El imán y el Obispado promueven una mesa interreligiosa en Badajoz
Los promotores organizaron una visita guiada por la Alcazaba y un encuentro de mujeres católicas y musulmanas,.
Allí estuvo Carlos Gata, un estudiante de Historia que reflexionó sobre la iniciativa con los lectores de HOY. El trato con creyentes de otras religiones, explica en su escrito publicado en Cartas a la Directora, te hace ser más tolerante y te aleja de prejuicios y fantasmas.
El paseo por el monumento no fue algo casual ni simbólico. El imán y el delegado de ecumenismo del obispado trabajan para poner en marcha una mesa interreligiosa en la ciudad. En cierto modo, explica Losada, no es más que trasladar a su radio de acción el documento de fraternidad entre religiones que firmaron en febrero el Papa Francisco y Ahmed al Tayyed, el gran imán de la universidad egipcia de Al-Azhar y líder espiritual de mil cien millones de musulmanes sunníes. A los pocos meses, se rubricó en el obispado de Badajoz entre el imán y el obispo.
Najjar quiere que esta mesa local organice de forma periódica propuestas como la del pasado sábado en la Alcazaba. Hace falta, argumenta, que las religiones aporten al progreso de la sociedad. Es una forma de salir de los templos para llegar a la gente. Apunta a los valores comunes que se pueden abordar desde las distintas confesiones como la asistencia a enfermos o la ayuda a los más vulnerables. Se fija en un problema concreto, cada dos horas y media, explica, en España hay un suicidio. Para este drama, la religión puede aportar respuestas porque la visión del imán parte de la fe como ayuda espiritual. «Los religiosos aportamos esperanza y debemos preguntarnos por qué no llegamos a todos los que han perdido la esperanza».
Otro objetivo pasa por proyectar como algo natural en la ciudad la convivencia religiosa. «Cuando nos ven paseando por la Alcazaba o tomando un café en la cafetería transmitimos confianza a la gente».
Premio a la convivencia
Adel Najjar recibió a principios de verano el reconocimiento nacional del Círculo Intercultural Hispano Árabe por su afán en promover la convivencia y el diálogo entre culturas. La mezquita se abrió en la calle Gurugú hace más de veinte años y forma parte del entramado asociativo de la Margen Derecha. Participa, por ejemplo, en el proceso comunitario, recibe visitas escolares o invita a los vecinos a cenas de convivencia durante el Ramadán. Cuenta que todavía hay gente que le para por el barrio para felicitarle y le anima a luchar contra los prejuicios. «Hemos derribado muchas barreras en Badajoz».José Moreno Losada es el delegado del obispo para buscar espacios de encuentro con otras religiones en la zona de la diócesis. La mesa interreligiosa, explica, entra dentro de los objetivos que se han marcado a corto plazo. Cree que es una forma de proximidad entre culturas distitas, de reconocimiento mutuo y de acción conjunta. Ve en cuestiones como la defensa de la vida, la justicia, la equidad o la paz valores que pueden aboradarse con otras religiones.
Para Losada el ser humano es espiritual por naturaleza y la religión una manifestación de esa espiritualidad.
Promueve la mesa iterreligiosa como una forma de combatir los extremismos. «Cuando nos encontramos a un fanático estamos ante una persona enferma de religión y conviene tener muy claro lo verdadero de las anomalías».
Por eso valora que tanta gente se sumara al paseo por la Alcazaba del pasado sábado. Una muestra cotidiana, explica, de ciudad tolerante y plural.
El delegado episcopal propone tres niveles de trabajo. Por un lado, aportando conocimiento para que los católicos conozcan mejor el islam y viceversa, también actividades religiosas y, por último, programas sociales. Con este sistema de trabajo las cuestiones teóricas se plasman en la calle y la gente perciba el interés mutuo.
Un ejemplo práctico son las jornadas de convivencia entre mujeres cristianas y musulmanas en la iglesia de la Concepción del Casco Antiguo. La iniciativa surgió a partir del programa contra la pobreza en el que trabajan las religiosas. Recuerda además que la iglesia católica está muy implicada en la integración de inmigrantes y muchos de esos inmigrantes a los que asisten son de otras confesiones.
TITULO: CAFE, COPA Y SEÑORES DE LA BARRA,.
foto / La
evocación en una columna anterior de Ángel de España da pie para
recordar otros nombres de la que quizá ha sido mejor época de la
hostelería en Badajoz.
La de La Marina, Avenida, Sótano, Veracruz, Corchuela, Gabrieles, Córdoba, Lisboa, Águila, Colón, Mervic, Río, Saymu, Dardys, Saylors, Chaqueta Roja o Caballo Blanco, que por obra de Paco Hinchado, los Vaca, Pepe Gracia, Chato Fernández, Polanco, Camacho, Peláez, Campañón, J.Antonio Cedrón, Cañada y otros, alzaron la hostelería durante la segunda mitad del pasado siglo XX a cotas de calidad que en conjunto no han vuelto a repetirse.
