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REVISTA FARMACIA - Adolescentes y salud mental: «Se 'psiquiatrizan' casos para tratar sufrimientos normales de la vida» ,.
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FARMACIA - Adolescentes y salud mental: «Se 'psiquiatrizan' casos para tratar sufrimientos normales de la vida» , fotos,.
Adolescentes y salud mental: «Se 'psiquiatrizan' casos para tratar sufrimientos normales de la vida»,.
Varios expertos advierten que muchos jóvenes se creen enfermos, por lo que ven y escuchan, «pero no lo están»,.
Los expertos en salud mental advierten de que
se está produciendo una «invasión» de encuestas basadas en consultar a
las personas cómo se encuentran. «Es cierto que tienen un valor
informativo, pero debe pasar tiempo para tener una tasación exacta, de
rigor científico, que nos descubra cómo es el estado de la salud mental
de los jóvenes», puntualizó José Antonio Luengo, decano del Colegio Oficial de la Psicología (COP) de Madrid durante la celebración del foro de ABC 'Adolescentes y salud mental', que puedes ver en vídeo completo aquí.
Por su experiencia profesional, María Velasco, psiquiatra del Hospital Ramón y Cajal y autora de numerosos libros como 'Criar con salud mental',
aseguró que, sin esperar a estas encuestas, «porque las tasas de
suicidio juveniles han aumentado, así como los ingresos psiquiátricos»,
puede afirmar que trata a chicos que sufren mucho por tener grandes
carencias, por estar muy conectados a las redes sociales, sentirse
solos, que tienen muchas cosas que son efímeras, no les llenan, y no
saben hacia dónde encaminar su vida y, por ello, presentan una
sintomatología mayor. «No obstante –resaltó– también es cierto que
tenemos una sobre psiquiatrización del sufrimiento
porque las personas en la vida pasamos por muchas situaciones y ahora
los jóvenes son más frágiles y vulnerables al contar con menos
fortalezas y resistencia ante las adversidades. Creo que se están
'psiquiatrizando' casos para dar salida a un sufrimiento humano que es
normal. Hay jóvenes que se sienten tristes y ven en las redes que deben autolesionarse
y, al final, acaba pareciendo que tienen un trastorno psiquiátrico,
cuando en realidad son jóvenes normales y frágiles que expresan su
malestar de una manera psiquiatrizada».
Raül Adames, director del área de Colegios CEU,
aseguró que si antes de la pandemia ya observaban un aumento de este
tipo de problemas en las aulas, después del confinamiento se han
encontrado muchas situaciones de gran dificultad que hay que asumirlas
de una manera profesional porque son casos que no se pueden tratar de
forma voluntarista. «La prevención, por tanto, pasa por una formación
muy profunda de nuestros profesionales para que sepan cómo tratar a
estos alumnos en los centros escolares». Del mismo modo, animó a los padres a ir muy unidos,
de la mano de los colegios, «porque en las aulas detectamos lados del
prisma de la personalidad de los hijos que en casa no es fácil ver y
cuando estamos en contacto podemos ayudar a que ese acompañamiento, ese
crecimiento de los chavales, sea más adecuado».
Responsabilidad social
A este respecto, María Velasco destacó el
efecto que tiene la soledad que sienten muchos jóvenes, en la mayoría de
los casos por la escasa posibilidad de conciliación de sus padres. «Se trata de una responsabilidad social más que de los progenitores,
porque los padres viven en un ambiente muy complejo, de muchísima
exigencia». Señaló que se debe a que vivimos de forma mucho más
impersonal, lejos de nuestras familias de origen, de los vecinos de toda
la vida... «Antes, cuando se criaba a los hijos te ayudaban muchas personas,
pero ahora los padres están muy solos y bajo la presión de demasiadas
exigencias. Si esto está pasando hoy, hay que replantearse como una responsabilidad social
qué hacer de manera preventiva. Podemos abrir muchísimas unidades de
psiquiatría, hacer que ingresen los adolescentes, medicarles,
diagnosticarles, estigmatizarles e impedirles que tengan una vida
saludable, o podemos invertir en políticas de prevención para proteger
ese entorno familiar y saber qué necesita un niño para crecer
saludable».
