La Virgen de la Montaña con lápices de colores,.
Cerca de 40 niños participan en un concurso de dibujo dirigido a recrear la imagen de la patrona de la ciudad,.
El próximo 2 de mayo se darán a conocer los premios, con cuatro categorías, después de la misa, sobre las 21 horas. El jurado está integrado por miembros de la junta directiva de la Cofradía y por una profesora de Plástica. A partir del próximo lunes 6 de mayo se podrán ver estos dibujos en la exposición sobre la Virgen que hay en Pintores 10.
El miércoles de 16,30 a 17,30 de la tarde tendrá lugar el tradicional acto de presentación de los niños nacidos a lo largo del año ante la patrona.
El manto que llevaba ayer la imagen de la Virgen de la Montaña era el número 30, de color verde y tejido con oro. La incógnita se mantiene como uno de los secretos del Novenario.
TITULO: CUANDO YA NO ESTE -Muere Rafael Sánchez Ferlosio, maestro singular de las letras,.
Muere Rafael Sánchez Ferlosio, maestro singular de las letras españolas, a los 91 años,.
El autor de 'El Jarama' y 'Alfanhuí' y de una amplia y original obra ensayística ganó el Premio Cervantes en 2004,.
Cuando en las contadas páginas autobiográficas que escribió tuvo que referirse a sí mismo, dijo que era un plumífero. Es decir, una persona que tiene por oficio escribir. Y de eso trató la vida completa de Rafael Sánchez Ferlosio,
que murió este lunes en Madrid a los 91 años. Cultivó todos los géneros
y, en cada uno de ellos, trabajó con la misma meticulosidad, finura y
honradez. Tímido, iconoclasta, no le gustaba darse importancia, tenía un
magnífico sentido del humor.
La imaginación le sirvió para construir su primer libro, Industrias y andanzas de Alfanhuí (1951), un prodigio de sencillez; luego afinó el oído para recoger la lengua que se hablaba en la España de los cincuenta y la reconstruyó en El Jarama.
Fue la novela con la que ganó el Premio Nadal en 1955, y con la que
obtuvo fama y reconocimiento. No tardó en salir huyendo de aquello,
abominando del “horror o repugnancia” que le produjo “el grotesco
papelón de literato”. Así que, entre octubre de 1954 y marzo de 1955,
cuenta en La forja de un plumífero, “agarré la Teoría del lenguaje, de
Karl Bühler, y me sumergí en la gramática y en la anfetamina”. Fue una
época intensa. “Cuando me encerraba no quería ver a nadie. Un verano
—sería el del 59— en que me quedé solo en Madrid, llegué incluso a
arrancar el cable del teléfono”.
Su obra dio entonces un giro radical, dedicándose sobre todo al ensayo y, un poco más tarde, a sus colaboraciones periodísticas, la gran mayoría de estas publicadas en este diario. No dejó nunca, por otro lado, de escribir pecios, esa suerte de aforismos, notas, fragmentos, citas, llamaradas, iluminaciones. Uno de ellos: “(Paisaje para Demetria) Por el lomo de la alta pared del huerto coronada con cascotes venía andando esta tarde un gatito, sin cortarse”.
Fue el segundo hijo de los seis que tuvo Rafael Sánchez Mazas, escritor y periodista y uno de los fundadores de Falange. Nació en Roma en 1927, cuando su padre estaba destinado allí como corresponsal de Abc. Se formó con los jesuitas y luego quiso hacer Arquitectura, pero pronto abandonó esa carrera para estudiar Filología Semítica en la Facultad de Filosofía y Letras de la Complutense, en Madrid. Nunca fue buen estudiante, todo lo que le importó lo aprendió por su cuenta. Fue amigo, entre otros muchos, de Ignacio Aldecoa, Jesús Fernández Santos y Carmen Martín Gaite, con la que se casó y tuvo una hija, Marta, que moriría joven. Después de su separación se unió a Demetria Chamorro —con quien ha vivido hasta el último instante—, madre de Lucía y abuela de Laura, la nieta que hizo las delicias del escritor durante el periodo final de su vida.
Ferlosio no hizo nunca concesiones a la hora de escribir y era amigo de
construir frases de largo aliento, llenas de subordinadas y, por así
decirlo, recovecos y guiños y sugerencias. Nunca perdía el timón, aunque
tampoco pretendió llegar a parte alguna. Lo suyo era ir de un sitio a
otro, rumiando los asuntos recurrentes que le gustaba frecuentar: el
avance arrollador de la historia que lo devora todo, las quiméricas
justificaciones que se escudan en la razón o el progreso, la infatigable
defensa del individuo como realidad única e irrepetible, los avatares
del lenguaje, el carácter y el destino, los desatinos de las guerras.
