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domingo, 15 de septiembre de 2024

La Hora Musa - El coche chino ,. Martes - 24 - Septiembre ,. / Cachitos de hierro y cromo - Costa del sol ,. Martes - 24 - Septiembre ,./ Locos por las motos - Tragedia en el motociclismo: fallece Luca Salvadori ,.

 

  TITULO: La Hora Musa  -  El coche chino      ,. Martes - 24 - Septiembre  ,.


 'La Hora Musa', presentado por Maika Makovski ,a las 22:55 horas, en La 2 martes    -24 - Septiembre   , foto,.

  El coche chino ,.

 Prohibido fijar cárteles

Esta novela empezó como todas: con una idea. Una idea que se va madurando en el Metro, en el coche, en la siesta, en los paseos por el barrio, en definitiva, en los ratos muertos. Me apetecía escribir sobre unos personajes extravagantes a la vista de la gente normal, personajes que tuvieran como sede o cuartel general un bar, pero no un bar cualquiera. El bar tenía que ser un garito sucio y maloliente poblado por borrachos de todos los pelajes, un bar de aquellos con sabor a antiguo, de cervezas y de vinos con aceitunas y cacahuetes, una barra, unas pocas mesas y por supuesto sin música, sin ninguna floritura moderna. En mi cabeza tenía dos conceptos abstractos: reencuentro y venganza.

"Sin pretenderlo ni el uno ni los otros, sus vidas se cruzan. En la guerra que se va a desatar cada uno jugará sus cartas, pero el juego no va a terminar como esperan el uno y los otros"

Fue así como se me fueron ocurriendo los personajes principales. Por un lado el Tijeras, un tipo alcohólico que solo aspira a beber cada día y que le dejen en paz. Por otro, el Lejía, antiguo amigo y compinche del Tijeras que, tras un largo periplo enrolado en la Legión, vuelve al barrio. Finalmente completa la terna el Pipo, otro amigo que, tras un largo periodo en la cárcel, finalmente sale porque está enfermo terminal. Los tres son exyonquis, expolitoxicómanos, exatracadores y otras cosas que se os puedan ocurrir que sean muy chungas y que lleven delante el prefijo «ex» (o no). Hasta aquí el reencuentro. Los tres aspiran a pasar los días tranquilamente en El Candil, el bar que regenta el Chino. Pero como la vida no es como se desea, sino como viene, los problemas en forma de mafia rumana vienen a interrumpir esos días tranquilos a los que aspiraban los tres amigos, hecho en el que va a comenzar la venganza.

El Ruso, el jefe de la citada mafia, se dedica a prestar dinero con intereses desorbitados y además se ha hecho con el control del tráfico de drogas en el barrio. Sin pretenderlo ni el uno ni los otros, sus vidas se cruzan. En la guerra que se va a desatar cada uno jugará sus cartas, pero el juego no va a terminar como esperan el uno y los otros.

"La trama transcurre en Canillejas, mi barrio, situado como la mayoría ya sabréis en el este de Madrid, porque todas las novelas negras han de tener un territorio geográfico ya sea real o ficticio, eso da igual"

«Prohibido fijar cárteles» (con tilde en la «a», muy importante) es mi octava novela, que se dice pronto. Llegados a este punto me apetecía hacer una novela sencilla, que no tuviera una trama muy complicada y que sin embargo mostrara los valores y los códigos antiguos de los barrios. Una novela de personajes con una crítica social devastadora implícita, porque no soy muy partidario de lo explícito, y emparentada, creo, por lo menos lo he intentado, con aquellas maravillosas novelas representativas del Hardboiled americano con toques de Realismo Sucio. Como las buenas novelas negras clásicas no es una obra muy extensa, ya que finalmente han salido 170 páginas. Por tanto, es ligera, fácil de leer, pero muy intensa, una novela que te golpea y no exenta sin embargo de sus párrafos de humor mordaz, como en mis anteriores novelas.

La trama transcurre en Canillejas, mi barrio, situado como la mayoría ya sabréis en el este de Madrid, porque todas las novelas negras han de tener un territorio geográfico ya sea real o ficticio, eso da igual. Ni Marlowe es más o menos Marlowe por moverse en el marco real de Los Ángeles ni los policías del distrito 87 de Ed McBain los son más o menos por moverse en el territorio ficticio de la ciudad de Isola, inventada por el novelista para situar a los personajes de su saga. Pese a la localidad del territorio, si el lugar contiene sitios o arquetipos de rasgos universales (como ocurre en el caso de mis novelas), la zona solo será un marco en el que alojar a los personajes y sus historias. Esta historia podría haber sucedido en cualquier barrio de la periferia de Madrid o de cualquier otra ciudad, española o extranjera, lo que la hace susceptible de ser leída en cualquier latitud, porque contiene todos los aderezos posibles que contiene un barrio de extrarradio.

Hasta aquí, la novela solo era mía. A partir de ahora es vuestra. Espero de corazón que os guste y aprovecho la oportunidad que me dan en Zenda para agradecer la fidelidad a los lectores, así como el trato y el cariño allá por donde voy. No somos na,.

 

TITULO:  Cachitos de hierro y cromo - Costa del sol ,. Martes - 24 - Septiembre  ,.

   El martes - 24 - Septiembre  a las 22:30 horas por La 2, foto,.

 Costa del sol,.

 Sonata de la canción de autor en tres recuerdos de infancia

Este texto es un adelanto de Melomania: Casamentos perfeitos entre música e literatura, una colección de testimonios personales, o ensayos breves, de diferentes escritores y en varias lenguas, que parten de una pieza musical con texto para reflexionar sobre ella, mostrando hasta qué punto texto y música interaccionan armónicamente. El libro, coordinado y prologado por Claudia Fischer y Cristiana Vasconcelos (Universidad de Lisboa), saldrá publicado próximamente en Edições Húmus (2024).

En Zenda publicamos el texto firmado por Guillermo Laín Corona del libro de próxima aparición Melomania: Casamientos perfeitos entre música e literatura (Húmus).


La filología es un desierto al que llegan normalmente frikis, nerds y demás ralea élfica con rayos en la frente y con miopía. Yo llegué, en verdad, como caballero del zodiaco, con sus dragones de sangre, y me sangraban las narices de vergüenza cuando salían por la tele las bragas incorrectísimas de las bulmas y otros terremotos mamachichos, ¡tres puntos, colega! Pero es lo mismo: yo nací (perdonadme) en la España de los ochenta, sin recuerdos reales del hambre, ni las guerras, ni las torturas de un dictador paquito y rechoncho en una lejana y madrileña casa de correos.

En Córdoba me cortaron el cordón umbilical. Viví en Pozoblanco la muerte de Paquirri sin ser consciente del drama rosicler de la noticia. Comí durante años tapas en Granada, grandes como fundas de guitarra. Me mudé a Málaga para salir del armario con la sexualidad del acné. Y, entre la Costa del Sol y la Costa Tropical, pasaba los veranos, como una ola, en una herradura gigante de caballo sobre la primavera del mar. Mis referentes no pudieron ser, por la distancia y por el tiempo, las aventuras de los cinco, ni el goliath ni el crispín de ningún capitán trueno. Sin embargo, como la sombra del ciprés freudiano es alargada, la música de mi infancia son recuerdos inculcados de un pueblo de Sevilla, que era el de mi madre, pionera del fútbol de mujeres y del ritmo claro para bailar con las caderas, y mucho twist y mucho shout y mucho pelo alborotado y las medias de color, ¡y a quién le importa lo que ellas hagan! No tuve tampoco el babi francés de los maestros del Liceo, pero sí un flan gigante heredado del padre y de la abuela, y la matraca burguesa que se hizo de izquierdas por la rebeldía juvenil del 68, o por ahí.

Quiero decir que, cuando llegué a la adolescencia, yo era un niño envejecido por los gustos melódicos de mis mayores, y un filólogo anticipado, en potencia y en probeta, lector de centenares de páginas para averiguar cómo fundir un anillo en la lava de un volcán. Por eso, los compañeros de mi clase me echaban miradas de polvos pica-pica. Y, también, porque la música que yo escuchaba no era electrónica ni tenía samples, sino unas letras incomprensibles tomadas de la poesía, pura como un cántico de arias tristes y política como un arma cargada de futuro. Eso era en España la canción protesta, o canción de autor, con Paco Ibáñez a la cabeza, pero descontextualizado en una época cuyo sonido de fondo era el pelotón del Tour de Francia a la hora de la siesta.

Por aquel entonces de mediados de los noventa, Ibáñez estaba ya arrugado como un mago gris, con sus trucos de solfeo para convertir con la guitarra los poemas en canciones, de Rafael Alberti a Miguel Hernández. Yo, introspectivo y encerrado en una casita cercana a un pueblo con peligros y alejado de la Alhambra, me ponía en un cedé las canciones de Ibáñez en el Olympia de París, andaluces de Jaén, aceituneros altivos, a galopar, a galopar, hasta enterrar a los nazis en el mar, sin darme cuenta de que a mi edad aquello era más una escena de Indiana Jones que una chaqueta felipista de pana con coderas. Aunque escuchaba de vez en cuando a los Beatles para acompañarme en la lectura de una historia interminable, aquel canto a la libertad de la España en marcha fue mi primer movimiento verdadero de educación musical hacia la poesía. Mientras, a lo lejos, la muchachada se desgañitaba por los bares de Pedro Antonio de Alarcón a ritmo de héroes del silencio, coreando el método Bunbury, entre las dos tierras de la poesía y de la copia sistemática del estilo ajeno.

En esas circunstancias de niño trasnochado y repelente, me escapaba del bullying inevitable en las playas de un pueblo con mar, escondido tras las cañas. Solía subir con una amiga a la ladera de un monte, más alto que el horizonte, con una torre en ruinas, nazarí o renacentista. A fuerza de desventura y de querer ser los dos profesores de literatura —machacona y machadianamente—, nos daba una brisa como de velero bergantín cuando recitábamos a Joan Manuel Serrat con su melodía, y todo a pulmón. Su Mediterráneo es, posiblemente, la canción de autor por excelencia en la memoria colectiva de España, con ese impulso que tiene el mar nuestro, entre Algeciras y Estambul, de convertirse musicalmente en Atlántico y Pacífico, y viceversa. Serrat hizo de esta letra la manifestación perfecta de la canción de autor sin poema previo, pero con el mismo lirismo y sin necesidad de la protesta. Así se mantiene este género musical hasta nuestros días, a veces con un ligero aire social, como haciendo pájaros de barro. Luego, el paso del tiempo ha tenido la virtud de enseñarnos que no hay masculino genérico que pueda ocultar la calidad de la canción de autora, en femenino: Elisa Serna, Rosa León, Christina Rosenvinge, Silvia Pérez Cruz y muchas más que quedan fuera de estos nombres.

Mi tercer y último movimiento musical de infancia y adolescencia, de mi juventud dorada, fueron las moscas del ducados y el fortuna, que fumaban mi padre y mi madre en los viajes familiares. Ellas, moscas vulgares, me evocaban todas las cosas, montado en aquellos coches breves que iban hacia el norte, pudiera ser que fueran pandas, con Joaquín Sabina en el radiocasete. Su voz cascada por el paternita se repetía incesablemente, a falta de señal radiofónica por los olivares de Andalucía, y hubo alguna visita a los Carnavales de Cádiz, mucho antes de que Almudena Grandes amadrinara al Club de Rota. Tuve que esperar a ser adulto para comprender el sentido de lo que tarareaba yo de niño, con inocencia e inconsciencia, en el asiento de atrás del coche: que de pronto alguna tarde te pasan ¿calidad?, y de repente los bulevares arden, la piel recibe un telegrama urgente, y otras movidas estupefacientes de poesía urbana. Para llegar a estos versos, Sabina había bebido del más puro inventario de la canción de autor, de calle melancolía a pongamos que hablo de Madrid, donde hoy vivo instalado felizmente con javieres y tapones. A lo largo de los años, Sabina ha sabido amoldarse a todos los géneros del pop/rock, poeta torrencial, maestro del caos. Ni ángel con alas negras, ni el Dylan español, dice con el disfraz de su pirata cojo, pero a Sabina le han versionado en OT sus peces de ciudad y la canción más hermosa de mundo.

Hay quien sugiere que la canción de autor en sentido estricto existió exclusivamente en un momento concreto de oposición política, entre hippies y dictaduras, y como renovación de la música popular, liberándola con la poesía de la industria cultural. Cuando Serrat a finales de los 60 musicalizó “La saeta” de Machado, lo hizo recuperando ritmos tradicionales de Semana Santa, como crítica velada al nacionalcatolicismo, y se produjo una reformulación en España de la copla, el flamenco y otros ritmos regionales. Lo que está claro es que la canción de autor logró entonces una forma concienzudamente poética de música popular, de modo que ese período —entre el tardofranquismo y la protodemocracia— cabe estudiarlo no solo en musicografía, sino también en la historia de la literatura.

En la actualidad la canción de autor ha sido reabsorbida por las grandes discográficas, pero no hay que caer en el alarmismo antipoético. Al fin y al cabo, quien canta no lo hace solo por amor al arte, sino para vivir de su trabajo dentro de un mercado. Además, entre el marasmo comercial, siguen surgiendo voces estupendas con letras potentísimas. Algunas se encuentran merodeando por los cerros de Úbeda, ya que hay un colectivo por allí empeñado en renovar cada año la canción de autor, en unas jornadas y un concurso, así que peor para el sol de quien se mete en la cuna del mar a pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor. Y es que cambia todo en este mundo, y lo que cambió ayer tendrá que cambiar mañana. Pero no cambia la ilusión de que, con unas notas afinadas, se inunde la música de poesía, como una canción desesperada.

 

TITULO:  Locos por las motos - Tragedia en el motociclismo: fallece Luca Salvadori ,.

 Tragedia en el motociclismo: fallece Luca Salvadori ,.

El italiano ha muerto a causa de las heridas que sufrió tras un accidente durante la clasificación del IRRC, que se disputaba este fin de semana en Alemania.

Tragedia en el motociclismo: fallece Luca Salvadori - AS.com

foto / Luca Salvadori,.

La parte amarga del motociclismo sigue dando la cara con otra tragedia que en esta ocasión, sacude al mundo de las motos en general e Italia en particular. Luca Salvadori, de 32 años, falleció tras un fuerte accidente durante durante la clasificación del Campeonato Internacional de Carreras de Carretera (IRRC). El italiano, que actualmente se dedicaba a las carreras de carretera tras su paso por el CIV, MotoE y el Mundial de SBK, recibió los primeros auxilios y fue hospitalizado de manera inmediata. Sin embargo, le ha sido imposible superar las heridas que sufrió tras el impacto en Frohburg.

La ciudad alemana acogía este fin de semana un tradicional evento que se celebra desde hace más de 60 años. En él competían las categorías de Supersport y Superbike del IRRC y fue durante la noche del sábado, cuando tuvo lugar la tragedia. Didier Grams se fue al suelo en la curva rápida situada frente al paddock y en la caída del piloto local, desafortunadamente también se vio implicado un Salvadori al que fue imposible salvarse la vida, a pesar de todos los esfuerzos de rescate que se llevaron a cabo.

“Con infinita tristeza anunciamos la pérdida de nuestro Luca Salvadori. Tras un accidente en el circuito de carretera de Frohburg, las múltiples heridas que sufrió no le permitieron aguantar y nos ha dejado. Expresamos nuestro más profundo pésame y nos unimos en torno a la familia”, expresaba el Broncos Racing, equipo de Salvadori también en el Trofeo Nacional 1000 (campeonato soporte del CIV donde competía actualmente), el comunicado que hizo oficial la pérdida del italiano.

Además de su reconocimiento como piloto, Salvadori también destacaba por su faceta como Youtuber. El italiano se había convertido en un referente de los aficiandos al motociclismo, a través de vídeos en los que contaba historias relacionadas con el mundo de las carreras. En ellos transmitía experiencias propias como aquella que vivió durante la World Ducati Week, donde compartió pista con Bagnaia o los hermanos Márquez, y también comentaba carreras del Mundial a través de los vídeos que editaba. Descanse en paz.

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