Sentir cierta satisfacción
El decano del COP añadió que «es
imprescindible establecer los parámetros de vida que antes funcionaban y
permitían vivir con cierta satisfacción. Hoy, los modelos de vida de
los progenitores les obligan a estar mucho tiempo fuera de casa con una
gran exigencia profesional, y al regresar lo hacen con sus limitaciones y
no siempre tienen energía y sosiego para atender las demandas de los
hijos. Como señalaba el Observatorio de la Soledad, la juventud es el
sector de población con más porcentaje de personas que se sienten solas,
por encima de los mayores. Y es que
antes los jóvenes jugaban en la calle, se relacionaban, aprendían, y, lo
más importante, desarrollaban su autonomía e independencia. Están
cambiando tantas cosas que los más vulnerables son siempre los
damnificados: niños y adolescentes».
En esta misma línea se manifestó Raül Adames, quien aseguró que un factor protector ante esta situación es el diálogo.
Explicó que hay adolescentes a los que les cuesta mucho expresar su
interioridad, no saben mostrar sus sentimientos, «mientras los padres,
por falta de tiempo, pretenden mantener con ellos una conversación
unidireccional; es decir, que el adolescente les cuente cómo se siente,
pero los progenitores no le explican nada suyo. Si no hay un diálogo bidireccional, no se genera un clima adecuado para que el joven verbalice lo que siente».
Confesó que en los colegios muchas veces son
los propios compañeros los que avisan al ver algún comportamiento
extraño en un alumno. «En nuestros centros tenemos muy instaurada esta
conciencia de colaboración. Este tipo de situaciones a veces desbordan a
los colegios por no disponer de los medios adecuados. No podemos
pretender que los orientadores conozcan todos los protocolos y maneras
actuar, pero en nuestro caso, dentro del Programa Mentis,
contamos con un equipo de tres psicólogas que actúan, apoyan y dan
recursos a toda una lista de posibles casos para ofrecer una respuesta
profesional y adecuada».
José Antonio Luengo resaltó que un estudio de
la Fundación Manantial asegura que de cada diez chicos que dice tener
un problema de salud mental, 6 reconoce que ese autodiagnóstico lo ha
extraído de conversaciones con amigos o familiares, o de redes sociales.
«Ojo con esto. Dicen tener depresión, ansiedad... sin haber pisado la
consulta de un especialista. Es decir, hay a veces tal inflación de
estos conceptos que se creen enfermos cuando no lo están».
María
Velasco recalcó el caso de una niña de 10 años que publicó en internet
que sufría mucho. Inmediatamente se la invitaba a suicidarse,
indicándole métodos porque ni sus padres ni ella sufrirían. «Es un asunto muy serio y peligroso.
No son conscientes de que el sufrimiento, la frustración o la
incertidumbre son emociones necesarias que nos ayudan a pensar, avanzar,
crecer... Es decir, la sensación de bienestar, de serenidad... son
momentos vitales a los que llegamos si los luchamos y trabajamos. Sin
embargo, esas malas sensaciones las buscan en redes sociales en las que
les dicen supuestamente lo que eso significa y les da un sentido patológico de que 'yo tengo una enfermedad'
y no solamente eso, sino que va a haber alguien externo, un psiquiatra,
que me va a dar un medicamento mágico, que me va a quitar todo lo que
me pasa. Es decir, no voy a tener ni que pensar: yo deposito el malestar
en un sitio y se me va a devolver como una sensación de bienestar, no
tengo que hacer ningún proceso mental por el camino. Los adolescentes
están perdiendo la salud mental, sí; pero eso no es lo mismo que tener
un trastorno mental».
Advirtió esta psiquiatra que todo esto hay que trabajarlo desde la infancia.
