TITULO: Cartas Olvidadas - Culpable,.
Culpable,.
foto / Suelo dejar puertas abiertas y eso, que es un defecto de fábrica, me ha pasado facturas, que he pagado por ingenuo y confiado. En lugar de dar diez créditos y preservar noventa, confío y lo hago al revés. Culpable.
Abandoné Facebook porque, ignorando el patatal en el que me metía, mordí anzuelos que resultaron comprometidos. Y porque me aburría. Deberían dar un curso a los no iniciados, antes de permitir el acceso a la red. Lo lamentable es que, inconscientemente, fui yo el que se metió en los charcos, para que se cumpliera el «si vas de codorniz y caes en la red, no culpes a quien la puso». Culpable.
Me irrité al saber que la consejería de Cultura había organizado un campamento de verano para niños, que incluía en su programación «Buscar restos óseos de la Guerra Civil en las inmediaciones de Castuera». Manifesté mi indignación descalificando semejante disparate, pero utilicé la expresión «debería darles vergüenza utilizar a los niños para buscar huesecitos por los campos de la Serena»... ¡Huesecitos, qué horror y qué error! Los «huesecitos» lo utilizaron como una expresión peyorativa, despreciativa hacia las víctimas y sus familiares. Culpable.
Empezaron a llegarme correos, con mensajes reiterativos de gente que quería conocerme, concertar una cita... Era raro, porque coincidían en un tiempo muy corto y algunos, por osados, eran muy explícitos. Mi hija se encargó del tema y averiguó que figuraba en una aplicación de «ligoteo», foto e historial profesional incluidos, con el error de que me presentaba como periodista, de Cáceres y con diez años menos. Después de tres días, logró bajarme de un portal del que ignoraba su existencia. Culpable.
Un amigo me avisa/pregunta: «¿Estás dando 'me gusta' a un perfil de Twitter que exhibe mujeres semidesnudas?». No, pero pude comprobar que algunas de esas entradas tenían mi 'me gusta'. Una bobada porque puedo dar mi aprobación a lo que me dé la gana, pero pregunté a los que saben y, después de escuchar versiones y remedios, me encontré tan perdido como al principio: he regalado 'me gusta' a algo que no he visto, de alguien que no conozco. Aunque, dicho sea de paso, las señoras exhibidas estaban muy bien seleccionadas... Culpable.
No tenía empatía alguna con el exalcalde de un pueblo grande que, después de haber pasado por casi todas las instituciones públicas, sigue mandando mucho en el Partido Popular cacereño. Me sorprendió que la concejala de Cultura, por indicación suya, me invitara a hablar de mi obra en la «feria del libro». Bajé la guardia, aparqué mis reticencias y, a la hora convenida, me presenté en la Casa de la Cultura, con mi cartera y mis libros. No había nadie. Nada se había organizado y nadie se presentó... ¡400 kilómetros! y una tarde de sábado perdida, para regocijo de un cacique que, seguro, disfrutó al verme llegar, esperar y marcharme. Culpable.
Me enviaron la historia de un pobre hombre que padecía una enfermedad rara y necesitaba ayuda urgente para someterse a un tratamiento carísimo en EE UU. Fotos, adhesiones, tratamientos, facturas... Me conmovió y materialicé mi solidaridad en euros. Todo mentira, un caradura que se reía de los panolis que habíamos mordido su anzuelo. El tema explotó por un vídeo del fulano y cada vez que lo veía sentía vergüenza por haber sido tan ingenuo. Y tan culpable.
TITULO: Cartas en el Cajon - Wordle,.
foto / Me gustan los juegos, los que suponen descubrimiento, adivinar palabras o películas, pero nunca me gustó el bingo, aunque he de confesar que alguna vez me llevaron y jugué. A mi madre le gustaba jugar a las cartas cuando nos juntábamos todos; a mí también me gustaban aquellas interminables partidas familiares, bajo una parra en verano y al calor del brasero en invierno. No sé si fue el viento el que se llevó aquellas partidas, y la parra, pero se fueron para no volver.
Fue en un telediario, ¡otra vez un telediario!, cuando oí por primera vez hablar de un juego que consistía en adivinar una palabra, cualquiera que esté en el diccionario y que tenga cinco letras: verde, mural, avena. Según el periodista, el juego comenzó en Estados Unidos, al parecer, una historia de amor es su origen; me intrigó porque, según aseguraba la noticia, no crea adicción ya que solo permite una jugada el día. Es gratis, solo se necesita un navegador y no hay que registrarse, razones suficientes para decidirme a lanzar al tapete virtual estos alfabéticos dados.
El juego no puede ser más simple: hay seis posibilidades para averiguar la palabra del día, cuero, metal, falso; acertar la palabra o agotar los seis intentos implica no volver a jugar hasta pasadas veinticuatro horas, al menos no en el mismo dispositivo; los aciertos o errores se marcan en colores, verde, amarillo o gris.
El primer día jugué a mediodía, cuando escuché la noticia; las siguientes veces juego en la cama, recién amanecida, es mi primera actividad. Una vez que comprendo que volver a dormir será imposible lo primero que hago es encender mi móvil y apostar por una palabra. Escribo una al azar, techo, arena, junco, y me acuerdo de cuando Matías Prats gritaba aquello de: «¡a jugar!», y jugaba toda España; ahora juego yo sola, adormilada, haciendo esfuerzos por mantener abiertos los ojos y cruzando los dedos, mentalmente claro, mientras tecleo impaciente cinco letras, confiando en que la elección sea acertada y las letras en mi pantalla se vuelvan verdes, incluso amarillas, pero nunca grises. El juego comienza a las seis de la mañana, ni antes ni después.
Ahora, al acostarme, cada noche pienso en cuántas horas, minutos y segundos faltan para jugar de nuevo, tictac, tictac. Estoy tan enganchada que creo que cada vez me despierto antes, miro la hora y pienso, ya puedo jugar o, por el contrario, aún me falta una hora. Y lo que ya no puedo es dormir otra vez. ¡Dichoso juego!
Hay quienes dicen tener un método, empezar siempre con la misma palabra, tres vocales y dos consonantes. Yo prefiero el riesgo y pruebo cada mañana una distinta, hielo, suelo, bolso.
Ese momento, a oscuras, mientras miro expectante cómo se enciende la pantalla y me ilumina, y aparece el casillero mágico, y elijo palabra, siete, lápiz, perro, y la escribo, letra a letra, y pulso 'enter', el momento del juego, que apenas dura un minuto, o dos o tres, se ha convertido en una inocente obsesión. Mi último pensamiento por la noche, el primero por la mañana. ¡A jugar!,.
TITULO: REVISTA TENIS -Medvedev salva un punto de partido y se enfrentará a Tsitsipas,.
Medvedev salva un punto de partido y se enfrentará a Tsitsipas,.
El ruso escapa de Auger-Aliassime y jugará las semifinales en Melbourne por segundo año consecutivo,.
El Abierto de Australia se abocaba a una edición sin remontadas espectaculares y entonces llegó Daniil Medvedev. El jugador ruso levantó dos sets en contra a Felix Auger-Aliassime (6-7 (4), 3-6, 7-6 (2), 7-5 y 6-4) para meterse en semifinales por segundo año consecutivo y seguir en la terna por ser el primer tenista de la Era Abierta en ganar sus dos primeros Grand Slams en torneos seguidos.
El campeón del US Open necesitó 4 horas y 38 minutos para deshacerse de Auger-Aliassime, que dispuso de un punto de partido en el cuarto parcial y que completó dos primeros sets casi perfectos. En especial el primero, donde impuso su juego ante la resistencia de Medvedev, algo perdido y menos sólido que en otras ocasiones. El de Montreal se apuntó la manga en el desempate y dejó tiritando al ruso, que tocó fondo en el segundo set.
Se quedó al borde del precipicio. Se despediría de un Grand Slam en el que es el principal favorito y diría adiós a la posibilidad de alcanzar el número uno del mundo. No había color. Auger-Aliassime lo tenía en la mano. Desperdició una bola de 'break' en el tercero y un 0-30 con 4-4 que le daba el partido. Dejó un hilo de vida al moscovita que este, cómo no, aprovechó.
Le ayudó también el tiempo, con un torrente de agua que paró el partido en mitad del 'tie break' del tercer set y que obligó a cerrar la Rod Laver Arena. Medvedev se agarró a una remontada que solo había logrado una vez en su carrera (en Wimbledon 2021 contra Marin Cilic) y empezó a cavar. Se llevó el tercero aprovechando los regalos en el desempate de su rival e igualó el nivel en el cuarto. Empezó a inquietar el saque del canadiense, pero cuando mejor se sentía, tuvo que hacer frente a una bola de partido. Saque imparable y a otra cosa. Quebró el saque de Auger-Aliassime al juego siguiente y empató el partido.
Vacile al público
Apuntaba a paseo desde ahí, con el joven de 21 años destrozado mentalmente, pero todo lo contrario. El nivel aumentó. Medvedev salvó tres pelotas de rotura en su primer servicio, evitó la rotura y la infligió él para irse hasta el 4-3, cuando amagó con ceder la iniciativa. Le volvió a temblar la mano en el último juego. Sacó para cerrar el encuentro y necesitó salvar dos puntos de 'break' por el camino. Muchos nervios, pero triunfo para el ruso, que aún tuvo tiempo para vacilar al público una vez más.
«¿Qué pensaste con el punto de partido abajo?», le preguntó Jim Courier a pie de pista. «Pensé en qué habría hecho Novak (Djokovic)», respondió Medvedev, que se paró, se rió y recibió los abucheos del público australiano. «O Rafa o Roger», agregó, para que ahora sí le ovacionase la grada.
El número dos del mundo se medirá en semifinales a Stefanos Tsitsipas, que tuvo muchos menos problemas para deshacerse del italiano Jannik Sinner. El griego le infligió un 6-3, 6-4 y 6-2 con el que vuelve a las semis de Australia, como en 2019, y donde se enfrentará por novena vez a Medvedev. El ruso domina el cara a cara con seis victorias por solo dos derrotas. Tsitsipas solo ha conseguido doblegar a Medvedev en pista dura en las Finales ATP de 2019.
También quedó definida este miércoles la segunda semifinal femenina, que enfrentará a Danielle Collins, que venció a Alize Cornet (7-5 y 6-1) y a Iga Swiatek, que remontó a Kaia Kanepi (4-6, 7-6 (2) y 6-3).
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