TITULO: España a ras de cielo - María Castro Hernández - La guerra no beneficia a nadie, y menos a los pobres ,. - PLANETA CALLEJA -Domingo - 3 - Noviembre ,.
España a ras de cielo ,.
España a ras de cielo es un programa de televisión emitido por TVE y se estrenó el 17 de septiembre de 2013. Desde el primer programa, está presentado por Francis Lorenzo. Martes a las 22h30,.
El programa permite conocer lugar de España desconocidos y ya conocidos desde otro punto de vista., etc,.
PLANETA CALLEJA - DOMINGO - 3 - Noviembre,.
Planeta Calleja es un programa de televisión de España que se emite cada domingo a las 21:30, en Cuatro de Mediaset España,. Jesús Calleja enfrentará a rostros conocidos a vivir experiencias únicas e irrepetibles fuera de su contexto habitual y en los lugares más remotos y fascinantes ., etc.
María Castro Hernández - La guerra no beneficia a nadie, y menos a los pobres ,.
foto / María Castro Hernández ,.
Hay una marcada relación entre violencia y pobreza, por lo que la paz es una condición esencial para el desarrollo,.
Las mejores crónicas no se limitan solo al hecho central narrado. También abarcan al entorno que lo rodea. Es decir, a partir de lo fundamental el cronista nos describe todo un mundo, válido por sí mismo y también imprescindible para conocer las circunstancias que circundan al hecho central.
Partiendo de la ejecución de Rueda, María Castro abarca todo el horror que rodea a aquella muerte y ayuda a entender una guerra que arrasó España y cuyo eco aún resuena. El lector se adentra en el odio de los bandos y en cómo ese rencor se convirtió en muerte, antes incluso de la guerra. Ve cómo entraron en una espiral imparable de venganza, que culminó con miles de fusilamientos, incluso una vez terminada la guerra. La investigación, por lo tanto, posee valor por sí mismo pero también actúa como McGuffin, como el motor que impulsa una obra que posee un propósito mayor que el, por otro lado importantísimo, “quién lo hizo”.
Es tan fuerte la noticia supone un descenso directo a la brutalidad de la Guerra Civil, muy apropiado en nuestros tiempos, cuando se ha multiplicado, sea en Gaza, en Ucrania o en lugares hacia los que ni siquiera miramos. Es además un regreso al salvajismo de la guerra antigua, a aquellas contiendas que arrasaban con todo, sin ni siquiera plantearse la ética de sus actos y sin medios que ejercieran un mínimo control. Guerras que podían causar miles de muertos en una sola noche.
Castro muestra espacios de Madrid que recorremos con cotidianeidad. Pocos saben, por ejemplo, que la plaza de Comendadoras, en Malasaña, donde los jóvenes salen de juerga desde hace décadas, escondió una cárcel terrible. Es la misma ciudad asolada de Castillos de fuego, la última novela de Ignacio Martínez de Pisón. Los odios se encresparon incluso más en las ciudades pequeñas, como Zamora, donde los Rueda regentaban un comercio desde 1879 y donde, como ocurre en todas las guerras, lo personal se mezcló con lo político. Son todos ellos recuerdos dolorosos, pero integrarlos es la única manera de prevenir su repetición.
Vemos también cómo los prejuicios políticos anulan cualquier otro vínculo transversal. Contemplamos la muerte de hermanos, la confusión de los bandos, que tan bien muestra una obra tan distinta como Días de llamas, recién reeditada. Una Guerra Civil puede durar cien años: los contendientes siguen viviendo en el mismo país y compartiendo las mismas calles y el rencor pasa de generación en generación. Asistimos, en suma, a la muerte por la muerte, a la enorme arbitrariedad de la guerra. Es tan fuerte la noticia también analiza fenómenos como el quintacolumnismo o la existencia de células durmientes en las ciudades ocupadas, que despiertan cuando el asedio del enemigo comienza, reventando cualquier opción. También es interesante, y en cierto modo sorprendente, el orden del horror, cómo todo queda escrito y documentado, incluso los fusilamientos más arbitrarios, pese al aparente descontrol, lo que incluso lo hace más horrible.
Conocíamos la habilidad de María Castro con el relato breve. Aquí demuestra su facilidad para la crónica, no exenta de expresividad literaria. Su mayor mérito narrativo es combinar la recreación de un mundo, la multiplicidad de los personajes y de las tragedias, manteniendo el hilo, la guía de la investigación sobre la inocencia o culpabilidad de Vicente Rueda. La reproducción directa de documentación de la época le concede incluso mayor actualidad y verosimilitud.