«Todo se construye en esta etapa para que al llegar la adolescencia
sepan expresar sus emociones, tener criterio, escuchar, apoyarse en
otros...».
Coincidió con ella José Antonio Luengo al
asegurar que los padres no pueden esperar a hacer todo esto en la
adolescencia «porque es perder la oportunidad de modelarles. Los padres
tenemos que desperezarnos. Educar no es fácil, y ahora menos».
Diferencias
Para diferenciar un problema de salud mental
de un trastorno, María Velasco recomendó a los padres que se fijen en la
discapacidad o afectación que esas emociones o pensamientos producen en
la vida del adolescente. Si lo está pasando mal, pero sigue sacando
buenas notas, entrando y saliendo de casa con sus amigos... o no. «No
obstante, a mí me preocupa un adolescente que es muy bueno, que cumple
todas las normas, que estudia, que se pasa el día callado, metido en su
habitación... Los extremos no son buenos. Esto es lo
que nos debe hacer ir a consultar con un especialista, por supuesto
infanto-juvenil, una especialidad que ya se ha reconocido a nivel de
psicología de psiquiatría».
Luengo insistió en que los padres trasladen a
sus hijos el mensaje de que les van a acompañar de manera incondicional
«y de que la adversidad no es una enfermedad, es un reto, una ventana que se nos abre para superar conflictos y superamos», concluyó.
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CAFE, COPA Y Documental - Los esqueletos de esponjas del Caribe sugieren que el planeta ha sobrepasado el 1,5ºC de calentamiento ,.
Los esqueletos de esponjas del Caribe sugieren que el planeta ha sobrepasado el 1,5ºC de calentamiento,.
Un estudio con datos que se remontan 300 años
defiende que el calentamiento de la era industrial comenzó a mediados de
la década de 1860,.
foto / Imagen de archivo de un fondo marino,.
Frente a la costa de Puerto Rico y a una profundidad de hasta 90 metros, unas longevas esponjas marinas pueden guardar en su esqueleto la clave sobre la temperatura global
a la que se encuentra el planeta. El análisis de ejemplares
'Ceratoporella nicholsoni' con hasta 300 años de antigüedad sugiere que
la superficie del océano se ha calentado más de lo que se pensaba y que
el planeta podría haber superado los 1,5ºC de calentamiento preindustrial, según un estudio publicado en 'Nature Climate Change'.
En concreto, los investigadores apuntan a que entre 2018 y 2022 el calentamiento podría haber alcanzado incluso los 1,7 grados sobre los niveles preindustriales, y que podrían superar los 2 grados para finales de esta década. En el Acuerdo de París,
sin embargo, los países se comprometieron a evitar un calentamiento a
partir del cual se multiplica el riesgo y la intensidad de los fenómenos
meteorológicos extremos como las olas de calor, las inundaciones o el
aumento del nivel de mar.
Sin datos directos fidedignos tan antiguos,
los investigadores obtienen esta conclusión gracias a los 'archivos
naturales', estas esponjas coralinas que acumulan estroncio y calcio en
sus esqueletos. La relación entre ambos actúa como un termómetro
histórico, con valores más bajos durante los períodos más cálidos y
valores más altos durante los períodos más fríos. Según sus datos, el
calentamiento de la era industrial comenzó a mediados de la década de
1860, más de 80 años antes de que se iniciaran
registros instrumentales de temperatura de la superficie del mar, por lo
que dicen que la línea de base para calcular impactos climáticos
debería comenzar en 1700, y no en 1850, como se hace en la actualidad.
Los autores sugieren que estos hallazgos
tienen implicaciones para las proyecciones actuales del calentamiento
global, y teniendo en cuenta la nueva línea temporal, amentarían 0,4
grados a las estimaciones de calentamiento actuales.
El artículo ha generado cierta controversia.
«Este calentamiento temprano de la era industrial, si es real, casi con
certeza no es causado por el ser humano, no es un calentamiento causado
por la industria. Nuestros modelos de impactos del calentamiento
climático se basan en el calentamiento en relación con 1850-1900, y cambiar la definición de la línea de base
preindustrial no empeora estos impactos esperados«, ha asegurado
Yadvinder Malhi, catedrático de Ciencias del Ecosistema en el Instituto
de Cambio Ambiental de la Universidad de Oxford (Reino Unido), a SMC
Reino Unido.
TITULO: El escarabajo verde - Somalia: crisis climática y destierro,.
Somalia: crisis climática y destierro,.
foto / Campamento de Latam en Dolow, en Somalia.
Con tres millones de
desplazados por la sequía, este país es un ejemplo del drama de los
refugiados climáticos, aún no reconocidos por el derecho internacional.
Al campamento de Kaxareey llegan cada día familias que se han quedado
sin sustento,.
En la antigua mitología somalí, el destino del universo
estaba ligado al amor entre un toro y una vaca. El cosmos reposaba en
equilibrio entre los cuernos del toro y los de su amada, que estaba
frente a él, atada a un palo. El toro, y este era el secreto del orden
cósmico, no apartaba jamás su mirada de la vaca. Pero cuando ella
retiraba la suya, se producía una perturbación física que provocaba
desastres naturales en la Tierra. La ciencia ha acabado demostrando que
estos fenómenos tienen más que ver con el calentamiento global que con
los amores bovinos. Los desastres naturales son cada vez más frecuentes
en Somalia, en forma de inundaciones o sequías, la última de las cuales ha malogrado las seis últimas temporadas de lluvias.
Y los resecos esqueletos de los toros y las vacas, lejos de los olimpos
mitológicos, salpican ahora los caminos de esta tierra árida. Reliquias
de una vida de pastoreo que el clima ha convertido en inviable,
provocando el éxodo de miles de somalíes en busca de un lugar donde
empezar de cero.
Un lugar como este mar de cabañas,
hechas con ramas y lonas de colores, que se expande cada día un poco más
en las llanuras del suroeste de Somalia, junto a la frontera de Etiopía.
Amanece en el campo de desplazados de Kaxareey, uno de los cinco que
rodean la localidad de Dolow. Empieza, como cada día, el goteo de recién
llegados.
Hbiba
Ali tiene 25 años y dos hijos, de dos y de tres. Aquí, en la explanada
de tierra que hace las veces de centro de recepción, termina para ellos
un viaje de cuatro días a pie, desde la región de Bardera. Por el camino
se juntaron con otras siete familias. Ahora aguardan sentados alrededor
de sus escasas pertenencias, los más mayores al amparo de la exigua
sombra de un árbol de mirra. “Vivíamos del ganado, pero ya no había
forma de mantenerlo vivo. Cuando se mueren tus animales, mueres con
ellos. Por eso nos marchamos. Los pozos de donde sacábamos agua se han
secado. Aquí tampoco tenemos nada, pero no tenemos otro sitio, y
confiamos en conseguir ayuda”, explica.
La historia de
los rebaños menguantes y de las tierras infértiles se repite en cada
corrillo de este asentamiento que es el destino de un viaje sin regreso.
Falta el agua, falta el sustento, falta la comida. Pero no faltan los
teléfonos móviles, y la voz se corre entre los familiares sobre dónde
están los campos de desplazados en los que recibir ayuda humanitaria.
Las
organizaciones internacionales calculan que la prolongada sequía ha
provocado tres millones de desplazados en Somalia. Solo el año pasado se
cobró 43.000 vidas, la mitad niños menores de cinco años que vivían en
esta región del sur del país, según el primer informe oficial de esta
sequía sin precedentes publicado el pasado mes de marzo por
la Organización Mundial de la Salud (OMS). Aún sin cifras oficiales, se
calcula que en los primeros seis meses de este año murieron entre
18.000 y 34.000 más. Las lluvias torrenciales del principio del otoño no
harán sino empeorar la situación. Y la amenaza de los fenómenos de El
Niño y el dipolo del océano Índico (la diferencia de temperaturas en la
superficie de este océano, según un reciente informe de la OMS, amenazan
con más lluvias torrenciales en los próximos meses, que pueden provocar
más desplazados, daños a infraestructuras y enfermedades.
Somalia
es un ejemplo de manual de un preocupante fenómeno global. Según las
estadísticas del Centro de Monitoreo de Desplazamiento Interno, desde
2008 más de 318 millones de personas en el mundo han sido desplazados a
la fuerza por inundaciones, huracanes, terremotos y sequías. Hasta 30,7
millones solo en 2020. Es el equivalente a una persona desplazada cada
segundo. Para 2050, según las previsiones del Instituto para la Economía
y la Paz, habrá 1.200 millones de desplazados en el mundo debido al
cambio climático y los desastres naturales.
Algunos
encuentran refugio en su propio país, otros en el extranjero. Pero todos
viven en un limbo legal. No hay un reconocimiento en el derecho
internacional de la figura del refugiado climático. La carta de Naciones
Unidas ni siquiera los considera refugiados. Pero ya en 1985, el término de refugiados medioambientales fue utilizado por el experto del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente
Essam el Hinnawi para referirse a las personas “obligadas a abandonar
su hábitat tradicional, temporal o permanentemente, debido a una
señalada alteración medioambiental, natural o provocada por el ser
humano, que pone en riesgo su existencia o afecta gravemente a su modo
de vida”.
La hambruna no se produce porque sí. Es un proceso, y sabemos que está causado por el cambio climático”
Tirana Hassan, directora de Human Rights Watch
La
abogada singapurense Tirana Hassan, directora desde el pasado mes de
marzo de la organización internacional Human Rights Watch, señalaba en
conversación con EL PAÍS que la cuestión de los desplazados climáticos
ilustra cómo hay “consecuencias muy reales del cambio climático que son
en sí mismas cuestiones de derechos humanos”. “No hablamos de masas de
gente atravesando fronteras internacionales”, explica. “La mayoría de
los desplazamientos inducidos por el clima sucede internamente, pero de
hecho está cambiando la vida de comunidades enteras. Comunidades de
pastores, por ejemplo, que se ven obligadas a marcharse y a
restablecerse en lugares en los que pierden por completo su sustento.
Está por ver qué tipo de marco legal protegerá a esta gente. Somalia,
donde he trabajado durante años, es un ejemplo claro. La hambruna no se
produce porque sí. Es un proceso, y sabemos que está causado por el
cambio climático”.
A diferencia de los desplazados por
conflictos, el desplazado climático no tiene a donde volver, como
advierte Christophe Hodder, consejero de medio ambiente y seguridad
climática de la ONU para Somalia. “Las personas que se ven obligadas a
desplazarse de sus hogares por un conflicto pueden regresar cuando este
termina”, explica. “Pero el desplazamiento climático es un
desplazamiento definitivo. Abandonan su hogar porque ya no es apto para
su vida. No hay ningún sitio al que volver. Estamos, por tanto, ante un
movimiento de población que está aumentando en número, y la propia
velocidad está empeorando el impacto del cambio climático, debido a la
mala adaptación. El desplazamiento requiere una respuesta humanitaria a
corto plazo, y eso causa mala adaptación, son medidas a corto plazo que
supuestamente resuelven un problema, pero que finalmente exacerban el
cambio climático. El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el
Cambio Climático de Naciones Unidas (IPCC, principal órgano científico
en la materia), es muy claro en eso. Debemos alejarnos de la
intervención a corto plazo y poner el foco en adaptarnos al cambio
climático”.
La
emergencia genera un desafío organizativo colosal, como se ve en estos
campos de desplazados de Dolow, que en un recuento de agosto del año
pasado ya se calculaba que acogían a más de 134.000 individuos. El lugar
no para de crecer. Es como asistir al nacimiento de una población a un
ritmo acelerado. Nuevos grupos de desplazados llegan cada día y esperan a
ser atendidos, registrados, y a que se les asigne un pedazo de tierra.
Pero algunos se instalan directamente junto a conocidos y la mera
contabilización es un auténtico desafío. “Tratamos de llevar un
registro, pero no es tarea fácil”, explica Hassan Gabow, trabajador de
la Organización Internacional para las Migraciones, en Kaxareey.
“Cogemos los datos de las familias que podemos, grabamos sus tarjetas
SIM. Calculamos que en solo un año se han instalado unos 3.000 hogares, y
hay 2.500 a los que ya hemos podido registrar y dar algo de ayuda.
Están llegando una docena de familias al día”.
“Las personas que se ven obligadas a
desplazarse de sus hogares por un conflicto pueden regresar cuando este
termina. Pero el desplazamiento climático es un desplazamiento
definitivo
Christophe Hodder, consejero de medio ambiente y seguridad climática de la ONU para Somalia
En
un embrión de organización política, los campos cuentan con un líder
autoproclamado. Asistido por un puñado de ayudantes, recibe a los recién
llegados, les busca una parcela y ejerce de intermediario con las
organizaciones humanitarias. Es el caso de Salat Abdu Ali, hombre ya
mayor, algo achacoso, casado con cuatro esposas y padre de 10 hijos, el
pequeño de apenas dos meses. Él mismo llegó como desplazado, pero se ha
hecho fuerte, y esta mañana ejerce de cicerone por sus dominios, sin
despegarse de los visitantes para que todos vean que maneja. Caminando
entre las cabañas y esquivando las peticiones de los vecinos que salen a
su paso, Salat Abdu Ali reconoce que la ayuda humanitaria no llega a
todos. “Aquí la gente llega sin nada, y muchos se pasan así meses. Pero
nadie se va a ir de aquí porque no tienen a donde ir”.
Muslima
Omar Mohammed, de 70 años, está sentada a la sombra de una lona, fuera
de su cabaña, rodeada de niños. Muslima recurre al conteo manual de
cabezas para responder a la pregunta de cuántos se hacinan en su pequeño
iglú construido con ramas, en cuyo interior solo los niños más pequeños
cabrían de pie. El recuento arroja siete nietos, más dos hijos que
están buscándose la vida. Uno pequeño más se quedó por el camino en los
15 días de travesía hasta el campo. También su marido falleció. Llevan
dos meses aquí, pero Muslima asegura que su situación no ha mejorado
mucho. “Dejamos unos problemas allí y aquí encontramos otros”, explica.
“Poco ha cambiado. La comida que les di ayer me la dio otra familia
anteayer. Hoy no han comido nada más que pedazos que mendigaron de los
vecinos. Nuestras vidas dependen de otros”.
Hay otros a
los que les va mejor. Consiguen trabajos en el pueblo, en el mercado o
en las granjas junto al río cercano. Incluso hay quien busca otras
salidas. Isaak Alio Hassa, de 44 años, se ha montado en su parcela un
pequeño taller de artesanía de madera. Hace cuencos y morteros con unas
rudimentarias herramientas y los vende en el mercado. Vino al campo hace
siete meses, con su esposa y sus cuatro hijos. “Hago un cuenco al día.
Con eso y algo de trabajo en las granjas salgo adelante”, asegura.
A
unos minutos del taller de Isaak, otro lugar emite señales de
esperanza. Es la escuela, que ocupa dos barracones rojos. Los alumnos,
explica el director, Mohammed Warsame, están “deseosos de aprender”.
Estudian somalí, árabe, inglés, historia de la religión islámica,
sociales, ciencias y tecnología. Sentados en viejos pupitres de madera,
esta mañana están aprendiendo los nombres de los miembros de la familia
en somalí. Basta caminar unos metros por el recinto, hacia el cuadrado
que sirve de cocina, para volver a la cruda realidad. Junto a una olla
con agua al fuego de una hoguera, una anciana va escogiendo de un
cuenco, con las manos, un puñado de judías. “Hace poco eran 100
estudiantes”, explica Warsame. “Pero ahora son 850 y solo hay comida
para unos 130″.
“Hace poco eran 100 estudiantes. Pero ahora son 850 y solo hay comida para unos 130″
Mohammed Warsame, director de una escuela en el campo de refugiados de Kaxareey
Los
niños abundan en los campos. Y eso, señala Christophe Hodder, es otro
ingrediente en la coctelera de la catástrofe somalí. “Somalia tiene una
población muy joven y que crece muy rápido”, asegura. “Hay proyecciones
de que habrá 30 o 40 millones de somalíes viviendo en entornos urbanos
para 2080. Las zonas rurales lo pasarán muy mal para sobrevivir, pero
habrá vida urbana. Los Estados del Golfo hacen evidente que se puede
vivir en entornos urbanos en condiciones climáticas extremas, pero
obviamente tienen más dinero. Lo que hay que ver es cómo se prepara a
largo plazo el sistema agrícola, el alimentario y, sobre todo, del agua
en un contexto de aumento de las temperaturas y crecimiento de la
población, y con la reducción de la lluvia que ha vaciado las reservas
subterráneas. Parte del problema es que no pensamos en términos de
ecosistemas. No vale con plantar semillas resistentes al calor. Hace
falta sombra, agua… Hay que diseñar estrategias en la gestión del agua y
la tierra. Hay mucho en lo que pensar para corregir esas tendencias”.
Pero
hay graves problemas que impiden dedicar tiempo a pensar en
aproximaciones de adaptación que puedan funcionar. El principal de ellos
es el conflicto armado que asola el país. La milicia islamista Al Shabab mantiene una guerra abierta con el Gobierno de Somalia y controla amplias partes del territorio.
Un
conflicto que se nutre de la desesperación, y también del clima. Hay
muchos datos que señalan la relación entre la crisis climática y los
conflictos violentos. Por ejemplo: seis de las diez mayores operaciones
de paz que tenía en marcha la ONU en 2021 estaban en países que se
cuentan entre los más expuestos al cambio climático. En Somalia, la
violencia de Al Shabab acelera el éxodo producido por la sequía. Los
desplazamientos han debilitado las comunidades locales, haciéndolas más
vulnerables. La violencia monopoliza la acción del Gobierno y frena
tanto la ayuda humanitaria como las estrategias de adaptación a largo
plazo. “Cada vez hay más evidencia de que el cambio climático es un
factor importante en las dinámicas de conflicto”, explica Hodder.
“Primero, por su impacto en el agua, las tierras y los alimentos. A
medida que los recursos disminuyen, crece la competencia por ellos.
Luego está el desplazamiento de las poblaciones, que provoca competencia
con las comunidades existentes. Por último, la escasez es un caldo de
cultivo para líderes locales, que median en disputas por los recursos,
los controlan y se hacen fuertes. Como Al Shabab, que obtiene mucho
dinero cobrando impuestos por el agua, controla los pozos e intercepta
la ayuda humanitaria”.
El problema, como recuerda Hodder,
es que la cosa solo irá a peor: “Las proyecciones del último informe
del IPCC hablan de subida de las temperaturas medias. Los desastres
naturales cada vez serán más frecuentes y extremos. No digo que Somalia
entera será invivible, pero sí habrá zonas no aptas para la vida humana.
Habrá un cambio drástico en las opciones de sustento. Tiene que haber
esperanza en que la trayectoria global cambie, en que la comunidad
internacional reaccione”.
Somalia es el
segundo país del mundo más vulnerable al cambio climático. Pero solo
contribuye un 0,03% a la emisión global de gases de efecto invernadero
Somalia
es, según el índice Gain del Instituto Mundial de Adaptación de la
Universidad de Notre Dame, el segundo país del mundo más vulnerable al
cambio climático. Pero solo contribuye un 0,03% a la emisión global de
gases de efecto invernadero. Una cifra insignificante.
Los países ricos llevan años eludiendo el problema, pero la justicia climática está ganando cada vez más peso
en la agenda internacional. En la pasada cumbre del clima, celebrada
hace un año en Egipto, los países pobres presionaron a los ricos para
que se establezca un fondo que ayude a los más vulnerables a afrontar
las pérdidas y daños provocados por el cambio climático. A finales de
marzo, la Asamblea General aprobó una resolución en la que pide a la
Corte Internacional de Justicia que aclare cuáles son las obligaciones
de las naciones en materia de justicia climática. “Ayudará a tomar
medidas más audaces y fuertes”, dijo António Guterres, secretario
general de la ONU, que recordó que “para algunos países, las amenazas
climáticas son una sentencia de muerte”.
No lejos de los
campos de desplazados, hay un inesperado oasis verde: la granja de
Kabassa. Cinco hectáreas de tierra fértil gracias al agua que se bombea,
mediante un sistema operado con energía solar, del río cercano. Se
cultiva maíz, limones, mangos, plátanos, judías… Es un proyecto de la
ONG World Vision, que proporciona un sustento a 200 familias, captadas
en los programas de atención a la desnutrición infantil. “Éramos las
familias más vulnerables antes de que nos cedieran estas tierras”,
asegura Muhubu Hassan, de 35 años. “Cultivo productos y los vendo en el
pueblo. Puedo cuidar de mi familia y ahora mis hijos están sanos”.
Hace
ya tres años que Hassan tuvo que dejar su hogar con su familia. Sentado
en un viejo neumático, contemplando el verdor de su huerto, se ríe al
explicar lo extraña que le resulta esa imagen en medio de la misma
sequía que le arrebató el ganado y su modo de vida. “¿El cambio
climático? Sí, sabemos lo que es”, explica. “Sabemos que ahora llueve
donde no llovía, y que no llueve donde antes llovía. Sabemos que
desaparecen los árboles en el Amazonas. Y sabemos que los ricos son los
culpables. Si tuviéramos el poder nosotros, pagarían ellos por esto”.
TITULO: Días de cine clásico - Cine - El hombre que mató a Liberty Valance , Miercoles - -13 , 20 - Marzo ,.
Este Miercoles - -13 , 20 - Marzo a las 22:00 en La 2 TVE , foto,.
Reparto,.John Wayne , James Stewart , Vera Miles , Lee Marvin , Edmond O'Brien,.
Ransom
Stoddard, anciano senador del Congreso de los Estados Unidos, explica a
un periodista por qué ha viajado con su mujer para asistir al funeral
de su viejo amigo Tom Doniphon. La historia empieza muchos años antes,
cuando Ransom era un joven abogado del este que se dirigía en diligencia
a Shinbone, un pequeño pueblo del Oeste, para ejercer la abogacía e
imponer la ley. Poco antes de llegar, fue atracado y golpeado
brutalmente por Liberty Valance, un temido pistolero.
Titulo:
Un país para escucharlo - La nueva Barcelona ,.
Un país para escucharlo ,.
Este martes - 12 , 19 - Marzo a las 23:00 por la 2, foto,.
La nueva Barcelona ,.
Ariel
Rot regresa a la Ciudad Condal y sus barrios periféricos en el nuevo
capítulo de "Un país para escucharlo". Héroes locales de Cornellá son
los hermanos Muñoz de Estopa, quienes departen con el músico
hispano-argentino sobre su vida y obra, ilustrando la conversación con
algunas de sus canciones más queridas en el mismo lugar y formato en que
estas surgieron. En Santa Coloma de Gramanet, Jairo Perera (Muchachito
Bombo Infierno) se une a las componentes de Maruja Limón para manifestar
las bases de su sonido mestizo. De ahí, a la retromodernidad expuesta
por Miqui Puig y Cabiria en otra colaboración preparada en exclusiva
para el programa. El pop contemporáneo en catalán de Ferran Palau, la
siempre divertida techno-rumba de Ladilla Rusa y el cóctel sonoro
orquestal de Los Mambo Jambo completan el recorrido por la variada
paleta de colores musicales que plasman esta nueva Barcelona.