¡ BUENOS DIAS JAVI Y MAR ! - CADENA 100 ,.
Lo mejor del programa ¡Buenos días, Javi y Mar! que se emite cada mañana en CADENA 100 de 06:00 a 11:00 y que presentan Javi Nieves y Mar Amate,etc.
Al rincón de pensar - Martes -7- Enero .
Al rincón, anteriormente conocido como Al rincón de pensar,
fue un programa de televisión español en el que cada semana dos
personajes de plena actualidad (cantantes, políticos, actores,
deportistas) se someterán a las preguntas Risto Mejide en su particular
rincón. Se emitió los martes a las 00:00 horas en Antena 3., etc.
En memoria de Tomas Civantos,.
foto / La huella del Arquitecto Tomás
Civantos Hernández (Cáceres, 1935-2019) perdurará en la trama urbana de
la ciudad de Cáceres y en la memoria de sus colaboradores, que tuvimos la
inmensa fortuna de trabajar y aprender con él.
- Barrios.
Barrios enteros de la ciudad de
Cáceres, como el polígono de La Madrila, que representó la modernidad de los
bloques singulares y aislados con sus zonas verdes; el polígono industrial de Las
Capellanías, que trajo el orden a la “industria” en Cáceres; la Dehesa de Los
Caballos, cosiendo los retales de las infraconstrucciones existentes al Sur de
la ciudad; la U.V.A. de Las Trescientas, Las Acacias, Moctezuma, La Zambomba,
Las Candelas… son proyectos y obras suyos.
Las Trescientas es el de mayor
contenido social de todos los barrios. Es un poblado de los denominados “de
absorción de chabolas” construido por la Obra Sindical del Hogar para dar una
habitación provisional más digna a la población de aluvión que llegó a la
capital en la posguerra. Como él decía “se construyó provisionalmente para 10
años y ya lleva 50”. En ese barrio de casitas blancas con mercado, equipamiento
y colegio, los problemas sociales se han disuelto con el tiempo como un
azucarillo. ¡Qué diferencia con actuaciones públicas posteriores tipo ghetto, como los bloques de la Calle Ródano en Aldea Moret!
- Construcciones para el Ministerio de Educación.
Además de la propia sede en Cáceres (el edificio "Múltiples"), Tomás Civantos proyectó numerosas construcciones
escolares, repartidas por toda la provincia de Cáceres, donde muchos estudiamos de niños. Levantadas casi sin
dinero en su etapa como funcionario-arquitecto del Ministerio de Educación.
Visitando obras en colegios de alquerías de Las Hurdes que no tenían carretera,
a las que las barras de acero llegaban desde Pinofranqueado cortadas de 2 en 2
metros cargadas ¡en mulos! y el arquitecto del Ministerio (también en caballería)
iba a controlar los empalmes de las armaduras para salvaguardar la seguridad de
edificios que hoy están abandonados, pero permanecen en pie. “Hay que hacer las
cosas con seguridad”, afirmaba con rotundidad.
- Edificios.
Notables edificios, que pasan desapercibidos en Cáceres, Plasencia y muchos pueblos de la
provincia, pero que cuando se estudian en detalle se aprecia su calidad
arquitectónica:
- Las mejores residencias “de mayores” como él las
denominaba, las proyectó Tomás Civantos (Hermanitas de los Pobres, Avenida de
Cervantes, otra en Jaraíz de La Vera...) cuando no había tantas normas y se
confiaba en el sentido del arquitecto. Con servicios nuevos inigualables que él
introdujo por vez primera en un asilo.
- Las iglesias de Virgen de Guadalupe (Moctezuma)
y de San Eugenio (Aldea Moret), esta última, evolución de la anterior con su gran
viga en celosía “toblerone” atravesando la nave. Hoy, 12 de diciembre de 2019,
los sacerdotes de sendas parroquias han oficiado su funeral.
- Bloques-torre de viviendas, entre los cuales
destacan los abiertos de La Madrila, donde las viviendas (cuatro por planta)
eran completamente exteriores, sin patios y con un único núcleo de escaleras.
Torres que evolucionaron hacia el “bloque de La Estrella” de la Avenida de
Cervantes, el último de esta tipología y el mejor de todos los bloques-torre
cacereños.
- Los primeros edificios de la Universidad en
Cáceres, como la Facultad de Veterinaria, realizada con el presupuesto de un
instituto de secundaria. Le dijo el Ministerio “Si en Extremadura quieren hacer una Universidad con el presupuesto de
un Instituto, allá ellos… pero este dinero es el que hay”. Y surgió el primero
y más barato, pero para la mayoría de los profesores de la Universidad, el
mejor de los centros universitarios; con revoco monocapa y cubierta de chapa sí,
pero con todos sus espacios bien resueltos, bien iluminados, gracias a sus
conexiones funcionales, resolviendo y compatibilizando perfectamente los espacios
docentes, de laboratorio, de administración, ¡de animalario y de hospital
animal!. Y es una lástima que no se llevara a efecto su Plan Parcial del Campus de Cáceres tal y como él lo
proyectó, porque habría paliado en parte la desastrosa decisión política de
sacar la Universidad del Casco Antiguo “Patrimonio de la Humanidad” en el que
estuvo.
- Y muchos edificios de viviendas, de todas las
tipologías. Todos distinguibles, porque los hijos se parecen siempre un poco a
sus padres.
- Planeamiento.
Redactó los primeros documentos
de Planeamiento Urbanístico de la Democracia: Navalmoral de la Mata en el momento justo de
su desarrollo por la central nuclear de Almaraz, Moraleja, Valencia de
Alcántara, Alcántara, Guadalupe... Aportando el novedoso concepto de “urbanismo
en pequeños municipios”, adaptado a la realidad micromunicipal de Extremadura,
frente al tópico del planeamiento desarrollista de las ciudades, que se nos
enseñaba a todos los arquitectos en las Escuelas de Arquitectura. Se anticipó a
conceptos que ni la primera ley del suelo ¿extremeña? consideró 20 años más
tarde.
Una mención especial para la
planificación de Guadalupe, en la que empezó a trabajar nada más terminar la
carrera y nunca la abandonó, consciente de la importancia histórica del
Monasterio y su Puebla. Incluso prolongó su edad de jubilación para terminar lo
que el Municipio no quería: Un planeamiento que ordenara su incipiente desarrollo
y protegiera su cualificado patrimonio. Hoy, 40 años después de aquellas
primeras Normas Subsidiarias inéditas que redactó, las declaraciones UNESCO del
Monasterio y del Geoparque de Las Villuercas demuestran que aquel arquitecto
visionario tenía razón y se anticipaba a su tiempo.
