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sábado, 14 de febrero de 2015

EL PLATANO EN LA OREJA, El canto del cisne que nadie quería contar / TRAZOS, LOS SOMBREROS, GARCIA LORCA Y JOSE ANTONIO, UNA INCOMODA AMISTAD ENTERRADA,.

'Virgen de la consolacion', de Bouguereau, una de las 84 obras de la muestra 'El canto del cisne' :: efeTÍTULO: EL PLATANO EN LA OREJA, El canto del cisne que nadie quería contar ,.

EL PLATANO EN LA OREJA, El canto del cisne que nadie quería contar ,.fotos,

Los maestros de la denostada pintura académica del museo de Orsay recalan en la Fundación Mapfre,.

Resultado de imagen de EL PLATANO EN LA OREJA,Fueron los últimos clásicos, resistentes de la pintura académica y contumaces perseguidores de la belleza tradicional en un mundo cambiante. Unos pintores de excepcional calidad que se mantuvieron fieles a la tradición que arrancó en el Renacimiento, que quisieron renovarla desde dentro, y en la que persistieron hasta que fueron sepultados por el tsunami del impresionismo, las vanguardias y la modernidad. A pesar de la calidad de su refinada y espléndida pintura y de su decisiva influencia, fueron artistas denostados en el siglo XX hasta casi el olvido.
«Nadie quiso contar la historia de estos artistas que trataban de estar a la moda en el último tercio del siglo XIX, no siempre con éxito, adaptándose a los cambios de una sociedad de gusto y exigencias variables, y que no siempre vendían bien sus obras a coleccionistas e instituciones», asegura Pablo Jiménez Burillo. Es el director del Área de Cultura de la Fundación Mapfre, que expone en su salas los tesoros olvidados de estos creadores, rescatados de las colecciones del parisino Musée D'Orsay. Una muestra que, a a juicio de Jiménez «era una asignatura pendiente».
'El canto del cisne. Pinturas académicas del salón de París' es el elocuente título de la primera exposición que explica este fin de ciclo reuniendo casi un centenar de obras, muchas de gran formato, nunca vistas en España y poco conocidas en Francia. Y es que el zarpazo de la vanguardia hizo que estas grandes obras de anclaje tradicional pasaran de la primera línea del escaparate a la trastienda y el ostracismo. Casi un tercio de las piezas que recalan hasta mayo en España estaban arrumbadas en los depósitos del museo parisino.
Jiménez y Guy Cogeval, director de museo de Orsay, son los comisarios y responsables de una selección de 84 obras de los principales artistas académicos, pintores como Ingres, Gérôme, Cabanel, Bouguereau, Laurens, Henner, Meissonier o Baudry. Las pinturas son, en muchos casos, más conocidas y famosas que sus creadores, como ocurre con los retratos de Víctor Hugo o Marcel Proust a cargo de Léon Bonnat y Jacques-Emile Blanch; o el icónico lienzo 'Campaña de Francia' de Jean-Louis-Ernest Meissonier, con un Napoleón a caballo y en retirada ante su ejército tras la batalla de Laon.
El desnudo femenino y los retratos están entre los grandes temas de estos creadores, como la pintura de inspiración bíblica e histórica «cuya demanda decae con la llegada el cine», según destaca Jiménez. «A través de esta pintura vemos un mundo que acabaría socavado por el virus de la realidad, y que conviviría con las vanguardias todavía en el primer tercio del siglo XX, para caer en el definitivo olvido tras la segunda guerra mundial», apuntan los comisarios.
«Si el anhelo de los académicos era la belleza, todo cambiará con la llegada de los impresionistas, que se mueven por un radical anhelo de libertad», dice Jiménez, que destaca como en la transición de un mundo a otro cambian la reglas de juego. «El Estado y la Iglesia han desaparecido como clientes tradicionales y dejan de ser los árbitros artísticos en favor del público y la crítica». Emerge un mundo moderno industrializado que perderá lo que eran convicciones inamovibles de la tradición. Ante el cambio, «los académicos responden con un huida al pasado, a lo exótico y a lo lejano», apunta el comisario.
Es una pintura olvidada pero crucial, que ahora se reivindica con esta muestra «necesaria» y cuya influencia «es perceptible por ejemplo en Dalí, que tenía a Meissonier y a Vermeer por su antecesores de más talento», según destaca Jiménez. «Son una generación de pintores que miran a la tradición y a la historia del arte, de las que no reniegan, más que a la realidad. Que están de moda antes de que los impresionistas rompan la baraja, se vayan a pintar al campo y se cambie el ideal de belleza por el de libertad», insiste el comisario. Junto a los academicistas más puros hay obras de otros pintores que, si bien no se suelen clasificar como académicos, se integraron en el sistema expositivo del Salón parisino del siglo XIX y partieron de la tradición para explorar nuevos horizontes, como Alma-Tadema, Gustave Moreau, Puvis de Chavannes o Courbet.
Los hay también de vuelta al cierto academicismo, como el Renoir que tras su larga excursión impresionista recupera las composiciones más formales y tradicionales como se ve en su doble desnudo femenino 'Las bañistas', que cierra la muestra junto a 'Las oréades' de Bouguereau y plantea una reflexión sobre el discurso que las historiografía.

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Resultado de imagen de los sombreros«¿No crees que con tu azul y el mío juntos haríamos una España mejor?». José Antonio Primo de Rivera, fundador de la Falange Española -camisa azul y mártir fascista- garabateó la pregunta en una nota para Federico García Lorca, poeta rojo abatido por las balas y odio franquista y que lucía mono de trabajo azul en La Barraca, su ambulante compañía teatral. El ideólogo fascista y el poeta republicano y homosexual «fueron amigos y se trataron, por más que la historia se empeñe en enterrar esta amistad incómoda».
Lo dice Jesús Cotta (Málaga, 1967) autor de 'Rosas de plomo' (Stella Maris) un ensayo subtitulado 'Amistad y muerte de Federico y José Antonio'. Rastrea las escasas evidencias y testimonios de la relación entre el poeta y el político y y ha ganado el premio de biografía histórica de la editorial, dotado con 6.000 euros. La antinatural relación amistosa ha sido un tabú «discutido, afirmado y negado» por quienes la conocieron e investigaron «aunque hay más testimonios afirmativos que negativos», dice Cotta. Tras constatar que fueron amigos, ha pasado un lustro «pisando ciénagas para quitar las máscaras ideológicas y ver las afinidades reales».
El poeta Gabriel Celaya recreó en las notas de su diario incluidas en 'Poesía y verdad' su última conversación con Lorca en la que este cuenta su trato con José Antonio. «¿Sabes que todos los viernes ceno con él? Pues te lo digo. Solemos salir juntos en un taxi con las cortinillas bajadas, porque ni a él le conviene que le vean conmigo, ni a mí que me vean con él».
No hay testigos directos ni fotos de unos encuentros que debieron darse en el entorno de 'La ballena alegre' la tertulia de José Antonio. «Nadie pone en duda la amistad de Lorca con Azaña, aunque tampoco haya fotos, pero se duda de su relación con José Antonio porque derriba tanto el mito del poeta izquierdista como del novio virgen y mártir de la España azul y reaccionaria», dice Cotta. «Se niega por razones ideológicas y no lógicas», remacha el autor que certifica cómo en marzo de 1936 los presentó Carlos Morla Lynch, diplomático chileno afincado en Madrid, amigo íntimo de Federico y admirador de José Antonio.

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