TITULO: Domingo -10, 17- Octubre - LIARLA PARDO - Arnaitz Fernández - Meteorólogo ,.
El domingo-10, 17 - Octubre - a las 18:00 por La Sexta, foto,.
Arnaitz Fernández - Meteorólogo,.
«Habría ligado más metiéndome a periodista deportivo»,.
«A veces me dan ganas de sacar un mapa de isobaras en el ascensor», bromea el joven navarro y miembro del equipo de 'El Tiempo' de TVE,.
Albert
Barniol le dice: «¡Come más!», Ana de Roque le trata como a un hijo...
Con 25 años, Arnaitz Fernández aterrizó en el equipo de 'El Tiempo' de
TVE para cubrir la baja de paternidad de Andrés Gómez. Y en ello está.
Ahora descansa en su Pamplona natal. Volverá en noviembre. De crío
soñaba con ser el hombre del tiempo, .
Acabamos los tres días de cuarentena en el hotel a tiempo para ir a la ceremonia de inauguración. Todos nos sentimos reconfortados, e incluso vagamente heroicos, por haber superado la prueba del encierro. Del mismo modo podríamos habernos sentido tontos o estafados porque allí nadie parecía estar controlando nada y la recepción a veces era una verbena de gente entrando y saliendo, pero nosotros somos gente de orden y además la inmovilidad extrema de los vigilantes nos daba un miedo como de película de kung fu.
Asistir a una ceremonia de apertura de los Juegos emociona. Tampoco nos vamos a poner ahora estupendos y despegados, como si en mi pueblo viviéramos algo así todos los días y uno ya estuviera acostumbrado a este tipo de exageraciones. De hecho, a medida que iba superando barreras y enseñando acreditaciones, sentía cómo poco a poco me iba convirtiendo en Paco Martínez Soria. Tuve incluso que reprimir el reflejo de quitarme la boina al entrar al estadio, tan monumental, tan apabullante, tan pluscuamperfecto. Luego me di cuenta de que estaba rodeado de periodistas con mucho mundo, de esos que hace mil años que no le hacen una entrevista a un concejal de basuras, y fingí una distancia irónica y cosmopolita, como si mi vida consistiera en un agotador ir de cumbre en cumbre y aquello fuese un mojoncillo más en mi camino.
Llegamos pronto y pillamos buen sitio. Veíamos el escenario mejor que el emperador, que al hombre lo tenían un poco esquinado y se le notaba el aburrimiento cada vez que lo enfocaban las cámaras. Se conoce que se acuesta pronto y aquellas no eran horas para él. Yo seguí toda la ceremonia atento y feliz..., hasta que se me puso un periodista indio al lado. No había sitio y llegó dos horas tarde, pero eso no le desanimó: apañó una silla, se me pegó bien cerca, descuajeringó un monitor que no le dejaba ver y se quitó la mascarilla para grabarse un videoselfi. Después ya no se la puso. El tipo sudaba con verdadero entusiasmo y el pañuelito de secarse lo dejaba cada vez más cerquita de mí. En este momento, mientras sonaba a todo trapo el 'Imagine' de Lennon, vi cómo la variante delta corría a mi encuentro alborozada e inexorable, torrencial, con sabor a especias y embriagadores aromas del Ganges. Finalmente, el colega recogió antes de tiempo y se fue pegándome un empujón.
Miedo me da el próximo análisis de saliva.
TITULO: ESPAÑOLES POR EL MUNDO - Del drama de Senegal a un futuro gigante en Badajoz,.
Del drama de Senegal a un futuro gigante en Badajoz,.
foto -
Una nueva vida. Tras una infancia muy dura en África, Assane y sus 2,18 metros luchan por su sueño de recuperar la visión y poder jugar en la NBA,.
Desde la distancia es evidente que lo más reseñable de él son sus 2,18 metros de altura, pero es la cercanía la que desvela su rasgo más significativo, un rostro que refleja los fantasmas de un pasado que prefiere no recordar, casi ignorar. Como si no hubiera sucedido. Puede que usted se haya topado con él en alguna calle de Badajoz, Siete años después, un equipo de Badajoz compite en liga EBA, el City of Badajoz Academy, que ayer perdió (77-90) frente al Cimbis. Por su parte, el Torta del Casar cayó ante el Ciudad de Huelva (79-49), etc,.
TITULO: Donde viajan dos - Millones,.
Para los ciudadanos españoles no eméritos, el paso de pesetas a euros trajo consigo, además del embrollo de los primeros días, un cambio más profundo que afectó a nuestro orden de magnitud económico. Los millones pasaron, para casi todos y de un día para otro, de ser algo razonable y concreto a una realidad que, por imposible de alcanzar, se tornó abstracta; es por eso que todavía, cuando hablamos de millones de euros, nos vienen dando igual ocho que ochenta. Por eso, a veces es importante comparar millonadas entre sí: sólo así podremos, aunque sea de manera relativa, hacernos a la idea de su verdadero alcance.
Por poner un ejemplo reciente, Pedro Sánchez anunció el pasado sábado la puesta en marcha de un plan de acción para la salud mental dotado con 100 millones de euros. Teniendo en cuenta el último informe al respecto de la Organización Mundial de la Salud, uno de cada cuatro españoles tiene o tendrá un problema psicológico a lo largo de su vida. La cuenta de la vieja para contextualizar esta cifra es sencilla: aproximadamente ocho euros y cincuenta céntimos al año para cada español afectado, menos de lo que cuesta el menú de Aitana en el McDonald's.
Por otro lado, hace pocos días se inauguró el último volumen de la Ciudad de la Cultura de Santiago de Compostela. Con él, el complejo firmado por Peter Eisenman pone fin a su construcción tras veinte años y 400 millones: cuatro veces más de lo presupuestado en un principio y también el cuádruple de la dotación del plan para reforzar la salud mental anunciado por el Gobierno; serían 150 euros por cada gallego, más de 4.000 por santiagués. Si estos números no son suficientes para explicitar el despropósito, prueben a pasarlo a pesetas.
TITULO : Escala
humana - Por qué necesitamos la fiesta ,. , Miercoles - 6, 13 - Octubre ,.
El Miercoles - 6, 13 - Octubre a las 21:00 por La 2, fotos,.
Por qué necesitamos la fiesta,.
La alegría colectiva, que nos falta desde hace año y medio, es muy importante de cara a nuestra salud mental y social: «La fiesta es un ejercicio insuperable para mantener en forma el músculo de la empatía»,.
En las últimas semanas, la actualidad informativa relacionada con la fiesta se está centrando en los botellones (o, como se suele decir ahora, macrobotellones), pero a la vez está sucediendo otro fenómeno que pasa bastante más desapercibido: con la progresiva vuelta a la normalidad, hay personas que están saliendo de fiesta por primera vez en más de año y medio y se están dando cuenta de hasta qué punto necesitaban recuperar esa experiencia. En estos tiempos difíciles nos hemos acostumbrado a contemplar la fiesta como algo perfectamente prescindible, cuya suspensión no afecta a la marcha correcta y productiva de nuestra sociedad, pero ahora muchos estamos descubriendo hasta qué punto esa falta ha ensombrecido nuestro ánimo, nos ha dejado sin válvula de escape para unas responsabilidades y unos agobios que se han vuelto especialmente inhumanos a lo largo de estos meses. Ha sido un periodo en el que hablar de estas cosas podía sonar imprudente o egoísta, pero, ahora que el porvenir inmediato parece aclararse por fin, quizá haya llegado el momento de plantearse por qué y cuánto necesitamos la fiesta.
«Es una cosa muy estudiada por la Sociología, la Antropología... La fiesta nos aporta una ruptura con la normalidad y el orden cotidiano donde uno puede experimentar sentimientos más fuertes y entregarse a actividades placenteras que no hace a diario, relacionadas con la música, con compartir tiempo con los amigos, con la posibilidad de conocer gente, con el movimiento físico... Tiene una dimensión muy corporal que pasa por el baile, por el oído o por el gusto. Nos permite romper con nuestro régimen relacional y corporal del día a día, que no nos permite expresar muchas de estas cosas», repasa la socióloga Amparo Lasén, profesora de la Universidad Complutense y miembro del grupo de investigación Sociología Ordinaria. La pandemia paralizó nuestra sociedad y, muy especialmente, acabó con eso que llaman efervescencia colectiva: ni se podía celebrar, ni estábamos para fiestas. «La idea de ambiente festivo implica mucha gente junta, una combinación de personas que conoces y personas que no, con contacto físico y baile, y eso no solo estaba prohibido sino que era peligroso. Pero la gente ha intentado reproducir la fiesta. En el confinamiento, utilizaban los ordenadores para conectarse a la hora del vermú, poner música, mandarse vídeos bailando... El otro día, en una investigación, alguien me contaba que bailaba en casa para marcar el paso al fin de semana y guardar así un recuerdo del componente festivo en su vida cotidiana. Esos ecos de la fiesta tenían el doble efecto de recordarnos lo lejos que estaba la celebración auténtica: no es lo mismo un Zoom que juntarse», puntualiza Lasén.
Tampoco parecía el momento para reflexionar sobre las secuelas que iba dejando la ausencia de fiesta en nuestra salud mental y emocional: ni verbenas, ni copas después del trabajo, ni música en vivo, ni festivales de verano, ni pistas de baile, quizá cuando más falta nos habrían hecho para recalibrarnos y evadirnos por unas horas de la angustia y el enclaustramiento. La editora y traductora María Serrano es una de las personas que llevan meses «dando la matraca» sobre todo lo que perdemos al abolir la cultura de la fiesta. De hecho, asegura que podría confeccionar «una lista interminable» de los beneficios que comporta para nuestro equilibrio mental y social: «Como celebración de alegría colectiva, la fiesta es un ejercicio insuperable para mantener en forma el músculo de la empatía, y esto redunda después en nuestra vida no festiva en general. La fiesta es el antídoto contra una cosa horrible que hace la cultura del neoliberalismo que es intentar convencernos de que todo el resto de seres humanos son una molestia insufrible y todo lo que hacen (sonidos humanos, ocupar el espacio público, tener costumbres distintas a las nuestras) es intolerable. La fiesta son las prácticas que te ponen en condiciones de vivir con todos esos humanos que no son tú y de diluirte con ellos en una experiencia de comunidad. También es una ruptura con la concepción disciplinada y productiva del tiempo que nos impone el hecho de que nuestra sociedad esté ordenada exclusivamente en torno al trabajo. La fiesta es la vindicación de un tiempo no productivo, una concepción del tiempo más natural, o metabólica. Las virtudes para nuestra salud mental en la sociedad de la ansiedad son innumerables», explica.
Malhechores y holgazanes
Serrano alerta además de que no hablamos de un mero paréntesis que ahora se cierra y ya está: en estos meses, muchas personas (y, en particular, muchos gobernantes) se han acostumbrado a entender la fiesta como un exceso reprochable, insolidario, negativo. La actitud de la administración hacia las salas de conciertos, los bares nocturnos o las discotecas ha parecido, en muchos casos, impregnada de ese desprecio a lo dionisiaco. «Yo estoy convencida de que este tiempo de prohibiciones y, sobre todo, de demonización de lo festivo nos han convertido en gente más crispada, con peor disposición hacia los demás y más prestos a acusarles de todos nuestros males. Somos un poco más policías de balcón que antes. Y creo que, si no hubiéramos dejado de compartir bailes, lo seríamos un poco menos», lamenta Serrano, además de contemplar con cierta inquietud la reactivación de la actividad: «Me preocupa la mentalidad estrechísima que se ha instalado como sentido común en torno a la vida nocturna, la cultura de la noche y los usos festivos del espacio público. Creo que esto no es nuevo, pero sí que estos años ha vencido un poco más aún la rancia idea de que el tiempo 'bueno' es el tiempo que sirve para trabajar y que todos los demás tiempos son malhechores, holgazanes o molestos. La fiesta es una práctica cultural, no un fenómeno natural; la hacemos entre todos, no llueve de algún sitio. Y, si vives en una cultura que convierte en costumbre gritar 'satanás' o 'irresponsables' cada vez que ve una escena de celebración colectiva, pues nos iremos quedando sin espacio para ellas. Si, por el contrario, damos valor y defendemos las bondades y la necesidad de esos espacios y tiempos de alegría, baile, encuentro y unión común, tendremos una cultura de la fiesta cada vez más sana y más rica. De nosotros depende».
Tal como apunta, esta hostilidad hacia la fiesta no tiene nada de nuevo. En el pasado, la fiesta era cosa seria, interrumpía por completo la actividad productiva y suponía –desde nuestro punto de vista– un derroche muy notable de tiempo y de recursos, tal como ocurre todavía en algunas sociedades tribales. El antropólogo Óscar Calavia relata, en su libro 'Basura', el estupor de conquistadores y misioneros ante los festejos y las «cogorzas heroicas» de varios días a las que se entregaban los pueblos indígenas americanos. Entre nosotros, la celebración colectiva se ha visto sometida a sucesivos recortes: cada época, desde el Imperio Romano hasta la Revolución Industrial, le asestaba el correspondiente tijeretazo. «En las sociedades premodernas, fiestas como los antiguos carnavales lo paraban todo y le daban la vuelta. En nuestra sociedad, la actividad económica y laboral no se puede permitir esas rupturas tan brutales, ni parece que reconozcamos tanto la necesidad de esa cosa comunal y excesiva, y además siempre suponen cierto problema de desorden público –reflexiona Amparo Lasén–. Es verdad que, a diferencia de otros países, aquí tenemos un reconocimiento social y cultural de la importancia de la fiesta, pero en el discurso más racional no se identifica tanto, parece que no hace falta ese exceso, que puedes ser siempre mesurado y seguir adelante con los placeres moderados. Aunque las fiestas no sean subversivas, siempre tienen el componente de recordarte que hay otra cosa que no es el trabajo y el orden racional».
Una juerga al mes pagada por la empresa: «Es trabajo»,.
Dani Sánchez-Crespo, director de la empresa de videojuegos Novarama, es una de esas personas que han comprobado, con cierta sorpresa, la tremenda falta que les hacía la fiesta. Después de casi dos años de teletrabajo, durante los que su compañía ha crecido y ha empezado a contratar gente de fuera de Barcelona, la semana pasada organizaron una quedada lúdica y, claro, presencial, porque esa parte del trabajo (la que más añoraba toda la plantilla) es la que más difícilmente se adapta al Zoom y demás herramientas telemáticas. Reservaron «un chiringuito», hicieron tests de antígenos a quien fuera necesario y, ¡por fin!, se juntaron.
¿Y? «Fue la leche», ha resumido Sánchez-Crespo en las redes. Allí se organizó una fiesta «de las de verdad, de decir 'te quiero, tío' a los colegas y volver a casa hecho unos zorros». El reencuentro evidenció el hueco que había quedado con la ausencia «del colegueo, los chistes, la tontería esa de que hablas de cualquier memez y te ríes» y dejó al director con una conclusión y una resolución: «Cuiden la parte humana –ha recomendado–. Yo no creía que necesitase tanto una juerga, hasta que monté una. Y me di cuenta que con todo esto del covid hemos perdido mucha 'piel': mucho vernos, tocarnos, mucha empatía. ¿Yo? Lo tengo clarísimo: vamos a hacer una juerga al mes. Pagada por la empresa, evidentemente: es trabajo»,.
TÍTULO:
LA MAQUINA DE ESCRIBIR - Esta noche, 'En primera línea - Sisifo ,.
LA MAQUINA DE ESCRIBIR - Esta noche, 'En primera línea - Sisifo ,. , fotos,.
El Miercoles -6, 13 - Octubre a las 22:00 por antena 3,.
Sisifo,.
Todas las marranas son asquerosas», sentenciaba mi abuela cuando me oía decir que algo era repugnante mientras que, en mi habitación, la ropa sucia tirada por el suelo y los envoltorios vacíos de los Tigretones favorecían el desarrollo de nuevas especies de organismos unicelulares. Que no es que sea yo mucho de pasar el Pronto y el paño, vamos. Y aún menos lo es el Hilton: en los hoteles de la cadena han eliminado el servicio diario de limpieza de habitaciones, y solo limpiarán cada cinco días o si el huésped lo solicita expresamente. Más que marranos, cutres.
Mugres aparte, se me encoge el corazón cuando veo La Palma cubierta por ese manto espeso de ceniza, de nieve negra que los palmeros barren, y barren, y vuelven a barrer en un trabajo que no termina nunca, tan malditos, pobres, como Sísifo, aquel que fue condenado por los dioses a empujar una piedra enorme por una colina, pero antes de que alcanzase la cima la piedra rodaba cuesta abajo y Sísifo estaba obligado a empezar de nuevo.
No le arriendo la ganancia a quien tenga que estar todo el día con la escoba en una mano y la fregona en la otra. O lo que es lo mismo, «Tú te has crei'o que por ser yo bueno / puedes ir pisando por donde friego», que canta Kiko Veneno con C. Tangana. El volcán pisa por donde friegan los palmeros. Y claro que es peor perder la casa. Y claro que es peor morirse. Pero vivir envuelto entre humo y cenizas tampoco es plato de gusto.
Lo bueno es que pasará. El volcán, en algún momento, dejará de rugir y de escupir, y los habitantes de La Palma recuperarán su vida, u otra vida, una nueva, la que puedan, la que les permita esta pandemia ardiente. En algún momento, la piedra dejará de rodar cuesta abajo.
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