Extremoduro dice adiós a tres décadas de música y poesía,.
El grupo extremeño se despide con una gira de doce conciertos en 2020 que el 20 de junio para en Cáceres.
Ahora, tres décadas después de la creación de Extremoduro, Robe, líder indiscutible, e Iñaki 'Uoho' Antón, su gran apoyo en la última etapa, han decidido disolver una de las bandas de rock más importantes de la música española. El grupo no se irá sin despedirse. Antes de hacer la maleta dejará entrar a sus seguidores a los conciertos de una gira con doce fechas entre mayo y julio de 2020, una en Cáceres.
Los recambios, Gonzalo 'Salo' y Luis Iglesias 'Von Fanta'. Todavía tres miembros. Todavía los años 80 y todavía sin disco. Hasta que el magnetismo de Robe se hizo patente. Trasladó a su entorno la confianza que tenía en sí mismo y Plasencia compró el primer trabajo de Extremoduro sin que se hubiese grabado. Un proyecto de 'protocrowdfunding' en el que se vendieron, por mil pesetas, participaciones que sus propietarios podrían canjear por el disco una vez que estuviese en el mercado. Si todo el que en la ciudad del Jerte y los alrededores que han asegurado alguna vez que participaron en ese proyecto realmente lo hubiesen hecho, ese álbum habría sido número uno en ventas. Quienes sí lo hicieron tienen una prueba irrefutable, los nombres de todos los mecenas aparecen en la carátula del disco.
Lo cierto es que, de una manera más modesta, pero la idea funcionó y 'Rock Transgresivo' (1989) vio la luz. Se descorchó la botella. En la década siguiente, seis discos. Siempre hacia arriba. Extremoduro se convirtió en una de las bandas más exitosas del país, aunque el camino no estuvo exento de dificultades ni, por supuesto, de más cambios en la formación. Solo Robe, al timón, ha permanecido impasible en el puente de mando de un barco que en ocasiones parecía ir a la deriva.
Antes de llegar a 'Somos unos animales' (1991), en el que 'Salo' cambió el bajo por la guitarra, 'Von Fanta' continuó sentado a la batería y Carlos 'el Sucio' se incorporó para hacerse cargo del bajo, la banda ya rebasó las fronteras extremeñas. Dos actuaciones en Televisión Española y la participación en un concurso musical patrocinado por Yamaha en Madrid dieron a conocer a Extremoduro, sus letras, su sonido y su estética en círculos mucho más amplios.
Los mismos cuatro músicos firmaron 'Deltoya' (1992). El que muchos seguidores consideran el último disco del Extremoduro primigenio. El del sonido sucio, el del rock duro y urbano, el de Robe disparando contra todo y contra todos, el del genio que se rebela por salir.
La banda se disolvió, otra vez, y Robe reclutó nuevos componentes para '¿Dónde están mis amigos?' (1993). Será una unión efímera. Solo Ramón Sogas le acompañará más allá de este disco. Para 'Pedrá' (1995), un proyecto muy personal del artista placentino, Extremoduro cambia de nuevo la alineación.
Iñaki 'Uoho'
Este trabajo fue para el grupo un punto de inflexión. No por el éxito del trabajo, de una sola canción y difícil de entender para la mayoría de los fans de la banda. Pero sí porque 'Uoho', guitarrista de Platero y Tú, ejerce de productor.Con Iñaki en la producción, el sonido de la banda evoluciona. Los arreglos están más cuidados y deja atrás el sonido más urbano para lograr algo propio. Suenan a Extremoduro. La poesía de Robe encuentra un acomodo más personal. Así llegará 'Agila' (1996), la obra que elevó al grupo a los altares del rock patrio. Seguramente es su mejor trabajo, aunque vaya en gustos, y el que alcanzó más repercusión hasta la fecha. Los conciertos empezaron a ser multitudinarios. Los fans se multiplicaron y las expectativas se dispararon. Robe no defraudó. Responde con 'Canciones prohibidas' (1998) y el magnífico 'Yo, minoría absoluta' (2002), en los que 'Uoho' ya es miembro a tiempo completo de una banda a la que se suman Ignacio Cantera, a la batería, y Miguel Colino, al bajo, que compondrán el grupo hasta el final.
