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lunes, 1 de julio de 2024

Los pilares del tiempo - Ley del tiempo en ruinas,. / REVISTA QUO - Emili Albi: «La amante ciega representa el paso del tiempo»,.

 

  TITULO : Los pilares del tiempo - Ley del tiempo en ruinas,. 

 Los pilares del tiempo - Ley del tiempo en ruinas,.

Ley del tiempo en ruinas,.

 Ley del tiempo en ruinas

foto / Dimas Prychyslyy (1992) es un autor que se caracteriza por alternar en su producción la poesía y la prosa a partes iguales, y esta vez regresa a los versos más dolientes con su poemario La cirugía del escombro (2021), la nueva apuesta de la editorial El Toro Celeste para abrir su reciente colección de poesía «La Federica»: toda una declaración de intenciones. Prychyslyy irrumpe de nuevo en el panorama poético después de haber publicado su primera obra en verso, Mudocinética (Ediciones Idea, 2010), a la que le siguió Molly House (Ediciones Hiperión, 2017), obra con la que se alzó con el Premio València Nova en su modalidad de poesía escrita en castellano. Tras haber formado de parte de varias antologías, el autor vuelve a alzar su voz en solitario, una voz que alterna poemas breves con largos parlamentos para hacernos partícipes de su subjetividad entre reflexiones futuristas y ecos de una vida en común.

La obra se inicia con una cita de William Blake acerca de la eternidad, y será este concepto temporal el que atravesará el poemario de inicio a fin a lo largo de sus tres secciones. En conjunto, las estrofas van intercalando los periodos a los que se enfrenta el cuerpo humano de cara a una cirugía vital. Así, el autor juega con una amplia gama de aspectos que oscilan entre el amor, el sexo, la existencia y la alteración de todo lo anterior mediante el vuelco conceptual de la iconicidad cristiana, una constante en su estética.

El primer bloque, «Preoperatorio», sitúa al lector desde su primera página con el poema-prospecto «Antecedentes», que, a modo de titular y/o de declaración procesal, concreta lo que va a desarrollar, como si estuviéramos atendiendo a la sentencia que vertebra todas las páginas aún por leer:

Yo solo contesté a sus suplicas:

quise que fuera eterno (p. 15).

Tras estos versos, inicia una nebulosa de distintas líneas temporales que avanzan en todas direcciones, pero que, a su vez, pueden ser entendidas desde multitud de perspectivas. «Todos los finales» revela las preocupaciones del yo poético por hechos que han sucedido o que todavía están por acontecer mediante una enumeración de preguntas sin respuesta. Es a partir de este poema cuando el autor comienza a establecer un diálogo con la otredad personificada a través de un , el interlocutor ausente al que parecen estar dedicados los versos más bellos y también los más crueles de «La quietud agitada»:

Tenías esa luz que alivia

concedida solo a los dioses,

algo de casa deshabitada, de memoria […].

Un cruce de alegría infantil y de desastre

llenaba cada cosa que tocabas (p. 19).

Este pequeño reproche se intensificará con furia en «La sed», fruto de la embriaguez a la que se ve abocado por culpa del sufrimiento de un amor que estaba apagándose y que ahora es visto con distancia, porque la soledad es el espacio desde donde brotan los versos en un grito impuro. Todo ello trazado desde el pasado y el presente, la eternidad y el momento, la infancia y las cenizas, hasta cerrar esta primera parte con «Situación violenta», un guion almodovariano que conforma un drama de quejas y de recuerdos:

Casi no recuerdo nada de aquellos días,

solo que descuidé las letras y el oficio

y me dediqué a cultivar los celos,

los placeres de la carne (p. 32).

El segundo bloque temático está integrado por el momento del «Transoperatorio», la fase más crucial y a la vez la más sosegada. Para ello emplea una terminología técnica propia de la medicina; no obstante, la consecuencia de los avances científicos implica que se desdibujen los límites de la moral y la ética humanas, al igual que ya no es posible distinguir los planos temporales en «La telomerasa». Sus estrofas hablan de «La posibilidad de volver al principio: el futuro» para llegar a lo que cualquier hombre siempre ha querido: la vida eterna en

Rozas la inmortalidad de ese infierno propio

y anhelas la nada

que ya sabes imposible (p. 39).

Por tanto, la inmortalidad es artificial a la par que inalcanzable, de ahí que el poema «Durante la eternidad» venga seguido por «Después de la eternidad», un apunte irónico de la momentaneidad en la que lo eterno solo es un instante. Sin embargo, el yo poético está cuidando al , ese amado que ha sido intervenido y que ahora ha vuelto a la vida, pero todo es distinto porque esa nueva supervivencia es el principio del fin:

Ellos, sombras enmascaradas, te devuelven la sangre.

Supongo que no sabrás quién soy ni qué ha ocurrido.

Ya me lo advirtieron (p. 44).

Pero que el sujeto sea apercibido no resta tristeza al final inminente que se relata en «Línea de fuerza», testigo de una templada amargura que clausura esta segunda pieza con un verso lapidario:

Encuentro en permanente proceso de pérdida (p. 48).

Como si se tratara de un vaticinio, la pérdida de confianza en la ciencia hace que, irremediablemente, el poeta busque refugio en la fe dentro de la tercera y última parte de su poemario, titulada «Posoperatorio». En concreto, la estética y mitología cristiano-católicas serán transgredidas desde el punto de vista más subversivo posible.

Si algo caracteriza a Prychyslyy es el aglutinamiento de los iconos religiosos que ahora se convierten en un desfile de identidades rompedoras, logrando destruir y rebautizar los pilares de la moral occidental desde el prisma más queer en «Oración para onanistas»:

Eva moderna,

Pandora sublevada,

Cristo transfigurado, travestido;

Dios del humo que consagra todos los bares,

fruta de sol, undécimo mandamiento (p. 54).

A partir de aquí, su escritura se torna más rápida, más automática, con una serie de anáforas que reinciden una y otra vez en la misma idea durante los siguientes versos. Por otro lado, la voz poética no puede desprenderse del amado y perdido; incluso este logra introducirse en sus sueños y resacas, pero su imagen es diluida en el «Espejo del tiempo», el cual cuenta con una cita de Biedma para ratificar la inconsistencia de la corporalidad. Asimismo, es en esta sección donde pueden encontrarse más citas del Antiguo y Nuevo Testamento, como sucede con el paratexto en «Sal de la tierra», sermón secularizado que explica las figuras bíblicas de sus destructivos versos.

Es al ficticio —ente omnipresente en todo el poemario— a quien dirige «Historia del último troyano», la composición más larga y desgarradora, en la que el narrador lírico vuelve a los reproches afilados, a las secuelas de una ausencia amorosa que cristalizan en la adición de la figura materna. La madre ejerce de confidente y de diana de los improperios de un hijo cuya desesperación se está convirtiendo en locura:

Madre te conoce bastante bien.

Cuando piensa que nadie nos observa me pregunta por ti

y yo le grito como un poseído,

como lo que soy (p. 63).

La forma en la que el autor desarrolla los versos parece configurar un monólogo interior en el que se van sucediendo olas de sosiego y cólera. Continúa la escritura automática y reiterativa, aunque encontramos por primera vez las exclamaciones y la frontera temporal se disuelve para dar paso a las recriminaciones en un presente intempestivo. Esto lo lleva a la siguiente reflexión: la descendencia. Una descendencia que jura no tener y que, a mi juicio, se relaciona con el onanismo del poema anterior, pero en este subraya el desprecio hacia la maternidad hasta fundir los roles y resignificar la existencia del nosotros, porque el horizonte de la otredad es cada vez más borroso:

Se acerca este otro nosotros individual abandonado en el otro

y nadie puede detenerlo porque no hay nadie (p. 62).

Así pues, la exaltación desesperada que contempla el suicidio como cura da paso al último poema, «Escombros», que es la conclusión de lo expuesto anteriormente. Ya no hay exclamaciones ni gritos, tampoco injurias ni reclamaciones. Puede leerse desde la tranquilidad o desde el más absoluto hastío, pero la existencia no significa nada ya porque para el poeta «somos escombros» (p. 67). El yo poético comienza relatando una nueva historia a modo de recuerdo y podemos intuir que está localizada en Sevilla, aunque el poeta señale pequeñas pinceladas de su origen.

Después, continúa desentrañando la miseria humana al dictar que «somos simples sombras» (p. 69), lo cual es ejemplificado con la sucesión de personajes reales y ficticios, desde santos a familiares, que se dan cita en este simposio de apatía donde la persona verbal tampoco tiene sentido. Los límites de la identidad carecen de lógica. De esta manera, Dimas Prychyslyy destruye en La cirugía del escombro cuanto encuentra a su paso a través de una expresión de corte surrealista con la yuxtaposición acumulativa de elementos y el desplazamiento de la cultura heredada. Por tanto, arrasa con el tiempo, la ciencia y la religión; acaba con la institución burguesa de la familia y la Iglesia, ya que ese es su objetivo: reducirlo todo, absolutamente todo, a escombros.

 

 

TITULO: REVISTA QUO -  Emili Albi: «La amante ciega representa el paso del tiempo»,.

 REVISTA QUO -  Emili Albi: «La amante ciega representa el paso del tiempo» , fotos ,.

  Emili Albi: «La amante ciega representa el paso del tiempo»,.

 Emili Albi: «La amante ciega representa el paso del tiempo»

Emili Albi debuta en la ficción con una historia de amor y de fantasmas. La amante ciega, editada por Altamarea. Narra la historia de Ernesto Barbieri, propietario de una galería de arte moderno que en poco tiempo ve cómo los pilares de su vida se van tambaleando: descubre un sorprendente secreto de su hermana Malena (enferma de ELA), un conocido de su padre aparece —como un insospechado fantasma del pasado— ansioso por ajustar cuentas y la relación con su mujer Rosa se cubre de mentiras y de culpa.

 

El mundo del arte es el telón de fondo del particular escenario en el que Ernesto se debate entre la corrección y el impulso, entre el amor y las urgentes pulsiones del sexo, entre la rutina familiar y los vaivenes a los que le somete el deseo.

Emili Albi acaba de publicar su primer texto de ficción. Más de una década de trabajo editorial conforma su bagaje profesional que, como nos confirma en esta entrevista a Zenda, fluye en su creación literaria.

"En todas las librerías nos espera ya esta narración llena de incendios, esta historia de amor, arte y sexo, esta amante ciega de Albi"

La amante ciega es una novela sobre sexo y sobre arte. Es un thriller y una novela de amor. Es, sobre todo y antes de todo, una novela que abraza los estigmas, que navega entre dos tiempos y que supone un magnífico debut editorial para un profesional acostumbrado a trabajar en el margen menos visible del universo del libro.

Esta historia arranca, dice Ernesto en un momento de la novela, hace año y medio, en una playera jornada familiar. Tal vez arranque mucho antes: en los cientos de horas que un niño se encerró a leer en su cuarto, en todos los intentos de ficción que precedieron a La amante ciega.

La historia que hoy nos acerca Altamarea nace del instinto de narrar que tiene Albi, que tras muchos años de encaminar los pasos narrativos de los demás, hoy deja que su instinto narrativo, que bullía entre hojas manuscritas que jamás vieron la luz, arda salvajemente en este título.

En todas las librerías nos espera ya esta narración llena de incendios, esta historia de amor, arte y sexo, esta amante ciega de Albi que se aparta de los convencionalismos para adentrarnos en el desatado abismo del ser humano. Conversamos con Albi sobre arte, amor y sexo, sobre edición y escritura, descubrimos con el autor del momento quién es la amante ciega y cómo una ficción puede abrazar los estigmas sociales.


—¿Quién es La amante ciega?

"La novela nació con la lectura de una entrevista en un periódico a un asistente sexual hace ya 8 o 9 años"

La amante ciega es un personaje un poco abstracto que representa el paso del tiempo, la añoranza o el anhelo de todo lo que hemos dejado atrás. Esta novela es bastante masculina. El personaje principal es un hombre que se enfrenta a la crisis de los cuarenta. Sus padres empiezan a fallar, a envejecer, su matrimonio comienza a irse a pique… La amante ciega justo aparece en ese momento y, aunque sea a través de la enfermedad y a través de ese mundo de la asistencia sexual, viene a gritarle cosas de su juventud, del pasado, del momento en que todos nos creemos inmortales. La amante ciega es la segunda oportunidad de ser feliz.

—¿Qué van a encontrar los lectores que se adentren en este título?

—Me gusta pensar que se van a encontrar emoción, sentimientos, ¡desde luego mucho sexo!, y me gustaría que aprendieran algo sobre el mundo del arte, sobre el mundo del galerismo, que es el escenario en el que se desarrolla. Sobre todo, en definitiva, pensar acerca de lo que es la asistencia sexual, pensar en toda aquella gente que está en la sociedad y en la que no solemos pensar, gente con diversidad funcional. Estos son los lugares donde he querido abrevar, donde he querido investigar.

—La ELA, la asistencia sexual… son temas que no suelen ser abordados en las ficciones. ¿Por qué son una parte tan importante de La amante ciega?

"Pensar que una parte de la población, que mujeres con diversidad funcional no hubiesen tenido sexo en toda su vida... ¡me parecía increíble!"

—Sobre todo la asistencia sexual. La ELA en realidad… podría haber sido ELA, podría haber sido cualquier otra enfermedad. Me parece una enfermedad muy injusta, he conocido casos muy cercanos y por eso la he introducido. La novela nació con la lectura de una entrevista en un periódico a un asistente sexual hace ya 8 o 9 años. La verdad es que me dejó muy impresionado el hecho de que existiera la asistencia sexual y sobre todo porque me di cuenta de que yo —que entonces tenía unos 35 años— no había pensado nunca que las personas con diversidad funcional pudieran tener sexo y no pudieran tener sexo consigo mismas, que no pudieran descubrir de forma autónoma su cuerpo y su sexualidad. Me pareció… En realidad me dio un poco de vergüenza, porque yo me consideraba una persona muy sensible a la sociedad y a la comunidad, y de repente descubrí que no me había fijado en esto. Empecé a investigar y descubrí detrás historias muy dramáticas: madres que tenían que ayudar a sus hijos a tener sexo, padres que llevaban a sus hijos a prostitutas… Escenas muy complicadas. Me pareció tremendo que la sociedad no supiera nada de esto, y de ahí surgió la necesidad de escribir esta novela. Me pareció un territorio socialmente muy importante que tratar y por otra parte literariamente muy rico. Para mí —y para todo el mundo— el sexo es algo muy importante en la vida y para el ser humano. Es probablemente nuestro instinto más animal. Pensar que una parte de la población, que mujeres con diversidad funcional no hubiesen tenido sexo en toda su vida… ¡me parecía increíble! El hecho de que alguien no se pudiera masturbar —que es algo que forma parte de nuestro crecimiento como personas y de nuestra vida— me parecía tremendo. Creía que era un tema que había que abordar.

—El mercado del arte es una de las bases de La amante ciega, en concreto las falsificaciones, que la convierten casi en thriller. Hablemos de la copia artística que Bercovitz realiza en su trama. ¿Cree que la copia puede superar en valor al original?

—Es buena pregunta. No me la había planteado. En la novela se trata, de hecho, la copia como un arte. Desde luego las personas, los artistas que copian, que falsifican obras de arte, son técnicamente soberbios y… no sé si se puede considerar más obra de arte, pero lo que sí que encierra es un amor brutal hacia el arte, y me gustaba utilizar esa figura porque el falsificador de obra de arte es un criminal, digamos, un delincuente, pero un delincuente especial, con un amor hacia el arte y una cultura tremenda. No sé si lo he conseguido con Bercovitz, pero esa era mi intención: que pensásemos en ese personaje con mucha contradicción: por un lado tenemos que criticarlo, pero por otro espero que al final la gente termine por admirarlo.

—¿Cómo ha podido influir su trabajo como editor en su creación literaria?

—Me he pasado muchos años editando novela, he aprendido mucho de mis autores, he trabajado mucho las novelas en la mesa: bajar al texto, hablar con los autores, retocar mucho… y creo que he sacado bastantes aprendizajes de mi trabajo. También te digo que cuando te pones a escribir una novela, todos esos aprendizajes de repente desaparecen y te encuentras tú solo frente a un texto. Es verdad que, aunque hayas aprendido muchas cosas, cuando tienes que ponerlas en práctica es diferente.

