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domingo, 26 de octubre de 2014

DESAYUNO- CENA- DOMINGO-LUNES, Rodolfo Sancho y Raúl Mérida, actores cine,./ LA PALMERA, ¿Qué (tecnocacharro) me pongo?

TÍTULO: DESAYUNO- CENA- DOMINGO-LUNES, Rodolfo Sancho y Raúl Mérida, actores cine,.



  1. Rodolfo Sancho y Raúl Mérida, Fernando el Católico y Felipe el Hermoso en la serie 'Isabel', firman una tregua para charlar de política, poder ...foto,.

    Especial hombre / La moda

    ¡Paso al rey! "Los políticos eran igual de ambicosos hace 500 años"


    Rodolfo Sancho y Raúl Mérida, Fernando el Católico y Felipe el Hermoso en la serie 'Isabel', firman una tregua para charlar de política, poder y fama, mientras nos presentan las tendencias.


    Sin corona, sin capa y sin jubón, Fernando el Católico y Felipe el Hermoso pierden algo de pompa, pero ganan en desparpajo. «Quizá el traje de topos blancos es too much para mi estilo», bromea Rodolfo Sancho. «Pues a mí los zapatos blancos con borlas me han encantado», le contesta Raúl Mérida. Con tres millones de espectadores y varios galardones entre sus dominios, la serie Isabel afronta su última temporada con unos reyes que tendrán que asistir al desmembramiento de su proyecto y superar varias desgracias personales, como la tormentosa relación de su hija Juana con Felipe el Hermoso. Un personaje que traerá de cabeza a Fernando el Católico y con el que tendrá más que palabras.
    XLSemanal. Esto de que a un rey le salga un yerno conflictivo parece un clásico en la Historia...
    Rodolfo. Sí, supongo que se ha repetido bastante, pero eso ocurre siempre: en las familias reales y en las que no lo son [se ríe].
    Raúl. Sobre todo si se juntan dos personajes ambiciosos, como es el caso de Fernando y Felipe.
    Rodolfo. Y si encima tienen poder, la guerra está servida. Se llevaban tan mal porque eran muy parecidos: ambiciosos, astutos y muy corruptos.
    XL. Vaya, se me ocurre algún que otro paralelismo con la actualidad...
    Raúl. Seguramente hace 500 años, la forma de negociar y dialogar era diferente, pero esa ambición sí que la identifico con la de los políticos de la actualidad.
    Rodolfo. La diferencia es que en esa época se hacían las cosas a la cara y ahora es todo por detrás. Los políticos de antes eran unos déspotas. Se quedaban con la pasta de los demás y no se veían ni corruptos. Ahora se intenta hacer lo mismo, pero negándolo todo y con más 'jeta'.
    XL. Incluso hemos visto a un tesorero que se quedaba con el dinero...
    Rodolfo. Sí. Andrés de Cabrera, el tesorero del rey. Pero al final lo pillan, la reina lo pone en su sitio y, con el tiempo, lo recupera. Algo de parecido hay, pero lo de quedarse con la 'pasta' es un clásico en todas las profesiones.
    Raúl. En este caso parece que Cabrera era recuperable, pero no sé si podríamos decir lo mismo de Bárcenas. Debería empezar por devolver el dinero. Rodolfo. Bueno, de momento está en Soto del Real.
    XL. ¿Han llegado ustedes a juzgar a sus personajes?
    Raúl. Sí, y a mí Felipe el Hermoso me cae fatal. Sobre todo en los temas domésticos, porque trata muy mal a su mujer. Cuando leí las cosas que le tenía que decir a la pobre Juana, casi me da algo. Madre mía, qué personaje...
    Rodolfo. En mi caso, estamos hablando de un tipo que mandaba a la hoguera a sus enemigos. Le venían mal, y oye...Raúl. Si hay que matar, se mata.Rodolfo. Claro que juzgas ciertas cosas, pero eran hombres poderosos y astutos, y hacían lo que tenían que hacer para la época.
    XL. Y el tema de las infidelidades, ¿se puede juzgar con tanta distancia?
    Raúl. En ese momento era normal. Lo raro era acostarte con tu mujer.
    Rodolfo. Es parte de lo mismo: ellos lo hacían a la cara. Hay una escena en la que Fernando le dice a Isabel: «Soy un hombre... ¡y soy rey! ¿Qué quieres?».
    XL. Esta Isabel, qué cosas tenía...
    Rodolfo. Era un mundo distinto. Hay que pensar que los papas tenían hijos... Vamos, como hoy [se ríe]. Solo que en aquella época no lo escondían y ahora sí. Entonces, ¿quién es peor? Si la cabeza de la Iglesia tenía un hijo bastardo y lo nombraba obispo, los Borgia, aquí paz y después gloria.
    XL. ¿Y han hablado ustedes con alguno de sus 'herederos reales' actuales?
    Rodolfo. Sí, los presentes reyes fueron al rodaje la última semana y los conocimos.
    XL. ¿Les hicieron alguna propuesta o añadido al guion?
    Rodolfo. ¡Qué va! Fueron como meros espectadores y muy respetuosos.
    Raúl. Es curioso, porque muchas veces nos habíamos preguntado si los reyes verían la serie en su casa, con las alpargatas puestas, o discutirían por cambiar de canal... Y, de repente, allí estaban.
    XL. Otro de los fuertes de la serie es el vestuario. ¿Qué tal se manejan entre tanta capa?
    Raúl. Es complicado. Tardamos cerca de una hora en vestirnos y nos tienen que ayudar. Es mucha ropa y algunas prendas pesan mucho.