- Restauración.
Realizó numerosas restauraciones en iglesias y conventos (como
arquitecto de cabecera del Obispado de Coria), en todas las cuales pasa
desapercibida “la mano del arquitecto”, porque respetaba la arquitectura
original, los oficios de la construcción y la unidad del conjunto (“su
mayor valor”, como él decía). Su sencillez le impedía sobreponerse al
lugar o al edificio histórico en el que intervenía. El respeto al lugar
califica al buen arquitecto.
Decía también que “a las monjas, el Obispo debía meterlas todas juntas
en un piso”, así podrían tener calefacción y el obispado se ahorraría
mucho dinero en obras.
- Artes plásticas.
TITULO:
LA NOCHE LARGA, MUJERES EN PRIMERA LINEA, - LA CHICA LUNES - 6 -
DOMINGO -12- Enero - DOS DIAS Y UNA NOCHE - MARTES -7 - Enero - Saoirse Ronan ,.
DOS DIAS Y UNA NOCHE - MARTES -7- Enero .
El programa está conducido por la periodista catalana Susanna Griso.
Cada semana visitará la casa de un personaje famoso relevante y
mediante el hilo conductor de la entrevista, irá desgranando la vida de
los famosos. Como novedad la periodista se instalará en las casas de los
invitados durante dos días pasando una noche allí. El martes -7- Enero , a las 22:40 por antena 3, etc.
LA NOCHE LARGA, MUJERES EN PRIMERA LINEA, - LA CHICA LUNES - 6 - DOMINGO -12- Enero - DOS DIAS Y UNA NOCHE - MARTES -7 - Enero - Saoirse Ronan,.
Saoirse Ronan,.
foto - Saoirse Ronan: "Me educaron para que la fama no se me subiera a la cabeza",.
Es la mejodr actriz de su generación, y no solo por su talento interpretativo, sino por su olfato para elegir personajes. Ahora, llega a los cines como la rebelde Jo de Mujercitas. Una nueva versión del clásico con espíritu millennial, que la pone en primera línea para la carrera de los Óscar.
Saoirse Ronan
(Nueva York, 1994) tiene nombre de estrella, de esos en los que no hace
falta el apellido para que todo el mundo sepa de quién estamos
hablando. Mucha gente ignora cómo se pronuncia –“Sur-sha”– o que
significa “libertad” en irlandés. De hecho, mucha gente ignora casi todo
sobre ella; a la actriz no le gusta exponerse. Pero el
nombre no es lo único que tiene de estrella: a sus 25 años, cuenta ya
con tres nominaciones a los Óscar (por Expiación, en 2007; Brooklyn, en
2015 y Lady Bird, en 2017) y es más que probable que en 2020 consiga la cuarta por su papel de Jo March en la esperada séptima versión de Mujercitas (estreno, 25 de diciembre). De momento, ya es candidata a mejor actriz dramática en los Globo de Oro.
Hace 150 años...
Greta Gerwig dirige esta versión de la historia de las hermanas March, que escribió Louisa May Alcott en 1868. “Nunca me habría atrevido a hacerlo, pero cuando me enteré de que Greta estaba en el proyecto le dije: “Tengo que interpretar a Jo”, cuenta Ronan. Poco después recibió un correo electrónico donde la directora –cómplice y amiga, con la que ya había hecho Lady Bird– le confirmaba que el papel era suyo.
Jo March
es un personaje icónico para generaciones y generaciones de
adolescentes, que siguen fascinadas por la indomable aspirante a
escritora que nos mostró que otras maneras de ser mujer eran posibles.
“Es una historia que sigue despertando interés: son cuatro hermanas muy
diferentes con distintos sueños; cualquiera puede identificarse con
ellas. Alcott describe a Jo como una chica graciosa y cabezota, un
terremoto al que le gusta correr y escribir. Así que como otras muchas
chicas, yo también me sentí atraída por ella”, reconoce la actriz.
Establecer
paralelismos entre ambas no es difícil. Si Jo siempre supo que quería
ser escritora, Saoirse tenía claro desde niña que lo suyo era la interpretación. Además, las dos son inteligentes, divertidas, luchadoras... y reivindicativas de los derechos de las mujeres.Algo se mueve en Hollywood
Ronan, que ha trabajado a las órdenes de varias mujeres, no cree que el género del director influya en la forma de trabajar: “He rodado con hombres sensibles y con mujeres frías; todos manejan la autoridad de forma distinta”. Sin embargo, sí cree que soplan en Hollywood vientos favorables a la presencia femenina. “Confío en que no sea una moda. Ahora los que deciden están obligados a interesarse por el trabajo de las cineastas. Hay que normalizar que las mujeres puedan ser la máxima autoridad en un rodaje”, explica. Y las actrices se han sumado a esa corriente: “Ya no nos sentimos tan vulnerables al reclamar derechos o exigir igualdad salarial. Hasta hace poco, era tan increíble conseguir un papel protagonista que no te planteabas pedir nada más”, dice.Ronan es hija de dos irlandeses que se mudaron a Nueva York persiguiendo el sueño de su padre de ser actor. Logró algunos papeles pero, cuando Saoirse tenía tres años, la familia decidió volver a Irlanda. De entonces le quedan la doble nacionalidad y el apodo Saoirse from the block (un guiño a la canción de Jennifer Lopez).
Niña prodigio de la interpretación, a los nueve años debutó en la serie The Clinic y a los 13 sorprendió con el complejo papel de Briony en Expiación. “Mi madre me acompañaba a los castings y rodajes. Me protegió de todo. No sé qué habría pasado en otras circunstancias y estoy muy agradecida por su dedicación”.
En cierto momento, sus padres decidieron que estudiara en casa para evitar la actitud hostil de algunos niños. “Pero yo no era una superestrella infantil a la que reconocían por la calle –puntualiza–. Ser hija única influyó en que tuviera imaginación y no me costara meterme en una escena pero yo, simplemente, hacía un trabajo y volvía a mi rutina. No siento que me haya perdido mi niñez. He disfrutado de experiencias únicas y siempre me ha gustado estar rodeada de adultos. De hecho, ahora lo que me sorprende es que ya no soy la más joven de los rodajes”.
