernardine, también de un cáncer, que no había dado aviso.
"Mi madre era joven para marcharse tan pronto", se desahoga Bella. Tenía 68 años y había tenido otro hijo en 1974, Noah Woodman. "Creo que el último acto de generosidad de los padres es morir; por extraño que parezca –reflexiona (y seguro que su bisabuelo Sigmund estaría de acuerdo)–. Dejan de ser un motivo de preocupación y su desaparición representa el momento en que eres de verdad libre; de alguna manera, es maravilloso". Tal vez por eso, tras más de 20 años en la moda, trabajando para otros y colaborando con firmas como Barbour, decidió establecerse por su cuenta.
Los lemas de sus jerséis son su seña de identidad y cada prenda lleva una etiqueta que explica su sentido. Por ejemplo, 'Ginsberg is God' (Ginsberg es Dios), viene de un cortometraje que rodó con John Malkovich sobre una pandilla de chicas 'beatniks', que espera la llegada de su poeta favorito. Bella diseñó el suéter de la líder como si fuera el 'merchandising' de una banda. La idea me la dio el 'Clapton is God' (una pintada que llenó Londres en los 70). Pero la ambición de Bella va más allá de los eslóganes. Sus colecciones se pueden adquirir en Net-a-Porter y ha lanzado una línea de fragancias inspiradas en su infancia.
Sus padres se conocieron cuando Bernardine tenía 16 años y Lucian más del doble. Como ella provenía de una familia católica, tomó el apellido del pintor para tranquilizar a sus padres, pero no se casaron ni vivieron juntos. Tras nacer su hija pequeña, la relación se rompió. Bernardine no soportó las infidelidades de Lucian. Bella y sus hermanastras, Isobel Boyt y Lucy McAdam Freud, nacieron el mismo año, en 1961. Además, el pintor tenía relaciones con todas sus modelos.
"Mi madre no recibía mucho apoyo económico de mi padre. Desde que Esther y yo éramos muy pequeñas, trabajó como modelo y, luego, en una tienda de antigüedades. Era muy independiente, en una época en que eso no era bien visto en una mujer", revela la diseñadora. Cuando Bella cumplió seis años, su madre se mudó con ellas a Marrakech (Marruecos), donde vivir era más barato. Allí buscó la plenitud espiritual y sobrevivieron a duras penas. La hermana de Bella, Esther Freud, lo ha narrado en su novela 'Hideous Kinky' (Morboso horroroso, un juego de palabras con el que las dos hermanas se entretenían).
Bella aprendió a hablar y a leer en árabe. "Se me daba bien. Esther y yo solíamos ir a la plaza de Jemaa el-Fna y pasábamos el rato con los niños mendigos. Era divertido", recuerda. Pero el sueño se volvió pesadilla. Su madre viajó a Argelia con Esther, pero dejó a su hija mayor con una familia a la que apenas conocía. "Vivíamos en el campo y había otra pareja con un bebé. Luego, antes de la vuelta de mi madre, me fui con una enfermera inglesa".
Dos años después volvieron a Gran Bretaña. "Habíamos convivido con un montón de gente y el retorno fue... tenso –rememora–. Pero estábamos siempre juntas, así que en el fondo fue bueno". Se mudaron al sur de Inglaterra. Bella fingió que no sabía leer para que la aceptaran en la escuela. ¿Anhelaba una vida normal? "Me esforcé en adaptarme a ese día a día convencional, en el que los cereales venían empaquetados, mi madre tenía coche y no había pobreza en todos lados. Me daba fuerza ver que mis padres no se parecían a los de la mayoría. Eran mucho más atractivos".
Cuando la invitaron a donar para una exposición un objeto que simbolizara la felicidad, eligió una fotografía de sus padres cenando juntos. "No estuvieron juntos mucho tiempo y yo no tenía edad para recordarlo. Pero preparé la composición con un viejo marco y una fotocopia de la foto, que parecía más antigua. Me sentía dichosa por preservar ese instante de felicidad inventado. Ojalá estuvieran pasando un buen rato".
Bella no tuvo mucho trato con su padre hasta los 11 años, aunque el pintor les visitaba sin avisar. "Llegaba en un Bentley con su novia. Que papá se presentara así era un gesto revolucionario, como si nos liberara de una prisión. Echaba un vistazo y se marchaba". De forma esporádica, Lucian ayudaba con algunos billetes cuando no andaba apurado. En 2008 uno de sus retratos –'Benefits Supervisor Sleeping'– se vendió por casi 30 millones de euros, pero a principios de los 70 lo máximo que se pagaba por su obra eran unos 1.200 euros.
Bella se mudó a Londres con 16 años y su padre le buscó alojamiento con otra de sus hijas, Rose Boyt. Durante el día, trabajaba en la tienda de Vivienne Westwood. Pero las noches las pasaba con él. "Pude conocerlo y posar para él muchas veces". ¿No le resultaba embarazoso posar desnuda para su padre? "Al principio, pensaba que sería un poco raro, pero, en parte, era como ir juntos a la playa. En cuanto te acostumbras a quitarte la ropa, todo va sobre ruedas". Así pudo compartir buenos ratos con su solitario padre.
"Manteníamos conversaciones extraordinarias. Era una gran compañía". El placer era mutuo: Bella protagoniza varios de los retratos más destacados del pintor. Reanudaron las sesiones cuando ella regresó de Roma, donde completó sus estudios de moda, y volvió a trabajar como ayudante de Vivienne Westwood. "Pero conforme me hacía mayor y crecía mi interés en mi carrera, tenía menos energía para posar. Él siempre trabajaba hasta las dos de la madrugada y yo no podía con ese ritmo", confiesa.
Me pregunto si también se considera a sí misma una artista. Al fin y al cabo, ha eludido en repetidas ocasiones la pasarela en favor de formas más artísticas de mostrar sus colecciones, como los cortometrajes que ha rodado con John Malkovich, en los que los personajes visten su ropa, o su show durante la feria de arte Frieze London y no en la Fashion Week, pero dice que es para reducir gastos. "No pretendo ser artista, no concibo mis prendas como una obra de arte".
La elegancia de Lucian también ha sido su inspiración. "Era genial ver cómo se quitaba la ropa de trabajo y se ponía un traje con el que estaba... deslumbrante. Era emocionante verlo con ropa formal, porque seguía siendo un tipo que hacía lo que le daba la gana... Odiaba las fotos, pero no se perdía mis desfiles, le interesaban. Era un hombre maravilloso y un apoyo increíble. Yo le sentía como un aliado".
Se indigna cuando le sugiero que no todos sus hijos fueron tan afortunados; la mayor, la poeta Annie Freud, ha confesado la desolación que le produjo darse cuenta de que su padre tenía una relación más estrecha con unos que con otros. "Fue bastante imparcial. Nunca dio la espalda a ninguno. Cuando era bueno, era genial. Pero su obra era lo primero".
Bella aprendió de su padre su ética de trabajo: "Trabajaba y trabajaba, y no se venía abajo si las cosas salían mal. Pensaba que la única manera de triunfar es perseverar". Ella trata de no pasar un día sin ponerse manos a la obra: "A veces, no me apetece dibujar, no tengo nada que decir. Pero cuanto más trabajo, más posibilidades hay de que salga algo bueno".
El método de trabajo de Lucian ha sido su inspiración, pero no la relación de sus padres. Bella lleva 20 años con el escritor James Fox, con quien se casó en 2001. "Nunca pensé que fuera posible. Supongo que soy afortunada por tener una relación que funciona". Su hijo Jimmy tiene 13 años. En el embarazo, Bella decidió que le daría la educación estructurada que no tuvo. "Tras volver de Marruecos, durante un tiempo viví con Penny Guinness, que era novia de mi padre. Aunque estuviéramos viajando en un carromato, me obligaba a irme a la cama a las nueve en punto. Me gustó y se me metió en la cabeza para cuando yo criara a mis hijos".
"Querría estar con mi hijo todo el tiempo posible. Me gusta quedarme en casa. Ir de viaje, sin saber dónde voy a parar, me asusta", confiesa. Quizá por eso tiene su estudio en el edificio donde vive. Sin embargo, aunque es hogareña y familiar, es tan poco convencional como sus padres. Cuando no está enfrascada en sus diseños, se divierte con la batería. "Llevo cuatro años tomando lecciones. Es fantástico aprender algo siendo adulta. La felicidad no ocurre porque sí: tienes que buscarla. Y tocar la batería me hace tremendamente feliz... Es divertido hacer cosas que no tienen que ver con tus obligaciones".

Retro Jamaica
-Aunque tiene su propia firma, Bella no renuncia a colaborar con algunas marcas icónicas. La última ha sido Fred Perry, en una colección cápsula de ropa deportiva en la que lo retro se combina con una clara inspiración jamaicana.

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