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viernes, 14 de noviembre de 2014

EN PRIMER PLANO, LA CARTERA Y MONEDERO, Molly Bloom. La reina del póker./ A FONDO- LA GUERRA, EL PENULTIMO EXODO,/ REVISTA HOLA En portada Jane Fonda: / EL MONOPOLY- JUEGO- Una historia de España (XXXI)

TÍTULO: EN PRIMER PLANO, LA CARTERA Y MONEDERO,
 Molly Bloom. La reina del póker.

 A los 26 años organizaba partidas de póker clandestinas para Tobey Maguire, ...fotos,.




En primer plano--LA CARTERA Y MONEDERO,.

Molly Bloom. La reina del póker


A los 26 años organizaba partidas de póker clandestinas para Tobey Maguire, Leo DiCaprio y sus amigos de Hollywood; luego, para capos de la industria y titanes de Wall Street... Hasta que la mafia y el FBI hicieron acto de presencia. así fue la Ascensión y caída de la 'madame de las timbas'. 

Molly tiene hoy 36 años y está «en la ruina más absoluta» después de que las autoridades le hayan decomisado todo cuanto ganó con el póker. Aunque no da en absoluto la impresión de estar en las últimas. Bloom tenía 26 años cuando un hombre al que se refiere como Reardon [muchos de los nombres mencionados en su autobiografía son seudónimos inventados para evitarse problemas legales] la contrató como camarera, la convirtió luego en su secretaria y le encomendó la organización de unas partidas de póker con las apuestas muy altas. En la primera partida, la apuesta mínima era de diez mil dólares.
La partida iba a tener lugar en el Viper Club, el establecimiento frecuentado por la élite joven de Hollywood. Entre los jugadores iban a estar Tobey Maguire y Leonardo DiCaprio. Molly explica que estaba «increíblemente nerviosa. Me sentía fascinada, abrumada... ¡Era tanto el dinero que cambiaba de manos! La energía era increíble». Y detalla: «Leo no participaba en todas las manos. Llevaba puestos unos auriculares. Tobey le pagaba por estar sentado a la mesa. Leo era el gancho para atraer a otros jugadores. Si perdía, Leo no tendría que pagar nada. En caso de ganar, se llevaría un porcentaje».
Los hombres recuerda Bloom hablaban en esas partidas «de sus matrimonios, de sus vidas, de las mujeres... Tobey contó que sus padres eran tan pobres que la familia vivía en una casucha miserable por la que corrían las ratas. Me enteré de sus proyectos cinematográficos antes que los demás; me enteré de los embarazos de sus esposas antes que lo demás. Escuché cosas que sorprenderían a muchos».
En una sola partida, Bloom se sacaba más de tres mil dólares en propinas. Invirtió el dinero en comprarse unos vestidos tan elegantes como osados para las siguientes timbas. «Nunca tuve la ambición de ser actriz o una esposa de Hollywood, asegura. Lo que quería era disfrutar del poder y el dinero». Sus partidas pronto fueron conocidas como las mejores en Los Ángeles. Ella se ocupaba de todo. Les dio un 'aire de fantasía': en hoteles de lujo, con flores recién cortadas, dos masajistas disponibles en todo momento, güisqui escocés de malta, caviar y champán francés. Molly incluso llegó a contratar a acupuntores para que atendieran a los hombres sentados a la mesa. Lo que no había era coqueteos ni relaciones sentimentales entre Bloom y los jugadores. «Siempre dejaba muy clara la situación. Me relacionaba con unos hombres que anteponían el dinero y su carrera profesional al amor y las relaciones personales. Se convirtieron en mis modelos».
El matrimonio y los hijos eran unas perspectivas muy lejanas. Un año ganó cuatro millones de dólares. Contrató a un entrenador personal, se hizo operaciones de cirugía estética, compró ropas carísimas... Con todo, su familia a la que estaba muy unida miraba con disgusto su forma de ganarse la vida. Su padre, Larry, un psicólogo clínico de Loveland (Colorado), siempre insistió en que Molly y sus dos hermanos destacaran en los estudios y en el deporte. «Mi familia siempre me dio su amor, pero a mí no me bastaba con eso».
Tobey, el 'ludópata'
Molly pasaba «horas» hablando con Tobey Maguire por teléfono. Le organizaba unas partidas espectaculares, pero el actor quería controlarlo todo. Quería saber quién iba a jugar cada semana, si habría algún jugador nuevo... «Al principio, era encantador, pero pronto quedó claro que en su carácter había una faceta casi demoniaca», afirma. Maguire estaba empeñado en subir la apuesta mínima de sus timbas a cincuenta mil dólares. Curiosamente, Ben Affleck, al saber de la abultada cifra, se sumó al juego. Bloom empezó a darse cuenta de que el juego era compulsivo y que «los jugadores siempre quieren subir la apuesta mínima». Bloom enviaba talones bancarios al hogar de Affleck y su mujer, Jennifer Garner. «Siempre hablaba con mucho amor de su mujer y sus hijos recuerda. Ben es un tipo formidable».
Los problemas empezaron cuando Maguire empezó a tener una mala racha de juego. Culpó de ello a Molly y empezó a atacarla. Una noche, Maguire exigió a Bloom, delante de todos los jugadores, que «gruñera como una foca ansiosa de recibir un pescado»; a cambio le daría una ficha de mil dólares. Molly trató de tomárselo a broma, pero Tobey insistió. Ella se sintió asqueada. «Tobey había ganado millones de dólares sentado a mi mesa y yo, en todo momento, había hecho su voluntad. ¡Y ahora parecía estar obsesionado con humillarme!». Bloom se resistió a plegarse a los caprichos insultantes de Maguire y tan solo conservó el trabajo porque se las había arreglado para reclutar a unos cuantos jugadores que el actor podía desplumar con facilidad.
Bloom dice que los hombres como Maguire «se transforman» cuando están jugando al póker. «Estoy segura de que en casa es un marido y un padre estupendo», cuenta. Pero la relación en torno a la mesa de juego se hacía insoportable. En el año 2008, después de llevar partidas durante cuatro años, Bloom se fue de Los Ángeles. «Me sentía hundida», dice. Se trasladó a Nueva York. Y empezó de nuevo con lo que mejor sabía hacer. Molly habla de una partida en la que varios titanes de Wall Street apostaron cuatro millones de dólares. Entre los jugadores estaba Helly Nahmad [quien más tarde sería encarcelado por participar en estas timbas clandestinas], el hijo del multimillonario marchante de arte David Nahmad. Pero el negocio de las apuestas en Nueva York tenía otros peligros...
La mafia entra en juego
La mafia se puso en contacto con ella. Unos emisarios le pidieron dinero «para protección», y Molly se negó a apoquinar. Unos días después, un desconocido le propinó una paliza tremenda. «¡Te crees muy lista!», le dijo el matón antes de estrellar su rostro contra una pared y pegarle varios puñetazos. Le metió el cañón de su pistola hasta la garganta y arrambló con varios miles de dólares que Molly tenía en su caja fuerte. También le dijo que sabía que su familia vivía en Colorado. Molly comprendió que era mejor que no fuese al hospital ni contara lo sucedido. Se quedó encerrada en casa varios días, a la espera de que los moratones desaparecieran. «Fue horroroso recuerda. Cuando te pasa una cosa así, no vuelves a ver las cosas de la misma manera. Llegué a pensar que mi vida se había terminado para siempre. Lo más triste era que estaba muy alejada de la realidad, de las cosas que son importantes de verdad, así que no pensé en dejarlo todo de una vez. La codicia y el afán de poder eran mis dioses personales, y terminé por perder la cabeza».
Y llegó el FBI
Por si fuera poco, el FBI reparó en ella. La agencia federal estaba investigando un fondo de inversión sospechoso de estar realizando una estafa piramidal. El presidente de ese fondo resultó ser un antiguo conocido del juego en Los Ángeles. En su declaración ante los agentes del FBI hombre se fue de la lengua y mencionó las partidas de póker de Molly Bloom. Tuvo que viajar a Los Ángeles a declarar ante un juez. Y regresó a Nueva York con una sola idea: ganar el dinero suficiente para retirarse pronto. Sin embargo, en marzo de 2011, una veintena de agentes irrumpieron por sorpresa en una partida montada por Molly en Nueva York. Por suerte para ella, no estaba presente esa noche y le dio tiempo a irse a Colorado. Pero en menos de 24 horas se encontró con que las autoridades gubernamentales habían decomisado todas sus pertenencias, y todas sus cuentas bancarias estaban en números rojos.
La Fiscalía quería hablar con ella sobre el crimen organizado. No había escapatoria. El caso ya era público. Por mucho que su abogado insistiera en que las partidas de póker no constituían infracción legal alguna, la prensa empezó a referirse a ella como 'la princesa del juego' o 'la madame de las timbas de póker'». Y una mañana de abril de 2013, el FBI llamó a su puerta. Linternas centelleantes, armas automáticas, esposas de acero... Bloom «nunca en la vida» había imaginado que algo así pudiera sucederle. Pasó 12 horas en una celda y fue puesta en libertad, acusada de haber obtenido beneficio económico de la organización de partidas de póker ilegales. Molly repitió una y otra vez que era inocente, hasta que en diciembre de 2013 se confesó culpable.
En mayo fue condenada a un año de cárcel en régimen de libertad condicional y a una multa de 125.000 dólares. «Tuve mucha suerte», admite. Bloom volvió a Colorado hace dos años, escribió un libro para contar su historia y ahora está hablando con varios guionistas y directores de Hollywood interesados en llevar su vida a la pantalla. Molly insiste en que siempre llevó el negocio «de forma honorable», aunque reconoce que tomó decisiones imprudentes. «Pero el hecho es que soy buena persona». 

TÍTULO:  A FONDO- LA GUERRA, EL PENULTIMO EXODO,.

 Quienes son los y azadies de Irak y por que los persigues,.

 Obama se ve arrastrado a una operación militar que quería evitar a toda costa. Los Estados Unidos encadenan intervenciones en el país, foto,.
El demócrata Obama, que en 2009 llegó al poder con la promesa de acabar la guerra de Irak y retirarse de Oriente Próximo,. etc,.

TÍTULO: REVISTA HOLA ,. En portada Jane Fonda,.
 
En portada

-foto--Jane Fonda: "Si hubiera sido ama de casa, habría necesitado muchos tranquilizantes... ¡y muchos martinis!"

Activa, vibrante, interesada por la vida y ¡relevante! Así dice Jane Fonda que hay que estar cuando se alcanza esa edad en la que intentan 'jubilarte'... y no solo profesionalmente. Ella predica con el ejemplo. Y a los 76 no solo vuelve al cine, sino que está empeñada en exprimir hasta la última gota de su apasionante vida.
No es fácil exprimir tanto una sola vida. Hija de un mito; modelo en sus años mozos; actriz oscarizada por duplicado; gurú con calentadores; activista política; feminista militante; esposa de un director, de un activista, de un magnate... Jane Fonda lo ha sido todo; también, una figura controvertida. En 1972 posó para una foto que ha marcado su vida. La imagen de la actriz sentada en una batería antiaérea en Hanói durante la guerra de Vietnam enfureció a gran parte de la sociedad estadounidense. Aunque ha pedido perdón mil veces, Fonda sigue coleccionando enemigos acérrimos entre las filas conservadoras. Pero ya no le importa. En 1991, y después de protagonizar cintas clásicas como El regreso, Klute, En el estanque dorado o Descalzos en el parque, anunció su retirada del cine. Le costó quince años reconciliarse con Hollywood. Ahora, Jane Fonda vuelve a la gran pantalla con Ahí os quedáis (estreno: 3 de octubre), una comedia sobre una familia que, al morir el patriarca, tiene que cumplir con la tradición judía de pasar siete días y siete noches bajo el mismo techo. «Jane me llamó y me dijo que quería hacer la audición para el papel. Yo le dije: '¡No hace falta! Sé que eres maravillosa'. Nadie pasa por un casting cuando es tan famoso. Pero ella quería hacerlo. Llegó con humildad y modestia; llegó hambrienta. Y lo clavó. Fue increíble», explica entusiasmado el director de la cinta, Shawn Levy.
Efectivamente, Fonda es un icono, pero no ejerce como tal. Vestida con un traje negro, una camisa blanca y unos zapatos planos, no exhibe esa aura inalcanzable de los mitos como ella. Al contrario. Le gusta hablar, recordar, opinar... Eso sí, sin rastro de melancolía.
XLSemanal. No es habitual que una estrella de su talla haga un casting, pero usted lo hizo. ¿Tanto deseaba el papel? Jane Fonda. ¡No soy ninguna diva! [risas]. Deseaba este papel porque es muy divertido y quería demostrar que era la persona adecuada. Como mi personaje, yo también tiendo a hablar en exceso y a compartir demasiados detalles de mi vida privada... Y mis hijos se enfadan conmigo. Últimamente, trato de ser más precavida [risas]. XL. Y como a ella, también le gusta hablar sin tapujos de sexo... J.F. Sí, lo hago porque creo que hablar de ello puede ayudar a muchas mujeres. Y también a algunos hombres. Yo tengo un amante mayor y conozco cuáles son los retos. Por eso, me gusta interpretar a una mujer mayor que aún piensa en el tamaño del pene de su marido [risas]. XL. Estuvo alejada de Hollywood durante quince años. ¿Lo echó de menos? J.F. En absoluto. Me fui porque me sentía muy infeliz. Y encuentro dificilísimo actuar cuando soy desdichada. Luego viví durante diez años con Ted Turner y estuve casi cinco escribiendo mis memorias. Cuando terminé, era una persona diferente. Y sabía que tenía que volver a hacer películas y que sería capaz de hallar de nuevo la felicidad en esta profesión. XL. ¿Hay algo sobre este negocio que haya aprendido demasiado tarde? J.F. Sí, y es algo que me enseñó Katharine Hepburn. Cuando era joven, no me preocupaba en absoluto mi imagen. Hacía y decía lo que quería en cada momento. Eso enfadaba mucho a Katharine, que siempre tenía una presencia impecable. Pensé mucho en eso. Por eso cuando volví a la industria, a los 65 años, lo hice con un sentido de mí misma mucho más desarrollado. Ahora soy más consciente de mi propia imagen. Pero, al mismo tiempo, sé que si hubiera sido así en aquella época, no hubiera hecho ninguna de las cosas que hice entonces. Creo que habría tenido... demasiado miedo. XL. Es usted un icono feminista. La mayoría de las actrices jóvenes evitan colgarse esa etiqueta. ¿Entiende la nueva generación lo que significa el feminismo? J.F. Creo que no. Hubo una época, cuando tenía 30 años, en la que yo también pensaba que el movimiento feminista era antihombres. Y es un error. Ser feminista tiene que ver con aceptar tu fuerza, pero también tus debilidades. Y ser capaz de expresarlo todo. A los hombres se les tiene que permitir ser vulnerables y a las mujeres, tener una voz propia. XL. Han pasado 46 años desde Barbarella y, aunque la tendencia está cambiando poco a poco, sigue habiendo muy pocas heroínas de acción en Hollywood... J.F. Existe esa estúpida creencia de que una película con una protagonista femenina no funciona en la taquilla. Necesitamos terminar con ese viejo club de chicos que maneja Hollywood. Mujeres como Angelina [Jolie] o Scarlett [Johansson] pueden hacerlo. Yo tengo una fantasía: que vuelvo a ser Barbarella otra vez y estoy acompañada por un ejército de mujeres [risas]. XL. ¿Le preocupa que esta nueva generación también sea más tímida a la hora de hablar de política? J.F. Siempre he pensado que es importante interesarse por lo que ocurre en el mundo. Al final de nuestras vidas, todos queremos sentir que hemos marcado la diferencia de alguna manera, sea por la forma en la que has educado a tus hijos o por tu implicación con tu comunidad, tu país o con el mundo. Si eres famoso, tu voz tiene más resonancia y, por eso, tienes que ser más responsable. No estás obligado a usarla, pero hacerlo te convierte en un ser humano más completo. XL. ¿Y en qué le gusta pensar que ha marcado usted la diferencia? J.F. No sabes cuántas mujeres me paran por la calle y me dicen: «Empecé a ir a las manifestaciones gracias a ti». Que yo alzara la voz durante la guerra de Vietnam tuvo un gran impacto en muchas mujeres. Luego está el fitness. «Empecé a hacer deporte gracias a ti», suelen decirme. Y eso es maravilloso porque, cuando yo empecé, ¡las mujeres no podían sudar! Los gimnasios eran solo para hombres. XL. ¿Cuál es su cruzada ahora? J.F. Ahora estoy tratando de demostrar que con 76 años todavía se puede ser una mujer sana, vital, vibrante, interesada por la vida y... ¡relevante! XL. ¿Qué es lo que más le preocupa de lo que ve en los telediarios? J.F. Las noticias me hacen llorar, sobre todo cuando las víctimas son niños o animales. ¡Y lo que le estamos haciendo al planeta! Si solo fuera por mí... ¡pero tengo nietos! Las noticias me ponen triste y me asustan. XL. En los setenta llegó a definirse como socialista... J.F. [Me interrumpe]. No, no soy socialista. Nunca he sido ninguna 'ista'... XL. Iba a decirle que esa es una palabra prácticamente prohibida en la política estadounidense... J.F. Bueno, es que los Estados Unidos se fundaron sobre un fuerte sentido del individualismo. Y hubo un momento en nuestra historia en el que eso era más cierto que ahora: podías empezar desde abajo e ir escalando con tu propio esfuerzo, pero ya no es así. Y, aun así, sigue formando parte de nuestro mito. No es un mito saludable para una sociedad. Hay que trabajar juntos, dejarse de 'yo' y 'mí' y funcionar como 'nosotros'. O sobrevivimos como 'nosotros' o no sobreviviremos en absoluto. XL. ¿Le gustaría que Hillary Clinton llegara a la Casa Blanca? J.F. Si Hillary decide presentarse, la apoyaría. XL. ¿Públicamente? J.F. No creo que ella me lo pida... XL. ¿Y eso por qué? J.F. Porque sigo siendo demasiado controvertida. XL. Se ha definido como una mujer valiente «capaz de enfrentarse a gobiernos, pero no a los hombres». ¿Por qué? J.F. Yo adoraba a mi padre, pero nunca supe si él me quería a mí. Nunca estuve segura de eso. Y eso no desaparece cuando te haces mayor. Tiendes a arrastrarlo en todas tus relaciones con los hombres. Me costó mucho curarme esa herida. XL. Ha tenido una vida poco convencional. ¿Alguna vez echó de menos una existencia más mundana? J.F. Si hubiera sido un ama de casa, creo que hubiese necesitado muchos tranquilizantes [risas]. ¡Y muchos martinis! No creo que hubiese sido feliz. Siempre he sido aventurera, una renegada. XL. ¿Por qué se considera una renegada? J.F. Bueno, crecí en las montañas de Santa Mónica mirando al gran horizonte del océano Pacífico. Creo que también tiene que ver con las películas de mi padre y los personajes que interpretó. Él hizo aquellas películas, yo las vi y por eso quise luchar. Mi padre me influyó muchísimo. XL. ¿Cuál es el recuerdo más bonito que conserva de él? J.F. Rodar con él En el estanque dorado fue precioso. También recuerdo cómo íbamos a pescar juntos cuando yo era pequeña. XL. Dice que el tercer acto de su vida es para usted el inicio. ¿Por qué? J.F. El gran poeta T. S. Eliot escribió: «Tienes toda una vida para explorar y después de esa exploración vuelves adonde empezaste. Y lo sabes por primera vez». Yo siento que he vuelto a ser quien era antes de ser una adolescente. Era valiente, fuerte, un poco chicote... Y lo perdí todo. XL. ¿Por qué? J.F. Les pasa a muchas adolescentes... Tu voz se entierra, quieres ser una buena chica. Recuerdo que Elia Kazan me preguntó una vez: «¿Eres ambiciosa?». Y yo le dije: «¡No!». Porque una buena chica no debía serlo... Además, si no tenía un hombre a mi lado, no era nadie. Me ha costado mucho tiempo y trabajo volver a ser quien era. XL. De hecho, acaba de escribir un libro sobre la adolescencia. J.F. Sí, lo escribí porque mi adolescencia fue horrible. No tuve a nadie con quien hablar. XL. Dice que padecía la enfermedad de 'tratar de complacer a todo el mundo'. ¿Ya se ha curado? J.F. Sí, ya no siento esa necesidad. Y ahora, además, tengo mucha más confianza en mí misma. Si pasa algo malo, pienso: «Ya he estado en esa situación. Y sobreviví». Sabes que puedes sobrevivir otra vez. Ser joven es mucho más difícil que ser viejo.
Privadísimo
1. Cuando tenía 12 años, su madre Frances Ford Seymour se suicidó mientras recibía tratamiento psiquiátrico. A ella le contaron que había muerto de un infarto. La actriz descubrió la verdad ojeando una revista meses más tarde.
2. Sufrió bulimia desde los 13 hasta los 37 años y ha confesado que, en sus años de modelo, sobrevivió a base de tabaco, café, yogur de fresa y speed.
3. Desde hace cinco años escribe un blog. «También tengo Twitter, ¡pero no lo utilizo para decir que me voy a hacer la manicura!».
4. Fue intervenida en 2010 después de habérsele diagnosticado un cáncer de mama. Ya está completamente curada.
5. Hace una década se convirtió al cristianismo. «Soy una feminista cristiana que estudia el budismo [risas]. La fe me ha dado una guía para vivir la vida. Soy más espiritual que religiosa».

TÍTULO: EL MONOPOLY- JUEGO-Una historia de España (XXXI),.


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 Entonces, casi a mitad del siglo XVII y todavía con Felipe IV, empezó la cuesta abajo, como en el tango. Y lo hizo, para variar, con otra guerra civil, la de Cataluña. Y el caso es que todo había empezado bien para España, con la guerra contra Francia yéndonos de maravilla y los tercios del cardenal infante, que atacaban desde Flandes, dándoles a los gabachos la enésima mano de hostias; de manera que las tropas españolas -detalle que ahora se recuerda poco- llegaron casi hasta París, demostrando lo que los alemanes probarían tres o cuatro veces más: que las carreteras francesas están llenas de árboles para que los enemigos puedan invadir Francia a la sombra. El problema es que mientras por arriba eso iba bien, abajo iba fatal. Los excesos de los soldados -en parte, catalanes- al vivir sobre el terreno, la poca gana de contribuir a la cosa bélica, y sobre todo la mucha torpeza con que el ministro Olivares, demasiado moderno para su tiempo -faltaba siglo y medio para esos métodos-, se condujo ante los privilegios y fueros locales, acabaron liándola. Hubo disturbios, insurrecciones y desplantes que España, en plena guerra de los Treinta Años, no se podía permitir. La represión engendró más insurrección; y en 1640, un motín de campesinos prendió la chispa en Barcelona, donde el virrey fue asesinado. Olivares, eligiendo la línea dura, de palo y tentetieso, se lo puso fácil a los caballeros Tamarit, a los canónigos Claris -aquí siempre tenemos un canónigo en todas las salsas- y a los extremistas de corazón o de billetera que ya entonces, con cuentas en Andorra o sin ellas, se envolvían en hechos diferenciales y demás parafernalia. Así que hubo insurrección general, y media Cataluña se perdió para España durante doce años de guerra cruel: un ejército real exasperado y en retirada, al principio, y un ejército rebelde que masacraba cuanto olía a español, de la otra, mientras pagaban el pato los de en medio, que eran la mayoría, como siempre. Que España estuviera empeñada en la guerra europea dio cuartel a los insurgentes; pero cuando vino el contraataque y los tercios empezaron a repartir estiba en Cataluña, el gobierno rebelde se olvidó de la independencia, o la aplazó un rato largo, y sin ningún complejo se puso bajo protección del rey de Francia, se declaró súbdito suyo (tengo un libro editado en Barcelona y dedicado a Su Cristianísima Majestad el Rey de Francia, que te partes el eje), y al fin, con menos complejos todavía, lo proclamó conde de Barcelona -que era el máximo título posible, porque reyes allí sólo los había habido del reino de Aragón-. Cambiando, con notable ojo clínico, una monarquía española relativamente absoluta por la monarquía de Luis XIV: la más dura y centralista que estaba naciendo en Europa (como prueba del algodón, comparen hoy, cuatro siglos después, el grado de autonomía de la Cataluña española con el de la Cataluña francesa). Pero a los nuevos súbditos del rey francés les salió el tiro por la culata, porque el ejército libertador que vino a defender a sus nuevos compatriotas resultó ser todavía más desalmado que los ocupantes españoles. Eso sí, gracias a ese patinazo, Cataluña, y por consecuencia España, perdieron para siempre el Rosellón -que es hoy la Cataluña gabacha-, y el esfuerzo militar español en Europa, en mitad de una guerra contra todos donde se lo jugaba todo, se vio minado desde la retaguardia. Francia, que aspiraba a sucedernos en la hegemonía mundial, se benefició cuanto pudo, pues España tenía que batirse en varios frentes: Portugal se sublevaba, los ingleses seguían acosándonos en América, y el hijo de puta de Cromwell quería convertir México en colonia británica. Por suerte, la paz de Westfalia liquidó la guerra de los Treinta Años, dejando a España y Francia enfrentadas. Así que al fin se pudo concentrar la leña. Resuelto a acabar con la úlcera, Juan José de Austria, hermano de Felipe IV, empezó la reconquista a sangre y fuego a partir del españolismo abrumador -la cita es de un historiador, no mía- de la provincia de Lérida. Las atrocidades y abusos franceses tenían a los catalanes hartos de su nuevo monarca; así que al final resultó que antiespañol, lo que se dice antiespañol, en Cataluña no había nadie; como suele ocurrir. Barcelona capituló, y a las tropas vencedoras las recibieron allí como libertadoras de la opresión francesa, más o menos como en 1939 acogieron (véanse fotos) a las tropas franquistas. Tales son las carcajadas de la Historia. La burguesía local volvió a abrir las tiendas, se mantuvieron los fueros locales, y pelillos a la mar. Cataluña estaba en el redil para otro medio siglo.

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