TITULO: Tierra de sabores - Versátil lanza un nuevo menú degustación que es todo un 'Paseo extremeño' ,.
Cocinamos - Versátil lanza un nuevo menú degustación que es todo un 'Paseo extremeño',.
El reconocido restaurante de Zarza de Granadilla se alía con Señorío de Montanera para transportar los sabores de la dehesa y el cerdo ibérico a la alta cocina,.
foto / Con una filosofía compartida en una clara apuesta por poner en valor el producto y la cocina de la región, Versátil se acerca a la dehesa de Señorío de Montanera, cuna del cerdo de bellota, para elevar su propuesta gastronómica y llevar el carácter de los ibéricos a su nuevo menú degustación 'Paseo Extremeño'.
Se oferta en uno de los espacios gastronómicos de Versátil: el Salón, consta de doce pases, a través de los cuales se puede saborear la tierra extremeña con elaboraciones como el carpaccio de presa ibérica extremeña con vinagreta de verduras, ali-oli de perejil, micro-brotes, mostaza y miel de las Hurdes, lascas de queso de la zona, aros de cebolla y helado AOVE manzanilla cacereña o el buñuelo relleno de espuma de panceta ibérica adobada, salmón curado en casa y polvo de avellanas, café y caramelo.
Su chef, Alejandro Hernández Talaván, que se encuentra al frente del restaurante desde 2017 junto a sus hermanos David y José, apunta que «desde Versátil teníamos ganas de establecer una alianza con una firma de ibéricos de Extremadura, que tuviera un sello de calidad que fuera identificable por nuestro cliente y una marca renombrada tanto en el ámbito nacional como internacional, y en este caso no hemos podido elegir mejor. Señorío de Montanera es una firma con historia y referente en su sector, en la cual nos sentimos muy identificados, ya que apuestan por la calidad y miman el producto de la misma forma que hacemos nosotros en esta casa. Solo deseamos que nuestro cliente se traslade de la dehesa al plato y disfrute de la experiencia de nuestro Paseo Extremeño».
Por su parte, Francisco Espárrago, consejero delegado de la firma, indica que «esta alianza en la que nos convertimos en proveedor exclusivo de Versátil en ibéricos supone un paso más en nuestra apuesta por ser un socio estratégico para la alta restauración y su misión de dar a conocer el cerdo ibérico en todas sus vertientes, pues como decimos del cerdo hasta los andares».
TITULO: Obélix y Astérix - Teatro - 'Los guapos': la épica sin emoción de unas vidas minúsculas ,.
Obélix y Astérix - Teatro - 'Los guapos': la épica sin emoción de unas vidas minúsculas , fotos,.
Teatro - 'Los guapos': la épica sin emoción de unas vidas minúsculas ,.
Conocido como director de cine, guionista y novelista, 'Los guapos' es la primera incursión en el teatro de David Trueba. No era por ello escasa la expectación con que se esperaba el estreno de esta obra que, ya desde el título,.
A finales de abril de 2023 se terminó de imprimir el libro de poesía Las demoras (colección «La Veleta», Editorial Comares), de José Alcaraz. Esta obra cumple un doble hito que repercute en la trayectoria del autor: por un lado, el año 2023 coincide con el cuarenta aniversario del escritor; por otro, la fecha de publicación implica el transcurso de más de una década con obras editadas. Anteriormente, Alcaraz ha puesto en manos de los lectores La tabla del uno (2012), Edición anotada de la tristeza (2013, Premio de Poesía Joven RNE), Un sí a nada (2015), Vino para los náufragos (2018, XI Premio de Poesía Antonio Gala) y El mar en las cenizas (2019, accésit del Premio Adonáis). Los dos acontecimientos recién expuestos aparejan una incómoda certeza biológica y una fantástica realidad literaria: José Alcaraz ha dejado de ser un poeta joven y se consolida, por tanto, como poeta «a secas» —para más aclaraciones, léase «Poeta joven», de Ángel González—.
Esta es la idea que impregna las páginas de todo el libro y que, para mayor significación estructural, se desarrolla en la composición que actúa como pórtico: «Bosquejo». Alcaraz invita a sus lectores a que se olviden de la prisa, del «resultadismo» —término que aún no recoge el diccionario por ser tan hodierno…— y de la vanidad; e, igualmente, nos lleva a tomar conciencia de que el hacer justifica lo hecho, y no a la inversa. Nótese la ambivalencia del «bosquejo» como desempeño vital y literario. El poema dice así:
Hay algo preferible en los bosquejos.
Su ligereza, ser provisionales,
la escasa vanidad.Ramaje de líneas,
el blanco pasando entre los trazos.Cosas a medio hacer, pero absolutas
como la vida en ellas.Cosas desvaneciéndose
por no ser enteras de este mundo.
Hasta aquí no hemos mencionado el significado del título. Los títulos suelen comportarse como claves isotópicas de las obras —en román paladino, como síntesis de la interrelación entre el contenido y la estructura—. Por tanto, estos rótulos globales, en sus mejores casos, dialogan con los poemas que presentan. De ahí que los títulos exijan una lectura crítica atenta. En primera instancia, la palabra demora remite a su significado más cotidiano (‘tardanza, dilación’). Construye, pues, un espacio gobernado por un tiempo propio: demorarse supone una dedicación plena hacia las cosas, pero también cierto temperamento indómito con respecto a los plazos y a las exigencias vitales. Ahora bien, el término demora posee otras implicaciones semánticas. Nos referimos a la cuarta acepción del diccionario —una de esas acepciones que solo consultamos los críticos para dar con hallazgos casuales—, que alude, en marinería, al rumbo en que se halla un objeto con relación a otro ya dado. Desde esta óptica, el libro adelanta, también, la posición del sujeto como observador de su entorno y como viajero hacia lo desconocido y, además, entronca con la estela marítima de obras anteriores (Vino para los náufragos o El mar en las cenizas), del título de la colección («La Veleta») y de la geografía física que lo ha visto crecer (la ciudad de Cartagena).
En Las demoras Alcaraz trata de inmortalizar las ráfagas de emoción que subyacen en las acciones más cotidianas. A pesar de su mirada escéptica hacia la creación y hacia la figura del poeta, a las que define respectivamente como «soledad tonta» y como «bufón grave», confía en la utilidad personal de la escritura: «quiero hacer mi vida para dejarla aquí / constantemente». A lo largo de las páginas de la obra, se acumulan momentos rutinarios que generan, casi a partes iguales, tanta fascinación como conciencia del prosaísmo de la realidad. De ahí el uso de quiebros irónicos que dotan de mayor frescura a la obra: escribir un borrador, deambular entre sábanas tendidas, tomar el sol, ir a la playa, acariciar el pelo de la persona querida, estirarse en la cama hasta ocupar todo el espacio, acudir a la peluquería, trabajar en la imprenta, escuchar grabaciones de poetas, reflexionar sobre la tarea creativa, padecer insomnio, abrir las ventanas en julio, impartir clases en el instituto, cambiar los pañales a su hijo, visitar a sus padres… Todas estas acciones configuran el entramado de Las demoras. Como se aprecia, el libro está marcado por el signo de la realidad; ahora bien, tampoco debe confundirse el DNI con el ISBN, sobre todo cuando sabemos que la comunicación artística selecciona, proyecta y reelabora la materia vital: «Para deciros “Estoy aquí, no me dejéis solo”, / escribo poemas como señales de humo. / Pero uno tras otro, lejos de mi deseo, / me ocultan más y más en la humareda».
El lector de estas páginas se quedará con la sensación de que, bajo una cosmovisión en apariencia eudemonista, se percibe un carácter irredento con el que el sujeto se distancia de los convencionalismos sociales, de las apariencias y del ritmo eléctrico de la contemporaneidad. En el poema «La voz de Whitman» Alcaraz recurre a la figura del bardo norteamericano, cantor de la épica de la gran nación, para deslizar sutilmente las coordenadas de la lírica propia. Los versos «Dice “Amor”, dice “Ley” y “Libertad” / y “Tierra”, canta, nombra sin pudor» se refieren literalmente a la grabación de Whitman que se está escuchando; no obstante, una lectura profunda de Las demoras demuestra que el amor, las leyes de la existencia, la libertad y el estado del mundo constituyen las coordenadas temáticas del libro. No la grandilocuencia, sino el espacio propio habitable —«Una historia muy pequeña», como dicta el rótulo de un poema— es lo que determina la lírica de Alcaraz, cuyo texto concluye diciendo «Tomo notas, copio, / apunto atento desde mi país».
Cada poeta toma sus decisiones artísticas y testimonia sus principios ético-estéticos; en Las demoras la plenitud y el contento se alcanzan en las pequeñas grandes ocasiones. Véase «En casa de mis padres»:
Tengo aún muchos libros en casa de mis padres.
Traigo a la mía alguno siempre que los visito.
No hubo nunca prisa, sé bien que están cuidados
y cerca. Cuando quiero llevarme un ejemplar,
les pregunto si están leyéndolo; eso es todo.
Qué afortunado soy en cada despedida,
con un libro en las manos y un beso de mi madre.
Este tipo de composiciones no excluyen otras que rompen las expectativas del lector y que sugieren que el mundo está mal hecho. En «Ventanas de julio» leemos lo siguiente:
Esta noche de julio y de ventanas abiertas
llega hasta aquí el olor de los jazmines,
y todo es sosiego.
Pero viene también
el camión de la basura uniendo a esa fragancia
su hedor y su ruido,
y todo es armonía.
Finalmente, otro gran tema del libro es el de la continuidad de la infancia. Un juicio apresurado nos conduciría a señalar que la obra versa sobre la pérdida de la niñez, cuando la realidad es que, en el contexto poemático, el que la ha perdido es el poeta, pero muchos de los «personajes» la mantienen y la disfrutan. En efecto, el libro atiende a unas circunstancias muy particulares a lo largo de las edades del hombre: a todos nos llega un día en que, transcurridas infancia, adolescencia y juventud, nos encontramos en un mundo adulto rodeado de niños, adolescentes o jóvenes que nos recuerdan lo que fuimos. En Alcaraz el adulto no deja de sentirse niño en ciertas ocasiones: «Si transcurres como un niño / jugando entre sábanas tendidas, / ensimismado, inobservable, / inadvertido por los mayores / aunque seas uno de ellos, / ten este poco de soledad tonta / para sentirte acompañado».
Además, el sujeto poemático se ve envuelto en diferentes situaciones en las que contrasta su figura con la de los niños. Así sucede en «Peluquería de caballeros»: el protagonista poemático acude a la peluquería de siempre, a la que lo llevaba su madre desde pequeño, y que, casualmente, se ubica enfrente del que fue su colegio. La ironía de situación se construye a través de la contemplación de la vida infantil en el espejo de la peluquería y en el encuentro con los amigos, ya no en el colegio, sino en el mismo lugar de corte y afeitado para «caballeros». La tensión poemática se construye sobre el prosaísmo y la voluntad narrativa; y, sin embargo, el poema goza de una gran carga simbólica, pues la peluquería adquiere el rango del río heraclitiano. El constante —no eterno— retorno al lugar implica que uno entra y sale de él siendo y no siendo el mismo, así como también mutan las generaciones de estudiantes en el colegio, pero la niñez no se ausenta jamás: «No me gustan las peluquerías. O tal vez sí: / demasiado tiempo retornando a ellas, / demasiado tiempo contemplando en sus butacas, / por encima de todo, el renacer».
Igualmente, en «Mi regalo» y en «Casi un poema a mi hijo» también contemplamos al protagonista poemático inserto en un mundo infantil. Ahora bien, estos dos poemas remiten a un entorno afectivo que no detectamos en «Peluquería de caballeros». El primero está dedicado a sus sobrinas, Ana y Bea. El poeta se desliga de una concepción materialista del mundo y encumbra los momentos compartidos como los regalos verdaderos. En este caso, la reflexión ya no se centra en las condiciones del propio sujeto, sino que el vínculo afectivo lo impulsa a cuidar del otro, a celebrar la niñez y a protegerla. No se trata de vivir el momento, sino que lo importante, siguiendo la recomendación del autor, es que ellas lo sientan antes de que se escape y de que comiencen a aburrirles los políticos, su país y los días hábiles: «mi regalo / no es ningún regalo / sino el trascurso / en que se abre un regalo, / la vida cuando sabes / que estás abriendo la vida». El segundo texto mencionado, «Casi un poema a mi hijo», constituye un impulso y su propia rectificación. El lector hallará un poema anticlimático —¡un «casi» poema!— y desenfadado donde se anota el haz y el envés de la paternidad («Quisiera escribir un poema a mi hijo, / pero estoy cansado»), una suerte de vergüenza torera ante la canalización del sentimiento («Qué tontería para mí / caer en los clichés, mientras no sea / delante de mi hijo») y la confección de lo real mediante el distanciamiento con la retórica («Un día entenderá este amor / que filtro por debajo, / y no sublimando mis palabras»).
En síntesis, en Las demoras los lectores darán con un autor experimentado que logra perfeccionar y depurar muchos de los procedimientos que han consolidado su trayectoria lírica. Y, por supuesto, en el libro no faltan los recursos novedosos con los que rompe las expectativas de lectura, reconfigura lo real y cuestiona los cimientos de la contemporaneidad. Desde el poema más narrativo hasta el aforismo más punzante, Alcaraz insiste en que vivir es habitar nuevos horizontes. Contra todo pensamiento radical y frente a cualquier noción indisoluble del ser, uno de los mayores atrevimientos creativos de este libro se descubre en su posicionamiento flexible y concienciado. Somos porque estamos, y son las maneras de estar las que dan forma al mundo: ¿la prisa o la demora?, ¿el resultado o el saber hacer para obtener resultados?, ¿vivir el momento o sentirlo? Cada cual que escoja.