Sus progenitores le transmitieron que nunca se creyera más que nadie. “Me educaron para que pudiera ser quien quisiera, pero también para luchar y ser fiel a mí misma y para que la fama no se me subiera a la cabeza”, apunta.
Su currículum es particular, sin rastro de superheroínas, comedias románticas o franquicias de acción. Saoirse ha forjado su carrera a base de dramas y títulos de prestigio, sin haber pisado una escuela de interpretación, solo con talento y ojo clínico para los papeles. “Mi familia me enseñó a confiar en mí misma y siempre he sabido quién soy. Por eso me decanto por personajes con carácter. Desde niña, mi prioridad fueron los roles complejos e interesantes. No quería ser solo la novia o la secretaria. Me daba igual si era un papel pequeño; quería que tuviera algo que aportar”. Y esta es la filosofía que la ha catapultado a lo más alto. Tom Rothman, ejecutivo de Sony Pictures, responsable de Mujercitas, afirma: “Saoirse es la Meryl Streep de esta generación. Transmite una fuerza que muy pocas actrices tienen”.
Actriz en crecimiento
Saoirse vive ahora en Londres, pasa largas temporadas con su familia en Irlanda y solo pisa la alfombra roja cuando está promocionando una de sus películas. La prensa la ha emparejado con el actor Jack Lowden, con el que trabajó en María, reina de Escocia. Han sido fotografiados juntos, pero ella no confirma nada, ni de palabra, ni en redes sociales –que, por supuesto, no tiene–. Su trabajo es su vida... O al menos lo era. “Empiezo a ver que la interpretación no lo es todo, y eso me hace muy feliz. Me apasiona lo que hago, pero a medida que me hago mayor siento menos presión y disfruto de las cosas maravillosas de una vida normal”. ¿Por ejemplo? La cocina. Nada más terminar el rodaje de Mujercitas, Ronan se apuntó a un curso con una amiga. “Necesito estar ocupada entre trabajo y trabajo, y no quería hacer nada relacionado con el cine”.Mujercitas y matrimonios
“Vosotros tenéis muchos libros increíbles; los americanos solo tenemos dos: Mujercitas y Moby Dick. Y no quería rodar con una ballena”, dijo la cineasta Greta Gerwig ante los miembros de la academia británica de cine que asistieron a un pase de la película. La directora de Lady Bird ha vuelto a confiar en Ronan para esta nueva versión del clásico de Louisa May Alcott, y se ha rodeado de actrices como Meryl Streep, Laura Dern y Emma Watson, pero también de unas jovencísimas Florence Pugh y Eliza Scanlan, de las que todo Hollywod habla. Curiosamente, Ronan compite por el Globo de Oro con Scarlett Johansson, protagonista de Historia de un matrimonio, cuyo director es Noah Baumbach, pareja de Gerwig.
TITULO: Viajeros Cuatro - Contra viento y marea,.
El Miércoles -1- Enero a las 22:45 por La cuatro,foto,.
Escribo
en «alerta», como todos. El estado de «alerta» se ha convertido en lo
habitual, por vientos, por lluvias, o por meteoros diversos como los
Pedrosánchezes de barretina, los picotazos luxemburgeses, o los puñados
de ignotos tantarantanes que cada día nos acechan. Pues así, en alerta
roja rojísima, con las coyundas empapadas y el pelo revuelto como una
'morgañera', me dispongo esta tarde a estrenar el nuevo invierno que
voces –diz que autorizadas– han anunciado como «tibio y húmedo» aunque
uno, de natural desconfiado y por si fueran las mismas voces que
apostaron por un otoño extremadamente seco, me he lanzado a rebuscar
cobertores de lana y cosas de buen abrigo. Santa Greta nos ampare.
Y en este revoltijo climático hemos llegado a las puertas de la mismísima Navidad y aunque el viento desconsiderado y bujarrón haya revoloteado la mitad de las luces –'led' por supuesto– con las que los ayuntamientos han querido embaucarnos, ya sentimos cómo aquel espíritu navideño de nuestra infancia nos adormece poco a poco mientras miramos cómo beben y vuelven a beber los peces en el río. Hace años, cuando las guerras eran guerras y los animalitos se mataban mirándose a los ojos, se solía decretar una tregua en Navidad y así los contendientes dejaban de destriparse unos cuantos días tornando la espada en zambomba en honor del pobre chiquirritín del portal de Belén. Ya ni eso. No hay tiempo, hay que seguir adelante porque el tiempo apremia, hay que firmar lo que sea, ya. Y a despecho de fiestas, turrones y 'caganer' continuar recosiendo acuerdos, disimulando traiciones, tortoleando y abriéndose como cortesanas viejas dispuestas a todo por el mendrugo de la Moncloa. Alerta roja, rojísima. Pase lo que pase. Confundiendo poderes con placeres y rimando España con campaña –y con engaña–. La vieja piel de toro se resquebraja. Nuestra España se deshilacha como una pordiosera. Pero no importa. Nada importa. Solo el poder; al precio que sea. El viejo grito de «libertad, amnistía y estatuto de autonomía» suena a chiste medieval. La libertad sin ira se ha transformado en buscona de a real y medio. Y el futuro, el inmediato, en una «alerta» climática, roja, rojísima de vuelta atrás. Navidad, mojada navidad, ventosa navidad, triste navidad.
Y, así las cosas, imagino a nuestro Rey Felipe el sexto, debatiéndose en la duda existencial mientras intenta hilvanar su discurso de Navidad. ¿Qué decir? La cosa no está para palabritas de felicitación; ni para despachar el asunto con los inanes lugares comunes de siempre. Algo hay que decir. Mucho, muchísimo habría que decir. Pero ¿puede el Rey dejar con el culo al aire a su presidente de gobierno? No, claro que no. Resulta que es un Rey constitucional. Resulta que está firmemente maneado por la propia norma. Resulta que ha de situarse por encima del tableteo de la política sin mancharse, ni pringarse; allá arriba. Pero también resulta que, pese a todo y al ninguneo a que le somete la malaventura en funciones, el Rey se ha convertido, por méritos propios, en el referente al que miran los españoles; en el imprescindible punto de equilibrio, en su última ratio; en la esperanza a la que agarrarse. Necesitamos que hable el Rey. Queremos oír al Rey. A nuestro Rey. A verdad abierta. A corazón abierto. Mirándonos a los ojos. Contra viento y marea, Feliz Navidad.
Será un pionero como lo fueron años atrás quienes empezaron a apostar por otros mariscos. David Fernández, gerente de la cofradía de Cangas (Pontevedra), recuerda que no hace tanto algunos trataban como descartes productos como las algas o de las ortiguillas, que en cuestión de pocos años se han revalorizado y popularizado en el mercado.
Décadas antes, María Cal, mariscadora jubilada de la Ría de Vigo, recuerda que vivió una época en la que nécoras y centollos se utilizaban como abono en las huertas: la producción de las rías gallegas era elevada y el precio de productos los hacía tan poco rentables que era habitual ver tierras «sembradas de conchas, como si fuesen fertilizantes».
Algo parecido ha pasado con el abalón, el pepino de mar, el moelo o el ameixón, productos que se han convertido en la joya de la corona de la alta gastronomía. El chef Iñaki Bretal es uno de los pocos que trabaja con todos ellos en la actualidad. En realidad, uno de los pocos que se atrevió a experimentar con recetas cuando eran aún uno de los secretos mejor guardados de las rías gallegas. En su restaurante O Eirado da Leña (Pontevedra), con una estrella Michelín, suele incluir mínimo un par de ellos en la carta o como aperitivo.
Bertal conoce el abalón (peneira en gallego) desde su infancia en la localidad coruñesa de Ribeira. «Iba a las piedras y la cogía», rememora, pero en su casa no se apreciaba. Años más tarde, ya convertido en uno de los cocineros gallegos de vanguardia, e integrante del Grupo Nove -proyecto para impulsar una nueva cocina gallega combinando tradición e innovación-, sabe por qué aquella familia que salivaba todo lo que se cogía en el mar no valoraba esta exquisitez. «Se cocía, así que estaba duro. O se machacaba, como la carne».
«Pagamos, al cambio, 150 euros por una pieza» de este molusco de apariencia exterior rugosa e interior con una variada paleta de colores y pequeñas muescas que en el mercado asiático alcanza precios de infarto. Y, de regreso a Galicia, empezó a prepararlo: «Se empezó a hablar de él y la gente quería probarlo».
Acababa de llegar a España una de tantas modas gastronómicas importadas gracias a la globalización, el que durante años estuvo considerado el marisco más caro del mundo. El problema, hace años, era conseguirlo, pues su hábitat natural es adherido a las rocas en el fondo del mar, hasta a 25 metros de profundidad, pero en la actualidad hay dos alternativas.
Una
viene de la mano de la acuicultura. En la ría coruñesa de Muros se
asentó la mayor planta de Europa de cría y comercialización del
producto, centrada en su exportación en Taiwán, Corea o Japón, si bien en la actualidad está inmersa en un proceso de reserva y no es posible conocerla.
La segunda opción es más tradicional. Cinco cofradías gallegas -Aldán, Cangas, Fisterra, Corcubión y Lira- tienen planes de explotación de la especie en los que todo está perfectamente regulado para evitar la sobreexplotación y no esquilmar los fondos marinos. En Cangas pueden bajar a recogerlo un máximo de 50 días al año y tan sólo tienen autorizadas cinco embarcaciones y 13 tripulantes. La extracción máxima se sitúa en 15-20 kilos por embarcación y siete por tripulante a bordo y, a pesar de esos límites, hay años que ni siquiera agotan los topes, pues la demanda no es tan elevada.
David Fernández, gerente de esta cofradía, explica que al principio se encontraban con que extraían el producto y luego resultaba difícil su comercialización por el alto grado desconocimiento de la especie, de modo que ahora la práctica totalidad de las veces se sumergen bajo demanda. Casi toda su extracción se la encarga una de las pocas empresas gallegas que lo comercializa, O Percebeiro, que desde Marín (Pontevedra) lo vende a toda España y siete mercados de todo el mundo.
Su director, Manuel Otero, empezó a trabajar el abalón hace más de una década sin excesivo éxito, hasta que hace seis u ocho años llegó «una fiebre» y «pasó a la alta gastronomía». El desencadenante: Japón. Cuando su familia empezó a demandarlo a los primeros mariscadores de la zona no había ni plan de explotación, de modo que ha vivido la evolución. También notó el impacto de la planta de Muros, si bien aclara que no produce la misma especie que la extraída de las rías gallegas, ellos trabajan con la japonesa que «no tiene nada que ver con la nuestra, es más pequeña». La diferencia principal es el sabor, pues la gallega es «más salvaje» y tiene «tiene un sabor muy atípico».
La evolución de esta especie tan cotizada demuestra lo importante del diálogo entre los marineros y las empresas comercializadoras, pues «ellos nos guían qué es lo que encuentran en el mar y nosotros qué es lo que se quiere en la calle». En esta línea insiste David Fernández, que asegura que fueron los trabajadores del sector los que, cuando bajaban a coger otras especies, supieron que la costa gallega también producía abalón.
Este conocimiento les llevó al pepino de mar, quizás el más novedoso de estos mariscos desconocidos a la par que codiciados y, de momento, el que menos está llegando al consumidor final. De la misma familia que las estrellas y los erizos de mar, al igual que el abalón, está considerado una delicia en el este y el sudeste asiático. China, Hong Kong, Japón, Corea, Taiwán, Malasia, o Singapur llevan tiempo demandándolo, pero hasta hace un lustro ni siquiera se extraía de las rías gallegas.
«Muchos por curiosidad, otros por conocimiento, otros por atrevimiento» los consumidores lo van probando. El producto ya estaba ahí, pero ahora se explota y Cangas ha sido la cofradía pionera en demandar a la Xunta de Galicia un plan de explotación. Cierto que también hay pepino de mar en el mediterráneo, donde se conoce como espardeña (espardenya en catalán), pero no tiene nada que ver con el de la costa gallega, a mano y uno a uno por parte de los buceadores.
Una diferencia sustancial es que «a este se le come todo» y, cuando se cocina, queda terso mientras que al mediterráneo solo el estómago y, al prepararlo, se deshace. A mayores, el sabor es «totalmente diferente». Como sucede con el abalón, la falta de conocimiento lleva a errores garrafales a la hora de prepararlo en la cocina. En O Percebeiro reconocen que se han llevado «muchos rechazos» de cocineros que se los demandaban y, al recibirlos, decirles: «Ha ido para la basura».
Una respuesta contra esos fiascos la tiene Iñaki Bretal, que ha llegado a innovar e incluirlos en recetas a priori poco atractivas para un producto del mar como los callos. Aunque una solución puede ser dejarlo 24 horas en sal «para que curta» y «se deshidrate», Manuel Otero reconoce que «está costando» su comercialización. En su caso, aún no se ha puesto tan de moda y la demanda que están teniendo de parte de algún cocinero español atrevido y del mercado sueco es todavía muy incipiente.
Para popularizarlo hacen falta más cocineros atrevidos como el chef de O Eirado da Leña, que «cualquier cosa que está debajo del mar, se lo lleva y da vueltas». Juega con sabores y texturas, como ha hecho hasta lograr recetas de moelo -en Cataluña conocido como escupiña- o con el ameixón, que en el sur se llama concha fina. La costa gallega produce estos mariscos con sabores diferenciados a otros litorales e Iñaki Bretal los prepara sin apenas cocción. El ameixón «se abre y con limón» y el moelo, aunque tiene un aspecto similar al del berberecho, es de mayor tamaño y resulta «más carnoso, con más chicha».
Lo recomendable es consumirlo crudo o con un pequeño golpe de calor y «se vuelve chicle». Es el más económico de estos productos desconocidos: se puede adquirir entre ocho y 12 euros el kilo y en casi todas las cofradías. Pese a todo, el consumo suele ser residual.
Habrá que esperar a que el grado de conocimiento aumente, o a que escaseen otras especies similares, pues, tal y como lo ve el gerente de O Percebeiro, «con los años, acabaremos comiendo y bebiendo todo lo del mar».
Sin resultar tan llamativos como usar percebes de abono, Iñaki Bretal pone ejemplos de cómo el paso de los años y las modas cambian el consumo. Hace 20 años se usaba el rape para relleno de ensaladillas porque era muy barato y el San Martiño que hoy llega a los 37 euros el kilo se servía en el menú del día. «Todo es oferta y demanda, o que se ponga de moda, y ya pasa de ser algo mediocre al boom».
Un
amigo me dijo hace unos días que para él la Nochebuena es una noche
como otra cualquiera, y que la Navidad ni le importaba ni significaba
nada para él. Pero yo creo que insistía tanto porque no estaba
convencido de sus palabras, y no me refiero a cuestiones religiosas, que
la conciencia es territorio privado, un espacio sagrado del individuo
donde está prohibido el paso a quien no ha sido invitado.
Yo creo que la Navidad sí representa algo especial, porque no vivimos solos, y al decir esto no pienso únicamente en quienes nos rodean, sino en la cultura milenaria de donde venimos, en las tradiciones en que nos educaron. Y esa memoria navideña está llena sobre todo de reuniones familiares y de las profundas huellas que dejaron los ausentes. Por mucho que se argumente que en Navidad no hay más razones para estar alegre o triste que en la Semana Santa, en agosto o en los carnavales, en estas fechas los sentimientos se intensifican y se exacerban para lo bueno y para lo malo y la sensibilidad brota a flor de piel. En estas noches mestizas se reavivan los recuerdos y se cruzan los dos años, el que muere y el que nace, y también nosotros nos sentimos partidos entre las esperanzas muertas y las nuevas esperanzas. En estas noches es más fácil llorar por lo perdido.
Otra cosa es negar que tiene sus inconvenientes, casi todos consecuencia del deseo de aparentar y del exceso de un consumo frenético y expansivo que en quince días llega a acumular tantos regalos que algunos ni siquiera se habrán abierto cuando llegue la Navidad del año siguiente.
Tradicionalmente, la Navidad comenzaba el 13 de diciembre, día de Santa Lucía de Siracusa, la tierna mártir a la que el gran juglar Federico Martín Nebras le cantaba hace treinta años, con voz estremecida, unos versos que decían, si la memoria no me falla: 'Santa Lucía, qué espanto, / te arrancaron la vista / y te dejaron el llanto». En los días más cortos y oscuros del año, la santa ciega que traía la luz era una metáfora de las fiestas que celebraban el nacimiento de Jesús y la llegada de la luminosa nieve.
Pero el consumo es impaciente y ahora la Navidad comienza dos meses antes. Desde principios de noviembre hasta el 7 de enero va creciendo la fiebre consumista, van engrasando los motores los hipermercados y renovando las horquillas que sujetan los billetes en las cajas registradoras. Los ágiles dedos de las dependientas del comercio se mueven a toda velocidad en los teclados numéricos de los datáfonos. Sobre los manteles, en las grandes comidas y en las cenonas discuten los olores del besugo y del cordero por lograr la supremacía, mientras exhalan sus aromas los ibéricos y los quesos y los foies y en la mesa auxiliar esperan las bandejas repletas de turrones y mazapanes y polvorones. En las fotos colectivas, todos sonríen y se dan besos de felicitación por el año nuevo, con las mejillas hinchadas por las uvas que no logran tragar al ritmo de las campanadas y en la mano una copa de cava. Se consume tanto, se bebe y se come tanto que, entre el ruido de los villancicos, se pueden oír los borborigmos de los intestinos del mundo que luchan por hacer la digestión.
En las calles se agradecen las guirnaldas encendidas, porque cuanto más prolongada es la oscuridad, más necesaria es la luz. Bajo las bombillas de led pasan familias enteras que vienen de hacer compras, el grupo etílico de una comida de empresa, algunos jubilados con gesto de extrañeza, tres adolescentes levantadas sobre tacones finos y con faldas muy cortas sobre las piernas desnudas, parece mentira que resistan el serrucho del frío que intenta cortarles los huesos. En la calle peatonal, un mendigo sentado en un umbral, con las piernas estiradas con gesto relajado, tiene ante él un plato de plástico con algunas monedas, pero no pide nada ni parece triste, y aunque al mirarlo piensas ¡Pobre hombre!, tal vez él esté pensando lo mismo de nosotros, los que vamos cargados de bolsas con compras estúpidas, fingiendo creer que la felicidad se adquiere en los grandes almacenes y se transporta en los carros llenos de los hipermercados.
Hace muchos años, mientras me documentaba para escribir mi novela 'Tantas mentiras', ambientada en la Revolución Mexicana, leí una novela de Sergio Galindo titulada 'La justicia de enero'. Trataba de eso, de la justicia, de los riesgos de que se vaya desvirtuando a lo largo de su proceso. Al principio del año se aplica con toda ecuanimidad, pero cuando llega diciembre, las presiones, las circunstancias de la sociedad, los protagonistas han cambiado tanto que la sentencia ya no es la misma que la prevista en enero y finalmente se dicta una aberración jurídica.
Ahora me acuerdo de ese libro y les deseo tres bienes para el 2020: prosperidad, felicidad y justicia. Prosperidad para todos los que se preguntan cómo podrán llegar a fin del año siguiente cuando apenas pueden llegar a fin de mes. Felicidad para los tristes y los solitarios. Y justicia para los indefensos. Ojalá la justicia del próximo diciembre solo haya evolucionado hacia la igualdad, el diálogo y la paz.
Y en este revoltijo climático hemos llegado a las puertas de la mismísima Navidad y aunque el viento desconsiderado y bujarrón haya revoloteado la mitad de las luces –'led' por supuesto– con las que los ayuntamientos han querido embaucarnos, ya sentimos cómo aquel espíritu navideño de nuestra infancia nos adormece poco a poco mientras miramos cómo beben y vuelven a beber los peces en el río. Hace años, cuando las guerras eran guerras y los animalitos se mataban mirándose a los ojos, se solía decretar una tregua en Navidad y así los contendientes dejaban de destriparse unos cuantos días tornando la espada en zambomba en honor del pobre chiquirritín del portal de Belén. Ya ni eso. No hay tiempo, hay que seguir adelante porque el tiempo apremia, hay que firmar lo que sea, ya. Y a despecho de fiestas, turrones y 'caganer' continuar recosiendo acuerdos, disimulando traiciones, tortoleando y abriéndose como cortesanas viejas dispuestas a todo por el mendrugo de la Moncloa. Alerta roja, rojísima. Pase lo que pase. Confundiendo poderes con placeres y rimando España con campaña –y con engaña–. La vieja piel de toro se resquebraja. Nuestra España se deshilacha como una pordiosera. Pero no importa. Nada importa. Solo el poder; al precio que sea. El viejo grito de «libertad, amnistía y estatuto de autonomía» suena a chiste medieval. La libertad sin ira se ha transformado en buscona de a real y medio. Y el futuro, el inmediato, en una «alerta» climática, roja, rojísima de vuelta atrás. Navidad, mojada navidad, ventosa navidad, triste navidad.
Y, así las cosas, imagino a nuestro Rey Felipe el sexto, debatiéndose en la duda existencial mientras intenta hilvanar su discurso de Navidad. ¿Qué decir? La cosa no está para palabritas de felicitación; ni para despachar el asunto con los inanes lugares comunes de siempre. Algo hay que decir. Mucho, muchísimo habría que decir. Pero ¿puede el Rey dejar con el culo al aire a su presidente de gobierno? No, claro que no. Resulta que es un Rey constitucional. Resulta que está firmemente maneado por la propia norma. Resulta que ha de situarse por encima del tableteo de la política sin mancharse, ni pringarse; allá arriba. Pero también resulta que, pese a todo y al ninguneo a que le somete la malaventura en funciones, el Rey se ha convertido, por méritos propios, en el referente al que miran los españoles; en el imprescindible punto de equilibrio, en su última ratio; en la esperanza a la que agarrarse. Necesitamos que hable el Rey. Queremos oír al Rey. A nuestro Rey. A verdad abierta. A corazón abierto. Mirándonos a los ojos. Contra viento y marea, Feliz Navidad.
TITULO: ¿Te lo vas a comer ? - El menú de Navidad más original: de abono de huertas gallegas a manjar de los mejores restaurantes,. ,. - Cocina - Alberto Chicote .
El Miércoles -1 - Enero a las 22:45 por La sexta ,fotos,.
El menú de Navidad más original: de abono de huertas gallegas a manjar de los mejores restaurantes,.
Abalón,
moelo, pepino de mar... Hace menos de una década, los marineros
descartaban estos productos de sus capturas. Ahora, sin embargo,
empiezan a conquistar las mesas más sofisticadas con sus sabores
intensos y a mejor precio que centollos o percebes
Percebes,
centollos, almejas, vieiras, bogavantes, cigalas, ostras, camarón...
Todos ellos son productos que se degustarán hoy en las mesas de Navidad
de los hogares españoles. Aunque no lo marca la tradición, sí la
costumbre y rara es una celebración que en diciembre no incluya
productos recién salidos del mar. Sin embargo, hay alternativas para
variar el menú sin olvidar el sabor a mar y a Galicia... y, en muchos
casos, a precios más asequibles.
Hablamos del abalón u oreja de mar, del pepino de mar y del moelo o escupiña:
tres ejemplos de productos que hace menos de una década descartaban los
propios marineros y que en los últimos tiempos han adquirido un alto
valor comercial y gastronómico. Son unos desconocidos muy cotizados que,
si las tendencias culinarias se mantienen, no tardarán en ser tan
demandados y conocidos como ahora las gambas o los mejillones. Esta
Navidad aún estamos a tiempo de presumir de estar a la última y
servirlos en la mesa. Si el bolsillo lo permite.Será un pionero como lo fueron años atrás quienes empezaron a apostar por otros mariscos. David Fernández, gerente de la cofradía de Cangas (Pontevedra), recuerda que no hace tanto algunos trataban como descartes productos como las algas o de las ortiguillas, que en cuestión de pocos años se han revalorizado y popularizado en el mercado.
Décadas antes, María Cal, mariscadora jubilada de la Ría de Vigo, recuerda que vivió una época en la que nécoras y centollos se utilizaban como abono en las huertas: la producción de las rías gallegas era elevada y el precio de productos los hacía tan poco rentables que era habitual ver tierras «sembradas de conchas, como si fuesen fertilizantes».
Algo parecido ha pasado con el abalón, el pepino de mar, el moelo o el ameixón, productos que se han convertido en la joya de la corona de la alta gastronomía. El chef Iñaki Bretal es uno de los pocos que trabaja con todos ellos en la actualidad. En realidad, uno de los pocos que se atrevió a experimentar con recetas cuando eran aún uno de los secretos mejor guardados de las rías gallegas. En su restaurante O Eirado da Leña (Pontevedra), con una estrella Michelín, suele incluir mínimo un par de ellos en la carta o como aperitivo.
Bertal conoce el abalón (peneira en gallego) desde su infancia en la localidad coruñesa de Ribeira. «Iba a las piedras y la cogía», rememora, pero en su casa no se apreciaba. Años más tarde, ya convertido en uno de los cocineros gallegos de vanguardia, e integrante del Grupo Nove -proyecto para impulsar una nueva cocina gallega combinando tradición e innovación-, sabe por qué aquella familia que salivaba todo lo que se cogía en el mar no valoraba esta exquisitez. «Se cocía, así que estaba duro. O se machacaba, como la carne».
El abalón y el pepino son de la misma familia que las estrellas y los erizos de marFruto de la experiencia ha averiguado que para sacar el máximo partido a este marisco no valen los términos medios: «O crudo, o con un golpe de vapor, o en cocciones largas». En ceviche, en sashimi, en tartar. O con fabas. Son algunas de las formas en las que lo prepara. Lo dicho, sin término medio: esa es la clave para disfrutar de un producto que conocía desde siempre y que, sin embargo, no empezó a apreciar hasta que, en un viaje por trabajo a Japón, le encargaron preparar una cena en Oaxaca y el abalón formaba parte del menú.
«Pagamos, al cambio, 150 euros por una pieza» de este molusco de apariencia exterior rugosa e interior con una variada paleta de colores y pequeñas muescas que en el mercado asiático alcanza precios de infarto. Y, de regreso a Galicia, empezó a prepararlo: «Se empezó a hablar de él y la gente quería probarlo».
Acababa de llegar a España una de tantas modas gastronómicas importadas gracias a la globalización, el que durante años estuvo considerado el marisco más caro del mundo. El problema, hace años, era conseguirlo, pues su hábitat natural es adherido a las rocas en el fondo del mar, hasta a 25 metros de profundidad, pero en la actualidad hay dos alternativas.
La segunda opción es más tradicional. Cinco cofradías gallegas -Aldán, Cangas, Fisterra, Corcubión y Lira- tienen planes de explotación de la especie en los que todo está perfectamente regulado para evitar la sobreexplotación y no esquilmar los fondos marinos. En Cangas pueden bajar a recogerlo un máximo de 50 días al año y tan sólo tienen autorizadas cinco embarcaciones y 13 tripulantes. La extracción máxima se sitúa en 15-20 kilos por embarcación y siete por tripulante a bordo y, a pesar de esos límites, hay años que ni siquiera agotan los topes, pues la demanda no es tan elevada.
David Fernández, gerente de esta cofradía, explica que al principio se encontraban con que extraían el producto y luego resultaba difícil su comercialización por el alto grado desconocimiento de la especie, de modo que ahora la práctica totalidad de las veces se sumergen bajo demanda. Casi toda su extracción se la encarga una de las pocas empresas gallegas que lo comercializa, O Percebeiro, que desde Marín (Pontevedra) lo vende a toda España y siete mercados de todo el mundo.
Su director, Manuel Otero, empezó a trabajar el abalón hace más de una década sin excesivo éxito, hasta que hace seis u ocho años llegó «una fiebre» y «pasó a la alta gastronomía». El desencadenante: Japón. Cuando su familia empezó a demandarlo a los primeros mariscadores de la zona no había ni plan de explotación, de modo que ha vivido la evolución. También notó el impacto de la planta de Muros, si bien aclara que no produce la misma especie que la extraída de las rías gallegas, ellos trabajan con la japonesa que «no tiene nada que ver con la nuestra, es más pequeña». La diferencia principal es el sabor, pues la gallega es «más salvaje» y tiene «tiene un sabor muy atípico».
La evolución de esta especie tan cotizada demuestra lo importante del diálogo entre los marineros y las empresas comercializadoras, pues «ellos nos guían qué es lo que encuentran en el mar y nosotros qué es lo que se quiere en la calle». En esta línea insiste David Fernández, que asegura que fueron los trabajadores del sector los que, cuando bajaban a coger otras especies, supieron que la costa gallega también producía abalón.
Este conocimiento les llevó al pepino de mar, quizás el más novedoso de estos mariscos desconocidos a la par que codiciados y, de momento, el que menos está llegando al consumidor final. De la misma familia que las estrellas y los erizos de mar, al igual que el abalón, está considerado una delicia en el este y el sudeste asiático. China, Hong Kong, Japón, Corea, Taiwán, Malasia, o Singapur llevan tiempo demandándolo, pero hasta hace un lustro ni siquiera se extraía de las rías gallegas.
«Muchos por curiosidad, otros por conocimiento, otros por atrevimiento» los consumidores lo van probando. El producto ya estaba ahí, pero ahora se explota y Cangas ha sido la cofradía pionera en demandar a la Xunta de Galicia un plan de explotación. Cierto que también hay pepino de mar en el mediterráneo, donde se conoce como espardeña (espardenya en catalán), pero no tiene nada que ver con el de la costa gallega, a mano y uno a uno por parte de los buceadores.
Una diferencia sustancial es que «a este se le come todo» y, cuando se cocina, queda terso mientras que al mediterráneo solo el estómago y, al prepararlo, se deshace. A mayores, el sabor es «totalmente diferente». Como sucede con el abalón, la falta de conocimiento lleva a errores garrafales a la hora de prepararlo en la cocina. En O Percebeiro reconocen que se han llevado «muchos rechazos» de cocineros que se los demandaban y, al recibirlos, decirles: «Ha ido para la basura».
Una respuesta contra esos fiascos la tiene Iñaki Bretal, que ha llegado a innovar e incluirlos en recetas a priori poco atractivas para un producto del mar como los callos. Aunque una solución puede ser dejarlo 24 horas en sal «para que curta» y «se deshidrate», Manuel Otero reconoce que «está costando» su comercialización. En su caso, aún no se ha puesto tan de moda y la demanda que están teniendo de parte de algún cocinero español atrevido y del mercado sueco es todavía muy incipiente.
Para popularizarlo hacen falta más cocineros atrevidos como el chef de O Eirado da Leña, que «cualquier cosa que está debajo del mar, se lo lleva y da vueltas». Juega con sabores y texturas, como ha hecho hasta lograr recetas de moelo -en Cataluña conocido como escupiña- o con el ameixón, que en el sur se llama concha fina. La costa gallega produce estos mariscos con sabores diferenciados a otros litorales e Iñaki Bretal los prepara sin apenas cocción. El ameixón «se abre y con limón» y el moelo, aunque tiene un aspecto similar al del berberecho, es de mayor tamaño y resulta «más carnoso, con más chicha».
Hace poco el pepino de mar no se extraía en las rías gallegas. Hoy se demanda en Asia como un lujoso manjarEl moelo es uno de los ejemplos por autonomasia de esos productos que, hasta hace poco, se consideraban descartes. En su caso, vive en el mismo hábitat que la almeja rubia y al mariscador le aparecía y acababa enviándolo de nuevo al mar, pues «si no lo sabes cocinar, te llevas grandes fracasos», según explica Manuel Otero.
Lo recomendable es consumirlo crudo o con un pequeño golpe de calor y «se vuelve chicle». Es el más económico de estos productos desconocidos: se puede adquirir entre ocho y 12 euros el kilo y en casi todas las cofradías. Pese a todo, el consumo suele ser residual.
Habrá que esperar a que el grado de conocimiento aumente, o a que escaseen otras especies similares, pues, tal y como lo ve el gerente de O Percebeiro, «con los años, acabaremos comiendo y bebiendo todo lo del mar».
Sin resultar tan llamativos como usar percebes de abono, Iñaki Bretal pone ejemplos de cómo el paso de los años y las modas cambian el consumo. Hace 20 años se usaba el rape para relleno de ensaladillas porque era muy barato y el San Martiño que hoy llega a los 37 euros el kilo se servía en el menú del día. «Todo es oferta y demanda, o que se ponga de moda, y ya pasa de ser algo mediocre al boom».
TITULO: Ven a cenar conmigo - La justicia de enero,.
La justicia de enero,.
Yo creo que la Navidad sí representa algo especial, porque no vivimos solos, y al decir esto no pienso únicamente en quienes nos rodean, sino en la cultura milenaria de donde venimos, en las tradiciones en que nos educaron. Y esa memoria navideña está llena sobre todo de reuniones familiares y de las profundas huellas que dejaron los ausentes. Por mucho que se argumente que en Navidad no hay más razones para estar alegre o triste que en la Semana Santa, en agosto o en los carnavales, en estas fechas los sentimientos se intensifican y se exacerban para lo bueno y para lo malo y la sensibilidad brota a flor de piel. En estas noches mestizas se reavivan los recuerdos y se cruzan los dos años, el que muere y el que nace, y también nosotros nos sentimos partidos entre las esperanzas muertas y las nuevas esperanzas. En estas noches es más fácil llorar por lo perdido.
Otra cosa es negar que tiene sus inconvenientes, casi todos consecuencia del deseo de aparentar y del exceso de un consumo frenético y expansivo que en quince días llega a acumular tantos regalos que algunos ni siquiera se habrán abierto cuando llegue la Navidad del año siguiente.
Tradicionalmente, la Navidad comenzaba el 13 de diciembre, día de Santa Lucía de Siracusa, la tierna mártir a la que el gran juglar Federico Martín Nebras le cantaba hace treinta años, con voz estremecida, unos versos que decían, si la memoria no me falla: 'Santa Lucía, qué espanto, / te arrancaron la vista / y te dejaron el llanto». En los días más cortos y oscuros del año, la santa ciega que traía la luz era una metáfora de las fiestas que celebraban el nacimiento de Jesús y la llegada de la luminosa nieve.
Pero el consumo es impaciente y ahora la Navidad comienza dos meses antes. Desde principios de noviembre hasta el 7 de enero va creciendo la fiebre consumista, van engrasando los motores los hipermercados y renovando las horquillas que sujetan los billetes en las cajas registradoras. Los ágiles dedos de las dependientas del comercio se mueven a toda velocidad en los teclados numéricos de los datáfonos. Sobre los manteles, en las grandes comidas y en las cenonas discuten los olores del besugo y del cordero por lograr la supremacía, mientras exhalan sus aromas los ibéricos y los quesos y los foies y en la mesa auxiliar esperan las bandejas repletas de turrones y mazapanes y polvorones. En las fotos colectivas, todos sonríen y se dan besos de felicitación por el año nuevo, con las mejillas hinchadas por las uvas que no logran tragar al ritmo de las campanadas y en la mano una copa de cava. Se consume tanto, se bebe y se come tanto que, entre el ruido de los villancicos, se pueden oír los borborigmos de los intestinos del mundo que luchan por hacer la digestión.
En las calles se agradecen las guirnaldas encendidas, porque cuanto más prolongada es la oscuridad, más necesaria es la luz. Bajo las bombillas de led pasan familias enteras que vienen de hacer compras, el grupo etílico de una comida de empresa, algunos jubilados con gesto de extrañeza, tres adolescentes levantadas sobre tacones finos y con faldas muy cortas sobre las piernas desnudas, parece mentira que resistan el serrucho del frío que intenta cortarles los huesos. En la calle peatonal, un mendigo sentado en un umbral, con las piernas estiradas con gesto relajado, tiene ante él un plato de plástico con algunas monedas, pero no pide nada ni parece triste, y aunque al mirarlo piensas ¡Pobre hombre!, tal vez él esté pensando lo mismo de nosotros, los que vamos cargados de bolsas con compras estúpidas, fingiendo creer que la felicidad se adquiere en los grandes almacenes y se transporta en los carros llenos de los hipermercados.
Hace muchos años, mientras me documentaba para escribir mi novela 'Tantas mentiras', ambientada en la Revolución Mexicana, leí una novela de Sergio Galindo titulada 'La justicia de enero'. Trataba de eso, de la justicia, de los riesgos de que se vaya desvirtuando a lo largo de su proceso. Al principio del año se aplica con toda ecuanimidad, pero cuando llega diciembre, las presiones, las circunstancias de la sociedad, los protagonistas han cambiado tanto que la sentencia ya no es la misma que la prevista en enero y finalmente se dicta una aberración jurídica.
Ahora me acuerdo de ese libro y les deseo tres bienes para el 2020: prosperidad, felicidad y justicia. Prosperidad para todos los que se preguntan cómo podrán llegar a fin del año siguiente cuando apenas pueden llegar a fin de mes. Felicidad para los tristes y los solitarios. Y justicia para los indefensos. Ojalá la justicia del próximo diciembre solo haya evolucionado hacia la igualdad, el diálogo y la paz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario