BLOC CULTURAL,

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jueves, 18 de julio de 2024

Metrópolis - El viaje infinito ,. / DIAS DE TOROS - El ministro pasará; los toros seguirán , . / Retratos con alma - Broadway-Lafayette: El último andén, de Pedro Plaza Salvati,.

 

 TITULO: Metrópolis -  El viaje infinito  ,. 

  El lunes - 5 - Agosto , los lunes a partir de las 00:30, en La2, foto,.

 El viaje infinito ,.

 El viaje infinito

Construye Wolfgang Hermann este hermoso libro como si se hubiese planteado la pregunta de Hölderlin (no en vano se doctoró con una tesis sobre él): “¿Adónde iré?”, se lamentaba el gran poeta“Sé tú, canto, mi asilo acogedor”.  Y así, como si estuviésemos ante una figura del romanticismo alemán, ese Wanderer, poeta errante a la búsqueda permanente de un sentido (“En ningún lugar, en parte alguna he de encontrar lo que busco”, confesaba Kleist), se presenta ante nosotros el autor austriaco con esta obra poética y sutil. ¿Cuál será el asilo de este trágico caminante urbanita? Porque, y esa es una de las grandes diferencias con la tradición clásica más vinculada a la Naturaleza, nos encontramos aquí con un paseante a la francesa que deambula por las ciudades observando, escuchando, intentando encontrar aquello que permanece en él y aquello que se transforma. “Soy el resultado de constantes transformaciones”, avisa ya desde el principio, y se pregunta: “¿quién era yo en esas ciudades cambiantes y en qué me convertían ellas?”

"Identidades, vidas diferentes que lejos de la ciudad no pueden encontrarse. Por eso vaga por París, Berlín y Nueva York, donde se revela su canto con un desfilar de estampas diversas"

Porque desde el principio está bien clara su opción por las ciudades y el extrañamiento que le producen los lugares más pequeños en los que hay tiempo, pero en los que se siente incapaz de permanecer. “¿Por qué regresas una y otra vez a las metrópolis, a esas ciénagas del tiempo?”, se pregunta. Decía Heráclito que en el cambio estaba la permanencia, es decir, la lucha (simbolizada por el fuego) es lo que permanece y es la realidad con la que tenemos que contar. Hermann, en esa búsqueda desesperada propia del hombre contemporáneo marcado por el dolor (doble herida en su caso, la de la vida común a todos nosotros, y la de la pérdida de un hijo adolescente, que relató en Despedida que no cesa) de un significado, también se plantea: “¿Puede saberse realmente algo sobre la transformación?” Y concluye de una manera moderna: “La transformación consiste precisamente en dejar suceder, en dejar de ser (…) dejándose llevar libremente en el mar anónimo del día, de persona en persona, de identidad en identidad, sin tener nada más que un pasaporte que de testimonio de ella”. Identidades, vidas diferentes que lejos de la ciudad no pueden encontrarse. Por eso vaga por París, Berlín y Nueva York, donde se revela su canto con un desfilar de estampas diversas: una historia de amor, conversaciones de parroquianos en una barra de bar, un niño que come junto a su niñera, un apagón en el metro, compañeros de viaje unidos de manera inesperada que se resisten a separarse… Historias como colores llenos de vida, “colores de extrañeza y de familiaridad que, paso a paso, te conducen a otras vidas”. Recorre así el autor un camino de depuración en el que se limita a permanecer atento, escuchar, observar hasta verse acogido, diluido, en su singular canto: “no soy sino dos palmas de las manos abiertas, sólo aliento, sólo sonido, cuando la sirena de niebla del buque de vapor vuelve a sonar otra vez, sin fin”.

TITULO:  DIAS DE TOROS  - El ministro pasará; los toros seguirán,.

 

 El ministro pasará; los toros seguirán,.

 

 

El presidente de Castilla-La Mancha ha propuesto que las competencias sobre esta tradición recaigan directamente en la Presidencia del Gobierno, en Moncloa,.

Un encierro en Arcos de la Frontera, 1962

foto / un toro y  el miedo de la gente,.

Tras la controvertida decisión tomada hace escasos días por el ministro de Cultura relacionada con la supresión del Premio Nacional de Tauromaquia, el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, ha propuesto que las competencias sobre esta tradición recaigan directamente en la Presidencia del Gobierno, en Moncloa, algo que sería "políticamente más honesto" que mantenerlo en el Ministerio de Cultura, con un ministro que quiere "maltratar" al sector taurino. Durante una rueda de prensa que ha tenido lugar en Guadalajara, García-Page ha respondido de esta forma a la decisión del ministro Urtasun.

