TITULO: Cartas Olvidadas -Tercer domingo de la resistencia,.
Tercer domingo de la resistencia,.
Nunca, nunca en la vida olvidaremos el sonido estremecedor de los aplausos en estos atardeceres de marzo,.
Blindado con guantes y papel de cocina para no tocar los botones del ascensor ni las manillas de la puerta, salgo a la calle semidesierta, camino del supermercado. Al pasar por el consultorio médico, veo en la puerta al buen doctor del barrio, que tanto dolor ha calmado, y desde lejos le pregunto si no hay gente. El médico responde que todo está tranquilo, que nadie quiere acercarse a lugares donde rondan los enfermos. Pero su presencia allí, bien visible, como la de los policías por la calle, transmite seguridad y calma.
En el semáforo, dos transeúntes –cada uno en un extremo– esperan a que se ponga verde sin que ninguno se atreva a tocar el botón para cambiar el ciclo. Vamos a cruzar cuando una ambulancia se acerca a toda velocidad desde el fondo de la calle, con la sirena y las luces encendidas. Otro enfermo de coronavirus, pienso, antes de comprender que yo también me estoy contagiando del miedo colectivo, pues no tengo ningún dato para saberlo.
Todos estamos desconcertados ante una plaga que en los peores momentos parece el anticipo de nuevas enfermedades globalizadas que ya no se curan con penicilina, paracetamol y zumo de naranja. El futuro ha llegado de repente y nos ha pillado desprevenidos. Nos creíamos tan seguros en la tranquila y feliz ciudad de provincias, dentro del gran invernadero de Occidente, con nuestra asepsia y nuestro ambiente climatizado, que nos sentimos paralizados cuando el COVID-19, que parece el nombre de un espía, atraviesa el doble acristalamiento y se cuela dentro.
Un poco más adelante oigo hablar a dos jubilados de ventana a ventana: Sí, yo desinfecto las monedas, pero lo que no sé es cómo desinfectar los billetes, dice uno, mientras el otro lo acusa de exagerado y alarmista.
Pero en una situación como esta es cien veces preferible un alarmista que un temerario; el primero tiene la capacidad de asustarte en exceso, pero el segundo tiene la posibilidad de contagiarte.
Al doblar la esquina, veo que en la puerta del supermercado han puesto unas vallas para regular la entrada. Varias personas van cogiendo guantes y pasando, dejando dos metros de separación entre una y otra. Algunos afortunados se cubren nariz y boca con mascarilla, que los demás miramos con envidia.
En las baldas no queda leche sin lactosa, ni arándanos, ni pan tostado, pero sí hay fruta y verdura, café, yogures y latas de sardinillas y de caballa y una bolsa de pistachos. ¡Ah, y guantes que acaban de llegar, qué alegría! Con gesto pensativo, una mujer mira una balda vacía en la que no figura el cartelito con el producto agotado. Al pasar junto a ella, le oigo comentar: ¿Aquí qué habría, que también se ha agotado?
De regreso a casa, repito el mismo proceso que al salir y, ya dentro, me lavo las manos hasta hacerme daño y me seco con papel de cocina, que arrojo a la basura.
Cuando voy a colocar la compra oigo la música que rompe el profundo silencio de la avenida y entra por la ventana abierta. Procede de la acera de sol: dos chicas jóvenes que parecen hermanas han abierto su balcón de par en par y han comenzado a tocar un piano y un violín para ofrecernos a los demás lo mejor que llevan dentro: su música. Salimos a las ventanas a escuchar y a gritarles nuestro agradecimiento cuando cierran su pequeño concierto con la pieza que se ha convertido en nuestro himno: RESISTIRÉ.
Son las ocho y, como cada tarde, salgo a la ventana. Es el momento más emotivo del día: no se trata solo de agradecer a los heroicos sanitarios y limpiadores todo lo que están haciendo por nosotros. Al salir a aplaudir, sobre todo quien vive solo y abandonado es visto y oído por los vecinos y es como si gritara: ¡Aún estoy vivo, aún estoy vivo! Nunca, nunca en la vida olvidaremos el sonido estremecedor de los aplausos en estos atardeceres de marzo.
Pero mientras resistimos confinados, ahí fuera ha estallado la primavera y los árboles, desnudos al comienzo de la plaga, ahora se han llenado de clorofila, han desplegado sus hojas y ya no dejan ver lo que ocurre al otro lado de la calle. Del mismo modo, también nosotros volveremos a caminar por los parques en días más largos y luminosos. Volveremos a chocar en las aceras, a cedernos el paso en los semáforos, a beber agua en las fuentes de los parques. Los palacios de hielo con su frío dejarán de ser depósitos de cadáveres y en sus pistas volverá a florecer la belleza de las patinadoras. Porque estamos más tiempo en casa, nacerán más hijos. Ya falta un día menos.
TITULO: Cartas en el Cajon - Desunión europea,.
Desunión europea,.
No obstante, dicho mito sigue arraigado en nuestras sociedades capitalistas, hasta el punto de que ha contagiado a la gestión pública, que se rige cada vez más por la lógica de la rentabilidad y menos por la del bien común, clave de bóveda del estado de bienestar.
La lógica de la rentabilidad se basa en la idea de que hay que aumentar los beneficios y reducir los costes para generar más capital o para devolver la deuda, aunque eso suponga un deterioro de la calidad de los servicios o productos que se ofrecen. Tras la crisis de 2008 esa lógica se reforzó no solo en las empresas sino también en los Estados. El objetivo prioritario de unas y otros era entonces recortar gastos para poder pagar a los acreedores. En la Unión Europea, las 'ahorradoras' hormigas del norte, con Alemania y Países Bajos a la cabeza, impusieron dicha lógica a las 'derrochadoras' cigarras del sur, como España, Italia, Portugal o Grecia. Las primeras solo estaban dispuestas a ayudar a las segundas si estas se apretaban el cinturón hasta la asfixia: era el precio que debían pagar por vivir por encima de sus posibilidades. La austeridad se antepuso así en la UE a la solidaridad; la lógica de la rentabilidad, a la del bien común.
Ese austeridazo se tradujo en recortes del gasto público que debilitaron los pilares del estado de bienestar de las cigarras sureñas, entre ellos, la sanidad. Y ahora son precisamente dos de los países europeos más castigados por los recortes, España –con un gasto sanitario por cabeza que es la mitad del alemán y tres veces menos camas UCI por cada 100.000 habitantes que Alemania– e Italia, los más afectados por la pandemia de COVID-19. Sin embargo, de nuevo las hormigas del norte se guían por la lógica de la rentabilidad para escatimarles el pan y la sal (coronabonos o eurobonos) a las cigarras del sur. Aunque la crisis provocada por el coronavirus no sea culpa suya y la pandemia sea una emergencia global que como tal requiere una respuesta urgente global, Alemania, Austria o sobre todo Países Bajos vuelven a exigir condiciones draconianas a Italia y España para acudir en su auxilio.
En el colmo de la desfachatez, el ministro de Finanzas neerlandés, Wopke Hoekstra, ha llegado a acusar a algunos países (en alusión a España e Italia) de no haber ahorrado lo suficiente para hacer frente a la pandemia. Unas palabras que el primer ministro de Portugal, António Costa, ha tildado de «re-pug-nan-tes» y a las que mueve «el mismo espíritu y comportamiento» que ya tuvo Países Bajos entre 2008 y 2012. Costa advirtió que «si no comprendemos que ante un desafío común tenemos que responder en común, entonces nadie ha comprendido lo que es la UE». Porque ¿qué clase de unión es esa en la que cada parte hace la guerra por su cuenta? La egoísta contumacia con la que actúan las hormigas del norte ante las adversidades pone en serio riesgo el proyecto europeo y carga de peligrosas razones a los nacionalpopulismos que reivindican una vuelta a una Europa de Estados nación fuertes.
TITULO: REVISTA TENIS - Manolo Santana recibe el premio de mayor honor de la FIT,.
Manolo Santana recibe el premio de mayor honor de la FIT,.
El español y el australiano Fred Stolle fueron galardonados con el Premio Philippe Chatrier, el de más alto honor que concede la Federación Internacional.
Así lo ha comunicado la FIT, recordando que este premio que lleva el nombre del anterior expresidente, fue introducido en 1996 y se otorga a "individuos u organizaciones que han hecho contribuciones significativas al deporte del tenis tanto dentro como fuera de la cancha".
"Es un gran honor recibir este premio en esta etapa de mi vida ya que es un reconocimiento a mis años dedicados al tenis. Es encantador ganarlo junto a Fred [Stolle]. Antes de ser rivales, éramos amigos. Nuestra amistad perdura", ha señalado Santana.
Santana, cuatro veces campeón del Grand Slam en la categoría de individuales, está ampliamente considerado un pionero del tenis en España, ya que fue el primer español que ganó Roland Garros en 1961. Recuperó el título francés en 1964 antes de ganar el Abierto de EE.UU. en 1965 y Wimbledon en 1966. También ganó el título francés de dobles en 1963.
Santana tiene un récord excepcional en la Copa Davis, representando a España de 1958 a 1973, y con 92 victorias totales, es el quinto jugador más exitoso en la historia de esta competición. En la actualidad posee o tiene en conjunto todos los récords de la Copa Davis española, incluyendo la mayoría de los años jugados (14) y la mayoría de los empates jugados (46), informa la FIT.
Retirado en 1980 se ganó el derecho a pertenecer al Salón Internacional de la Fama del Tenis, en 1984. Y ha seguido contribuyendo significativamente al deporte a lo largo de su vida, capitaneando el equipo español de Copa Davis y trabajando en su club Manolo Santana Racquets Club de Marbella y el Centro Deportivo Manolo Santana en Madrid.
Fred Stolle ha sido 19 veces campeón de Grand Slam, incluyendo dos títulos de individuales (Roland Garros 1965 y US Open 1966), diez títulos de dobles y siete títulos de dobles mixtos. También ayudó a Australia a ganar tres veces la Copa Davis en 1964-66, con un récord general de 13-3 de victorias y derrotas.
Stolle ha sido también entrenador, comentarista y analista. Fue admitido en el Salón de la Fama Internacional de Tenis en 1985 y en el Salón de la Fama de Australia Deportiva en 1988; recibió la Medalla Australiana de los Deportes en 2000 y obtuvo la distinción de la Oficina de la Orden de Australia en 2005.
"Santana y Stolle, contemporáneos en el circuito y ahora ambos de 81 años, han seguido siendo mentores de muchos jugadores españoles y australianos a lo largo de los años y han sido una presencia constante en las eliminatorias de la Copa Davis y en los torneos de Grand Slam", finaliza el comunicado de la FIT.
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