BLOC CULTURAL,

BLOC CULTURAL,

martes, 12 de abril de 2022

Cartas Olvidadas - La rana tonta ,. / Cartas en el Cajon - Cómo evitar la tentación del miedo ,. / REVISTA TENIS - Carlos Alcaraz, uno de los elegidos,.

          TITULO: Cartas Olvidadas -La rana tonta,.

La rana tonta,.


foto / La historia de la rana y el agua que hierve se utiliza bastante en manuales de autoayuda y cosas así. Ya saben en qué consiste. Supuestamente, si se mete una rana en un caldero de agua fría que se calienta muy poco a poco, el animal irá adaptándose hasta morir hervido. Hay quien dice que eso es falso y que a cierta temperatura la rana acaba largándose. No lo sé. No pienso hacer el experimento. Prefiero creer que la rana sobrevive. Puede ser que haya categorías: las ranas listas saltan, las ranas tontas se quedan en el caldero.

En cualquier caso, la historia de la rana vale como metáfora de lo que está ocurriendo.

No hace mucho, existían en las sociedades occidentales ciertos tabúes bastante sólidos y generalizados. El racismo, por ejemplo. Nunca ha dejado de haber racistas, pero desde los años sesenta (descolonización, campaña por los derechos civiles en Estados Unidos, etcétera) sus opiniones fueron haciéndose impopulares. Para decir alguna barbaridad racista había que comenzar la frase con una contradicción retorcida: “Yo no soy racista, pero…”. Los políticos del ramo se veían obligados a disimular. Richard Nixon sólo se permitía expresar su asco hacia los negros y los indios (de India) en conversaciones privadas. Margaret Thatcher decía defender el apartheid sudafricano por razones económicas.

También el nazismo era tabú. El propio régimen franquista se esmeró en esconder su estrecha cooperación con Adolf Hitler. En 2018, la necrológica de Gerardo Fernández Albor que publicó este diario, recordaba que el primer presidente de la Xunta de Galicia fue teniente de la Luftwaffe a las órdenes de Hitler; esa mención sobre su pasado molestó a numerosos simpatizantes del Partido Popular. El nazismo era todavía un detalle feo.


¿Por dónde empezaron a disolverse los tabúes en las sociedades democráticas? ¿Cuándo se rompió el consenso posterior a 1945? Imposible fijar un momento concreto. Las cosas ocurrieron poco a poco. Jean-Marie Le Pen, un viejo nazi, llegó a la segunda vuelta de las presidenciales francesas en 2002. Silvio Berlusconi creó en 2007 una coalición gubernamental que incluía a Alianza Nacional, el partido de los herederos de Benito Mussolini. En 2016, Donald Trump ganó la presidencia de Estados Unidos con guiños constantes al país “grande” de antes (los buenos tiempos del racismo institucionalizado) y con un calculado desprecio hacia los afroamericanos, los mexicanos y los musulmanes.

En España, la aparición de Vox marca un hito. Cuando uno hurga en el humus de las redes sociales voxísticas encuentra, a montones, racismo y nazismo. Ahora se puede decir en televisión que quienes bombardearon Gernika en 1937 (la Legión Cóndor nazi y la aviación legionaria de Mussolini) “no eran tan malos” y que los civiles bombardeados “no eran tan buenos”. O compensar el asunto con la matanza republicana de Paracuellos. Es una vieja falacia: como Estados Unidos lanzó una bomba atómica sobre Japón, el genocidio cometido por los nazis fue simplemente otro horror de la guerra. “Una anécdota”, como solía repetir Jean-Marie Le Pen.

Pues nada. Los nazis no eran tan malos. Y Vladímir Putin tiene sus cosas buenas. Y la temperatura del agua sigue subiendo. Y nosotros, la rana tonta, nos vamos acostumbrando.


TITULO: Cartas en el Cajon - Cómo evitar la tentación del miedo  ,.


Cómo evitar la tentación del miedo ,.


foto / Decía Borges que la novela rusa parece empeñada en demostrar que no hay nadie imposible: suicidas por felicidad, asesinos por benevolencia, gente que se separa por amor… Pues la última entrega de esta literatura insigne parece empeñada en añadir que al ser humano le tranquiliza sentir miedo. Sé que suena contradictorio, pero creo, con Chesterton, que las cosas se vuelven más paradójicas cuanto más nos acercamos a la verdad.

Para comprender en qué sentido digo que el miedo nos tranquiliza, necesitamos distinguir entre el miedo y la ansiedad. La persona dominada por la ansiedad no sabe exactamente qué teme, ni qué debe hacer para evitarlo. La ansiedad es como el tiburón, que te da una dentellada y deja que te desangres solo. De ahí que al angustiado le duela más la ansiedad que el miedo, que tiene un estilo cognoscitivo más preciso, pues nos informa de hacia dónde correr o contra quién luchar.