"Realmente cuando publicas te expones. Por ejemplo, yo estoy orgulloso de haber escrito La amante ciega pero también estoy un poco asustado, porque sé que habrá críticas malas"

Lo que sí que veo en relación con mi trabajo es que ahora que he cruzado el espejo, ahora que estoy en el otro lado, creo que me está viniendo muy bien, porque estoy ganando mucha empatía y empiezo a entender mucho más a mis autores. Para los editores una novela, o un libro, no es que sea un libro más, pero sí que es verdad que tienes muchos otros y tienes que darle la atención que puedes darle: para un autor su libro es su libro. Creo que los editores debemos tener muy presente que estamos trabajando con material realmente sensible, muy delicado, pensar que hay muchas horas invertidas, mucho esfuerzo, mucho miedo… Realmente cuando publicas te expones. Por ejemplo, yo estoy orgulloso de haber escrito La amante ciega pero también estoy un poco asustado, porque sé que habrá críticas malas, habrá gente a la que le guste más o menos y gente que pensará que habrá alguna parte algo más forzada… Al fin y al cabo, una obra literaria nunca es perfecta. Hay muy pocas obras perfectas. Entonces te da vértigo y te da miedo exponerte. Y eso lo he aprendido ahora, y creo que me va a hacer mejor editor.

—Tras la escritura de la novela y tantos años en el sector editorial, ¿cree posible volver a leer por placer?

—Sí, la lectura sigue siendo a veces muy placentera. Es verdad que según vas probando mucho, los sabores van cambiando y eres cada vez más exigente que hace quince años. Entonces de lo que leía anualmente me encantaba un 60% y ahora me encanta un 20%. Es normal. Es un poco putada porque nos dedicamos a lo que nos gusta de una forma vocacional, pero es un arma de doble filo. Es un poco trampa porque de tanto usar esta pasión que es la lectura pierdes la capacidad de sorpresa. Es verdad que ahora leer por placer me cuesta más porque hay menos obras que me sorprendan. Aun así las hay.

—¿Cuál es la última que le ha sorprendido?

—Estoy ahora mismo con una obra poco literaria, La España de las piscinas (publicado por Arpa). Me está gustando mucho. Es un análisis muy inteligente de nuestra sociedad. En el plano literario la última novela que me ha sorprendido es La historia de Shuggie Bain (de Sexto Piso), escrita por un escritor escocés. Es una novela devastadora, te pasa por encima como un bulldozer. Es muy dura, me dejó bastante impactado.

—¿Para qué cree que sirve la escritura?

"Pensamos, pero pensamos de una forma muy ligera. Y como las novelas tienen varias capas, en el fondo, en el poso... ahí hay filosofía"

—A mí me sirve mucho para conocerme. Con 18 años tuve un crac personal y empecé a ir al psicólogo. Estuve yendo al psicólogo quince años. Me di cuenta de que ir al psicólogo es hacer narraciones, contarte a ti mismo. Desde pequeño he tenido la necesidad de escribir, y creo que lo hacía para comprender las cosas. Creo que he tenido problemas sociales a la hora de interactuar, he sido muy tímido, me he encontrado muy fuera de lugar en muchas situaciones, y a través de la escritura comprendía el mundo, comprendía lo que me angustiaba. Esta novela me ha servido para conocerme más y para conocer el mundo, al fin y al cabo. Creo que es un gran método de autoconocimiento y de reflexión acerca del mundo que nos rodea. Es como una filosofía diluida. Pensamos, pero pensamos de una forma muy ligera. Y como las novelas tienen varias capas, en el fondo, en el poso… ahí hay filosofía.

La amante ciega es un texto en el que sus protagonistas, en un momento dado, son copias de sus “yo” del pasado, replican con décadas de diferencia una historia de amor. ¿Qué llevan estos personajes en sus respectivas mochilas para repetir esta historia?

—Mucho miedo, mucho vértigo ante el final, ante la muerte. El protagonista es coetáneo a mí, y cuando yo la escribo estoy en ese momento (yo aún no tenía 40 años, mi personaje sí) en el que ves a los padres languidecer. Cuando vemos a los padres languidecer empezamos a ser conscientes de la muerte. Hasta ese momento para mi la muerte no existía, yo era un ser inmortal. Realmente de ahí viene el anhelo por volver atrás, por volver a esa juventud, a ese lugar edénico en el que nada importa, donde somos guapos y jóvenes eternamente, nos relacionamos con todo el mundo, tenemos fuerzas para salir de copas, dormir dos horas, jugar un partido de fútbol, irte a comer con los amigos… Eso de repente a los 40… Justo cuando terminé la novela mi padre enfermó de cáncer. Además, fue un cáncer de pulmón, como en el caso de la novela. Fue un paralelismo curioso. La sensación era esa, sentirme en el abismo y decir: «La vida va en serio». En la novela en algún momento aparecen los versos de Gil de Biedma «que la vida iba en serio uno lo empieza a comprender más tarde». Es así. La novela es la novela del descubrimiento de la muerte y de la necesidad de volver al pasado, a esa ficción, para sentirse jóvenes. A una ficción un poco cruel y brutal, porque al fin y al cabo la lleva a término con una persona enferma, una persona condenada a morir.

—¿Cuáles son los ingredientes para construir una buena novela?

"Se dice siempre que hay escritores de mapa y autores de brújula. En ambos casos lo importante es el final, una meta"

—Esta es más para el editor que para el escritor. Una buena estructura, una estructura sólida. Una novela es arquitectura. Una novela debe tener unos cimientos muy sólidos: tienes que conocer muy bien a tus personajes, de dónde vienen, qué les pasa en el momento en el que les vas a escribir, qué obstáculos se van a encontrar y qué es lo que quieren. Debe tener también buenas estructuras: ¡las plantas del edificio! Si tienes eso bien construido y es sólido va a ser mucho más sencillo aplicarle todo lo demás: las subtramas, el estilo… Básicamente son esos los ingredientes: estructura y personajes. Tener muy claro, por supuesto, a dónde vas. Se dice siempre que hay escritores de mapa y autores de brújula. En ambos casos lo importante es el final, una meta. Saber dónde quieres que vaya tu personaje. No puedes empezar una novela sin saber qué quiere tu personaje. Tienes que saber lo que quieres contar. Esto es impepinable. Luego hay más cosas. Como editor podría añadir: investigar un territorio nuevo, un tema nuevo, no repetirse, intentar ser original… como editor siempre busco cosas originales, frescas… no leer siempre la misma historia.

—Cada vez que Ernesto está delante de Victoria se me presentaba la escena como si estuviera delante de El origen del mundo, de Courbet. El sexo en su novela es arte o está fuertemente ligado a él. ¿Tenía en mente este tipo de representaciones artísticas a la hora de concebir una escena íntima?

—No. La verdad es que no. Agradezco que me lo hayas dicho porque sí que creo que puede tener algo que ver. No lo tenía en cuenta, pero es verdad que la forma de narrarlo y describirlo tenia algo de artístico. Influye el estar escribiendo una novela en la que el personaje principal se dedica al arte y en la que hay muchas obras de arte. La verdad es que no lo tenía en mente y me parece muy chulo pensarlo.

—¿Qué otros proyectos tiene en mente?

"Cuando murió mi padre permanecí sin llorar varios días hasta que llegó un momento puntual en que se desató el llanto y no paré durante hora y pico"

—Tengo dos novelas iniciadas. Una de ellas me requiere mucha documentación y estoy retrasándola porque me da algo de pereza. Me interesa mucho acercarme al comunismo y al capitalismo, a los dos sistemas. Creo que en definitiva terminan siendo muy parecidos y quería investigar sobre eso. Luego una novela de juventud, también iniciada, que me gustaría retomar. Es un thriller cómico. Ahora estoy escribiendo lo que creo que es el proyecto que acabaré escribiendo: una especie de autoficción, diario o monólogo sobre mi padre, que murió hace dos años. La verdad es que se me ha removido mucho, me ha despertado muchas cosas. Cuando murió mi padre permanecí sin llorar varios días hasta que llegó un momento puntual en que se desató el llanto y no paré durante hora y pico. El duelo me ha costado mucho. De repente ha llegado el momento de ponerme a escribir. Ha sido algo fisiológico, lo he necesitado para comprender qué significa para mi la muerte de mi padre. Para mi la escritura es algo natural, necesario, como una automedicina. Ahora estoy en eso.

 


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