LA HORMA DE MI ZAPATO, EL OBJETO Y YO, ZAPATILLAS VIEJAS - MORTADELO Y FILEMÓN - El Palo, el día que trató de independizarse , fotos,.
El Palo, el día que trató de independizarse ,.
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El pasado 19 de agosto se cumplieron 170 años de la votación que en la que se decidía si sería un nuevo pueblo
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Se registraron cuatro intentos de segregación, en 1823, 1835, 1842 y 1849
Si
a cualquier paleño le dijeran ahora que su barrio trató de ser
independiente en su pasado no se lo creería. Justo el pasado mes de
agosto se cumplieron 170 años de que un grupo de vecinos de El Palo
acudiera a votar por la segregación de su barrio y su conversión en un
municipio independiente. El resultado de lo que pasó lo dicta la propia
actualidad. El Palo es uno de los principales barrios de Málaga e
incluso se ha convertido en la madre de otros muchos, pero no sería por
no intentarlo. Serían hasta cuatro las ocasiones las que el entonces
despoblado barrio trató de gobernarse a sí mismo y establecer su propio
ayuntamiento. Todas ellas, perfectamente recogidas y documentadas por el
investigador José Antonio Barberá en su tercera obra sobre la historia de El Palo y a la vez la más reciente, El Palo, la pesca, industria y gente, así como en otras anteriores.
Barberá confiesa que ni él
mismo, ni como vecino del barrio ni como investigador, conocía que tal
proceso hubiera ocurrido. “Igual que buscando los orígenes del barrio me
llevé una sorpresa cuando encontré por primera vez el nombre de El Palo
en un ventorrillo de 1700 y poco, tampoco me podía imaginar que un
pueblo con tan pocas personas en 1823 quisiera ya ser independiente y
libre para gobernase sin medios”, declara. Precisamente, el primer
intento de segregación de los vecinos data de un 3 de febrero de 1823, a
pesar de que el número de habitantes era muy reducido al contar con
poco más de un centenar. El documento se quedó en una simple petición al
no reunir los requisitos necesarios.
Sería en 1835 cuando se realizó la primera propuesta formal. En esa ocasión, Melchor Román, Francisco Román y Francisco José Martín Gambero
dirigieron en representación del resto de vecinos una petición firmada
por una treintena de personas. Para ello, se basaban en una real orden
que establecía que cualquier pueblo con más de 200 habitantes podía
nombrar su ayuntamiento. Por entonces, El Palo ya contaba con alrededor de 300, por lo que la petición podía hacerse realidad. Pero el Ayuntamiento de Málaga estipuló que no había una población suficiente ni habría beneficio en ello.
Barberá explica que una de las razones para la no independencia fue la falta de medios con la que contaba El Palo:
“En esa época solo había seis barcas que daban trabajo a la gente de
allí. Las pocas personas que allí vivían no tenían absolutamente nada,
incluso las tierras y las pocas casas y las cuevas pertenecían a gente
que las alquilaba. Era un lugar muy pobre”. La falta de recursos no
impidió que los paleños siguieran sus aspiraciones segregacionistas. El tercer intento, y con muy poco éxito, llegó en 1842.
En este caso, la petición rodó de la Diputación provincial al
Ayuntamiento y quedó huérfana de respuesta. Pero como pasa en muchos
casos, el fracaso no fue más que el paso previo al salto definitivo y
cinco años más tarde consiguieron la celebración de un referéndum para
decidir por fin el futuro del barrio.
Los numerosos intentos de segregación no se traducían en
que estas aspiraciones estuvieran apoyadas por gran parte de los
vecinos: “Era la idea de unos pocos, no de la mayoría. La población no
estaba interesada en la política que trataban de hacer allí. Ellos
querían trabajar y comer”, explica el historiador. A la cita con las
urnas, que fue convocada en horario de siete a nueve, solo acudieron 57
de los más de trescientos habitantes que tenía el barrio. ¿El resultado?
Ganó el sí por una aplastante mayoría. Pero eso no fue suficiente para
establecer el municipio de El Palo. “Solo
seis votaron que no”, continua explicando Barberá, “faltaban muchos
vecinos por votar, por lo que no podían ganar. No eran una mayoría
representativa y por entonces no funcionaba como ahora, se necesitaba un
mínimo y allí no eran suficientes”.
De los que acudieron a votar, apenas ninguno poseía
propiedades ni se llegó a consultar a los hacendados, sobre los que
hubiera recaído el peso de los servicios que iba a necesitar el nuevo
pueblo, que eran muchos. No había médico, boticario, ni maestro. Ese fue
el principal freno para que el Gobernador de la provincia no llegara a
mandar la petición de segregación a la reina y, tras una larga
comunicación con el alcalde de Málaga, éste dio la respuesta definitiva
con un rotundo no que puso fin a los casi 30 años de intentos.Entre los muchos motivos dados por el Ayuntamiento, se encontraba el hecho de que la barriada de El Palo
era “incapaz por sí sola de atender su régimen” por la “escasez de su
riqueza e industria”, por lo que la segregación supondría su
“extinción´”. Además, se concluyó que “el vecindario no era fijo”,
carecían de edificio para casas capitulares y cárcel y dudaban de la
capacidad de poder presentar seis concejales entre los paleños, dado que
“casi la totalidad eran trabajadores de las barcas pescadoras”. El
alcalde malagueño dio con ello carpetazo al asunto, aunque no los
paleños.
Tras la votación, hubo algunos enfrentamientos vecinales.
Y es que el referéndum, lejos de ser anónimo, se hizo con nombres y
apellidos, por lo que todos sabían con ciencia cierta quién había votado
qué. “La votación supuso problemas. Incluso hubo una persona que
acusaron de carlino por no querer la segregación del barrio. Le pegaron
con un retaco, una pistola semejante a una recortada con la culata de
madera y boca ancha. Tuvo que ir al médico y todo”, señala Barberá.
Lo que llevó exactamente a los habitantes de El Palo
a tener aspiraciones segregacionistas no fue el sentirse diferente a
cualquier otro malagueño. Ni tener un idioma propio (salvando el léxico
marengo, el lenguaje propio de los pescadores), ni una cultura peculiar.
“El Palo más que nada se identificaba con la pesca. Incluso de
Barcelona hubo quien vino porque había una pesca muy abundante. De todo
tipo de peces. Era increíble. Las barcas venían anorrio, es decir, hasta
arriba de peces, rebosaban sobre la cubierta”, comenta el historiador,
que manifiesta que los intereses de este pueblo pesquero fueron más
personales que ideológicos.
También se llegó a hablar de cómo habría sido ese nuevo
municipio, ya que el gobernador solicitó información sobre los términos
que tendría el nuevo distrito. Pero, como cuenta Barberá,
poco o nada habría cambiado:“No podía ser independiente precisamente
porque estaba entre los dos arroyos y arriba tenía otros pueblos y
partidos muy cercanos, como San Antón. Hoy es un barrio de El Palo y se
ha convertido en el origen de muchos otros. Pero no habría podido
ampliar su territorio”.
Lo que sí es seguro es que El Palo es uno de los barrios de Málaga
con más historia, y si no, que se lo pregunten a Barberá, que recoge en
las páginas de sus libros todo tipo de relatos, a cada cuál más
curioso, sobre el barrio: diferentes versiones sobre el origen de su
nombre, reseñas sobre sus personajes más ilustres (como la comadrona
Carmencita Medina o el joven que perdió su vida al intentar salvar una
niña, Juan José Andreu Paniagua, que tiene su rinconcito en el barrio
donde cada 9 de julio se conmemora su muerte), así como la relación con
sus negocios, como los merenderos Casa Pedro y la Gran Venta de
Almellones o las fábricas de conserva de Aranda y Acosta, que incluso
envasaba pescado ya frito. La historia de los intentos frustrados de El
Palo por ser más que un barrio no es más que una de las tantas que se
encontraban ocultas y olvidadas por el tiempo. Y quién sabe lo que queda
por descubrir del pueblo pescador.
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