BLOC CULTURAL,

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martes, 28 de octubre de 2025

Metrópolis - Una vuelta por las joyas de las culturas mesoamericanas ,. / DIAS DE TOROS - Pilar Vega de Anzo, una mujer que vivía de frente, como se paran los toreros valientes ,. / Retratos con alma - El Louvre del día después: el museo vuelve a abrir con la herida a la vista,.

 TITULO: Metrópolis - Una vuelta por las joyas de las culturas mesoamericanas ,.   

  El lunes -  10 - Noviembre  los lunes a partir de las 00:30, en La2, fotos,.

  Una vuelta por las joyas de las culturas mesoamericanas,.

Un paseo por el Museo Nacional de Antropología, la celebración del México indígena coronada con el Premio Princesa de Asturias,.

Su ambicioso diseño, sus dimensiones colosales y la riqueza de su colección sobre las culturas mesoamericanas lo convierten en uno de los grandes museos de América y del mundo,.

 

 Fuente 'El Paraguas' del Museo Nacional de Antropología, en Ciudad de México.

 Un día antes de ser apresado por las tropas de Hernán Cortes, el último monarca del imperio mexica dio un mensaje a su pueblo: “Nuestro sol se ocultó, pero sabemos que otra vez volverá”. El alegato de Cuauhtémoc era una defensa metafórica de la memoria de una civilización devastada por la guerra, el hambre y la viruela. El sol representaba para los mexicas tanto la creación como la destrucción del mundo. La síntesis de esa concepción circular y mítica del tiempo es la Piedra de Sol, un enorme monolito de 24 toneladas tallado sobre una piedra volcánica en forma de rueda. A la vez, el calendario azteca es seguramente la pieza que mejor encarna el violento devenir de la memoria de su civilización.

 Fue colocada a un costado de la catedral, luego enterrada bajo tierra por los curas españoles, tiroteada por los soldados estadounidenses durante la invasión del siglo XIX. Hasta que finalmente se rescató, fue resguardado en un primer museo y ya en los años sesenta pasó a convertirse en una de las joyas de un nuevo recinto que prometía, por fin, conservar las colecciones arqueológicas y etnográficas más importantes de México. Así nació el Museo Nacional de Antropología de la capital, que por su ambicioso diseño, sus dimensiones colosales, su simbolismo y, sobre todo, la riqueza de su colección es uno de los grandes museos de América y del mundo. Y así lo ha reconocido el jurado del Premio Princesa de Asturias de la Concordia 2025, que se entrega este viernes: “Concebido como espacio de reflexión sobre la herencia indígena de la nación mexicana, está considerado un referente global en el estudio de la humanidad”.

Octavio Paz decía que era lo más parecido a un templo, porque tiene dos alas y al fondo, como en un altar, la Piedra de Sol. “Entrar al Museo de Antropología es penetrar en una arquitectura hecha de la materia solemne del mito”, dijo también el Nobel mexicano. Una vista aérea del recinto da la medida de sus gigantescas dimensiones. Integrado dentro del Bosque de Chapultepec, una de las zonas verdes más grandes del mundo, tiene el tamaño de 10 campos de fútbol. Sus 22 salas, que albergan piezas arqueológicas —7.761 en exhibición— y etnográficas —otros 5,765 objetos—, están dispuestas alrededor de un patio central de influencia maya. El patio está dividido en dos zonas. El llamado paraguas, una imponente columna de bronce que soporta una de las cubiertas colgantes más grandes del mundo. Y otra zona dominada por un estanque, otro guiño al pasado lacustre de la capital del imperio mexica, la Gran Tenochtitlan, actual Ciudad de México. 

 Clásicos de Arquitectura: Museo de Antropología / Pedro Ramirez Vázquez +  Rafael Mijares + Jorge Campuzano | ArchDaily en Español

El edificio, diseñado por Pedro Ramírez Vázquez, uno de los referentes de la arquitectura moderna mexicana, está pensado para que cualquier visitante se sienta irremediablemente pequeño, absorbido por un pasado que regresa en una monumental estructura simétrica de piedra, casi brutalista, que evoca los antiguos espacios ceremoniales precolombinos. “Indigenismo y modernismo”, como lo ha llamado el antropólogo Claudio Lomnitz.

