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domingo, 14 de julio de 2024

VIVA LA VIDA - Yolanda Reyes - El Gran Perturbador ,. SABADO - 3 - Agosto ,. / VIVA LA VIDA - Járkov «vive y trabaja»: Emprendedores pese a bombas y apagones ,. DOMINGO - 4 - Agosto ,. / No sé de qué me habla - Loteria - El Rasca de la Galleta de la Fortuna - Marta Orriols - Trumpismo de manual ,. / LOS TOROS LA SER -

 

 TITULO:  VIVA LA VIDA -  Yolanda Reyes - El Gran Perturbador ,. SABADO - 3 - Agosto ,.

 El sabado  - 3 - Agosto   a las 16:00 por Telecinco , fotos,.

  Yolanda Reyes - El Gran Perturbador,.

 Yolanda Reyes: «Tener libros en la infancia es algo que cambia la vida»

  Yolanda Reyes,.

 

Hay libros, novelas, que son aullidos. Hay autores que se dejan parte de la vida en un texto para que, en las mejores ocasiones, se deslice fugaz hacia el estómago o el corazón de su lector. Hay libros que atraviesan continentes y se asientan en ese lector suavemente. Otros que se ubican tras un acerado golpe en la mente del que lee, del destinatario de esas palabras.

"Belén y Federico son madre e hijo. Son una idea de madre y de hijo que no es muy frecuente en la literatura aunque sí en la vida. Qué raro que me llame Federico es un verso de Lorca y es también una gran novela sobre la búsqueda vital"

Las cosas que no se dicen pueden llegar a desaparecer. Las preguntas que no se enuncian malviven destinadas a sucumbir en el vacío, el olvido y el silencio. Todos construimos nuestros baúles personales con las historias que no llegaron a ser, con las personas en las que no nos convertimos, los caminos que no tomamos, las palabras que nunca dijimos en voz alta, y cuyos ecos y resonancias en el otro jamás nos representaron.

Estos días una autora y su novela atraviesan continente. Yolanda Reyes y Qué raro que me llame Federico, su novela sobre la gran búsqueda. Estos días dos personajes —que huyeron para encontrarse— salen de esas grutas, de esos baúles escondidos, para ofrecerse a los lectores. Belén y Federico son madre e hijo. Son una idea de madre y de hijo que no es muy frecuente en la literatura aunque sí en la vida. Qué raro que me llame Federico es un verso de Lorca y es también una gran novela sobre la búsqueda vital.

"Esta es una novela de voces musculosas, del apetito hercúleo de una autora por dejar un espacio propio a las necesidades de estos personajes, por pulir de lo innecesario la trama y ofrecerla al lector sin ambages"

Del vacío, del olvido y del silencio, Yolanda Reyes rescata preguntas y respuestas sobre la adopción. Desde esos baúles personales repletos de historias da vida, en las páginas de su reciente novela, a dos personajes en continua búsqueda. Vivir es buscar. Buscar es definirse. Definirse es completarse. Parecen estos los axiomas sobre los que se cimenta Qué raro que me llame Federico, la novedad editorial de Alfaguara de final de año, una novela que nace del apetito voraz de Reyes por narrar y que atravesó un continente para deslizarse en nuestro estómago, acaso en nuestro corazón.

Poseedora de una prosa directa e inmaculada, Yolanda Reyes descubre en este texto la historia de una madre soltera y su hijo. Es una novela que se narra en dos voces y en varias direcciones —de atrás hacia adelante, desde el final hasta el principio, de dentro hacia fuera— la vivencia de Belén y su deseo de tener hijos, el proceso de adopción, el alumbramiento de Federico y las posteriores preguntas que al joven le genera la propia vida y que le lleva, de adulto —casi al principio de la novela— a vivir, a buscar, a definirse de vuelta en su Bogotá natal. En esta historia de búsquedas y comienzos —estas vidas de ida y vuelta— la voz de los personajes se enraíza fuertemente en el texto. Esta es una novela de voces musculosas, del apetito hercúleo de una autora por dejar un espacio propio a las necesidades de estos personajes, por pulir de lo innecesario la trama y ofrecerla al lector sin ambages.

Zenda se reúne con Yolanda Reyes en la sede de la editorial para hablar de esta novela que es aullido y que es sangre. No podía ser de otro modo con ese fragmento de un poema de Federico García Lorca con el que se abre le genera Qué raro que me llame Federico. Recorremos con Reyes la experiencia vital de sus dos personajes.

Comenzamos.

¿Cómo le llegó esta historia?

"A veces la idea esa de que las madres nacen y ya está todo hecho desde el principio… Hay que aprender a entender a un hijo y a saber quién es el hijo, yo no creo que eso esté claro nunca"

Me llegó de muchas formas: me llegó por una amiga que quería adoptar un niño y yo la acompañé mucho en este proceso. Y no sé si cuando la estaba acompañando, o ya lo había adoptado, me llegó una especie de “Federico”, que venía de Francia y hablaba español trabado como un francés. Yo estaba muy interesada en la adopción. Él fue a Colombia porque quería ayudar, dijo que quería darle algo a Colombia porque había sido adoptado allí por una mujer francesa y yo tenía mucha curiosidad y le pregunté cómo era que no hablaba español si lo habían adoptado a los cinco años. ¿Por qué hablaba español con ese acento? Y él me dijo que estaba desesperado por encajar en Francia y que su gran obsesión había sido hablar pronto esa lengua y ser uno de ellos, y para eso también había tenido que olvidar. A mí me pareció una imagen tan potente, y además tan de Colombia en el fondo, ¿no? Tienes que olvidar, el método de olvidar y el método de recordar, recuperar memoria. Entonces ver un francés con rasgos tan colombianos… Él ya había encontrado a su familia, a sus primos. Se fue con sus primos, en un momento muy peligroso de Colombia, a ver si encontraba más rastros de su madre, de su padre, y él era igual a sus primos, eran llaneros, ¡montaban a caballo y todo! Él estaba protegido porque era uno de ellos, pero con tal de que no hablara. Le decían: “tú no abras la boca porque se ve que eres extranjero”. Y eso de extranjero, de la lengua, de no abrir la boca…, siempre pensé en él cuando estaba escribiendo y no lo he vuelto a ver. Pero pensé en él. Tenía mucha curiosidad, pero no por el libro, sino porque pensaba sobre el hijo adoptado de mi amiga: “cuando sea mayor, ¿qué recordará y qué no? ¿Qué significa ser adoptado a los cinco años?” Esto empezó a pesar y me guió mucho en la oscuridad de esta novela, que tiene tiempos muy oscuros, hay muchas cosas para resolver. Pero yo miraba y pensaba mucho en este muchacho.

¿Es esta una novela sobre todas las madres?

En el fondo sí. Nunca me lo habían preguntado así, pero en el fondo sí porque la construcción de la maternidad tiene mucho de simbólico. A veces la idea esa de que las madres nacen y ya está todo hecho desde el principio… Hay que aprender a entender a un hijo y a saber quién es el hijo, yo no creo que eso esté claro nunca y las madres tenemos conflictos con la maternidad que creo que sí, que con todos los matices y todas las peculiaridades, sí que hay una construcción, hay un viaje a ser madre y también un hijo. Ahí hay una relación que se construye, no está hecho todo desde el principio.

Es muy acusada en la novela esa asunción común en la sociedad de la construcción identitaria de la mujer por medio de la maternidad. ¿Por qué cree que Belén desea tener hijos? ¿Cree que lo hace empujada u obligada por esa imposición social?

—No lo sabemos. A veces no entiendo tanto a Belén. Ella cree que tiene todo controlado, además, ¡es una editora! Ella controla el mundo. Ella corrige, ella revisa manuscritos, ella siempre ha decidido lo que quiere y lo que no quiere y de pronto ella se sorprende al pensar en el reloj biológico, en que le interesaría tener un hijo, y en que no ha pensado en eso porque cree que en la vida hay tiempo para todo. Siento que más que la presión social es la presión del tiempo en la vida, la presión del tiempo en las mujeres, en el cuerpo de las mujeres. Creo que si no hubiera presión social, habría una presión física de alguna manera. El cuerpo envejece y el paso del tiempo hace que se piense “si quiero hacer esto, lo debo hacer ya”. Creo que se podría pensar con todo: si quiero ser alpinista, o quiero jugar al tenis o quiero ser pianista, ¡también hay un tiempo para eso! Pero el tiempo de tener un hijo…, ¡el cuerpo de las mujeres tiene caducidad! Creo que de alguna manera juega en la construcción de la identidad.

Belén y Federico aparecen ya juntos al inicio de la novela. En su texto la historia se narra de una manera muy cinematográfica, con saltos temporales y flashbacks. ¿Por qué decidió hacerlo de esta manera?

—Porque me interesaba el tiempo. Me interesa el tiempo en las novelas, me interesan las versiones. Me interesa, más que contar una historia, explorar esas discontinuidades, esa idea de la memoria, de lo fragmentario, y también esa pregunta que creo que es la pregunta que todos nos hacemos: “¿quién era mi madre antes de ser mi madre?”, la prehistoria de una madre. ¿Qué es una madre antes de haber tomado la decisión de tener un hijo? ¿Qué vicisitudes, problemas, contingencias hacen que esta mujer tenga este hijo? Eso me hacía contarlo desde Belén hacia el hijo, hacia el momento del hijo.

En cambio lo del hijo me hacía pensar: “Bueno, este niño que tiene ese tiempo de tener 20 años, pero también esos baches en la memoria”. De hecho es fotógrafo. Pensé en muchas profesiones y me parecía que ser un fotógrafo, un artista y hacer retratos es también tener imágenes discontinuas y te preguntas sobre quién está detrás, quién toma las fotos. Las fotos son fijas y yo creo que la memoria funciona un poco así. Te lo cuento ahora como si hubiera sido tan fácil esta búsqueda.

Esta novela es un puzle

"Creo que, sin lanzarme a hacer interpretaciones, las mujeres estamos un poco así, como que, en la medida en que nos han soltado tantas responsabilidades encima, queremos todo. Y de pronto, ¡qué soledad!"

—Sí. Sufrí…, pero creo que cuando uno sufre también hay…, ¡esa es la gracia! Si fuera a contar una novela me puede salir algo, no sé, de autoayuda. Pero esto del tiempo y de cómo iba a ser la voz de este niño… No fue fácil encontrar a este niño. Hice primero una versión en tercera persona, y después tuve que dar al botón de “delete”, borrar, ¡qué susto! Ahí este niño empezó a hablarme, y yo ya lo conocía. Pero para conocerlo tuve que hacerlo y borrarlo.

¿Podría haber escrito esta novela con un narrador omnisciente en tercera persona?

—La hice y no funcionó. Me tocó desbaratarle, me tocó romper las voces. Siempre quise romper, no quería ser omnisciente, es que, ¿cómo va a ser omnisciente la construcción de la identidad? Y ahora digo, ¡claro, no podía ser!

Belén y Federico son en realidad dos personas que están solas. ¿Considera que es ese el  motor que tienen sus dos personajes para estar continuamente a la búsqueda de sí mismos? ¿Qué les mueve a tener un hijo, a buscar sus orígenes?

"Ella me parecía una editora que quiere descubrir algo de literatura infantil. Es una mujer que lo tiene todo y que ha trabajado mucho para ser la mujer brillante, intelectual. La puse de editora porque es un mundo que conozco"

—Oye, ¡nunca había pensado en eso! La soledad también es parte de esta novela. Sí, no sé. Hoy alguien me leía algo de Luis García Montero, que dice algo así como “los laberintos de estar solo”. Pues pienso que sí. Creo que la soledad de Belén, en medio de todo ese control…, ¡me gustó hacer este personaje! Creo que, sin lanzarme a hacer interpretaciones, las mujeres estamos un poco así, como que, en la medida en que nos han soltado tantas responsabilidades encima, queremos todo. Y de pronto, ¡qué soledad! Esa madre, esa incomunicación, esas parejas, este niño también (en esa búsqueda, en esa ciudad que no es suya). Pues sí, estamos solos. Por eso escribo, yo creo. Por eso hay que sacar fotos, escribir, leer.

Belén es una madre protectora pero que concede a su hijo una libertad que choca mucho con la falta de libertad, la opresión social a la que la somete su madre, mucho más condicionada por la opinión de los otros, por el qué dirán. ¿Ser abierta o dialogante con su hijo es un grito de libertad, es un golpe sobre la mesa para Belén?

—No sé bien. Ahora hablándolo pienso que ir a Colombia en 1994 a adoptar un hijo es como…, ¡estás loca! También Belén entra en shock cuando Federico le dice “voy a Colombia”. A veces uno quiere ser distinto y termina siendo tan igual. A ella, por razones diferentes, cuando Federico dice que va a Colombia, se le rompe el corazón. Sí, ella lo deja. Ahí también está ese doble discurso de los niños, desde pequeños, cuando quieran saber algo, pero, ¡a la vez tenía unos papeles escondidos! Esa ambivalencia…, damos tanta libertad, pero en el fondo, ¿damos tanta libertad? Esta es la pregunta que se haría Belén. Por eso lo llama, y está en Skype. Pero él necesita estar sin ella, necesita irse de la madre. Creo que todos necesitamos en un momento crecer e irnos.

El mundo literario, editorial, es escenario, telón de fondo de Qué raro que me llame Federico, es casi un personaje más que funciona en el caso del personaje de Belén como un hilo conductor de su experiencia vital. ¿Por qué decidió ambientar esta parte de la novela y la relación entre Belén y Sergio sobre este mundo editorial?

—Pensé: ¿qué profesión va a tener Federico? ¿Qué profesión va a tener Belén? Ella me parecía una editora que quiere descubrir algo de literatura infantil. Es una mujer que lo tiene todo y que ha trabajado mucho para ser la mujer brillante, intelectual. La puse de editora porque es un mundo que conozco.

Esta novela, la relación entre la madre y el hijo, podría haber estado llena de reproches. Sin embargo las palabras no dichas sustentan, permiten la narración, dan alas y cuerpo a la historia  ¿Cuánto le ha costado escribir este libro?

"También cuando uno está escribiendo un libro, todo le habla del libro"

—Mucho. También quería dejar una franja en el medio, que fue lo que más trabajé. Yo quería dejar una grieta. No quería que las dos versiones estuvieran ensambladas. No quería que todas las palabras dijeran todo. Quería que hubiera un remanente de silencio o de algo no dicho. Y te digo, ¡me costó! En algún momento cuando vi el libro pensé que hubiera tres voces, ¡que habría sido un desastre! Y después, ¡hay una voz que no está! Hay muchas cosas que no están en este libro. Yo quería trabajar un poco el silencio, o la falta de sincronía entre las dos voces. Quería que quedara algo a la deriva, muy abierto, para que cada uno viera cómo se ubica ahí. No quería ninguna respuesta. Quería plantear, esbozar esa dificultad, esa relación, esos encuentros y esos desencuentros que son parte de las relaciones humanas y la relación entre una madre y un hijo.

Si hablamos sobre la escritura de la novela, podría contarnos ¿cómo vistió, cómo dio voz, cómo creó los personajes de Belén y Federico?

—Trabajando mucho. Creo que Belén fue muy inspirada en amigas mías que han pasado por procesos similares. Hablé con algunas mujeres, con una amiga muy querida que adoptó este niño. También cuando uno está escribiendo un libro, todo le habla del libro. Para el personaje de Federico me guió este muchacho y creo que, en el fondo, me guió la relación con mis hijos mayores que estaban preparándose para irse de la casa. Yo en ese momento no sabía, pero eso fue también, estuvo en mi “preparación teórica” (poniéndolo entre comillas) para aceptar que se acaba un tiempo y aceptar esa separación. Obvio que no sirve para nada la preparación teórica pero en ese momento inconscientemente seguro está laborando algo que intuye que va a suceder pronto.

¿Quiénes han sido sus referentes literarios a la hora de escribir esta novela?

"¡Yo soy organizada! Tengo un esquema, sé para dónde voy. Construyo la idea, esto de los tiempos, pero sí, me dejo afectar por la búsqueda misma"

En esa época ya había empezado a leer mujeres, mujeres, mujeres. Jhumpa Lahiri, por ejemplo, tiene un cuento específicamente que a mí me dolió, que se llama “Una cuestión temporal” que está en Interpretaciones que ahora tiene otro nombre…, lo publicó Océano. Bueno, Jhumpa Lahiri es una de mis mujeres. Chimamanda Ngozi Adichie es otra, es africana. Esos lugares que, no sé si ella ya lo había publicado, pero yo estaba leyendo mujeres en ese tiempo y es como: las mujeres que no terminan de encajar, que pertenecen (por eso pienso en Chimamanda) a una cultura, que son muy sajonas ellas, pero también tienen otra cultura que es la cultura de origen y miran el mundo desde esas perspectivas dobles.

Son ellas, mis grandes mujeres: Chimamanda, Jhumpa Lahiri.

Existe una clasificación de los escritores en cuanto a su metodología de trabajo que los define como escritores brújula o escritores mapa, ¿en qué categoría estaría usted?

—¿Brújula es el que va tanteando y mapa es…? No, yo creo que brújula. Brújula pero con un mapa. [Risas] ¡Yo soy organizada! Tengo un esquema, sé para dónde voy. Construyo la idea, esto de los tiempos, pero sí, me dejo afectar por la búsqueda misma. El mapa puede alterarse, aunque sé para dónde voy, y voy tanteando.

Además de dirigir una colección de literatura infantil, usted es conocida principalmente como escritora de libros infantiles. Hace más de una década publicó la novela Pasajera en tránsito (Alfaguara), ¿cómo ha afrontado la escritura de Qué raro que me llame Federico, una novela destinada también al lector adulto?

Pasajera en tránsito es también novela adulta. Es la historia al revés. Creo que Pasajera en tránsito y Qué raro que me llame Federico son parte de una sensación que yo necesitaba poner en palabras. Vine a estudiar a España y Pasajera en tránsito es una novela de crecimiento pero es al revés, es una latinoamericana que viene a España. Y éste es el viaje al revés. Espero haber terminado ya con ese ciclo [Risas].