Ignacio Echevarría, responsable de la edición de sus ensayos completos,
afirma que la escritura de Ferlosio es “esencialmente proteica, combina
casi siempre numerosos registros (entre ellos, constante, así en
sordina, el humor)” y que “se atiene siempre a lo que él mismo,
tomándolo de Fernando Savater, ha señalado como ‘el principio general de la lealtad a la palabra’: Que no se hable en vano”.
No habló Ferlosio en vano. No escribió en vano.
Buscó un lugar muy concreto para tomar la palabra, pegado siempre al
suelo, agarrado a lo que hace vibrar y padecer a las personas (y soñar y
divertirse), y desde ahí tomó la espada para combatir los falsos ídolos
de nuestro tiempo. Los cuatro volúmenes de sus ensayos —Altos estudios eclesiásticos; Gastos, disgustos y tiempo perdido; Babel contra Babel y Qwertyuiop—
muestran la variedad de sus intereses —el lenguaje, la historia, los
clásicos, el presente más inmediato— y la hondura a la que era capaz de
llegar en cada asunto. Y estaba su compromiso, un compromiso radical con
la condición humana, que iba más allá de cualquier partidismo y que
trascendía cualquiera de esas causas que reclaman ser publicitadas.
Cuando tocaba ponerse furioso, Ferlosio se ponía furioso. Tenía una
ironía que dinamitaba los débiles soportes de tantos de los discursos de
los políticos y poderosos, y era muy claro. Cuando ETA sembraba las
calles de cadáveres, supo desnudar su programa. “Para dar realidad a la
causa y hacer verdadero su dios, nada mejor que una buena carga de
hechos, y de entre los hechos, nada mejor que una buena carga de
muertes”.
Tenía varias bestias negras, y cada vez que podía arremetía con todo vigor contra Walt Disney, Ortega, el fútbol o la televisión. Siguió dedicado a la narración, embarcándose en un magno proyecto, el de Historia de las guerras barcialeas, de la que resultó otra de sus grandes obras, El testimonio de Yarfoz. “Las celebraciones del descubrimiento de América”, señaló en aquel texto autobiográfico, “me obligaron a escribir Esas Yndias equivocadas y malditas, </CF>otro libelo, enojoso de leer, pero no falto de razón”.
Ferlosio obtuvo el Premio Cervantes en 2004, en 2009 recibió el Nacional de las Letras Españolas y en 2015 la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes. Era tan discreto que, cuando J. Benito Fernández escribía su biografía y le pidió colaboración, se negó tajantemente. “No es nada contra su persona. Es que no soy apropiado, no tengo argumentos”, le dijo. En God &Gun, un ensayo de 2008, y a propósito de un cuadro de El Bosco, escribió: “El que patina va y viene como quiere, a la velocidad que quiere y todo el tiempo que quiere sin ir a parte alguna, pero, sobre todo, gozando corporalmente a cada instante durante el ejercicio”. Si hubiera que resumir la relación de Ferlosio con la vida y la escritura acaso sirva esa imagen del hombre que patina. Sin metas, sin presiones, deslizándose lleno de placer de un lugar a otro.
El filósofo Tomás Pollán, uno de sus grandes amigos y cómplice de sus andanzas hace ya años, habló con Ferlosio el domingo por la noche. Antes de despedirse cuenta que le recitó, en italiano, un verso de Leopardi de un poema titulado El infinito: “Y me es dulce naufragar en este mar”.
Su obra dio entonces un giro radical, dedicándose sobre todo al ensayo y, un poco más tarde, a sus colaboraciones periodísticas, la gran mayoría de estas publicadas en este diario. No dejó nunca, por otro lado, de escribir pecios, esa suerte de aforismos, notas, fragmentos, citas, llamaradas, iluminaciones. Uno de ellos: “(Paisaje para Demetria) Por el lomo de la alta pared del huerto coronada con cascotes venía andando esta tarde un gatito, sin cortarse”.
Fue el segundo hijo de los seis que tuvo Rafael Sánchez Mazas, escritor y periodista y uno de los fundadores de Falange. Nació en Roma en 1927, cuando su padre estaba destinado allí como corresponsal de Abc. Se formó con los jesuitas y luego quiso hacer Arquitectura, pero pronto abandonó esa carrera para estudiar Filología Semítica en la Facultad de Filosofía y Letras de la Complutense, en Madrid. Nunca fue buen estudiante, todo lo que le importó lo aprendió por su cuenta. Fue amigo, entre otros muchos, de Ignacio Aldecoa, Jesús Fernández Santos y Carmen Martín Gaite, con la que se casó y tuvo una hija, Marta, que moriría joven. Después de su separación se unió a Demetria Chamorro —con quien ha vivido hasta el último instante—, madre de Lucía y abuela de Laura, la nieta que hizo las delicias del escritor durante el periodo final de su vida.
Tenía varias bestias negras, y cada vez que podía arremetía con todo vigor contra Walt Disney, Ortega, el fútbol o la televisión. Siguió dedicado a la narración, embarcándose en un magno proyecto, el de Historia de las guerras barcialeas, de la que resultó otra de sus grandes obras, El testimonio de Yarfoz. “Las celebraciones del descubrimiento de América”, señaló en aquel texto autobiográfico, “me obligaron a escribir Esas Yndias equivocadas y malditas, </CF>otro libelo, enojoso de leer, pero no falto de razón”.
Ferlosio obtuvo el Premio Cervantes en 2004, en 2009 recibió el Nacional de las Letras Españolas y en 2015 la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes. Era tan discreto que, cuando J. Benito Fernández escribía su biografía y le pidió colaboración, se negó tajantemente. “No es nada contra su persona. Es que no soy apropiado, no tengo argumentos”, le dijo. En God &Gun, un ensayo de 2008, y a propósito de un cuadro de El Bosco, escribió: “El que patina va y viene como quiere, a la velocidad que quiere y todo el tiempo que quiere sin ir a parte alguna, pero, sobre todo, gozando corporalmente a cada instante durante el ejercicio”. Si hubiera que resumir la relación de Ferlosio con la vida y la escritura acaso sirva esa imagen del hombre que patina. Sin metas, sin presiones, deslizándose lleno de placer de un lugar a otro.
El filósofo Tomás Pollán, uno de sus grandes amigos y cómplice de sus andanzas hace ya años, habló con Ferlosio el domingo por la noche. Antes de despedirse cuenta que le recitó, en italiano, un verso de Leopardi de un poema titulado El infinito: “Y me es dulce naufragar en este mar”.
TITULO: UN BUEN PLAN ES IR AL CINE - Rosas rojas,.
- Reparto
- Piper Perabo, Lena Headey, Matthew Goode, Celia Imrie, Anthony Head, Darren Boyd, Sue Johnston, Boo Jackson, Sharon Horgan, Eva Birthistle,.
- En el día de su boda, camino del altar, Rachel ve a la persona con la que quiere pasar el resto de su vida. No es su prometido, ni siquiera un invitado apuesto... es la chica encargada de las flores de la ceremonia. Todo empieza el día que Rachel se casa con Heck. Mientras sus amigos le ayudan y su familia no hace más que molestar, Luce - la florista - arregla las decoraciones florales en la iglesia. En el exterior, Luce se encuentra con Heck y con el padrino, Cooper, que se siente inmediatamente atraído por ella. Luce hace caso omiso a sus insinuaciones e intentará marcharse aunque al final le convencen para que se siente al lado de la hermana de Rachel de ocho años. Dos semanas después Rachel pasa por la tienda de Luce para invitarla a cenar. Planea emparejarla con Cooper, pero antes de la llegada de éste Luce le cuenta a Heck que es lesbiana. Cooper no tiene ni idea e intenta ligar con ella mientras Rachel y Luce discuten acerca de lo que es el amor. En el camino hacia casa Luce y Cooper hablan sobre el mundo de la pareja. Al día siguiente está en el supermercado con su amiga Edie cuando tienen un encuentro algo embarazoso con Heck y Rachel. Rachel descubre entonces que Luce es lesbiana y Edie se da cuenta de que Luce está loca por Rachel.
- TITULO: LOTERIA DIA DE LA MADRE POESIA -5- MAYO- DOMINGO ,.
LOTERIA DIA DE LA MADRE POESIA 5- MAYO- DOMINGO - fotos,.
A mi madre que me guía,.
Oh madre querida!
Te agradezco por haberme dado la vida,
por brindarme tu cuidado y protección,
por ayudarme sin ninguna condición…
¡Eres tan maravillosa!
Momentos difíciles,
he tenido que pasar,
pero con tus sabios consejos,
he podido continuar.
Eres una madre genial,
porque siempre te preocupas,
de mi bienestar,
me escuchas,
me guías,
y me comprendes.
Eres mi guía, madre querida…
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