El domingo -16- Febrero a las 21:30 por La Sexta, foto,.
Un vecino de Moraleja confiesa ser culpable de haber matado a su madre de 81 años
A los dos meses de morir, supuestamente de un ictus, los forenses descubrieron que la anciana se cayó tras ser golpeada,.
La mujer falleció en la UCI del Hospital San Pedro de Alcántara alrededor de las doce de la mañana del 19 de abril de 2018. En un principio se había pensado que la muerte había sido producida por un ictus, pero a los dos meses fue detenido su hijo acusado de homicidio y un delito de malos tratos en el ámbito familiar. Los forenses habían descubierto que la muerte no se había producido por causas naturales.
La madre y el hijo vivían juntos en una vivienda de la calle Jardines de Moraleja. Ella era viuda y tenía otros cuatro hijos varones. El que vivía con ella había trabajado como representante comercial de moda y droguería y cuando ocurrió el suceso estaba desempleado, figurando en las listas del Plan de Empleo Social del Ayuntamiento de Moraleja. Los vecinos aseguraban que era introvertido y solitario, pero nunca había dado muestras de violencia.
Según los especialistas que le han tratado tiene un trastorno bipolar del tipo I, con episodios maniacos con síntomas psicóticos, lo cual anula sus capacidades metales para comprender la ilicitud de lo que había hecho.
Iba a ser juzgado por un tribunal de jurado, pero la Audiencia Provincial ha visto que no era necesario formar el jurado, al haber reconocido el acusado los hechos y llegar a un acuerdo la defensa y la fiscalía.
El homicida ha reconocido que en la madrugada del 16 de abril de 2018 discutió en la vivienda familiar con su madre, dándole dos bofetadas que hicieron que la madre se cayera al suelo. Se golpeó la cabeza con un objeto y el hijo llamó a los servicios médicos diciendo que se había encontrado a su madre inconsciente y con restos de que hubiera vomitado.
La Audiencia le condena a estar internado en un psiquiátrico por un tiempo máximo de 10 años, y cuando salga estar en libertad vigilada otros diez años. No tiene que pagar a sus hermanos al no querer ellos recibir una indemnización.
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Piedras contra la memoria,.
Recordaba Armero en la información que Monago cambió de los viernes a los martes el Consejo de Gobierno por iniciativa de Redondo como ha hecho ahora el presidente Sánchez con el Consejo de Ministros.
También ha abierto el complejo de La Moncloa a los ciudadanos como en Extremadura hizo con 'la casa del presidente'; ha sacado a Sánchez correteando por los jardines de su residencia oficial como hizo con Monago en el parque de Tres Arroyos, en Badajoz; o a ambos presidentes los ha puesto a posar acariciando un perro ante los fotógrafos, con la única diferencia de que el perro del expresidente extremeño se llamaba Tito y era un teckel y el del presidente español se llama Turca y es un perro de aguas.
No cabe duda de que, en muchos aspectos y como señala Armero, Redondo está 'replicando' ahora en el Gobierno de España ideas que ya puso en práctica en Extremadura. Con todo, ninguna me parece tan transcendente -y, por las consecuencias que tiene, tan descabellada- como la de tratar de ser el inaugurador de una era.
El gran problema de Iván Redondo no es que tratara de convertir a José Antonio Monago en un líder inclasificable a base de hacer campaña electoral en los gimnasios o a Pedro Sánchez en un trasunto de John Kennedy sacándolo en mangas de camisa y con gafas de sol dentro de un avión. El problema es que trata de vender la idea de que con la llegada de ambos adviene no un nuevo presidente, sino el presidente partero de un cambio de época; el que inaugura, el primero en Extremadura y el segundo en España, un capítulo de la Historia. Eso fue lo que intentó al cambiar el nombre, a pesar de que figuraba así en el Estatuto, de Junta de Extremadura por Gobierno de Extremadura (Gobex) y el de Asamblea por Parlamento, y eso es lo que subyace en algunas de las palabras y referencias en torno al modo en que está abordando ahora el problema del 'procés'. Que Pedro Sánchez llame a la entrevista con Quim Torra 'el reencuentro', como si tuviera algo que ver con la idea de Reconciliación Nacional (así, con mayúsculas) que muy notoriamente impulsó el Partido Comunista para superar el franquismo, o que la ministra portavoz la equipare a las que mantuvieran Adolfo Suárez con el secretario de ese partido, Santiago Carrillo, cuando España se encontraba en pleno proceso de creación del camino hacia la democracia es una colosal superchería. Tratar de equiparar el cambio de época que fue pasar de una dictadura a una democracia con las concesiones a quienes la violentaron y siguen haciendo de ello la raíz de su legitimidad son piedras contra la memoria de los ciudadanos y un indicio de hasta dónde ha degenerado la política.
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