 

¿Piensa que debe haber distinción en la narrativa infantil y la narrativa adulta?

—No. Pienso que son los libros y las búsquedas los que encuentran a los lectores. Creo más en cosas más orgánicas, más articuladas, más híbridas. Ahora creemos más en esto que está en los bordes, no que está en límites exactos. Creo que la literatura se mueve hacia esa difuminación de fronteras, de géneros, de edades. ¿Cuándo un libro deja de ser joven para ser adulto? Es como cuando te entregan la cédula de ciudadanía, quizás no significa tanto. Creo que hay muchos rótulos y a veces hay formas más híbridas y maneras más orgánicas de circular por la vida. Incluso a veces uno es niño y es adulto en el mismo día.

En su currículo destaca, además de su trabajo novelístico, su experiencia en la formación de lectores, en la promoción de la lectura. ¿Cómo cree que surge la magia de la lectura, la pasión por los libros?

"Creo que tener libros en la infancia es algo que cambia la vida y facilita muchas cosas, del conocimiento y del pensamiento, y de la vida académica. Pero más allá de eso, abre puertas simbólicas. Eso ayuda a vivir"

—Creo que surge cuando a uno le cuentan historias. Surge en la primerísima infancia. Surge con las canciones de cuna. Surge con la necesidad de oír una voz todas las noches que cuente todas las cosas que dan miedo. Surge con la idea de una voz que acompaña, arrulla, envuelve, y da nombre al mundo de algunas maneras que uno todavía no sabe nombrar. Un niño al que le cuentan historias es un niño que descubre, de muchas maneras, que hay otras vidas simbólicas y que la cultura tiene cosas que decirle, que le abre una dimensión distinta, simbólica de la vida.

¿Cómo surgió en su caso particular?

—Así. Con mi abuela. Tuve la suerte de tener una abuela que me contó historias, de tener una familia lectora, un padre que tenía una biblioteca, crecer entre libros. Es una suerte muy poco frecuente, sobre todo en mi país. En mi tiempo no era tan frecuente. Creo que tener libros en la infancia es algo que cambia la vida y facilita muchas cosas, del conocimiento y del pensamiento, y de la vida académica. Pero más allá de eso, abre puertas simbólicas. Eso ayuda a vivir.

"Yolanda Reyes atravesó un continente para relatarnos la vida de Belén y Federico. Yolanda lleva la vida cincelada en la sonrisa"

Termina la entrevista y continuamos una breve charla sobre la estructura de las tramas de su novela. La vida, como la literatura, a veces transcurre en paralelo y otras atraviesa relaciones, circunstancias… Yolanda permite que, a veces, en esas intersecciones narrativas, queden huecos, espacios reservados para la imaginación o el deseo del lector.

A veces, en esos espacios, la voz que ronronea desde nuestros baúles personales rescata momentos, fragmentos deshilachados, construcciones narrativas inconscientes que pausadamente, al ritmo de la nana junto a la cama, del cuento o la leyenda al pie de la hoguera, nos relata y llena de sentido vidas ajenas y propias.

Yolanda Reyes atravesó un continente para relatarnos la vida de Belén y Federico. La vida de tantos adultos desorientados y niños perdidos de Peter Pan. Yolanda lleva la vida cincelada en la sonrisa. En esa sonrisa perenne que no caduca cuando habla de Qué raro que me llame Federico y de todas las historias que confluyen en su novela.

 

TITULO:   VIVA LA VIDA - Járkov «vive y trabaja»: Emprendedores pese a bombas y apagones  ,. Domingo - 4 - Agosto ,.

El domingo - 4 - Agosto  -  a las 16:00 por Telecinco , foto,.

Járkov «vive y trabaja»: Emprendedores pese a bombas y apagones,.

 Yevgueni y Polina afeura de su tienda, que fue impactada por un ataque ruso en Jarkóv, Ucrania

 Yevgueni y Polina afeura de su tienda, que fue impactada por un ataque ruso en Jarkóv, Ucrania,.

Los vecinos de la segunda ciudad más grande de Ucrania, mantienen el pulso al Kremlin y dan la batalla para que los servicios privados y públicos funcionen,.

Rusia intentó sumergir a Járkov en la oscuridad, pero la ciudad «vive y trabaja». La cita es del alcalde Terejov, y se puede leer en amplios carteles salpicados por las calles. No es ningún tipo de eslogan vacuo. Es la realidad. Los jarkovitas,.

 

TITULO: No sé de qué me habla - Loteria - El Rasca de la Galleta de la Fortuna - Marta Orriols - Trumpismo de manual ,.

No sé de qué me habla - Loteria - El Rasca de la Galleta de la Fortuna - Marta Orriols - Trumpismo de manual, fotos,.

 Marta Orriols - Trumpismo de manual,.

 Marta Orriols: «La muerte, para los que escribimos, es un tema casi ineludible»

 Marta Orriols,.

La Galleta de la Fortuna, el nuevo RASCA de la ONCE que incorpora una suerte  de "filosofía" y una campaña de lanzamiento a lo grande - AZARplus

La editorial Lumen publica la que es, posiblemente, una de las mejores novelas escritas sobre la muerte, Aprender a hablar con las plantas. En este pasillo literario del duelo acompañan a su autora, Marta Orriols, escritores como Joan Didion, Max Porter y Orianna Fallaci. Todos ellos escribieron sobre la muerte de los otros.

Escribir es deshacer nudos, podría haber pensado Marta Orriols, escritora de cuentos, que debuta en la novela con un texto profundo, sutilmente descarnado; con una operación sin anestesia a corazón abierto que ahonda más allá del dolor, más allá de lo que otros escribieron —o pensaron— que sería eso, el duelo.

Aprender a hablar con las plantas se presenta estos días. La novela se ha convertido en uno de los textos más esperados de la temporada. Vendidos sus derechos a varios países, Aprender a hablar con las plantas parece que ya baila sola.

Orriols —locuaz, reflexiva, dialogante, serena— es una escritora comedida con un estilo hilado a base de precisión, fluidez verbal y poesía. Orriols posee una literatura sorprendentemente bella, sus textos nacieron destinados a perdurar. ¿Para qué, si no, servirían palabras como estas, si no es para sobrevivir en la memoria de quien siente dolor? Orriols, madre, viuda, es escritora de cuentos. Y en su literatura hay palabras de dolor y palabras de renacimiento. Aprender a hablar con las plantas es un texto en el que sangran las palabras, pero al tiempo, la lectura de sus páginas implica un deseo innato de supervivencia.

Zenda se reúne con Marta Orriols un poco antes de su presentación en Madrid para desmenuzar el desgañitado texto que ha sido (y continúa siendo) recipiente que sana y da alas. Conversamos sobre la dificultad de hacer ficción de un tema como este, sobre la creación de sus personajes, y descubrimos cómo en muchas ocasiones la literatura puede ordenarlo todo.

Comenzamos.

—Hace un tiempo publicó su primer libro de relatos, Anatomía de las distancias cortas, un texto con el que obtuvo un gran reconocimiento. Ahora llega a las librerías su primera novela, Aprender a hablar con las plantas. ¿Qué diferencias encontró al afrontar este proyecto, respecto al anterior?

"No considero que el paso del cuento a la novela sea un salto cualitativo"

—El cambio de formato te obliga a adaptarte. Primero a escoger qué quieres escribir. Me di cuenta enseguida que Paula, la protagonista, no me cabía en un cuento, porque tenía muchas cosas que contar y que aprender. Entonces me obligaba sí o sí a escribir una novela. Cuando escribo, parto mucho del personaje. No tenía claro a dónde quería ir —soy muy caótica cuando escribo—. Tenía un sentimiento y tenía un personaje, y a partir de ahí pensé que el cuento no me sería suficiente. Me interesaba rodearla de personajes secundarios que iban arrancando su personalidad, que permitían que el lector descubriera a Paula. No considero que el paso del cuento a la novela sea un salto cualitativo, ni mucho menos. A mí el género del cuento me gusta muchísimo, y creo que simplemente son las circunstancias. En ese momento, cuando escribí los cuentos, tenía la necesidad de hablar de diferentes temas que… Era casi como un diccionario de sentimientos. En la novela tenía más la necesidad de contar una historia y con una protagonista muy clara. Necesitaba el formato novela.

—¿Qué es Aprender a hablar con las plantas?

—Creo que es una novela que se puede leer con muchas capas. Pero básicamente es el aprendizaje de una persona que tiene que reescribir el guion de su vida de nuevo tras una pérdida muy importante, no sólo debido a la muerte de alguien, sino también a la pérdida del amor. De repente Paula vive dos duelos a la vez. Es una novela, más que de duelo o de muerte, de cómo sobrevivir, cómo seguir adelante. Es un aprendizaje, reescribir el guion de tu vida cuando algo así te tambalea, cuando ya lo tenías todo un poco encarrilado y, de repente, tienes que volver a empezar.

Aprender a hablar con las plantas nace de otra novela, de un texto que le regaló su editora. ¿Puede contarnos esta historia?

"Me puse a escribir porque tenía ganas de seguir escribiendo. Y salió este tema: reconstruir tu vida"

—La novela nace de un momento peculiar. Yo había publicado el anterior libro, que estaba funcionando muy bien. En Cataluña llevaban ya varias ediciones. Silvia Querini —que hasta enero pasado era la directora editorial de Lumen— me llamó un día y me invitó a cenar porque quería conocerme personalmente. Me dijo que le gustaba cómo escribía, que le gustaría editarme y publicar los cuentos en castellano. Al final de la noche, de la cena, me regaló una novela de Colm Tóibín, el escritor irlandés, Nora Webster, la historia de una viuda de los años 60 en la Irlanda rural, que se queda sola con sus hijos y trata de esto también, de seguir adelante. Silvia me dijo: “Creo que puedes escribir así. Tu escritura me recuerda mucho a él”. Fue como una invitación. Yo ya había decidido, por una parte, que quería seguir escribiendo; Silvia me hizo este regalo; yo había sufrido una pérdida, mi pareja había muerto hacía un año. Así que las tres cosas se juntaron. Ahora, con la distancia, veo que tampoco hubiera podido escribir sobre nada más. Me puse a escribir porque tenía ganas de seguir escribiendo. Y salió este tema: reconstruir tu vida. Aprender a hablar con las plantas sí que nace de esta invitación de Silvia. Ella no me dijo: “¡Escribe una novela!”. Pero sí que me dijo: “Te voy a traducir los cuentos, y si quieres seguir escribiendo creo que tu voz puede ser muy interesante”. Y de aquí surgió la novela.

—Está en las listas de los libros más vendidos en ficción catalana. Su prosa ha sido comparada con la de Alice Munro y Margaret Atwood. ¿Qué piensa cuando lee los elogios?

—No sé muy bien qué hacer con ellos [risas]. Creo que son palabras mayores. Para parecerte a estas escritoras tienes que tener el carrerón que llevan ellas y el trabajo de años y años. Yo acabo de empezar. ¡Claro!, te sientes muy bien cuando te dicen esto, pero es que no te lo acabas de creer. Imagino que cuando te comparan con gente así se refieren más al tipo de literatura que intentas escribir, que habla de unos valores universales y que toca temas con los que la gente puede empatizar fácilmente por eso, porque son universales, y el lector se puede reconocer fácilmente ahí. Creo que no me comparan estilísticamente ni nada, más que por el tipo de literatura que intento hacer.

—¿Por qué eligió un narrador en primera persona? ¿Una historia como esta sólo se podría contar con ese punto de vista?

"En una historia así es interesante que el narrador llevase una cámara y fuese viendo el mundo a través de la mirada de los otros"

—Es una pregunta interesante, porque me peleé mucho para encontrar la persona, la verdad. Empecé en tercera persona, porque me encanta y me siento supercómoda al ir saltando de la mente de un personaje a otro. Pero la pasé a primera porque sentía que Paula era el motor narrativo. En una historia así es interesante que el narrador llevase una cámara y fuese viendo el mundo a través de la mirada de los otros, como la ven a ella. Entonces la pasé a primera. Me costaba mucho, porque cuando narras así caes un poco en el tic de hacer de narrador cámara (“y ahora me levanto, y ahora hago esto”). Entonces volví a pasarla a tercera. Me di cuenta de que no, que realmente era necesaria la fuerza que tiene la primera persona, y ya no me moví de ahí.

—¿Podría contarnos el proceso de documentación o de escritura de esta novela?

—Paula no iba a ser neonatóloga. Al principio era cardióloga, porque me parecía bonito el símil del corazón roto y que ella curase corazones. Pero me empecé a documentar en cardiología… no encontraba, no tenía ningún contacto. Un día hablando con una amiga me comentó sobre una amiga suya que era neonatóloga. Me pasó el contacto, así que le envié una lista (que no terminaba nunca) de preguntas, ¡de todo! Incluso le preguntaba qué ruido hace el suelo de la unidad cuando pisas, el olor… ¡Todo! La relación que tenía con los niños, con los padres. Ella me dijo: “¡Vente un día, que esto es imposible de contestar!” Y estuve un par de días con ella en la UCI del Sant Joan de Déu, de Barcelona. Me dejó pasar por las salas de neonatología, me contó todo, me envío bibliografía… Ha sido muy interesante reproducir el mundo de la neonatología.

—También está el personaje, en este año de duelo, como en una incubadora preparándose para vivir.

—¡Qué bonita imagen! Ella está acostumbrada a estirar a estos niños hacia la vida. Es alguien que planta cara a la muerte a diario, y de repente la muerte la despedaza a ella y la deja en una especie de burbuja desde la que intenta volver a su normalidad, intenta empezar una nueva realidad.

—Paula, la protagonista de la novela, es una mujer dura que debe sobrellevar la muerte inesperada de quien ha sido su compañero de vida. Es una doctora neonatóloga que cada día —durante el año que narra su novela— se enfrenta a la muerte y a la lucha por la vida en su hospital. Ha comentado que quería desprenderse del cliché de “mujer femenina llorona”. Alejándonos de los estereotipos, ¿quién es Paula y en qué momento vital está?

"Cuando te ocurre algo así a esta edad no es lo mismo que si se te muere la pareja cuando eres alguien más mayor"

—Es una mujer bastante hosca, es algo egoísta. Hasta que le pasa esto es una mujer que vive volcada en su trabajo. Aparte, hay que hablar de dos tipos de muerte: la de la madre, que es por enfermedad y hay un tiempo para despedirse; y la muerte de Mauro, que es una muerte a destiempo. La muerte de la madre de Paula me servía para dibujar su personalidad. Paula es alguien que tiene carencias afectivas. Es alguien que no acaba de atarse nunca a la gente, con los amigos siente una cierta distancia para protegerse. De repente le pasa esto y tiene que salir de ese mundo cómodo en que ella se mueve, el del hospital y los compañeros de trabajo, porque la muerte es el detonador a partir del que surgen temas que estaban pendientes: la relación con el padre, por ejemplo, que no se llevan mal pero han faltado cosas y tiene que solucionarlo; también analiza la amistad con su mejor amiga. La muerte la obliga un poco a ir cogiendo esos temas que estaban ahí y que la acaban dibujando a ella. Es como encontrarse a ella misma. En esa caída Paula encuentra las claves de la supervivencia, de lo que va a ser ella a partir de ahora. Me interesaba que le pasara en un momento en que estaba en la mitad, en el ecuador de su vida. Tiene 40-42 años. De algún modo, cuando te ocurre algo así a esta edad, no es lo mismo que si se te muere la pareja cuando eres alguien más mayor, porque tienes que replanteártelo todo otra vez.

—¿Con qué herramientas ha contado para la creación de un personaje tan poderoso como el de Paula?

—Me encanta construir personajes, sinceramente. Primero le construyo una personalidad al personaje y a partir de ahí, según la personalidad que le doy, le pongo el conflicto delante. Esto es lo que te comentaba: me interesaba hacer una mujer muy cerrada en su mundo y que algo así fuera un impacto que la forzase a salir de ahí. ¿Herramientas en el proceso de escritura? Me dejo llevar mucho por la intuición (no soy nada arquitecta cuando escribo). Quería esto. Me interesaba rodearla de una serie de personajes secundarios a partir de los cuales el lector pudiera estirar incluso más la personalidad de ella. Creo que a través de la relación que tiene con el padre, con estos dos hombres con los que se relaciona durante la novela, con la amiga, con la enfermera, vamos viendo a Paula en diferentes facetas. Cuando la vemos más humana es cuando está en contacto con sus pacientes, con los bebés, pero en el resto de la novela es una mujer bastante dura, bastante solitaria.

—Tiene formación y experiencia tanto en historia del arte como en cine. ¿De qué manera piensa que esto ha ayudado a la hora de escribir, o de plantearse un proyecto como este?

"Primero veo la imagen y luego lo transcribo en palabras"

—Siempre creo que cuando escribes todo lo que llevas acaba volcándose en tu escritura. Del mundo del arte no lo sé tanto, es verdad que pienso mucho en imágenes cuando escribo. Primero veo la imagen y luego lo transcribo en palabras. El cine me ha influido muchísimo. Cuando tienes referentes los tienes ya visuales, casi. Creo que los dos lenguajes, la narrativa del cine y de la literatura, beben de un mismo inventario. A la hora de estructurar la novela, por ejemplo, de entrada no sé si voy a escribir en presente o en pasado. Para estos saltos temporales, por ejemplo, me ayuda mucho el pensar en una estructura de película. Pero lo voy haciendo sobre la marcha, no es algo premeditado. Me ayuda mucho a estructurar. Incluso pienso mucho en escenas. Lo veo dentro de la cabeza y lo vuelco luego en palabras, y durante el proceso de reescritura pulo mucho. Como describo mucho lo que veo en mi cabeza, hay demasiada descripción que aleja un poco de donde tienes que dirigir al lector. Luego limpio, pero es verdad que transcribo las imágenes que tengo en la cabeza. No me lo había planteado, pero el mundo del cine, del arte, de la imagen es importante.

—Algunos de los personajes de la novela se aproximan o se acercan a la muerte con una mezcla entre respeto y temor. Joan Didion dijo de la muerte que era “terra incognita. No había mapas para adentrarse en ella”. Cómo se ha aproximado usted al tema? ¿Cómo considera que debe aproximarse un escritor a un tema como este?

—La muerte, para los que escribimos, es un tema casi ineludible. Todos los temas en literatura son recurrentes. Pensar en la muerte es algo tan difícil y tan complejo que en la vida no lo puedes hacer. La vida es para hacer cosas prácticas, la literatura te da ese espacio para ordenar esta serie de pensamientos. Creo que nadie está preparado para la muerte. Y mucho menos para la muerte de la persona que está a tu lado. Por mucho que te mentalices, hasta que no te ocurre… Es un tipo de vivencia que es universal y a la vez es única. Hasta que no lo vives no puedes saber qué te va a pasar ni qué vas a sentir. La literatura sirve para esto, para ordenar todos estos temas más complejos. Me he perdido… ¿La pregunta era…?

—¿Cómo considera que debe aproximarse un escritor a un tema como este?

"Un escritor debería poder hablar de todo, porque está haciendo ficción"

—Un escritor debería poder hablar de todo, porque está haciendo ficción. Lo que pasa es que cuando vives una cosa en primera persona, te ayuda mucho a poder transcribir este sentimiento que tú estás viviendo. Creo que el estado anímico que tenía yo al empezar la novela me impulsó mucho a que en la voz de Paula (que no soy yo ni es mi historia; al contrario, intenté buscar distancia para que no se pareciera a la mía) sí que se mete de vez en cuando una voz más reflexiva, y es mi mirada sobre la muerte, sobre este tema.

—¿Qué espacio debemos los vivos reservarle a la muerte?

—¡Qué difícil esta pregunta! Creo que lo normal es —cuando uno está vivo— agarrarse al lado amable de la vida. No podemos vivir pensando que nos vamos a morir, pero sí que es algo que no tenemos integrado socialmente. No tenemos integrado el hecho de cómo vivir el dolor. Cuando uno está mal, cuando sufre una pérdida, evidentemente el estado es de tristeza absoluta. Pero esto socialmente no se acepta. Cuando quieres a una persona lo que quieres es que esté bien, con lo cual lo animas a arrastrarlo a la vida otra vez. Lo que no entiende la persona que te acompaña en estos momentos es que tu realidad ha cambiado de la noche al día, la normalidad no va a ser la misma. Y esa tristeza, de algún modo, se convierte en algo necesario: lo último que te queda de la persona que has perdido. Creo que vivimos en una sociedad que obliga a ser felices constantemente: las redes sociales, las fotos de la gente… Todo es alegría y felicidad. Que está muy bien que sea así, pero en la vida hay muchas miserias. También en el día a día. Hay que aceptar la tristeza como un estado por el que se tiene que pasar, un buen sitio donde estar. Se tiene que aceptar eso, más que la muerte. Dejar el espacio para que la persona se recupere, si es que se puede recuperar de algo así. De algún modo no forzar a vivir como se vivía antes, porque es prácticamente imposible. A lo sumo se transforma el dolor, pero el dolor no se va. Más que reservarle un espacio a la muerte, es… Prepararte no te vas a preparar para esto, porque hasta que no lo vives no lo puedes sentir, pero bueno, sí saber que está ahí, y al menos respetar el tiempo del duelo, que a veces desde la medicación, los amigos, todo el mundo te fuerza a darte unas prisas por volver a una realidad que ya no es.

—¿Qué piensa que se aprende —o se puede aprender— a partir de un duelo como el de Paula? ¿Con qué moraleja debe quedarse el lector tras leer Aprender a hablar con las plantas?

—A veces en la propia caída están las claves de la supervivencia. A veces la muerte es una oportunidad, un aprendizaje de empezar de nuevo.

—“Mi dolor es mío” es una frase que Paula, la protagonista, repite varias veces a lo largo del texto. ¿Es la literatura, o el hecho de escribir, un acto de generosidad?

"Escribes pensando que lo que tú escribes puede que no le interese a nadie"

—Escribes pensando que lo que tú escribes (que es algo íntimo, de algún modo vuelcas tus sentimientos y tu manera de entender el tema sobre el que escribes) puede que no le interese a nadie. Pero cuando pasa a manos de los lectores y con las primeras reacciones ves que la gente se siente identificada con unos sentimientos que creías que eran muy tuyos, te das cuenta de que poder compartir eso no sé si es generoso o no, pero es bonito al menos. Paula, cuando habla así, como personaje, no quiere compartir el dolor. Lo reivindica durante toda la novela: no se quiere comparar con la mujer mayor que ha enviudado en el pueblo. No quiere que nadie le pise esa parcela, que es lo último que le queda de su pareja. Ella reivindica esto: va a sentir lo que quiera, no lo que le digan los otros.

—¿Cree que la literatura es un tótem al que podemos asirnos cuando todos nuestros amarres emocionales fallan?

—Creo que sí. Creo que la literatura es un buen refugio. Creo que la ficción se acerca mucho a la idea de humanidad. A poder encontrarte cuando lees un libro. Reconocerte en algo que te están contando ayuda.

—¿Quiénes son sus referentes literarios?

—Me acuerdo siempre de Mercé Rodoreda. Es la primera autora que leí de jovencita.  Aún estaba en el instituto y me di cuenta de lo que se puede hacer con la literatura o lo que la literatura podía hacer en mí, los sentimientos que podía crear y provocar. Aparte de que creo que es una autora grandiosa. Tiene una voz tan peculiar que la reconoces entre cualquiera. Creo que es una autora que escribe de una manera muy física y muy magnética, que los personajes son casi personas. Eso me gusta mucho de ella. Además escribe de una manera que parece que no está diciendo cosas muy importantes, incluso hay novelas con un toque casi naïf, casi infantil. Pero a la vez crea unas imágenes plásticas que se quedan contigo para siempre. Luego hay muchos autores que me han gustado y que tengo presentes: me entusiasman James Salter, Juan Marsé, Alice Munro, Edna O’Brian… Estos son mis referentes.

—Si hoy comenzase a escribir esta novela, ¿qué consejos se daría?

"¿Qué consejos me daría? Quizá no poner tanto de mí en la novela, porque de algún modo te desnudas muchísimo"

(Risas) Esta pregunta es muy buena. ¿Qué consejos me daría? (Orriols reflexiona). Quizá no poner tanto de mí en la novela, porque de algún modo te desnudas muchísimo. Al fin y al cabo estás hablando de la muerte, es un tema muy delicado. Ahora que he empezado con la promoción, te das cuenta de que te desnudas muchísimo y que públicamente… Esta entrevista es mucho más literaria, pero los periódicos acaban con un titular que dices: “¡Vaya! ¿Yo he dicho esto?”. Es como que te entrevistan a ti, hablan más de tu vida casi que del libro. Yo quería quedar ahí en la discreción. Intentaría que esa parte más reflexiva, que quizá es más mía, transformarla más en literatura.

—Decía Didion que “nos contamos historias para poder vivir”. ¿Escribir es coser las heridas?

—Puede ser. Creo que sí, al menos para mí. Yo soy una persona que cuando hablo soy muy desordenada y muy caótica. Incluso cuando quedo con unos amigos y luego llego a casa pienso: “¡No!, eso que le has dicho no era así”. Y acabo mandando un mensajito. Me ordeno cuando escribo. Me he dado cuenta con esta novela, pero me he dado cuenta ahora, en la distancia. Sí me ha servido para ordenar todo lo que no pude pensar cuando me ocurrió. Porque no podía, porque me tenía que dedicar a seguir adelante, con mi vida, con los niños… En cambio, la literatura, o la novela, me ha dado este espacio para curar mis heridas, sí. Para ordenarme sobre una serie de temas, situarme donde estoy en este momento. Aunque no sea mi historia, es cierto que la reflexión acerca de la vida, de la muerte y de lo que te depara a partir de ahora, sí que la he hecho con la novela.

Concluye la conversación y en pocos minutos Marta Orriols presentará esta delicia literaria a sus lectores.

Leer su novela implica un riesgo. Al fin y al cabo, la lectura supone un pacto íntimo entre autor y lector. En este pacto que los lectores firmamos, conscientes, antes de adentrarnos en Aprender a hablar con las plantas, sabemos de antemano que sus palabras nos abrirán las entrañas, nos llevarán a lugares que parecían sumergidos, se trocarán en un punzante revulsivo. Aun así firmamos este tácito acuerdo y retenemos el aire durante las primeras páginas del texto.

Antes de su lectura deseamos que Marta nos contagie las ansias de superación de Paula, su protagonista, y que además nos regale con su novela una de esas respuestas que nunca solemos afrontar: ¿Cómo se sobrevive a un dolor como este?,.

 

 TITULO: LOS TOROS LA SER -   Morante corta la temporada de manera temporal por causa mayor ,.
  

 

 LOS TOROS LA SER,.
 

 Los toros es un programa radiofónico que dirige el periodista especializado Manuel Molés en la Cadena SER. Desde abril de 2015 se emite los lunes de madrugada tras ser sustituido de su horario habitual de emisión de los domingos por el programa Contigo dentro. Contó con la colaboración de Antonio Chenel Antoñete, fallecido en Madrid el 22 de octubre de 2011, siendo uno de los espacios más antiguos del panorama radiofónico nacional ya que continúa emitiéndose de manera ininterrumpida desde 1982.
 Es un espacio taurino a modo de repaso informativo semanal. Consta de tertulias, entrevistas con los personajes de actualidad y crónicas de los eventos taurinos más destacados de la jornada., etc.

 

Morante corta la temporada de manera temporal por causa mayor,.

Así se ha hecho saber a sólo dos días de anunciarse en Madrid por Beneficencia, este domingo 9 de junio,.

Morante de la Puebla
 
foto / Morante de la Puebla,.

La noticia es un jarro de agua fría. Morante de la Puebla, el torero sevillano, corta la temporada. Así lo ha hecho saber su apoderado Pedro J. Marques a El Mundo. Se ha confirmado el secreto a voces que venía rondando desde hace meses, tanto como que su presencia ya estuvo comprometida en Sevilla, el Domingo de Resurrección. Pero el torero de La Puebla tiró y tiró de Resurrección pasando por la Feria de Abril y hasta llegar a la mismísima Feria de San Isidro o la vuelta de los toros a Cáceres. Haciendo un profundo e íntimo esfuerzo. Las cosas no están bien.

Fue en el mes de marzo cuando comenzaron los partes médicos de baja. Primero en Navalmoral habiendo toreado en Arnedo en malas condiciones anímicas apenas un día antes.

Brillante fue su paso por la Feria de Fallas donde hizo una faena preciosa y a hombros salió este fin de semana de Cáceres. Entre tanto una lucha titánica consigo mismo. La más dura.

Pero el diestro de La Puebla, de un tremendo calado artístico, ya tuvo la temporada de 2023 un año de muchas idas y venidas, y de una lucha interna que lleva desde hace años.

Morante, que es un torero de época, que ha logrado lo que nadie: depurar su toreo y consolidar su estatus de figura con el tiempo, lejos de perder el interés lo sigue levantando cada vez más. Prueba de ello son esas dos orejas y rabo históricas que sumó el año pasado en plena Feria de Abril de Sevilla. Día en el que cortó las calles de Sevilla para llevarlo a hombros hasta el hotel en pleno siglo XXI. Fue un hito que hacía nada menos que 52 años que no ocurría. El último en lograr la hazaña fue Ruiz Miguel y a un toro de Miura. De ahí, que la pasión se desatara, también en estos tiempos.

Con su retirada, esperamos que provisional, se deja huérfano el toreo. Y los carteles descompuestos. Sin ir más lejos el regreso de los toros a Marbella y la emblemática fecha de la Corrida de Beneficencia de Madrid cuando se anuncia con Castella y Fernando Adrián, este domingo 9 de junio.

No es torero de fácil sustitución. Bien los saben los empresarios, que ya el año pasado sufrieron las idas y venidas del diestro de La Puebla.

Pero en la vida, antes que el torero está el hombre. Y a Morante se le espera. Siempre.

Toda la fuerza del mundo para un torero de época, necesario, y que deja un hueco irreparable en el corazón del aficionado. Que la vuelta sea pronta.

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