TITULO: Metrópolis - IMAGINANDO USERA ,.
El lunes -3- Mayo , los lunes a partir de las 00:30, en La2, foto,.
Metrópolis - IMAGINANDO USERA,.
En los últimos años, la emergencia climática se ha hecho cada vez más evidente. El Instituto mutante de Narrativas ambientales IMNA, creado en 2018 en Matadero Madrid, pretende explorar y dar respuesta a los actuales retos medioambientales desde diferentes disciplinas, en busca de un cambio de paradigma. En este contexto, la ciencia ficción se presenta como un terreno fértil en el que imaginar otras realidades posibles a través de nuevas narrativas que impulsen esa transformación social. En este programa recorremos el proyecto IMAGINANDO USERA , de la arquitecta Andrea Molina, fruto de la Residencia Arte y Periodismo del IMNA, que profundiza en el uso de esas narraciones como herramientas para diseñar futuras situaciones urbanas en un contexto de transición ecológica y poder alcanzar así una nueva forma de coexistencia con la naturaleza.
TITULO: DIAS DE TOROS - Mi padre, los toros y el Papa,.
Mi padre, los toros y el Papa,.
foto / Perdí a mi padre cuando acababa de cumplir nueve años. Mis recuerdos son vagos; su voz desapareció. La capa que llevaba asiduamente, su porte, los tengo más presentes. Sin embargo, las escasas imágenes que conservo de él están relacionadas con el toro. Había sido belmontista y se prendería de Manolete. Notario, en su oficina en Huéscar comentaba hazañas del monstruo cordobés con Pepe el primer oficial escuchando respetuoso, mientras que yo, futbolero, peloteaba con el mecanógrafo Fermín.
Fermín, ¿sevillista?, piropeaba a la delantera 'Stuka', López, Pepillo, Campanal... que yo coleccionaba en cromos. Aunque me hubiera gustado parecerme a Campanal mis ídolos eran Zarra y sus leones.
El fútbol resultaba extraño para mi progenitor que paladeaba los toros. La primera foto que conservo de él es en la desvencijada plaza de Huéscar. Debe ser en Feria, mi padre con sombrero, trajeado con chaleco donde despuntaba la estilográfica, mi madre, requetepeinada, mi hermano y yo endomingados. Estamos en primera fila, antes del paseillo. En el primer toro, para mi sorpresa, el novillero se aproximó a nuestro tendido, con la respiración entrecortada y un poco desencajado porque el novillo lo acababa de voltear aparatosamente, farfulló tímidamente un brindis dirigido a mi padre que no entendí. Mientras el chaval bregaba sin jindama con el corniveleto noté que mi padre metía algo (¿un billete de 100, de 500 pesetas?, ¿cuánto sería eso en 1947?) en el forrillo deshilachado de la montera que mi madre acunaba en su falda. Le pregunté qué estaba haciendo mi progenitor. La respuesta fue concisa: «Nene, cállate ahora. Luego, luego...».
Nunca me enteré del importe del billete ni tampoco de la relación de mi padre con el diestro, tal vez lo del notario aficionado imponía a un mocico que empezaba a jugarse la vida en la ruleta de la dura España de los cuarenta.
Posteriormente mi madre me diría que aquello le serviría para «mercarse» un traje (¿de luces?, ¿de domingo?...), que un torero debía ir elegante sin alharacas.
Me entró el misterio del ruedo. Mi padre lo alimentaba. Aficionado a la historia, me chafardeaba sobre los reyes godos, gustaba del tema, distinguiendo los avatares de Recaredo de los de Wamba o Witiza. Ahora, se adentraba en detalles de Pedro Romero que me deslumbraban, había matado 5.500 toros y nunca, en treinta años de matador, había pisado una enfermería, si lo decía mi padre, notario, debía ser verdad; de 'Illo' que había inventado la suerte «de frente por detrás», del arte y la gracia de los chascarrillos del Guerra -al que debía conocer porque un señor de Huéscar era su yerno, su nieto era de mi peña- y de la hondura del pasmo de Triana.
Ahí se despertó mi interés y mi afición. Ya en el No-Do me sabían a poco los goles de Zarra y las raudas faenas de Manolete o Arruza. Quería más.
Agosto del 47 arroja otra instantánea impactante de mi padre. Veraneábamos en Alicante y mientras desayunábamos bajó a comprar la prensa. Volvió pronto. Tenía el ABC abierto y repetía horrorizado: «No puede ser...». Podía, lamentablemente. 'Islero' había matado a Manolete en Linares, lo inconcebible había ocurrido. Mi padre devoraba lo de los doctores Jiménez Guinea y Tamames, que el Miura lo cogió en el quinto... mientras precipitadamente musitaba, mi madre asentía con los ojos humedecidos, que iba a verlo ese otoño, en Zaragoza o Granada y que un disgusto de su vida era no haber viajado a Alicante para la corrida de 1943 en que Manolete cortó cuatro orejas, dos rabos, no sé si una pata, a los morlacos 'Afligido' y otro.
Absorbí entonces la palabras afligido, vena safena, manoletina espeluznante, quirófano... Esa tarde, en un café de la Explanada, mi padre y otro veraneante ponderaban si se habría salvado si la cogida hubiera sido en Madrid o Barcelona, si se había confesado, si su novia -Lupe Sino, aprendí el nombre- lo vio al final o no. Cogí el periódico en la siesta y esperé ávido el No-Do la semana siguiente.
Más tarde recordaría a mi padre en el Vaticano. Un novillero, Víctor M. Blázquez, apoderado por mi paisano Parra, me brindó un toro en Las Ventas, me pregunté si mi padre estaría tan orgulloso de eso como de que fuera Subsecretario; me sorprendió el gesto y no era cuestión de mandarle un sobre con 5.000 pesetas. Por mi cargo sabía que iría a Roma en la canonización de Fray Junípero Serra en la delegación que presidió Pons (más conocedor de la grandeza del fraile mallorquín que algún descerebrado paisano suyo). Compré una medalla de la Virgen de la Paloma.
Concluido el acto, Juan Pablo II departió en la sacristía con nosotros. Pregunté al Embajador cuándo sería adecuado pedir al papa que bendijera mi medalla. Mi compañero se aterró, «por favor no me rompas el protocolo, no procede». Lo oí educadamente sin asentir. Yo ya había estado con Oreja en la delegación que se había cargado el concordato de la época de Franco, había ido con Calvo Sotelo y Pérez Llorca a recibir al pontífice en el norte y era consciente de que el Papa, humano, sencillo, no era protocolario. Cuando llegó a mi altura y Pons me presentó le dije en francés que el dominaba: «Santidad, ¿podría bendecir la medalla? Es para un torero». «Comment?», preguntó. «C'est pour un torero», reiteré. Sonrió comprensivamente y dijo: «Ah, oui... Il en a besoin». («Sí, lo necesita»). Nunca olvidaré la cara del Papa e intuí que mi padre, embutido en su capa, habría aplaudido. A los dos.
TITULO:
Retratos con alma - Un último esfuerzo ,.
La periodista Isabel Gemio regresa a la televisión para presentar 'Retratos con alma', el nuevo programa producido por RTVE en colaboración,.
Lunes-3- Mayo a las 22:40 horas en La 1 / foto.
Un último esfuerzo,.
La responsabilidad ciudadana es clave para vencer al virus ahora que las vacunas permiten atisbar un pronto regreso a la normalidad,.
La cuarta ola de la pandemia se está dejando sentir de forma muy desigual en España, con comunidades autónomas muy por encima de la media nacional de incidencia acumulada a 14 días, sin que las nuevas restricciones haya impedido un fuerte aumento de contagio, y otras en riesgo bajo, con el virus bajo control. Confiados en que se haya alcanzado o esté a punto de alcanzarse el pico de esta nueva embestida y con la esperanza de que la vacuna ponga fin a la pesadilla, la eficacia en la lucha contra la covid no depende en exclusiva del acierto de las medidas aprobadas en cada momento, sino sobre todo de una disciplinada respuesta de la población en el cumplimiento de las acciones preventivas en vigor. El control en este sentido por parte de las instituciones es susceptible de mejora, aunque nunca podrá llegar al extremo de colocar un policía en cada calle o vivienda, por lo que la responsabilidad individual y colectiva resulta primordial.
Después de más de trece meses de limitaciones, el hartazgo de la ciudadanía es fácil de entender. Pero no puede servir de coartada para bajar la guardia. Máxime cuando la experiencia demuestra que relajar la tensión, comportarse a ratos como si el virus no existiera, equivale a concederle vía libre para que se propague, poner en riesgo la salud propia y la de cuantos nos rodean, y retrasar el final de una emergencia sanitaria sin precedentes en un siglo. Nada más peligroso que resignarse a contemplar como inevitables las muertes y las infecciones que todavía causa. No lo son: evitarlas está en nuestra manos.
La irrupción de las vacunas permite atisbar por fin una salida a la crisis. Acelerarla al máximo es una obligación compartida por los poderes públicos y el conjunto de la sociedad. Ese objetivo prioritario obliga a agilizar cuanto sea posible el proceso de inmunización, que compromete el prestigio y la confianza en las administraciones. Pero también a realizar un último esfuerzo ciudadano en la erradicación de la pandemia mediante el escrupuloso respeto de las disposiciones establecidas. Un esfuerzo que ayudará a salvar vidas y, además, se verá recompensado con un próximo restablecimiento de una normalidad parecida a la previa a la pandemia. Un esfuerzo que debe vincular a todos porque basta la irresponsabilidad de una ínfima minoría para arruinarlo.
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