BLOC CULTURAL,

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miércoles, 8 de diciembre de 2021

LUNES-6- MARTES -7- Diciembre - CINE - El archivo corso ,. / MIERCOLES -8 - JUEVES - 9- Viernes-10- Diciembre - CINE - Museo ,. / Sabado-11 -DOMINGO - 12- Diciembre - Cine - Los Durrell (Serie de TV) ,./ LUNES - 6- Diciembre - HISTORIA DE NUESTRO CINE - CINE - Tras el cristal . / DESTINO DE PELICULA - Cine - Passengers ,. / Yo soy Erasmus - Las lenguas clásicas sirven para algo.

 

 TITULO:LUNES-6- MARTES -7- Diciembre -  CINE - El archivo corso ,. 

 Interstellar
Reparto
 
 
Rémi Francois, también conocido como Jack Palmer, un detective privado de París que cree resultar tan irresistible para las mujeres como experto en su trabajo, acepta el trabajo que le da un notario de provincias: encontrar a Ange Leoni, un cabecilla independentista de Córcega que ha heredado una notable suma de dinero, pero cuyo rastro se ha desvanecido en el aire. Esto parece una minucia para Jack Palmer, acostumbrado a misiones infinitamente más delicadas. Pero tan pronto como llega a la llamada “Isla de la Belleza” (Córcega), la minucia se convierte en una maldición de pesadilla. Vigilado por desconocidos a través de binoculares mientras investiga el caso, Palmer se frustra por las pocas ganas de hablar de los lugareños, infinitas rondas de bebida en la taberna local, separatistas que lo secuestran, policías que lo esposan por error, un coche que explota en mil pedazos... y por el misterioso Ange Leoni, que concierta citas secretas con él pero nunca aparece.

 TITULO : MIERCOLES -8 - JUEVES - 9- Viernes-10- Diciembre - CINE - Museo,.

 Museo

Reparto
 
 
La cinta cuenta las circunstancias que rodearon al robo de varios artefactos prehispánicos del Museo Nacional de Antropología de la Ciudad de México en 1985, y la sorpresa de las autoridades al descubrir que los autores de semejante hazaña habían sido dos jóvenes marginales de los suburbios, Carlos Perches y Ramón Sardina (García Bernal y Leonardo Ortizgris), en lugar de los ladrones profesionales de arte a los que se le atribuía la sustracción de los objetos.
 
TITULO: Sabado-11 -DOMINGO - 12- Diciembre - Cine - Los Durrell (Serie de TV)  ,.
 
 Los Durrell (Serie de TV)
Reparto
 
 
Serie basada en la autobiografía de Gerald Durrell en la época que se fue con su familia a vivir a la isla griega Corfú en 1935. 
 
 
TITULO:  LUNES - 6- Diciembre - HISTORIA DE NUESTRO CINE - CINE -  Tras el cristal,.
 
 El lunes-  6- Diciembre 22:30 por La 2, foto,.
 
 Tras el cristal
 
Reparto
 
 
Durante la Segunda Guerra Mundial, el doctor Klaus (Günter Meisner) torturó, asesinó y abusó de multitud de niños en los campos de concentración nazis. Acabada la contienda, un intento de suicidio le obligará a permanecer conectado a un pulmón de acero, ayudado solamente por su mujer Griselda (Marisa Paredes) y su hija Rena (Gisèle Echevarría). La aparición de un joven que se ofrece para cuidarlo establecerá entre ambos una sórdida relación basada en el deseo, la venganza y la fascinación por el mal.
 
  TITULO:   DESTINO DE PELICULA - Cine - Passengers,.
 Passengers
 
Reparto
 
 
Tras el impacto con un gran meteorito, una nave espacial interestelar que viaja con piloto automático a un planeta lejano transportando a miles de personas, tiene una avería en una de las cápsulas de hibernación. Como resultado Jim Preston (Chris Pratt), uno de los pasajeros, se despierta noventa años antes del final del viaje. Estando completamente solo en la nave, Jim intenta por todos los medios volver a hibernar, pero tras un año desiste. Su estado mental comienza a flaquear al tiempo que comienza a obsesionarse con despertar a Aurora Lane (Jennifer Lawrence), una de las pasajeras dentro de su cápsula de hibernación.
 
   TITULO:  Yo soy Erasmus - Las lenguas clásicas sirven para algo ,. 

Sabado- 4- Diciembre la 13:25 por La2, foto,.

  Las lenguas clásicas sirven para algo. 

En la literatura y en la vida, siempre ha sido una asignatura que parece atraer a personajes singulares: un libro repasa ahora con «cierta melancolía» esa tradición,.

Algo tendrán los profesores de latín cuando se han convertido, durante siglos, en socorrido material literario. No está muy claro si la propia disciplina atraía de alguna manera a las personalidades singulares o si los escolares, perdidos en un laberinto de declinaciones y textos impenetrables, acababan trasladando a su maestro algunas de las sensaciones de estupor que les inspiraba la materia, pero el caso es que la historia de nuestras letras está repleta de dómines con cierta tendencia a lo extravagante y lo poco amigable. Los profesores Francisco García Jurado (de la Universidad Complutense de Madrid) y Javier Espino Martín (de la Nacional Autónoma de México) han recopilado y analizado en 'Los que saben latín' –publicado por la editorial Guillermo Escolar– un exhaustivo catálogo de esos retratos que, en ocasiones, parecen tener algo de venganza diferida.

De paso, el libro deja un agridulce sabor a melancolía por un mundo que parece definitivamente perdido, apuntillado ahora por la nueva ley de educación: «El final del latín obligatorio puso fin en buena medida al retrato literario. Hoy día, quienes imparten latín no se adaptan demasiado a los tópicos literarios, si bien es curioso observar cómo subyacen algunos de estos tópicos cuando se recrea a un docente de clásicas en las series de televisión, por ejemplo. De manera particular, se subraya su rareza y peculiaridades. Curiosamente, de este carácter particular de algunos gramáticos proviene el término 'glamour', que en principio se utilizaba para hablar de alguna peculiaridad. El personaje del profesor de latín encarna cierta melancolía, naturalmente, porque para muchos es parte de los recuerdos de juventud», comenta García Jurado.

Desde luego, el sentido que damos hoy a la palabra 'glamour' no tiene mucho que ver con el profesor de latín más famoso e influyente de nuestra literatura. En 'El buscón', con su inagotable capacidad para la mala baba, Francisco de Quevedo satirizó a los malos maestros de lenguas clásicas en la figura del licenciado Cabra, algo así como el reverso oscuro del ideal humanista. De Cabra nos cuenta Quevedo que tenía «las barbas descoloridas de miedo de la boca vecina, que de pura hambre parecía que amenazaba a comérselas», que lucía «gaznate largo como de avestruz, con una nuez tan salida, que parecía se iba a buscar de comer forzada de necesidad», que al andar «le sonaban los huesos como tablillas de San Lázaro», que se cubría con un bonete «ratonado con mil gateras y guarniciones de grasa» y que su sotana «según decían algunos era milagrosa, porque no se sabía de qué color era». Aquel maestro miserable, «archipobre y protomiseria», que llegó a matar de hambre a un pupilo, dejó una huella tan profunda en la literatura que, siglos después, seguían apreciándose en las semblanzas de los profesores los ecos de Cabra. «La 'hiperbolización' típica del barroco, en el caso de Quevedo, ha ennegrecido todavía más la caracterización del personaje del dómine, que, además, ha contagiado a todos los escritores posteriores y se ha convertido en canónica», apunta Espino Martín.

Podemos saltar, por ejemplo, al dómine Zancas-Largas de 'Fray Gerundio de Campazas', la obra del Padre Isla, y nos encontraremos a un digno heredero de Cabra, que además era «pedantísimo» y «furioso tabaquista». Pero muchos de los maestros reales evocados por distintos autores en sus memorias tampoco salen bien librados. El médico y político del siglo XIX Federico Rubio escribió esto de su profesor, don Santiago: «Tenía una catarata senil en cada ojo, que no le dejaba ver tres en un burro. De la edad, una tos habitual que por afectación de oficio hacía él más sonora y campanuda. No chocheaba de cabeza; pero su cerebro, batiéndose en retirada, se había quedado solo con el latín». Don Santiago soltaba tantas toses como palabras y asegura Rubio que, para sus alumnos, tanto sentido tenían las unas como las otras. Su contemporáneo, el científico Santiago Ramón y Cajal, dedicó un fragmento de sus memorias al padre Jacinto, un escolapio de «estatura ciclópea», «macizos puños» y «voz corpulenta y estentórea» que «parecía construido expresamente para la doma de potros bravíos» y que zurraba de lo lindo al futuro nobel. El cura, amante de arrear correazos, era «capaz él solo de acabar con todos los cartagineses y romanos».

Una prostituta trianera

Como indican los autores de 'Los que saben latín', la figura del dómine sirvió durante siglos para deplorar «métodos educativos considerados obsoletos y dañinos». Incluso algunos retratos elogiosos, como el que hace Clarín del catedrático Alfredo Adolfo Camús, llegan a una conclusión de crítica pedagógica: «Si hubiera muchos Camús, las dulces humanidades no correrían en España a la fatal ruina a la que se precipitan». Autores como Baroja o Unamuno guardaban un triste recuerdo de sus peleas con el latín: el segundo, de hecho, quedó como mascarón de proa de los detractores de la enseñanza del latín en Secundaria. «¡Qué hermosas tardes perdí revolviendo aquel tomazo del Diccionario de Raimundo de Miguel y perdiendo en él mi vista!», lamentó don Miguel, que recordaba a su maestro, don Santos, con «no poco del antiguo dómine». Rafael Alberti citó en sus memorias al padre Salaverri, un jesuita peruano de «arrebatados colores» al que la chavalería apodaba 'Enriqueta la Colorada', como una «popular prostituta trianera». Y (compensemos con alguna visión positiva) Francisco García Pavón escribió con evidente aprecio sobre los dos profesores de latín que tuvo allá en La Mancha de los años 30, ambos poco convencionales: el primero, don Francisco, fue el primer protestante que el escritor vio en su vida y acabó muriendo en la cárcel, mientras que el segundo, don Máximo, era un donostiarra con txapela y fama de nacionalista. Cuando acabó la Guerra Civil, en la misa por los caídos que ofició en la plaza, el padre Máximo pidió «misericordia para los vencidos», afirmó que «tan españoles, para bien y para mal, fueron los de uno y otro bando» y no levantó el brazo («ni un dedo») cuando los miles de asistentes hicieron el saludo fascista. Días después tuvo que largarse del pueblo.

El retrato más reciente lo firma Antonio Muñoz Molina y, de nuevo, es muy poco complaciente: se recuerda a sí mismo con 13 años, en un aula «grande y sombría», frente a un profesor «ciego y colérico» que «tenía sobornados en secreto a unos cuantos alumnos para que espiaran a los otros y le contaran luego lo que él no podía ver», y a la vez confiesa su pesar adulto por no haber llegado a aprender nunca latín. La suya es ya una estampa crepuscular: «Refleja muy bien la destrucción casi total de la asignatura y de un estilo de dar clase –apunta Espino Martín–. Es ahí donde el latín prácticamente desaparece y, aunque se mantenga en los planes de estudio, es de forma muy aséptica, sin casi ganas de ser impartido, y es visto como una extravagancia y un 'bicho raro' más que como la poderosa y sustancial asignatura que, en su momento, vertebraba el sistema educativo».

«Mis maestros no se adaptaban mucho a los tópicos»
Detalle de la portada del libro.

Quien firma estas líneas guarda un excelente recuerdo de su profesor de latín, que no tenía mucho que ver con los dómines de los libros pero también se encontraba muy lejos de ser un docente convencional: en las aulas de instituto de una ciudad de provincias de los 80, Antolín era perfectamente capaz de empezar su clase de declinaciones con un breve discurso acerca del grupo británico de pop The Cure. ¿Qué hay de los autores de 'Los que saben latín'? ¿Disfrutaron o padecieron a algún maestro reseñable? Javier Espino Martín solo tuvo una profesora de esta lengua, Asunción Blanco, que tampoco era heredera del licenciado Cabra: «Me marcó bastante, ya que su forma de dar clase me empapó de las fascinantes estructuras de la gramática y de la sintaxis latinas. Yo veía el latín como un lenguaje que semánticamente se mostraba críptico y misterioso, pero que a la vez ofrecía unas estructuras sintácticas de gran orden y lógica». ¿Y Francisco García Jurado? «Tuve tres en el Bachillerato, dos mujeres y un hombre, y no recuerdo que se adaptaran mucho a los tópicos literarios que vemos en nuestro libro. En ellos había un amor incondicional por la Antigüedad y con estos docentes aprendí buena parte del latín que sé. Prueba de esta gratitud que sentimos es el hecho de que dediquemos nuestro libro a dos de nuestras profesoras de latín».

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