Ni las caídas se atreven con Roglic,.
Bennett gana en Oviedo un sprint que tira a Valverde y Pogacar antes de la etapa del Acebo ,.
«La vida de un ciclista es como la de un soldado». La frase es del etíope Tsgabu Grmay, que ha dormido feliz en el 'Chateau La Roca', en Sancibrián, cerca de Santander y no muy lejos de San Vicente de la Barquera y de las arenas de Oyambre, donde está la salida. Grmay, dorsal 103 de la Vuelta, supo de noche que había sido padre de Mary. «Ya la veré cuando acabe la carrera». Al finalizar la guerra. Como los soldados.Desde las dunas de Oyambre se ven como telón de fondo los Picos de Europa. Agrandan este paisaje perfecto. Buen lugar para ser padre aunque sea a distancia. Consuelo para el guerrero en esta batalla por etapas que es la Vuelta. En la decimocuarta jornada cayeron bombas. Una. En el último kilómetro. Se besaron, rueda con rueda, un corredor del Mitchelton y otro del Education First. Dos bicicletas salieron volando. El grupo, voraz en busca del sprint, saltó en pedazos. El esloveno Mezgec quedó conmocionado, con una clavícula en duda. Acabó en la ambulancia.
A su compatriota Pogacar, tercero en la general, le corría un reguero de sangre del codo zurdo. El andaluz Cubero se dolía de la muñeca; la giraba para descartar fracturas. El líder, Roglic, también puso pie a tierra. Pero se libró del golpe. Valverde, en cambio, se sacudía el polvo del maillot arcoíris tras revolcarse en el suelo de Oviedo, donde ganó el sprint el irlandés Sam Bennett.
Como el tropiezo fue en el kilómetro final, las diferencias no cuentan en la clasificación. «Es que se veía venir», repetía Valverde. Tiene casi 40 años. Las intuye. «Había un repecho que podía cortar el grupo. Por eso todos queríamos estar delante», explicó. Le dio tiempo a frenar y amortiguar el impacto. «Me he caído casi en parado». Aun así, algo le molestaba en una muñeca. «Espero que no sea nada», deseó mientras a su lado, vendado, pasaba Cubedo. También confiaba en pasar una buena noche que remendara las heridas para «seguir adelante en esta guerra». Así es la jerga bélica.
Así, bombardeado, fue el sprint en la habitualmente apacible ciudad de Oviedo. Un sálvese quien pueda. Bennett supo de la caída de oídas. «La he escuchado detrás. Yo iba concentrado en lo mío». En ganar por segunda vez en esta Vuelta. Quiso sorprenderle el belga Van der Sande. Richeze y Bennett le mantuvieron a distancia, dejaron que se consumiera y le pisotearon. Bennett, que no deja de crecer como velocista, es un valor seguro. Por él había apostado el equipo Bora, que nunca permitió espacio para soñar a la fuga.
En esa escapada iban Vanhoucke, Pibernik, Puccio, Dillier, Rossetto y Rubio. Soldados de avanzadilla. Destinados a caer en el campo de batalla, que lucía espléndido en esta etapa sobre acantilados. En la playa desde donde partió la etapa aterrizó de urgencia en 1929 el 'Pájaro Amarillo', un avión que trataba de unir sin escalas Estados Unidos y París. No llegó por poco. Cayó en blando, en los arenales de Oyambre.
El pelotón, que ametralló a la fuga a cuatro kilómetros de Oviedo, cayó en duro. Cortó a Valverde, Pogacar y Quintana. Roglic evitó el golpe. Parece inmune. Ahora le toca afrontar la montaña asturiana. No la conoce. Se la han contado. «Dicen que la subida al Acebo es dura y que la Cubilla es como el Galibier. Bueno, espero que me vayan bien». Con dos minutos y medio de margen sobre Valverde y más de tres sobre Pogacar, López -afectado por problemas gástricos- y Quintana, duerme tranquilo. «Me atacarán desde el inicio», supone. «Estoy listo , como mi equipo», responde. Firme. Soldado acorazado.
Bennett, «creciendo»
Quien puede estar tranquilo hoy es el ganador de ayer. Bennett reconoció que tuvo que «mantener la concentración» tras la caída que se produjo por detrás en el sprint. «La caída no me ha afectado directamente, pero he intentado mantenerme concentrado. Además el Deceuninck seguía muy organizado y he podido celebrar la victoria», se felicitó.Aunque su triunfo fue claro y con buena ventaja, aseguró que «no lo he podido disfrutar hasta que he pasado la meta», cuando «he visto que los auxiliares celebraban la victoria». A Bennet la victoria le supo «exactamente igual» y le hizo vivir «la misma sensación» que la vivida con su triunfo en la tercera etapa. Ya sobre su futuro, apuntó que seguirá «centrado en el sprint», porque es su «especialidad» y está «creciendo mucho en los dos últimos años» en las llegadas masivas. Y tanto.
TITULO:
Mi casa es la vuestra - María Hesse: «Los jóvenes deben saber que el porno es una ficción como 'Juego de tronos'»,. . Viernes -13- Septiembre ,.
Viernes -13- Septiembre - a las 22.00, en Telecinco, fotos,.
María Hesse: «Los jóvenes deben saber que el porno es una ficción como 'Juego de tronos'»
La ilustradora dice que «el cerebro es el gran órgano sexual», dice la autora de 'El placer', su íntimo y particular atlas de sexualidad femenina,.
Sus libros sobre Frida Kahlo y David Bowie convirtieron a María Hesse (Huelva, 1982) en una estrella internacional de la ilustración. Ahora regresa a la palestra editorial en otro registro con 'El placer' (Lumen), su personal atlas de la sexualidad femenina, a caballo entre el ensayo feminista, la confesión íntima y la historia. Militante y tierno, sus textos y dibujos invitan a las mujeres a conocerse y disfrutar de su sexualidad con plenitud y sin complejos. A no dejarse apabullar ni por «una falocracia que persistirá mucho tiempo» ni por «la culpa, la vergüenza o el desconocimiento». Con casi 20 ediciones de su biografía de Frida Khalo, Hesse está para Taschen entre los cien mejores ilustradores del mudo.- Cambia de intención y registro, pero no de estilo.
Así es. Pero hay cierta evolución gráfica. Tras Frida Khalo y Bowie, quería hacer un libro erótico, trabajar sobre el despertar a la sexualidad de la mujer. Pero no me sentía capaz. No sabía bien por dónde tirar. No se me quitaba de la cabeza esa idea de un libro sobre el placer femenino, hasta que perfilé un discurso que no fuera el erotismo porque sí.
- ¿Es un mapa reivindicativo de la sexualidad femenina?
No es exactamente un mapa del placer femenino. Pero sí una reivindicación que habla de un proceso de liberación, de visibilizar nuestro placer, que ha estado siempre relegado e hipotecado por la procreación.
- ¿Por qué ha sido relegado?
La anatomía y el placer femenino se han estudiado poco y tarde. No interesaba. La ciencia era un mundo de hombres con poquísimas mujeres, como en lo político y lo cultural. Nuestra sexualidad dependía del hombre. No se concebía que nos masturbáramos y pudiéramos sentir placer. Estaba mal visto, condenado y castigado. La mujer no necesita el orgasmo para procrear, el varón sí, y por eso se le restó importancia y se relegó.

- Negar ese poder de la mujer ¿genera miedo a su propio placer?
Desde luego. Eve Ensler lo explica muy bien en los 'Monólogos de la vagina'. Lo que no se nombra no existe. Y lo que no existe nos avergüenza. Se oculta lo que está mal. No se visibiliza. Si nuestro placer y nuestro clítoris han sido ocultados, se le carga de connotaciones negativas.
- ¿Cuántos succionadores de clítoris ha regalado?
No tantos como he recomendado, pero unos cuantos. Los fabricantes deberían pagarme una comisión. Pero hay muchos más juguetes sexuales que son maravillosos. Y te cansas si utilizas siempre el mismo.
- ¿El órgano sexual primordial?
El cerebro. Sin duda alguna. Si tenemos orgasmos en sueños, eso lo explica todo.
- ¿Hasta cuándo tendremos la falocracia en la que dice que vivimos?
Para rato. Persistirá hasta que no se cambie el sistema imperante y modifiquemos de raíz la educación en la familia y en la escuela. Creo que no veré nunca el final de la falocracia.
- ¿Es tóxica la pornografía como educador sexual de los jóvenes?
No estoy en contra del consumo de porno. Pero es muy tóxico desde el momento en que no se comprende que se trata de una ficción. Si la única educación sexual que reciben los adolescentes es el porno, se crearán falsas expectativas. Deben saber que se trata de una ficción, como 'Juego de tronos'. Hay además una cultura del porno heteropatriarcal, totalmente falocéntrica, con la mujer siempre como objeto y nunca como sujeto de placer. Es un error. Hay un porno feminista con la mala etiqueta de pornografía para mujeres que debemos romper. Debería ser consumido por hombres y mujeres con otra sexualidad.
- Lamenta que el sexo sea siempre contado y pensado por varones.
Como tantas cosas sobre la mujer, se nos ha narrado y narra desde prismas masculinos, como cuidadoras, amantes, madres... Pasamos a veces de ser una 'femme fatale' a las mujeres nobles que aman, cuidan y confortan. Ha llegado el momento de narrarnos a nosotras mismas. No es que antes no se hiciera, ahí están Colette o Simone de Beavoir, pero se ocultaba. Los libros de Anaïs Nin, por ejemplo, eran casi innecontrables.
- ¿Su libro es una confesión íntima en la que se revela acaso más de lo que quiso?
Siempre trampeamos nuestros recuerdos. Emiliano Monge dice que al transformarlos somos nuestros primeros editores. Eso es ficcionar. Hay una parte autobiográfica en el libro, sí, pero no deja de estar ficcionada. Me costó mucho. Quería partir de mi experiencia sin ser exhibicionista.
TITULO: Detrás del muro - PÁGINA DOS - La escritora Deborah Levy, ,.
Página Dos
'Página Dos' - La escritora Deborah Levy, ,.
- Martes -10- Septiembre a las 20:00 horas en La 2 / foto,.
La escritora Deborah Levy, el martes en 'Página Dos',.
- El programa estrenará la sección 'Historias de libro', sobre experiencias extraordinarias en torno a los libros,.
- 'Página Dos' cuenta esta semana con la novelista, dramaturga ypoeta británica Deborah Levy. Óscar Lópezentrevistará a la escritora para hablarde los dos primeros libros que conforman su'Autobiografía en construcción': 'Cosas que noquiero saber' y 'El coste de vivir'. En ellos, la escritoranacida en Sudáfrica muestra cómo los añosde infancia y sus relaciones familiareshan afectado en su literatura.De esta forma, Levy ofreceuna mirada sobre cómo se construyeun escritor y, al mismo tiempo,da un repaso a las autorasque más le han influido en su vida.A continuación, 'Página Dos'inaugurará una sección nuevaen el programa. 'Historias de libro'recogerá experiencias extraordinariasrelacionadas con los libros. En este primerepisodio el protagonista será un novelistaque se gana la vida como taxista. Acontinuación, el editor y poetaToni Quero recitará un poema propio.Y, en 90 segundos, la actualidad editorial del momento.TITULO: ANTENA 3 TV | MASTERS DE LA REFORMA - Unamuno, acto final ,.
El Lunes -10- Septiembre a las 22:45 por Antena 3, fotos,.Unamuno, acto final ,.
La ciudad donde habían impartido sus clases Fray Luis de León o Elio Antonio de Nebrija era un lugar peligroso en aquellas fechas. Escribió Luciano G. Egido un gran libro, Agonizar en Salamanca (Tusquets), que recrea a la perfección el ambiente a la vez hostil y estrafalario que se respiraba por sus calles en aquellos días inciertos. El general Franco tenía instalado su despacho en el palacio episcopal, se preparaba una gran ofensiva sobre Madrid —de donde se apresuraban a salir las autoridades republicanas ante la inminencia de un ataque— y parecía que la guerra se pondría pronto del lado de los rebeldes. En la trastienda comenzaban las represalias contra aquellos que, con más o menos entusiasmo, se habían adherido a la defensa del sistema legalmente establecido y, en consecuencia, veían cómo se les declaraba enemigos acérrimos de la nueva España que estaba por nacer.
Mientras ocurría todo esto, Miguel de Unamuno, rector de la Universidad de Salamanca y uno de los intelectuales totémicos de la Generación del 98, se sumía en el desconcierto. Nunca había sido un hombre que rehuyera los inconvenientes de la duda, pero la situación política del país le estaba poniendo contra las cuerdas. Él, que llegó a izar la bandera de la II República en el Ayuntamiento de Salamanca en el cada vez más lejano abril de 1931, había acabado por desencantarse ante el rumbo de los sucesivos gobiernos y se vio apoyando el alzamiento militar, por entender que abriría una revolución humanista en la que la lógica y la razón acabarían triunfando sobre el cerrilismo cainita. Cuando en la mañana de aquel 12 de octubre de 1936 abandonó su casa y se puso a caminar, calle Compañía arriba, hacia la Universidad, ya estaba seguro de cuánto se había equivocado, aunque aún no se atreviera a confesarlo abiertamente. No era sencillo. Incomprensiblemente, se había identificado demasiado con una causa que no le pertenecía. A diario llegaban desde Madrid las pullas que le lanzaban quienes, creyendo tenerlo a bordo de su barco, le habían sorprendido navegando en compañía de la tripulación contraria, y él mismo iba viendo cómo, lejos de perseverar por la senda de la regeneración, los que se habían levantado en armas aprovechaban las posiciones que iban ganando para tomarse la revancha contra quienes abrazaban la causa opuesta e imponer sus odios y rencores sobre cualquier idea de reconciliación.
Aquella mañana, en el paraninfo, Unamuno no tenía previsto intervenir. Su cometido se limitaba a abrir el acto y distribuir los turnos de palabra, según le correspondía por su condición de rector. Sí hablaron José María Pemán, que pronunció un discurso de corte ultracatólico y fascista, y también el profesor Maldonado, que en la misma línea llegó a tildar de «anti-España» a los vascos, los catalanes y, en general, todos aquellos que se mostraban desafectos a la cruzada cuyo inicio había tenido lugar unos meses antes en Marruecos. El viejo rector había escuchado en silencio mientras tomaba notas en un papel que sacó del bolsillo interior de su chaqueta. Luego se supo que se trataba de una carta que pocos días atrás le había remitido la esposa de Atilano Coco, un íntimo amigo suyo que había sido arrestado tras la sublevación y cuya liberación él mismo había solicitado, sin ningún éxito, ante el gobernador civil. Cuando Maldonado puso fin a su intervención, Unamuno respiró profundamente. El autor de aquel ensayo titulado Del sentimiento trágico de la vida, que tanta repercusión había tenido, estaba viendo cómo el último tramo de su existencia se convertía en toda una tragedia a la que urgía escribir un final acorde con su desarrollo. Por eso, en vez de limitarse a clausurar el acto, se levantó de su asiento en la mesa presidencial y caminó lentamente hacia el estrado, con aquel papel en el que había garabateado algunas anotaciones inconexas bien apretado entre los dedos de su mano derecha.—Estáis esperando mis palabras, me conocéis bien y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio; a veces, quedarse callado equivale a la aquiescencia —dijo tras ubicarse ante el atril, la mirada fija en los asistentes—. Quiero hacer algunos comentarios al discurso, por llamarlo de algún modo, del profesor Maldonado, que se encuentra entre nosotros. Se ha hablado aquí de guerra internacional en defensa de la civilización cristiana; yo mismo lo hice otras veces. Pero no, la nuestra es sólo una guerra incivil. Vencer no es convencer, y hay que convencer, sobre todo, y no puede convencer el odio que no deja lugar para la compasión. Dejaré de lado la ofensa personal que supone su repentina explosión contra vascos y catalanes llamándolos «anti-España»; pues bien, con la misma razón pueden decir ellos lo mismo. El señor obispo —añadió mirando a Plá y Deniel—, lo quiera o no lo quiera, es catalán, nacido en Barcelona, y aquí está para enseñar la doctrina cristiana que no queréis conocer. Yo mismo, como sabéis, nací en Bilbao y llevo toda mi vida enseñando la lengua española, que no sabéis.
Cuentan que, en ese instante, Millán-Astray empezó a gritar: «¿Puedo hablar? ¿Puedo hablar?». Sus escoltas enarbolaban las metralletas como si el mando les hubiese requerido que presentaran armas. Alguien desde el público gritó: «¡Viva la muerte!». Justo después, en lo que Dionisio Ridruejo, que estaba presente, calificaría como «un exhibicionismo fríamente calculado», el militar alzó la voz: «¡Cataluña y el País Vasco, el País Vasco y Cataluña, son dos cánceres en el cuerpo de la nación! ¡El fascismo, remedio de España, viene a exterminarlos, cortando en la carne viva y sana como un frío bisturí!». La excitación le impidió seguir hablando. Se cuadró, alguien desde la bancada profirió un «¡Viva España!» y el paraninfo quedó sumido en un silencio sepulcral. Unos sonreían orgullosos. Otros dirigían angustiadas miradas de soslayo al anciano rector, que seguía de pie en el estrado y retomó pronto la palabra.
—Acabo de oír el necrófilo e insensato grito de «¡Viva la muerte!» —dijo con la misma serenidad con que Fray Luis de León había referido, unos siglos atrás, su «Como decíamos ayer» al iniciar su primera clase tras la condena impuesta por los tribunales inquisitoriales—. Esto me suena lo mismo que «¡Muera la vida!». Y yo, que he pasado mi vida componiendo paradojas que excitaban la ira de algunos que no las comprendían he de deciros, como experto en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. Como ha sido proclamada en homenaje al último orador, entiendo que va dirigida a él, si bien de una forma excesiva y tortuosa, como testimonio de que él mismo es un símbolo de la muerte. El general Millán-Astray es un inválido —el aludido, tuerto y cojo como consecuencia de varias heridas que había sufrido en la guerra de Marruecos, se revolvió en su asiento—. No es preciso que digamos esto con un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes. Pero los extremos no sirven como norma. Desgraciadamente en España hay actualmente demasiados mutilados. Y si Dios no nos ayuda, pronto habrá muchísimos más. Me atormenta el pensar que el general Millán-Astray pudiera dictar las normas de la psicología de las masas. Un mutilado que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, que era un hombre, no un superhombre, viril y completo a pesar de sus mutilaciones, un inválido, como he dicho, que no tenga esa superioridad de espíritu es de esperar que encuentre un alivio viendo cómo se multiplican los mutilados a su alrededor. El general Millán-Astray desea crear una España nueva, creación negativa sin duda, según su propia imagen. Y por eso quisiera una España mutilada.
Hubo testigos presenciales que aseguraron que, tras escuchar esto, Millán-Astray se llevó la mano a la pistola, y que si no abrió fuego contra el rector fue porque Carmen Polo, con un leve gesto, le hizo abandonar sus intenciones. Preso de la furia, el militar gritó: «¡Muera la inteligencia!», a lo que un sorprendido Pemán opuso: «¡No! ¡Mueran los malos intelectuales!». Sobre el alboroto de insultos y proclamas patriotas, Unamuno continuó su intervención sin amilanarse:—Éste es el templo de la inteligencia, y yo soy su sumo sacerdote. Vosotros estáis profanando su sagrado recinto. Yo siempre he sido, diga lo que diga el proverbio, un profeta en mi propio país. Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis, porque para convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España. He dicho.
Algunos se encararon con Unamuno e intentaron agredirle. Millán-Astray, que logró contener sus impulsos, le ordenó que se cogiera del brazo de Carmen Polo para abandonar el lugar sin incidentes. Él así lo hizo. Una fotografía célebre le muestra saliendo de la sede universitaria rodeado de individuos que escenifican el saludo fascista. Es una imagen curiosa: si algo abunda en ella son las figuras humanas, pero hay algo que mueve a quien la observa a concluir, aun desconociendo su contexto, que el rector anciano y exhausto, que ocupa el centro de la composición, se encuentra terriblemente solo.
Apenas tres años después, cuando se disponía a salir con sus familiares camino del exilio, el poeta Antonio Machado dejó acuñadas unas palabras cuya resignación no esquivaba la esperanza en una futura justicia poética: «Para los estrategas, para los políticos, para los historiadores, todo está claro: hemos perdido la guerra. Pero humanamente, no estoy tan seguro… Quizá la hemos ganado». En la mañana del 12 de octubre de 1936, Miguel de Unamuno se redimía ante la Historia al mismo tiempo que daba por finiquitada su propia biografía. Tras los sucesos del paraninfo —Franco, tras enterarse de lo ocurrido, dictaminaría que Millán-Astray había actuado correctamente—, se le despojó de su cargo de rector y se le condenó a un arresto domiciliario que le mantendría confinado en su vivienda de la calle Bordadores hasta el final de sus días. El mismo Unamuno que había sido presentado como uno de los adalides intelectuales del levantamiento pasó a convertirse en un despojo al que convenía evitar y cuya memoria debía relegarse forzosamente al ostracismo. Murió poco después, el 31 de diciembre de 1936, en medio de una gran nevada que convertía las calles de la ciudad en una alfombra blanca sobre la que se iban dibujando las huellas indelebles del oprobio. La casa donde exhaló su último suspiro aún existe. En su fachada se grabaron hace tiempo las últimas estrofas de la conmovedora oda que dedicó a su tierra adoptiva.Del corazón en las honduras guardo
También acertó en eso. Cuando se cumplen ochenta años de su muerte, la figura de Miguel de Unamuno resulta imprescindible para comprender la literatura y el pensamiento en la España que atravesaba atónita la primera mitad del siglo XX. Su recuerdo jamás ha dejado de estar presente en el acontecer diario de la ciudad que baña el Tormes. El eco de aquel «Venceréis, pero no convenceréis» con que rubricó el último acto de su vida aún resuena de cuando en cuando, como resuenan los ecos de esas profecías, por mucho tiempo que pase.
tu alma robusta; cuando yo me muera
guarda, dorada Salamanca mía,
tú mi recuerdo.
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