Rosberg, 'on fire'. Lewis Hamilton abandona su coche durante la prueba de clasificación del Gran Premio de Hungría .
Fernando
Alonso saldrá desde su posición más repetida, la quinta, en una carrera
que se prevé impredecible si aparece la lluvia,.
El líder del campeonato suma su sexta 'pole' del año, en una sesión marcada por el incendio de Hamilton,.
Todo le pasa a Hamilton y todo le sale bien a Rosberg. Así parece
estar escrita la ley de estas últimas carreras del campeonato en el que
la mala suerte se ha cebado con el británico mientras que la buena
estrella está sonriendo al alemán. Nico sumó su sexta 'pole' de la
temporada, y como ocurriera en Hockenheim hace una semana, sin Lewis
Hamilton zumbándole en la oreja. Nuevamente la mecánica se alió con Nico
ya que Lewis quedó eliminado a las primeras de cambio. Sería injusto
otorgarle todo el valor de la 'pole' de Rosberg al abandono de su
compañero porque no fue el único incidente de la sesión de
clasificación, pero sin uno de los Mercedes en pista el otro puede
respirar más tranquilo.
Hamilton no se lo podía creer. Sólo había dado una vuelta de
instalación, y cuando estaba enfocando las últimas curvas antes de la
recta de meta, empezó a oler a chamusquina. Literalmente. Una fuga de
combustible en la parte trasera de su W05 provocó primero una fumata
azulada y después unas vistosas llamaradas que le obligaron a retirarse.
Hamilton sólo permitió llevar como buenamente pudo su monoplaza hasta
la entrada de la calle de 'boxes', donde estaban ya esperándole prestos
los comisarios con los extintores. El puñetazo que Hamilton le pegó a
los neumáticos de protección lo expresó todo. Saldrá desde el
'pit-lane', obligado a cambiar el chasis de su monoplaza, algo que
también le ha ocurrido al danés Kevin Magnussen (McLaren). A diferencia
de lo ocurrido el pasado domingo, aquí Hamilton tendrá más problemas
para remontar, ya que en Hungaroring no se prodigan, históricamente, los
adelantamientos.
Ferrari también pidió su cuota de protagonismo en la caótica 'Q1'.
Mientras Vergne se encontraba con el mejor tiempo, por detrás la lógica
hacía pensar que sin Maldonado ni Hamilton, los otros eliminados serían
los hombres de Marussia y Caterham. Eso fue lo que pensaron en Ferrari
que, a diferencia de otros como Force India -hicieron salir a Hülkenberg
para reasegurar su pase a la 'Q2'-, decidieron dejar en 'boxes' a Kimi
Räikkönen. Craso error otra vez. Jules Bianchi se sacó una vuelta
imposible con el Marussia y, como en Gran Bretaña, Räikkönen quedó
eliminado en la primera tanda de la clasificación. Entre una vuelta nada
buena de Kimi y un exceso de confianza de los ingenieros, en Ferrari
volvieron a hacer el ridículo con uno de sus pilotos.
Después de una relativa calma en la 'Q2', en la que pasaron los
favoritos, justo antes de que diera comienzo la 'Q3', empezó a llover.
Todos los pilotos se apresuraron a salir a dar una vuelta con el
objetivo claro: dar una vuelta antes de que cayera el previsible
chaparrón. Los nervios a flor de piel, con Rosberg por delante de todos y
sin opción a error. Mucho que ganar había en juego, y quizá por eso
Kevin Magnussen perdió el punto de frenada.
Justo después de que Rosberg se colara a final de recta, el danés de
McLaren perdió el control de su monoplaza y acabó estampándose contra
las protecciones. El coche quedó destrozado, por lo que se hizo
imprescindible sacar la bandera roja y parar la clasificación hasta que
retiraran el monoplaza accidentado. El resto de pilotos respiraron
porque muchos se habían colado sin hacer un buen tiempo. Al no marcar
crono nadie, partían para la reanudación en igualdad de condiciones. Sin
embargo, la lluvia se retiró y en seis minutos se tuvieron que jugar el
todo por el todo.