La museografía también tiene un toque propio. El actual director del museo, Antonio Saborit, recordaba en una entrevista reciente que el día de su inauguración, el 17 de septiembre de 1964, la comitiva internacional de arqueólogos, antropólogos e historiadores quedaron impresionados, “fueron víctimas de la magia”. Salas amplias con espacios tenebrosos que jugaban con una iluminación que le daba “un toque dramático a la pieza”. 

 

Así está recreado el sarcófago de Pakal, el gran gobernante maya. Esculpido en la lápida, el monarca vuelve desde el inframundo como una semilla de maíz que brota de la tierra en forma de mazorca. O las cabezas olmecas gigantes, de unas 15 toneladas, consideradas una de las piezas clave de la cultura madre mesoamericana, la más antigua, con asentamientos registrados 3.000 años antes de Cristo en la zona cercana a Veracruz. O la reconstrucción de la fachada frontal de un templo teotihuacano, la misteriosa civilización antecesora de los mexicas. En concreto, la pirámide de Quetzalcoatl, la serpiente emplumada, un mito hecho de mitos, una figura que recorre todas las épocas y que encarna la fusión panteísta del cielo (el pájaro quetzal) y la tierra (la serpiente).

“Es una celebración del México indígena que interpela a su vez al pasado y al presente”, apunta Leonardo López Luján, director del proyecto arqueológico del Templo Mayor, el corazón de la vida religiosa mexica. Luján, uno de los mayores expertos mexicanos, subraya las dos facetas del museo. En la primera planta, la zona arqueológica, el pasado. La alta está dedicada a la antropología, al estudio de los pueblos indígenas en la actualidad. “Algunos críticos opinan que sería mejor desgajar las dos áreas, crear dos museos, uno para arqueología y otro para antropología”, añade el experto.

La historia del museo está de hecho marcada por esa especie de depuración. Tras la independencia, a principios del siglo XIX, los primeros gobiernos mexicanos buscaron cimentar la identidad común de la nueva nación mirando también a su legado prehispánico. Para 1825 ya había nacido el Museo Nacional Mexicano, el primero del país, un cajón de sastre donde igual cabía la arqueología, la biología, la geografía o la historia. Con los años, cada especialidad se fue desgajando en un museo propio, hasta la fundación del Museo Nacional de Antropología.

TITULO:  DIAS DE TOROS  - Pilar Vega de Anzo, una mujer que vivía de frente, como se paran los toreros valientes ,.

 

Pilar Vega de Anzo, una mujer que vivía de frente, como se paran los toreros valientes,.

Cuando con profunda tristeza pienso: pero Pili ¿cómo no vas a estar?, recuerdo como amaba la vida y a España ese espíritu soberano, comprensivo e independiente que era y es,.

La Marquesa del Toreo,.

foto - Dolores de Cospedal y Pilar Vega de Anzo, siempre juntas De San Bernardo

Hay pérdidas que se viven y se sufren con dolor, hay ausencias que se sienten y se extrañan siempre y hay vacíos que no se pueden llenar porque la vida no los repone y los sentimientos no los ocupan por otros. Esos vacíos, ese vacío ,.

 

TITULO:  Retratos con alma - El Louvre del día después: el museo vuelve a abrir con la herida a la vista ,. 

 

La periodista Isabel Gemio regresa a la televisión para presentar 'Retratos con alma', el nuevo programa producido por RTVE en colaboración,.   

 

 Lunes -  10 - Noviembre  a las 22:40 horas en La 1 / fotos,.

El Louvre del día después: el museo vuelve a abrir con la herida a la vista,.

El museo reabre con normalidad esforzada y seguridad discreta tras el mayor robo en décadas. La galería de Apolo seguirá cerrada indefinidamente, mientras que el modelo masificado queda en entredicho,.

 

Una de las salas del Louvre este miércoles, tras la reapertura del museo después de tres días cerrado.

El Louvre abrió a la hora esperada, como si fuera un día normal, solo que con una herida nueva a la vista. Tras el peor robo sufrido en décadas y después de tres días cerrado al público, el museo parisiense quiso que este fuera un miércoles cualquiera, o por lo menos que lo pareciera. Hacia las ocho de la mañana, frente a la pirámide de cristal de I. M. Pei, la fila empezaba a formarse para la apertura de las nueve, bajo la vigilancia discreta de una docena de agentes. En el ala sur, bajo el ventanal forzado por los ladrones el pasado domingo, un coche de policía y una furgoneta de seguridad componían un dispositivo de seguridad minimalista para escenificar esta vuelta a la normalidad, sin alardes ni despliegues aparatosos.

En la acera de enfrente, a orillas del Sena, algunos posaban ante sus móviles con la ventana reventada, ahora cubierta de negro, como telón de fondo. En el interior, el murmullo de un joven guía, con grueso acento francés, relataba el golpe ante un rebaño de turistas, como si ya fuera una parada más del recorrido: “llegaron en dos motos”, “rompieron las vitrinas con una radial”, “lo hicieron todo en ocho minutos y escaparon”, “la pérdida se eleva a 88 millones”. Esta era la estampa del Louvre del día después.

El plan de reapertura se ejecutó sin tropiezos. “El museo reabrió con normalidad a las 9.00, su horario habitual, y registró mucha afluencia por tratarse de la primera semana de vacaciones escolares. Todas las entradas de la semana están agotadas. El aforo máximo es de 30.000 visitantes diarios. Hoy, además, abrimos en horario nocturno hasta las 21.00, por lo que habrá todavía más gente”, nos indicó una portavoz del Louvre. Otros trabajadores y guías, sin embargo, percibieron a menos público que de costumbre. Bajo esa calma institucional bien ensayada latía, pese a todo, el trauma del domingo: la sustracción de ocho piezas de valor incalculable, fijado en 88 millones de euros por la fiscalía. Un conjunto de 8.700 diamantes, 34 zafiros, 38 esmeraldas y más de 200 perlas, resumen de siglos de historia política francesa y, salvo milagro, condenadas ahora al despiece.

Entre grupos de visitantes de medio mundo y abuelos franceses a cargo de sus nietos en pleno receso escolar, un turista asiático pregunta por la Victoria de Samotracia simulando la ausencia de brazos: su expresividad suple con creces que no hable inglés. Subiendo la escalinata de la diosa alada por el lateral izquierdo, se llega a la galería de Apolo. La entrada está cerrada a cal y canto, sin un cartel que lo explique. “No hacen falta paneles para entender este cierre”, dice un vigilante con cara de pocos amigos, dedicado a impedir, con éxito desigual, que los visitantes hagan fotos a esa entrada. Frente a la puerta monumental, impecablemente restaurada “gracias a Total”, como recuerda un rótulo —patrocinio que dialoga incómodamente con la historia de extracción colonial que rodea a estas joyas reales—, el flujo llega a oleadas cada media hora. A las 9.30, 10.00 y 10.30, según los horarios de las entradas precompradas, obligatorias para acceder al museo. Se arremolinan en grupos pequeños, descubren el cierre y entienden, de golpe, que todo sucedió aquí.

El museo anunció este miércoles que la sala permanecerá cerrada por tiempo indefinido: “Han roto una ventana y han destruido vitrinas. Eso no se repone en dos días”. ¿Por qué no informar in situ? “Partimos de la base del gran impacto mediático desde el domingo. La mayoría de los visitantes ya sabe qué ha ocurrido”. En el acceso principal se ha improvisado un mostrador para dudas, aunque casi nadie se acerca. La mayor densidad se concentra, como de costumbre, ante la Gioconda, ajena al robo y, aun así, epicentro de una masificación que ayuda a explicar, al menos en parte, lo sucedido.

En 1988, el Louvre recibía 2,7 millones de visitas al año. Hoy roza los nueve. No es causa suficiente del atraco, pero sí el contexto logístico que lo posibilita: más áreas en renovación —del departamento de arte bizantino a la gran librería del museo— y más proveedores en un paisaje ruidoso en el que una plataforma elevadora y cuatro intrusos llaman menos la atención de lo que deberían. El robo recordó lo obvio: el Louvre lleva años soñando a lo grande —un nuevo acceso para descongestionar las visitas, una sala subterránea para visitar la Gioconda con entrada aparte, una nueva sala de recepciones que costó medio millón de euros— mientras se gripan las tuercas del día a día, como la seguridad básica, el mantenimiento o la videovigilancia.

La presidenta del Louvre, Laurence des Cars, camina sobre la cuerda floja. Este miércoles, en su comparecencia ante el Senado francés para explicar el robo, admitió el “fracaso” de las medidas de seguridad. Según Le Figaro, Des Cars presentó su dimisión el domingo por la noche, pero Emmanuel Macron la rechazó. Desde entonces, el presidente la habría llamado varias veces para apoyarla: “Aguanta, no podemos interrumpir la dinámica de renovación del museo”. La ministra de Cultura, Rachida Dati, también cierra filas: el martes insistió en que “los dispositivos de seguridad no fallaron”, una afirmación que, visto el resultado, suena un tanto irónica. Los sindicatos del Louvre no piden su destitución, sino solo más medios. Las cifras ayudan a entender el cuadro: el departamento de seguridad habría perdido en torno al 25% de efectivos en una década, mientras la afluencia crecía sin tregua. Por otra parte, un informe vitriólico del Tribunal de Cuentas señala retrasos “persistentes” en la modernización del museo y abundantes zonas ciegas: el 60% de las salas del ala Sully y el 75% de Richelieu carecen de cámaras, y mientras que un tercio del ala Denon, donde se encuentra la Galería de Apolo, tampoco tendría cobertura plena.

Más allá de responsabilidades y déficits de plantilla, el golpe expone otro punto ciego: el propio sistema de vitrinas de la galería de Apolo. En los años cincuenta, el joyero central, un cofre acristalado sobre pistones hidráulicos, se hundía automáticamente en una caja fuerte empotrada bajo el suelo al primer aviso de alarma y quedaba sellado, fuera del alcance del público. En 2019, el Louvre reorganizó sus colecciones, integró las joyas del Segundo Imperio con las del Antiguo Régimen y las alojó en tres vitrinas contemporáneas —una donación de la firma de lujo Cartier—, con cristales aún más blindados, pero sin aquel mecanismo de emergencia, que en este caso podría haber sido salvador. Aun así, el Ministerio de Cultura rechaza la hipótesis, adelantada por el semanario Le Canard Enchaîné.

La reacción al golpe ha sido típicamente francesa: duele el delito, pero sobre todo el símbolo. Pesa la pérdida irreparable de este patrimonio, exuberante souvenir de los días de realeza e imperio, pero también de una grandeur trasvasada a la República que hoy, por culpa de un robo chapucero, expone al país a un ridículo planetario. En el extranjero, este episodio se ha interpretado como metáfora del estado deplorable de la Francia actual, sometida a gobiernos inestables y finanzas en caída libre, en un Estado que ya no logra ser protector. El ministro de Justicia, Gérald Darmanin, admitió sus límites al comentar el robo: “No podemos asegurarlo todo al 100%”. La frase recuerda fatalmente a otra más antigua, pronunciada por el socialista Lionel Jospin en 1999: “El Estado no puede con todo”. Muchos la consideran el inicio de su caída política tres años después. Quizá el robo del Louvre condense, en miniatura, el drama francés de este siglo.

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