Donde Extremoduro siguió haciendo ruido fue en los escenarios. En esa época volverá al lugar en el que empezó. Trece años después de último concierto en la ciudad que le vio nacer, debido a varios problemas con las corporaciones municipales, Robe desborda Plasencia en 2008 con un concierto apoteósico.
'Material defectuoso' (2011) y 'Para todos los públicos' (2013) cierran la discografía. Su desigual acogida no resta seguidores en los conciertos. Entre ambos trabajos, el directo de Extremoduro llega por primera vez a América en un pequeño recorrido que agota todo el papel por Argentina, Chile y Uruguay. Cinco conciertos para cerrar una serie más amplia por España que pisó Cáceres.
A la región regresó el grupo en 2014 dentro de una gira con más de 35 fechas. De nuevo Cáceres y Don Benito fueron los destinos.
Tras ese paso y cinco años de incomparecencia, Extremoduro anunció el pasado miércoles que lo deja. La decisión, como se pudo comprobar en la rueda de prensa que el pasado jueves dieron Robe e Iñaki parece definitiva. La gira de despedida -más allá de la operación de marketing que esconda- ahonda en esa idea. Tiene pinta de que ha sido algo meditado, por mucho que los incondicionales del grupo quisieran pensar que no pasaba nada, que la nota publicada en la web de la banda avanzando la disolución hubiese sido un momentito de bajada.
Por delante doce fechas y ocho ciudades, de Valencia a Bilbao, del 15 de mayo al 18 de julio. «Los grupos pasan, las canciones son eternas», palabra de Robe, que al frente de Extremoduro dirá adiós a la región extremeña el 20 de junio en el recinto ferial de Cáceres.
Discografía
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- discos de estudio es el legado de Extremoduro. Solo Robe ha estado detrás de todos y en ellos han colaborado nombres como el violinista Ara Malikian, Ariel Roth, Fito Cabrales, Rosendo Mercado, Albert Pla o 'el Reverendo'.
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Extremoduro muere. Robe vive. Extremoduro vive.
En Extremoduro, el único necesario siempre ha sido Robe. Todos los demás eran contingentes. Y Robe lo sabía. Fue consciente de su tremendo talento y de la repercusión de su lírica incluso cuando el grupo no trascendía de las fronteras regionales o comenzaba a verse lastrado por las drogas en plena 'era del caos'.
Extremoduro, como tal, solo duró hasta 1992, apenas cinco años. A partir de ahí, Robe inició carrera en solitario. Nunca le importó agradecer los servicios prestados a sus 'partenaires' y buscar nuevas barcas y nuevos remos. Un hombre sin Dios ni amo. «Voy a dejar esta ciudad, no me pienso despedir (…). No sé ni a dónde voy a ir, no me he parado a pensar, a un sitio de color de rosa», cantaba en 1993 tras dejar Plasencia y marcharse a Rubí (Barcelona) para comenzar el despegue profesional.
Robe pasaba de la etiqueta Extremoduro. Nunca le importó quebrantar un nombre comercial que, a medida que crecían sus alianzas artísticas, se convirtió en una obligación de marketing. En el 92, quiso sacar 'Deltoya' con el nombre de Extremozoide, y en el 93, ya sin los miembros originales, intentó abandonar el nombre Extremoduro y publicar '¿Dónde están mis amigos?' en solitario y 'Pedrá' como Pedrá. La discográfica DRO le obligó a rectificar. «Salir solo con Robe es arriesgado», dijeron. Ya en el 2001, sí que pudo parir un maravilloso proyecto personal con Fito y Manolillo Chinato con el nombre de 'Extrechinato y Tú'.
De los contingentes, Iñaki 'Uoho' Antón es el que menos lo ha sido. Con el vasco como productor y arreglista, Robe dejó de moverse en circuitos marginales y se convirtió en ídolo de masas gracias a tres álbumes míticos en apenas seis años, del 96 a 2002.
Fue ese, el 'Yo, minoría absoluta' de 2002, el último vestigio del rock transgresivo vomitado en las callejuelas placentinas a finales de los ochenta. Allí quedaron anclados los ortodoxos de Extremoduro y los nostálgicos de 'Estado Policial' o 'Necesito droga y amor', que no supieron madurar a medida que lo iba haciendo Robe. 'Extremoblando', le llamaban.
Robe, ya alejado de las drogas y tras seis años de exploración introspectiva, dio a luz no solo la obra cumbre de su carrera, sino la obra cumbre del rock español. En 'La Ley Innata', en 2008, se comenzaron a atisbar los aires intimistas que han acompañado a su música desde entonces.
El camino entre Robe y el rock eléctrico de 'Uoho' comenzó a bifurcarse. Trabajos como 'Material Defectuoso' y 'Para todos los públicos' no fueron más que preámbulos de los discos que vendrían en solitario, propiciados por etapas cada vez más prolongadas en Plasencia.
«Alber, búscame a unos músicos y echamos el rato», le dijo al batería que hoy forma parte de su banda extremeña. Así, en un pequeño estudio placentino, se plantó el germen de dos discos publicados con impecable factura académica.
Extremoduro se separa porque quedan atrás 'Uoho', Cantera y Colino, como antes quedaron otros tantos, pero Robe nos seguirá deleitando con las mismas señas de identidad que han sido transversales a numerosas generaciones.
Extremoduro muere. Robe vive. Extremoduro vive.
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Los ecologistas lamentan que sigan las rehalas en el parque de Monfragüe,.
TITULO:'Volando voy -Jesús Calleja - Sor Celina ,.
Este domingo 29 de Diciembre , a las 21.30, Cuatro emite una nueva entrega de 'Volando voy',foto .
Sor Celina,.
La guardiana de Santa Ana,.
Su biografía, publicada por la Fundación CB, desvela su exilio en la Guerra Civil, su primer amor y la oposición de su madre a que se hiciera monja | Sor Celina es la mujer que ha logrado en sus 70 años de clausura que el Real Monasterio y su patrimonio sobrevivan,.
Su vida protagoniza la primera biografía dedicada a una mujer de la colección 'Personajes singulares' de Extremadura de la Fundación CB. El libro lo han escrito al alimón Paola Cortés, la historiadora de arte que ha pasado los dos últimos años pegada a Sor Celina para catalogar el archivo que la clarisa desempolvó de los baúles, y Miguel Ángel Vallecillo, historiador y director del Museo Etnográfico de Olivenza.
Dividido en seis capítulos, los dos primeros los firma de su puño y letra Sor Celina, donde desvela su historia más desconocida, el tiempo antes de la clausura en el que aún era Flora Sosa Monsalve. Su madre le puso el mismo nombre que tenía su tercera hermana, que murió antes de cumplir los dos años.
De su niñez se detiene en la Guerra Civil, que le marcó profundamente y que recuerda -dice- «como si pasara por mí una película». Tenía 8 años cuando a punto de comer, unos milicianos les echaron de su casa. Era el 13 de agosto de 1936 (un día antes de la toma de Badajoz ), vivían en la carretera de Campomayor y su hermano pequeño tenía 27 días.
«Señor Sosa -dirigiéndose su padre-, márchese enseguida con su familia si quiere salvar sus vidas. Nuestras tropas avanzan apresuradamente». Esas palabras las tiene grabadas a fuego. Cogieron dos botijos de agua, unos trozos de pan y chocolate y emprendieron el camino a pie hasta la frontera, donde fueron acogidos por una familia en Campomayor. La travesía -recuerda- fue tan penosa que a su madre se le retiró la leche. Su exilio no duró mucho.
Entró en la Escuela de Artes y Oficios un año antes de lo permitido. Tuvo que mentir sobre su edadMás dulces son sus recuerdos sobre su ingreso en la Escuela de Artes y Oficios. Antes de la clausura, sintió la llamada del arte. Tanto es así que no dudó en mentir sobre su edad para poder ingresar en ella, tenía 13 años recién cumplidos. La edad mínima para matricularse eran los 14, «pero no me veía capaz de esperar un año».
Allí estuvo hasta los 22 años, aprendiendo pintura de Adelardo Covarsí, Manuel Fernández Mejías, Carmen Lucenqui y Antonio Juez, quien cuando se enteró de que quería ser monja, intentó disuadirla animándola a irse a Madrid a seguir estudiando arte. «No cierres tu don bajo llave», le aconsejó el pintor.
Tenía talento. Siempre ganaba el primer premio de final de curso. Por eso, destaca Cortés: «Lo que más miedo le daba cuando decidió cambiar su vida era que las monjas no le dejaran meter los pinceles en el convento».
Antes de eso, se enamoró. Tenía 17 años. Se llamaba Juan -no desvela sus apellidos-, tenía seis años más que ella, fueron novios durante tres años y con él soñaba formar un hogar como el que le habían dado sus padres. Pero la llegada de la Virgen de Fátima a Badajoz le cambió el destino.
Era el año 1947 y vio la procesión desde un balcón del antiguo Bárbara de Braganza, hoy sede de la Diputación de Badajoz, cuando iba camino de la catedral. «Esa fue la llamada», dice Vallecillo, aunque el gran empuje hacia la clausura lo recibió poco después, tras la muerte de su padre y su convalecencia por la grave enfermedad que le produjo su pérdida.
Estaba prometida con su novio pero la visita de la Virgen de Fátima a Badajoz en 1947 cambió su destinoHasta ese momento reconoce su devoción mariana. «Jamás me acosté sin rezar tres veces el Ave María y lo mismo hacía cuando me levantaba, una costumbre que había adoptado de mi madre y mi abuela», pero a renglón seguido desvela que pocas veces rezaba el Rosario y que buscaba excusas para no ir a misa los domingos.
«No quiero casarme», le dijo a su prometido, aunque dice que esas palabras que salieron de su boca no las había pronunciado ella. Así fue como Juan, y a la vez su madre, se enteraron de su cambio de rumbo. Entonces ya trabajaba llevando la contabilidad de la farmacia Liso, en la antigua calle Echegaray -hoy Virgen de la Soledad- y cada día de camino pasaba por delante del convento de Santa Ana.
Un día llamó al torno y preguntó a la monja: «Qué necesito hacer para llevar su uniforme?». Lo tenía decidido, quería ser monja y de clausura. Eso pese a la oposición frontal de su madre, que el día que iba a ingresar en Santa Ana le cerró el paso y le suplicó que no lo hiciera. Fue su hermana Maruja la que la bendijo en el acto, justo antes de traspasar los muros donde ha pasado los últimos 70 años de su vida ya como Sor Celina. «Me costó muchísimo renunciar a tantas cosas: mi forma de vestir, al trabajo, al hogar, a la familia...».
Sin embargo, los dos autores de su biografía confirman que jamás en este tiempo se ha arrepentido de su decisión. Con 34 años, fue la primera clarisa que sin cumplir ni los requisitos de edad ni de tiempo de clausura se puso al frente del convento. Ha sido 27 años madre abadesa, -más madre que abadesa, dice- y ha sido la que ha logrado que su comunidad sobreviviera a la falta de recursos económicos y de vocaciones, que se ha llevado por delante muchos conventos en España.
Lo hizo haciendo más amables las condiciones de vida dentro del Real Monasterio, buscando medios para subsistir sin depender de las donaciones: creó una taller de encuadernaciones, una lavandería y mantuvo el obrador. Logró salir de la clausura para formarse en restauración y así asumir la recuperación del patrimonio del convento. Fue ella quien, junto a otras tres monjas, rehabilitó el retablo tras el incendio que lo dañó en 1991 y es quien ha creado el archivo y el museo del Real Monasterio. «Ha sabido compaginar sus dos vocaciones, la religiosa y la artística. El feminismo también puede vestirse de hábito», destaca de ella Paola Cortés.
A sus 92 años, quiere ver el museo,.
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