Así, ha explicado que no se entiende "que haya un ministro encargado de cuidar al sector taurino que lo que quiera es maltratarlo, cuando no acabar con él", y ha dicho que la posición de Urtasun sobre los toros es "legítima" pero "políticamente sería más honesto que esa competencia se pudiera llevar directamente desde Moncloa sin tener que hacer ningún cambio normativo". A su juicio, está bien ubicada la tauromaquia en Cultura "pero si un ministro odia algo para lo que tiene encargo de proteger lo más honesto, políticamente, sería que esa gestión, de forma funcional, se llevará desde un ámbito que abarca todo el Gobierno, que es Moncloa, porque si no es como poner al lobo a cuidar las ovejas".

También ha aprovechado para lamentar que el sector taurino está "con la intranquilidad de estar recibiendo un maltrato oficial" y ha señalado que se pueden tener distintas opiniones y querer que desaparezca la tauromaquia pero "lo razonable" es que el sector tenga la "tranquilidad" de que quien tiene la competencia legal de vigilar, tutelar y cuidar el ámbito taurino "no tenga como propósito dejarse llevar de sus odios y acabar con ella". Con una notable intención apaciguadora pero sin perder de vista su personal punto de vista, Page ha asegurado que no quiere plantear "ninguna guerra política" por este tema y lo que último que querría es dar consejos sobre cómo se tiene que organizar un gobierno, pero ve "de sentido común" que alguien se "abstenga de tomar decisiones sobre algo sobre lo que tiene un manifiesto odio cuando no un interés retorcido".

Modernidad y tradición

Asimismo y en consonancia con esta dicotomía reciente tan instaurada en las conversaciones actuales entre aquellos determinados sectores de la izquierda que siguen revisándose la validez o aceptación propia de según qué tipo de querencias culturales, ha reprochado que no acepta "bajo ningún concepto" lo que ha denominado "gauche divine", que es esa parte de la población que se ha apropiado del concepto de modernidad y lo vincula a lo antitaurino. "Aquí no somos gente de boina, no somos gente atrasada", ha señalado. También ha manifestado que no merece la pena seguir con este debate que se ha abierto en medio de una campaña electoral (Cataluña) y "al albur de intentar ganar un pequeño nicho de votos".

"Ni yo ni el 96 por ciento de los españoles aceptamos el rol de una minoría que se considera ilustrada en este país y que nos dice a todos lo que es ser moderno o no ser moderno, lo que es ser del año 24 José o ser el medievo", ha criticado. Y en la misma línea ha declarado que le parece "de una soberbia inmensa que alguno se quiera apropiar del concepto de modernidad" en España.

 

TITULO:  Retratos con alma - Broadway-Lafayette: El último andén, de Pedro Plaza Salvati ,.

 

La periodista Isabel Gemio regresa a la televisión para presentar 'Retratos con alma', el nuevo programa producido por RTVE en colaboración,.  

 

 Lunes - 5 - Agosto -  a las 22:40 horas en La 1 / foto,.

 Broadway-Lafayette: El último andén, de Pedro Plaza Salvati,.

 Broadway-Lafayette: El último andén, de Pedro Plaza Salvati

Un matrimonio prepara su regreso a Venezuela tras cinco años en Manhattan. Ella termina un doctorado y escribe una novela inspirada en los mendigos de la ciudad; él, que retorna antes, se ve obligado a afrontar un nuevo proceso de adaptación al deterioro del país. Extorsiones, intentos de secuestro y desapariciones se hilan en una historia de amor que reúne el submundo de Nueva York y una Caracas en pleno colapso.

De Broadway-Lafayette: El último andén Antonio Muñoz Molina escribe en la contraportada del libro: «Pedro Plaza Salvati ha escrito una gran novela abarcadora de personajes, hablas populares, destinos rotos, con una ambición de crónica y de fábula que tiene algo de regreso a las ficciones fundadoras de lo que se llamó el boom latinoamericano: igual que ellas, aspira nada menos que a medirse con la complejidad de lo real».


Todo lo que necesitas lo puedes conseguir en la basura, le decía Scott al mostrarle el lugar donde habitaba. Había que descender hasta lo más profundo de la estación Broadway-Lafayette, esperar a que llegara un tren, descargara a los pasajeros, partiera de nuevo, saltar a los rieles, caminar unos cuantos metros, bajar por una escalerilla y luego propulsarse con las manos hacia una pequeña plataforma que era como un refugio oscuro en forma de bóveda. Scott siempre cargaba consigo una linterna que sacó en ese instante para alumbrarle el trayecto que conocía de memoria. Muchas veces le servía para ver a las ratas, delatadas tras el par de ojos enrojecidos por el contraste entre la luz y la oscuridad: las ratas neoyorquinas, las ratas marrones, algunas veces con el mismo colorido de los mendigos; Rattus Norvegicus. El sistema de metro de Nueva York cuenta con abundantes restos de alimentos y existe una población de roedores que salen a la luz durante el día cuando no han podido saciar su hambre de noche, algo antinatural a su condición: la oscuridad de los túneles hace que se confundan sus costumbres y se vean a todas horas del día o de la noche. La linterna le servía para ver a las ratas apostadas entre los rieles y para ahuyentarlas a su paso. Con lo que recibía de limosnas y la venta casual de algunos de sus dibujos en la superficie, en el Village, entre artistas y turistas, compraba creyones, hojas de dibujo y las pilas para la linterna, uno de sus bienes más preciados.

La comida la conseguía en la basura antes de que pasaran a recogerla. Nueva York tiene un sistema arcaico de recolección de desechos en el que las bolsas se amontonan sobre el piso y no en contenedores. Esto le facilitaba la labor a Scott, a miles de mendigos en la ciudad y a cientos de miles de ratas neoyorquinas. Siempre decía que era asombroso lo que tiraban los habitantes de Nueva York, que era una pérdida de dinero ponerse a comprar alimentos; everything you need can be found in the garbage. Y al llegar a su cueva encendía un bombillo potente que colgaba embutido en un portalámparas justo en la mitad de la extensión de un cable eléctrico en forma de U, como en los tendidos de electricidad de un pueblo latinoamericano, y que le había ayudado a instalar un amigo también suplicante que decía haber sido un profesional antes de caer en la mendicidad. Scott era un artista y de asuntos prácticos o científicos sabía poca cosa. Scott llamaba a Spencer “el ingeniero”, habitaba muy cerca de allí y siempre le pedía algo de dinero cuando le hacía algún trabajo eléctrico. Era cierto que ni remotamente se comparaba el número de mendigos que vivían en los túneles del metro en las décadas de los setenta, ochenta y noventa con el presente, pero a él le gustaba su vida bajo tierra. Se había dedicado en los últimos años a hacer dibujos, utilizando al principio carbón y tinta de las máquinas de fax inservibles que conseguía también en la basura, usaba papeles en blanco para hacer representaciones de lo que él llama El alma de los neoyorquinos. Algunos turistas podrían pensar que sería muy auténtico y pintoresco comprar un cuadro de horror humano de un harapiento con cara de buena gente y brillo esquizoide. Luego de lograr una venta se daba el lujo de entrar a un negocio en Lafayette Street, en el que lo rechazaban con miradas insinuantes por su olor y le rogaban que comprara rápido sus creyones y sus hojas, que les iba a ahuyentar a los clientes. Así se llamaba su colección, La legión de los sufridos, que numeraba: S/10, por ejemplo, y que parecía más bien una serie en blanco y negro de caras aterrorizadas, delgadas como espantos a dieta, con los ojos desorbitados, oblicuos, en forma de huevo, con los cabellos caídos como producto de un cáncer o de la contaminación por escapes de radioactividad, enchumbados de baños de cloacas, los bordes de la caras ladeadas siempre en forma de S, como si la silueta de la cabeza representara el dolor de los neoyorquinos ante las desgracias de la vida. S de sank, hundido: la falta de comida, de calefacción, todo le importaba un pepino a los neoyorquinos, según Scott: seres con un alma de hueco dentro de un trozo de mármol, incapaces de conmoverse, salvo algunas excepciones; así parecía ser su visión de la ciudad y de sus habitantes. En ese espacio en forma de cueva-dormitorio habitaba Scott. Había organizado un hogar de tres metros por cuatro, al que regresaba en las madrugadas, luego de divagar horas entre Coney Island y el Bronx, se detenía en la estación Broadway-Lafayette y descendía a su habitación-plataforma, en la que dormía y dibujaba, siempre en blanco y negro, como para honrar el color de las almas de los neoyorquinos, o simplemente porque los primeros retratos los hizo con carbón y así quedó marcado su negro estilo, o tal vez para hacer armonía con la oscuridad del sitio donde vivía, porque al vivir en una cueva prevalecían las tonalidades oscuras y no podía ser otra cosa más que un reflejo de la condición de su morada. Llevaba por dentro el inevitable impulso de dejar plasmadas esas caras marcadas por la S de sufrimiento, con las bocas como en expresión de que el fin del mundo está cerca: la indiferencia de la muchedumbre ante una persona con una urgencia médica a la hora de la salida del trabajo, tirado en el piso, en la estación Grand Central; los alaridos de un alma pisoteada por los tacones de los transeúntes Aaarrrrrrr, Aaarrrrrrrr, Aaarrrrrrrrr, Aaarrrrrrrr, como si esos gemidos salieran desde un cercano más allá y no fuesen suficientes para llamar la atención de los peatones o para que alguien se dignara a llamar a los policías; masas teledirigidas a un destino específico no podían detenerse ante el obstáculo de un moribundo (¡uno más!) en el piso que gritaba Aaarrrrrrr, Aaarrrrrrr, Aaarrrrrrrrr, Aaarrrrrrrrrr, y la vida quedaba reducida al horror de la expresión de una cara ante la cercanía de la despedida. Scott tenía el talento de poder trasmitir esa visión en dibujos, La legión de los sufridos, lo que era la vida en una caverna llamada New York City, The City, la Ciudad; y su caverna particular de la que se había posesionado y que estaba al mismo nivel de categoría de padecimiento que el hombre que está a punto de ser pisoteado en Grand Central.

 

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