El lector también contempla la dificultad de la autora para acceder a documentación, sea por ocultación o por simple burocracia, y no puede dejar de admirar su perseverancia, tan difícil, porque toda obra de este tipo implica que la autora no se ha dejado llevar por el abandono. Ha empleado cuatro años de investigación, entre periodística, humanística y policial, para armar un puzzle infinito. Además parte de lo complejo, porque la culpabilidad de Vicente Rueda era difícil de refutar. Sin embargo, ese es el auténtico papel de un periodista o un abogado: cuando alguien tiene todas las cartas para que le fusilen, como es el caso del protagonista, no implica que sea culpable. Uno es culpable o inocente de unos hechos concretos, no de su pasado.
Es tan fuerte la noticia también plantea la rapidez del olvido, que cualquiera con cierta edad ha podido comprobar. Todos los que superamos los 50 hemos conocido a abuelos que vivieron el conflicto y nos han hablado de fusilamientos y bombardeos. Algunos pensamos en grabar esos recuerdos, pero no lo hicimos y ahora nos arrepentimos. Cuando los últimos testigos se vayan todo adquirirá otra dimensión. Entonces nos encontraremos con que la eterna pregunta (¿Qué ocurrió?) será más difícil de responder.
Nos encontramos ante un libro importante porque es fundamental que los escritores sigan peleando por la verdad y se cuestionen lo establecido. Siempre hay que dudar y más cuando los hechos están envueltos en la confusión de la guerra que, incluso en nuestros tiempos de control absoluto, encubre la verdad. ¿Cuántos casos parecidos habrá? Miles, ¿millones en todo el mundo?,.
TITULO: Centenarios - László Krasznahorkai Premio Formentor ,.
László Krasznahorkai Premio Formentor ,.
«La estupidez humana es eterna, y la mentira contagiosa»,.
«La gente necesita falsos profetas que prometan un mundo mejor», dice el escritor húngaro, eterno candidato al Nobel y premio Formentor / «La literatura no es un tirita para curar las heridas de mundo»,.
Nunca quiso ser escritor. Fue minero, vaquero y vagabundo por Asia y Europa y América, pero hoy tiene muchas papeletas para ser Premio Nobel de Literatura. El húngaro László Krasznahorkai (Gyula, 70 años) es hoy un grande de las letras europeas. Sus densas y angustiantes novelas están llenas de apocalipsis y falsos profetas que nos cantan las mentiras que queremos oír. Tantos son, que «en mundo mandan hoy la estupidez, la ignorancia y a mentira, que es muy contagiosa».
No cree que el 'homo sapiens' haya mutado en 'homo stupidus', pero sí que «las masas se vuelven estúpidas, brutas e ignorantes por su impotencia y su incapacidad de actuar. «La verdad se ha perdido, la ignorancia es una plaga y hace que estemos orgullosos de la estupidez masiva que nos rodea es eterna», dice. También lamenta la persistencia de la maldad. «El mundo lleva mucho tiempo siendo como es, no se ha convertido en malo ahora, pero la maldad no es ni pequeña ni grande: da igual que se trate de un solo nazi que viaja en un tranvía abarrotado o la inconmensurable maldad de Putin», plantea.
En tanto los académicos suecos deshojan la margarita, Krasznahorkai recogía este viernes en Marrakech el prestigioso premio Formentor, que él querría compartir «con el príncipe Miskhin, con Joseph K. o con Don Quijote». «Ya no traigo mi arma a las entrevistas», dice risueño, mirando fijamente con unos intensos ojos azules y con su nívea melena protegida del intenso sol marraquechí con un sombrero panamá. Esquivo y refractario a la vida pública y al bullicio editorial, el autor a quien se compara con Kafka, Thomas Bernhard, o Bulgákov, desdice su fama de ogro derrochando simpatía.
Para la francesa Annie Ernaux el Formentor fue la antesala del Nobel, algo que a Krasznahorkai no le quita el sueño. «Mi amigo Thomas Pynchon, de quien aprendí a disfrutar de la pizza, sí que se lo merece. Si me lo dieran, se lo llevaría a él a Nueva York», dice tirando de modestia el escritor al que Susan Sontag y W. G. Sebald situaron en el mapa.
Las profundas y originales novelas de Krasznahorkai se han traducido a más de 40 idiomas. 'Melancolía de la resistencia' (2001) fue la primera en español. En la última 'El barón Wenckheim vuelve a casa' (Acantilado) pone a prueba al lector, con lo que su editor británico llama «flujo de lava narrativa», en el que imperan la melodía y el ritmo de unas frases interminables y densas. El punto es una rareza en sus textos. «No lo odio, pero me niego a que cuando muera se diga que es mi punto final», bromea.
Su barón regresa a su pueblo tras muchos años ausente en busca de su amor adolescente y se topó con una Hungría dominada por inefables políticos y periodistas. «Los políticos son los seres más dañinos que hay» dice. Cree que Hungría «no tiene arreglo». «No es un país, es un gran centro psiquiátrico del que se han marcado los médicos y donde los enfermos juegan a médicos», afirma.
Krasznahorkai estudió Derecho, Lengua y Literatura. Partió peras con su adinerada familia y recorrió en autoestop la Hungría comunista que abandonó en 1987 para viajar con una beca a Berlín. En los noventa pasó largos períodos en Mongolia y China y Japón buscándose la vida en mil oficios. De vuelta a la Hungría que dejaba la pesadilla comunista, se topó con otra, la del capitalismo salvaje.
Beat
Mientras escribía la novela 'Guerra y guerra' (1999), vivió en el apartamento de Allen Ginsberg del East Village de Manhattan, codeándose con Lawrence Ferlinghetti, Gregory Corso o los músicos David Byrne y Philip Glass. Tras algunos años como editor, se convirtió en escritor. Ahora vive recluido y sin contacto casi con el mudo exterior entre Viena, Trieste y las colinas de Szentlászló. «Me he paso la vida yéndome de los sitios», ironiza
Sus personajes suelen ser fracasados que se mueven entre la esperanza y el desencanto, los apocalipsis y los prestidigitadores que hoy copan la política. «La gente no necesita la verdad, no necesita profetas de la verdad, y sí falsos profetas les mientan y les prometan un mundo mejor, y hoy tenemos un buen repertorio» dice aludiendo a Putin Trump y Orban.
A Krasznahorkai, como a Terencio, nada humano le es ajeno. Le interesan sus congéneres las plantas, los animales, y en especial la belleza. Pero cree que la literatura no arregla el mundo. «No es una tirita para curar las heridas de mundo», dice. «Tampoco hay arreglo para el drama de la inmigración. Políticas migratorias como las de Orban o Meloni solo pueden hacerse si se considera a los emigrantes una catástrofe natural en lugar de personas.
Su primera novela 'Tango satánico', la más conocida, reveló su singular talento narrativo y fue llevada al cine por su amigo el cineasta Béla Tarr como 'Melancolía de la resistencia'. También están traducidas al castellano 'Al Norte la montaña, al Sur el lago, al Oeste el camino, al Este el río', 'Ha llegado Isaías', 'Seiobo descendió a la Tierra', 'Relaciones misericordiosas' y 'El último lobo', en la que habla de Exremadura.
«Todos mis libros son en realidad un fiasco. No son obras literarias que hayan salido bien. No son perfectas, y para mí algo no es perfecto si es peor que 'La Odisea' de Homero. El destino del escritor es el fracaso», concluye el escritor cuya patria es «la lengua húngara».
TITULO: Tramoyista - Vida de regreso,.
Vida de regreso,.
foto / En marzo de 2020 llevaba tres años y medio publicando en la revista cultural Zenda una columna semanal desprovista de cualquier adscripción temática ni más normas de las que yo mismo quisiera imponerme. Por lo general, procuraba desarrollar en aquella sección cuestiones que se relacionaran, aunque fuera sólo vagamente, con la actualidad literaria del momento, siempre desde la perspectiva de quien escribe a sabiendas de que aquello que teclea en el ordenador será leído por otros: es decir, asumiendo los postulados periodísticos que aconsejan una cierta amenidad y un vínculo más o menos evidente con la realidad circundante. Es cierto que alguna que otra vez me permití circunloquios que atañían a querencias exclusivamente privadas que hasta habrían podido tildarse de excentricidades —merodeos a propósito de la poesía mística o de la literatura medieval, por poner dos ejemplos que ahora mismo me vienen a la mente— y que en varias ocasiones aproveché aquel rincón para perfilar crónicas viajeras —la mayoría, si no todas, recopiladas en el volumen Siempre de paso (Pez de Plata, 2021)—, pero en todo caso fueron excepciones a una manera de proceder que se mantuvo relativamente firme a lo largo de todo un cuatrienio.
Esa determinación comenzó a flaquear cuando, como consecuencia de la pandemia coronavírica, las autoridades competentes decretaron aquel confinamiento domiciliario que nos mantuvo encerrados entre las paredes de nuestras casas durante cerca de tres meses. El espectáculo inesperado e inverosímil de la vida interrumpida hizo que cualquier cuestión ajena a la crisis sanitaria —no en lo que se refiere únicamente a la coyuntura que se generó de un día para otro, sino también en lo que atañe al modo en que afectó a las circunstancias íntimas y personales de cada cual— resultara ociosa o prescindible, si no directamente frívola y hasta grosera en función de cada caso. En esa tesitura, la obligación —y escribo el término en cursivas porque fui yo, insisto, el único que me la impuse— de entregar un artículo cada semana comenzó a adquirir un sesgo contradictorio: por una parte, muchas veces me resultaba complicado detenerme a pensar, en una situación como aquélla, en un tema capaz de suscitar al menos un leve interés entre los hipotéticos lectores de mis columnas, dado que lo único que nos interesaba a todos era saber cuándo y de qué forma podríamos salir del caos en el que nos hallábamos; por otra, ese compromiso me obligaba a abstraerme durante unas horas y abría la puerta a una evasión que consumaba sólo a medias: al revisar los artículos que publiqué en aquellos meses, compruebo que unos cuantos se referían de manera directa a la pandemia y a lo que podría esperarse de ella, a las debilidades que evidenciaba y al equilibrio precario en el que comenzaba a sostenerse nuestro porvenir. Con todo, a medida que avanzaron los meses y se alcanzó aquel estado que se llamó «nueva normalidad» y que era en realidad una anormalidad institucionalizada y asumida de modo general, continué sintiendo que aquella sección que llevaba mi firma dejaba de tener sentido, o más bien era yo quien experimentaba cada vez más dificultades para encontrárselo.
También comencé a extrañar determinados hitos de la cotidianidad a los que nunca había prestado demasiada atención y que se comenzaron a revelar fundamentales en aquellas semanas en las que se abolieron nuestras rutinas. Hubo casos abundantes de escritores que redactaron diarios pandémicos —algunos, muy notables— en los que daban cuenta de su estupor, y también de las tareas o las lecturas con que entretenían aquellas horas pobladas de vacío, o diseccionaban los sentimientos contradictorios que les inspiraba el hecho de saberse a merced de un enemigo que era invisible y del que ni siquiera sabíamos bien cómo defendernos. Creo que los movía la vocación de dejar una constancia personal de la excepción, el propósito de consignar que durante un periodo de tiempo que no fue muy largo visto en perspectiva, pero que se nos hizo eterno mientras duraba, lo que una vez fue normal dejó de serlo y vimos cómo se nos escurrían entre los dedos muchas de las cosas que habitualmente damos por consabidas. Pensé entonces que quizá tuviera sentido conceder a éstas el espacio del que carecen habitualmente y convertir mi rincón en Zenda en una especie de cuaderno donde semana tras semana fuese dando cuenta de aquello que sucede en los márgenes que van quedando alrededor del trabajo, de la escritura, de la vida.
Así nacieron, a la vuelta de aquel verano, las Notas al margen que he venido publicando desde entonces, semana a semana y sin interrumpirlas más que durante el mes de agosto, por aquello de regalarme a mí mismo un pequeño descanso y concedérselo a quienes tienen la generosidad y la paciencia de seguirlas. Este libro recoge las comprendidas entre aquel mes de septiembre de 2020 en que decidí echarlas a andar y diciembre de 2021. Aparecen tal cual vieron la luz por vez primera, aunque he querido despojarlas de los titulillos que les pongo por mantener una suerte de fidelidad a su apariencia periodística y reunirlas en este libro con un aspecto más acorde con lo que realmente son: anotaciones en el margen de los días. Al revisarlas ahora con un vistazo muy general, me he percatado de su heterogeneidad: se entremezclan en ellas breves apuntes de lectura, impresiones viajeras, glosas de recuerdos y conversaciones, reflexiones o preguntas acerca de temas que estaban de actualidad en aquel momento y que en algunos casos han quedado ya olvidados. Su compilación presenta, no obstante, una extraña coherencia en lo que atañe a sus extremos: este libro comienza con un maestro que obtiene su primer destino en el Pirineo aragonés y concluye con la defenestración y el resarcimiento póstumos de un poeta. Entre una y otra anotación no media más, ni menos, que el transcurrir del tiempo.
TITULO : Aquí la tierra - Esta es la programación de la edición 43 del Vegas Bajas ,.
Esta es la programación de la edición 43 del Vegas Bajas ,.
Este festival nacional de teatro se celebra del 4 al 27 de octubre,.
foto / La 43 edición del Festival Nacional de Teatro Vegas Bajas arrancará el viernes, 4 de octubre, con la representación de 'Una semana nada más', de Soñando Producciones (Madrid). Todas las obras comenzarán a las 21.30, excepto la del día 27, que se iniciará a las 20.30.
Este es el resto de la programación:
5 octubre | 'Turistas' | Meridional Producciones | Madrid
6 octubre | 'Cómo me convertí en árbol' | Producciones Glauka – Coproducción Festival Nacional de Teatro Vegas Bajas | Puebla de la Calzada
10 octubre | 'Maquiavelo' | Proyecto Cultura | Mérida (Campaña escolar)
11 octubre | 'Enigma Shakespeare' | Teatro de Poniente | Salamanca,.
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