BLOC CULTURAL,

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lunes, 20 de abril de 2015

DESAYUNO - CENA - LUNES - EN LOS AÑOS 80 ESTUVE A PUNTO DE DEJAR LA MUSICA, MIGUEL BOSE CANTANTE,./ El médico que murió por lavarse las manos ,. / LUNES CINE, EL TREN DE LAS 3:10,.

El cantante Miguel Bosé.TÍTULO: DESAYUNO - CENA - LUNES - EN LOS AÑOS 80 ESTUVE A PUNTO DE DEJAR LA MUSICA, MIGUEL BOSE CANTANTE,.

DESAYUNO - CENA - LUNES - EN LOS AÑOS 80 ESTUVE A PUNTO DE DEJAR LA MUSICA, MIGUEL BOSE CANTANTE,. foto,.

Miguel Bosé prepara su nueva gira, 'Amo Tour', con gran protagonismo de sus clásicos,.

madrid. Ha pasado de los temores inherentes a las relaciones de pareja a los miedos que produce la paternidad. Una situación personal que le ha permitido a Miguel Bosé (Panamá, 1956) confeccionar 'Amo' (Warner Music), su disco más 'Bosé' desde 'Sereno', con el que tiene muchas coincidencias. Y no solo porque para ambos se dejase el pelo largo. «Lo he hecho yo solo en casa, no en los hoteles mientras estoy de gira. Lo he podido hacer con mucho tiempo -dos años- para escribir, componer, distanciarme y reconstruir... y se nota la calidad», asegura, aunque lamenta haberse traicionado de nuevo y volver a hablar «en primera persona».
Una introspección que le ha permitido compartir por primera vez en su carrera el estado en el que se está 'Libre ya de amores', como dice su exitoso sencillo, y, por lo tanto, ya no hay temores. Una fase muy necesaria entre una historia de amor que ha terminado y otra que va a empezar. «Es una etapa de la que no se habla, a mí no se me había ocurrido tampoco hablar de eso. Sucedió mientras estaba con unos amigos, reviviendo una historia. «De repente caigo en cuenta de que nada siento. ¡Coño, que estoy libre de amores, libre ya de temores!», apunta el artista. Una canción cuyas estrofas están llenas de una ironía que no empaña la luminosidad y el optimismo del que está contagiado todo el disco, incluso la primera canción protesta de su carrera, 'Sí se puede'. «La he hecho bailable porque para cagarme en los muertos de todos primero hay que sudarlo y luego verlo en frío. Nunca había sido tan explícito, porque somos de quejarnos en la barra del bar pero no hacer nada», señala con desconcierto.
Una dualidad a la que él ha sabido poner orden. «Estuve a punto de dejar la música a principio de los años 80. Tuve una crisis muy grande. Mi vocación estaba clara, hacer esta carrera era lo que más quería del mundo, había encontrado mi lenguaje, mi expresión, mi independencia económica y, por otro lado, estaba sacrificando demasiadas cosas que pertenecían a la normalidad: mi tiempo para hacer mermeladas, mi huerta... En un determinado momento me senté con Miguelón y con Bosé y charlamos. ¿Quién se va? Al final adquirimos un compromiso, fuera de esa valla -señala el jardín que rodea su casa madrileña, en la misma parcela donde sus padres se trasladaron a vivir en los años 50- hay un planeta entero que es todo para Bosé, y desde está valla -mira hacia el interior de su hogar, una suerte de taller de artista plástico ambientado por el trino de los pájaros que residen en su salón- es territorio de Miguel. Ambos se quieren mucho y se hacen compañía, me han educado para eso, a poder ser todo y poder hacer de todo, pero protegiéndote». Por eso su amiga Ángeles González-Sinde dice de él que de su amalgama cultural nació un hombre «que no se casa con nadie y baila con todas».
Ahora, esa división la tiene que hacer entre Madrid y Panamá, donde están viviendo en este momento sus cuatro vástagos. «Cuando nacen mis hijos, estar de gira se convierte en una tortura, me levantaba por las noches en el hotel llorando. Necesitaba aunar el trabajo con la mejor calidad de atención con estos 'bichitos' y no perderme su crecimiento para que no se me parta el corazón. El 85% de mi trabajo está en América, desde Estados Unidos hasta Chile, así que tenía que ser un lugar manejable, empece a ver sitios diferentes y todo me llevaba al mismo continente. Panamá está muy bien conectada, es equidistante de todos los lugares a los que viajo, es como Madrid en España». A la capital de España regresan cuando Bosé no está trabajando.
Un trabajo que en esta ocasión fusiona su pasión por la música dance con su devoción por la literatura y que le vuelve a llevar inevitablemente a América con su gira 'Amo Tour', en la que tendrán un gran protagonismo sus canciones de siempre. «Los discos nuevos los hago por necesidad creativa», asegura con una firmeza lejana a la frustración que se podría suponer para un artista consciente de que sus seguidores le piden los clásicos «porque les pertenecen, porque son suyos. Los cantan ellos y luego se aplauden». Una templanza cincelada gracias a 76 números uno. «He hecho la banda sonora de muchas generaciones y quieren oírla en los conciertos». Ya no volverá a cometer el error de retirar de su repertoio una canción como 'Bandido', algo que osó hacer en su gira 'Velventina'. Un hastío del cantante transformado en el cabreo del respetable, que rodeó a los técnicos al final de uno de los conciertos para exigir la devolución el dinero de la entrada si no salía a cantarla.

  Su desayuno: «Dos cortados descafeinados, un yogur y un zumo con dos naranjas, un limón y azúcar moreno. Ni bollos ni magdalenas. Llevo treinta años desayunando así». 
 
La cena un huevo frito y un filete carne con patatas fritas, tomate y lechuga, pan, beber agua, postre una pera,.

Grabado del retrato de Ignacio Felipe Semmelweis.   TÍTULO: El médico que murió por lavarse las manos ,.

La Unesco conmemora los 150 años de la muerte de Ignacio Semmelweis, el doctor húngaro que descubrió el enorme valor de tan básica medida higiénica y que pagó el hallazgo con su vida,.fotos

Algo tan higiénico, tan común hoy como lavarse las manos no fue una medida fácil de introducir en la cultura médica. Cuando, a mediados del siglo XIX, los especialistas comenzaron a oír que un gesto así antes de entrar al quirófano podía salvar muchas vidas, lo tomaron como una ofensa a su honor. El húngaro Ignacio Felipe Semmelweis (1818-1865), de cuya muerte se cumplen ahora 150 años, pagó cara la osadía. La Unesco ha decidido restablecer oficialmente su honor y conmemorar este 2015 como el año de Semmelweis, algo para lo que entre otras actividades organizará congresos internacionales en París y Budapest.
Semmelweis fue un destacado obstetra que con 28 años, en 1846, fue nombrado asistente del reconocido profesor Klein en una de las maternidades más famosas de Austria, la del Hospicio General de Viena. El joven especialista húngaro estaba entonces muy preocupado porque había descubierto que las mujeres que daban a luz en casa tenían mucho mejor supervivencia que las que acudían al hospital. Morían un 30% de las parturientas y en algunas salas hasta el 96%. Todas por igual causa, la fiebre puerperal que sigue al parto.
En su afán por saber qué estaba pasando, descubrió que las áreas donde se registraba mayor mortalidad eran las visitadas por los estudiantes. Los alumnos, según vio, atendían a las mujeres justo después de asistir a las sesiones de medicina forense en el pabellón de Anatomía. No había evidencia científica, pero para Semmelweis estaba claro: sus manos estaban infectadas.
La prueba definitiva de lo que estaba buscando la logró el día que asistió a la muerte de uno de sus colegas, debida a una infección generalizada. La víctima se había cortado con un bisturí usado en una autopsia y a Semmelweis se le encendió la bombilla. Colocó delante de su quirófano un lavabo con agua y un potente desinfectante (una solución de cloruro cálcico) y obligó a médicos y estudiantes a lavarse las manos para entrar a sus quirófanos. ¿Qué ocurrió? Lo esperado. Las muertes cayeron por debajo del 1%.
Calvario, mendicidad y muerte
A Klein no le hizo gracia el asunto y se ocupó personalmente de poner en contra de su compañero a toda la profesión médica, hasta que logró su destierro. ¿Quién era ese chaval nuevo para poner en entredicho la profesionalidad de nada menos que de los médicos? Las mujeres, según la profesión médica de la época, no podían morirse infectadas por las manos de un galeno, ¡habrase visto!, sino por su propia debilidad, una dieta inadecuada, emanaciones fétidas de suelos y aguas impuras (miasmas) o por el influjo de la luna... pero ¿por unas manos sucias?
Semmelweis vivió como un mendigo hasta que otro profesional le descubrió muerto de hambre en las calles de Budapest y le facilitó un nuevo empleo en un hospital de la ciudad. La historia se repitió. Al final de sus días, el especialista tuvo que ser asistido en un psiquiátrico, víctima de una sepsis, una infección generalizada, el mal al que había tratado de combatir durante toda su vida.
Cuenta la leyenda que aprovechó un permiso para demostrar su certeza y que se infectó a propósito, con material contaminado procedente de una autopsia. Aún así nadie le creyó hasta 15 años después de su muerte, cuando un francés, Louis Pasteur, comenzó a hablar de microbios. Entonces todos lo vieron: efectivamente, Semmelweis tenía razón. "El salvador de las madres, el hombre al que en otro tiempo llamaron asesino, murió de lo que quería curar", afirma Benedek Varga, director del museo Semmelweis de Budapest, que colabora con la Unesco en la organización del año dedicado al notable médico húngaro.

El tren de las 3:10 TÍTULO: LUNES CINE, EL TREN DE LAS 3:10,.
Reparto
Russell Crowe, Christian Bale, Peter Fonda, Logan Lerman, Gretchen Mol, Ben Foster, Dallas Roberts, Vinessa Shaw, Kevin Durand, Rio Alexander, Alan Tudyk, Luce Rains, Chris Browning, Johnny Whitworth, Luke Wilson, Benjamin Petry,.
 
 Arizona. Con la esperanza de conseguir una recompensa que le permita evitar la ruina de su rancho, Dan Evans (Christian Bale) decide colaborar en el traslado del peligroso forajido Ben Wade (Russell Crowe) hasta un pueblo, donde deberán coger el tren de las 3:10 para llegar a la prisión de Yuma. Remake del film de 1957 de Delmer Daves.

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