BLOC CULTURAL,

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lunes, 15 de julio de 2024

Atención obras - Cine - Pedro Casablanc ,.Viernes - 2 - Agosto ,./ Detrás del instante - Todos somos contingentes ,. / TARDE DE CINE CON - Mejor encender una vela que maldecir la oscuridad ,. / Historia de nuestro cine -Cine - Carmen , Viernes - 2 - Agosto ,.

 

  TITULO: Atención obras - Cine - Pedro Casablanc ,. Viernes - 2 - Agosto ,.

 Viernes - 2- Agosto ,.  a las 20:00 horas en La 2, foto,.

 Atención obras - Cine - Pedro Casablanc ,.

 Pedro Casablanc

 Entrevista al conocido actor Pedro Casablanc, nominado al Premio Max como mejor actor de teatro por la obra: Don Ramón María del Valle-Inclán. En la obra, Pedro da vida a dos genios de nuestra literatura: Gómez de la Serna y Valle-Inclán y se produce un doble retrato, el del retratista y el del retratado. Un monólogo en el que, además, se estrena como cantante. Con él podremos ver un reportaje sobre los Premios Max para hablar de cómo ha sido la edición de este año. También vemos un reportaje sobre Marina Carmona, heredera del genio de los Habichuela y los Carmona, que, por fin, publica su primer disco de larga duración: Mi identidad. También vemos un reportaje sobre el apocalipsis, El Fin, una obra de teatro que nos hace enfrentarnos a nuestros deseos y miedos ¿Qué harías si sólo tuvieras 10 horas para despedirte del mundo? En nuestro cierre la banda estadounidense Metallica.

 

 TITULO:  Detrás del instante -  Todos somos contingentes ,.

 Miércoles - 31 - Julio  a las 20:00 horas en La 2 / foto,.

 Todos somos contingentes,.

 Así se convirtió 'Amanece, que no es poco' en una película necesaria (y no  contingente) en Internet | Verne EL PAÍS

En Navidad, nunca faltaban peladillas, turrones ni polvorones en la mesa. Y aunque los Reyes Magos no lo traían todo, siempre me echaban alguno de los regalos que había pedido en mi carta. Eso fue antes de que papá se quedara en casa, sin trabajo ni horizonte de que lo tuviera, como decía mamá. Después las cosas cambiaron. Estaba presente en el momento de mi decepción, cuando desenvolvía el papel de payasos y me encontraba con un par de calcetines, unos calzoncillos, o, como mucho, una caja de lápices de colores que mamá me quitaba enseguida y guardaba para el colegio en un cajón de su cómoda. ¿Ves? — decía papá, viendo mis lágrimas— ya te han dado otra vez el cambiazo. Aseguraba que yo era un buen chico, que me merecía todo lo que había pedido pero que otros niños, no tan buenos, me cambiaban los regalos. Mucha envidia y mucha mala leche, eso es lo que hay, decía mientras me abrazaba.

A mamá no le gustaba oírlo hablar así. No le digas esas cosas al niño que se las va a creer, le recriminaba. Y luego me sonaba los mocos y me daba un mantecado para que me conformara. Esos pobres niños africanos no tienen ni un mendrugo que comer. Tú tienes suerte. A lo mejor los Reyes Magos les han dejado tus juguetes, decía ella. Y yo sorbía los mocos y cabeceaba como dándole la razón. Pero yo odiaba a los niños africanos que se llevaban mis juguetes.

Estaba en segundo de Primaria cuando llegaron aquellos vecinos de rellano. Tenían un hijo de mi edad y enseguida vinieron a casa a traérmelo para que lo distrajera. Era un niño bobo, siempre con los calcetines limpios, los zapatos de espejo y la raya en mitad de la cabeza, separando su pelo relamido. No me cayó bien. Pero mamá se empeñó en que fuera amable con él, en que lo ayudara con los deberes. Mira, Julito, que su papá es inspector de sanidad y siempre le dan merluzas en el Mercado de Abastos. A ver si cae alguna. Yo hacía de tripas corazón, aunque nunca vi una merluza en nuestra mesa. El caso fue que tuve que cargar con el pánfilo del Arturito a todas horas, porque mi madre me calló la boca ante un nuevo intento de rebelión diciéndome que a lo mejor nos caían unas gambas o unos langostinos de esos que requisaba el padre por no cumplir alguna normativa.
Unos días antes de Reyes, veía la televisión con mi vecino en mi casa. No paraban de echar anuncios de juguetes. ¡Me lo pido!, decía él a todo. No puedes, le aclaré en un momento. ¿Por qué no?, dijo de mal humor. Porque los Reyes tienen que repartir, no te vas a quedar tú con todo, le aseguré. Me quedaré con lo que me dé la gana que para eso mi padre es inspector, me gritó. Nos peleamos y él se marchó muy enfadado.
Yo había sido el más bueno de todos los niños buenos. Un campeón. Eso no me lo podían negar los Reyes Magos. Aguantar a aquel pelmazo, era motivo más que suficiente para que me trajeran lo que me había pedido frente al televisor la tarde de la riña. Una Santa Fe. Sólo eso. Así que estaba convencido de que ese año harían una excepción y no se la regalarían a los niños africanos.

La mañana del día seis de enero ocurrió lo de otros años. En lugar de la Santa Fe, me encontré con un papel de pelotas de colores envolviendo un par de calcetines y un jersey que yo creía haber visto tejer a mi madre, pero que estaba claro que no podía ser porque ella no era reina ni maga, ni nada de eso. Se me atragantaron las lágrimas y el mantecado. Un amasijo en la garganta que a poco me ahoga. Papá no estaba en casa porque había ido al pueblo, a ver si la tía Eulalia le pasaba unos huevos para el roscón. Mamá se puso muy nerviosa y me arrastró a la casa de los vecinos. El padre de Arturito me dio un guantazo en la espalda con la mano abierta, y no sé si fue por eso o por lo que vi a los pies del Árbol de Navidad, pero se me quitó el ahogo de golpe. La Santa Fe, MI SANTA FE, para el bobo de su hijo. Así que papá tenía razón.

¿De quién es eso?, fue lo primero que dijo mamá en cuanto me vio jugar en mi cuarto con la máquina de tren. Mío, dije yo tranquilamente. ¿Cómo que tuyo? Yo no te he comprado ese juguete. Y tu padre tampoco, de eso estoy segura. ¿No será el regalo de Reyes de Arturito? Acabó la pregunta con la voz entrecortada. Es mía, aseguré mientras abrazaba la máquina contra mi pecho. Él me ha dado el cambiazo. Mamá perdió los nervios. Ni recuerdo todo lo que dijo, ni podría recordarlo aunque quisiera porque hablaba tan deprisa que sólo entendí palabras sueltas como deshonra, ladrón, cabrón de tu padre y cosas así. En cuanto apareció papá por la puerta, se enzarzaron en una pelea, durante la cual hubo hasta huevos rotos. Mamá le echaba la culpa de todo y él se la echaba a ella. Cuando me harté de oírlos me puse a jugar con mi Santa Fe. Fue un día inolvidable. Después vino lo de la explicación de los Reyes Magos y, lo más penoso, decidir qué iban a hacer con la máquina de tren. Por supuesto que ni me escucharon cuando les supliqué a moco tendido, que me dejaran quedármela, que la mantendría oculta en mi habitación y nunca la descubrirían los vecinos. Al final optaron por deshacerse de la prueba del delito tirándola a la basura. Estuve toda la noche asomado a la ventana, mirando la bolsa de plástico hasta que se la llevó el camión de la basura.

 

TITULO:TARDE DE CINE CON - Mejor encender una vela que maldecir la oscuridad ,.

Mejor encender una vela que maldecir la oscuridad ,.

 Soledad Gallego-Díaz

foto / Coleman, necesitamos un portero –dice el cabo Evans–. Me han dicho sus compañeros que antes de enrolarse jugaba en el Crystal Palace de Londres.

–Así es, señor. –Aaron Coleman mira a su cabo con cara de incredulidad porque le cuesta creer que vayan a jugar un partido de fútbol contra los alemanes. Acaba de escribir una carta a sus padres donde les cuenta lo terrible que es la guerra. Lo que no cuenta en la carta es que cuando cae la artillería pesada de los alemanes se le suelta el vientre y se caga literalmente; no quiere que piensen que es un cobarde. Nadie nota que va cagado porque el hedor de los cadáveres putrefactos a escasos metros, en la tierra de nadie que separa las trincheras inglesas de las alemanas, lo invade todo.

Al cabo Connor Evans le molesta una llaga grande en el pie izquierdo. Es lo que tiene llevar un mes metido en aquel boquete del que no pueden salir ni para mear, y donde el suelo tiene siempre dos dedos de agua y hace un frío de cojones a todas horas. No es el único con ese problema: el pie de trinchera lo llaman. No se queja, aunque le empieza a preocupar porque cada vez tiene peor aspecto y desprende un olor dulzón que no presagia nada bueno. A pesar de la llaga va a jugar el partido, faltaría más. Tiene enfrente a un alemán rubio y alto que lo mira con cara de bobo. <>, piensa mientras se remanga las mangas de la camisa.

Thorsten Richter es de Hamburgo y hace un rato estaba pensando que le había prometido a su mujer que estaría de vuelta en casa para celebrar juntos la Navidad; pero no ha sido así y no hace más que darle vueltas a la cabeza porque no entiende porque siguen allí si la guerra iba a acabar en un par de meses. Por lo menos puede celebrar que todavía está vivo y sin un rasguño después de tres meses esquivando tiros y trozos de metralla; eso ya es algo para estar contento. Le gusta jugar al fútbol y cuando un inglés ha sacado un balón, no lo ha dudado. <>. Esto lo piensa mientras estira los gemelos entumecidos por el frío y la falta de espacio de la trinchera.

Elliot Bailey encontró el balón en un pueblo abandonado poco después de desembarcar en Francia, y se lo echó a la mochila. A sus diecinueve años había pensado que, en la guerra, al igual que las fábricas del East End, habría ratos libres y que podrían jugar partidos de fútbol. Nadie le había contado que se iba a pasar el día escondido en una trinchera sin poder ni asomar la cabeza por culpa de los francotiradores enemigos, que en cuanto ven un casco asomar, los muy cabrones, lo revientan de un tiro. Por eso no lo duda y saca el balón en cuanto ve a los alemanes –que han salido de sus trincheras arbolando banderas blancas y se han acercado con paquetes de cigarrillos– hablando con soldados ingleses en medio de la tierra de nadie. Un oficial alemán lo ve acercarse con el balón en las manos y dice en un inglés roto:

–Fútbol. Jugar fútbol y Alemania ganar.

El que ha hablado es Hans Zimmermann y sabe que detener la guerra, aunque sea el día de Navidad, le puede suponer un marrón de los gordos. Pero es Navidad y está lo suficientemente hasta los cojones de estar allí como para encima tener que pasar ese día metido en una trinchera. Ha sido él el que ha permitido a sus hombres poner arbolitos de Navidad decorando las trincheras y cantar villancicos. <<Había que subir la moral de los chavales que se nos estaban viniendo abajo>>, dirá días después a sus superiores antes de que lo pongan delante de un pelotón de fusilamiento y le peguen un tiro por traidor y confraternizar con el enemigo.

Otro que se huele el marrón que le va a caer encima es el sargento inglés Brad Hughes. Pero después de tres meses escuchando los llantos de sus hombres, que por la noche no consiguen conciliar el sueño, piensa que hace lo correcto. Cree que es muy fácil tomar decisiones lejos del frente y disfrutando de la tranquilidad de la retaguardia. Brad Hughes es veterano y sabe que sus hombres son carne de cañón. Muchos de los que van a jugar el partido no volverán a casa, así que por qué negarles la oportunidad de celebrar la Navidad marcándole goles a los alemanes. Al sargento Hughes no le pegarán un tiro, aunque lo degradarán y acabará la guerra antes de tiempo por culpa de un trozo de metralla que le destrozará media cara.

Alfons Neumann marca el primer gol de los alemanes y lo celebra como si hubieran ganado la guerra. Ocho días más tarde la artillería inglesa lo hará volar por los aires, no por el gol, sino porque en la guerra pasan estas cosas y para eso están allí: para matarse los unos a los otros, o al menos intentarlo.

Veintiocho hombres –nueve ingleses, tres galeses y dos irlandeses contra catorce alemanes– juegan al fútbol durante sesenta minutos y con la caída de la tarde, dándose abrazos los unos a los otros, se despiden con la sensación de que aquella guerra no es su guerra. Es una guerra ajena que les toca a ellos luchar mientras que los que deciden su futuro celebran la Navidad al abrigo de sus familias o, en el peor de los casos, al calor de prostitutas en cuarteles de retaguardia. Alemania ganó 3-2 aquel partido. Luego perdería una guerra que en realidad perdimos todos,.

 

TITULO:  Historia de nuestro cine - Cine -  Carmen ., Viernes  -2 - Agosto ,.

 

 Carmen

 

El Viernes   - 2 - Agosto ,.  a las 22:15 por La 2, foto,.

 

Reparto,. Antonio Gades, Laura del Sol, Paco de Lucía, Cristina Hoyos, Pepa Flores, José Yepes, Juan Antonio Jiménez, Sebastian Moreno,.

 Narra la historia de Antonio, el director de una compañía de baile que está trabajando en el montaje de la "Carmen" de Bizet. Cuando encuentra a la protagonista ideal, que también se llama Carmen, inicia con ella una relación enfermiza que reproduce el libreto de la ópera. "Carmen" es una historia de amor y celos en donde el deseo aniquilador conduce a los personajes inexorablemente a la destrucción.

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