TITULO
: Un trío en la cocina - Gildas y vermú: El aperitivo vuelve a ser tendencia ,.
TITULO : Un trío en la cocina - Gildas y vermú: El aperitivo vuelve a ser tendencia ,.
Un
trío en la cocina - Gildas y vermú: El aperitivo vuelve a ser tendencia,fotos,.
Gildas y vermú: El aperitivo vuelve a ser tendencia,.
Un trío en la cocina - Gildas y vermú: El aperitivo vuelve a ser tendencia,fotos,.
Gildas y vermú: El aperitivo vuelve a ser tendencia,.
Son imprescindibles para abrir boca y compartir alegría en torno a una buena barra,.
Ensaladillas hay muchas, y bares que te ponen un platito de aceitunas, también. Está claro que el concepto de aperitivo es amplio y diverso, pero hoy queremos enfocarlo en aquellos lugares que ofrecen su barra amistosamente para acodarse, que elaboran pinchos de calidad y, como es de esperar, los cobran. No se trata de comer, se trata de beber sin que suba demasiado el alcohol a la cabeza.
El aperitivo como tal no se concibe sin dos piezas fundamentales: la gilda y el vermú. Las gildas son un pincho que abunda en grandes ciudades y aún no ha izado la banderilla definitivamente en metrópolis pequeñas como Badajoz o Cáceres. Dicen que se llama así porque alguien pensó que era como el personaje de Rita Hayworth en 'Gilda', la película de 1946: verde, salada y un poco picante. Lo cierto es que esa combinación mágica de aceitunas, anchoas y piparras hace bailar las papilas gustativas.
En cuanto al vermú, tiene su origen en una bebida que Hipócrates prescribía en el siglo V a.C. a los pacientes que no tenían apetito. Un vino dulce blanco en el que se maceraban flores de díctamo, absenta y ruda. De hecho, su etimología nos lleva al mismo sitio: 'aperitivus' en latín significa «que abre». Este líquido empezó a tener un consumo más generalizado en el año 1786, cuando el señor Carpano le acuñó el nombre de 'vermú' a un vino blanco al que le adicionaba una infusión de más de 30 hierbas y especias.
Pero el aperitivo es mucho más que comida y bebida; es un ritual social, un momento de conexión y de risas compartidas. Desde los abuelos que recuerdan los buenos tiempos hasta los hipsters que buscan el vermú artesanal perfecto, todos encuentran su lugar en este festín pre-almuerzo. Otro aspecto que va íntimamente ligado al aperitivo es la barra. Y una de las mejores que hemos descubierto últimamente es la de Finca la Desa, en Miajadas. Mide más de once metros y toda ella invita al disfrute. Además, disponen de una carta específica para esta ubicación con la que rinden homenaje a los «bares de antes». En ella no falta la reina de la casa: la ensaladilla de anguila ahumada. Pero también destacan los torreznos y las gildas clásicas. Por supuesto, ofrecen chacinas, quesos y conservas, que se pueden pedir incluso fuera del horario de cocina. Además, para los aficionados al bocadillo han creado una focaccia de pastrami ideal para llevarse a la boca cuando las ganas de morder algo contundente apremian. Para el vermú, apuestan por uno de los mejores a nivel nacional que, además, es de la tierra: Ana Caballo. Y por si fuera poco, cuentan con una selección de más de 30 vinos por copas seleccionados con mimo por su sommelier Mario Fernández.
También tiene una barra digna de ver pasar la vida en ella la Cervecería con Jota. Este templo de la cerveza no se limita solo al lúpulo, sino que el experimentado David Tena ofrece otras bebidas como vinos, hidromiel o vermú. Empezaron con uno y ahora tienen tres variedades: seco, ideal para quien beba Barbadillo; semidulce, el Bendito; o el reserva para personas acostumbradas a tintos con cuerpo. «Este último se hace en bota de Jerez y luego pasa unos meses en barrica de roble francés», explica este enamorado de los vinos con esta D.O.
En esta cervecería pacense están incorporando nuevas tapas con las que maridarlos, como una tabla con cuatro tipos de quesos, un tataki de lomo bajo con mayonesa de yuzu, o una ensaladilla alemana con salchicha, pepinillos, alcaparras y mostaza, entre otros bocados ideales para el vermuteo. En septiembre, aseguran, habrá novedades interesantes y una evolución importante en su propuesta gastronómica.
De grifo
El vermú de grifo es algo más complicado de encontrar en la región, pero aún hay algunos que resisten o que se están sumando ahora que lo viejuno es moderno. En Badajoz, el primero fue Dadá, pero también se encuentra en la Despechá, en la bodeguita Santa Catalina y en la taberna Terrón. Su dueño, Rubén Terrón, es un apasionado de este elixir rojo. No en vano estuvo trabajando muchos años en la Latina, cuna del vermuteo por antonomasia, ya que en sus calles se celebra cada fin de semana el mítico rastro de antigüedades.
En la taberna Terrón es posible acompañar el vermú Bendito con sus torreznos o su plato más aclamado: la ensaladilla de gambones con un huevo frito por encima. Y todo ello al ritmo de María Peláe o la grandísima Rocío Jurado, que harán que el trago sea aún más dulce.
En Badajoz también hay un rastro muy especial, el del primer sábado de cada mes en la Plaza Alta. Después de recorrer los puestos y buscar tesoros del pasado, la guinda de la jornada se encuentra en El Silencio, donde Julián Monge elabora bonitas tablas de aperitivos en las que no faltan las banderillas, pero entre las que destacan las de quesos extremeños o patés ibéricos. Él también ofrece el oro líquido de Ana Caballo.
Hace unos meses abrió en Valdepasillas la taberna Entre la Tuerta y la Lola. Este curioso nombre alberga dos proyectos que su propietario, Francisco Javier Mulero, ha desarrollado previamente (la Tuerta en Córdoba y Lola en Jaca, en el Pirineo Aragonés). Ahora, aterriza en Badajoz, ciudad en la que tenía amistades, buscando un lugar tranquilos para hacer las cosas a su manera. Proponen una carta escueta en la que el picoteo predomina: chips de patatas con mejillones, gildas, encurtidos, matrimonio entre anchoa y boquerón o algunos platillos heredados de su etapa cordobesa, como el salmorejo, los palitos de berenjena con miel o el flamenquín. También apuestan por una barra cómoda en la que hincar el codo y no levantarse hasta que los muslos sean una calcomanía en el asiento.
Por último, en Mérida The Kraft Bar es una referencia, ya que lo regenta Rubén Rocha, quien habla con soltura de especias y del ajenjo, la planta que le proporciona el amargor. Él propone numerosas tapas que pueden realzar su sabor y convertir la experiencia del aperitivo en todo un festín para los sentidos. Desde las clásicas aceitunas, patatas fritas o almendras, hasta tapas más elaboradas como gildas con queso o anchoas, boquerones en vinagre, mejillones en escabeche, tortilla de patatas o jamón ibérico.
«Una de las combinaciones más clásicas y populares es el vermut acompañado de unas simples aceitunas verdes o negras. La salinidad de las aceitunas contrasta a la perfección con el ligero amargor y los aromas herbales del vermut, creando un equilibrio de sabores que es todo un placer para el paladar», detalla el sommelier. «Otra opción es maridar el vermut con sardinas ahumadas, unas pequeñas delicias del mar que aportan un toque salado y jugoso que realza la complejidad de la bebida. Además, aportan un contraste de texturas que complementa a la perfección la suavidad y la sutileza del vermut». Él recomienda el vermut rojo Dos Deus Reserva Única (elaborado en la zona de Tarragona, con soleras de aproximadamente cinco años. Posteriormente se envejece en botas de Jerez), el blanco Petroni (gallego, se hace a partir de vino albariño y criado sobre lías) y también apuesta por el de Ana Caballo (de uva blanca Cayetana. Tres meses de maceración más otros dos en botella).
Rubén recalca que el vermú no es el único aperitivo. «Encontramos toda la gama de bitters o amargos (sobre todos italianos, Campari, Fernet Branca o el Cynar, a base de alcachofas) y de anisados (más típicos franceses, Pastis, Pernod, Ricard y cómo no, la famosa absenta). En cóctel, un clásico, el Negroni, o si apetece algo menos alcohólico, nuestro Negroni Sbagliato, con vermut, Aperol y cava extremeño», apostilla.
En definitiva, la hora del aperitivo es mucho más que una simple pausa para calmar el hambre. Es un momento de encuentro, de disfrute y de deleite para los sentidos, en el que el vermut se erige como protagonista indiscutible. ¡Salud y buen provecho!,.
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