Formados en la escuela práctica que los mismos constituían bajo la dirección de aquellos grandes capitanes de empresa, sus camareros formaron una generación irrepetible de maestros en la profesión. Los Fruto, Jacinto y Manolo; Antonio, Pedro 'el marinero', Reyes, Paquito, Lozano y Luis; Manolo, Pedro y Pepe Jerez, del quiosco San Juan; los tres Migueles; los dos Sebas y dos Andrés; Luis Fernández, Antonio y Juan; Alejandro, Ricardo, Jacinto, Gabardino, Tino, Ruperto Carlos, Julián, Antonio-Amancio; Jaramillo, Marcial; Pepe, hoy con sus embutidos, y cien más, son buena muestra de ello. Muchos fundarían establecimientos propios igualmente afamados.
De presencia impecable, con chaquetilla blanca o la del local, y trato siempre correcto, sabían bien su oficio. El café irlandés, masagrás, manhatan, negroni, destornillador o gin fizz no tenían secreto para ellos. ¿Se atreve alguien hoy a pedir uno? Hoy cada uno aprende como puede; en muchos sitios atienden en pantalón corto o con el móvil al oído, y pedir algo distinto a 'un quinto sin' o 'un cubata', es una aventura. A ver dónde sirven hoy un oloroso.
Quizá sea así porque la exigencia del cliente ha bajado, y con ello la excelencia en el servicio. Pues como se dice en el argot del ramo, junto con el jefe y el establecimiento, al camarero lo hace el cliente. Lo que significa que cosas antes impensables, como barras llenas de tazas sucias a mediodía; mesas sin limpiar; suelo lleno de papeles; atender desde lejos o de reojo; servir el café de espaldas; entregar la vuelta con las manos mojadas; el tuteo, o la supresión del protocolario «está usted invitado», sean cada vez más habituales sin que nadie proteste.
Algunos lo llamaran nuevos tiempos. Desde luego. Pero muy distintos de aquellos en que tanto delante como detrás de las barras había señores. Y no se sabe si mejores.
La de La Marina, Avenida, Sótano, Veracruz, Corchuela, Gabrieles, Córdoba, Lisboa, Águila, Colón, Mervic, Río, Saymu, Dardys, Saylors, Chaqueta Roja o Caballo Blanco, que por obra de Paco Hinchado, los Vaca, Pepe Gracia, Chato Fernández, Polanco, Camacho, Peláez, Campañón, J.Antonio Cedrón, Cañada y otros, alzaron la hostelería durante la segunda mitad del pasado siglo XX a cotas de calidad que en conjunto no han vuelto a repetirse.
Formados en la escuela práctica que los mismos constituían bajo la dirección de aquellos grandes capitanes de empresa, sus camareros formaron una generación irrepetible de maestros en la profesión. Los Fruto, Jacinto y Manolo; Antonio, Pedro 'el marinero', Reyes, Paquito, Lozano y Luis; Manolo, Pedro y Pepe Jerez, del quiosco San Juan; los tres Migueles; los dos Sebas y dos Andrés; Luis Fernández, Antonio y Juan; Alejandro, Ricardo, Jacinto, Gabardino, Tino, Ruperto Carlos, Julián, Antonio-Amancio; Jaramillo, Marcial; Pepe, hoy con sus embutidos, y cien más, son buena muestra de ello. Muchos fundarían establecimientos propios igualmente afamados.
De presencia impecable, con chaquetilla blanca o la del local, y trato siempre correcto, sabían bien su oficio. El café irlandés, masagrás, manhatan, negroni, destornillador o gin fizz no tenían secreto para ellos. ¿Se atreve alguien hoy a pedir uno? Hoy cada uno aprende como puede; en muchos sitios atienden en pantalón corto o con el móvil al oído, y pedir algo distinto a 'un quinto sin' o 'un cubata', es una aventura. A ver dónde sirven hoy un oloroso.
Quizá sea así porque la exigencia del cliente ha bajado, y con ello la excelencia en el servicio. Pues como se dice en el argot del ramo, junto con el jefe y el establecimiento, al camarero lo hace el cliente. Lo que significa que cosas antes impensables, como barras llenas de tazas sucias a mediodía; mesas sin limpiar; suelo lleno de papeles; atender desde lejos o de reojo; servir el café de espaldas; entregar la vuelta con las manos mojadas; el tuteo, o la supresión del protocolario «está usted invitado», sean cada vez más habituales sin que nadie proteste.
Algunos lo llamaran nuevos tiempos. Desde luego. Pero muy distintos de aquellos en que tanto delante como detrás de las barras había señores. Y no se sabe si mejores.
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