TITULO: Órbita Laika - Ciencia - La loca ciencia que quiere enfriar de golpe el clima ,.
Lunes - 8 - Enero a las 22:30 en La 2 / foto,.
La loca ciencia que quiere enfriar de golpe el clima,.
Los geoingenieros quieren usar la tecnología para bajar la temperatura del planeta,.
Los geoingenieros quieren usar la tecnología para bajar la temperatura del planeta.
El clima nos asusta. Miramos el termómetro que no deja de superar récords de calor y se nos antoja que el cambio climático es una desgracia sin remedio. Y puede que tengamos razón. Uno de los objetos de debate más vivos, de los temas de investigación más fértil, de los dominios políticos más febriles es el calentamiento global y, más en concreto, el intento de detenerlo.
Que el clima cambie nos parece malo. Nos parece un desastre. Nos parece inaceptable.
Hoy, sin embargo, algunos visionarios de una nueva ciencia conocida como geoingeniería están realmente preocupados precisamente por lo contrario: por que el clima no cambie. Son hombres y mujeres valientes (hay quien dice que inconscientes) que creen que la ciencia y la tecnología están aquí para ayudarnos a modificar el curso natural de las cosas. Si la atmósfera se calienta por efecto de la acción del hombre, ¿por qué no aprovechamos también la acción del hombre para enfriarla? Si la tecnología ha propiciado una inaceptable emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera, ¿por qué no usamos la tecnología para compensar las consecuencias de esa emisión?
La ciencia novísima que se encarga de hacer estos planteamientos se llama geoingeniería, y no puede decirse que tenga muy buena fama. Se basa en la idea de que el ser humano puede usar rudimentos tecnológicos para modificar el ambiente a su criterio. No se trata de aceptar que el progreso pueda tener como efecto secundario la modificación del hábitat en el que vivimos. Se trata de modificarlo a conciencia. Se trata de provocar, por ejemplo, un cambio climático intencionado.
Imaginen: provocar lluvias sobre una zona azotada por la sequía, evitar que llueva en un lugar donde están a punto de desbordarse los ríos, hacer que desciendan un par de grados las sobrecalentadas temperaturas de la atmósfera. ¿Hay algo de malo en desear esto?
Pues, en realidad, la idea (que ya cuenta con un buen puñado de proyectos en marcha) repugna incluso a los más fervientes defensores del progreso científico. Existen muchas razones políticas, científicas y éticas para no embarcarse en esta aventura de jugar a ser dios con el clima. Pero ya hay un buen número de científicos que se han embarcado.
Stephen Salter, geoingeniero de la Universidad de Edimburgo, está liderando uno de los proyectos más sonados en el mundo de la geoingeniería. Su idea es, en apariencia, simple como el mecanismo de un chupete. Se trata de lanzar a la troposfera gránulos de vapor de agua con alta concentración de sal. Unas grandes chimeneas a bordo de buques transatlánticos harían la función de aspersores de estas gotas de agua y sal vaporizadas. Cuando alcancen la troposfera, estos gránulos formarán parte de las nubes. En primer lugar, aumentarán el grado de refracción de los gases atmosféricos, es decir, harán que disminuya la cantidad de radiación solar llegada a la superficie de la Tierra. Además, estas gotas más densas servirán como núcleos de condensación de los gases de las nubes y favorecerán la formación de lluvias.
No es este el único proyecto visionario que pretende enfriar el clima de manera artificial. Un laboratorio de geoingenieros de la Universidad de Harvard pretende lanzar en 2018 desde el desierto de Tucson, Arizona, globos aerostáticos cargados de sustancias químicas. Las aeronaves ascenderán a 20 kilómetros de altura y lanzarán entonces aerosoles con agua helada llena de carbonato cálcico y dióxido de azufre. Esas sustancias dispersarán la radiación solar, como una especie de parasol acoplado a la atmósfera y pretende servir para enfriar el planeta. El proyecto se llama Scopex, y es el primer ensayo real de lo que se llama siembra de nubes, un trabajo de geoingeniería pensado para provocar un enfriamiento global que compense el calentamiento global.
La idea no es precisamente nueva. Paul Crutzen mereció el premio Nobel de Química en 1995 por sus investigaciones sobre la influencia del ozono en el equilibrio de la atmósfera. De hecho, es uno de los científicos que más ha contribuido en la defensa del medio ambiente gracias a su explicación del modo en el que las moléculas de clorofluorocarbono (CFC) inciden en el adelgazamiento de la capa de ozono. Su propuesta científica tiene una premisa clara: Si el ser humano ha sido capaz de cambiar el clima a peor con su actividad industrial, ¿cómo no va a a ser capaz de volver a modificarlo para bien? Crutzen trabaja en mecanismos que inyecten masivamente azufre en la atmósfera para provocar el efecto propio de la erupción de un volcán. Antaño, cada vez que un gran volcán como el Pinatubo o el Krakatoa explotó, se experimentó un repentino enfriamiento del clima.
Es cierto que invocar acciones de este tipo conlleva sus riesgos. Es como liberar de golpe a todos los demiurgos de la ciencia. Hasta ahora el hombre se las ha apañado para modificar el curso natural de las cosas a pequeña escala. Cambiar el orden genético de un embrión para que no padezca una enfermedad, modificar el curso de un río, recuperar de la extinción a una especie animal... Pero ahora, la geoingeniería propone algo más radical: una intervención a escala global, cambiar el clima a posta.
Los defensores de esta idea creen que tarde o temprano la humanidad se verá obligada a abrazarla. Si las temperaturas no dejan de subir y los gobiernos no terminan de ponerse de acuerdo para evitarlo (y esto segundo no parece que vaya a ocurrir jamás) sólo quedan dos alternativas: adaptarnos al un nuevo mundo cada vez más caliente (dejando algunos inadaptados por el camino) o cambiar artificialmente el orden de las cosas.
Globos que insuflan azufre a gran escala, estructuras flotantes de superficie pulida que reflejan los rayos del sol, modificar la órbita de un asteroide para que choque contra la atmósfera y genere una polvareda que sirva de sombra, pintar de blanco todos los tejados del planeta para que devuelvan más radiación caliente a la atmósfera de la que absorben...
Parecen locuras de ciencia ficción, pero son propuestas muy serias que ya están en los despachos de muchas universidades.
La geoingeniería es como jugar ser dios con el clima. Es incierta. Es peligrosa... pero está a la vuelta de la esquina.
TITULO: Generaciones - Urtasun, el partisano,.
Urtasun, el partisano,.
foto / Urtasun celebra en rueda de prensa la presencia de Sumar en el Gobierno,.
Dentro del nuevo Gobierno de España, Pedro Sánchez nombró a cinco ministros de Sumar. El Partido de Yolanda Díaz, que hace coalición con el PSOE en el Ejecutivo, se presentó en esta legislatura con la vicepresidenta y otras cuatro carteras: Sira Rego, Mónica García, Óscar Puente y Ernest Urtasun, este último nombrado como ministro de Cultura. Con menos de un mes en el cargo, las redes sociales no le han perdonado su primer error, cuestionando su puesto.
"¿Este es el ministro de Cultura de España?", decían muchos de los usuarios que le criticaron por el error que cometió. Y esto se debe a un tweet que escribió en su cuenta de X -antes Twitter-, para conmemorar la muerte de Gloria Fuertes, una de las más grandes escritoras de la literatura española, en el veinticinco aniversario de su fallecimiento.
"Hoy hace veinticinco años que nos falta Gloria Fuertes. Medio lustro sin una poeta y cuentista libre, valiente y feminista que escribió algunas de las poesías e historias más increíbles de las que hemos podido disfrutar en este país", escribió este lunes, 27 de noviembre. Así, el error fue equiparar los veinticinco años con el término "medio lustro", puesto que un lustro hace referencia a cinco años, y un siglo -si quizás quiso poner "medio siglo- a cien años.
Tras darse cuenta de su error, varios minutos después de haberlo publicado y ser criticado por muchos de los usuarios que vieron la publicación, Urtasun borró su mensaje y volvió a escribirlo, cambiando el término "medio lustro" por "un cuarto de siglo", la cual haría su publicación correcta. Pero este no fue el único error que le recordaron, puesto que utilizó la palabra "poeta" para referirse a una mujer, y es que el término correcto sería "poetisa", algo que, no obstante, no corrigió.
TITULO: Todo Caballo - Una emocionada elegía al caballo,.
Una emocionada elegía al caballo,.
foto / Una emocionada elegía al caballo,.
Un día se reconocerá que el acontecimiento más importante del siglo XX no fue el ascenso del proletariado, sino la desaparición de la agricultura». «Los campesinos casi han desaparecido y con ellos, los animales». «Los caballos fueron los primeros en irse a finales de los años cincuenta. Se habían vuelto inútiles y desaparecieron para siempre», escribe el historiador Jean Clair, citado por Ulrich Raulff, en su obra «Adiós al caballo». El autor, que vivió el último fulgor del citado animal, recuerda que a comienzos del siglo XX la humanidad se dedicaba básicamente a la agricultura mientras que hoy apenas el 1 o 2 por ciento de la población trabaja en el campo. En menos de un siglo se ha producido «una de las brechas históricas más profundas desde el Neolítico» y por ella se nos ha ido el caballo, nuestro compañero desde el Neolítico.
Aunque se haya fabulado con su domesticación mesolítica (hace unos 12.000 años), no ofrece vestigios de doma, monta y tiro hasta el neolítico medio/reciente. Al parecer, los primeros jinetes se curtieron en las estepas del Don, en Ucrania, –los antecesores de los cosacos– hace unos 6.000 años, y se introdujeron en Asia Menor y el Creciente Fértil hace 4.500. Aquellas migraciones de pequeñas masas humanas fundaron imperios míticos, como Hatti y Mitanni, que dominaron el Próximo Oriente hace 3.500 años gracias a sus equinos y a sus carros de guerra. De esa época datan los más antiguos tratados sobre el cuidado y la domesticación del animal y los restos de los ágiles carros de guerra que dominaron los campos de batalla de su época hasta que otros pueblos más numerosos, como egipcios o asirios, lograron asimilar sus conocimientos equinos y sus técnicas constructivas y los aniquilaron.
El caballo –escribe el autor– «devino en una máquina de guerra de primer orden, y su capacidad de devorar las distancias hizo posible un aumento exponencial del alcance de las comunicaciones. La aptitud para la domesticación y la cría, junto con la posibilidad de conducirlo, convirtió al veloz caballo en ''animal político'' y en el más importante compañero del homo sapiens».
Base del ejército
Hace siglo y medio había en el mundo muchos millones de caballos, base de las comunicaciones, del trabajo en el campo, en las minas y en los puertos, espina dorsal, a la sazón, de los ejércitos y compañero de esparcimientos: caza, equitación, doma, carreras... En Gran Bretaña se contaba uno por cada diez personas, en Estados Unidos, uno por cada cuatro, en Australia, uno por cada dos...
Pero la obra de Raulff no es una historia, sino la emocionada elegía dedicada a un compañero desaparecido tras seis mil años de convivencia, en la que recuerda trabajos, luchas, sufrimientos, aventuras, recreaciones artísticas, literarias, teatrales y cinematográficas. Es como si el autor hubiera cogido el álbum de su amigo el caballo y fuera desgranándole al oído las mil vivencias compartidas a lo largo del tiempo.
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