BLOC CULTURAL,

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martes, 12 de agosto de 2014

LA CENA DEL MARTES, MIERCOLES, Erdogan busca la eternidad,.


  1. TÍTULO: LA CENA DEL MARTES, MIERCOLES,  Erdogan busca la eternidad,.


    Una legitimidad en las urnas con la que el primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, pretende diseñar un sistema político a su medida si resulta ...

    • Turquía celebra hoy elecciones presidenciales, las primeras en las que 53 millones de personas podrán ejercer su derecho con el voto directo, hasta ahora un privilegio del Parlamento de Ankara. Una legitimidad en las urnas con la que el primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, pretende diseñar un sistema político a su medida si resulta victorioso tras doce años de mandato. Por un lado, desea dirigir el país al menos hasta el 2023, año en el que se conmemora el centenario de la fundación de la república laica. Por otro, le empuja la necesidad, pues los estatutos del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) le impiden presentarse nuevamente como candidato en los comicios legislativos del 2015.
      No parece probable que sus rivales en la primera vuelta le lleguen a plantar cara. El veterano Ekmeleddin Ihsanoglu, un profesor de Ciencias Naturales de 70 años, se presenta como la versión amable del propio Erdogan: un islamista moderado que hace guiños al laicismo y prefiere jugar la carta de la caballerosidad (como gesto, donó 350 euros a las campañas de sus oponentes). El tercero en discordia es Selahattin Demirtas, abogado y activista de los derechos humanos que satisface las expectativas de una juventud urbana cercana a la izquierda. Desenfadado y optimista, juega en su contra el hecho de haber coordinado un partido que para muchos todavía se personifica como el brazo político de la guerrilla kurda.





      Si logra su propósito, auspiciado por los excelentes resultados de las municipales del pasado marzo, en las que el AKP contó con el beneplácito del 45% de los electores, avanza que ampliará las funciones de este cargo simbólico y ceremonial, aunque provisto de no pocas prebendas y atribuciones. Erdogan se convertiría en comandante en jefe del Ejército y disfrutaría de una inmunidad absoluta, ya que, salvo por traición a la patria, no se le podría acusar o procesar. «Lo único que persigo es facilitar la toma de decisiones, procurando que la presidencia actúe con mayor rapidez y comodidad», se excusa. Las vacaciones estivales y el desinterés de los turcos expatriados (se prevé que sólo acuda a los colegios una décima parte de los 2,8 millones de votantes que residen en el extranjero) allanan su camino a la gloria.
      La economía como gancho
      Ni los escándalos de corrupción y blanqueo de dinero, ni las multitudinarias protestas callejeras, aún menos la censura en Internet y las purgas que ha aplicado con severidad en el seno de los estamentos militares y la Judicatura, han mermado su popularidad. Las encuestas le sitúan como claro favorito, cifrando el apoyo por encima del 40%, mientras que el 59% de la población aprueba la gestión del islamista, según un sondeo del instituto Gallup. Un dato que arroja luz sobre la escisión del país si se estudia detenidamente la estadística: el ámbito rural, empobrecido y víctima del analfabetismo, profesa una confianza ciega en el actual jefe del Ejecutivo.
    • Lo mismo sucede con 'los tigres de Anatolia', esto es, las clases ricas aupadas por el crecimiento económico, que conforman empresarios arraigados a la moral tradicional, defensores acérrimos del liberalismo. El compromiso de Erdogan ha calado hondo en la sociedad: garantiza que, en nueve años, Turquía accederá al selecto club de las diez mayores economías del planeta. La otra cara de la moneda, los jóvenes universitarios, recelan de los logros de la Administración, con un soporte inferior al 34%. También es significativamente menor entre las mujeres, un desgaste de imagen que las feministas turcas atribuyen a las reformas conservadoras y patriarcales, que, entre otros objetivos, aspiran a prohibir el aborto.
      Las buenas intenciones, como la creación de un corredor humanitario para evacuar a los refugiados palestinos, difícilmente sirven para difuminar su perfil de líder despótico y soberbio. Más allá de las promesas con mayor o menor fundamento, especialmente de índole económica, la campaña, como era previsible, se ha visto trufada por todo tipo de polémicas. La pasada semana, el todavía primer ministro se enfrentaba a una denuncia judicial «por incitar al odio y al racismo» tras considerar ofensivo que le hubieran llamado 'armenio', una comunidad que cuenta en el país con una población censada de 60.000 personas y tiene reconocido el estatus de minoría con plenos derechos. Durante una entrevista en directo para el canal de televisión privado NTV, Erdogan se quejaba de que la oposición intentaba desprestigiarlo alegando que tenía otro origen étnico. «Alguien dijo que era georgiano. Luego cosas aún peores, como que soy, con perdón, armenio. Que no os engañen, mi identidad es turca y pertenezco a la rama suní del Islam», declaraba embebido de orgullo patriótico. Cierto sector nacionalista sostiene que los armenios encarnan al «enemigo cristiano» de la Primera Guerra Mundial.
      Conspiradores y sionistas
      La difamación de sus oponentes es una de sus artimañas preferidas. A Ihsanoglu, candidato de consenso de las dos principales formaciones de la oposición, el Partido Republicano del Pueblo (CHP) y el Partido de Acción Nacionalista (MHP), le tildó de 'monser' (querido), en alusión al término francés que se utiliza para burlarse de las élites occidentales. «Es una marioneta de los conspiradores, un títere al servicio del lobby sionista», clamó. En Twitter, los seguidores de Erdogan criticaron sus supuestos vínculos con el 'establishment' cristiano: una cuenta de esta red social publicó un montaje en el que Ihsanoglu posaba como Jesucristo, con el pan y el vino.
      Para proclamarse duodécimo presidente de la república, Erdogan no ha escatimado a la hora de disponer de los recursos y la logística gubernamental (tanto aviones como el parque automovilístico). Así ha financiado y facilitado sus apariciones por todo el país euroasiático, mientras repartía miles de juguetes y bufandas en barrios deprimidos. Ni siquiera le ha importado enfundarse la indumentaria del Baseksehir, un equipo de Estambul, para disputar un partido de fútbol jaleado por sus simpatizantes y marcar tres goles en quince minutos, demostrando, al estilo de Putin, que es un hombre de acción que no se pone límites, ni en la política, ni en el deporte. Su don para la ubicuidad alcanza su máximo apogeo en los medios públicos: hasta 533 minutos le dedicó en tres días la televisión oficial del Gobierno, si bien la oposición apenas mereció una cobertura de cuatro minutos (Demirtas sólo apareció 45 segundos en el mismo periodo de tiempo).
      La jugada no siempre le ha salido bien. En ocasiones, se ha topado con el peso de la justicia. La Junta Electoral Suprema prohibió la difusión de un anuncio electoral «por usar valores religiosos». A petición del MHP, la tercera agrupación en importancia del hemiciclo, el organismo vetó un spot de tres minutos de duración que mostraba a una mujer ensimismada en la oración y el rezo. Antes de los comicios municipales de marzo, la misma entidad ya había paralizado la divulgación por parte del AKP de otra publicidad que recurría a la bandera turca.
    • La Cena es la siguiente, un buen plato de fruta variada,.

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