El sabado -28- Septiembre a las 16:00 por Telecinco , foto,.
Sylvester Stallone de simbolo de Reagan a imagen de nadie,.
Primero se puso otra vez de
moda La Movida. Luego las series de televisión de cuando éramos
pequeños, el tecno pop británico, los cardados, las chupas de cuero... Y
ahora, ahora vuelven los héroes de acción de los ochenta, reunidos por
Sylvester Stallone en Los mercenarios, que se estrena hoy.
Bruce Willis, Arnold Schwarzenegger, Dolph Lungren y compañía regresan
al mando del hombre que reinó hace 25 años como John Rambo.
Amparados en la impunidad que da el paso del
tiempo, la nostalgia y el revival ochentero lo envuelven todo. Todo, sí,
porque el fenómeno sobrepasa los límites del sector freak de
la cultura popular. La Mostra de Venecia homenajeó el año pasado a
Stallone por 'explorar las zonas más claras y más oscuras del sueño
americano'. Un sector de la crítica reivindica desde hace tiempo que los
antiguos filmes de Stallone tienen más chicha cinematográfica de la que
parecía. Y ahora algunos saludan el nuevo filme de Stallone, la
historia de un grupo de mercenarios que viaja a un país latinoamericano a
derrocar a un dictador, como un simpático divertimento sin mayores
pretensiones. Todo perfectamente razonable.
Ahora bien: ¿podemos celebrar las obras de acción
hollywodienses de los ochenta sin tener en cuenta el contexto ideológico
del que surgieron? Podemos, sí, pero puede que al hacerlo estemos
también reivindicando el legado político de Ronald Reagan sin darnos
cuenta. Y eso ya es más problemático.
Tal para cual
'Tras ver Rambo anoche, ya sé lo que haré la
próxima vez'. Lo dijo Ronald Reagan el 30 de junio de 1985, tras
anunciar la liberación de 39 rehenes estadounidenses en Beirut. Lo que
Reagan amenazaba con hacer la próxima vez era liquidar a los
secuestradores, que habían huido de Beirut sin dejar rastro. La segunda
parte de la saga de Rambo, dirigida por George P. Cosmatos, se
había estrenado un mes antes convirtiéndose en un fenómeno de masas
multimillonario. Pero la facilidad de Reagan para incluir guiños pop en
sus discursos no nos debe confundir: no era Rambo el que había influido a
Reagan, sino al revés. Veamos.
Durante la segunda mitad de los años setenta,
coincidiendo con la presidencia del demócrata Jimmy Carter, que sigue
cargando con el sambenito de presidente “débil”, las películas de
Hollywood reflejaron el desasosiego de esa época, marcada por la
derrota en Vietnam y el escándalo del Watergate. El regreso (Hal Ashby
1978) y El cazador (Michael Cimino, 1978), que trataban de un modo
frontal el trauma de los veteranos de Vietnam, arrasaron en la
ceremonia de los Oscar de ese año. Mientras filmes como Taxi Driver
(Martin Scorsese, 1976) o Network (Sidney Lumet, 1976) aclaraban de un
modo feroz la crisis de un país que parecía en descomposición. El
sistema no era de fiar.
El cine crítico de finales de los setenta pasó a mejor vida tras el cambio de gobierno
Pero la irrupción de Reagan en 1981 borró el pesimismo
de un plumazo. Minutos después de su toma de posesión se solucionaba
la crisis de los rehenes de Irán (66 estadounidenses llevaban
secuestrados desde noviembre de 1977) que había desestabilizado a la
administración Carter. Reagan era un hombre con suerte y también parecía
indestructible: dos meses después sobrevivió a un atentado. Además
estaba armado hasta los dientes: recortó todas las ayudas sociales
posibles, pero el presupuesto de defensa aumentó en cada uno de sus
ocho años de presidencia. Y financió generosamente a las guerrillas
anticomunistas en Nicaragua, El Salvador o Afganistán. Los comunistas
no iban a volver a dar otra lección a EEUU.
Pero para completar esta vuelta a la superpotencia
orgullosa de serlo había que acabar de una vez por todas con el
síndrome de Vietnam. Y Hollywood iba a jugar aquí un papel clave. Las
estadísticas sobre las películas bélicas y de acción durante los
mandatos de Carter y Reagan reflejan de un modo inapelable el cambio de
rumbo ideológico. “El constante incremento de las alusiones de Reagan
al Imperio del Mal (el bloque soviético) se reprodujo en los filmes
hollywodienses”, explica Samuel E. Rossi, autor de una tesis doctoral
sobre el tema. “Muchos americanos vieron en Reagan un cruzado que nunca
hubiera permitido la derrota de EEUU si hubiera estado en la
presidencia en los años de la guerra de Vietnam. Haciendo uso del
revisionismo histórico, algunos filmes se basaron en la premisa de que
si la guerra hubiera continuado en los años de Reagan, América hubiera
podido lograr la victoria”, razona.
Durante su primer mandato, en un discurso en el
cementerio militar de Arlington, Reagan afirmó que “los veteranos de
Vietnam nunca habían sido vencidos”. ¿Perdón? Si acaso la guerra la
habían perdido los burócratas de Washington con sus decisiones
descabelladas. Reagan mataba así dos pájaros de un tiro: devolvía el
orgullo perdido a los soldados y reformulaba su teoría de que “el
Gobierno es un problema” (léase hay que dejar actuar al mercado para que
los americanos puedan ser –ja, ja, ja– más libres). La maquinaria
neoliberal estaba en marcha. El revisionismo sobre Vietnam también. Y
Hollywood había tomado nota.
El nuevo presidente impuso una visión revisionista sobre la guerra de Vietnam
Una oleada de filmes de veteranos que volvían a luchar a
la selva por los motivos más peregrinos tomaron los cines del Tío Sam.
En Más allá del valor (Ted Kotcheff, 1983), el coronel retirado Cal
Rhodes (Gene Hackman) volvía a Vietnam para rescatar a su hijo y decía
cosas como “esta vez nadie podrá discutir que estamos haciendo lo
correcto” (donde “nadie” podía significar esos malditos hippies de los
sesenta). Por no hablar de las inenarrables Desaparecido en combate
(Joseph Kito, 1984) y Desaparecido en combate II (Lance Hool, 1985),
con un Chuck Norris enloquecido cepillándose comunistas y “amarillos”
como un poseso.
“Del arrepentimiento y las crisis psicológicas de las
películas de los años setenta habíamos pasado a los héroes orgullosos
de lo que estaban haciendo”, dice Rossi. “Los intentos cinematográficos
por superar el síndrome de Vietnam mostraban la incapacidad de EEUU
para aceptar la derrota y aprender las lecciones sobre los límites de
su poder militar”, añade el ensayista Douglas Kellner.
La apoteosis del fenómeno llegó en 1985 con la segunda
parte de la saga Rambo. Las autoridades militares sacan a Rambo de la
cárcel para que vaya a Vietnam a comprobar si siguen quedando
prisioneros vivos.
No dejará títere con cabeza: además de asesinar a un
sinfín de soviéticos y vietnamitas también tendrá tiempo para
enfrentarse a varios burócratas de Washington, algo que algunos
interpretaron como signo de su carácter antisistema, pero que no era
otra cosa que la traslación a la gran pantalla de las teorías
revisionistas reaganianas sobre Vietnam, un guerra justa que se perdió
por la incompetencia y la corrupción de unos cuantos funcionarios
públicos del maldito gobierno.
Al final de la película, John Rambo, al contrario que
los soldados de los filmes de los años setenta, dejaba claro que estaba
dispuesto a morir por su país otra vez. Se había reescrito la
historia. “Si Rambo hubiera llegado a los cines hace 10 años, tras la
caída de Saigón y la angustia del escándalo del Watergate, le hubieran
echado a patadas de los cines por ridículo. El humor era entonces
virulentamente antibélico, pero eso ha cambiado hoy”, se leía en People
el 8 de julio de 1985.
Un tercer Rambo, dirigido por Peter MacDonald, llegó a
las pantallas en 1988. La trama del filme era un hilarante ejercicio de
humor involuntario: John Rambo vive ahora retirado en un templo
budista tailandés y está más interesado en meditar y vivir en comunión
con la naturaleza que en guerrear. El caso es que, por unas cosas o por
otras, le acaban liando para que vaya a Afganistán, mate a una
cantidad insensata de rusos y arme hasta los dientes a los muyahidines
afganos (talibanes, para entendernos). Toda una metáfora geopolítica de
las consecuencias actuales de la política exterior de Reagan.
“Muchos de estos filmes tomaron sus claves temáticas de
los discursos de Reagan, los ajustaron al formato cinematográfico.
Mientras oíamos a Reagan demonizar a los rusos en sus discursos,
veíamos a Rambo combatir contra ellos. Las similitudes entre la
retórica de Reagan y las acciones de Rambo hicieron posible que las
masas los equipararan”, concluye Rossi. John Rambo era el brazo armado
de Reagan. ¡Larga vida a los años ochenta!,.
TITULO: VIVA LA VIDA - Carmen Rigalt . ,. DOMINGO -29- Septiembre .
El domingo -29- Septiembre a las 16:00 por Telecinco , foto,.
Carmen Rigalt,.
Carmen Rigalt | ||
---|---|---|
Información personal | ||
Nombre de nacimiento | Carmen Rigalt Tarragó | |
Nacimiento |
(70 años) Vinaixa, Lérida, España | |
Nacionalidad | Española | |
Familia | ||
Cónyuge | Antonio Casado Alonso | |
Hijos | Antonio y Daniel | |
Educación | ||
Educada en | ||
Información profesional | ||
Ocupación | Colaboradora, periodista y escritora | |
Biografía
Prensa escrita
Tras licenciarse en Periodismo en la Universidad de Barcelona, comienza su carrera profesional en el diario Pueblo en 1975. Compaginó esa dedicación con colaboraciones, desde 1976, en la revista Viva.En 1977 es contratada por el diario Informaciones, y un año más tarde dirige la revista femenina Libera. Desde 1992 escribe una columna en El Mundo. También ha colaborado con la revista Diez Minutos.
En 2001 la Audiencia Provincial de Madrid la absolvió de un delito de intromisión al honor del que le acusaba el cantante Alejandro Sanz, a quien atribuyó en El Mundo la condición de homosexual. Esta sentencia fue revocada en septiembre de 2008 por el Tribunal Supremo, condenando a Carmen Rigalt, al director de la revista dominical de El Mundo, Miguel Ángel Mellado y a Unidad Editorial (empresa editora de El Mundo) a indemnizar a Alejandro Sanz con 30.000 euros, confirmando la sentencia condenatoria en primera instancia.
El 28 de noviembre de 2018 publicó un artículo en el diario ¨El Mundo¨ donde compara el plan de ordenación de tráfico rodado en el centro de Madrid con el gueto de Varsovia, hecho por que fue tiltada de xenofona y antisemita.
Televisión
En televisión colaboró, entre 1991 y 1996, en el programa Pasa la vida, magacín matinal que conducía María Teresa Campos en Televisión Española y en el que se hizo cargo de una sección de comentario sobre actualidad junto a Rosa Villacastín. En Día a día (Telecinco) y en Cada día (Antena 3) participó en la tertulia política.Desde 2007 participa esporádicamente programas sobre crónica rosa de Telecinco como Hormigas blancas, Nada es igual o Sálvame.
Literatura
En 1997 publicó su primera novela Mi corazón que baila con espigas, con la que quedó finalista del Premio Planeta. Posteriormente ha editado la novela La mujer de agua y el ensayo Diario de una adicta a casi todo.Datos familiares
Está casada con el periodista Antonio Casado y tiene dos hijos, uno es Antonio Casado Rigalt, diplomático de carrera y su otro hijo es el escritor y experto en arqueología Daniel Casado Rigalt.TITULO: Ese programa del que usted me habla con - Antonio Casado Alonso .
El martes -24- Septiembre por La 2 a las 21:30, foto,.
Antonio Casado Alonso,.
Antonio Casado Alonso | ||
---|---|---|
Información personal | ||
Nacimiento |
1944 Provincia de Zamora (España) | |
Nacionalidad | Española | |
Información profesional | ||
Ocupación | Periodista | |
Biografía
Entre 1990 y 1992 fue redactor jefe de la revista Tiempo2 y posteriormente escribió en Época. Con posterioridad impulsó, junto a Jesús Cacho la página web de noticias El Confidencial. Ha sido desde finales de los años noventa contertulio habitual en debates políticos de radio y televisión. En las ondas participaba en el debate del programa La mañana de la COPE en la etapa en que estuvo dirigido por Luis Herrero. En 2004 fichó por Onda Cero y desde entonces participa habitualmente en el espacio La brújula, Herrera en la Onda de Carlos Herrera3 y Más de uno. En televisión tras pasar por Telecinco (La mirada crítica y Día a día de María Teresa Campos), recaló en Antena 3 (Ruedo ibérico4 - 2004-2006 -, Cada día5 - 2004-2005 -, Espejo público6 -desde 2007-) y Canal Nou. En 1995 publicó el libro Detrás de Aznar, junto a Jesús Rivasés.
En el ámbito personal, está casado con la periodista Carmen Rigalt y tiene dos hijos: Antonio Casado Rigalt, diplomático de carrera, y Daniel Casado Rigalt, escritor y experto en arqueología., etc,.
No hay comentarios:
Publicar un comentario