TITULO: El Telediario La 1 -La 'cárcel' de desintoxicación de Kabul ,.
La 'cárcel' de desintoxicación de Kabul,.
Un año del Emirato talibán,.
Las redadas masivas de toxicómanos por parte de los talibanes acaban con los enfermos en centros en los que no hay ni medicinas para el tratamiento, ni comida,.
Un ejército de muertos vivientes hace cola a las puertas de un comedor. La mayoría llevan la cabeza recién rapada y algunos están con el torso desnudo. Famélicos. Te miran, pero no te ven. Unos ojos vidriosos que muestran directamente el fuego del infierno. Miradas que te traspasan porque para ellos no existes, no estás. Avanzan por inercia y se mantienen en pie y en línea por los gritos y constantes golpes de los cuidadores del centro, que llevan correas de cuero. Muchos de estos cuidadores estaban hace unos meses en el lugar opuesto, recién llegados al centro de desintoxicación, con las miradas y los cerebros calcinados por la droga. Apenas toca a medio plato de arroz blanco por persona. No hay más. Estos son los nuevos quinientos enfermos que acaba de traer la policía de las calles. Esto es Camp Phoenix, un antiguo campo de entrenamiento estadounidense en la carretera a Jalalabad, a las afueras de Kabul, reconvertido en 2016 en centro de desintoxicación, «el infierno en la tierra», según balbucea uno de los pacientes.
La adicción a las drogas ha sido durante mucho tiempo un problema en Afganistán, el mayor productor mundial de opio y heroína y ahora también gran exportador de cristal (metanfetamina). La inestabilidad económica y social provocada por décadas de guerra, se ha acentuado con el regreso de los talibanes al poder hace un año, que siguen con la política de redadas masivas de toxicómanos que ya hacía el anterior gobierno. Los islamistas anunciaron la prohibición de plantar opio, cultivo que se produce sobre todo en las provincias que siempre han controlado al sur del país, pero como otros muchos anuncios se ha quedado solo en palabras.
En una noche detienen a cientos de personas que viven en condiciones infrahumanas bajo los puentes de la capital y en colinas próximas y los llevan a los hospitales preparados para la desintoxicación donde deberían empezar con un tratamiento de choque de 45 días. El problema es que no hay fondos y una vez allí no les pueden administrar la medicina necesaria, ni siquiera comida suficiente.
«La mayoría de pacientes tienen entre 18 y 35 años, los traen directos de la calle y aquí no tenemos ni analgésicos, ni opiáceos como metadona, ni antidepresivos, ni somníferos, ni siquiera antidiarreicos. Los médicos y enfermeros llevamos medio año sin recibir el sueldo, las organizaciones internacionales ya no financian proyectos y cualquier ayuda local que llega al centro la destinamos a los enfermos, no a nosotros», explica el doctor Abdul-Rab Kohestani, que lleva seis años trabajando en este hospital, desde su inauguración. No quiere comparar esta etapa del Emirato con la del Gobierno anterior en cuanto al número de pacientes, pero sí subraya que «antes teníamos medicinas y nos pagaban de forma puntual y ahora no. Si esto no cambia no sé lo que puede pasar porque ya no tenemos ni comida para tanta gente».
El consumo se ha disparado en el país e informes de la Oficina de la ONU contra la Droga y el Delito (UNODC, por sus siglas en inglés) constatan que «el aumento de la adicción a los narcóticos ha seguido el mismo patrón hiperbólico de producción de opio». Los datos del organismo internacional muestran que en Afganistán hay más de un millón de adictos (de 15 a 64 años), lo que supone un 8% de la población, una tasa que es el doble del promedio mundial.
Larga duración
Camp Phoenix está dividido en bloques. Lejos de los quinientos recién llegados se levantan los barracones donde se recuperan los pacientes de larga estancia. Las miradas vidriosas aquí se transforman en ojos tristes y apagados. Hazibula Marouf, de 31 años y padre de 3 hijos, lleva un año internado y está a la espera del alta definitiva. «Yo estoy limpio, pero el problema es que en mi familia tienen miedo a una recaída y por eso prefieren que siga aquí. Yo lo que quiero es volver a trabajar para ayudar a mi familia, no volveré a caer en la droga, lo prometo», afirma desde el cuarto que comparte con otros cuarenta compañeros. La mayoría visten chándales de equipos de fútbol europeos, sobre todo del Real Madrid y del Barcelona, porque «es una donación de una asociación afgana, el problema es que es ropa de invierno y aquí en verano nos asfixiamos», lamenta Hazibula.
La cura es posible y Rahmkhuda, de 24 años y padre de dos hijos, es el ejemplo. Ojos azules, sonrisa permanente y carpeta en la mano, salió de la droga gracias al tratamiento recibido en este lugar en 2020 y decidió aceptar un trabajo como ayudante del personal sanitario. Lleva anotados los nombres y el estado de cada uno de los pacientes de larga estancia y lamento «la falta de medicinas porque yo pude salir gracias al tratamiento y lamento también que no se pague el sueldo a doctores y enfermeros porque se lo merecen, este trabajo es muy duro».
El doctor Kohestani rebusca en el interior del armario de su oficina y encuentra unas cajas de Paracetamol, en otra estantería hay bolsas con suero. Nada más. «Es un milagro que el centro siga operativo», repite en voz alta, pero aquí no hay ningún responsable del ministerio de Salud para escucharle. El hospital mantiene los muros levantados por el Ejército de Estados Unidos y le han sumado alambre de espino para que nadie intente escaparse de esta auténtica cárcel de desintoxicación.
TITULO: EL MAGO DEL TIEMPO -
Aemet rebaja a menos del 10% la probabilidad de que el huracán de las Azores afecte con fuertes vientos a España,.
Los meteorólogos siguen la evolución de una depresión en el Atlántico que puede transformarse en ciclón tropical,.
foto / La temporada de huracanes en el Atlántico está siendo inusualmente tranquila. Pero, desde el miércoles, la probable formación de un ciclón tropical al oeste de las islas Azores ha atraído la atención de los meteorólogos a uno y otro lado del Atlántico. El Centro Nacional de Huracanes de EE UU (NHC, en sus siglas en inglés) está vigilando varias áreas de baja presión en este océano. Y la que tiene más probabilidades de convertirse en ciclón —un 70% en las próximas 48 horas y un 80% en los próximos cinco días— es la de las Azores. La previsión, según este centro, es que una vez que se forme —cuando pasaría a llamarse Danielle— su trayectoria sea hacia el este, es decir, que se acerque hacia Europa.
Sin embargo, la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) ha detallado este jueves que “las probabilidades de que se produzcan rachas de viento muy fuertes” en España “asociadas a este sistema tropical actualmente son muy bajas, inferiores al 10%”. Si se dieran, además, se notarían tan solo en “en el extremo noroeste peninsular” en la segunda mitad de la semana, explica Rubén del Campo, portavoz de Aemet.
Según este experto, la formación de este ciclón tropical, que luego podría evolucionar hacia huracán, “se está produciendo más al norte de lo habitual”. Normalmente, estos ciclones se gestan en latitudes más bajas, en los alrededores de Cabo Verde y las proximidades del golfo de México. Además, los modelos pronostican ese desplazamiento de la depresión tropical “hacia el este o noreste”, de ahí que hayan surgido algunas alarmas en Europa.
El portavoz de la Aemet explica que la zona más afectada sería la de las Azores a partir del martes o miércoles de la próxima semana. Este fenómeno podría causar mal estado de la mar en el Atlántico y en las costas del oeste de la Península. En todo caso, Del Campo ha añadido que estos pronósticos están sujetos a mucha incertidumbre, por lo que tanto Aemet como el Centro Nacional de Huracanes de EE UU seguirán de cerca la evolución de este posible ciclón.
De momento, la temporada de huracanes en el Atlántico —que comenzó el 1 de junio y acaba el 30 de noviembre— está siendo especialmente tranquila. Solo se han formado tres tormentas tropicales que no han tenido mucho impacto ni duración y que no han ascendido hasta la categoría de huracán en ninguno de los casos. Pero esta semana la NHC tiene bajo el foco tres áreas de baja presión ante la posibilidad de que se transformen en ciclones. De esas tres, la que es más probable que se convierta en ciclón es el de las Azores, según el Centro Nacional de Huracanes de EE UU, ubicado en Miami.
En los últimos años, varios ciclones y tormentas tropicales se han acercado a la península Ibérica. En 2020, por ejemplo, se formó la tormenta subtropical Alpha frente a Portugal. Y “en 2018, Leslie casi llega como huracán a la península Ibérica”, recuerda Del Campo.
TITULO: Volando voy - Jesús Calleja - Damon Galgut ,.
Este domingo - 9, 16 - Octubre , a las 21.30, Cuatro emite una nueva entrega de 'Volando voy',foto,.
Damon Galgut,.
Damon Galgut, ganador del Premio Booker 2021: “El color de la piel es un destino en Sudáfrica, y no puedes dejar de ser blanco”,.
Se publica en español ‘La promesa’, la novela que valió al escritor sudafricano el galardón más prestigioso de la literatura en inglés, en la que aborda el profundo trauma que tiñe de violencia su país,.
Cuatro funerales, como si fueran actos en una obra de teatro, permiten a Damon Galgut (Pretoria, 59 años) recorrer la historia reciente de Sudáfrica en La promesa, la novela ganadora del premio Booker en 2021, publicada ahora en español por Libros del Asteroide. “Esa estructura fue lo primero que tuve claro”, explicaba el autor este lunes en una entrevista con EL PAÍS en Madrid. El drama familiar de su novela, que surge sobre el telón de fondo sudafricano, tiene en el centro una pequeña casa en la granja de la familia Swart, el lugar donde vive su sirvienta negra, Salomé, que crio a los hijos y atendió a la madre durante su enfermedad. “Un amigo me contó una historia así, le prometieron donarle una casa a la mujer negra que había atendido a su madre y tardaron décadas en resolverlo; al final, en ese caso, estaban comidos por deudas y no había nada que dejarle”, confiesa.
Galgut habla suave y desprende algo melancólico y tranquilo. Lleva seis semanas de viaje de promoción por Europa y le quedan otras seis. “El Booker es un premio muy ruidoso y me toca hacer algo de ruido ahora a mí también”, asegura con aire resignado y feliz después de recibir el galardón más prestigioso de la literatura en inglés tras haber sido nominado dos veces antes. Vive en Ciudad del Cabo, pero creció en Pretoria, el lugar donde transcurre La promesa. “Odiaba ese lugar, era un sitio horrible donde criarte porque allí estaba toda la maquinaria del apartheid. Había uniformes en todas partes de militares y de burócratas y eso definía de alguna manera la mentalidad. Había también algo calvinista, como de viejo testamento”, recordaba. El padre de Galgut era judío, pero su madre le dejó y su siguiente marido era “un afrikaner violento”, que de alguna manera sintetiza para el escritor todo aquello. También impregnan su memoria de Pretoria los dos años de servicio militar que cumplió allí. “Mi experiencia no fue como la del personaje de Anton en la novela, trabajé en una oficina. Cumplí porque no tenía dinero ni ayuda para salir del país, ni la valentía suficiente para afrontar seis años en prisión por insumisión”, aclara.
La fe que profesan los difuntos en su novela va cambiando: desde el judaísmo que abraza en sus últimos años de vida la madre de los Swart y que indigna a su esposo hasta el catolicismo de la mayor de sus hijas, pasando por el fervor con un pastor-predicador y las filosofías orientales imbuidas de espíritu new age, que seducen a la esposa del primogénito. “Pensé que si todos los funerales eran iguales sería literariamente poco interesante, pero es que además La promesa trata sobre los blancos sudafricanos y he querido retratar todos sus credos. El apartheid tenía un componente de fervor religioso: el sistema estaba planteado como si su conservación fuera una misión sagrada, porque éramos los últimos que combatíamos, eso que calificaban de terrorismo, una fuerza que acabaría con la religión, que impondría el comunismo, que traería oscuridad”, dice.
El apartheid cayó en lo que pareció un soplo repentino —”nunca lo hubiera creído posible cuando crecí”— y hubo un momento de esperanza y optimismo, evoca el autor: “Parecía que en los noventa el país finalmente dejaría de lado las categorías raciales. Pero lamento informar de que Sudáfrica hoy está tan profundamente dividida racialmente como nunca antes”. La histórica final del campeonato mundial de rugby de 1995 que ganó Sudáfrica es recordada en La promesa. “En esos años había buena voluntad por ambas partes, muchos blancos estaban dispuestos a renunciar a sus privilegios y los negros estaban dispuestos a perdonar. Fue un cambio muy importante, pero en lo más profundo las cosas no se transformaron. La brecha económica es inmensa y esa desigualdad ha sembrado descontento, ira, amargura y desconfianza”, afirma Galgut.
La comisión para la verdad y la reconciliación, en la que víctimas y verdugos ofrecieron sus testimonios ante el público para tratar de alcanzar la justicia restaurativa después del apartheid, también aparece mencionada en su novela. “El país necesitaba símbolos en ese momento de cambio, símbolos como el propio Mandela. Y esa comisión fue también más simbólica que real: poca gente participó y por razones políticas se ofreció el perdón. ¿Es esa una manera de procesar el pasado?”, se pregunta Galgut. “El trauma en Sudáfrica no se ha expresado. La mayoría de los que estaban en el ejército durante el apartheid no habló, como tampoco los niños negros que crecieron en esos barrios con militares apuntándoles a la cabeza. Es un país profundamente traumatizado que necesitaría muchos años de terapia”. ¿La escritura es capaz de ayudar? “Se ha escrito y se han documentado algunas cosas, pero sigue pesando un enorme silencio y una represión que mantienen el trauma vivo. Creo que eso explica el dramático índice de violencia que padece el país, algo que va más allá de las calles o los guetos, que ocurre dentro de las casas, en todos las clases sociales y sin distinción de raza”.
No cree Galgut en el poder transformador de los libros —”las novelas no cambian el mundo, sino que ofrecen un testimonio de lo que se siente siendo un ser humano en un momento concreto”—, pero sí reconoce que las novelas en Sudáfrica han ayudado a desenterrar algunas cosas y cita Desgracia, del premio Nobel J. M. Coetzee. “Habla de algo que si no existiera el libro, no sería discutido. Y si sale el libro en una cena, la bronca está asegurada. Ese libro está muy cargado porque toca nervios con los que no estamos en contacto”.
En La promesa, Galgut dice que quiso reflejar esa ceguera que aflige a los sudafricanos blancos: “No ven lo que se siente siendo un sudafricano negro, realmente son ajenos a esa realidad de la gente pobre”. La renuncia al privilegio está en el corazón de su libro, y los personajes van tomando distintas posturas, pero ni siquiera la pequeña de los Swart sabe muy bien cómo hacerlo. “El color de la piel es un destino en Sudáfrica, y no puedes dejar de ser blanco o de haber pertenecido a la clase media. Es imposible escapar, por eso la solución nunca puede ser individual, sino que es el Estado quien debe dirigir el cambio, aunque ahora no haya voluntad, ni visión, ni plan ninguno”. No ha querido dar una conclusión en su novela, ni ofrecer un final cerrado. “Es fácil en la ficción tocar el lado emocional de los lectores, ofrecer una especie de catarsis que termina cuando cierran el libro, y ya no hace falta que sigan pensando en el problema. Yo me resisto a eso”.
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