TITULO: Metrópolis - El Capitán, general, en la zona cero,.
El lunes - 13 - Enero , los lunes a partir de las 00:30, en La2, foto,.
El Capitán, general, en la zona cero,.
La historia empieza de manera profética en el año 1995. Cinco chicos de unos trece años encuentran casualmente un cráneo mientras juegan en la orilla del río Panaro a su paso por Módena. La misma cara de pasmo, curiosidad e incomprensión de los niños que interrumpen su lucha de espadas bajo el puente de Brooklyn cuando se dan de bruces con los cadáveres acribillados a balazos de Johnny Roastbeef y su mujer en el mismo Cadillac rosa que les cuesta la vida en Uno de los nuestros con «Layla» de fondo (no la parte del riff de Duane Allman, sino la del piano de Jim Gordon); la misma observación incrédula y distante del niño que se encuentra con el cuerpo de Rug Daniels en el callejón trasero del club Shenandoah de Muerte entre las flores y que se acaba quedando con el peluquín como trofeo. Los niños, que actúan con diligencia, llevan el cráneo a la policía italiana, cuyos forenses determinan que perteneció a un adolescente o una mujer, a juzgar por el tamaño, y que la muerte se produjo en una fecha no anterior a quince años desde el hallazgo, dado el avanzado estado de descomposición. Se archiva.
Diez años después, Pablo Trincia, un periodista de investigación de largo recorrido, un “cazahistorias”, vamos, está buscando una nueva obsesión después de haber mostrado al mundo los estragos del ébola desde la mismísima “zona cero” en Monrovia. Un amigo que dirige un programa de radio le ofrece una historia y un hilo del que tirar. Lorena Morselli, una maestra de jardín de infancia en Massa Finalese, insignificante poblacho al norte de Módena, está librando una eterna batalla judicial acusada, junto a su marido Delfino Covezzi, de abusos sexuales, violencia y prácticas satánicas. Las víctimas del matrimonio Covezzi son sus cuatro hijos: Verónica (11 años), Pietro (9), Federico (7) y Aurora (3). La acusación la inicia el testimonio de su sobrina de ocho años ante los servicios sociales de la zona. La pequeña no se ahorra detalles cuando describe las visitas nocturnas de los Covezzi a los cementerios de la zona donde celebran misas satánicas, abusan sexualmente de sus propios hijos, les hacen cortar cabezas a gatos negros o, incluso, les obligan a participar en sacrificios humanos. La consecuencia inmediata del testimonio es una orden judicial de alejamiento de los niños, a los que ya nunca volverán a ver, y una sentencia de doce años de cárcel que Delfino no llega a cumplir porque muere antes de ver cómo un tribunal de apelación los absuelve en 2014. Aquí está la historia que Pablo estaba buscando.
Cuando se desplaza a la zona para hacer lo que hacen los periodistas, entrevistar a los protagonistas y a sus vecinos, visitar los escenarios de la trama, acceder a documentos oficiales, inmediatamente descubre que el caso de los Covezzi no es aislado. En otro pueblo a quince minutos en coche, Mirandola, familias conectadas con los Covezzi han corrido la misma suerte en idénticas circunstancias. En la Bassa Padana de Franco Battiato la gente anciana, que ya no baila viejos valses vieneses en verbenas de verano, se encierra en sus casas detrás de ventanas selladas y guarda silencio mientras un buen número de familias situadas un escalón por debajo del lumpen someten a sus hijos a las más aberrantes vejaciones y torturas a la vista de toda una comarca.
La conexión entre las familias son los testimonios de los vástagos, que se abren en confesión ante la destreza de Valeria Donati, una inexperta psicóloga infantil que consigue vencer las lógicas barreras de miedo y vergüenza de los niños dañados. Estas confesiones son diligentemente corroboradas por el diagnóstico inequívoco de Cristina Maggioni, la ginecóloga forense, cuyos informes confirman los abusos. Pero no todo acaba en las familias depravadas. Los métodos de Donati, su innata capacidad de obtener la verdad encerrada en la psique de los niños, llevan a la policía a dar con los cómplices de las familias satánicas en la trama. Profesoras de los niños o párrocos de la zona completan un elenco de degenerados que, concentrados en una zona muy concreta de Italia, habían perpetrado la más repugnante de las conspiraciones.
A medida que Pablo se adentra en este infierno repasa su comportamiento a la luz de lo que va descubriendo. Primero como padre de dos niñas: ¿He sido descuidado al salir de la ducha sin la toalla o con las puertas abiertas? ¿Me he excedido al bañarlas o al hacerles cosquillas en su cama antes de darles las buenas noches? La espontánea y despreocupada ingenuidad ante la perversión. Y después como periodista: ¿Debo dar por buena la versión de psicólogas y forenses? ¿Acaso no es mi trabajo desconfiar? ¿Cómo es posible que Módena haya sido la capital mundial de la pederastia y que ninguno de sus vecinos nunca haya denunciado o, tan siquiera, visto nada?
A finales de los 60 y principios de los 70 dos editores de Esquire, Harold Hayes y Clay Felker, que después fundaría New York Magazine, impulsaron un nuevo estilo de periodismo de largo recorrido que, basado en historias de no ficción, sin límite de caracteres y escrito con maestría literaria, llevara al lector al borde de su asiento. Historias de perdedores (Joan Didion), de gente común (Jimmy Breslin), de delincuentes organizados (Hunter Thompson), de pecadores (Mailer) o de izquierda caviar (Tom Wolfe) que llenaban números enteros de las principales revistas de Estados Unidos y que luego se completaban para publicar algunos de los mejores libros del siglo. Una verdadera edad de oro del periodismo. En los últimos años hemos visto cómo algunos periodistas se han jugado su carrera y su sustento para recuperar aquel espíritu e invertir varios años de su vida en investigar historias archivadas y olvidadas. Radden Keefe puso al descubierto la historia de los Troubles irlandeses a través de la viuda Jean McConville y las hermanas Price en No digas nada (Reservoir Books) y denunció a la todopoderosa familia Sackler, la comercialización de opiáceos y la industria farmacéutica americana en general en El imperio del dolor (Reservoir Books). David Grann destapó un verdadero genocidio en la reserva india de Estados Unidos en Los asesinos de la luna de las flores (Random House), que Scorsese ha llevado a la gran pantalla. Nicola Laioia descubrió la banalidad del mal oculta entre la gente corriente de la decadente Roma en La ciudad de los vivos (Random House). Ahora Pablo Trincia nos sumerge en lo que parece el infierno en la Tierra a través de los testimonios de unos niños dañados y la investigación que de ellos se deduce (familias, reputaciones y vidas destruidas mediante) en esta superlativa Veneno (Ariel). Una historia tozuda que provoca estupor, incredulidad, duda, indignación y, al final, llanto. Me gusta pensar que estos éxitos van ayudar a recuperar para mi generación el mejor estilo del Nuevo periodismo cuyo principal exponente (¿porque lo dice quién?: yo) es Gay Talese.
TITULO:
DIAS DE TOROS - Francia: nueva esencia de la tauromaquia ,.
Francia: nueva esencia de la tauromaquia,.
Un concepto diferente del espectáculo y el creciente número de toreros, ganaderías y novilleros animan la fiesta de los toros en las plazas del sur del país,.
El anfiteatro romano de Arlés recupera su función litúrgica, hedonista y sociológica 20 siglos después de haberse erigido en el promontorio que otea la Camarga. Un combate estilizado del toro y el hombre. Una comunidad heterogénea que celebra un rito pagano, eucarístico. Y una voz metálica que resuena por los altavoces, anunciando la celebración de “una novillada cien por cien francesa”. La reivindicación del animador se recibe entre ovaciones. Y alude al paseíllo de una terna de chavales locales —Andy Younes, Tibo García, Adrien Salenc— que van a lidiar reses de seis ganaderías francesas. Imposible imaginarlo hace unos años.
Y no digamos hace unas décadas, cuando Simón Casas, empresario de Las Ventas desde esta misma temporada, formó el primer sindicato de toreros franceses con Nimeño I. Eran los únicos afiliados. Y estaban aislados, pero obstinados también en levantarse contra la discriminación que ejercía la colonización española. Se sentían exiliados, clandestinos. Soñaban con introducir la revolución de la tauromaquia francesa.
Francia constituye en 2017 un territorio autosuficiente de ganaderías (49), plazas (51), grandes ferias (7), toreros en activo (10), primeras figuras —Sebastián Castella, Juan Bautista, Lea Vicens— y profesionales en todos los ámbitos —empresarios, banderilleros, picadores...—, y su posición de minoría exótica y de marginación predispuso una conciencia de militancia y de autodefensa que ahora sirve de modelo de urgencia al complejo de superioridad español. Más aún cuando Cataluña ha dado por abolidas las corridas. Se antoja estrafalaria la situación de los aficionados catalanes, constreñidos a cruzar la frontera de los Pirineos para participar de un espectáculo reprobado en su tierra, seña en algún tiempo de la españolidad.
La paella y la sangría se consumen en Arlés con la avidez de la promiscuidad cultural. Y bailan flamenco los arlesianos. E identifican el anfiteatro romano como un templo identitario. Y lo abarrotan por fuera y por dentro, acompasando el pasodoble como el himno iniciático a la corrida de toros, aunque todos los festejos empiezan con la obertura de Carmen, la ópera del compositor francés Georges Bizet. Y aunque los altavoces proclamen el hito regional de la “novillada cien por cien francesa”.
No se trata de una apropiación, sino de una merecida y trabajada asimilación. Francia fue el primer país que declaró la tauromaquia Patrimonio Cultural Inmaterial (2011). Lo hizo cumpliendo con escrúpulo los requisitos técnicos y conceptuales de la Unesco —estética, tradición, creatividad, acervo...— y consolidando una protección cuyo origen se remonta a 1951, cuando se proclamó una ley que prohibía la tauromaquia —y las peleas de gallos, y el maltrato animal— excepto donde estaba acreditada una tradición continuada. Es la famosa excepción cultural. Es el caso de Arlés. Y de Nimes. Y de Béziers. Tres arenas señeras del sudeste francés que rivalizan con las ferias principales del suroeste. Sobre todo con Bayona, Dax, Mont-de-Marsan y Vic-Fezensac.
“La necesidad de defender la tauromaquia casi en una situación de asedio nos ha convertido en pioneros de las iniciativas políticas”, explica André Viard. Fue matador de toros. Escribe, pinta, filosofa. Y desempeña la presidencia del Observatorio Nacional de las Culturas Taurinas, cuya función activista y pedagógica tanto reivindica el valor ecológico, medioambiental de la tauromaquia como la justifica desde un punto de vista ético y estético. “España ha dado por descontado que el toreo iba a ser eterno. Y que no era necesario protegerlo. Por eso allí se ha reaccionado tarde. Ha predominado la desunión de unos y otros sectores. No ha sabido utilizarse el marketing, una de las armas que mejor emplean los animalistas. Y se ha incurrido en una desesperante pasividad”.
La paella y la sangría se consumen en Arles. Y bailan flamenco los arlesianos. Aunque los altavoces proclamen el hito regional de la "novillada cien por cien francesa".
La alarma de la prohibición catalana estimuló la reacción. Los toros pasaban de la tutela del Ministerio de Interior a la cartera del Ministerio Cultura (2011). Se declararon patrimonio histórico cultural en 2013. Y se les garantizó una protección legislativa, inmune a las competencias que pretendieran atribuirse las comunidades autónomas. “La cuestión es que no basta únicamente con blindar los toros”, razona André Viard. “Hay que crear un modelo de espectáculo. Atraer a los públicos. Saber exponer las cualidades de la tauromaquia en este mundo complejo, globalizado. Francia necesita a España porque España es la casa madre de la tauromaquia. Y España necesita a Francia porque aquí hemos avanzado mucho en el camino del porvenir”.
Aficionados con voz y voto
El modelo francés muestra una adhesión desacomplejada a los toros, heterogeneidad de público, mezcolanza de generaciones e implicación de los espectadores. Muchas de las plazas llegan al extremo de “alojarlos” en las comisiones taurinas, organismos municipales donde los aficionados tienen voz y hasta voto en la confección de los carteles, en la expresión de sus preferencias.
Desconcierta el silencio, la actitud observadora, a veces gélida, del público taurino francés, pero esta misma idiosincrasia cartesiana a medida de un partido de tenis perfila a un aficionado más culto, más instruido. Y más leído también, como invitan a pensar los escaparates de las librerías que jalonan las calles céntricas de Arlés.
Bullían en las fiestas de Semana Santa. Impresionaba la “españolización” de los hábitos festivos y hedonistas. Y se vivía la tauromaquia a todas las horas —encierros, festejos de recortadores camargueses— y en todas las modalidades. Incluida la tertulia vespertina del Ayuntamiento. O las clases prácticas de toreo de salón para aficionados.
Tiene Simón Casas razones para sentirse gratificado, reconocido. Su modelo de productor creativo en Nimes y de agitador de ideas representa hoy el hito embrionario de la tauromaquia francesa. Especialmente desde finales de los ochenta, cuando el visionario extorero atrajo al anfiteatro romano los grandes acontecimientos. Litri y Camino reaparecieron con el pelo blanco para dar la alternativa a sus hijos en 1987. Luego sobrevinieron los doctorados de Jesulín de Ubrique, Manuel Caballero, Chamaco, Cristina Sánchez, El Juli, incluso la reciente alternativa de Roca Rey.
“Los toros eran en Francia un espectáculo importado. Se nos discriminaba como franceses. Y nuestras plazas no eran sino colonias españolas. Ahora hemos arraigado la fiesta por nosotros mismos. No desde el revanchismo, sino desde la identificación y la asimilación. Vivimos el toreo como una fiesta nuestra, o también nuestra. Francia ha conseguido ser autosuficiente. Y no estoy hablando de chovinismo, sino del proceso con el que hemos revitalizado e integrado la cultura mediterránea del toro”, señala Simón Casas.
Francia necesita a España porque España es la casa madre de la tauromaquia. Y España necesita a Francia porque aquí hemos avanzado mucho en el camino del porvenir".
La mejor evidencia se encuentra en el campo. Fue la antiquísima ganadería de Hubert Yonnet la primera que debutó en Las Ventas (1991). Y la pionera de una implantación ganadera que se extiende desde las Landas hasta la Camarga. Aquí, el toro de lidia, el toro bravo, se ha arraigado como el arroz. Se ha fortalecido con la sal. Y se ha multiplicado como símbolo de la marisma en la desembocadura del Ródano.
Bien lo saben Andy Younes, Tibo García y Adrian Salenc. Sus nombres resonaban en la megafonía de Arlés como valedores de una generación que ya no necesita cruzar la frontera para aprender el oficio y torear en el campo. Han podido mirarse en el espejo de las grandes figuras. Que son Juan Bautista y Sebastian Castella. Y que se hicieron toreros porque de chavales les estimuló que un compatriota suyo, Nimeño II, fuera capaz de abrir la puerta grande de Las Ventas cuando el adjetivo de francés tenía connotaciones peyorativas. O se observaba con el recelo de un exotismo.
Un toro de Miura malogró la carrera del maestro en 1989. Lo hizo en Arlés. Y la tragedia predispuso su suicidio, de forma que Nimeño II, hermano de Nimeño I, se convirtió en el primer mártir de la historia de la tauromaquia contemporánea. Y en el héroe de una revolución que convierte a Francia en la vanguardia de este espectáculo.
Es el viaje de la clandestinidad al reconocimiento. El viaje que hizo la Viridiana de Buñuel para torear la censura franquista. No requisaron la película en la frontera porque iba escondida entre los avíos de la cuadrilla de Pedrés. Y llegó a tiempo de estrenarse en Cannes, como alegoría de la libertad. Y como paradoja premonitoria de la coyuntura contemporánea de los aficionados catalanes. También ellos tienen que cruzar la frontera y acomodarse en los tendidos de Arlés para aplaudir a los artífices y protagonistas de una novillada “cien por cien francesa”.
Sebastián Castella, máxima figura
Si Nimeño II puede considerarse el primer torero francés “aceptado” en el escalafón español, Sebastián Castella alcanzó la categoría de máxima figura. Llegó a torear hasta 90 tardes en 2006. Y consiguió en 2015 abrir por cuarta vez la puerta grande de Las Ventas. Son evidencias estadísticas de un torero de “ida y vuelta” que nació en Béziers, de padre español, pero que se terminó forjando en Sevilla, a la vera del maestro José Antonio Campuzano.
El mestizaje explica su acento andaluz y se añade a la peculiaridad de una madre polaca. Castella, como Juan Bautista, es referencia de las principales ferias contemporáneas y afronta su decimoctava temporada de matador en una posición de madurez. Un torero vertical, hierático, que tomó la alternativa en Béziers y que adquirió una gran repercusión en las plazas mexicanas. Torea en Sevilla el 5 de mayo y dos tardes en Madrid, en San Isidro, el 19 y el 26 de mayo.
TITULO:
Retratos con alma - Las culpas del cambio,.
La periodista Isabel Gemio regresa a la televisión para presentar 'Retratos con alma', el nuevo programa producido por RTVE en colaboración,.
Propuesta Sanitaria,.
Lunes - 13 - Enero - a las 22:40 horas en La 1 / foto,.
Las culpas del cambio,.
El día que Virgil entiende que todo en el pueblo de Blizzard, desde los cerros a los arroyos y, sobre todo, las personas, esperan que vengue la muerte de su hermano Boyd, sale de su casa y empieza a cortar el césped. Porque eso era lo que hacía Boyd, que era el primero en todo, también en dejarse matar. Pero cuando un tranquilo basurero de los Apalaches que sólo era la sombra de su hermano y que hubiera preferido tener “la perfecta existencia de una piedra” se convierte en un asesino, ¿puede seguir siendo Virgil Caudill? Nadie puede fiarse de los espectros, “se pegan a las personas como la corteza al árbol”, escribe Chris Offutt, y cuando Virgil intenta huir del suyo, su hermano Boyd lo hace suplantando la identidad de un muerto. En una huida desde la neblinosa Kentucky hasta los ranchos de Montana, para descubrir que todo el mundo necesita pertenecer a una comunidad y que aquellos que te rodean también son tu destino.
Ni cuentas en el banco, ni carnés de conducir, ni nada ni nadie que los controle y los someta. Sólo Dios. Y sólo las armas como extensión de su ideal de libertad. Y muy al contrario del estereotipo del cretino con tirantes, el modo en que Offutt plantea sus ideas —su racismo tribal y francamente repulsivo, teñido de miedo al diferente—, haciéndolos dialogar de un modo brillante (¿alguien dialoga mejor que Chris Offutt?), nos ayuda si bien quizás no a empatizar con ellos, sí a colocarlos en un lugar que no es el de la mofa, sino en el de la pobreza estructural y todo lo que uno se cuenta para que algo “encaje” por fin. Como cuando Ty, un erudito contrabandista de armas, le dice a Virgil: “Somos el país más libre de la historia y el que más gente mete entre rejas”. Y también: “El odio es el placer más barato que existe”, refiriéndose, por ejemplo, a la mentalidad “búnker” heredada de la Guerra Fría e incluso comparando la radicalidad militarizada de los Panteras negras y estos nuevos forajidos rednecks como “detonadores del cambio”.
Más allá de su indiscutible valor literario (Chris Offutt talla el paisaje de los Montes Apalaches con la misma navaja con la que talla a sus personajes, todo rezuma y refleja), tanto El buen hermano (Sajalín, 2023) como el resto de sus obras, especialmente sus relatos, son absolutamente necesarios en tiempos tan canceladores como los que vivimos. Comprender el contexto del olvidado cinturón del carbón de Estados Unidos, sus cordilleras acribilladas por la minería, la especulación de la tierra, el fácil acceso a las armas cuando no hay más ley que la de tu barrio, la conspiranoia y el rencor al Otro larvado en la desesperación y tan oportunamente utilizado por las élites políticas y económicas es, a la luz de la actualidad, uno de los puntales del universo de Offutt.
¿Alimenta la grit-lit la llamada “cultura de la pobreza”? ¿O, por el contrario, nos invita a entender a las personas y sus contextos desde otro lugar? El odio, sí, es un placer muy barato pero, ¿para quiénes?,.
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