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TITULO: EL CLUB COMEDIA - El periodista de Cáceres que casi muere de hambre vistiendo frac y chistera,.
El periodista de Cáceres que casi muere de hambre vistiendo frac y chistera,.
Leocadio Mejías Bonilla nació en 1910 y era uno de los intelectuales en ciernes que llenaba de vitalidad y alegría el Café Viena, fotos,.
Hay veces que pienso que escribo al dictado de un muerto que llevo dentro. Lo digo porque hace seis días se me apareció Sanjosé y me dijo:
–La historia que escribiste el domingo, la de la 'cacereña' Ana Mariscal, la primera gran directora del cine español, no está mal; pero...
–Vaya, ya hay un pero – le respondí sabiendo lo quisquilloso que es el maestro.
–Es que está coja. Le falta algo.
–¿Qué le falta?
–Pues hablar más del periodista Leocadio Mejías, que era de Cáceres y en Madrid presentó a Ana Mariscal al fotógrafo cacereño Valentín Javier con el que se casó. Hazme caso, la historia tiene más miga. Investiga sobre el gran Leocadio.
Y así es como haciendo caso al difunto he vuelto a desandar el camino, y la verdad es que no me arrepiento. Resulta que Leocadio Mejías Bonilla nació en Cáceres en 1910 y, según escribió el compañero Fernando García Morales, era uno de los intelectuales en ciernes que antes de que llegaran las penas de la Guerra Civil, llenaba de vitalidad y alegría el Café Viena. Un café fundado en 1892 que estaba en el número 16 de la calle Pintores (por entonces calle Alfonso XIII) y tenía entrada por la calle Moret. Por allí también iba el que luego sería famoso escritor y periodista Pedro de Lorenzo (1917-2000), nacido en Casas de Don Antonio. En ese café los dos escribieron 'Santa Lila de la Luna y Lola' bajo el seudónimo de Viky y Kopolán. Se publicó en 1935, cuando Leocadio tenía unos 24 años y Pedro 18. Un año antes Leocadio había escrito el libro de versos 'Del pasado, hoy'. En 1935 también escribió la novela 'Veletas de la ilusión'.
Luego ya vendría la muerte y penuria de la Guerra Civil y cuando llegó la paz, Leocadio se fue a buscar fortuna a Madrid, cuando ya tenía cerca de 30 años. Su primer trabajo fue en una revista de cine y cuando empezó a tener fama de sagaz y ameno juntaletras, trabajó en el diario Madrid, en donde se dedicó muchos años a la crítica y a la información sobre teatro. En 1944, ese diario publicó reportajes suyos de trabajadoras en Madrid, como destaca la escritora y periodista de investigación Carmen Mejías. En esos reportajes habla con las modistillas que ganaban de 4 a 10 pesetas diarias, con peluqueras que lograban de 10 a 18 pesetas al día, las coristas que ganaban 20, o las vendedoras de grandes almacenes de 150 a 300 pesetas al mes. Un reportaje curioso fue el de las telefonistas, cuando había 4.500 en la Compañía Telefónica, en la Gran Vía. Las cantantes o animadoras ganaban de 10 a 20 pesetas al día. También había una profesión que era la de forrar botones, y la de arreglar medias, cuando las de cristal costaban 150 pesetas y 16 las de seda. Mejías contaba que había mujeres que se pintaban las piernas para no tener que comprarlas, usaban achicoria y agua. Las taquilleras y acomodadoras ganaban 10 pesetas los días laborables y 15 los domingos y festivos. A las que trabajaban en el servicio doméstico, les pagaban de 25 a 60 pesetas al mes más la comida y alojamiento. Contó Leocadio que en la Fábrica de Tabaco de la calle Embajadores, trabajaban 600 cigarreras, recibiendo 10,40 pesetas al día. «Las cigarreras – escribió –, que siempre fueron reivindicadoras, tenían derecho a 60 días de enfermedad al año (con todo el sueldo), médico y medicinas gratis, 15 días de vacaciones pagadas y otros 8 días especiales para atender a familiares enfermos».
Cuando ya estaba bien asentado en Madrid, en 1942, llegó a la capital el fotógrafo de Cáceres Valentín Javier,
que era diez años más joven que Leocadio, y éste, como buen paisano, le
ayudó a ganarse la vida, buscándole empleo de fotógrafo en la
publicación en la que él trabajaba. Ana Mariscal,
que dividía su vida en antes y después de conocer al fotógrafo con el
que se casó, recordaba que a mediados de los 40, ella actuaba en el Teatro Lara
y fue a entrevistarla Leocadio Mejías, al que ya conocía, presentándole
a Valentín que le hizo las fotos. Luego ya trabajarían juntos en 1949,
en la película 'Un hombre va por el camino', ella de actriz principal y
él de foto fija.
Se hicieron novios y tenían de amigo a Leocadio Mejías, que en 1947 escribió la novela 'Segundo López, aventurero urbano', que cuenta las desventuras y aventuras de un cacereño en Madrid. Esa novela es la que eligió Ana Mariscal, para dirigir su primera película, que se estrenó en 1953.
Por entonces Leocadio escribió otra novela llamada 'Sébano' y hacía comedias de teatro como 'Mamá monigote». También escribió una biografía del torero Manolete. A él y a Valentín Javier, les encantaba el mundo del circo. Valentín trabajó de fotógrafo en el Circo Price y Leocadio estrenó en 1943 la obra de teatro 'Sr. Clown'. Les gustaba mucho Ramper, el payaso que fue muy famoso antes de la Dictadura. De él se decía que en una función en el Madrid sitiado, apareció tirando serrín al suelo mientras decía: «¡Serrín de Madrid, se-rinde-Madrid!». Después de la Guerra empezó su declive y murió en Sevilla, en 1952, totalmente pobre. En 1957 Leocadio escribiría el que sería su libro más vendido: 'Ramper. Una vida para la risa y el dolor', en donde contaba como se habían muerto los 12 hermanos del payaso, uno de ellos Perico, con el que comenzó a trabajar en los escenarios (el nombre de Ramper, se forma con RAM de Ramón y PERde Perico). Perico murió a los 20 años en la playa de San Sebastián, cuando ensayaba acrobacias se rompió la columna.
En 1968, a los 57 años, se murió Leocadio Mejías, que estaba casado y tuvo como cuñado al catedrático extremeño de Filosofía Eugenio Frutos (1903-1979).
Se acordaron de Leocadio en Cáceres el 13 de marzo de 1989, cuando Valentín Javier y Pedro de Lorenzo presentaron su libro 'Cáceres en blanco y negro', estando con ellos Ana Mariscal y el entonces presidente de la Diputación, Manuel Veiga. La fotografía de la portada es una 'troupe' circense entrando en la Plaza Mayor de Cáceres. Valentín eligió esa foto al aunar dos de las cosas que más quería: Cáceres y el circo. El libro tiene hermosas fotos de su querida ciudad.
Cuando se murió Leocadio, se publicaron detalles de lo mal que lo pasó cuando fue a buscarse la vida a Madrid. Se marchó con 300 pesetas pensando que pronto encontraría trabajo, pero se le cerraron todas las puertas. Cuando desfallecía supo que había trabajo de extra en una película. Le pagaban 55 pesetas, pero había que presentarse con frac y chistera. Leocadio, empeñó su único traje y cuando logró el dinero lo primero que hizo fue saciar su hambre de Carpanta, sin quedarle dinero para desempeñar su traje. Estuvo nueve días deambulando por Madrid, famélico, durmiendo en los bancos, vistiendo como un rico cuando era uno de los más pobres habitantes de la capital.
No aguantaba más cuando fue a ver al director de una revista, al que le explicó su desgracia diciéndole al final: «Señor director, de usted depende que el resto de mis días ande vestido por Madrid de esta manera». El director se apiadó de él y le encargó que escribiera un trabajo dividido en tres artículos, con el título: 'Yo he sido extra'. Le pagó 900 pesetas.
Así empezó su brillante carrera como periodista.
–La historia que escribiste el domingo, la de la 'cacereña' Ana Mariscal, la primera gran directora del cine español, no está mal; pero...
–Vaya, ya hay un pero – le respondí sabiendo lo quisquilloso que es el maestro.
–Es que está coja. Le falta algo.
–¿Qué le falta?
–Pues hablar más del periodista Leocadio Mejías, que era de Cáceres y en Madrid presentó a Ana Mariscal al fotógrafo cacereño Valentín Javier con el que se casó. Hazme caso, la historia tiene más miga. Investiga sobre el gran Leocadio.
Y así es como haciendo caso al difunto he vuelto a desandar el camino, y la verdad es que no me arrepiento. Resulta que Leocadio Mejías Bonilla nació en Cáceres en 1910 y, según escribió el compañero Fernando García Morales, era uno de los intelectuales en ciernes que antes de que llegaran las penas de la Guerra Civil, llenaba de vitalidad y alegría el Café Viena. Un café fundado en 1892 que estaba en el número 16 de la calle Pintores (por entonces calle Alfonso XIII) y tenía entrada por la calle Moret. Por allí también iba el que luego sería famoso escritor y periodista Pedro de Lorenzo (1917-2000), nacido en Casas de Don Antonio. En ese café los dos escribieron 'Santa Lila de la Luna y Lola' bajo el seudónimo de Viky y Kopolán. Se publicó en 1935, cuando Leocadio tenía unos 24 años y Pedro 18. Un año antes Leocadio había escrito el libro de versos 'Del pasado, hoy'. En 1935 también escribió la novela 'Veletas de la ilusión'.
Luego ya vendría la muerte y penuria de la Guerra Civil y cuando llegó la paz, Leocadio se fue a buscar fortuna a Madrid, cuando ya tenía cerca de 30 años. Su primer trabajo fue en una revista de cine y cuando empezó a tener fama de sagaz y ameno juntaletras, trabajó en el diario Madrid, en donde se dedicó muchos años a la crítica y a la información sobre teatro. En 1944, ese diario publicó reportajes suyos de trabajadoras en Madrid, como destaca la escritora y periodista de investigación Carmen Mejías. En esos reportajes habla con las modistillas que ganaban de 4 a 10 pesetas diarias, con peluqueras que lograban de 10 a 18 pesetas al día, las coristas que ganaban 20, o las vendedoras de grandes almacenes de 150 a 300 pesetas al mes. Un reportaje curioso fue el de las telefonistas, cuando había 4.500 en la Compañía Telefónica, en la Gran Vía. Las cantantes o animadoras ganaban de 10 a 20 pesetas al día. También había una profesión que era la de forrar botones, y la de arreglar medias, cuando las de cristal costaban 150 pesetas y 16 las de seda. Mejías contaba que había mujeres que se pintaban las piernas para no tener que comprarlas, usaban achicoria y agua. Las taquilleras y acomodadoras ganaban 10 pesetas los días laborables y 15 los domingos y festivos. A las que trabajaban en el servicio doméstico, les pagaban de 25 a 60 pesetas al mes más la comida y alojamiento. Contó Leocadio que en la Fábrica de Tabaco de la calle Embajadores, trabajaban 600 cigarreras, recibiendo 10,40 pesetas al día. «Las cigarreras – escribió –, que siempre fueron reivindicadoras, tenían derecho a 60 días de enfermedad al año (con todo el sueldo), médico y medicinas gratis, 15 días de vacaciones pagadas y otros 8 días especiales para atender a familiares enfermos».
Se hicieron novios y tenían de amigo a Leocadio Mejías, que en 1947 escribió la novela 'Segundo López, aventurero urbano', que cuenta las desventuras y aventuras de un cacereño en Madrid. Esa novela es la que eligió Ana Mariscal, para dirigir su primera película, que se estrenó en 1953.
Por entonces Leocadio escribió otra novela llamada 'Sébano' y hacía comedias de teatro como 'Mamá monigote». También escribió una biografía del torero Manolete. A él y a Valentín Javier, les encantaba el mundo del circo. Valentín trabajó de fotógrafo en el Circo Price y Leocadio estrenó en 1943 la obra de teatro 'Sr. Clown'. Les gustaba mucho Ramper, el payaso que fue muy famoso antes de la Dictadura. De él se decía que en una función en el Madrid sitiado, apareció tirando serrín al suelo mientras decía: «¡Serrín de Madrid, se-rinde-Madrid!». Después de la Guerra empezó su declive y murió en Sevilla, en 1952, totalmente pobre. En 1957 Leocadio escribiría el que sería su libro más vendido: 'Ramper. Una vida para la risa y el dolor', en donde contaba como se habían muerto los 12 hermanos del payaso, uno de ellos Perico, con el que comenzó a trabajar en los escenarios (el nombre de Ramper, se forma con RAM de Ramón y PERde Perico). Perico murió a los 20 años en la playa de San Sebastián, cuando ensayaba acrobacias se rompió la columna.
En 1968, a los 57 años, se murió Leocadio Mejías, que estaba casado y tuvo como cuñado al catedrático extremeño de Filosofía Eugenio Frutos (1903-1979).
Se acordaron de Leocadio en Cáceres el 13 de marzo de 1989, cuando Valentín Javier y Pedro de Lorenzo presentaron su libro 'Cáceres en blanco y negro', estando con ellos Ana Mariscal y el entonces presidente de la Diputación, Manuel Veiga. La fotografía de la portada es una 'troupe' circense entrando en la Plaza Mayor de Cáceres. Valentín eligió esa foto al aunar dos de las cosas que más quería: Cáceres y el circo. El libro tiene hermosas fotos de su querida ciudad.
Cuando se murió Leocadio, se publicaron detalles de lo mal que lo pasó cuando fue a buscarse la vida a Madrid. Se marchó con 300 pesetas pensando que pronto encontraría trabajo, pero se le cerraron todas las puertas. Cuando desfallecía supo que había trabajo de extra en una película. Le pagaban 55 pesetas, pero había que presentarse con frac y chistera. Leocadio, empeñó su único traje y cuando logró el dinero lo primero que hizo fue saciar su hambre de Carpanta, sin quedarle dinero para desempeñar su traje. Estuvo nueve días deambulando por Madrid, famélico, durmiendo en los bancos, vistiendo como un rico cuando era uno de los más pobres habitantes de la capital.
No aguantaba más cuando fue a ver al director de una revista, al que le explicó su desgracia diciéndole al final: «Señor director, de usted depende que el resto de mis días ande vestido por Madrid de esta manera». El director se apiadó de él y le encargó que escribiera un trabajo dividido en tres artículos, con el título: 'Yo he sido extra'. Le pagó 900 pesetas.
Así empezó su brillante carrera como periodista.
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