    Rodolfo. Sobre todo el vestuario de batalla. Es duro moverse porque nos ponen armaduras de verdad, muy incómodas. Parecemos el hombre de hojalata en El mago de Oz [se ríe].
    XL. Así que el peso de interpretar a un rey es más literal de lo que parece...
    Rodolfo. ¡Ni te lo imaginas! Sobre todo para Michelle Jenner, porque a ella la han tenido que engordar y debajo del traje lleva un corpóreo de espuma que casi ni transpira. Muchos días se iba con dolor de espalda.
    Raúl. ¿Y qué me dices de nuestras capas? En la escena de la coronación de Felipe y Juana tenía que subirme a un caballo, y Rodolfo me enseñó el truco para no caerme: apartarla de un capotazo, como un torero, y subir el pie.
    Rodolfo. Pero al final somos unos privilegiados. Hemos entrado así, vestidos como los reyes, en sitios como el Patio de los Leones, en la Alhambra.
    XL. Algo que, según dicen, no consiguió ni Ridley Scott para El reino de los cielos.
    Rodolfo. Eso parece, sí. Es un recuerdo que se me va a quedar grabado para siempre: estar en ese lugar sin 500 japoneses haciendo fotos y verlo diáfano, haciendo exactamente lo mismo que los reyes hicieron aquel día. Eso es muy bonito.
    Raúl. A mí me pasó lo mismo cuando rodamos la coronación en la catedral de Toledo. La sensación es brutal.Rodolfo. Cuando estas cosas ocurren en nuestra profesión, es algo mágico.
    XL. ¿Confirma esta serie que la tele de calidad también puede triunfar?
    Rodolfo. Esa es mi gran esperanza. Al principio teníamos dudas sobre si la serie tendría éxito, porque hay mucho diálogo político y a veces es complicado seguir la trama. Y, sin embargo, hay tres millones de personas que la siguen.
    Raúl. Es que cuando las cosas se hacen con rigor...
    Rodolfo. Esta serie es un bofetón en la cara para todos esos que creen que el espectador lo que pide son mamarrachadas.
    XL. ¿Creen ustedes que de lo que se ve en la tele se cría?
    Raúl. Algo influye seguro. Igual que cuando lees un libro, algo se queda.
    Rodolfo. Yo creo que influye muchísimo y los publicistas lo saben. Es un arma muy positiva por una parte, pero también muy peligrosa. Creo que los directivos de las televisiones deberían tener en mente que a las cinco de la tarde puede haber chavales viendo esos programas donde la gente sale gritándose y echándose cosas en cara. Pero parece que poco les importa lo que 'mame' un niño.
    XL. ¿Han cambiado mucho las cosas desde sus tiempos de Al salir de clase?
    Rodolfo. Bastante. Ahora, la generación de actores a la que pertenece Raúl es afortunada porque arrancan con una televisión que ha ido ganando prestigio, con series que no tienen nada que envidiar al cine. Cuando yo empecé, con 20 años, todo era una especie de telenovela. También es verdad que coincidió con el bajón que sufrió la tele cuando nació el vídeo, porque hace 35 años se lograba incluso más calidad que hoy.
    XL. ¿Se refiere a la televisión que hacía su padre, Sancho Gracia?
    Rodolfo. En esa época hacían series maravillosas. Se rodaba en exteriores, con cámaras de cine, se tiraban un año para grabar trece capítulos.
    Raúl. Y nosotros lo hacemos en cinco meses... Lo cuidadas que tenían que estar esas producciones.
    Rodolfo. Sin embargo, la tele vivió un bajón durante toda la época de Médico de familia o Farmacia de guardia. Con todos mis respetos, porque en cierto modo también la han beneficiado, pero eran sitcoms baratas, rodadas en plató.
    XL. ¿En qué más se nota la diferencia entre sus generaciones?
    Raúl. Quizá en que nosotros lo tenemos un poco más difícil porque hay más competencia.
    Rodolfo. El problema es que ahora hay mucha gente que quiere dedicarse a la interpretación solo para ser famosos. Lo que espero es que la siguiente generación no siga deseando ser como los de Mujeres, hombres y viceversa.
    Raúl. Claro, porque luego te encuentras con series donde salen tíos que no son actores, pero están ahí porque han participado en esos programas.
    Rodolfo. Y eso hace mucho daño a nuestra profesión. Porque nosotros no somos famosillos, somos actores. Si quisiéramos hacernos fotos todo el día, sería muy fácil: te vas a Ibiza en verano, te pones en tanga y te llevas todos los titulares.
    XL. Pues usted debe de llevar unos mesecitos con el tema de su próxima paternidad...
    Rodolfo. Sí, pero eso era igual hace 40 años. Si eras un personaje conocido e ibas a ser padre, siempre te perseguían o estaban en la puerta de tu casa. Es normal. Lo que no puedo soportar es que se coloquen delante de mí, como si estuvieran escribiendo un mensaje, y al final me hagan una foto.
    Raúl. Y ahora, con el tema de los selfies, ya no paramos.
    Rodolfo. Yo veraneaba siempre en Baleares, pero ya no voy porque la última vez puse mi toalla en la playa, me giré y por todos lados había gente haciéndome fotos.

    Rodolfo lleva traje, de Dior; camisa, de Gant; chaqueta, de Emporio Armani; y zapatos, de Jimmy Choo. Raúl viste con chaqueta, de Ermenegildo Zegna; jersey de Emporio Armani; pantalón, de Just One; calcetines, de The Wolf Socks; y zapatos, de Jimmy Choo.

    Raúl lleva chaqueta y cinturón, de Just One; camisa, de Dior; y pantalón, de Mango. Rodolfo viste con cárdigan y camisa, de Just One; y pantalón, de Gant. Los anillos son de San Eduardo Joyeros.

    Raúl lleva gabardina, de Burberry; jersey, de Dockers; pantalón, de Just One; y botas, de Geox.

    Rodolfo, con total look, de Louis Vuitton.

    Rodolfo lleva jersey y zapatos, de Dior; pantalón, de Levi's; y
    calcetines, de The Wolf Socks. Raúl viste con jersey, de Burberry; pantalón, de Just One; calcetines, de The Wolf Socks; y zapatos, de Jimmy Choo. 
     Su desayuno: «Zumo de naranja; café con leche, al que le pongo miel gallega de esa que es muy espesa y de pueblo (me la traen de casa); y una tostada con aceite de oliva».  
    La cena una tortilla de jamón, beber agua, pan, postre una manzana,.

    TÍTULO: LA PALMERA, ¿Qué (tecnocacharro) me pongo?


    1. Apple no solo inventa cosas. Su verdadero negocio es resucitarlas. La compañía se dedica a profanar tumbas: los reproductores de música ...fotos,.

      Tecnología

      ¿Qué (tecnocacharro) me pongo?


      Una revolución está en marcha. Los nuevos relojes inteligentes van a cambiar radicalmente nuestra vida, como antes lo hicieron los 'smartphones'. Para muchos expertos, el reloj inteligente es el gran caballo de Troya de los ingenieros de Silicon Valley para colonizar nuestro cuerpo... y nuestro cerebro. La cosa no ha hecho más que empezar.


      Apple no solo inventa cosas. Su verdadero negocio es resucitarlas. La compañía se dedica a profanar 'tumbas': los reproductores de música digital, las tabletas, incluso los teléfonos inteligentes eran carroña comercial, negocios fracasados, hediondos nichos de mercado, en el sentido más lúgubre del término 'nicho'. «Cuando encuentra un candidato con posibilidades -argumenta la revista Time-, Apple lo disecciona y estudia las causas de su muerte. Y luego construye algo tan bien pensado, de diseño tan seductor, tan imbricado en las redes... que el artefacto prospera de tal modo que borra el recuerdo de su antecesor. Apple crea la necesidad de unas cosas que antes no contaban con demanda alguna. Escoge productos que nunca quisimos tener y nos convence de que no vamos a poder vivir sin ellos».
      El último ejemplo es el Apple Watch, un reloj inteligente. Un cadáver extraído de una fosa común, la de los wearables, la tecnología ponible... que casi nadie se pone. ¿Qué hace especial a este 'peluco'? Es bonito, sí. Y está trufado de prestaciones, ¡incluso da la hora! Pero la trascendencia de este aparato va más allá. Si Apple consigue que nosotros -los humanos- lo luzcamos en nuestras muñecas, ellas -las máquinas- habrán cruzado una frontera. Y ya no habrá vuelta atrás.
      Los wearables, esos artefactos que uno lleva pegado al cuerpo, eran una tecnología fracasada, uno de tantos experimentos fallidos de Silicon Valley. Lo de las gafas Google Glass es un ejemplo. ¿Quién se compra esas gafas de realidad 'aumentada' que valen mil euros? Respuesta: cuatro creyentes con fe en la tecnología. Porque lo que te venden no son sus prestaciones actuales, sino la promesa de todo lo increíble que vendrá... O como expone Bill Maris, de la plataforma de inversiones Google Ventures: «¿Qué pueden hacer estas gafas? Honradamente, nosotros los inversores nos preguntamos lo mismo... Pero cuando empresarios e ingenieros encuentran una nueva plataforma de computación suceden cosas asombrosas. Solo hay que recordar cuánto han cambiado los teléfonos móviles desde 2007».

      Otros 'ponibles' son las pulseras de rendimiento físico como Fitbit, Up (lanzado por Jawbone) y el Fuelband (producido por Nike). Que sí, que usted se ha cruzado con un vecino en chándal que se pone alguno cuando sale a correr... El año pasado, el mercado de wearables asociados al deporte solo facturó 257 millones de euros. Calderilla en comparación con lo que gana Apple: 133.000 millones. Sin embargo, Credit Suisse pronostica que en cinco años la gente se gastará en ellos hasta 40.000 millones de euros anuales.
      Pero por ahora preferimos lucir un escapulario de Camarón, cualquier cosa, antes que un gadget inteligente. ¿Por qué? Primero, porque son feos. De cualquier otro dispositivo te puedes distanciar, meterlo en el bolsillo cuando no lo uses, pero estos complementos electrónicos los llevas siempre encima. Segundo, porque exhibirlos dice algo sobre ti. Bill Wasik, en la revista Wired, vislumbra que la industria de los wearables llegará a ser tan potente como la de los smartphones, pero antes tendrá que salvar esos dos obstáculos: el estético y el del rol que nos asocia, una etiqueta que puede ser tan poco halagadora como un muñequito de papel a la espalda. «Lucir tecnología lanza un mensaje. Por muy bello que sea un auricular de Bluetooth, lo que viene a decir es que su portador necesita recibir llamadas en cualquier momento, y para la mayoría de la gente eso no 'mola'».
      Aunque la gente está habituada a ponerse auriculares, casi es el único wearable aceptado hasta la fecha, lo que nos piden ahora los ingenieros con los relojes inteligentes es que amarremos a nuestros brazos un ordenador. El aparato que nos dará información, pero que también extraerá datos de nuestros cuerpos, que los succionará continuamente como un vampiro. «Es una tecnología empeñada en colonizar nuestros cuerpos», advierte el escritor Lev Grossman. Estos relojes no solo nos atan físicamente a Internet, también controlan nuestros latidos, nuestras calorías, espían lo más íntimo de nosotros; se asoman a nuestras constantes vitales, médicas, existenciales. Y, por supuesto, toda esa información va a parar a la Red y será mercantilizada: copiada, vendida...
      «El uso de un aparato tan poderoso como el Apple Watch te convierte en ligeramente poshumano», resume Grossman. Los artefactos ponibles nos dan una falsa sensación de control, al tiempo que nos convierten en vulnerables. «Resulta inquietante la idea de que las chicas jóvenes, de por sí muy conscientes de sus cuerpos, vayan a estar comparando datos en tiempo real. Las vidas vividas en público se convierten en representaciones, y hasta los propios poshumanos necesitan bajarse del escenario de vez en cuando».
      Esta invasión no llegaría si nadie consintiera en llevar wearables. Por eso, el reloj de Apple es el caballo de Troya. Un caballo que por fin está preciosamente ataviado, aunque pronto no bastará con eso... «Los ponibles tienen que ser bellos o invisibles», sostiene Sonny Vu, presidente de Misfit Wearables, un fabricante de gadgets que miden el rendimiento deportivo. Cuanto más discretos, mejor. Las Google Glass son atractivas, pero te convierten en el centro de atención. Incluso se ha acuñado una palabra para describir a quienes las llevan: glassholes, algo así como 'giligafas'. Hay que ser muy nerd para llevarlas por la calle sin sentirse un marciano.
      Por eso es clave la figura del early adopter, el cliente temprano. Según Everett Rogers, precursor de la teoría de la difusión de la tecnología, hace falta una masa crítica de un 13,5 por ciento de consumidores 'visionarios' para arrastrar al resto de la población, primero a los pragmáticos y luego a los conservadores; aunque un 16 por ciento de escépticos siempre será insobornable. ¿Y alguien duda de que Apple es la única compañía posicionada en el mundo para conseguir tal hazaña?
      «La revolución de los wearables será más rápida que la de los teléfonos inteligentes gracias a los dividendos de los smartphones», dice el escritor y físico Chris Anderson. Los avances en los sensores y chips, la miríada de empresas que se dedican a la creación de aplicaciones, la asociación de cada ponible a un móvil (el reloj de Apple no funciona sin su iPhone)... Todo conspira para su implantación. El reloj de Apple solo es el principio. Hemos rendido un territorio: nuestra piel. Los expertos profetizan que se prepara una nueva generación de ponibles: implantes que se incrustarán en nuestro cuerpo. Ya llevamos marcapasos y bombas de insulina, ¿por qué no nuestra propia conexión a Internet en un puerto USB subcutáneo? 
      La evolución de la muñeca
      -1918. El reloj trinchera. Los relojes de pulsera se popularizaron en 1920. Los soldados volvieron de la Gran Guerra luciendo en las muñecas relojes de tipo militar.

      -Años 70. Con calculadora. El primer reloj con calculadora incorporada apareció a mediados de los setenta y fue una novedad llamativa, sin mucho éxito.

      -Años 80 y 90. Con busca y teléfono. En las décadas posteriores aparecieron los relojes con buscapersonas y con teléfono. Tampoco triunfaron.

      -2004. El reloj que llegó antes de tiempo. Microsoft lanzó el SPOT. Costaba 300 dólares y aportaba mensajería, cotiza-ciones y predicciones meteorológicas. Fue retirado.
      -2012. Pebble, el más 'listo'. Primer reloj inteligente financiado colectivamente a través del sitio web Kickstarter y del que hasta la fecha se han vendido 400.000 unidades.

      -2013. Samsung entra en escena. Casi todos los rivales de Apple han lanzado un reloj inteligente. Sony, LG, Motorola... Y el Samsung Galaxy Gear, su gran competidor.
      -Junio 2014. Un Android con manecillas. Google ha puesto en el mercado Android Wear, una versión de su sistema operativo móvil específicamente diseñada para relojes.
      -Septiembre 2014. Apple Watch, la manzana mecánica. El Apple Watch -350 dólares- lo hace casi todo: el tiempo, las acciones bursátiles, las fotos, los mapas, el calendario..

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