Tras la reanudación, todo parecía cosa de cuatro pilotos. Por un
lado, los Williams, con un Bottas inmenso y un Massa que quería dar la
sorpresa. Por otro, Sebastian Vettel, que rozó la épica, y su compañero
Daniel Ricciardo, sin olvidar por supuesto el gran favorito, Nico
Rosberg. El resto, incluido Fernando Alonso, meras comparsas invitadas
para ver cómo se repartían las primeras posiciones. Los últimos
instantes, de infarto: Rosberg marcaba un buen tiempo, Bottas se quedaba
muy cerca, Vettel recuperaba la primera posición por sólo 35 segundos y
se daba la bandera a cuadros. Aún venía en vuelta el líder del
campeonato, todo estaba en el aire y la realidad golpeó con fuerza:
Rosberg mejoraba el crono de Vettel en cuatro décimas, ni más ni menos, y
sumaba la décima 'pole' de su carrera deportiva, sexta del 2014.
Mientras, por detrás, Fernando Alonso abortó su último intento tras
verse satisfecho con el sempiterno quinto puesto de la parrilla. Por
trigésimo tercera vez, todo un récord, el piloto asturiano saldrá desde
esa plaza. El objetivo del podio no será fácil, pero es factible. 'Sólo'
le hace falta un poco de suerte, una buena salida y que la mecánica le
aguante. Las previsiones hablan de un 80% de probabilidades de lluvia
durante la carrera, así que se augura una prueba de infarto. Ya lo dicen
los estudios: el día más estresante del año laboral es justo el
anterior a las vacaciones. TÍTULO: CICLISMO, EL TOUR LE CIERRA LA PUERTA A VALVERDE,.
«¡Locos! ¡Dejadle respirar!». El público recrimina a las cámaras y micrófonos que se precipitan sobre Valverde treinta metros más allá de la ...foto,.
El murciano se derrumba en la crono final y no entra en el podio de Nibali, Peraud y Pinot,.
«¡Locos! ¡Dejadle respirar!». El público recrimina a las cámaras y
micrófonos que se precipitan sobre Valverde treinta metros más allá de
la meta en la que ha perdido el podio del Tour que ya es de Nibali.
Valverde, resudado, boqueando, desaparece bajo el emjambre de focos. Las
jirafas que sostienen los micrófonos le apuntan, recogen el retrato de
una «decepción». «El cuerpo no me ha respondido. Quizá sea un cambio de
ciclo», dice entre tragos y pausas para recobrar el aliento. La
contrarreloj final del Tour es como un espejo. Desnuda a todos. Se ve lo
que queda dentro. Y Valverde, que llevaba días perdiendo tiempo por las
goteras de los Pirineos, estaba ya vacío. Ayer, en 54 kilómetros entre
Bergerac y Perigueux, se sabía quién iba a ganar la etapa, el bestial
Tony Martin, con su enome chepa y los 58 dientes de su plato. Se sabía
también el nombre del vencedor del Tour, Nibali, cuarto en la 'crono'.
Sólo faltaba por aclarar la identidad de los dos lados del podio que hoy
verá París: los ocuparán el viejo Peraud y el joven Pinot, verdugos de
Valverde, cuarto al final. Nunca ha subido al podio. No lo hará ya. El
Tour le ha cerrado definitivamente esa puerta.
La meta de Perigueux parece un hormiguero después de recibir una
pisada. Locura de emociones. Cuando el coro de cámaras ve que llega
Peraud, abandona a Valverde por su nueva pieza. A por él. Llora Peraud.
Llora su director, su masajista... Se abrazan. Tiene 37 años y es
ciclista de ruta desde los 31. Un viejo nuevo. A esa edad dejó el
mountain bike por un sueño, el Tour. Será segundo en París. Ayer, con su
estilo atropellado, basculando el tronco, acabó séptimo la etapa, con
45 segundos sobre Pinot y dos minutos mejor que Valverde. «¡Dos
franceses en el podio!», soltó. Treinta años después. Fue en 1984, con
Hinault y Fignon. Y desde 1997 no subía un galo, Virenque, al cajón.
Francia ha vuelto. Y por la edad de Pinot, Bardet y Barguil, para
quedarse.
Valverde ya es historia en el Tour. Las cuatro etapas que tiene y sus
cuatro plazas entre los diez primeros le han costado caro. ¿Cuántas
carreras ha dejado de ganar por preparar el Tour? Zubeldia, octavo al
final en este Tour, ha metido su nombre cinco veces en el 'top ten' sin
tener la cilindrada del murciano. Ayer se fundió enseguida. Salió bien.
En el Movistar llevaban días convenciéndole. Mimando su autoestima.
Caricias morales. Pinot no es contrarrelojista. Peraud no tiene su
talla... Con esos ánimos dio cuerda a su reloj. Pero el globo anímico se
desinfló a los diez minutos de la contrarreloj. En un giro a la
izquierda, al entrar en una carretera estrecha. «Ahí, sin explicación,
se ha ido apagando», contó Eusebio Unzúe, mánager del Movistar. El
técnico navarro comparaba las pedaladas de Valverde con las de Izagirre,
su referencia. Chasqueaba el gesto. Se le borraba el podio. Tenía que
remontar quince segundos y ya perdía más de un minuto con Peraud en el
kilómetro 19. También Pinot corría más.
El renacer galo
Ni el calor, tan ausente en este Tour, le resultó ayer reparador. Ni
pudo con Peraud, buen contrarrelojista, ni con Pinot. «Este tercer
puesto confirma mi potencial, pero no quiero que me cambie la vida.
Quiero disfrutarla», dijo la sensación gala.
Es un chico distendido, divertido. A Pinot no le iba la escuela.
Ufff, los libros. No estudió mucho y ahora se arrepiente. Menos mal que
lo que él no aprendió lo sabe su hermano Julien, que iba para ciclista
hasta que una dolencia cardiaca le aconsejó dedicarse a la universidad.
Es licenciado en Educación Física y preparador de su distraído hermano.
Es su conciencia, la voz que le riñe. «Si fuera por él, Thibaut estaría
siempre de broma, divirtiéndose», dice. Por Julien, Thibaut se conoce
mejor como ciclista. Sólo Julien ha logrado convencerle de que se meta
en un velódromo para pulir su aerodinámica. Él pone la cabeza y Thibaut
lo que a Julien le falló, el corazón. Late Francia.
Y resuena Italia, que vuelve a tener un vencedor de Tour. El trágico y
genial Pantani fue el último, en 1998. Nibali le sucede tras dominar de
principio a fin esta edición. Sin Contador ni Froome, nadie ha tenido
su motor. Nibali conoció el ciclismo en moto, desde la cola del asiento
del scooter de su padre. Allí, con los pies colgando, sacaba fotos a los
ciclistas en Sicilia. Salvatore, el padre, era fotógrafo y se ganaba
así un sobresueldo en las carreras. Vicenzo, crío avispado, hacía sus
propias fotos. Y luego las vendía por su cuenta. Metía en la hucha cada
puñado de monedas y, cuando había suficiente, corría al taller de
bicicletas para comprar un sillín, unas zapatillas...
Con otro scooter le ha entrenado esta primavera su preparador, Paolo
Slongo. El técnico italiano tiene en la cabeza cada gesto de Froome. Lo
había diseccionado. Sabía que el keniano lanza siempre un primer ataque,
de 20 o 30 segundos. Luego se detiene, limpia los músculos e
inmediatamente arranca con violencia, con un molinillo de pedales que
dura minuto y medio. En el Tour de 2013 nadie soportó ese ritmo. Por
eso, porque presumía que el rival iba a ser Froome, Slongo obligaba a
Nibali a seguir su scooter. Le chinchaba. «¡Soy Froome! ¡A que no puedes
seguirme!». Exprimía al límite a Nibali, que vino preparado para
pelearse con dos motos, con Froome y con Contador, y que, por caída de
ambos, se ha pegado con ciclistas de a pie, menores que él. En este
Tour, la única moto es italiana, una 'nibali'. Tremenda cilindrada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario