BLOC CULTURAL,

BLOC CULTURAL,

viernes, 20 de diciembre de 2024

Órbita Laika - Ciencia - Se cumplen 50 años del lanzamiento del primer satélite español ,. / Generaciones - Amorines ,. / Todo Caballo - Otti Verdú, mucho más que montar ,. / Zona indie - Cine - Greenland: El último refugio ,.

 

TITULO: Órbita Laika - Ciencia - Se cumplen 50 años del lanzamiento del primer satélite español ,.

 

Lunes - 23 , 30 - Diciembre  a las 22:30  en La 2 / foto,.

 Se cumplen 50 años del lanzamiento del primer satélite español,.

Se trata del INTASAT, el primero diseñado y construido totalmente en España.

Espacio
 
Todo el equipo que diseñó el INTASAT en 1974,.

Los primeros fueron los rusos, con el Sputnik, luego fue Estados Unidos con el Explorer 1. Luego fue Australia, Canadá, Italia y Francia. Y finalmente llegaría España, con el satélite INTASAT para sumarse a la lista de los países con satélites en el espacio.

El 15 de noviembre de 1974, hace 50 años, se marcó un hito en la historia de la ciencia y la tecnología espacial españolas. Ese día, se produjo el lanzamiento y puesta en órbita del primer satélite diseñado y construido totalmente en España, el INTASAT.

Se trataba de un microsatélite de 24,5 Kg de peso con forma de poliedro de 12 caras y poco menos de medio metro de altura. A bordo llevaba dos experimentos, uno científico y otro tecnológico. Su experimento principal, el faro ionosférico, permitió calcular el contenido total de electrones a lo largo de la trayectoria del satélite y observar irregularidades en esta capa de la atmósfera.

Una de las claves que lo hizo posible fue la creación en España, en 1963, de la Comisión Nacional de Investigación en el Espacio (CONIE). Su presidente, Luis Pueyo, encargó al Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA) la fabricación del primer satélite español que enseñara a los ingenieros españoles a diseñar y construir más satélites.

Así nació un grupo de jóvenes ingenieros aeronáuticos y de telecomunicaciones del INTA, junto con alguno más de Construcciones Aeronáuticas, liderados por José M. Dorado, que se convirtieron en los pioneros del desarrollo del sector espacial español.

Desde ese momento, España ha desarrollado programas de satélites científicos centrados principalmente en un tamaño reducido, como el propio Programa Intasat, el Minisat, el Nanosat o el Microsat. A eso le suma el diseño y construcción de numerosos instrumentos que han formado parte de la exploración espacial, como los rover que llegaron a Marte y ha construido el primer centro exclusivo de astrobiología del mundo, el CAB.

TITULO: Generaciones -Amorines,.

Amorines,.

 Amorín señaló el cierre de la curtiembre Zenda como un ejemplo de lo que  cuesta producir en el país - Teledoce.com

foto / Había prometido a su madre, a ciegas, como se prometen estas cosas, que «cuidaría» de Kate, pero nunca me sentí muy capacitada para aquella tarea.

Decir que, al principio, hubo momentos en los que ella parecía flotar entre dos mundos es mostrarla con menos resplandor humano del que tenía. Pero entonces y ahora transmitía una sensación de irrealidad, o más bien de intangibilidad, que me llevaba a preguntarme cómo pudo enfrentarse a esos problemas de notable atractivo y sustanciosa fortuna que se presentan a la mayoría de las jóvenes con el transcurso del tiempo.

Si ella hubiera sido, como decía ser, una copia perfecta de mi hermosa amiga fallecida, habría hecho girar la llave de la perplejidad, pero, en realidad, el parecido terminaba en el rostro. La rara serenidad que había sido fiel reflejo del temperamento de su madre servía sólo en Kate para ocultar una fogosidad insospechada. Yo sabía que estaba ahí, pero no podía saber qué estaba consumiendo o qué podría consumir aquella comedida llamita, tan escondida que era habitual pensar que su principal característica o defecto era cierta frialdad y apatía.

Ella disfrutaba de su reputación, la fomentaba; en parte, sin duda, creía en ella. En cualquier caso, le gustaba que los demás la viéramos así. Su actitud era, aunque nadie adoptó nunca una actitud con menos intención, desdeñar las ensoñaciones. Sin embargo, creo que a veces caminaba envuelta por completo en aquella telaraña. El aire de feliz indiferencia, casi de insensibilidad, que perversamente manifestaba, impresionaba a los espectadores casuales, aunque para mí seguía siendo una exquisita máscara, tal vez una sutil protección; pero dudosa, como son siempre las apariencias. Si alguien se hubiera atrevido a recordarle lo excesivamente romántica que era la verdadera Katharine Relton, lo habría desmentido con refinada intención; habría refutado semejante calumnia con tanta firmeza ante sí misma como ante el difamador.

Nadie puede sonreír de tan buena gana como habría sonreído ella, pobre niña, ante esta acusación de lo que ella se complacía en llamar su «simple yo».

–Tú sabes, mi querida tata –decía–, que te tomas increíbles molestias para descifrarme como un rompecabezas. Te veo dándole la vuelta a la inofensiva imagen en busca del pobre Napoleón de pie junto a su tumba. ¡Ahí no está!

Pero era precisamente esta sensación de que había algún propósito en aquella imagen incompleta, lo que hacía difícil, incluso peligroso, tocarla.

Su espléndida salud parecía suficiente para conjurar la distinguida maldición de los nervios. Los nervios de Kate no me preocupaban, como no me preocupaba la cleptomanía. Era maravillosamente fuerte; pero en su propia fortaleza había una sugerente cualidad de cristal inmaculado, una fragilidad, una transparencia, incluso una dureza, de la más refinada especie. Me imaginaba que, sometida a presión, no habría ido resquebrajándose poco a poco; simplemente se habría roto. A la muerte de su madre –uno de los más crueles finales para una vida amable–, aunque habían vivido la una para la otra, soportó aquellos indescriptibles días con algo parecido a una sonrisa, una luminosa y, me parecía a mí, sobrenatural serenidad; hasta que, al ir a su habitación una tarde con algún recado, comprendí la forma terrible en que, para Kate, la noche derrotaba al día. Desde aquel momento, lo único que temí por ella fue que pusiera a prueba su extraordinario autocontrol.

Después, enseguida, quiso viajar, no bajo mi ala, lo entendí claramente, sino con alguien más alejado de los recuerdos recientes, que no se hubiera interesado y no supiera nada.

Con más reticencia de la que demostré, la dejé ir, en teoría a cargo de una animosa viuda americana; que no era, tal y como ella lo expresó, «una de esas terribles criaturas obtusas que no son capaces de ver que un árbol acabará siendo una mesa», y que propuso su compañía según las tendencias más modernas con un «éxito increíble». No me alarmé, y me sometí a los largos silencios de Kate y a su libertad de elección de personas y de lugares como parte de la aventura. Después de nueve meses de ausencia, Kate regresó, totalmente «arrepentida y mejorada». Ya no evitaba, declaró, la tutela de los ángeles, y para ponerse a sí misma en aquel camino aceptó venir a vivir bajo mi techo, por sugerencia mía. Siendo yo, como era, una mujer solitaria  y sin hijos, fue como si ella abriera los postigos de  la casa, tanto tiempo cerrada, dejando entrar fragmentos del cielo más azul, renovándola con una corriente de aire juvenil y abriendo mis puertas a toda clase de personas encantadoras, ante quienes desplegaba una imparcialidad tan admirable que antes de que yo me hubiese acostumbrado a su asiduidad, o pudiera mostrar mis mejores armas en su honor, ¡sorpresa!, ante mi despreocupada mirada se había comprometido con Charlie Darch.

Habían previsto, los dos jóvenes, según declararon con toda desfachatez, que yo habría sido capaz de encontrar a alguien formal, preparado pero totalmente inaceptable, y que en vista de tan grave error, para ahorrarnos la desilusión a mí y a esa cuarta persona indefinida, habían decidido resolver la cuestión ellos mismos.

Preparada, tal vez, para interesantes sorpresas, yo, mientras tanto, había confiado negligentemente en alguna estrella guía; y que la estrella brillase ahora sobre un joven sin particular interés ni distinción no me inquietaba.

Charlie Darch fue una sorpresa, pero de ningún modo un desastre.

Para mi gusto era demasiado joven, y al principio me sentí inclinada a verlo como alguien sencillo, simpático pero bastante corriente. En el trato cercano, sin embargo, había un lado agradable en su sincera modestia, en su carencia de esas modernas pretensiones intelectuales.

Honesto, era consciente de que no resultaba, como él mismo decía, «llamativo»; y su reconocimiento de que Kate, al «mostrarse» con él, perdía oportunidades muchísimo más atractivas resultaba sincero y conmovedor.

–Yo no soy, y por supuesto lo sé –dijo con su estilo simple–, la idea que usted tenía, ni nada parecido; ni lo que Kate podría haber elegido. Ella podría haber elegido, es fácil entenderlo, muchísimo mejor, excepto que –añadió con sencillez– yo no creo que ningún hombre pueda pensar más en ella, o tener mayor inclinación a darle, en todos los sentidos, lo mejor de sí mismo. Me atrevería a decir que para usted ella es como una delicada pieza de porcelana dejada en manos torpes, no en manos precisamente de un experto; pero no tiene usted idea de lo muy cuidadoso y considerado que seré. Ya lo verá.

Ésta fue, creo, la única confesión que me hizo. Una vez que algo estaba dicho y hecho, no consideraba necesario repetirlo ni insistir en ello. Era, como correspondía a su juventud, un poco tajante, y yo había imaginado que, al menos en lo que a mí concernía, se quedaría ahí. Pero siguió adelante. Una vez que encontraba el camino hacia tu buena voluntad, se abría paso. Te caía mejor, te resultaba más fácil creer en él, aceptarlo; y no era difícil, con el paso del tiempo, descubrir que sobresalía, aunque con discreción, en facultades humanas. Causaba una irregular pero muy buena impresión; tenía la virtud de percibir instintivamente el mejor lado y ser, además, muy rápido y positivo en sus juicios y decisiones y apreciaciones.

Sólo en un caso era impreciso. Había conocido a Mark Stafford en mi casa; habíamos presentado a nuestra celebridad, quizá no sin cierta ostentación, y la consideración de Darch sobre él pareció singularmente indefinida; al hablar de él no era capaz de decir más que frases hechas y siempre de manera impersonal. Su opinión (si es que él la tenía clara en este particular) para nosotros quedó borrosa.

Stafford empezaba entonces a destacar con firmeza, si bien El bosque y el mercado tenía que hacer todavía su memorable aparición. Kate se había encontrado con él en Mentone; más tarde él nos encontró a nosotras en Londres y empezó a frecuentar nuestras pequeñas reuniones semanales con, me decían, una halagadora regularidad. Se esforzaba por ser muy amable con Darch. Le caía bien, decía, por lo que él llamaba su descarada indiferencia ante las sutilezas, su amplitud de pensamiento. «Y dicho sea de paso», decía, «quizá porque no ha leído, ni tiene intención de leer, nuestros valiosos libros. Es espléndidamente inculto; su desdén por los valores actuales es una verdadera distinción.»

Yo no era tan distinguida. Había leído, obediente, los libros de Mark Stafford y no me interesaban. Me habían dado la impresión de ser el trabajo de un vivisector, un hombre con un bisturí que, en su caso, no tenía una gran finalidad a la que servir, aunque Kate y otros críticos más meritorios me aseguraban que aquel toque incisivo, aquella implacable imparcialidad eran, bien entendidos, soberbios.

En realidad, me cansé un poco de su pregonada superioridad, sus exclusivos métodos y resultados; y me aferré con más tenacidad, en su pleno apogeo, a mis propias y obsoletas ideas sobre su arte.

Pero, aunque yo personalmente pudiera preferir al artista literario antes que al cirujano literario, el hombre en sí era otra cuestión, una cuestión con la que las preferencias tenían menos que ver.

Podías resistirte, y te resistías por un tiempo, llevándole la contraria, al encanto que tarde o temprano desplegaba con delicadeza, y que al final daba lugar a un sentimiento de descortesía por tu parte más que de insistencia por la suya. Mientras, de una manera que te ponía freno hasta que llegabas al inevitable reconocimiento, conseguía que te relajaras, aparentando que cubría tus reticencias, tus dudas e incertidumbres sobre él, con un ala fuerte y firme. Nunca se abalanzaba, aunque pensaras que podría haberlo hecho con elegancia y de manera eficaz, para mantenerte en el cepo de una mente que no sabía de tropiezos ni vacilaciones, ni de improvisación. Comprendía tus dudas y no le preocupaban, enfrentándose a ellas y suavizándolas con mucha paciencia, lo cual te demostraba que podía permitirse esperar. Su influencia era tan paulatina, te ganaba tan poco a poco, que hasta casi el final no me di cuenta de hasta qué punto me había rendido. Él se apartaba para dejarte espacio, se mantenía en la sombra para no perturbar tus vacilantes luces; las suyas, sospechabas, ardían con fuerza, definiendo las cosas a la perfección; sin embargo, parecía que se movía como el resto de nosotros, con una deliciosa indefinición, envuelto en la niebla común.

–Si él no ignorara con tanta clase –señaló Kate–  su propia importancia, no estarías dándole a regañadientes el beneficio de una duda que prácticamente no existe. Te cobraría a ti su deuda. Y creo que, en realidad, eso es lo que hace. Admite que, en tu traicionero y temeroso corazón, le tienes algo de miedo, y enfrentarte a eso ha hecho que recurras a tus instintos religiosos. ¿Y acaso no has encendido en secreto pequeñas velas en su altar para protegerte? Yo las enciendo también, pero abiertamente y con una diferencia: no para contentar a mi deidad, sino para recibir una parte del reflejo de su gloria; para brillar un poco también.

–Pero ¿no es la superstición –sugerí– uno de los bolos preferidos de tu gran hombre, el principal de hecho, el que pone en pie con mucho esmero por el placer de derribarlo hábilmente?

–Ah, no llegaría a tanto –de forma incoherente volvió la espalda–; él no se considera superior. Y los demás tampoco.

Entonces no estaba, insistí con tacto, tan por encima de nosotros como para creer tanto en sí mismo.

–Es sólo que tiene –dijo para zafarse– una base sólida para creer. No puede evitar saber que, sea lo que sea lo que persigue, al final ganará.

–¿Estás diciendo con eso que con el tiempo conseguirá que Charlie se ponga de su parte?

–Él no quiere eso en absoluto. Charlie es un camino demasiado recto, no tiene recodos, ni la sombra de una curva, y cuando Mark Stafford pasea por un jardín, se dirige instintivamente hacia el laberinto.

–De todos modos, encuentra interesante a tu prometido.

–Por las miradas que, con imprudencia y como por casualidad, puede dedicarme a mí. Eso es todo.

–¿Y no te importa?

–Ni lo más mínimo. Me gusta. ¿Tú no posarías para un maestro?

–¿Quieres decir que tendrá el aplomo de escribir sobre ti?,.

TITULO:   Todo Caballo - Otti Verdú, mucho más que montar ,.

 

Otti Verdú, mucho más que montar,.

La amazona, farmacéutica y diabética lidera la yeguada "Es Desig" que busca criar caballos que compitan al nivel de las mejores cuadras de Europa y América,.

Otti Verdú abraza a "Baccarat"
 
foto / Otti Verdú abraza a "Baccarat",.

"No creo que quiera sólo montar". Así respondió Otti Verdú a su padre el día en que la conversación sobre su futuro se volvió seria. Ese momento marcó el inicio de un proyecto familiar ambicioso: crear en España una yeguada capaz de competir con las mejores del mundo. Desde entonces, esta amazona, farmacéutica, diabética y apasionada del Salto de Obstáculos ha dedicado su vida a un desafío que combina deporte, genética y empresa, bajo el nombre de "Es Desig".

Otti es una figura prometedora de la equitación española. Empezó con la Doma Clásica y ahora está centrada en el Salto de Obstáculos. Además es licenciada en Farmacia y tiene un máster en gestión empresarial. Otti ha demostrado que se puede estudiar una carrera en la universidad pública y brillar en la hípica al más alto nivel. Muchos esperaban que siguiera los pasos de su padre, empresario tecnológico, pero su pasión por el aire libre y los caballos pesó más que el mundo corporativo. Fue entonces cuando su padre le planteó una alternativa: "Esto no es sólo montar. Es una empresa de verdad, con estrategia, riesgos y grandes recompensas".

Y el proyecto se llama "Es Desig" que va más allá de una yeguada tradicional. El objetivo es criar caballos que compitan al nivel de las mejores cuadras de Europa y América. "Esto es una escudería de Fórmula Uno", explica su padre, convencido de que España tiene el potencial para alcanzar estándares internacionales si se aplican criterios innovadores y estrictos. "Que nunca se haya hecho en España no debería ser un impedimento porque tampoco se había intentado", insiste.

A pesar de las dificultades, la familia Verdú ya ha dedicado más de diez años a observar y analizar lo que hacen diferente los mejores en Europa. Ahora queda el reto más grande: replicarlo y hacerlo bien. El proyecto se construye sobre tres claves fundamentales: calidad genética, ya que cada cruce se selecciona con precisión milimétrica priorizando a las mejores madres como base del programa de cría; ubicación estratégica, ya que la yeguada está situada en Colmenar Viejo (Madrid) y un equipo humano formado por profesionales comprometidos. Otti Verdú, como amazona y líder del proyecto, juega un papel central en la gestión y el pilotaje de los caballos.

Un aspecto clave del éxito de "Es Desig" es ganar visibilidad en las competiciones más importantes. Participar en eventos como el reciente CSI5*-W de la Ifema Madrid Horse Week permite a Otti demostrar su talento y posicionar a la yeguada en el mapa internacional. "Es fundamental estar allí, donde están los mejores, para ganar experiencia y darnos a conocer", afirma su padre.

El objetivo final es comercializar caballos de élite, pero el enfoque actual está en competir, conectar con el mercado y mostrar la calidad del proyecto. El caballo referente es "Baccarat", que empezó bajo la tutela de Luis Álvarez Cervera. "Otti está haciendo un gran trabajo con un caballo que no es nada fácil", asegura el entrenador y seis veces olímpico. Fueron la revelación del pasado Campeonato de España Absoluto donde fueron finalistas y en Ifema Madrid Horse Week han estado corriendo las pruebas grandes del concurso cinco estrellas.

 La rutina de Otti Verdú refleja el esfuerzo y la dedicación que exige liderar un proyecto de esta magnitud. Su día comienza temprano con un desayuno cuidadosamente planificado para controlar su diabetes. Las mañanas están dedicadas al entrenamiento. Monta entre seis y siete caballos, desde adultos experimentados hasta potros. Por la tarde, su rol cambia al de gestora empresarial. Supervisa tratamientos veterinarios, organiza tareas del equipo, gestiona los prados con más de cien caballos, resuelve problemas logísticos y de maquinaria, y planifica estrategias de marketing y operaciones para garantizar el avance del proyecto.

 

TITULO :   Zona indie - Cine - Greenland: El último refugio,.

 Greenland: El último refugio

 Este lunes - 23 , 30  - Diciembre  a las 23:30, en la ‘Zona indie’ de La 2 se emite la película, foto,.

Reparto ., Gerard Butler, Morena Baccarin, Roger Dale Floyd, David Denman,.
 
 Cuando el mundo es consciente de que el asteroide más grande de la historia va a impactar en la Tierra y aniquilar todo rastro de vida, los gobiernos de todo el mundo realizan un sorteo en el cual los afortunados podrán sobrevivir en refugios secretos. Esta decisión desata un caos a nivel mundial. Muchos tendrán que emprender un peligroso viaje donde se enfrentarán a los más imponentes peligros de la naturaleza, lo que les obligará a encontrar la manera de mantenerse unidos mientras encuentran la forma de sobrevivir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario