Lola Casademunt,.
Día triste para la industria de la moda patria. Lola Casademunt, la fundadora de la célebre firma homónima, ha fallecido a los 93 años, tal y como han anunciado desde las redes sociales de la firma:
"Con
la mano en el corazón, lamentamos profundamente comunicar el
fallecimiento de nuestra fundadora y alma mater de la empresa, la Sra.
Lola Casademunt.
La
Sra. Lola es y será la razón de ser de nuestra empresa. Una mujer
fuerte y resiliente que, en 1981, cuando se quedó viuda con cuatro hijos
decidió empezar un proyecto con el objetivo de tirar adelante a su
familia. Y así nació LOLA CASADEMUNT. La Sra. Lola hizo de este, el
proyecto de su vida y su ambición, valores y compromiso seguirán siendo
nuestro objetivo para hacer que su legado continúe.
Un
ejemplo para todos nosotros con su visión pionera, su tenacidad y
perseverancia. Nos quedamos con todas las lecciones y sabios
aprendizajes que nos trasladó durante tantos años.
Desde LOLA CASADEMUNT, nos comprometemos a seguir velando por hacer que este proyecto siga siendo la viva imagen de su legado.
En este momento tan delicado, compartimos el dolor de su familia y amigos".
La
firma que fundó se ha convertido en una de las más relevantes del
textil español y son muchos los rostros conocidos que han confiado en
ella para vestirse en sus momentos más importantes. De Carmen Lomana a Isabel Díaz Ayuso, todas llorarán la pérdida de uno de los nombres más importantes de la historia de la moda de nuestro país,.
TITULO: ELLA & - Bienvenidos a casa,.
Bienvenidos a casa,.
foto / Como acaba de publicarse un libro que
recoge las entradas de este dietario escritas entre septiembre de 2020 y
diciembre de 2021 —es decir, las correspondientes a sus dieciséis
primeros meses de andadura—, me he visto en la obligación de remontarme
hasta el instante de su nacimiento y ofrecer explicaciones acerca de su
origen o pertinencia y hasta de su continuidad, con el fin de
explicarlas o explicarme y animar a los posibles lectores a que acudan a
las librerías a hacerse con esas páginas que no dejan de ser una
especie de novela narrada en presente continuo sin otro propósito
—mentiría si dijese otra cosa— que el de dejar cumplida fe de esos
asuntos que a menudo quedan arrollados por lo urgente y que son, con
frecuencia, los que terminan por aportar una cierta coherencia al paso
de los días. No es una sensación nueva: cada nuevo libro obliga a
encontrar explicaciones que confieran un sentido a lo escrito y, por más
que deba ser lo escrito lo que hable por sí solo, el ejercicio no viene
mal porque a menudo es esa necesidad de ofrecer pautas lo que facilita
que uno comprenda o crea comprender los porqués de la tarea que le
mantuvo ocupado durante semanas o meses o años; es, por así decir, el
momento en que uno abandona la arboleda y sube hasta una colina desde
cuya cumbre echa la vista atrás para contemplar el bosque que ha estado
desbrozando. Creo que fue Salvatore Quasimodo quien dictaminó que todo
escritor escribe a lo largo de su vida un único libro cuyo título es Vita di un uomo,
y no le falta razón porque, al cabo, no hay mejor autobiografía que la
que deja tras de sí el poso de todo cuanto uno ha ido pergeñando
mientras dura su tiempo en este mundo —«envejecer, morir, es el único
argumento», dictaminó con elocuencia y sabiduría Gil de Biedma—. Tampoco
iba desencaminado Stendhal cuando definió la novela como un espejo
paseado a lo largo del camino, porque no dejan de arrojar las páginas a
las que ponemos nuestra rúbrica un espejo de lo que somos, o como mínimo
de quienes estábamos siendo mientras las escribíamos. Al releer
superficialmente esas Notas al margen que fueron pergeñándose
en primerísima persona del singular hace tres o cuatro años he ido
siguiendo las migas que desperdigué por los caminos que recorría
entonces, y he podido contemplar no tanto mi reflejo como el de la
persona que era entonces, con sus alegrías y sus preocupaciones y sus
certezas y sus dudas, y al hablar de ellas he tenido que meterme en mi
propia piel pasada para dar cuenta de las razones que me llevaron a
iniciarlas, refiriéndome en pasado a algo que es aún presente —estas
líneas son la prueba— y que posiblemente lo sea aún durante un periodo
no sé si largo o corto, pero suficiente en cualquier caso para
concederle ciertas perspectivas de futuro. Quizá sean estas entradas lo
más vita di un uomo que he acertado a enhebrar desde que me
tomé en serio la escritura, el espejo que más conscientemente he paseado
a lo largo del camino, para verme y recordarle; para intentar, quizá
ingenuamente, que al final no se lo termine llevando todo el viento.
En la Colina de los Chopos
"Se
respira paz y primavera, ahora que está a punto de entrar el verano, y
ninguna de las personas con las que me cruzo parecen atenazadas por las
prisas propias de la gran ciudad"
A este lugar se refirió Juan Ramón Jiménez como la Colina de los
Chopos, y viene esa denominación a la mente cuando uno llega a él y
contempla que, pese a los cambios que han venido operando en el siglo
largo que ha transcurrido desde su fundación, algo de lo que fue en
aquella época continúa vivo en el bullicio de la ciudad moderna. Cuando
se fundó la Residencia de Estudiantes, esta parte de Madrid aún no
estaba urbanizada y todo lo de alrededor era campo, como quien dice. Hoy
los venerables edificios que tanto talento acogieron se levantan en lo
que ya es pleno centro, pero las arboledas que rodean su contorno
occidental y la quietud del complejo de edificios institucionales que se
levanta al este les permite preservar intacta su condición de oasis
propicio a la reflexión y el recogimiento. Parece mentira que la
Castellana esté aquí al lado y que, sin embargo, no se advierta el rumor
del tráfico incesante ni tenga uno la impresión de hallarse en el
meollo de una capital que parece cada vez menos propensa a lo humano.
«Qué especial es ese sitio para nosotros», me dijo Lorenzo cuando le
comenté que pernoctaría aquí, arrullado por fantasmagorías amistosas que
provienen de una de las mejores ideas que tuvo nunca España de sí
misma. He salido del metro en Gregorio Marañón y he ascendido lentamente
la suave cuesta de lo que antiguamente se llamó Altos del Hipódromo o
Cerros del Viento y hoy sólo se conoce ya con los nombres de las calles
que surcan lo que entonces era una ladera sin apenas desbrozar. He
atravesado la barrera que protege el perímetro y he avanzado por el
jardín desde el que comienza a divisarse uno de los dos pabellones
gemelos y he buscado luego cobijo bajo las sombras que convierten este
paraje mínimo en un vergel inesperado en pleno bochorno veraniego. Me
asomo a una ventana que da a una habitación dispuesta igual que estaban
las que ocuparon Luis Buñuel o Federico García Lorca, y me detengo a
observar en un rincón el busto que representa a Alberto Jiménez Fraud,
que dirigió esta casa en su mejor época y fue a dar con sus huesos en el
exilio. Se respira paz y primavera, ahora que está a punto de entrar el
verano, y ninguna de las personas con las que me cruzo parecen
atenazadas por las prisas propias de la gran ciudad. La cúpula del Museo
de Ciencias Naturales recorta su silueta sobre el cielo y de una cancha
de baloncesto cercana llega una algarabía juvenil que es presagio de
las vacaciones inminentes. A mi habitación se accede después de cruzar
un pasillo subterráneo en el que varias mesas de billar se mantienen a
la espera de que aparezcan jugadores y un tablero de ajedrez invita al
recién llegado a proseguir una partida intermitente. Desde la ventana se
observa una panorámica parcial del jardín por el que he caminado unos
minutos antes, los tejados de Madrid asomándose a lo lejos y el Pirulí
emergiendo aún más al fondo. «No es ninguna fonda», escribió Lorca a sus
padres en una carta en la que les contaba de su estancia en estos
predios. En no pocas ocasiones los hechos quedan determinados por los
lugares en los que suceden, y recorriendo en silencio las dependencias
de la Residencia uno cree encontrar las respuestas a algún que otro
porqué, y se congratula de que, haciendo caso a aquel famoso verso, no
todo se lo haya tragado aún la tierra.
Fantasmagorías bonaerenses
"Vuelvo ahora a leer Carlota Fainberg con una fascinación muy similar a la que experimenté la primera vez que la tuve entre mis manos"
Las historias deciden su propia extensión y se resisten a admitir
lindes más estrechas de las que requiere su naturaleza. Antonio Muñoz
Molina escribió Carlota Fainberg por encargo de Juan Cruz, que le pidió un relato por entregas para publicar en El País, con la única condición de que estuviese siquiera vagamente inspirado por La isla del tesoro,
y esa primera versión apareció en un libro colectivo que publicó
Alfaguara en el que un grupo de autores presentaban relatos inducidos
por la lectura de la gloriosa novela de Stevenson. El cuento se
convirtió en nouvelle cuando Muñoz Molina lo corrigió y la
amplió para una nueva edición independiente, otra vez en Alfaguara, y
volvió a ensanchar sus límites hasta alcanzar su dimensión definitiva
cuando, unos años después, volvió a las librerías bajo el sello de Seix
Barral. Esta misma editorial recupera ahora esta última versión de la
que es una de las piezas importantes de su autor, por más que acostumbre
a verse relegada en beneficio de las novelas de aliento largo, y sin
duda la primera en la que demostró su talento a la hora de recorrer
distancias medias. Abrigada no tanto por el mencionado referente de
Stevenson como por el soneto que Jorge Luis Borges dedicó a uno de sus
personajes, el temible bucanero ciego Pew, la trama de Carlota Fainberg
se estructura en dos bloques que oponen una Buenos Aires relatada a
otra vivida y excava pasadizos fantasmagóricos que conducen de una a
otra a través de la figura enigmática de cuyo nombre toma su título. La
habré leído tres o cuatro veces a lo largo de mi vida y no he dejado de
disfrutarla en cada una de ellas, porque la mera anécdota que propicia
la acción oficia de coartada para divagación en torno a asuntos
esenciales —la pervivencia del pasado en el presente, y la de la
realidad en la ficción, o viceversa— y la prematura toma de conciencia
respecto a otras cuestiones, como la corrección política o la progresiva
invasión de los anglicismos, que en el momento en que se escribió
sonaban como algo lejano y que hoy están absolutamente incorporadas a
nuestro día a día. Vuelvo ahora a leer Carlota Fainberg con una
fascinación muy similar a la que experimenté la primera vez que la tuve
entre mis manos, y al reencontrarme con sus protagonistas y al recorrer
otra vez los pasillos polvorientos de aquel hotel medio abandonado de
Buenos Aires siento algo parecido a esa felicidad que embarga a uno
cuando sabe que está de nuevo en casa.
TITULO:
EL BAR ESQUINA - REVISTA CAMPO - TAPAS Y BARRAS - UN PAIS PARA
COMERSELO - PESADILLA EN LA COCINA - Jueves - 23 , 30 - Enero - Cheeseburger wrap en freidora de aire ,.
Jueves - 23 , 30 - Enero - Pesadilla en la Cocina es
un programa de televisión español de telerrealidad culinaria,
presentado por el chef Alberto Chicote, emitido habitualmente los jueves
a las 22:30 en La Sexta. Nuevas broncas, enfrentamientos y arcadas; Alberto Chicote regresará con nueva temporada de Pesadilla en la cocina. Tras una temporada de descanso, Pesadilla en la cocina vuelve
Alberto Chicote con las pilas bien cargadas. El chef de laSexta
intentará reflotar nuevos restaurantes y se enfrentará a nuevos retos,
etc.
EL BAR ESQUINA - REVISTA
CAMPO - TAPAS Y BARRAS - UN PAIS PARA COMERSELO - Cheeseburger wrap en freidora de aire ,.
EL BAR ESQUINA - REVISTA
CAMPO - TAPAS Y BARRAS - UN PAIS PARA COMERSELO - Cheeseburger wrap en freidora de aire ,fotos,.
Cheeseburger wrap en freidora de aire ,.
Fáciles de preparar, rápidas y buenísimas,.
Los wraps rellenos de carne picada y queso.
Todos tenemos algún día antojo de una buena hamburguesa o de un burrito con mucho queso. La elaboración es sencilla, requiere poco tiempo y además están buenísimos. Esta
receta combina
la esencia de la 'cheeseburger' con la de los burritos o 'wrap' al usar
pan de fajita. Además, de esta forma aportamos un toque original con la
que seguro triunfas. Puedes ceñirte a los ingredientes o aprovechar lo
que tengas en la nevera; lo importante es usar carne, queso y las
tortillas.
-
Tiempo de preparación,.
10 minutos
-
Tiempo de cocción
10 minutos
-
Tiempo total
20 minutos
-
Comensales
2
-
Calorías
1.594
Categorías
Carnes
Comida rápida
Preparación
-
Ponemos la carne picada en la cubeta de tu freidora de
aire, en este caso utilizamos una Cecofry, con papel vegetal. Añadimos
una pizca de sal, otra de pimienta y otra de pimentón.
-
Pulverizamos con un poco de aceite en spray y programamos 180 ºC durante 5 minutos.
-
Para montar el wrap, añadimos en el centro de la tortilla
un poco de kétchup, 2 lonchas de queso, el pepinillo y la carne,
cerramos por los lados, los colocamos en el interior de la Cecofry,
echamos un poco de aceite en spray y programamos 180ºC durante 5
minutos.
-
Les damos la vuelta y cocinamos 3 minutos más a 180ºC.
-
Listo para servir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario