El Gobierno separará las ventas a pérdidas al consumidor de la cadena alimentaria,.
Prevé reformar la ley para castigar «la destrucción de valor» entre los actores del sistema y, asimismo, estudia endurecer y publicar las sanciones.
Su idea es hacer esos primeros cambios legales «antes de que concluya este mes». Las asociaciones del sector esperan incluso que pudieran presentarse en el Consejo de Ministros este martes, tras realizar el Ministerio varias consultas antes, entre otros a la Abogacía del Estado. En paralelo, Planas y su equipo trabajan en otras cuestiones como potenciar el cooperativismo y las interprofesionales –la fruta de hueso, de las más afectadas por la caída de precios, no tiene ninguna–, aumentar las dotaciones para seguros –aunque para su materialización habría que esperar a unos nuevos Presupuestos del Estado– y comenzar la actualización de los estudios sobre precios y márgenes en la cadena de valor, que no se ponen al día desde 2013-2014.
Dos inspecciones diarias y una media de 5.730 euros por sanción
El sector agroalimentario cuenta con un vigilante específico desde 2013 –los mercados centrales (Mercasa) no tienen esa labor; ellos rentan su espacio a mayoristas por una tasa, facilitan los controles sanitarios y de calidad, y recaban información sobre precios– y, aunque las organizaciones de agricultores reclaman que se le dote de más medios, la opinión mayoritaria es que está haciendo una buena labor. Desde 2014 a 2019, la Agencia de Información y Control Alimentarios (AICA) –organismo autónomo aunque adscrito al Ministerio de Agricultura– ha realizado un total de 4.264 inspecciones para «comprobar el cumplimiento» de la cadena de valor entre productor y destino final.Han sido, de media, prácticamente dos inspecciones diarias en los últimos seis años y, la gran mayoría, tras denuncia de parte, pues apenas el 5% fueron de oficio. Una de cada tres (34%)se hicieron en el segmento de frutas y hortalizas, seguido del vitivinícola y el lácteo (un 18% cada uno).
Verduras y frutas también aparecieron en buena parte de las 293 denuncias presentadas desde 2014 –la mitad obra de las propias organizaciones agrarias–; en concreto, en uno de cada cuatro casos (el 26,6%). Aunque el sector donde se apuntaron más irregularidades fue el lácteo, con casi cuatro de cada diez expedientes (el 38,5%). Y por debajo, vino (13%) y aceite de oliva (12%).
La AICA, que tiene por misión «vigilar a todos los operadores» de la cadena alimentaria, propuso 1.916 sanciones desde 2014 (luego las impone el Ministerio por tema de competencias), de las que el 22% se realizaron el ejercicio pasado. El importe total fue de 10,98 millones de euros, a un promedio de 5.730 euros por caso. Para las organizaciones agrarias no es mucho y piden elevar su cuantía, aunque ven más importante que se hagan públicas, lo que no ocurre ahora.
El incumplimiento en los plazos de pago originó la mitad de las infracciones (el 49%), seguido de la ausencia de contratos (16%). Por operadores, la industria alimentaria (38,8%) y la distribución comercial mayorista (36,6%) fueron los más sancionados.
Dos conceptos «diferentes»
A partir de ahí, se introduciría en la Ley 12/2013 el concepto de «destrucción de valor en la cadena alimentaria», del que quedarían fuera los consumidores porque solo afectaría a las relaciones comerciales entre los operadores de los distintos eslabones: productores, comerciantes en origen, industria transformadora, mayoristas y minoristas. Los agricultores defienden que es «diferente» a la venta a pérdidas y, por eso, lograrían que la reforma legal no fuera anulada luego por la justicia (a raíz de la sentencia europea de 2017), e incluso arguyen que «se evita duplicidad de regulaciones, controles y sanciones».Lo que se castigaría ahora, dentro de la cadena, es a cualquier operador –ya no solo al minorista– que «revenda u oferte un alimento, o producto alimenticio, a un precio inferior al de adquisición» o, si aquel «ha sido manipulado y/o transformado por el propio vendedor», al que hubiera sido en su caso el «coste efectivo de producción». En ambos casos, además, se incrementaría ese precio de referencia en los «costes efectivos», junto a los impuestos indirectos correspondientes. No se computarían como posibles deducciones, sin embargo, las retribuciones o bonificaciones que compensen servicios prestados.
Eso sí, quedarán libres de penalización las ventas de alimentos o productos alimenticios perecederos «en una fecha próxima a su inutilización». Así se incluye en el borrador sobre el que han trabajado Agricultura y las organizaciones profesionales, aunque quedarían por modificar las sanciones. La idea es que se considere infracción grave la reincidencia, en este caso incurrir en dos o más irregularidades de ese tipo en menos de dos años. La «vigilancia» y verificación de estas conductas correspondería a la Agencia de Información y Control Alimentarios (AICA), cuya capacidad de actuación se reforzaría.
En cualquier caso, las organizaciones agrarias insisten en que se eleven las cuantías de los castigos –la mayoría de las prácticas irregulares se suelen considerar ahora infracciones leves, castigadas con menos de 3.000 euros por caso–, al no ver «proporcionalidad con los abusos cometidos». Pero más importante que el «carácter ridículo» de las multas, advierten, es que se publiquen las resoluciones (archivo, medidas cautelares o sanciones) de la AICA, como hace la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) en otros sectores.
TITULO: LOS 50€ BILLETES - BILLETE 1.000 PESETAS - LOS ARBOLES PERDIDOS - Dos inspecciones diarias y una media de 5.730 euros por sanción ,.
LOS 50€ BILLETES - BILLETE 1.000 PESETAS - LOS ARBOLES PERDIDOS - Dos inspecciones diarias y una media de 5.730 euros por sanción ,. , fotos,.
Dos inspecciones diarias y una media de 5.730 euros por sanción ,.
El sector agroalimentario cuenta con un vigilante específico desde
2013 —los mercados centrales (Mercasa) no tienen esa labor, ellos rentan
su espacio a mayoristas por una tasa, facilitan los controles
sanitarios y de calidad, y recaban información sobre precios— y, aunque
las organizaciones de agricultores reclaman que se le dote de más
medios, la opinión mayoritaria es que está haciendo una buena labor.
Desde 2014 a 2019, la Agencia de Información y Control Alimentarios (AICA) —organismo autónomo aunque adscrito al Ministerio de Agricultura— ha realizado un total de 4.264 inspecciones para «comprobar el cumplimiento» de la cadena de valor entre productor y destino final.
Han sido, de media, prácticamente dos inspecciones diarias en los últimos seis años y, la gran mayoría, tras denuncia de parte, pues apenas el 5% fueron de oficio. Una de cada tres (34%) se hicieron en el segmento de frutas y hortalizas, seguido del vitivinícola y el lácteo (un 18% cada uno).
Verduras y frutas también aparecieron en buena parte de las 293 denuncias presentadas desde 2014 —la mitad obra de las propias organizaciones agrarias—. En concreto, en uno de cada cuatro casos (el 26,6%). Aunque el sector donde se apuntaron más irregularidades fue el lácteo, con casi cuatro de cada diez expedientes (el 38,5%). Y por debajo, vino (13%) y aceite de oliva (12%).
La AICA, que tiene por misión «vigilar a todos los operadores» de la cadena alimentaria, propuso 1.916 sanciones desde 2014 —luego las impone el Ministerio por tema de competencias—, de las que el 22% se realizaron el ejercicio pasado. El importe total fue de 10,98 millones de euros, a un promedio de 5.730 euros por caso. Para las organizaciones agrarias no es mucho y piden elevar su cuantía, aunque ven más importante que se hagan públicas, lo que no ocurre ahora.
El incumplimiento en los plazos de pago originó la mitad de las infracciones (el 49%), seguido de la ausencia de contratos (16%). Por operadores, la industria alimentaria (38,8%) y la distribución comercial mayorista (36,6%) fueron los más sancionados.
En
«Tener o no tener», Lauren Bacall le dice a Humphrey Bogart algo
parecido a «Si me necesitas, silba», frase que quedó inmortalizada
aunque nunca figuró en el guion. El día que se casaron, Bogart colgó del
cuello de la Bacall un silbato de oro y el guiño se trastocó porque fue
Bacall la que, entre risas y complicidades, sopló el silbato para que
Bogart la siguiera hasta la suite que tenían reservada. Eso no ha
impedido que «Si me necesitas, silba», esté considerada como una de las
frases más machistas del cine». Verdad o mentira, cosas del cine,
aceptémoslo como una verdad repleta de mentiras.
¿«Si me necesitas, silba», sintetiza la disposición incondicional, la sumisión, la entrega y la actitud de espera hacia lo que pudiera disponer el dueño del silbido? ¿Es un alegato antifeminista? Imaginen, un silbido, un simple silbido y aparece la Bacall, de guardia permanente y con su mejor sonrisa, para satisfacer las necesidades del silbador. Ahí es nada, el roce precipitado de un poco de aire fluyendo de los labios y las puertas del cielo que se abren para ofrecernos el jardín de los sueños, que era la Bacall. ¿Machismo? Vale, bebe que te llenen.
El cine es capaz de inmortalizar la intención oculta de una frase, una mirada cómplice, una bofetada, un susurro o una falda que se eleva en el respiradero del metro. Y simplificar una actitud de muchos folios en pocas palabras: «Mi tesooooro», «Tonto es el que hace tonterías», «Houston, tenemos un problema», «Sayonara, baby», «Siempre nos quedará París», «A dios pongo por testigo», «Tócala otra vez, Sam»,»Como alcalde vuestro que soy», «En ocasiones veo muertos» o «Si me necesitas, silba».
Pero hay muchos silbatos y muchas formas de silbar y la de Bacall no era la peor, porque incluso acabó silbando ella para reclamar a Bogart. El mundo está lleno de sumisos que esperan la gratificación de un silbido para acudir presurosos, sin vergüenza ni pudor. Un guiño, un chasquido de dedos y los falderos/as que aguardan tras la puerta, acudirán presurosos moviendo el rabo para que el amo les acaricie el lomo… ¡Y sin arte!
¿Cómo se explica la aceptación incondicional de cualquier disparate, de cualquier silbido que llegue de arriba, sin un atisbo de dignidad ni rebeldía? No ver, no oír, no sentir y permanecer como estatuas de sal, traicionando cualquier principio ético o moral. Lo de Bacall y Bogart resulta hasta infantil.
Con la «burrocracia» que hemos montado, aceptamos que con nuestro voto nos golpeen, nos dejamos abofetear con la propia mano, entrando de lleno en lo que la RAE define como masoquismo: «Complacencia en sentirse humillado o maltratado», aunque somos tan políticamente correctos que, mientras nos arrodillamos genuflexos, catalogamos de machista a una simple frase cinematográfica. Si algún día silbamos que sea para llamar a aquella Lauren Bacall que con su mirada regalaba misterios… Y música con su presencia.
Desde 2014 a 2019, la Agencia de Información y Control Alimentarios (AICA) —organismo autónomo aunque adscrito al Ministerio de Agricultura— ha realizado un total de 4.264 inspecciones para «comprobar el cumplimiento» de la cadena de valor entre productor y destino final.
Han sido, de media, prácticamente dos inspecciones diarias en los últimos seis años y, la gran mayoría, tras denuncia de parte, pues apenas el 5% fueron de oficio. Una de cada tres (34%) se hicieron en el segmento de frutas y hortalizas, seguido del vitivinícola y el lácteo (un 18% cada uno).
Verduras y frutas también aparecieron en buena parte de las 293 denuncias presentadas desde 2014 —la mitad obra de las propias organizaciones agrarias—. En concreto, en uno de cada cuatro casos (el 26,6%). Aunque el sector donde se apuntaron más irregularidades fue el lácteo, con casi cuatro de cada diez expedientes (el 38,5%). Y por debajo, vino (13%) y aceite de oliva (12%).
La AICA, que tiene por misión «vigilar a todos los operadores» de la cadena alimentaria, propuso 1.916 sanciones desde 2014 —luego las impone el Ministerio por tema de competencias—, de las que el 22% se realizaron el ejercicio pasado. El importe total fue de 10,98 millones de euros, a un promedio de 5.730 euros por caso. Para las organizaciones agrarias no es mucho y piden elevar su cuantía, aunque ven más importante que se hagan públicas, lo que no ocurre ahora.
El incumplimiento en los plazos de pago originó la mitad de las infracciones (el 49%), seguido de la ausencia de contratos (16%). Por operadores, la industria alimentaria (38,8%) y la distribución comercial mayorista (36,6%) fueron los más sancionados.
TÍTULO: LOS LIMONES - EL BOMBON DE HELADO - PAPELES QUEMADOS - La Chimenea -Si me necesitas, silba ,.
LOS LIMONES - EL BOMBON DE HELADO - PAPELES QUEMADOS - La Chimenea -Si me necesitas, silba . , fotos .
Si me necesitas, silba,.
¿«Si me necesitas, silba», sintetiza la disposición incondicional, la sumisión, la entrega y la actitud de espera hacia lo que pudiera disponer el dueño del silbido? ¿Es un alegato antifeminista? Imaginen, un silbido, un simple silbido y aparece la Bacall, de guardia permanente y con su mejor sonrisa, para satisfacer las necesidades del silbador. Ahí es nada, el roce precipitado de un poco de aire fluyendo de los labios y las puertas del cielo que se abren para ofrecernos el jardín de los sueños, que era la Bacall. ¿Machismo? Vale, bebe que te llenen.
El cine es capaz de inmortalizar la intención oculta de una frase, una mirada cómplice, una bofetada, un susurro o una falda que se eleva en el respiradero del metro. Y simplificar una actitud de muchos folios en pocas palabras: «Mi tesooooro», «Tonto es el que hace tonterías», «Houston, tenemos un problema», «Sayonara, baby», «Siempre nos quedará París», «A dios pongo por testigo», «Tócala otra vez, Sam»,»Como alcalde vuestro que soy», «En ocasiones veo muertos» o «Si me necesitas, silba».
Pero hay muchos silbatos y muchas formas de silbar y la de Bacall no era la peor, porque incluso acabó silbando ella para reclamar a Bogart. El mundo está lleno de sumisos que esperan la gratificación de un silbido para acudir presurosos, sin vergüenza ni pudor. Un guiño, un chasquido de dedos y los falderos/as que aguardan tras la puerta, acudirán presurosos moviendo el rabo para que el amo les acaricie el lomo… ¡Y sin arte!
¿Cómo se explica la aceptación incondicional de cualquier disparate, de cualquier silbido que llegue de arriba, sin un atisbo de dignidad ni rebeldía? No ver, no oír, no sentir y permanecer como estatuas de sal, traicionando cualquier principio ético o moral. Lo de Bacall y Bogart resulta hasta infantil.
Con la «burrocracia» que hemos montado, aceptamos que con nuestro voto nos golpeen, nos dejamos abofetear con la propia mano, entrando de lleno en lo que la RAE define como masoquismo: «Complacencia en sentirse humillado o maltratado», aunque somos tan políticamente correctos que, mientras nos arrodillamos genuflexos, catalogamos de machista a una simple frase cinematográfica. Si algún día silbamos que sea para llamar a aquella Lauren Bacall que con su mirada regalaba misterios… Y música con su presencia.
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