TITULO: La Hora Musa - Pablo Martos: «Nada es suficiente, por eso la música lo completa todo» ,. Martes - 5 - Noviembre ,.
'La Hora Musa', presentado por Maika Makovski ,a las 22:55 horas, en La 2 martes - 5 - Noviembre , fotos,.
Pablo Martos: «Nada es suficiente, por eso la música lo completa todo» ,.
No había cumplido aún los diez años cuando escuchó la Obertura 1812, de Tchaikovsky, entre los repiques de campana de la catedral de Guadix, el pueblo granadino donde creció y en el que la música, cualquiera diría, se abrió paso a cañonazos. Hijo de músicos —sus padres formaron la banda de folk rock Arboleda—, Pablo Martos hoy es violinista, compositor y director de orquesta, también doctor en Patrimonio por la Universidad de Jaén, catedrático del Conservatorio Superior de Música de Granada y director artístico de la Camerata Garnati.
Aunque en ocasiones se defina a sí mismo como un activista musical, Martos es un tenaz agitador de la belleza. Alguien capaz de llevar la música a la calle, las librerías o las salas del museo Thyssen-Bornemisza, en Madrid, el lugar donde transcurre esta entrevista. De él ha dicho Daniel Barenboim que es un «músico inteligente, talentoso y de gran potencial». Su sensibilidad anárquica e inquieta lo ha llevado de los campos de refugiados de Palestina a la Peña de la Platería, decana del flamenco en España, situada a los pies de la Alhambra y que tuvo entre sus asiduos a Manuel de Falla.
Pablo Martos inició su formación en Alemania y Austria, donde se graduó como violín solista en la Hochschule für Musik de Rostock con Axel Wilczok. Se especializó luego en estilística barroca con Reinhard Goebel, en el Mozarteum de Salzburgo, la ciudad de Mozart y a la que Thomas Bernhard dedicó sus más feroces páginas. Además de estudiar con Henryk Kowalski en la Universidad de Indiana, una de las experiencias más intensas en la biografía de Pablo Martos fue, justamente, formar parte de la orquesta West-Eastern Divan, ideada por el músico Daniel Barenboim y el filósofo palestino Edward Said.
El granadino tenía apenas 25 años cuando se incorporó a este proyecto que unió a jóvenes músicos procedentes de Israel y de países árabes de Oriente Próximo para que pudieran desarrollar su formación musical. La West-Eastern Divan nació con el fin de demostrar que cuando se fija un objetivo común —hacer música—, la convivencia y el entendimiento entre personas procedentes de sociedades históricamente enfrentadas son posibles. Esa espita destapó la sensibilidad de Pablo Martos. Puede que moldeara su espíritu y desatara esa infinita curiosidad que lo lleva de un lado a otro. Nadie regresa siendo el mismo tras interpretar, bajo la dirección de Barenboim, la Quinta de Beethoven en Ramallah.
—¿Cuál es su primer recuerdo musical?
—Hay varios. El primero, que en casa siempre se hizo música. Mis padres tocaban folk. No había fiesta o interacción humana en la que faltara la música. El segundo recuerdo fue esperar con ansiedad a que se tocara la Obertura 1812, de Tchaikovsky, en Guadix, el pueblo donde yo vivía cuando era niño. Era un gran evento porque se planeaba hacer con pirotecnia y con campanas de la catedral.
—¿Hubo también cañonazos?
—(Risas) Sí. Al final, se superpusieron sobre la música. Podrás imaginar cómo sonó aquello. Pero queda en mi memoria la ilusión con la que en el salón de mi casa la escuchaba en un disco de vinilo a la espera de poder hacerlo en directo.
—De Salzburgo al activismo musical. Del conservatorio a la calle. ¿Cómo entiende Pablo Martos la música?
—Soy un artesano de la música y trato de remitirme a su sentido original. Históricamente, la música ha formado parte de un ritual. Sirve para estrechar lazos, para acercarse, reunirse, bailar. Para que exista, la música tiene que cumplir el circuito completo, necesita de los otros. Desde el momento en el que se plasma en papel hasta que el intérprete que la toca, todo acaba en el corazón de quien escucha, en el corazón de esa persona que está en el auditorio.
—¿Qué tan lejos o cerca estamos de la música?
—Hay gente, y me consta, a la que le gusta muchísimo la música clásica, o culta, como quieras llamarla. El problema es que no lo saben. No son conscientes. Y no porque no hayan tenido ocasión, sino porque no se ha creado la oportunidad adecuada ni la forma adecuada para descubrirlo. La música empieza cuando la comunico a mis vecinos y a la gente con la que interactúo, y de ahí continúa hasta la forma más académica, en el conservatorio.
—Trabajó con Daniel Barenboim en la orquesta West-Eastern Divan. ¿Fue esa su mayor impronta?
—La figura de Barenboim fue fundamental. Me di cuenta de que la música puede ser más que un objeto de estudio de la belleza y transformarse en una herramienta. En el mundo en que vivimos es necesario alimentar no sólo lo material y lo físico, sino el alma. Con Barenboim entendí que la música puede ofrecer a las personas una ventana que les permita mirar a un mundo más bello.
—Ha tocado en Palestina, Israel, Sudamérica, en cárceles o zonas de conflicto…
—Tuve la oportunidad de hacer música con Garnati en campos de refugiados de Palestina. Allí la gente no tiene nada. Esperaban nuestro concierto durante meses, porque era lo único que iba a ocurrir. Cuando tienes la oportunidad de tocar en ese lugar y lo haces con toda tu alma, aunque toques música de cierta enjundia intelectual como puede ser el trío de Maurice Ravel. Cuando lo escucha, la gente queda plenamente emocionada, porque están viviendo ese presente.
—¿Qué interpretación con la West-Eastern Divan recuerda con más intensidad?
—Fue increíble el viaje a Ramallah. Fue en un momento muy tenso. Hasta el último minuto no sabíamos si podríamos celebrar el concierto o no. Había israelíes que no querían tocar, porque decían que los iban a matar, ya que ahí estaba Hamás. Al final acudieron en tanquetas de la ONU. Fue impresionante verlos llegar, porque tocamos juntos la Quinta de Beethoven, con todas las seguridades, pasaporte diplomático y medidas excepcionales. Fue como entrar en un sitio prohibido en el que nuestra única misión era ésa: tocar la Quinta sinfonía de Beethoven. Pura libertad.
—¿Se aprecia más la belleza cuando es la excepción?
—Hay una conciencia del presente mucho mayor en las sociedades con menos estabilidad política y económica. Eso fue una grandísima inspiración para desarrollarlo aquí también. Hay un cierto bienestar, sin duda, pero abunda la soledad y la desazón. Eso podría mejorar si se nutriera el mundo de las personas con algo tan espiritual o elevado como puede ser la música.
Son las once de la mañana de un sábado de invierno. En la sala ocho del museo Thyssen-Bornemisza, en Madrid, una veintena de jóvenes se reúne junto al lienzo Jesús entre los doctores (1506), de Alberto Durero, máximo representante del Renacimiento alemán y el principal impulsor de las nuevas ideas en el norte de Europa. Los convocados a la cita forman parte del programa de amigos jóvenes LabThyssen. Están aquí para una nueva sesión de trabajo que arranca con un recorrido por aquellas obras de la colección dedicadas al Ingenio. El asunto no es en absoluto anecdótico. Todo en este reportaje guarda relación con esa facultad para imaginar, crear y descubrir. Es, digamos, una chispa que Pablo Martos lleva dentro y que aportará a las salas de este edificio.
Impulsado con la intención de crear comunidad alrededor del museo, LabThyssen busca promover el interés por el arte y la cultura entre el público menor de 35 años. Un racimo de noveles profesionales se da cita aquí, en el palacio Villahermosa, sede de una de las pinacotecas de maestros antiguos y modernos más importantes de España y cuyo origen parte de la colección de la familia Thyssen-Bornemisza, una de las más poderosas de la industria alemana del siglo XX.
Consagrada sólo a la exposición, encuadernada en su prestigio, poco tendría esta colección para interpelar a la sociedad de la que forma parte. Gracias al acompañamiento de la Fundación Banco Sabadell y la asesoría de Kubbo Company, liderada por Kike Labián, experto en participación juvenil, LabThyssen cuenta con un panel de expertos vinculados a la cultura, el arte y la ciencia, que sirve de guía y al que acaba de incorporarse el violinista y compositor Pablo Martos, quien esta mañana se pasea, violín en mano, para escuchar y acompañar una nueva sesión.
Pablo Martos ya ha puesto en marcha en Granada programas culturales interdisciplinarios. El más reciente de ellos es Bibliophilharmonic, un formato que permite a los músicos de la Camerata Garnati recuperar la Hausmusik, una práctica musical frecuente en los salones del siglo XIX, que se refugia en la intimidad del hogar como lugar alternativo y libérrimo. Ahora esa misma experiencia tiene lugar en el número 49 de la calle Puentezelas de Granada, en la librería El Tiempo Perdido, cuyo librero, además de amistad, comparte con Pablo Martos esa sensibilidad anárquica y mestiza que requieren este tipo de iniciativas. Bibliophilharmonic y LabThyssen comparten naturaleza. Ambas exigen la cercanía y la cooperación y propician la participación.
—El ensamble Garnati ha trabajado con la literatura y ahora se propone lo mismo con el arte. ¿Qué clase de laboratorio cultural es este?
—En este afán de crear comunidad, nació en Granada Bibliophilharmonic. Son conciertos en los que los integrantes de la Camerata Garnati interpretan música junto a mí o junto a mi hermano, el celista Alberto Martos. Lo hacemos en la librería El Tiempo Perdido. La música que elegimos suele guardar relación con un libro, y a partir de ahí diseñamos el programa.
—La primera sesión la dedicaron a Zweig, mezclado con Schubert y Beethoven.
—Así fue. Al final añadimos una copa de vino, que nos permite charlar durante una media hora. Por una parte los músicos de la Camerata están trabajando, a la vez que mejoran su interpretación. Están haciendo música de cámara, que es una forma de interpretar con arrojo, desde las entrañas, y no de esa forma tan académica que aprendimos en su momento.
—¿Hasta qué punto despierta sensibilidades Bibliophilharmonic? ¿Cómo contribuye a LabThyssen?
—Bibliophilharmonic ha logrado integrar la música clásica en un ámbito de la gente que es amante de la lectura. Así, y gracias a otros proyectos, hemos llegado aquí al LabThyssen, porque se trata justamente de crear nuevas fórmulas junto con los jóvenes amigos del museo. Supone abrir ventanas a nuevas formas de belleza y a la vez crear comunidad.
—¿Cómo exactamente?
—El LabThyssen tiene un panel de expertos, que está formado por profesionales del mundo de la historia del arte, la educación, la gestión cultural, la ciencia, y ahora entro yo a aportar desde el ámbito de la música. Y para eso estoy aquí, para conocer cómo funciona y participar en esa dinámica.
—¿Qué visibiliza la música que otras disciplinas no consiguen transmitir?
— La música completa. Ocurre cuando se une literatura con música, en el caso de Bibliophilharmonic. O cuando se une con el arte, cuando hay una vocación ciudadana, que es el caso del proyecto LabThyssen. Nada es suficiente, y la música siempre lo llena y lo completa todo.
—¿Qué implican estos recitales pequeños y cercanos?
—Reivindico el acto de volver a estar juntos. Por eso también hemos hecho lo de Bibliophilharmonic. Es un concierto en el que hay un auditorio pequeño, estamos muy juntos, a un metro de distancia del público. Nos escuchan respirar, escuchan los comentarios que hacemos entre los intérpretes, y esa parte tribal creo que había sido borrada en pos de un acto cultural o un acto académico en lo que todo debía ser excesivamente formal.
Pablo Martos es el director artístico de la Camerata Garnati, que debe su nombre al repertorio árabe-andalusí de aquellos granadinos que abandonaron la ciudad tras la Reconquista y que llevaron sus sonidos y tradiciones al Magreb. De ese potente mestizaje nació el sonido que alimenta a esta agrupación formada por más de 25 músicos profesionales —muchos de ellos han actuado en escenarios tan prestigiosos como el Carnegie Hall— y que se reúnen para dar continuidad a la antigua práctica de juntarse para interpretar y escuchar música.
A los del ensemble Garnati los distingue la sensibilidad y el conocimiento de una tradición y, sobre todo, la curiosidad y el ingenio, esa centella que permite mostrar el lado más fresco e innovador de las cosas. Además de sus instrumentos musicales, el arrojo es una de las principales herramientas de esta Camerata que se ha propuesto interpretar más de 150 partituras de 25 compositores distintos, entre los que destacan tanto nombres consagrados del patrimonio musical como creadores contemporáneos o autores menos conocidos. La suya es una música en proceso.
Garnati encarna el lugar de encuentro entre lo vivo y lo imperecedero. Mezcla la belleza ya creada con la que está a punto de ocurrir. Recientemente estrenaron el concierto para violín La orilla del mundo, de José Luis Greco, donde interpretaron piezas desconocidas de autores como García Fajer o Juan-Alfonso García. Al mismo tiempo, preparan un ciclo para interpretar piezas clásicas con la percusión del grupo Mayumana. Ambos proyectos, que cuentan con el apoyo de la Fundación Banco Sabadell, recorren el amplio espectro de una sensibilidad tan mestiza e inclasificable como sorprendente.
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—Garnati Ensemble ha interpretado y grabado a Bach o Haydn, pero también piezas desconocidas del repertorio español.
—Eso forma parte del hecho de hacer comunidad. Tengo la suerte de colaborar con un equipo espectacular, OE Oficina, una editorial del País Vasco, así como con el Instituto de Ciencias Musicales de la Universidad Complutense de Madrid. Es un proyecto que comienza a ser conocido, hasta el punto de que hay familiares o herederos de compositores, que envían sus partituras para revisarlas y evaluar si tienen la calidad suficiente que ser interpretadas.
—El celista Alberto Martos es eslabón esencial de Garnati. ¿Cómo es tocar con un hermano?
—Hay mucho del uno en el otro. Es una conversación de la música y los afectos. Tal y como Barenboim decía: una orquesta es una sociedad en pequeñito que tiene que entenderse en un lenguaje común, que es el de la música. Pues a mi hermano y a mí nos pasa exactamente eso: encontramos siempre un punto en común. Es algo que necesita la sociedad y que a mi hermano y a mí nos ha enseñado tanto la música como mis padres. Todo lo que haga Alberto lo siento como una prolongación mía, artística también, y creo que ocurre al revés. Acaba de salir un disco suyo con Miriam Sotelo, su esposa, en torno a la música de Robert Schumann. Es un disco fenomenal. Lo estoy viviendo con la misma intensidad, como si fuera mío.
—Sus músicos ensayan en la Peña de la Platería, a los pies de La Alhambra.
—Existe por un lado el Garnati Ensemble cuando hacemos música de cámara, es decir, cuando somos poca gente. Pero cuando somos más formamos la Camerata Garnati. Y sí, ensayamos en la Peña de la Platería, que es la peña flamenca más antigua de España.
—A lo largo de su carrera ha ido acercándose cada vez más al flamenco. ¿Por qué?
—Pensé que era importante revisar cuáles son nuestras raíces, cuál es nuestro patrimonio. Lo que tenemos más a mano es el flamenco. Yo me formé en Alemania. Miraba entonces a Bach, Brahms y Beethoven, y cuando empecé a investigar sobre nuestro patrimonio musical sentí un interés cada vez mayor por el flamenco.
—Tiene composiciones al respecto.
—Sí, tengo una composición para violín y violonchelo que se llama Tiento, en la cual trato de hacer incrustaciones derivadas de giros que son característicos de la música flamenca.
—Dice Borges que la música andaluza es una música de quejas. ¿Conoce el poema que le dedicó a la Alhambra?
—Sí, me deja atravesado. Un ciego escuchando el agua de las fuentes de la Alhambra.
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Quiso ser poeta. Leyó a Arthur Rimbaud y Charles Baudelaire y aunque intentó el verso libre, Pablo Martos los descartó por la notación y las partituras. Suyas son las composiciones «Folías de España», que grabó para Televisión Española; también «Melancolía», tres piezas para violín que exploran el flamenco y llevan el germen de los Tientos, una obra de tres secciones en la que exploró los palos flamencos y el cante.
En la música de Pablo Martos, Paganini y Bach se mezclaron con las palmas y la improvisación flamencas, de la misma forma en que en sus lecturas acabaron juntándose Federico García Lorca, Juan Ramón Jiménez, Epícteto o Stefan Zweig. Humanista a contrarreloj, inquieto concertino de penacho ensortijado, compositor, director de orquesta y, según él, activista musical, en Pablo Martos se reúne un número indeterminado de sensibilidades, a la manera de un maestro de capilla que igual enseña latín como imparte lecciones de música.
—La fotografía que ilustra este reportaje es usted ante un lienzo de Durero. ¿Tiene Pablo Martos algo de renacentista?
—Ha sido puro azar, pero sí que es cierto que como violinista canónico me costó. Vivimos en un mundo de alta especialización, cada uno se ocupa de su campo y poco más. Hice un trabajo de búsqueda interior importante hasta descubrir que yo realmente soy así. Tengo curiosidad por muchas cosas y no puedo renunciar, aunque el mundo vaya de una forma, no puedo renunciar a quién soy y a cómo soy.
—Del Conservatorio de Granada a una peña flamenca o aquí al Thyssen. Es un personaje de una sensibilidad anárquica, ¿no?
—Por suerte tengo un trabajo que es imprescindible para mi cátedra de violín. Es decir, que esté activo y en conciertos. Porque lo que yo transmito a mis alumnos es mi experiencia. Si tengo determinada dificultad al interpretar a Mozart o Beethoven, lo primero que hago al llegar a Granada es contarles esto a mis alumnos. Me gusta la idea del Kapellmeister, el maestro de capilla, porque ellos también impartían lecciones. Se puede enseñar desde la práctica. Creo que esa parte de aprendiz y de maestro es importante. Es posible aprender y enseñar desde las trincheras del trabajo o la calle, de estar creando en todo momento.
—¿Puede librarse la música de la reciente ola de cancelación?
— La música puede tener una función decisiva en eso, porque va directamente a nuestra esencia. Al fin y al cabo, los seres humanos compartimos cosas. Es algo bastante intercultural. Nos une por ese principio. La palabra puede tender a la confusión, pero la música va directa a las vísceras y al corazón.
—Compuso una banda sonora.
—Sí, para el largometraje Mía y moi. Partí de una formación canónica y ortodoxa del violín. Me especialice luego en violín barroco, con la idea de entender la figura del maestro de capilla a la manera de Bach en el siglo XVIII. Y dentro de todo ese proceso también me interesó la composición. Cuando me dediqué a ella, comencé a aplicar mis conocimientos como intérprete especializado y así elaboré mis primeras piezas.
—Había compuesto «Folías de España», pero… ¿cómo llegó al cine?
—Fue una propuesta de creación de música para una película de Borja de la Vega. Fue en pleno confinamiento. Era justo en aquel momento en el que los intérpretes padecimos el parón en los escenarios. Me vi en casa, sin viajes ni conciertos. Mis trabajos para Televisión Española eran conocidos, así que me plantearon ese proyecto. Me fui rápidamente a por los instrumentos. Antes que estar triste y desesperado por haber perdido la vida que pensaba que no iba a volver, decidí componer esta banda sonora, que luego nos dio bastantes alegrías.
—Está premiada, de hecho.
—Ciertamente, recibió un premio en un festival independiente.
—¿Cómo operan estas distintas sensibilidades en usted?
—Son distintas facetas que me complementan. Creo mucho en el concepto holístico. Pasé muchos años de mi vida trabajando el violín horas y horas y horas, y el momento en que empecé a interesarme más por la literatura o en el que di el paso para componer, encontré mi voz auténtica, así como mis propias interpretaciones de violín.
—La primera edición de Bibliophilarmonic la dedicó a Stefan Zweig. ¿Le gusta?
—Soy un neófito, pero lo que leo me gusta.
—¿Le gustaría poner música a un determinado autor? ¿O a una obra?
—Me apasiona la sequedad y la autenticidad de Lorca. Lo directo de Sor Juana. Me gusta la cercanía y la amistad con la que habla Cervantes.
—¿Ha escrito alguna vez?
—Soñé con ser poeta y escritor. Leí Cartas a un joven novelista, de Mario Vargas Llosa. Adoraba a Juan Ramón Jiménez. Entre los pecados de juventud, leí mucho a Baudelaire y Rimbaud. Me encantaba el simbolismo francés, pero, claro, era consciente de que era un desastre. Fui lo suficientemente honesto como para tirar todo lo que hice.
—¿Hay algún autor literario que combine con un compositor?
—Me interesa muchísimo confrontar la literatura española barroca con la música española y la literatura actual.
—¿Qué se escucharía en el Madrid del Siglo de Oro o del del XVIII?
—Sería interesante poner música al Madrid de Farinelli, al Madrid de Boccherini, al Madrid de García Fajer y a todos esos maravillosos autores que se trufaban con la corte, entonces inundada por músicos italianos. Madrid es un espacio de creación maravilloso. Todo se mezcla aquí.
—¿A qué parte del mundo pertenece Pablo Martos?
—Pues mi ambición hace que pertenezca a todas. Tengo mis orígenes, que provienen de Granada. Es el sitio desde el cual salgo y al que he de volver. Pero allá donde voy tengo amigos, creadores, un encuentro de arte que me acoge siempre. El mundo es demasiado maravilloso como para ceñirse a un lugar.
TITULO: Cachitos
de hierro y cromo - Estopa 25 años después de ‘La maqueta’: “Ahora hasta los de Pedralbes se visten de ‘canis’ ,. Martes - 5 - Noviembre ,.
El martes - 5 - Noviembre a las 22:30 horas por La 2, foto,.
Estopa 25 años después de ‘La maqueta’: “Ahora hasta los de Pedralbes se visten de ‘canis’ ,.
La banda de Cornellà celebra su cuarto de siglo con ‘Estopa. Una tarde tonta y caliente’, un documental que recoge su concierto en el Estadi Olímpic en julio,.
El dúo vuelve con «Estopía», el undécimo trabajo de su carrera, antes de iniciar una gira por grandes estadios
El dúo Estopa,.
Hace 25 años irrumpieron con un debut que volvía a poner de moda la rumba. José y David Muñoz, Estopa, siguen en la carretera con su undécimo disco, «Estopía», casi un diario de sus aventuras de extrarradio que se publica el próximo 23 de marzo. Este año, los Muñoz llenarán el Civitas Metropolitano, el Estadio de la Cartuja y el Olímpic de Montjuic. «Podríamos haberlo llenado tres veces, pero dijimos: ‘‘Que no, pesaos’’». Su gira española, que dura de mayo a octubre, pasa por Bilbao, Alicante, Murcia, Sevilla, Valencia, Madrid, Granada, Las Palmas, Barcelona, Gijón, Cádiz, Fuengirola, Almería, Girona, Albacete...
Cumplen 25 años de carrera, ¿qué les suscita eso?.
David: No grandes cosas. Estamos bien, nos encontramos bien. Y los 45 de ahora no son los de antes. Seguimos jugando a basket, seguimos leyendo cómics, jugando a la consola... yo de pequeño que ser adulto era una mierda porque no me gustaría hacer todo eso. Y no. O no me he hecho adulto mental todavía. Cuando cumpla 80 igual me parece una mierda el "Call of Duty 20".
José: Yo lo único que noto es que antes comía solo cuatro cosas, era de menú "Happy meal”, y ahora he abierto mi mente. Me gusta la verdura y el pescado.
En el disco hay síntomas de “peterpanismo” galopante. Canciones sobre tener resaca, por ejemplo.
J.: ahora dura más la resaca que la borrachera. Es el mayor cambio.
D.: salir de fiesta también te conserva joven. Al menos la mente. El cuerpo, igual, no.
¿Cuántos días a la semana van al bar?
D.: la pregunta es cuándo no vamos. Es que tengo colegas que están en el bar al lado de casa... y soy de liarme fácil. Hacemos mucha vida de barrio, de vecinos. Tenemos un club de boxeo que se llama “El club del KO” sin profesor ni nada. Es un sótano con cuatro cachivaches... y el lema es: "El entreno no ha acabado hasta que una birra te has tomado".
¿Y cuántas veces quedan a componer?
D.: Todos los día a primera hora. A la una (risas).
¿Cómo sería esa “Estopía”?
D.: es un lugar mítico. En realidad, la "Estopía" es Cornellá, lo tiene todo. Están todos los personajes de nuestras canciones, nuestra genética. Nuestra utopía es nuestro barrio, nuestra ciudad. La mítica Cornellá.
J.: Pero hay muchas Cornellás. Porque eso nos lo dicen en Vallecas, que pasa lo mismo que contamos nosotros. La gente trabajadora no tiene país.
Han compuesto su primera canción en catalán.
D.: Salió de manera natural. Nosotros pensamos en castellano y por eso escribimos en castellano, pero esta canción nace en el Barrio de Gracia, por donde pasé y vi la placa de donde pone que nació el Pescaílla. Y me pareció un melocotonazo. Le hice una foto y escribí la canción en catalán porque la placa estaba en catalán.
Que sea una rumba en catalán que no es el lenguaje “oficial” de la cultura catalanista tiene un significado...
D.:Pues... yo creo que la rumba es patrimonio y que cada vez están más por la labor de protegerla.
¿Ustedes se han sentido arropados por las instituciones?
D.: Ni arropados ni desarropados, pero sí hemos recibido cariño en todas partes. La Generalitat nos dio la Creu de Sant Jordi, que no sé para qué vale (risas). No sé cuánto tengo que estar contento por ello, pero la gente me llamaba para felicitarme. Ahora nos han dado la medalla al mérito en las Bellas Artes y tampoco sé lo que es.
J.: Nuestra madre se puso muy contenta. Pero no te da inmunidad diplomática...
Van a meter a 60.000 en el Wanda y 70.000 en Montjuic.
D.: Es demasiado lo que nos quiere la gente. No ha tocado allí ningún grupo español. Ha ido Springsteen, Rolling, Madonna...
J.: Cada vez que acabamos la gira nos entran ganas de dejarlo. Por eso hemos puesto un concierto por semana. Porque no te puedes poner malo, tienes que estar en buen estado de forma...
D.: cuando se agotaron tan rápido las entradas del estadio Olimpic y del Metropolitano, que fueron a la vez, el promotor nos dijo: "vamos a hacer otro. Podemos hacer tres”. Ellos saben, lo tienen calculado. Y nos dijo que tres de cada. Y yo le dije: “olvídate”. No quiero saber nada. Quiero vivir el concierto.
J.: había 100.000 personas en la lista de espera. Pero teníamos tanta incertidumbre antes de llenarlos, que me entró un tic en el ojo.
D.: Queremos terminar el concierto y hacer celebración con los colegas después, porque si celebras, al día siguiente no hay quien cante. Y mira, luego hacemos sitios enormes en Sevilla, Valencia... preferimos ir de gira por toda España. Vamos a todos lados. Yo prefiero eso. Y en todos sitios nos han dicho de hacer otra fecha. Que no, pesados.
Dani Martín va a hacer ocho WiZinks.
David. Me parece increíble. Nosotros no tenemos ese nivel de profesionalidad. No podría hacerlo, al tercero estaría cascado.
No tienen esa ambición ni pizca de avaricia.
David: No queremos ser los más ricos del cementerio.
TITULO: Locos por las motos - Jorge Prado, un gallego en la cima del motocross ,.
Jorge Prado, un gallego en la cima del motocross,.
Se espera que Prado haga oficial en breve su fichaje por Kawasaki, la marca por la que dejará a KTM después de tantos años,.
Jorge Prado ha alcanzado el punto más alto de su carrera deportiva con tan sólo 22 años: ser campeón mundial de la categoría reina del motocross (MXGP) y el primer español en conseguirlo. Un hito a la altura de un niño que desde los 3 años soñaba con montarse en una moto y que inició su gesta con ese deseo a los Reyes Magos para conseguir su primera moto de trial.
El joven piloto gallego sale de Maggiora con un título al que lleva aferrado desde la primera jornada, en el GP de Argentina, y que, tras varios problemas en las tres últimas carreras, ha terminado conquistando cerca de la base de su equipo, GasGas.
Se jugaba el título ante un Romain Febvre, que olía sangre después de llegar a Italia con sólo 68 puntos de diferencia por detrás de un Prado que había sufrido previamente en Turquía con un duro décimo puesto.
Prado gana la primera manga y se permite relajarse en la segunda
La espera ha terminado para el piloto español que finalizó primero en la primera manga, a lo que se juntó la retirada del francés por un problema técnico, lo que le hizo sumar la diferencia nencesaria para asegurar su triunfo matemático.
Prado no frenó ahí y en el comienzo de la segunda manga, ya luciendo la placa dorada de campeón, se llevó el 'holeshot' por delante de Febvre para liderar la carrera y buscar el doblete. Febvre, ya con el subcampeonato certificado, no soltó la rueda del español en toda la segunda manga y logró resarcirse llevándose el primer puesto.
Unos problemas técnicos del español le privaron de celebrar el título como campeón del GP de Italia, que fue para Seewer, pero celebró su título desde el segundo lugar del cajón con 83 puntos de ventaja en la general. Rubén Fernández se coló en el podio con un muy buen tercer puesto.
De Lugo a Lommel para seguir creciendo
Prado ya apuntaba maneras cuando en el año 2011, con sólo 10 años, logró el doblete Europeo Mundial de 65cc. Un hito que trajo sacrificios. Para que Jorge pudiera cumplir su sueño y correr al máximo nivel, se mudó junto a su familia a Lommel (Bélgica), una de las cunas del motocross.
La adaptación, los nuevos amigos, los idiomas... Los problemas que le surgieron al campeón no le frenaron para continuar su sueño, pese a las lesiones que le lastraron durante sus años en 85cc. La historia cambió en la categoría de 125cc, donde en su primer año, Prado pudo devolverle el favor a su familia logrando el Campeonato de Europa.
Éxtasis en MX2 con dos mundiales
Prado siguió subiendo marchas en su carrera deportida llegando a MX2, la "Segunda División" del motocross, donde en 2016 hizo su debut, plantando cara al campeón, Jeffrey Helings, en la segunda manga de la antepenúltima carrera. Un anticipo de lo que el gallego era capaz de hacer y que en 2018 tuvo su premio.
Tras mudarse con su familia a Roma y dejar los estudios para dedicarse 100% al motocross, Jorge Prado saboréo las mieles del éxito alzándose campeón de la categoría con una placa roja que lo soltó desde mitad de temporada.
Un éxito que repitó al año siguiente, cuando en 2019 hizo historia no sólo por volver a coronarse campeón, sino por hacerlo con más de 200 puntos de ventaja sobre el segundo clasificado, Thomas Olsen.
Cambio de color para ser campeón
El reglamento obligó al piloto a debutar en la máxima categoría en 2020, MXGP. Unos inicios difíciles que le hicieron cambiar de equipo de KTM a GasGas, con los que Jorge se subió a 10 de 17 podios en la temporada. Con tan buenas sensaciones llegó el año 2023, año de darlo todo, año de ir a por todas, año de ser campeón.
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