La narrativa del miedo es consoladoramente sencilla. Es un mal cuento infantil en el que todo está bien claro. La ansiedad, en cambio, es una novela muy larga en la que no acabamos de entender qué está pasando. Por eso, tal y como explica Jean Delumeau, en El miedo en Occidente, los individuos y la sociedades desgastadas por la ansiedad tienden a cuartearla en miedos concretos, simples y manejables que les proporcionen una engañosa sensación de control.


Con una mezcla de miedo y esperanza, desean que un buen diluvio universal limpie el cielo encapotado de la inquietud. De ahí las ganas de que eso suceda de una vez por todas, aunque sólo sea para saber a qué atenerse. De ahí la mística de la guerra como una actividad higiénica y vigorizadora, que nos tienta de forma cíclica. La ansiedad se parece a esos bebés que sólo se duermen si los agitas. Quien lo probó lo sabe.

Pero a la hora de la verdad el miedo nos cura de la ansiedad tanto como el cambiar de cama sin salir del hospital. Porque cuando sentimos miedo, miedo torero, echamos de menos aquella buena época en la que nuestras vidas apenas se hallaban empañadas por la bruma de la ansiedad, que, olvidadizos de que su carácter envolvente y duradero la hacían más desgastante que el miedo, se nos aparece como un miedo de purpurina.

Esta Course-Navette de la ansiedad al miedo y del miedo a la ansiedad sería desopilante si no tuviese consecuencias espeluznantes. Porque, cuando el diablo que hemos elegido temer viene a salvarnos de las tinieblas de la ansiedad dividiéndolas en una región de luz y otra de oscuridad, no tardan en llegar los zorros del miedo gritando que viene el lobo. Entonces, como en nuestras peores pesadillas, las sirenas homéricas se transforman en sirenas antiaéreas, y los cuentos de hadas, en recuentos del Hades, con sus muertos y sus fantasmas.

Por eso debemos resistirnos a la tentación del miedo. Y debemos hacerlo al menos en dos frentes. En el de los factores objetivos, luchando contra la precariedad, la injusticia y la ignorancia, con el objetivo de reducir la ansiedad. Y en el de los factores subjetivos, esforzándonos por conocer mejor el mundo, en tanto que lugar complejo y ambiguo, con el objetivo de esquivar las explicaciones sencillas y las soluciones mágicas.

Pero ¿qué podemos hacer una vez que ya hemos cedido a la tentación del miedo? Para empezar, conocer bien a nuestro enemigo, que es el propio miedo. Comprender que distorsiona nuestros modos de conocimiento, pues deforma nuestras percepciones, confunde nuestra razón, altera nuestra memoria y nos encierra en burbujas cognitivas tan autosuficientes como irreales. Y que, frente a ello, lo mejor es sofrenar, mediante la suspensión de juicio y el uso de la razón, al caballo asustado de nuestro dogmatismo, con la esperanza de que, como hizo Alejandro con Bucéfalo, baste hacerlo mirar hacia el sol del conocimiento para que deje de asustarse de su propia sombra.

Debemos comprender también que el miedo nos lleva a reducir nuestra zona de contacto con el mundo, hasta encerrarnos en una especie de habitación del pánico en la que la información y el aire escasean. Por eso, para vencer al miedo, es necesario abrirse al mundo y ampliar el contacto, buscando lo semejante en lo diferente y lo diferente en lo semejante. Como decía Emerson, cada día deberíamos obligarnos a hacer al menos una cosa que nos dé miedo. Y no hay nada que nos asuste más que ver el mundo en su endiablada complejidad.

También debemos tener en cuenta que el miedo es la Celestina de las pasiones tristes, que son tan seductoras y engañosas como él. William Hazlitt habló del placer de odiar. Victor Hugo decía que la melancolía era la alegría de estar triste. El resentimiento nos consuela haciéndonos creer que toda la justicia está de nuestra parte. Pero, a pesar de sus promesas, este tipo de pasiones disminuyen nuestra lucidez y nuestra potencia, lo cual aumenta, a su vez, nuestro miedo. Por eso es mejor fomentar las pasiones alegres contrarias, la curiosidad, la admiración, la confianza o la amistad. Mi cuñado interior me dice que soy cobarde o ingenuo, pero yo no digo que haya que fomentar esas pasiones por debilidad o candidez, sino porque creo, con Spinoza o D’Holbach, que nos hacen más fuertes y resistentes.

Finalmente, debemos tomar conciencia de que el miedo erosiona el tejido social al impregnarlo todo de desconfianza y agresividad, y de que eso es precisamente lo que más desean los poderosos. Por eso resulta urgente restablecer los lazos políticos, familiares, vecinales, asociativos y políticos, y alimentar la democracia entendida en términos de debate público razonado, en el que la verdad sea un objetivo común al que todos sometamos nuestros egos heridos y nuestros intereses desaforados.

