TITULO: El
Objetivo La Sexta - SALVADOS LA SEXTA - La noche encendida - Oficina -
Economia - Galicia cerró 2023 con la tasa de deuda más baja desde 2012 ,.
La noche encendida,.
'La noche encendida'
no será solo un programa de charlas, espectáculo, música, comedia,
sorpresas e invitados, presentado por Pedro Ruiz, por La 2,foto,. etc,.
Galicia cerró 2023 con la tasa de deuda más baja desde 2012,.
La comunidad paga a sus proveedores en 14,82 días, casi la mitad que la media del Estado,.
foto / La Xunta cumplió los objetivos financieros del año 2023, que se cerró con un déficit del 0,18% sobre el PIB, casi tres puntos menos que en 2022, y una deuda pública del 16,1%, la tasa más baja desde 2012.
Así lo ha detallado hoy el presidente de la Xunta, Alfonso Rueda, en su comparecencia semanal después de que el Consello aprobase esta mañana la Cuenta General de la Comunidad Autónoma correspondiente del último ejercicio. Una Cuenta, explica Rueda, que “muestra que Galicia cumplió con los objetivos de déficit y deuda pública recogidos en los presupuestos” y eso sin “que se resienta el esfuerzo inversor”.
Los datos definitivos muestran que Galicia cerró el 2023 con una ejecución del presupuesto consolidado -sin incluir los fondos Next Generation- del 99,6 %; un déficit presupuestario de 138 millones de euros, lo que representa el 0,18% del PIB; y con una ratio deuda/PIB del 16,1 %, 3,7 puntos por debajo del nivel que presentaba este indicador al inicio de la pandemia (19,7 %).
Período medio de pago
Rueda ha recordado que en la cuenta general se puede apreciar que Galicia no sólo fue de las comunidades autónomas que cumplió de nuevo los objetivos de déficit y de deuda, sino que también “fue una de las que lideró el tiempo de pago a proveedores”.
En concreto, tal y como ha añadido el conselleiro de Hacienda y Administración Pública, Miguel Corgos, la Comunidad finalizó el 2023 con un período medio de pago “de 14,82 días, frente a los 27,87 de promedio de las comunidades autónomas, lo que confirma que Galicia pagó sus facturas casi en la mitad de tiempo que el conjunto de las comunidades”.
De esta forma, la Xunta de Galicia, y como ha destacado Rueda, Galicia es capaz de compatibilizar altos niveles de ejecución con grandes esfuerzos inversores y un ágil pago a los proveedores.
Ahorro bruto
Otra de las magnitudes que permiten analizar la gestión presupuestaria y la sostenibilidad de las finanzas públicas es el ahorro bruto, medido como la capacidad de financiar gastos de capital con ingresos corrientes.
Este indicador muestra que las finanzas gallegas reservan alrededor del 9% de sus ingresos corrientes (1.089 M€) para financiar operaciones de capital que contribuyen a la mejora económica de Galicia en medio plazo.
En cuanto al esfuerzo inversor, el año pasado Galicia destinó el 17% del total del gasto no financiero a inversiones.
Con estos indicadores, Rueda ha destacado que el Ejecutivo gallego reafirma su “apuesta por un modelo de crecimiento basado en el cumplimiento de los objetivos de déficit y de deuda”, lo que permite tener mayor margen de gasto en las inversiones, reforzar el gasto social y pagar con más agilidad a los proveedores de la Administración.
“Los datos muestran una gestión de los presupuestos rigurosa que da certezas y confianza a ciudadanos y empresas”, ha subrayado Corgos.
La Xunta de Galicia remitirá ahora esta Cuenta General al Parlamento y al Consello de Contas cumpliendo la normativa en vigor. Este año la rendición se realiza de manera telemática dando así cumplimiento a una de las recomendaciones del Consello de Contas.
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La
hora de los Fósforos - La Cope - CARLOS HERRERA - El señor de los
bosques - El Ayuntamiento de Segovia hará un inventario de árboles para sustituir los que causan alergias,.
La hora de los Fósforos - La Cope - CARLOS HERRERA - El señor de los bosques - El Ayuntamiento de Segovia hará un inventario de árboles para sustituir los que causan alergias , fotos,.
El Ayuntamiento de Segovia hará un inventario de árboles para sustituir los que causan alergias,.
El Ayuntamiento de Segovia hará un inventario de los árboles de la ciudad para sustituir aquellos que causan más alergias por otras especies no perjudiciales.
El Pleno ha aprobado este viernes de manera unánime una moción en ese sentido, presentada por el Grupo Municipal Popular, en virtud de la cual se llevará a cabo un plan de reforestación a medio y largo plazo.
La concejal 'popular' responsable de Medio Ambiente, Yolanda Velasco, ha aclarado en su intervención que no se trata de un cambio inmediato del arbolado, sino de hacer un inventario para saber qué especies son perjudiciales.
De esta manera, se plantarán especies diferentes cuando sea necesario sustituir un árbol por alguna razón, como enfermedad, daños en el pavimento, simple ordenación urbana o nueva plantación.
Mientras se elabora el inventario, además, se colocarán señales en parques y jardines que informen sobre el polen dominante y el calendario polínico.
La iniciativa, que no supondrá costes adicionales para el Ayuntamiento, es "imprescindible"para intentar evitar los problemas de salud que generan determinadas especies, ya que el número de personas afectadas por algún tipo de alergia crece cada año, según defienden los 'populares'.
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La Travessera de Dalt estaba, como siempre a esa hora, atascada. Dentro de su utilitario, el padre Damián Isún observaba molesto los adornos navideños que ya lucían en las calles. Lo último que deseaba era que nadie le recordara la proximidad de las fiestas, pero un par de bocinazos lo sacaron de sus ensoñaciones. Tomó el primer desvío a su derecha y se adentró en la calle de L’Escorial.
Aparcó y subió a su piso con rapidez, entró en el salón y lanzó su anorak al sofá. Frente a este, en una mesa auxiliar, había un plato con los restos de la cena que había tomado la noche anterior.
Se dejó caer junto al anorak y quedó ensimismado mirando la librería de una de las paredes del salón. Se sentía febril, pero no encontraba fuerzas para buscar el botiquín y tomarse la temperatura. Quién se lo iba a decir a él, al vital, apuesto y encantador padre Damián. Sus alumnos del colegio San Magín lo apodaban, con cariño y sin ningún recato, Fray Clark Kent, mientras sus madres no podían evitar ruborizarse cuando hablaba con ellas de sus hijos en las tutorías. A ninguna se le hubiera ocurrido echarle los cincuenta años que acababa de cumplir.
Sabía que debía cenar algo. En los últimos dos meses había adelgazado más de diez kilos y ya se lo habían hecho notar varios compañeros del colegio. Haciendo un esfuerzo, se levantó y fue a la cocina. El desorden era general. No quiso abrir la nevera, pues sabía que se encontraba casi vacía.
Abrió la alacena y, como había hecho los últimos días, se limitó a tomar varias rebanadas de un pan de molde algo mohoso y una lata de sardinas. Volvió al salón e intentó dar cuenta de la cena. No pudo con todo. Dejó los restos de una rebanada y la lata sin terminar al lado del plato del día anterior, volviendo a concentrarse en la librería. Al pasarse la mano por la barba se percató de que hacía semanas que no se la retocaba. No le preocupó su falta de aseo, solo era consciente de su sufrimiento al recordar cómo había llegado a esta situación. La lluvia, golpeando el ventanal del salón, le hizo pensar en Huesca, cuando recién salido del seminario de Zaragoza había acudido a su pueblo natal para poder celebrar junto a sus padres su primera misa. Ni siquiera ese recuerdo, que guardaba como un bálsamo para sus momentos depresivos, servía para aliviarle.
Sabía que tenía que afrontar de una vez el secreto que lo estaba abrasando. No entendía qué era lo que lo frenaba. Su coraje había sido puesto a prueba en muchas ocasiones, y siempre, por muy difícil que fuera el reto, había hallado la solución.
Pero no se engañaba. Antes no estaba solo, tenía como aliada una fe sin fisuras, de la que ahora carecía. Sentía que el Dios al que había dedicado su vida ya no estaba a su lado, guiándolo y protegiéndolo. Sus fuerzas estaban al límite, y no conseguía dar con ellas para poder salir de la abominación que estaba viviendo.
Se había quedado dormido en el sofá cuando lo despertaron los escalofríos de la fiebre. Huyendo de ellos, se levantó y se dirigió al dormitorio. No se desnudó ni encendió la luz.
Se limitó a echarse en la cama y a arroparse.
Las convulsiones se fueron calmando. Al cambiar de postura para acomodarse, notó algo extraño en el lecho. Una de sus piernas había chocado contra un objeto duro. Pensó que la noche anterior habría colocado algo sobre la cama y que su estado actual de abandono le impedía recordar lo que era.
Lo palpó con los dedos y los temblores desaparecieron de inmediato. El tacto del objeto era similar al de la carne, al de la carne fría. De un salto, se levantó y encendió la luz.
El bulto estaba tapado y ocupaba la parte derecha del lecho. Damián intentó serenarse antes de descubrirlo. Finalmente, se acercó y tiró de la manta. El cuerpo estaba desnudo, a excepción de un collar que le rodeaba el cuello. Se encontraba bocabajo y, por el tamaño, pertenecía a un niño. Fue al ver el pelo negro, largo y rizado, que reconoció de inmediato, cuando pensó que lo que estaba sucediendo solo podía ser parte de una de las pesadillas que durante las últimas semanas se adueñaban cada noche de su sueño. Se acercó al cuerpo y lo giró: el dolor que sintió y el aullido que soltó su garganta le confirmaron la realidad que estaba viviendo. Buscó el pulso en una de las muñecas y descubrió lo que la frialdad de la piel ya le había indicado: en la cama yacía un cadáver.
Aunque el sentido común le decía que no debía tocar nada más, no pudo evitar girar el cuerpo, tomar la cabeza y acariciar los rizos. Los ojos del cadáver seguían abiertos. Damián los cerró y fue entonces cuando percibió las manchas moradas en el cuello de Oriol Recasens. Para su estupor, lo que pensó que era un collar en realidad era un rosario infantil, tan pequeño que a Damián le costó trabajo poder sacárselo por la cabeza. Tomó el rosario entre los dedos, y vio que las cuentas de nácar terminaban en una cruz de plata labrada. Conocía de memoria el tacto de esas cuentas. Recordó cómo se había emocionado cuando, antes de tomar la Primera Comunión, su madre se lo había entregado para que lo llevase aquel día. Desde entonces había usado ese rosario a diario, a pesar de lo dificultoso que le resultaba su manejo en sus gruesos dedos de adulto.
Un sentimiento de pudor lo impulsó a cubrir el cuerpo de Oriol, aunque el dolor le seguía impidiendo razonar. Necesitó varios minutos para volver a la realidad, y fue entonces cuando observó que en el lado de la cama que ocupaba el niño se encontraban, desparramadas, una docena de fotografías. Desconcertado, empezó a mirarlas. Todas tenían un denominador común: la presencia en ellas del padre Damián Isún y de Oriol Recasens. En ellas se podían observar las miradas de cariño que el padre Damián dirigía sin disimulo al muchacho de once años. En una, la mano de Damián acariciaba los rizos de Oriol, y en otra, abrazaba al pequeño.
Recordó de forma nítida esa escena. La privilegiada garganta de Oriol había conseguido, después de muchos intentos, alcanzar unos acordes que le serían necesarios para el concierto que la escolanía del colegio iba a dar con motivo de la visita del conseller d’Educació de la Generalitat. Damián había estado ensayando con el niño durante horas hasta que al final lo había conseguido. El hecho se produjo al fondo de la capilla del colegio, junto al órgano, y Damián no recordaba que hubiera nadie con ellos que pudiera haber disparado la foto.
Al pensar en ello, las lágrimas se adueñaron del rostro del sacerdote, pero de inmediato notó cómo el dolor se trocaba en una asfixiante sensación de pánico. Guardó el rosario en uno de los bolsillos de su pantalón, se levantó de la cama y cubrió con la manta el rostro del niño. Salió de la habitación y, sin recoger el anorak ni subir al ascensor, se lanzó escaleras abajo.
Cinco minutos después, se encontraba de nuevo en la ahora semivacía Travessera de Dalt, buscando el camino que lo alejara lo antes posible de la ciudad, del cuerpo de Oriol y del infierno en el que llevaba tanto tiempo instalado.
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