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sábado, 9 de abril de 2022

Documaster - La guerra desnuda el dilema energético europeo ,. / Al Médico - Un joven de 14 años resulta herido tras caer desde 25 metros ,. / Tarde de café - El Moralo cumple con el triunfo ante el Don Álvaro,.

          TITULO:  Documaster - La guerra desnuda el dilema energético europeo,.

La guerra desnuda el dilema energético europeo,.

Hay unanimidad en que Europa no puede depender de los combustibles rusos, pero no sobre cómo evitarlo. La invasión de Ucrania provocará cambios en las políticas de energía y en la descarbonización que busca luchar contra el cambio climático. El peligro está en sustituir la dependencia del gas ruso por el de las tierras raras de China,foto.



La guerra en Ucrania ha despertado a Europa de su sueño de estabilidad energética. La invasión rusa ha dejado al desnudo la dependencia gasística del continente, que ahora se ve obligado a buscar proveedores alternativos con urgencia. Es una coyuntura que puede afectar a la hoja de ruta de la descarbonización, tanto a corto como a largo plazo. «Esta crisis energética puede acabar bien o mal. Será positiva si la Unión Europea impulsa el decrecimiento, la eficiencia energética y el transporte público; será negativa si sustituye la dependencia de Rusia por la de gas natural licuado de Estados Unidos, que tiene un impacto medioambiental doble: porque se produce a través del 'fracking', una técnica especialmente nociva, y porque su transporte emite aún más CO2», explica Javier Andaluz, responsable de los programas de Clima y Energía de Ecologistas en Acción.

«La guerra va a cambiar muchas cosas», coincide Enrique Monasterio, director de Desarrollo e Innovación del Ente Vasco de la Energía (EVE). «Ha confirmado que el camino marcado en 2016, cuando se apostó por convertir a Europa en líder tecnológico de las energías renovables, es el adecuado. Por dos motivos: porque reduce nuestra dependencia energética, que tiene un coste económico y geopolítico muy elevado -solo el año pasado Rusia recibió 60.000 millones de euros de Europa por sus combustibles-; y porque proporciona a nuestra industria un valor añadido que abre oportunidades de negocio».

En su opinión, a corto plazo la estrategia contra el cambio climático puede verse lastrada por la imperiosa necesidad de encontrar alternativas inmediatas al gas ruso, un hecho que incluso ha provocado la reactivación de centrales térmicas de carbón en desuso. «Ahora resultan competitivas a pesar de que pagan más derechos de emisión de CO2 y, circunstancialmente, pueden verse beneficiadas por un trasvase del gas», analiza. No obstante, Enrique Monasterio sostiene que, a largo plazo, esta situación acelerará el proceso de descarbonización de Europa, que se ha propuesto alcanzar la neutralidad de carbón en 2050. «Con estos precios, los consumidores individuales impulsarán el autoconsumo, y los industriales contratarán la energía a largo plazo», avanza.

Fuentes del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico son de la misma opinión. «La guerra ha agudizado el choque entre la oferta y la demanda y puede suponer un impulso para la instalación de granjas solares y parques eólicos que no estén en zonas de alta sensibilidad ambiental», resaltan. El Ministerio también cree que se acelerarán los proyectos para la producción de biogás y de hidrógeno verde, para los que se crearán líneas directas a la red gasista. No obstante, Javier Andaluz, de Ecologistas en Acción, señala que «es necesaria una mejor planificación de estas infraestructuras», advierte de que se puede inflar una burbuja «como la de las regasificadoras a principios de siglo», y resalta que son proyectos que no arrojarán resultados hasta pasados varios años.

Viejos debates

«En la búsqueda de soluciones rápidas se han abierto viejos debates: si debemos alargar la vida de las nucleares y apostar por nuevas -Reino Unido ha aprobado las minicentrales desarrolladas por Rolls-Royce y Francia ha logrado que esta fuente sea considerada 'verde'-, si hay que explotar el gas europeo ahora que los precios dan sentido a esos proyectos -España esconde en su territorio en torno a un billón de metros cúbicos-, y si tenemos que retomar conexiones que se habían abandonado, como la del MidCat», explica Monasterio.

Para este experto, las nucleares tienen sentido como alternativa si se busca luchar contra el cambio climático, pero acarrean un riesgo muy elevado y plantean demasiados problemas en el tratamiento de residuos. Por eso, él ve más factible invertir en la extracción del gas europeo durante el proceso de transición hacia el ideal de un mundo movido exclusivamente por energías renovables.

De momento, España ya ha anunciado un refuerzo de las capacidades de almacenamiento de combustibles para evitar que la crítica situación actual se prolongue hasta el próximo invierno. Esta semana ha aumentado de 20 a 27,5 días el mínimo obligatorio de las reservas de gas y petróleo. «Se puede hacer acopio en verano, cuando el precio es más bajo, aunque este año será diferente porque todos los países europeos tratarán de alcanzar el 80% de las reservas requerido», vaticina Monasterio.

A corto plazo, la responsable de campañas de clima y energía de Greenpeace en Europa, Silvia Pastorelli, considera que la solución pasa por una reducción de la demanda. «La energía más limpia y barata es la que no utilizamos. Se puede hacer mucho para reducir el consumo mejorando el aislamiento de las viviendas, por ejemplo». Además, Pastorelli recomienda incrementar los impuestos sobre las empresas energéticas «que están cosechando enormes beneficios con esta crisis» para financiar esos proyectos de reformas, a los que también llegarán los fondos Next Generation.

Instalaciones del gasoducto Nordstream 2 en el Ártico. El proyecto energético estrella de Rusia está suspendido. / AFP

En cualquier caso, la península ibérica, considerada una isla energética, verá sus políticas en este campo menos afectadas que países como Alemania, donde la dependencia del gas ruso es especialmente acusada. Ya incluso antes de la invasión de Ucrania, Berlín suspendió los permisos para la entrada en funcionamiento del segundo gasoducto NordStream, un proyecto clave de Vladimir Putin, y, como consecuencia, esta semana ha puesto en marcha la primera fase de su plan de emergencia de suministro de gas, que podría resultar en un racionamiento del suministro a la industria. Además, el gobierno alemán creará reservas estratégicas en las que incluye también el carbón -Brandemburgo ha solicitado retrasar el cierre de dos centrales de lignito-, y plantas regasificadoras para el gas licuado.

«Este tiene que ser el punto de inflexión en el que Europa se planta ante el chantaje energético de Rusia sin distanciarse de su objetivo de crear un 'planeta verde'», afirmó en Berlín el viceministro de energía ucraniano, Yaroslav Demchenkov, durante el 'Diálogo para la Transición Energética' organizado el jueves en la capital alemana. La ministra de Medio Ambiente germana, Steffi Lemke, recogió el guante y anunció un impulso sin precedentes a las renovables y la economía circular. Su homólogo británico, Kwasi Kwarteng, recordó que «alejarse de los combustibles fósiles no solo incrementa la autosuficiencia sino que sirve para combatir la gran crisis de nuestro tiempo, el cambio climático».

Del fuego a las brasas

En cualquier caso, ese paradigma hacia el que Europa avanza más rápido que nadie también plantea sus peligros. El principal está en la dependencia de elementos como el litio o las tierras raras. Lo reconoció la propia Lemke. «La dependencia no es solo energética, sino también de materias primas y de cadenas logísticas».

Al fin y al cabo, China produce más del 60% de todas las tierras raras del mundo, elementos clave para la transición ecológica, así como de las baterías de litio que mueven los coches eléctricos. En 2025, el gigante asiático podría controlar hasta el 75% de los minerales críticos para la electrificación -litio, cobalto, manganeso, grafito y níquel-, por lo que muchos se preguntan si acelerar la adopción de renovables no supondrá sustituir la dependencia de Rusia por otra de China. O sea, salir del fuego para caer en las brasas.

Pastorelli reconoce que ese dilema existe, y que no es fácil encontrar un equilibrio. Pero está convencida de que «este es el mejor momento para alejarse de un sistema tóxico» e incide en la necesidad de impulsar la economía circular. Sobre la oposición de una parte de la ciudadanía a la instalación de grandes instalaciones renovables, la activista de Greenpeace subraya la necesidad de que la población participe en las decisiones y que se beneficie de ellas. «Cuando ve que su factura baja, la perspectiva cambia», comenta optimista. Para Monasterio «la clave está en no apostar por una sola tecnología sino por la diversificación, porque cada tecnología requiere diferentes materias primas y tiene aplicaciones diferentes».

Hidrógeno verde: ¿solución o burbuja?

España apuesta sin fisuras por el hidrógeno verde como la solución futura para diferentes necesidades energéticas, sobre todo en el transporte pesado y la industria. El nuestro es el país con la mayor capacidad de producción proyectada para 2030, pero Silvia Portelli, de Greenpeace Europa, advierte de que «no existe la bala de plata que lo solucione todo» y reduce el papel que el hidrógeno renovable jugará en las próximas décadas a «uno de los elementos del mix energético europeo».

Enrique Monasterio, del EVE, concuerda. «Aún es una solución lejana por el coste que tiene, pero su desarrollo y su uso se justifica más fácilmente en este contexto de precios elevados. Es competitivo cuando el precio del gas natural está a 100 euros Mwh», analiza.

Sin embargo, Javier Andaluz, de Ecologistas en Acción, teme que se esté hinchando una nueva burbuja en torno a un gas «que no sirve ni para la movilidad privada ni para calefacción» y que «requiere altas presiones, tiene un rendimiento muy bajo -en torno al 25%-, y no se puede almacenar a largo plazo». Andaluz recuerda que «Islandia lleva mucho tiempo apostando por el hidrógeno y aún no ha extendido su uso», por lo que él considera que la electrificación es una mejor alternativa. «El problema es que hace falta planificarla bien», sentencia.

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