Mi cuñado interior vuelve a protestar. ¡No es con apósitos con lo que se solucionará el despropósito de la guerra! Y es cierto que nos hallamos encerrados en una especie de escape room, o escape boom, y que el tiempo corre. Pero también lo es que, mientras hacemos el colibrí bombero, conocer los mecanismos de la ansiedad y el miedo puede ayudarnos tanto a no sobreinterpretar y a no sobrerreaccionar como a no ofuscarnos y a no paralizarnos.

Lo que tengo claro es que, cuando todo esto pase —que pasará, como todo pasa—, y las tinieblas del miedo vuelvan a dispersarse en la niebla de la ansiedad, tendremos que seguir luchando, con fuerzas renovadas, para reducir en todos los frentes la ansiedad que provocan la ignorancia, la precariedad y la injusticia. Porque, de otro modo, el miedo volverá a tentarnos, y eso siempre será de temer.


TITULO : REVISTA TENIS - Carlos Alcaraz, uno de los elegidos,.


Carlos Alcaraz, uno de los elegidos,.


foto / Carlos Alcaraz,.



Los espectáculos de masas los generan millones de personas pero los provocan unos pocos. El deporte es uno de los activos más potentes a nivel social. Y los atletas están en el punto de mira. Apenas unos pocos pasan al siguiente nivel: cuando se pasa de deportista, de simple competidor, a generador de emociones colectivas, alguien capaz de condicionar el sentir del gran público. Carlos Alcaraz ha entrado en el imaginario deportivo español a toda velocidad, convirtiéndose en un atleta que genera expectativa más allá del tenis.

La gente que sigue el circuito conoce desde hace años la proyección de Carlos. Los que se asoman en momentos puntuales al tenis ya han incluido su nombre en esa lista de elegidos a los que mirar de vez en cuando. Probablemente estemos ante uno de los atletas más prometedores del deporte español, una cuna inagotable de figuras. Lo que no admite discusión es que ya estamos ante uno de los mejores tenistas del mundo. En un deporte global, con un nivel medio que se multiplica lustro a lustro, lo ha logrado con apenas 18 años.

Destaca en él su sencillez, una humildad natural y una cercanía que encandila a todos. Es capaz de trasladar a la pista estos valores con un talento y una garra impresionantes. En esta etapa inicial de su carrera, donde los cambios se aprecian a toda mecha, observamos a un deportista con una mente privilegiada. Con resultados que, a su edad, ni los mejores de la historia pudieron conseguir.

Alcaraz ha atravesado una puerta gracias a su talento. Quienes le esperaban a futuro ya le observan en clave actual. Esa expectativa es un reto a asumir desde lo mental desde el siguiente torneo. Con un equipo que tiene claro el camino a seguir, el pupilo de Juan Carlos Ferrero ha devorado en un puñado de semanas los objetivos marcados para todo un año. Ganar un ATP 500, levantar un Masters 1000 y debutar con triunfo en la Copa Davis son méritos que se le cayeron ya de los bolsillos.

Si hay algo que me sorprende de Carlos es su claridad. Afirma las cosas con convicción, no tiene miedo a nada deportivamente hablando y expone sin problema que quiere volar todavía más alto. Lo bonito del deporte es tener objetivos, confianza para perseguirlos y talento suficiente para culminarlos. Alcaraz está demostrando cumplir con creces todas estas etapas del camino.

La ilusión de verle en tierra

Si el inicio de temporada ha supuesto un seísmo en el circuito ATP Tour, se acerca una gira que todos esperamos con una tremenda ilusión. La temporada de arcilla es el tramo del año que más puede gustarle, con torneos europeos como Madrid y Barcelona antes de llegar a París. Muchos le colocan ya como el gran candidato en todas estas citas, un camino que desembocará en el soñado horizonte de Roland Garros.

Carlos ha reconocido sin miedos que irá a por ese torneo. A sus 18 años, tiene claro que desea ganar un Grand Slam esta misma temporada. Y su talento le permite un beneficio de la duda reservado a los elegidos. Si no consigue este objetivo en 2022 entrará dentro de lo normal, pero nadie podrá echarse las manos a la cabeza si termina por coronarlo. Ese es el mérito de un deportista que todavía transita en la adolescencia.

Muchos ven a Alcaraz como un sucesor de Rafa Nadal, pero el murciano está escribiendo en mayúsculas su propio camino. Parece claro que esa etiqueta costará retirarla de sus hombros, especialmente con la figura legendaria de Nadal bien caliente en la mente de todos. Pero el tiempo dará la razón a un joven con su propio estilo, dispuesto a brindar muchos años de más alegrías al deporte español.

Ferrero pedía estos días que se deje a Alcaraz caminar tranquilo. Hay que dedicarse a disfrutar de su juego, muy pocos deportistas alcanzan su nivel y un error frecuente en el circuito es tener prisas con el talento. Es el primer interesado en levantar títulos, disfrutar jugando y competir por los mayores objetivos.

Si algo está logrando Carlos es saciar esas ganas con una precocidad de impresión. Tenemos ante nosotros un diamante en bruto. Vamos a pulirlo con el tiempo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario